El pasado Marzo 13, Colombia celebró sus elecciones legislativas al igual que sus “elecciones consultivas” donde cada coalición elegiría a su candidato presidencial para las elecciones de este año. Gustavo Petro ha obtenido la nominación de la coalición de centro-izquierda “Pacto Histórico” con apoyo abrumador tanto dentro de su partido como dentro del electorado general.
Petro se convierte en el favorito para la primera ronda de las elecciones presidenciales y tiene la aspiración de evitar una segunda ronda obteniendo más del 51%. Considerando su base de apoyo, está dentro de sus capacidades lograr esto. Casi el 80% de los votantes dentro de la consulta de su coalición votaron por Petro y su coalición recibió el 47% de todos los votos, mucho más que el 32% obtenido por la coalición de derecha “Equipo por Colombia” y la coalición de centro “Centro Esperanza”, que nada más obtuvo 19%.
En términos legislativos, el Pacto Histórico logró obtener un número considerable de legisladores tanto en el senado (16, uno menos que el Partido Conservador que obtuvo la mayor cantidad) y la Camara de Representantes (27, cinco menos que los liberales, quienes obtuvieron la mayor cantidad). Estos son logros decentes, considerando que esta es la primera elección para la coalición, incluso si se tiene en cuenta que las organizaciones que representa han existido por décadas. Sin embargo, es importante notar que todavía es una minoría en el congreso.
Estos son resultados extremadamente alentadores para lo que se perfila como un nuevo periodo en la política colombiana. Después de dos paros nacionales y la firma del tratado de paz que desarmó a FARC y las integró a la política nacional, parece que el establecimiento de la derecha encabezado por el presidente Iván Duque y su mentor, Alvaro Uribe Velez, se encuentra en reflujo y que hay campo abierto para que la izquierda maniobre en un país en la que ha sido asfixiada, históricamente. Como marxistas, tenemos que entender este próximo periodo en el contexto de la crisis del capitalismo mundial para tomar una posición correcta.
El establecimiento en reflujo
Los partidos de la oligarquía se han encontrado en un relativo reflujo en comparación a periodos anteriores. Vale la pena recordar que el Centro Democratico (el partido de Alvaro Uribe Velez) pasó de tener 32 representantes a 16. También perdió 5 curules en el senado. En términos de votantes, el partido pasó de recibir 2.5 millones de votos en el senado a 1.9 millones, mientras que en la cámara de representantes pasaron de recibir 2.3 millones de votos a 1.6 millones.
Esto es un reflejo del rechazo que enfrenta el Centro Democratico. Duque tiene una desaprobación del 70,7%. Uribe terminó el 2021 con una aprobación del 19% (vale recordar que Uribe terminó su presidencia en 2008 con una aprobación del 80%). Después de las elecciones, el Centro Democratico tuvo una reunión para evaluar sus pérdidas y el camino a seguir, en donde Uribe declaró que él era culpable por el pobre resultado.
Equipo por Colombia, la coalición de derecha, terminó eligiendo a Federico “Fico” Gutierrez como su candidato con 2.160.329 votos. Es claro para muchos que su gobierno continuaría las políticas de Uribe y Duque. Después de todo, Fico recibió el apoyo de Uribe como alcalde de Medellín y el candidato del Centro Democratico, Oscar Iván Zuluaga, ya se ha retirado de la contienda para comenzar a consolidar a la derecha detrás de Fico y prevenir la victoria de Gustavo Petro.
La coalición de centro, Centro Esperanza, ha elegido a Sergio Fajardo como su candidato por segunda vez, con 2.1 millones de personas votando en la consulta en total, solo un poco menos de todas las personas que votaron por Fico. También es diciente que Fajardo solo obtuvo 723.000 votos, que es 60.000 menos que Francia Marquez, quien obtuvo el segundo puesto en la consulta del Pacto Histórico. Estos resultados muestran el grado de polarización del electorado y también que tan desconectado está el establecimiento de las masas en estos últimos tres años.
