Wilhelm Reich (1897-1957) fue un psicólogo, un científico y un marxista. Escribió obras que son recursos inestimables para comprender las relaciones entre el marxismo y el psicoanálisis sin la necesidad de tener una visión general o los conocimientos Este artículo fue publicado inicialmente en italiano en el sitio web del periódico marxista FalceMartello. La versión original en italiano se puede conseguir en Marxismo e psicoanalisi (la figura di Wilhelm Reich). La presente es una traducción al castellano de su versión en inglés.
Wilhelm Reich (1897-1957) fue un psicólogo, un científico y un marxista. Escribió obras que son recursos inestimables para comprender las relaciones entre el marxismo y el psicoanálisis sin la necesidad de tener una visión general o los conocimientos de un estudiante de psicología. Su tragedia personal ilustra hasta que punto cuestiones abstractas se pueden manifestar e interrelacionar con la vida de alguien.
Su formación
Ni el papel histórico de Reich ni sus obras son reconocidos por la mayoría de los psicoanalistas, ya sean estudiantes, profesionales o simples aficionados. Esta situación permitió a renombrados intelectuales, como los de la Escuela de Frankfurt, saquear fácilmente sus obras (especialmente las del período claramente marxista) sin ni siquiera hacer un reconocimiento del pensamiento de Reich y, además, sin que nadie lo denunciara.
El resultado es que hoy la mayoría de las personas que tienen interés en la psicología aprenden poco más que las obras clásicas de Freud. Esto ha llevado a una falta de conocimiento de varias de las contribuciones importantes a la psicología, como son las de Reich y que son esenciales para comprender plenamente el psicoanálisis, sus contradicciones actuales y su punto de vista de clase. Las contribuciones más ampliamente conocidas, los llamados postuladores freudianos “reformados”, han quedado totalmente socavadas y sus implicaciones reaccionarias han quedado al descubierto.
La obra más conocida de Reich es La revolución sexual, publicada en Viena en 1930. Sus análisis científicos tienen un alcance más amplio que los de Freud, incluyendo obras importantes como: La función del orgasmo; La irrupción de la moral sexual coercitiva; El individuo y el Estado; El materialismo dialéctico y el psicoanálisis y Psicología de masas del fascismo. Reich fue miembro activo de la Sociedad Internacional Psicoanalítica (SIP) que fue fundada por Freud. En el momento de publicar su primer trabajo, La función del orgasmo, era muy conocido por ser uno de los discípulos más aventajados de Freud. Pero ya dentro de esa obra se encontraban todos los elementos del pensamiento que le enfrentarían a Freud durante su “segundo período”.
Reich estaba de acuerdo con Freud en que el desarrollo sexual era el origen fundamental del desorden mental. Juntos defendían las siguientes posiciones: la mayor parte de la actividad psicológica estaba gobernada por procesos subconscientes; los niños desarrollan rápidamente una sexualidad activa; la energía sexual de los niños es la causa de la mayoría de los procesos psicológicos; la sexualidad infantil está reprimida y esto tiene consecuencias muy importantes en la salud mental; la moralidad no deriva de ningún ser supranatural o de normas establecidas sino que es el producto de represiones impuestas contra la sexualidad de los individuos en su desarrollo desde la infancia a la adolescencia y finalmente en la edad adulta.
Reich continuó desarrollando estas ideas y su relación con hechos concretos. Exploró y descubrió las relaciones entre la vida sexual y la moralidad burguesa, después procedió de la misma manera con la relación entre la propia moralidad burguesa y las estructuras sociales y económicas que la generan e influyen en ella. Reich explicó que la represión sexual burguesa y sus influencias subconscientes eran las causas principales de las neurosis. Adelantó la idea de que la vida sexual libre del sentimiento de culpabilidad sería la mejor terapia para tratar esas neurosis. Finalmente afirmó que esta liberación de la vergüenza y la represión sólo se podrían conseguir a través de una moralidad no autoritaria, que a su vez sólo podría existir en un sistema económico capaz de superar y abolir la represión.
