En el año de 1989 confluyeron en nuestro país una serie de factores nacionales e internacionales que a una capa de jóvenes emergidos de las luchas del movimiento estudiantil,- politécnico, UNAM y la ENAH-, forzaban a buscar una alternativa para defen En el año de 1989 confluyeron en nuestro país una serie de factores nacionales e internacionales que a una capa de jóvenes emergidos de las luchas del movimiento estudiantil,- politécnico, UNAM y la ENAH-, forzaban a buscar una alternativa para defender las ideas del marxismo, no sólo como una teoría de análisis de la realidad sino como un instrumento de lucha.
En aquel entonces la caída de los países del llamado “socialismo real”, la inminente derrota del sandinismo en Nicaragua y los últimos tiempos del boom en los países capitalistas avanzados facilitaban a los teóricos contrarrevolucionarios la tarea de anunciar que el fin de la historia había llegado (Francis Fukuyama) y que no había otra alternativa que el capitalismo.
Los que fundamos Militante pensábamos que nunca como entonces había que hacer frente a dichos ataques y, de forma organizada, relanzar la lucha por las auténticas ideas del marxismo. Así estimulados por la alternativa internacional que actualmente representa el periódico británico Socialist Appeal (antes Militant) y la web www.marxist.com, lanzamos el primer número de Militante, Voz Marxista de los Trabajadores y la Juventud en julio de 1990.
Diversas etapas ha vivido nuestra alternativa organizativa desde entonces. Habría que realizar un trabajo especial sobre nuestra historia para hacer un justo balance. Baste decir que a 15 años de la publicación de nuestro primer número, hemos participado a nivel nacional e internacional (junto con Socialist Appeal) en las luchas más importantes que nuestra clase, el proletariado, ha dado en contra del capitalismo.
Nuestra intervención se ha destacado en el movimiento estudiantil, muy especialmente en la gran huelga universitaria de 99-2000 y por supuesto en las organizaciones tradicionales del IPN. Tampoco hemos dejado de intervenir en el movimiento sindical, urbano popular, la base del PRD e incluso en el movimiento campesino.
Hemos dado un salto en la publicación de material teórico por medio de la Fundación Federico Engels con la cual hemos lanzado el libro del marxista británico Alan Woods “El Bolchevismo, el camino a la Revolución”.
Nos hemos extendido aparte del Valle de México a Chiapas, Hidalgo y Puebla con grupos organizados y a varios estados de la república con contactos y simpatizantes. Nos somos un grupo de intelectuales, ni un club de discusión, aspiramos fundados en las bases teóricas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, participar en la construcción de una alternativa revolucionaria de masas que aspire jugar un papel protagónico en la transformación socialista de la Sociedad.
Somos la Tendencia Marxista Militante y este documento tiene como objetivo exponer las ideas básicas de nuestro movimiento, a fin de dar una relativa introducción de lo que somos y lo que defendemos, a todos aquellos trabajadores y jóvenes que busquen participar de forma militante en la lucha por el socialismo.
En objeto de este documento no es abordar de forma exhaustiva cada tema, sino plantear nuestros postulados básicos, no obstante procuraremos señalar explícitamente los documentos que explican a fondo estas ideas e invitamos a nuestros lectores a acercarse a nuestros compañeros, con el fin de discutir directamente nuestras ideas.
MARX Y ENGELS
El aporte fundamental de Marx a la lucha de los explotados fue dotarlo de una teoría científica que le permitiera enfrentar la lucha por el socialismo en condiciones de aspirar a vencer.
El elemento clave de análisis de la teoría marxista es la dialéctica, es decir, el método que nos permite acercarnos al modo en que se dan las transformaciones. El objeto de estudio fundamental del marxismo es la sociedad capitalista y basado en el análisis dialéctico, establece por medio de la economía política, una anatomía de su funcionamiento y también el origen y destino de sus crisis económicas. El aporte fundamental del marxismo a la economía política, la teoría del valor, ha sido refutado por los teóricos burgueses desde que surgió de manera acabada (El capital 1867) hasta nuestros días, al mismo tiempo que la realidad ha corroborado básicamente todos los postulados establecidos por Marx.
Consecuentemente con el análisis dialéctico y el carácter científico del mismo, Marx aportó una concepción materialista de la historia en donde el elemento dinámico y creador es el hombre mismo. La base económica determina el marco en el que se desarrolla la política, la moral, la filosofía, la cultura, pero no la predetermina. Sólo la interacción de los diversos factores en el marco de la lucha de clases determina el devenir de los acontecimientos. El marxismo no es un predeterminismo, sino un análisis concreto de la realidad concreta.