El significado histórico de una presidencia Petro
La historia de Colombia está llena de reformistas y populistas que han aspirado a la presidencia solo para ser asesinados. Jorge Eliecer Gaitán (candidato por el partido Liberal y simpatizante de las ideas del socialismo), Luis Carlos Galan (fundador del movimiento del Nuevo Liberalismo, quien atacó abiertamente al establecimiento y sus lazos con el narcotráfico), Bernardo Jaramillo (candidato presidencial por el Partido Comunista y la Unión Patriótica) y Carlos Pizarro (anterior comandante de la guerrilla del M-19, que se convirtió en un partido político, por el que corrió a la presidencia) fueron todos asesinados antes de que pudieran participar en las elecciones.
Colombia también es uno de los países donde ser un activista social o un sindicalista acarrea un riesgo serio a la vida. De acuerdo con Indepaz, 41 activistas han sido asesinados en 2022 y 1327 han sido asesinados desde la firma de los acuerdos de paz. Por otro lado, 308 antiguos miembros de las FARC y firmantes de los acuerdos de paz han sido asesinados desde 2016, de los cuales 9 han sido asesinados este año. La brutalidad de la clase dominante colombiana está bien documentada. Eventos históricos como la aniquilación de la Unión Patriótica, con el estado dependiendo de grupos paramilitares para efectuar la masacre o el escandalo de los falsos positivos en donde hasta 6.402 personas fueron asesinadas por el ejercito y vestidas como combatientes enemigos para justificar su asesinato, demuestran exactamente con lo que estamos tratando.
Sin embargo, el estado de ánimo de los obreros, el campesinado y la juventud no es de pesimismo ante todo esto. Los últimos cuatro años han sido una respuesta contundente a las tácticas de represión y austeridad de la clase dominante. El tratado de paz significó la retirada de las FARC como guerrilla del escenario político. Sin las guerrillas, el gobierno simplemente no tenía un chivo expiatorio para justificar su dependencia del ejército y la policía para mantener el orden social y las masas no tenían miedo de organizarse y luchar por sus derechos. Es justo decir que los paros nacionales de 2019 y 2021 simplemente no hubieran ocurrido sin la desmovilización de las FARC.
Los paros nacionales vieron la irrupción de las masas en la escena, como parte de un movimiento continental que incluye a la insurrección ecuatoriana y el alzamiento chileno al final del 2019. Estos demostraron la fortaleza enorme de las masas, la furia profunda y la oposición masiva a la oligarquía colombiana y sus representantes políticos. Las masas, con la juventud al frente, lucharon contra medidas de austeridad y no se acobardaron frente a la brutal represión policial y militar. La importancia de los dos paros nacionales no se puede subestimar. Sin embargo, sin un liderazgo claro, el movimiento se agotó. Habiendo ganado unas concesiones del gobierno y sin una perspectiva sobre cómo avanzar, las masas se retiraron de las calles y toda la atención se concentró en el proceso electoral del 2022.
Las masas colombianas no tienen la experiencia de un gobierno reformista. Esto hace de una presidencia de Petro algo prometedor y hay expectativas de que va a poder lograr algunas de las reformas prometidas. Pero es importante señalar que la capacidad de un gobierno de Petro de implementar estas reformas es muy limitada debido a razones que se mencionan más abajo. Sin embargo, una victoria de Petro en las elecciones presidenciales son importantes porque le dará confianza a las masas mientras avanzan y luchan por mejores salarios, condiciones de trabajo y luchar contra la clase dominante y también proveerá las lesiones necesarias con respecto a los límites del reformismo.
