Desde hace varios meses, nos bombardean con imágenes sobre una supuesta e inminente escalada militar entre Kosovo y Serbia. Con la guerra de Ucrania como telón de fondo, se habla de la posibilidad de que se reabran viejas heridas.
Nota: este artículo fue escrito originalmente en enero de 2023
Sin embargo, para evaluar con precisión la probabilidad de que se produzcan estos nuevos conflictos en el sudeste de Europa, es necesario partir de un análisis de la situación económica y de los intere ses de las clases dominantes en la región, así como de los intereses del imperialismo.
Los Balcanes en manos de los imperialistas
Comenzaremos con la situación en Serbia. Además de Turquía, Serbia es el único país candidato a la UE que no ha impuesto sanciones a Rusia. La principal razón para abstenerse de imponer sanciones reside en el hecho de que Serbia depende completamente del gas ruso, así como en el hecho de que Rusia apoya la posición serbia respecto a Kosovo. Aunque hemos visto intentos de diversificación, como recurrir al suministro de gas de Azerbaiyán, la situación actual revela un panorama claro.
Todas las grandes centrales térmicas de Pančevo, Novi Sad y Zrenjanin dependen del gas ruso. Incluso la infraestructura de gasoductos es propiedad de la empresa energética estatal rusa Gazprom. Serbia recibe gas ruso a través del gasoducto Turkstream, que atraviesa Bulgaria hasta llegar a Serbia. La mayor parte del gas ruso que llega a Serbia lo hace a través del llamado «Tok balcánico», que es una prolongación del gasoducto Turkstream. En el futuro existe la posibilidad de adquirir parte de esas reservas en otros lugares, pero por ahora no hay otra opción: las cantidades ofrecidas por Azerbaiyán no son suficientes.
Por tanto, imponer sanciones a Rusia significaría arriesgarse a una escasez de gas en Serbia y, por tanto, a un aumento del precio al consumo. Todo ello en un momento en que los precios inmobiliarios y los alquileres en Belgrado son los más altos de toda la región. El coste de la vida en la capital serbia es insoportable incluso para gran parte de las capas medias de la sociedad, por no hablar de las familias obreras de a pie. Un gran número de jóvenes y estudiantes se ven obligados a regresar a casa de sus padres. Muchos incluso abandonan las ciudades y regresan a pequeños pueblos y aldeas. Junto con el crecimiento de la inflación, todo esto podría amenazar la estabilidad del régimen de Aleksandar Vučić.
Sin embargo, al propio Vučić le gustaría mucho intensificar la cooperación con la Unión Europea, como demostró durante la Cumbre «Balcanes abiertos» celebrada en Belgrado, en la que pidió a los líderes de la UE que le ayudaran con la obtención de suministros de energía alternativos. Edi Rama, Primer Ministro de Albania, coincidió a gritos con Vučić, según informó Radio Free Europe (Radio Slobodna Evropa):
«Recordamos bien cómo, al principio de la pandemia, los países de los Balcanes occidentales se vieron obligados a recurrir a China, Rusia, Turquía… porque la Unión Europea sólo se miraba a sí misma».
Anunció que los dirigentes de Serbia, Macedonia y Albania se dirigirán por escrito a Bruselas y que estarían «muy satisfechos» si los dirigentes de los otros tres países (Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Kosovo) se unieran a ellos».
El mero hecho de que la Unión Europea no haya impuesto sanciones a Serbia, a pesar de que amenazó con hacerlo hace unos meses, demuestra que los gobernantes europeos son muy conscientes del problema. Les gustaría mucho acabar con la influencia rusa en los Balcanes, pero simplemente son incapaces de suministrar el gas necesario. Sufren los mismos problemas en sus propios países. No cabe duda de que intentan acercar Serbia a Europa por otros medios, pero esto es también lo que Vučić ha estado intentando conseguir. Durante los meses anteriores, Vučić se volvió hacia la Unión Europea en cada momento importante.
Si examinamos la inversión extranjera directa en Serbia, la razón por la que está tan orientada políticamente hacia Europa Occidental se hace evidente: la Unión Europea ha sido el mayor y más importante inversor en Serbia durante años. Esta tendencia ha continuado y se ha intensificado recientemente: solo en 2022, la Unión Europea invirtió más dinero en Serbia que China y Rusia juntas. En el periodo de enero a junio de 2022, la UE invirtió más de 1.500 millones de euros.