El Estado constituye un conjunto de relaciones sociales de dominación para preservar la propiedad privada, pero el Estado mismo, producto de la inestabilidad del sistema, puede sufrir alteraciones en su funcionamiento normal, gestando lo que se conoce como estados bonapartistas, en donde la clase dominante misma puede ser subyugada en aras de defender el estado de cosas.
La clase obrera se constituye en vanguardia del proceso de transformación social dado que es la única clase cuya emancipación no implica otra forma de opresión, lo contrario de lo que sucede con el campesino el cual deviene en propietario o terrateniente o el pequeño burgués.
El paso del tiempo ha diversificado a la clase obrera implantándola en todos los poros de la sociedad, los proletarios del sector servicios no son menos importantes que aquellos empleados en la producción, aunque sobre estos últimos se finca toda la estructura material de una sociedad, de ahí su importancia estratégica.
La sociedad de hoy es más compleja que la de la época de Marx pero el peso del proletariado, contemplado como aquel que no posee medios de producción y que tienen que ofrecer su fuerza de trabajo, física o intelectual es más grande y determinante que nunca
Para Marx la emancipación de la clase obrera, es decir la construcción de una sociedad socialista, debe ser producto de la lucha misma de la clase obrera. La lucha de los trabajadores debe ser política dado que se debe cuestionar el poder y asumir la tarea de reorganizar el poder de forma democrática excluyendo las diversas formas de Estados de dominación burguesa. La forma de dominación de los trabajadores debe ser distinta radicalmente de las formas de dominación de la burguesía, debe ser anti burocrática y excluir los privilegios de dicha casta. La realización de un gobierno de los trabajadores para los trabajadores sólo puede ser producto de una lucha global a nivel internacional, en la medida de que el capitalismo ha formado un sistema mundial. El internacionalismo surge no como una idea romántica sino como una necesidad práctica.
La lucha de los trabajadores debe ser independiente, entendiendo que sólo en la medida en que no estén sujetos a los caudillos y programas de otros partidos por muy democráticos que se digan, estarán libres de las maniobras y traiciones.
De aquí surge una pregunta práctica ¿Cómo construir la organización de los trabajadores que el proceso revolucionario necesita?
NUESTRO TRABAJO EN LAS ORGANIZACIONES DE MASAS
Un partido es antes que nada ideas, programa, métodos, tradiciones y sólo después de ello una estructura organizativa. El marxismo y la historia de las luchas de la clase obrera nos proveen de una inmensa cantidad de ejemplos de que una orientación política correcta, implica también formas organizativas sanas que a la postre derivan en importantes triunfos para el proletariado. El marxismo es una ciencia, la ciencia de la revolución en la época del capitalismo, por tanto no se pueden adoptar unas cosas sí y otras cosas no. La historia también nos muestra que una interpretación parcial o una tergiversación pueden llevar a derrotas sangrientas.
El marxismo siempre será opuesto al sectarismo que es la tendencia de organizaciones supuestamente revolucionarias que conciben a la organización como el objetivo principal de la lucha, que no entienden que un partido debe ser la expresión de la clase obrera y no un grupo de iluminados que sustituyan a las masas. Al respecto Trotsky señaló:
“A pesar de que jura por el marxismo en cada frase, el sectario es la negación directa del materialismo dialéctico, que toma la experiencia como punto de partida y siempre vuelve a ella. Un sectario no entiende la acción y la relación dialéctica entre un programa acabado y la lucha de masas viva- es decir imperfecta, inacabada… El sectarismo (…) vuelve la espalda al desarrollo real de la clase obrera”.
Para el marxismo la construcción del partido es un problema social, es decir no se resuelve por la acción voluntaria de un pequeño grupo, sino que implica la experiencia histórica del proletariado enfrentado con la burguesía en una lucha de clases que tiende de la defensa instintiva, a la ofensiva consciente por una sociedad nueva. Va del inconsciente colectivo a la formación de una conciencia revolucionaria de masas. No es un proceso lineal, sino que depende de los múltiples factores que se entrelazan en la historia concreta y por tanto tiene avances y retrocesos.
Por ello Marx y Engels señalan en el Manifiesto del Partido Comunista:
“Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos de la clase obrera.
“No tienen intereses propios que los distingan de los intereses generales del proletariado.
“No profesan principios sectarios propios con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.
“Los comunistas no se distinguen de otros partidos de la clase obrera más que en esto:1) En las luchas nacionales de los proletarios de distintos países, insisten y ponen en primer lugar los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de su nacionalidad. 2) En los diferentes estadios de desarrollo por los que tiene que pasar la lucha de la clase obrera, representan siempre y en todo lugar los intereses del movimiento en su conjunto.