Sin embargo, Freud pronto alteraría el contenido de sus pensamientos y rompería con aquellas ideas que coincidían con las de Reich y que habían sido su punto de partida. En 1926, en la obra La inhibición, síntoma y ansiedad, Freud decía lo siguiente: “… es la ansiedad lo que produce represión y no, como creía en el pasado que la represión producía ansiedad… ” Esto suponía un giro de ciento ochenta grados, la nueva teoría de Freud pretendía que la ansiedad (ansiedad sexual) era algo endógeno y que su origen estaba en la psique del individuo. Así que Freud ya no lo consideraba un producto de las condiciones sociales externas. Todos los factores medioambientales externos y objetivos sencillamente desaparecían del análisis de Freud.
El nuevo conjunto de ideas de Freud se convertiría en el vehículo para todas esas teorías defensoras de que los “fallos” humanos son inherentes y que se encuentran dentro del ser psíquico del hombre o la mujer (por ejemplo, la idea de que hay un gen causante de la criminalidad). Esta teoría entra en contradicción con la concepción materialista que sostiene que son las condiciones sociales de la humanidad las que dan forma a la conciencia general e individual, y no viceversa. Desde el momento en que Freud rechaza la filosofía materialista sus teorías estaban destinadas a convertirse nada más que en una aceptación de la sociedad tal como es, descartando de ese modo la posibilidad de crear soluciones reales a los problemas médicos que intentaba resolver.
Este cambio de posición de Freud ocurrió en un momento muy significativo, al final de los años veinte. En ese momento la idea general era que con el aparentemente imparable ascenso nazi los fascistas seguramente disolverían la SIP (Sociedad Internacional Psicoanalítica) si ésta no revisaba sus bases teóricas. Vemos como las amenazas de represión consiguieron que el nazismo tuviera influencia en el pensamiento de muchos científicos burgueses, incluso en aquellos que estaban muy alejados de cualquier sospecha de tener simpatías nazis. Freud fue sólo uno de los muchos científicos burgueses afectados por esa manera de pensar.
Su obra
Mientras que Freud prácticamente se autocensuró, en 1928 Reich se atrevió a entrar en el Partido Comunista Austriaco (PCA). Rápidamente demostró ser un militante muy activo. Estaban convencido, como marxista decidido, que la única forma de emprender una acción efectiva contra el sistema capitalista era a través de la actividad política organizada por los propios trabajadores en los centros de trabajo. Ese mismo año Reich, junto con otros médicos de izquierdas, fundó la Asociación Socialista para la Consulta e Investigación Sexual. El objetivo de esta asociación era crear los primeros centros clínicos para tratar las cuestiones psicológicas de los trabajadores y aceptarles en ellos como pacientes, en lugar de tratar a los aburridos burgueses que eran los clientes naturales de los freudianos.
Hay que tener en cuenta que Reich no tenía una postura utópica sobre la cuestión de cómo curar las enfermedades psicológicas de las masas. Esto quedó demostrado en su creencia de que la neurosis y los desórdenes emocionales estaban provocados por una estructura social determinada que es capitalista y autoritaria, de la misma forma, su conclusión, científicamente correcta, era la necesidad de derrocar al capitalismo y construir una sociedad socialista, eliminando de la sociedad estas características negativas también se eliminarían esos desórdenes psicológicos.
La nueva asociación de investigación de Reich contaba con una larga lista de pacientes, su tamaño les permitió realizar estudios minuciosos, consistentes y frecuentes. Naturalmente esto tuvo beneficios inmediatos en los pacientes obreros. Gracias al análisis de un gran número de casos clínicos, mucho mayor que los utilizados por los freudianos para sustentar su trabajo, Reich proporcionó un apoyo estadístico excepcional a sus investigaciones y conclusiones. Sus obras posteriores incluían observaciones y casos que eran incomparablemente mayores que las de sus “competidores”.
Estas experiencias también le proporcionaron a Wilhelm Reich una comprensión inmediata de muchos problemas sociales. Por ejemplo, el elevado número de embarazos no deseados, que aumentaba como resultado de un período de “desarrollo demográfico” forzoso. Sus experiencias con los trabajadores también fortalecieron su oposición a la absurda idea del trabajo clínico aséptico que era el método de los demás “profesionales” de la época. Creía que era innecesario y que no tenía valor para considerar la cuestión de las relaciones entre la enfermedad mental y sus posibles causas sociales.