La naturaleza conciliatoria de Petro
La cuestión clave es, cómo se vería una presidencia de Petro? Es diciente que Petro voló a Chile antes de la elección para presenciar la inauguración de Gabriel Boric. En un perfil sobre Petro escrito por María Jimena Duzan, Petro es citado mencionando que tal vez sería forzado a gobernar en conjunto a congreso de derecha al igual que a Boric, donde su partido es una minoría en ambas cámaras. El enfoque de Petro es similar al de Boric, prometiendo reformas pero queriendo lograrlas dentro del límite del sistema que quiere “humanizar” en vez de derrocar.
Efectivamente hablando, Pacto Histórico, si bien es un grupo grande en un congreso dividido entre diez partidos, todavía es una minoría y usará esto como una excusa para ofrecer concesiones para pasar cualquier ley que proponga. De hecho, la única manera de sobrellevar una aritmética parlamentaria desfavorable sería confiar en la movilización masiva de los obreros, el campesinado, la juventud, las mujeres y la minga indigena en las calles para avanzar un programa de transformación social.
Cuando a esto se le agrega la composición del Pacto Histórico (un frente popular uniendo tanto a organizaciones obreras con figuras renegadas del establecimiento, buscando alianzas con el partido liberal para reforzar su campaña online), es claro que las bases del Pacto Histórico tendrán que luchar a como dé lugar para obtener los logros que la presidencia de Petro promete.
Vale la pena recordar que en 2018, cuando Petro llegó a la segunda ronda, se orientó a la conciliación y mitigó su programa. Pasó de luchar por la reforma agraria a declarar que su gobierno no expropiará (una consigna que defiende hoy). Con respecto a temas como el aborto, Petro trata de apaciguar a ambos lados, diciendo que apoya el derecho de las mujeres de elegir, pero que también preferiría usar la educación sexual para prevenir embarazos en el primer lugar, declarando que no es un candidato pro-aborto. Esto abre la puerta a la posibilidad a retroceder en caso de que se convoque un referendo para revocar la decisión de la Corte Constitucional de descriminalizar el aborto.
El método de Petro implica ganar a las masas a un programa de cambio mientras que atenúa su programa para apaciguar a la clase dominante. De hecho, este método “pragmático” es contraproductivo. Las masas de obreros, campesinos y oprimidos sólo pueden ser movilizadas por un programa de transformación radical. Eliminar las aristas más radicales no engañará a la clase dominante, pero podría causar abatimiento y desmovilización dentro de la base natural de apoyo de Petro.
Hay una sección de la clase dominante que reconoce la necesidad de una presidencia de Petro precisamente por que aquietaría a las masas y prevendría otro alzamiento. Pero hay también otra capa de la clase dominante que reconoce el peligro detrás de Petro. Si bien su programa y su partido son reformistas, han ganado el apoyo de millones de personas que quieren ponerle fin a la crueldad del capitalismo colombiano. Y esas personas no se contentarán simplemente con reformas cosméticas por siempre.
Esta capa hará lo que sea para sabotear una presidencia de Petro. Por ejemplo, está la cláusula Petro. Muchos contratos de negocios tienen una cláusula declarando que el contrato puede ser revocado por cualquiera de las dos partes en caso de presidencia de Petro. También está la campaña de calumnias lanzadas a Petro y a su programa a través de los medios, haciéndolo parecer como el heredero de Hugo Chavez. Este es el amarillismo de una clase dominante que está asustada. La realidad es que el programa de Petro es de un “capitalismo humano”, en sus propias palabras.
Esta clase dominante está acostumbrada a tener a su empleado en la Casa de Nariño y solo hasta ahora se ha encontrado con una oposición sería. Las guerrillas nunca desafiaron seriamente el poder de la oligarquía, incluso si en ciertos episodios podrían haber parecido más fuertes de lo que eran, como en la toma del Palacio de Justicia. Pero el gobierno siempre fue hábil a la hora de separar a las guerrillas de las masas. Y fuera de episodios como El Bogotazo y el Paro Nacional de 1977, las masas colombianas no han desafiado por el poder de la misma manera en que lo han hecho en estos tres años.