“Los comunistas por tanto, son en primer lugar, en la practica, el sector más avanzado y decidido de los partidos de la clase obrera en cada país, el sector que empuja a los demás hacia delante; en segundo lugar, en la teoría, tienen la ventaja sobre la gran masa del proletariado de la clara comprensión de los derroteros, y de los resultados generales últimos a los que se ha de abocar el movimiento proletario”.
El problema de la construcción del partido revolucionario es el de la construcción de una dirección efectiva que permita derrocar al capitalismo y avanzar a la transformación social, ello implica no sólo la teoría sino el llevar esa teoría al movimiento vivo de los trabajadores, es ahí y sólo ahí cuando el marxismo adquiere su fuerza.
Este problema fue abordado por los comunistas dirigidos por Marx y Engels, de forma muy práctica, en el caso de la revolución de 1848, intervinieron en el seno de partido democrático, es decir en el ala de los que luchaban por democracia política, en donde había hegemonía de sectores de la burguesía. Dice Engels:
“Si no hubiésemos querido hacerlo así, si no hubiésemos tomado el movimiento, adherido a su ya existente sector más avanzado, en realidad su ala proletaria empujándola hacia delante, no nos hubiera quedado más remedio que predicar el comunismo en un pequeño boletín provincial y fundar una secta raquítica en lugar de un gran partido de acción. Pero ya habíamos comprendido el papel de los predicadores en el desierto, habíamos estudiado muy bien a los utópicos, y de ahí habíamos deducido nuestro programa”.
Con la derrota de la revolución, Marx y Engels no se dedicaron a preservar pequeños círculos de emigrados, sino que buscaron vincularse con el movimiento más avanzado de aquel entonces en Inglaterra, que eran Los Cartistas, producto de un esfuerzo paciente lograron impulsar la primera internacional. En la cual había que convivir con elementos de todo tipo.
La expresión concreta de la lucha de la Primera Internacional fue la comuna de París, un levantamiento de la clase obrera parisina en el marco de la guerra con Alemania y la debacle de gobierno de Napoleón III. En ella los trabajadores de todos los matices intervinieron, incluidos muchos dirigentes de la Primera Internacional. Lamentablemente el movimiento fue derrotado y la represión junto con el reflujo, sometieron al movimiento de la primera internacional a un franco retroceso que a la postre significó su fin.
El trabajo de los marxistas en la Primera Internacional fue el de difundir sus métodos e ideas en todas las organizaciones de masas posibles, papel preponderante de este proceso fue la aparición de El Capital, obra que tuvo tal impacto que incluso el anarquista Bakunin tenía pensado traducirla al ruso.
La Internacional se desmembró pero el movimiento vivo no. Gracias a un trabajo paciente, cuando el reflujo pasó se constituyeron fuertes partidos que fundaron, en 1889 la segunda internacional, la cual combinaba la teoría marxista con fuertes organizaciones de partidos y sindicatos.
Un largo periodo de crecimiento económico sentó las bases para el surgimiento del reformismo en el seno de partidos y sindicatos. La idea de que en el capitalismo era posible realizar las demandas del movimiento, hizo presa de la mayor parte de los dirigentes socialdemócratas. En realidad, como sabemos, el capitalismo vivía una época de crecimiento que sólo estaba preparando convulsiones catastróficas para la humanidad. Sólo los marxistas pudieron ver esto, pero sus puntos de vista parecían quedar aislados en el seno de dichos partidos. No obstante ni Lenin ni Rosa Luxemburgo plantearon una ruptura con la socialdemocracia sino hasta después de haber dado una lucha de decenas de años en sus propios partidos. Lamentablemente Rosa pese a observar primero que nadie la degeneración de la socialdemocracia, no entendió la lucha de Lenin por preparar en el seno del partido, las condiciones para una organización aún más fuerte para luchar por la revolución socialista.
Rosa Luxemburgo pensaba que el movimiento obrero regeneraría al partido, Lenin estaba seguro de que había que preparar la organización para estar a la altura del movimiento de masas y conducirlo a la victoria. Lenin no estaba dispuesto a romper con la internacional socialdemócrata sino bajo la condición de que ante las masas quedará claro la necesidad de una nueva organización, de tal modo que cuando la crisis estalló producto de la primera guerra mundial, lanzó la idea de la necesidad de una nueva internacional.
El triunfo de la Revolución de Octubre permitió la convergencia de aquellas organizaciones que surgieron en el seno de la segunda internacional y que estaban de acuerdo con la revolución socialista en la práctica.