Reich escribió lo siguiente sobre las experiencias de aquella época: “En la mayoría de los casos apenas teníamos ninguna razón para dar a las personas un diagnóstico médico adecuado. Todo lo contrario, utilizar esa herramienta, es decir, ocultarlo detrás de eso, significa cerrar los ojos frente al problema principal. Eso habría sido realmente estúpido, más que criminal, para la madre y el niño para… aquellas mujeres, aquellas chicas eran totalmente incapaces de amar a un niño, cuidarle, ayudarle a crecer y no destruir su vida. Todas aquellas mujeres, sin excepción, estaban extremadamente desordenadas desde un punto de vista emocional. Toda ellas, una vez más sin excepción, tenían unas relaciones angustiosas (si las tenían) con el hombre que las causaba el problema. Eran frígidas, destrozadas por la explotación, sádicas en lo profundo de su conciencia o abiertamente masoquistas… en la mayoría de los casos tenían otros tres o seis niños o incluso criaban a los hijos de otra persona. Odiaban a sus hijos incluso antes de nacer. Bastante a menudo eran golpeadas por maridos alcohólicos. Odiaban a los niños que les rodeaban. Hablar del ‘sagrado amor materno’ frente a un sufrimiento tan criminal habría resultado ser criminal”.
Estas espantosas condiciones llevaron a Reich a realizar un profundo análisis del efecto de la moralidad burguesa sobre el desarrollo psicológico de las mujeres. De esta forma Reich proporcionó una contribución científica importante a la cuestión de la “liberación de la mujer”. En esta cuestión polemizó abiertamente contra los contemporáneos “especialistas de la higiene sexual”, que explícitamente alababan la castidad femenina antes del matrimonio. Uno de los “especialistas” escribía: “Debemos dar nobleza y cultivar la castidad femenina como la mayor riqueza nacional, en realidad gracias a la castidad femenina podemos tener una garantía segura de quienes son realmente los padres de nuestros hijos, de que estamos trabajando y esforzándonos por nuestra propia sangre. Sin esta garantía no hay posibilidad de llevar una vida familiar íntima y sana, que a su vez es el pilar indispensable para la prosperidad de la nación y la población… Si las mujeres no se dedican a sus hombres es más peligroso que si los hombres no se consagran a sus mujeres… ”. (Max Von Guber. Higiene des Geschlechtslebens dargestellt fur Manne’r [Vida de higiene sexual para los hombres]. Stuttgart. 1930.). Aunque seguramente no era la intención de su autor, este pasaje es realmente una confirmación clara de las ideas que Engels defendió en su obra clásica El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Reich lo expresó con sus propias palabras al escribir: “… la consecuencia más inmediata de la propiedad privada es el interés por la castidad antes del matrimonio y la fidelidad marital al marido”.
Esta consecuencia de la propiedad privada hace que la relación sexual entre hombres y mujeres deje de existir como una cuestión que implique sólo la vida sexual y las elecciones personales de los individuos, y consiguientemente, se convierte en una institución donde las mujeres están condenadas a sufrir las más grandes restricciones, presiones y desigualdades. Esto fue confirmado por las estadísticas clínicas. En realidad, en ese momento, no menos del 90 por ciento de las mujeres tenían alguna variedad de desorden sexual, comparado con “sólo” el 60 por ciento de los hombres. Estas cifras eran tremendas e impactantes, cambiando la definición de “normalidad” y haciendo que los desordenes sociales fueran considerados en un problema de masas.
Sobra decir que estas condiciones horribles no preocupaban a los higienistas sexuales nazis que plantaban teorías como “el instinto natural femenino a la monogamia”. De acuerdo con este tipo de basura las mujeres sólo son capaces de tener satisfacción sexual cuando tienen entre 20 y 25 años de edad y sólo si sus relaciones sexuales tienen como objetivo la concepción de un niño, y por supuesto, según estas teorías, todo esto es por razones “naturales”.