Esto no significa que las inversiones chinas y rusas sean irrelevantes, de hecho, son las justas para que Vučić pueda contar con ellas en cierta medida a la hora de negociar con la Unión Europea. Pero la decisión de China de invertir menos en el proyecto «Ruta de la Seda» en la región revela claramente cuáles son las principales fuerzas económicas en los Balcanes. Desde el colapso de la antigua Yugoslavia, al que contribuyó conscientemente sobre todo el capital alemán y austriaco, el capital de Europa Occidental ha sido el factor dominante en esta región.
Además de estos procesos, hay que tener en cuenta cómo ha evolucionado la situación en los Balcanes desde los años noventa. Por aquel entonces, la división de los nuevos mercados no había hecho más que empezar. Hoy, la división se ha completado. Los Estados que se crearon en el suelo de la antigua Yugoslavia atravesaron un largo proceso de reestructuración, no sólo en cuanto a la relación de propiedad de los medios de producción, sino también a través del proceso de aparición de nuevas potencias regionales.
Serbia, como país con la mayor población, el mayor mercado interior, recursos naturales clave, así como regiones industriales, que se extienden desde el granero de Vojvodina hasta los ricos recursos de hierro, cromo, manganeso y el control de una parte importante del Danubio, era un candidato atractivo para diversas inversiones internacionales. Sin embargo, pasó algún tiempo hasta que se produjo un aumento significativo de las inversiones, solo después de que Vučić llegara al poder fluyeron realmente. El régimen anterior, aunque se declaraba proeuropeo, no demostró ser un socio leal y eficaz de la Unión Europea. Solo Vučić consiguió preparar un «buen clima empresarial» para los imperialistas destruyendo el sector público con medidas de austeridad, concediendo enormes subvenciones a los inversores extranjeros y ofreciendo mano de obra barata. Sobre esa base, se produjo un gran aumento de las inversiones. Serbia se convirtió en un país relevante en la región, y la burguesía serbia compradora consiguió dar un paso adelante sirviendo al capital extranjero.
Serbia se convirtió así en un factor importante en la región, y hoy tiene abiertamente grandes intereses económicos propios en establecer una cooperación de mercado con otros países de la región. En los países de los «Balcanes abiertos», es decir, en Macedonia y Albania, el acuerdo de libre comercio ha cimentado aún más el predominio de las mercancías serbias. Incluso en Kosovo, país que no es miembro de la Iniciativa Balcanes Abiertos, el valor total de las importaciones serbias aumentó un 27% en 2022 (casi 60 millones de euros). Aunque la actividad económica entre ambos países se ha visto algo obstaculizada por los recientes conflictos, observamos un proceso de integración económica en la región. La situación es muy diferente a la de finales de los ‘90, los distintos países están mucho más conectados entre sí a través de lazos económicos y de mercado.
¿Nuevos conflictos en Kosovo?
Como país, Kosovo es esencialmente un protectorado occidental. Gracias a la presión militar occidental durante la década de 1990, finalmente pudo declarar su independencia en 2008. En la actualidad, el imperialismo estadounidense sigue desempeñando un papel clave en Kosovo, pero incluso aquí las principales inversiones proceden ahora de la Unión Europea. La Fuerza para Kosovo (KFOR) es una fuerza armada de «mantenimiento de la paz» bajo la dirección de la OTAN, fuerzas armadas que protegen eficazmente los intereses del capital estadounidense y europeo. Aunque las instituciones del norte de Kosovo están estrechamente relacionadas con las instituciones de Serbia, Kosovo como país tiene sus «propias» instituciones y su «propio» aparato estatal. Escribimos «propio» entre comillas, porque el monopolio estatal de la violencia depende en gran medida de los imperialistas.
Unos 100.000 serbios (el 6% de la población) viven actualmente en Kosovo. La mitad de ellos vive en el norte de Kosovo, mientras que la otra mitad está en el sur. En general, los serbios del norte de Kosovo tienen sus propias instituciones, independientes de las de Kosovo. Además, también disfrutan de ciertas ventajas, que la burguesía serbia utiliza para incentivar su permanencia en Kosovo.