Pero incluso en este caso la formación de partidos y el trabajo de los marxistas no se concebían como algo automático al margen del movimiento y las condiciones de cada país. A este respecto el manifiesto del segundo congreso de la internacional comunista señalaba:
“La internacional comunista es el partido mundial de la rebelión proletaria y de la dictadura del proletariado. No tiene tareas ni objetivos separados ni aparte de la propia clase obrera. Las pretensiones de las sectas minúsculas, cada una de las cuales quieren salvar a la clase obrera a su manera, son ajenas y hostiles al espíritu de la internacional comunista. No posee ningún tipo de panaceas ni fórmulas mágicas sino que se basa en la experiencia internacional, presente, pasada, de la clase obrera; depura estas experiencias de todas las equivocaciones y desviaciones; generaliza las conquistas alcanzadas y reconoce solamente las formulas de acción de masas.
“Llevando acabo una lucha sin cuartel contra el reformismo en los sindicatos y contra el cretinismo parlamentario y el carrerismo, la Internacional Comunista, condena al mismo tiempo todos los llamamiento sectarios para dejar las filas de las organizaciones sindicales que agrupan a millones, o dar la espalda al trabajo en instituciones parlamentarias y municipales. Los comunistas no se separan de las masas que están siendo decepcionadas y traicionadas por los reformistas y los patriotas, sino que se comprometen a un combate irreconciliable dentro de las organizaciones de masas e instituciones establecidas por la sociedad burguesa, para poder derrocarla lo más segura y rápidamente posible”.
Por supuesto que hay una gran diferencia entre hacer un trabajo dentro de organizaciones y sindicatos de trabajadores dirigidos por reformistas y el aceptar el programa del reformismo. El objetivo de la lucha en el seno de estas organizaciones es, por medio un trabajo paciente demostrar que es el programa del comunismo el único realmente consecuente con las luchas de los trabajadores y ganar así a la mayoría más activa de la clase a la lucha revolucionaria.
El movimiento obrero no existe de forma ideal sino en la forma de los partidos y sindicatos. Lamentablemente por las circunstancias históricas estos partidos y sindicatos se han adaptado a la burguesía y sus dirigentes han sido cooptados ideológicamente, no tiene perspectivas revolucionarías y se aferran a este sistema como si fuera lo único posible. Las masas se expresan directa o indirectamente por medio de esas organizaciones y antes de formar nuevas intentarán trasformarlas una y otra vez.
Solamente acontecimientos históricos de carácter contundente como una guerra o una revolución muestran a las masas, la pertinencia o no de una forma organizativa.
Luego de la muerte de Lenin y ante de la falta de organizaciones consolidadas, las revoluciones en Europa y Asia fueron derrotadas, esto sentó las bases para una fase de reflujo en el seno mismo de la Unión Soviética, la pérdida de la perspectiva de una victoria inmediata llevó a subterfugios tales como el “socialismo en un solo país” es decir, la idea de que se podía construir el socialismo en la Unión Soviética al margen de que la revolución se extendiera. Esto era una revisión reaccionaria de la teoría marxista, como también lo fue la idea de la revolución por etapas –(separar la revolución democrática de la revolución socialista) y el Frente de varias clases o frente popular, que consiste en concertar una alianza política y programática entre las organizaciones de los trabajadores y organizaciones burguesas. Como la burguesía sólo esta dispuesta a apoyar su programa el frente popular o amplio sólo supone una claudicación de las organizaciones obreras frente a las burguesas.
La degeneración del Estado Obrero ruso sano, el cual tenía como marco decisivo la derrota de las revoluciones posteriores a la Rusa, provocó la adopción de estas política que a la postre fueron factor para nuevas derrotas, como la Alemana de 1933, la Española, la China, etc. Se creó un círculo vicioso que los marxistas tenían la obligación de combatir preservando el espíritu con que fue creada la Tercera Internacional y que sigue una línea de continuidad muy clara con la lucha dada por Marx en su tiempo.
Es esta ocasión no sólo se veían enfrentados a una derrota de la burguesía sino a la acción del aparato soviético que, temeroso de quedar en descubierto ante las masas, emprendió una persecución y un aniquilamiento físico de todo aquel que pudiera significar el recuerdo del auténtico marxismo.
Trotsky, el mejor compañero de Lenin, se vio enfrentado a la necesidad de preservar el legado del marxismo revolucionario a las siguientes generaciones y al mismo tiempo emprender una lucha contra el estalinismo y la propia burguesía.