No es sorprendente que en estas cuestiones existiera una relación muy fuerte entre este tipo de teoría y las posiciones de la Iglesia. La Iglesia a lo largo de la historia ha sido la principal productora de los principios ideológicos de las clases dominantes. Siempre ha jugado un papel crucial al servicio del Estado y en ese momento el propio Estado sólo podía ayudar marchando junta a ella en la defensa de una de las instituciones fundamentales de la sociedad burguesa: el matrimonio. La existencia misma del matrimonio como institución de la sociedad burguesa prohíbe cualquier posibilidad de resolver las consecuencias de la moralidad basada en la represión, ya sean las consecuencias psicológicas (distintos tipos de neurosis y desórdenes sexuales) o físicas (por ejemplo el aborto). En realidad, el fin de la moralidad burguesa, que sería la única solución real a estos problemas, necesariamente socavaría “valores” como la “virginidad antes del matrimonio” y la fidelidad marital. Consecuentemente, el matrimonio se liberaría de su papel tradicional de imponer el respeto injusto y el control exclusivo del hombre. Este papel se evidencia, por ejemplo, en la idea de que si una mujer es fiel nunca tendrá que sufrir un aborto, como si el problema de un aborto fuese sólo la fidelidad marital.
“Si encontramos una manera de esterilizar temporalmente a las mujeres y con la posibilidad de repetirlo, a través de medios internos, sería absolutamente obligatorio extender estas técnicas y hacerlas disponibles, para garantizar… un beneficio… para la higiene, pero también cuidar la terrible amenaza que plantearía sobre el orden sexual y la moral, o incluso sobre la vida y la civilización en general”. (Max Marcuse. Matrimony: Its Psysiology, Psychology, Higiene and Eugenetics. A Biological Book on Marriage. Berlin/Köln. 1927).
La prohibición del aborto y los métodos contraceptivos impide a la mujer tener el control de su propia vida y cuerpo, de este modo su esfera más personal de la vida es puesta bajo la autoridad de la necesidad de la moralidad burguesa y así conseguir mantenerla subyugada. El propósito último de estas prohibiciones es preservar las instituciones burguesas y así defender y mantener la propiedad privada capitalista. Incluso aunque la idea de la familia basada en el “santo matrimonio” hoy en día está en una crisis profunda, las líneas anteriores siguen siendo vigentes. La moralidad burguesa está en crisis. Las precarias condiciones en las que se encuentran todas las esferas de la vida son obra del propio capitalismo. Todo está sometido a cambios repentinos; la nueva “palabra de Dios” es la “flexibilidad” y el nuevo dios de este mundo es el dios “Capital”. Las cuestiones del aborto y la contracepción han hecho surgir una nueva cuestión: que tanto la “palabra de Dios” bíblica como la “nueva palabra de un nuevo dios” burgués constituyen igualmente contradicciones teológicas de la ideología dominante.
Núcleo teórico y polémica con los freudianos
Al principio de este artículo explicamos cómo el psicoanálisis freudiano se perdió en un callejón sin salida después de 1926, dando un rodeo equivocado para justificar la aproximación a la realidad social que Freud y la SIP en conjunto dieron en ese momento porque buscaban disociarse de la crítica social. En este punto, sin embargo, debemos regresar a esta cuestión porque es importante examinar este proceso con mayor detalle. La negativa de los freudianos a relacionar las condiciones sociales con los desórdenes mentales como la “causa” y el “efecto”, les obligó a adaptarse a esa situación elaborando un gran número de postulados increíblemente reaccionarios. Esta nueva perspectiva no podía explicar adecuadamente ninguno de los problemas psicológicos que debía resolver. Freud tuvo que inventar la teoría del “instinto muerte” como una forma de explicar los orígenes de estos problemas. Según esta nueva concepción el instinto muerte era un impulso primitivo y autodestructivo, llevando al individuo a una condición primordial de inercia, una condición donde todas las cosas tienden a concluir.
Como los métodos de terapia freudianos dependen de estos postulados teóricos equivocados, cuando se llevaban a la práctica no tenían efectos positivos significativos sobre los pacientes. Consiguientemente los freudianos llegaron a la conclusión de que el “principio de autodestrucción” era innato a todo ser humano, era una necesidad inconsciente de castigo luchando contra la necesidad natural de placer. Por lo tanto, para los freudianos la neurosis se convertía en una condición biológica del ser humano. Sobre la base de esa lógica la vida de los individuos estaba marcada para siempre por un “masoquismo primario”. Esta era la razón por la cual los pacientes se “resistían” al tratamiento y seguían enfermos. ¡Según los freudianos era porque los pacientes estaban biológicamente obligados a oponerse a la recuperación de sus desórdenes! Reich continuó defendiendo la idea de que los pacientes estaban enfermos y desequilibrados debido a su temor a recibir castigo por actuar según sus impulsos sexuales naturales. Los creyentes en el “instinto muerte” crecían en número y prestigio, su fama y aceptación estaba muy cerca de la que disfrutan los seguidores modernos de la teoría del Big Bang. Los freudianos buscaban desviar el pensamiento psicológico de las ideas originales de la necesidad de prevenir socialmente la neurosis a través de una reforma comprensiva de las reglas y prácticas del comportamiento, y desviarlo también de la necesidad de cambiar las instituciones sociales que creaban e influían en las neurosis.