La minoría serbia de Kosovo es un importante instrumento de presión de la burguesía serbia sobre el gobierno kosovar. No le importan los intereses de la gente corriente de Kosovo. Sólo utiliza a la minoría serbia como instrumento para influir en el gobierno kosovar y desviar la atención de los problemas de Serbia. Siempre que hay una crisis política en Serbia, siempre que la situación económica hace la vida especialmente insoportable, alguna provocación del gobierno kosovar es muy bienvenida desde el punto de vista de la clase dominante serbia.
Sin embargo, dado el dominio del capital europeo en la región, es deseable un acercamiento aún mayor entre Kosovo y Serbia. En ambos países, el capital europeo es el factor dominante. Si bien la negativa de Kosovo a unirse a los “Balcanes abiertos” este verano es una expresión de auténtico desacuerdo entre la Belgrado oficial y la Pristina oficial, declarando el presidente kosovar Albin Kurti que no ve ninguna perspectiva de unirse, sigue existiendo un fuerte interés económico por parte de la clase dirigente kosovar en participar en la cooperación:
«Debido a la negativa a unirse a la iniciativa regional «Balcanes abiertos», Kosovo pierde en libertad de circulación tanto de personas como de mercancías, así como un mercado más amplio para los productores locales, evalúa Visar Imeri, director ejecutivo del Instituto de Política Social «Musine Kokalari», con sede en Pristina”.
En el contexto de todos estos acontecimientos, a finales del año pasado salió a la superficie una cuestión que ya llevaba tiempo desarrollándose: la de las placas de matrículas de los vehículos. Esta cuestión parece algo completamente secundario, pero en realidad refleja la naturaleza de todo el proceso. Los habitantes del norte de Kosovo han utilizado durante mucho tiempo placas de matrículas serbias en sus vehículos, y no tenían que quitárselas cuando viajaban de Kosovo a Serbia, y viceversa. Sin embargo, las personas con placas de matrículas kosovares no podían entrar en Serbia tan fácilmente: tenían que cubrir sus placas de matrículas kosovares y añadir una etiqueta serbia. Como consecuencia, el gobierno kosovar dictaminó finalmente que los conductores serbios también tendrían que hacer lo mismo en Kosovo y que las placas de matrículas serbias dejarían de ser reconocidas.
La administración de Belgrado se indignó por esta decisión, hubo movilizaciones de la minoría serbia en el norte y bloqueos de carreteras. En respuesta, el gobierno de Kosovo envió unidades de la ROSU para aplicar la medida de cubrir y marcar las placas de matrículas. Justo en el momento en que Pristina quería empezar a multar a los conductores con placas de matrículas serbias, apareció la «vieja y buena voz» de la conciencia: en forma de llamada de la Casa Blanca con la petición de aplazar la aplicación de las multas. La Unión Europea agradeció en voz alta a sus socios estadounidenses su cooperación. Y cuando por fin pasó ese nuevo plazo, se alcanzó un nuevo acuerdo bajo los auspicios de la Unión Europea.
La situación no se resolvió con este acuerdo: sigue pendiente una solución a largo plazo con el fin de «normalizar» las relaciones entre Serbia y Kosovo. Tras alcanzar el acuerdo, la situación volvió a recrudecerse varias veces: hubo una concentración de personas en el norte, se volvieron a levantar barricadas e incluso se disparó contra un niño y un joven serbios. Sin embargo, estas «escaladas» no son el comienzo de un nuevo conflicto militar. Al contrario. Todos estos conflictos menores reflejan el proceso de aproximación a un acuerdo. Cada una de las partes intenta obtener de la otra el mayor número posible de concesiones.
Las autoridades de Belgrado, por ejemplo, está hablando de la creación de la «Comunidad de Municipios Serbios» (ZSO) en Kosovo, que mientras tanto ¡está siendo incluso abiertamente apoyada por el imperialismo americano! El sábado 21 de enero, el enviado de EEUU para los Balcanes Occidentales, Gabriel Escobar, anunció que «Albin Kurti no tiene que estar de acuerdo. Kosovo ha aceptado». El viernes 20 de enero, incluso Vučić dijo que estaban «dispuestos» a aceptar la nueva propuesta de acuerdo.
Es ciertamente difícil evaluar cómo será el acuerdo final. Lo que es seguro es que no estamos hablando de la solución de la cuestión de Kosovo, sino más bien del proceso de acercamiento entre las burguesías kosovar y serbia, bajo los auspicios del imperialismo occidental, a expensas de los trabajadores de ambos países. Sigue siendo un conflicto enquistado, con su propia dinámica, que nunca podrá ser controlado completamente por ninguna de las partes.