El gobierno de Petro y las tareas de los marxistas
Si Petro fuera a tomar el poder, lo haría con una economía que ha tenido la apariencia de una recuperación de la pandemia. 88.4% de los empleos perdidos a través de la pandemia han sido recuperados y el PIB han incrementado por 10.6% (2.8% por encima del PIB antes de la pandemia). Sin embargo Colombia se enfrenta a una tasa de inflación de 5.61% y una deuda nacional de 181 millardos (equivalente a 61.5% del PIB). Similarmente, intentos a alzar el salario mínimo apenas se mantienen con la canasta familiar (a saber: el salario mínimo es 262 USD mientras que la canasta familiar está calculado entre 209 USD y 786 USD). Bajo estas condiciones, es claro que la oligarquía necesitará implementar medidas de austeridad para incrementar su lucro. Esta situación no le da mucha capacidad de maniobra a un gobierno reformista para implementar reformas.
Más allá de esto, vale la pena considerar la situación del capitalismo mundial. Después de una crisis financiera y una guerra que amenaza a reducir el suministro de petróleo mundial, es muy probable que la propuesta del gobierno de Petro de parar todas las operaciones de las petroleras y mineras cuando llegue a la presidencia sea opuesta fervientemente por la oligarquía colombiana y la clase dominante internacional. Además, Colombia ha sido un bastión del imperialismo estadounidense por mucho tiempo, con bases militares e importancia estratégica para Washington. Ellos no permitirán que Colombia salga de su control sin dar la batalla.
Una presidencia de Petro sería una tremenda oportunidad para el naciente movimiento de la clase obrera, el campesinado y la juventud. No necesariamente por lo que Petro haría por estos sino por lo que ellos tendrían que hacer tanto para obtener una presidencia de Petro y defender su programa de reformas de los ataques de la derecha. Tendrían que luchar para enfrentar al ala de la clase dominante que no está dispuesta a retroceder ni un centímetro en un país que han dominado con un puño de hierro por décadas.
Somos críticos del programa de Petro y el método del Pacto Histórico ya que no creemos que el capitalismo pueda ser reformado, humanizado o utilizado en beneficio de los intereses de las masas de obreros y pobres. Al mismo tiempo es claro que la perspectiva de la llegada al poder de Petro refleja las aspiraciones de millones que quieren dejar atrás décadas de austeridad, represión y los horrores que han convertido a la oligarquía colombiana en una clase dominante reconocida por su crueldad a nivel internacional. No compartimos estas ilusiones pero acompañaremos a las masas en su experiencia. Debemos explicar pacientemente que los obreros sólo podemos confiar en nuestras propias fuerzas. Las masas aprenderán a través de su experiencia.
Un nuevo capítulo está siendo escrito en la lucha de clases del continente y Colombia se ha encontrado como uno de sus ejes principales. Un país que muchos en la izquierda habían declarado como condenado ha tenido no una sino tres insurrecciones en tres años y está a punto de dejar atrás la desgracia del Uribismo. Es necesario crear un liderazgo revolucionario que pueda abanderar las luchas del campesinado, la clase obrera y la juventud para avanzar a donde Gustavo Petro y el Pacto Histórico no se atreverán, mientras defiendan cualquier conquista lograda a través del Pacto Histórico.
Semejante liderazgo le podría dar a estos cientos de miles que han sido atraídos al Pacto Histórico un programa político que pueda representar sus intereses y las tácticas y estrategia necesarias para implementarlos. Pero ese liderazgo solo puede ganarse la confianza de los mejores elementos del Pacto luchando hombro con hombro con el resto de la clase y repeliendo los ataques de la derecha. Será a través de esta lucha que los obreros aprenderán que solo una transformación socialista de la sociedad le puede poner fin a la oligarquía que se ha alimentado del atraso de este país y ha creado la necesidad del Pacto Histórico en primer lugar.
En la elección de Mayo 29, nuestra consigna, por consiguiente, debe ser Votar por Petro, Luchar Por El Socialismo.