En 1931 Freud publicó su obra Enfermedad de la civilización. En esta obra defiende que la civilización como conjunto fue construida sobre la represión sexual y la sublimación de los impulsos sexuales. Con esto quiere decir que la represión es necesaria para la creación, para el mantenimiento y el progreso de la civilización; que la represión es un requisito previo para la estructura social, que la humanidad debe renunciar y debe aprender a sublimar sus impulsos primitivos para desviar la atención y la energía hacia objetivos sociales aceptables. Estas líneas representan una total capitulación ante el idealismo y la moralidad burguesa. No preconiza otra cosa que el mismo tipo de vida sumisa y servil que ha defendido siempre la religión organizada para enloquecer a las masas y someterlas durante siglos a la subyugación y explotación. Reich comentó esta obra de Freud y le criticó por no tener en cuenta las cuestiones de “si” o “hasta que punto” la realidad de las condiciones sociales eran o no racionales; si estaban estructuradas sobre la base de servir a las necesidades de la humanidad y avanzar en su felicidad, en lugar de estar estructuradas sobre la base del mantenimiento de la opresión y la explotación del hombre por el hombre. Como marxista Reich era plenamente consciente de que la “civilización” a la que hacía referencia Freud no era otra cosa que un período particular entre otras muchas épocas que colectivamente constituyeron el desarrollo humano a través de diferentes etapas de organización social. Reich tenía claro que Freud estaba intentado formular conclusiones generales sobre la naturaleza absoluta de la psique humana a partir de una sola etapa transitoria e históricamente determinada de la civilización. Y lo que es peor, Freud planteaba una actitud pesimista, insistiendo en la inercia de cualquier sociedad.
Una generalización similar se encuentra en la base teórica del célebre “complejo de Edipo” de Freud. El complejo depende de la existencia de la familia organizada sobre una base monógama particular, un fenómeno que fue el resultado de las condiciones sociales y etapas históricas específicas. El complejo de Edipo intenta explicar el desarrollo de la personalidad sexual del individuo haciendo referencia a las personalidades sexuales de los padres (en un proceso dialéctico donde la experiencia, y no la biología, es el factor determinante), pero lo hace con sólo una referencia a la naturaleza relativa (y no a la absoluta) de esta forma particular de familia. De este modo la teoría freudiana del complejo de Edipo no puede explicar plenamente todas las cuestiones implícitas. Aunque dentro de esta teoría la sexualidad de los niños juega un papel éste permanece indeterminado en todo el complejo de Edipo. Es decir, para Freud en los deseos contrarrestantes ante la muerte del padre del mismo sexo y la atracción sexual hacia el padre de sexo contrario es donde reside todo el perfil psicológico del individuo adulto.
La imposibilidad del niño de satisfacer esos deseos es consecuencia de la estructura social y cultural que impone la represión de este comportamiento. El acto de represión por sí mismo influye en el desarrollo de la personalidad del individuo a través del proceso que Freud denominó como “sublimación del impulso primitivo”. Esta represión es necesaria para desarrollar una vida social civilizada, equilibrada y sana, en las condiciones actuales de la sociedad. Pero mientras este proceso de “sublimación” (que a propósito es impuesto sobre el niño externamente por la sociedad en la que ha nacido) permite a Freud explicar el desarrollo de las características psicológicas del niño en una “sociedad civilizada” (es decir, organizada alrededor de la familia monógama), no se puede utilizar para desarrollar terapias que traten la neurosis que la moralidad autoritaria repetidamente impone a los individuos adultos. Por eso cualquier método terapéutico que derive de la perspectiva de Freud no será más que paliativo para la represión de los impulsos, para que nunca se pueda cuestionar la necesidad social de la represión. En su lugar se acepta la represión aunque sea la causa última de la neurosis.