Aun así, los intereses materiales son claros: la burguesía serbia quiere tener la oportunidad de influir directamente en el gobierno de Kosovo mediante el establecimiento de la ZSO. La práctica debe mostrar cómo será realmente un acuerdo, pero un instrumento fuerte de dominio directo sería mucho mejor para la burguesía serbia que barricadas regulares o amenazas. El presidente Kurti, por supuesto, no quiere que se establezca la ZSO.
Pero si tenemos en cuenta los intereses económicos, los intereses de los grandes grupos imperialistas y la situación general de la región, la cuestión no es si se llegará a un acuerdo, sino cuándo. Sólo sobre la base de un acuerdo es posible la integración económica de Kosovo y la integración adicional de Serbia. Ambos países están en la esfera de influencia del capital estadounidense y europeo, y el acuerdo bajo la tutela de la Unión Europea revelará la política servil de las clases dominantes serbia y kosovar.
En cuanto a los serbios de Kosovo, mientras sólo sean peones en el juego de la burguesía serbia su posición material no mejorará en absoluto. La Lista Serbia, el mayor partido serbio en Kosovo, no es más que un instrumento de control del norte de Kosovo por parte del Partido Progresista Serbio. Los serbios de Kosovo ya lo han entendido hasta cierto punto, como demuestran las recientes protestas del 8 de enero frente al edificio de la Lista Serbia en Mitrovica Norte, con lemas como «¡Vučić, Kosmet no te quiere!». «¡Nos has traicionado!» «¡Ni siquiera queremos tu ‘ZSO’!». «¡Nos has vendido!» Tenemos que decir que este eslogan se mantiene dentro del marco del nacionalismo serbio y puede desarrollarse fácilmente en: «no queremos sólo la ZSO, queremos todo Kosovo, porque Kosovo es Serbia». Pero sigue siendo notable que este grupo insista en la paz y la cooperación con los albaneses, y se dirija a Kurti mucho más que a Vučić.
En cuanto a los albaneses de Kosovo, nosotros, como marxistas, apoyamos su derecho a la autodeterminación, vemos las pretensiones de la burguesía serbia de dominar Kosovo, y decimos abiertamente que ningún acuerdo traerá una solución a la cuestión nacional. El acuerdo con Serbia sólo significa que la burguesía serbia se unirá a las burguesías estadounidense y europea para dictar el curso del país.
Los problemas económicos básicos de Serbia y Kosovo son los mismos. Ambos países están dominados por el capital imperialista. Los burgueses de ambos países venden «su» mano de obra barata a los imperialistas. De hecho, el desarrollo económico está bloqueado por la fragmentación en países pequeños. La subida de los precios, el insoportable coste de la vida, la destrucción de todas las viejas conquistas sociales de Yugoslavia, todos estos fenómenos son idénticos en Serbia y Kosovo.
Los trabajadores de ambos países tienen los mismos problemas, sufren las mismas dificultades y, por tanto, tienen el mismo interés en luchar contra la dominación del imperialismo y de las burguesías nacionales que aplican sus políticas. Acabar con la subida de precios, superar las fronteras, crear buenas condiciones de vida, desarrollar económicamente los Balcanes, reconstruir la industria tras la destrucción durante las guerras de los años 90 (la mayor mina de Kosovo no se ha reconstruido hasta hoy), utilizar los recursos naturales en interés de la mayoría de la sociedad, resolver la cuestión nacional, todo esto es posible. Pero sólo sobre la base de la toma de los medios de producción en manos de la clase obrera y la superación del Estado-nación: en una Federación Socialista Balcánica. Sólo en el marco del socialismo es posible resolver todos estos problemas. Dimitrije Tucović pintó la visión de tal federación balcánica hace más de 100 años:
«Los Balcanes sin pequeños Estados ni fronteras trazadas artificialmente, sin guerras fratricidas, liberados del dominio de los grandes capitalistas europeos, una república balcánica libre e independiente y unida, unos Balcanes desarrollados, en un alto nivel de desarrollo cultural, técnico y científico, y unos Balcanes que no pertenecieran al dominio de los reyes, sino sólo al pueblo, al socialismo.» (Dimitrije Tucović (1975): Sabrana Dela, 2. 426-430. Beograd: Rad.)