Además, la posibilidad en términos prácticos de subliminar uno de estos impulsos a través de los medios de la actividad creativa del individuo es un concepto que podría aplicarse sólo a una pequeña capa de la sociedad. No se podría aplicar a la gran mayoría de la sociedad, a las masas alienadas. Estos individuos no tienen forma alguna de poder obtener satisfacción a través de otras actividades que no sean sus ocupaciones habituales. La posibilidad de desviar las energías sexuales hacia actividades creativas y de este modo “eliminar” las tensiones sexuales no se puede cumplir en una sociedad que impone la represión. La sublimación efectiva de estos impulsos depende de la libertad de elegir la actividad de desahogo. Pero esto es un privilegio del que disfruta una pequeña minoría, la elite, aquellos que han conseguido realizar precisamente la vida que quieren y aquellos que simplemente no tienen que preocuparse por la subsistencia material. Para todos los demás, la aplastante mayoría de la población, la palabra “sublimación” está desprovista completamente de cualquier valor terapéutico. Tratar el tema de la sublimación sin hacer referencia a las cuestiones sociales y económicas es simplemente abstraerse de la realidad que la produce.
La expulsión de la SIP
Ahora está claro para el lector que la naturaleza fundamental de las diferencias que separaban a Reich de las ideologías esotéricas aceptadas por la SIP no podía tener otro resultado que no fuera su inevitable expulsión de la sociedad, algo que ocurrió en 1934. La razón “formal” de la expulsión fue la militancia política de Reich. ¡Esto resultaba bastante irónico porque el PCA le había expulsado un año acusándole de “psicólogo burgués”! La acusación del PCA llegó durante la lucha por la “cultura proletaria” y en la que no cabía la psicología a la que definía como un “modo de vida burgués” (¡en el caso de los freudianos era correcto!). El resultado de esta lógica fue que la psicología no podía ser marxista. Pero las razones reales de la expulsión de Reich se encuentran naturalmente en otra parte.
La primera razón fue la publicación en 1933 de la obra de Reich La psicología de masas del fascismo. Esta obra también le acarreó problemas en la SIP precisamente porque este grupo intentaba no entrar en conflicto con los nazis. En cuanto al PCA la preocupación de la dirección estalinista era que Reich había descrito y analizado algunas de las particularidades del carácter de masas del fascismo, por ejemplo el culto a la personalidad, y aunque Reich hacia referencia al fascismo sus críticas podían aplicarse perfectamente al estalinismo y sus métodos.
Reich y Trotsky
Fue en este período cuando Reich se aproximó a las ideas de Trotsky. Reich estaba convencido de la “corrección fundamental” de los escritos de Trotsky sobre al ascenso del nazismo en Alemania. La peor catástrofe de la historia de la política alemana ocurrió en 1933 y abrió los ojos de Reich y muchos otros a la naturaleza antirrevolucionaria del estalinismo. Reich pronto entró en contacto con refugiados de la Oposición de Izquierdas y después escribió una carta a Trotsky en la que le proponía una colaboración a largo plazo. En esa carta, escrita en octubre de 1933, Reich decía lo siguiente: “Estoy convencido de que su punto de vista es fundamentalmente correcto y sigo con atención el trabajo y las actividades de la Oposición de Izquierdas”. (M. Konitzer. Reich. Erre Emme. p. 178 en la edición italiana).
Reich era consciente de que Trotsky había mostrado interés en las conquistas y el desarrollo de la ciencia psicológica. Trotsky pensaba que las primeras teorías de Freud eran totalmente materialistas, aunque el propio Freud mantenía una visión filosófica idealista. Trotsky estaba convencido de que el psicólogo ruso Pavlov habría integrado y sintetizado sus teorías con los hallazgos de Freud. En un discurso pronunciado en Copenhague en 1932 Trotsky dijo que “gracias al genio de Sigmund Freud el psicoanálisis ha levantado la tapadera de lo que poéticamente se definía como el alma humana”. La respuesta de Trotsky a la propuesta de colaboración de Reich fue que debería esperar y también confesó su falta de conocimiento personal sobre las cuestiones psicoanalíticas.
La discusión comenzó a principios de 1936 pero desgraciadamente no fue el “esperado” punto de partida para un trabajo de colaboración. En esta época las ideas de Reich ya habían empezado a degenerar. En 1936 Reich emprendió la tarea de ampliar la aplicación de las leyes psicoanalíticas a las cuestiones de la política y la sociología. Aunque la identificación de Reich con las ideas marxistas se hizo más fuerte éste siempre minimizó y subestimó la necesidad de la construcción de un partido revolucionario y negaba explícitamente la necesidad de una Internacional. Como más tarde escribió en su autobiografía: “Según mi opinión el proyecto de Trotsky para crear la Cuarta Internacional fue algo completamente inútil que llevó al fracaso”. (W. Reich. The Individual and the State).
Este tipo de ambigüedad impidió que Trotsky y Reich llegaran a algún tipo de colaboración útil. Aquí podemos observar la contradicción fundamental del pensamiento de este científico austriaco incluso en ese que fue su mejor período. Aunque sus argumentos “técnicos” son consistentes con una perspectiva materialista, sus ideas “políticas” tienden a rechazar y contradecir el deber que cada marxista tiene: defender fielmente las ideas revolucionarias dentro del partido, defenderlas de cualquier tipo de degeneración a manos de los burócratas. Reich no sentía la necesidad de hacer una crítica “política” contra el estalinismo. Esto pudo deberse a su concepto erróneo de lealtad al partido. Otra posibilidad es la propia historia personal de Reich, hay que tener en cuenta que entró al partido cuando se había iniciado ya el proceso de “estalinización”.
Si tenemos en consideración este hecho comprenderemos mejor la actitud contradictoria de Reich. Esto fue confirmado por su autobiografía. Aunque Reich criticó firmemente afirmaciones tan simplistas como: las “personas son por naturaleza reaccionarias” contrarrestándolas con las “personas son por naturaleza revolucionarias”, aunque expresó correctamente su análisis en términos dialécticos examinando las relaciones entre el comportamiento humano y las condiciones sociales y económicas, en cambio fracasó porque siempre limitó su análisis a los términos y al lenguaje psicológicos. En realidad su explicación del fascismo como una neurosis de masas, presentando por un lado a los demagogos fascistas y por el otro a las masas agachadas, no permite comprender adecuadamente los aspectos políticos del fascismo nazi como un instrumento extremo de represión de clase contra el proletariado y sus organizaciones políticas. Parece que Reich creía que el materialismo dialéctico sólo se podía aplicar a la psicología y no a la política.
En las obras de Reich sobre el trastorno de la familia monógama en la experiencia soviética (que fueron las obras que contribuyeron fundamentalmente a sus expulsiones), hacía referencia a la obra de Trotsky de 1923, Problemas de la vida cotidiana, e insinuaba algunas de las ideas recogidas por Engels El origen de la familia… Reich se centraba en los aspectos más progresistas de la experiencia social creyendo que era como una conquista incomparable incluso aunque se enfrentara con enormes dificultades materiales:
“… El principio de la revolución sexual con la disolución de la familia actual; la sustitución de la estructura familiar patriarcal por la colectiva socialista; la creciente implicación del marido o la esposa en funciones públicas; el acceso de los hijos y las hijas a colectivos y la subsiguiente competencia de las relaciones sociales con las familiares; la transferencia de la responsabilidad de los hijos de los padres a la sociedad y la colectivización del cuidado de los hijos”.
Reich se dio cuenta que el estalinismo significaba el desbaratamiento de estos procesos. En 1934 en la URSS repentinamente se volvió a introducir (como parte del llamado “nuevo curso”) el culto a la familia patriarcal y las leyes contra la homosexualidad. Estas reformas contrarrevolucionarias contrastaban con las leyes que Lenin había defendido en diciembre de 1917, es decir, la “anulación del matrimonio” y el “matrimonio civil, registro civil de hijos”. Estas leyes decían que el marido ya no era el cabeza de familia y que las mujeres tenían la completa autodeterminación material y sexual, incluido el derecho del individuo a elegir su nombre, domicilio y ciudadanía.
Migraciones, paranoia, prisión y muerte
Incluso antes de su expulsión de la SIP, Reich tuvo que irse a Dinamarca debido a la hostilidad que existía contra él dentro del entorno en el que trabajaba. Pero pronto tuvo que huir a Suecia, después a Noruega y finalmente, en 1939, a EEUU donde, afortunadamente, era un perfecto desconocido. Desgraciadamente, mientras que sus primeros años en EEUU transcurrieron en relativa calma su obra pronto provocó en todas partes una hostilidad abierta. Se le hizo imposible seguir adelante con sus estudios y trabajo. Las insoportables condiciones le llevaron a la paranoia. No tardó mucho tiempo en que sus fanáticos vecinos le denunciaran a la policía por su extraño comportamiento. La policía investigó su pasado y pronto “salió a la luz” el contenido “inmoral” de sus escritos. En el curso de sus investigaciones la policía finalmente descubrió el origen marxista de su pensamiento.
Este proceso de intimidación duró unos años durante los cuales Reich se atrevió a continuar escribiendo. Desgraciadamente, algunos aspectos de sus ideas derivaron en teorías pseudocientíficas, también conocidas como “teorías del período orgonómico”. Tristemente estas teorías son mucho más conocidas que las anteriores. Su excesivo énfasis en la energía sexual le llevó a creer que ésta podría medirse físicamente e incluso sería visible a través de unos aparatos específicos (los “orgonoscopios”). La creencia absoluta en la existencia de una “energía positiva” (el “orgon”) le introdujo en un marco teórico que comenzó a rezumar misticismo. Abandonó cualquier punto de vista materialista y comenzó a creer en cosas como el origen del universo a partir de los orgonos, a través de un orgasmo primordial alcanzado entre dos entidades orgónicas primitivas, ¡un Big Bang sexual! Esta capitulación ante el idealismo es aún más impactante cuando se compara con sus principios científicos materialistas y dialécticos, sólo se puede explicar debido a su completo alejamiento de la realidad. El proceso se intensificó debido a su cada vez mayor aislamiento político y científico, en los últimos años de su vida este aislamiento alcanzó el punto de persecución personal.
Es esencial distinguir claramente entre sus dos períodos. El primero va de 1919 a 1938, y el segundo de 1938 a 1957. También es importante considerar el hecho de que rescribió sus primeras obras haciendo cambios severos. En realidad, en su segundo período, Reich revisó y abrevió sus obras anteriores. En algunos casos alteró definiciones y consideraciones secundarias, pero en otros casos cambió completamente sus ideas.
Un ejemplo contundente es el prólogo de 1946 a la tercera edición de Psicología de masas del fascismo. En esa edición Reich contradice totalmente lo que había escrito años antes. Ahora describía el fascismo como la “expresión políticamente organizada de la estructura de la personalidad media”, que es un componente orgánico del hombre común, de acuerdo con el esquema de tres partes que había escrito años antes. En esa teoría Reich había dividido la vida psicológica de hombres y mujeres en pisos biológicos formados por instintos, un piso inconsciente donde la moralidad autoritaria engendra perversión por su represión de los instintos biológicos y finalmente un piso consciente donde los subproductos de la moralidad reprimían aquellos instintos productores de la neurosis y desórdenes físicos. En su último análisis, el fascismo ya no es un fenómeno político o incluso una “neurosis de masas”, ¡sino algo inherente a la humanidad! Esta idea era más acientífica y pesimista que el “instinto muerte” de Freud contra el que el propio Reich había luchado años antes.
Sólo las ediciones de su primer período pueden ser consideradas consistentes con la visión materialista dialéctica. Las ideas de Reich, como las de su mentor Freud, siguieron un sendero descendente. La causa principal parece ser la misma en ambos casos, es decir, la negativa a sostener una crítica política. En el caso de Reich fue la negativa a oponerse al estalinismo lo que le llevó en primer lugar a revisar sus teorías y después abandonarlas.
El pronunciado contenido sexual de la teoría orgonómica le dio una reputación de pervertido sexual. En los juicios se añadió la acusación de “complot comunista”. Desesperado, Reich intentó defenderse rechazando su pasado comunista e intentado aparecer incluso como más anticomunista que sus perseguidores. Al final, fue totalmente incapaz de defenderse debido a su hundimiento suicida en la ideología idealista de la clase dominante, terminando por equiparar el comunismo con el estalinismo. Finalmente se volvió totalmente desquiciado y paranoico. Después de años de juicios fue enviado a prisión. Murió poco después en 1957.
Traducción de Marxism and Psychoanalysis: Notes on Wilhelm Reich’s Life and Works