Los estalinistas contaban con todos los medios del Estado y con la Internacional comunista. Para muchos trabajadores, sin la información de lo que realmente sucedía, ellos representaban el legado de Lenin cuando en realidad eran su negación absoluta. Los trotskistas se vieron en la necesidad de emprender una lucha a contracorriente en grupos muchas veces bastante reducidos.
Muchos de ellos no eran realmente marxistas sino resentidos. Trotsky señalaba sobre la liga francesa:
“El desarrollo de la Liga se ve no menos penosamente afectado por otra característica de la dirección: se tolera pasivamente a elementos que se sabe son extraños y perturban la actividad. Una organización revolucionaria no puede avanzar sin una limpieza interna, especialmente en las condiciones de trabajo legal, cuando frecuentemente se nuclean bajo las banderas de la revolución elementos casuales, ajenos y degenerados”.
Trotsky no eligió con quien trabajar sino que lo hacía con lo que podía. Duras fueron sus batallas en el seno de los pequeños grupos de la oposición por vincularlos en el trabajo en las organizaciones de masas.
Pero el asunto se volvió aún más candente cuando a mediados de los años treintas la crisis del capitalismo llevó a muchas organizaciones, tradicionalmente reformistas, a sufrir un proceso de radicalización; el Partido Socialista en Francia y España, el Laborismo en Gran Bretaña, etc.
El intervenir en las organizaciones de masas donde se desarrollaba un fermento revolucionario fuera de la influencia de los estalinistas, se mostraba como una oportunidad para sentar las bases para una nueva internacional, en 1935 Trotsky señaló:
“Las tendencias de oposición tienen hoy en día un carácter eminentemente centrista, es decir, entre el socialpatriotismo y la revolución (…) Los marxistas deben ser capaces de encontrar las maneras de acceder a todas estas tendencias, para con el ejemplo y la propaganda acelerar su camino hacia posturas revolucionarias”.
Pero una gran parte de los que se decían seguidores de Trotsky no lo entendían, argumentaban pretextos como la independencia del partido de los trabajadores cuando no observaban que dicho partido aún no existía y que sólo se gestaría en una lucha irreconciliable contra el reformismo pero no en el vacío sino en el seno de las organizaciones donde los mejores elementos de la clase obrera se estaban expresando:
“El partido proletario tiene que ser independiente. Totalmente cierto. Pero la liga todavía no es un partido. Es un embrión y un embrión necesita cobertura y una nutrición para poder desarrollarse” (León Trotsky La liga frente a un giro).
Trotsky creía que los acontecimientos históricos permitirían a la IV internacional desarrollarse si esta se preparaba correctamente. A marchas forzadas sentó las bases programáticas y políticas para su construcción, no obstante el tiempo no fue suficiente, en 1939 un año después de la conferencia fundacional de la IV internacional estalló la segunda guerra mundial; para 1940 los agentes de Stalin lograron su anhelado objetivo y asesinaron a Trotsky.
Trotsky pensaba que la guerra daría pie a nuevas crisis revolucionarias como la rusa del 17, y esto sucedió. Lamentablemente dichas crisis fueron capitalizadas por el estalinismo, el cual negoció con Estados Unidos, de tal modo que en Europa oriental estableció un cinturón de seguridad formado por estados títere. Mientras tanto en Europa occidental el estalinismo colaboró con la represión contra los propios comunistas que habían luchado contra la ocupación fascista y que estaban en condiciones de tomar el poder, ese fue el caso de Francia, Italia y Grecia.
Los partidarios de Trotsky fueron diezmados tanto por los fascistas como por los estalinistas, ya no digamos por los gobiernos burgueses, de tal modo que el movimiento se vio sumamente diezmado para el fin de la guerra.
Después de ello el problema quedó planteado ¿Cómo romper el aislamiento entre las pequeñas fuerzas de marxismo y el movimiento de masas? Lamentablemente los dirigentes de la cuarta internacional cometieron todos los errores posibles, con lo que terminaron formando todo tipo de grupos sectarios sin la mayor trascendencia, o un marxista ironizó “formando partidos de masas de 4 sujetos y un gato”.
Una excepción fue el marxista británico de origen sudafricano, Ted Grant, quién señaló que la única manera de romper el asilamiento de los marxistas era mantener firmemente la teoría, el programa, los métodos y las tradiciones del movimiento marxista y ello implicaba más que nunca el trabajo en las organizaciones de masas.
LA REVOLUCIÓN PERMANENTE
Este planteamiento elaborado por Trotsky, es un desarrollo de las conclusiones que Marx había sacado de la revolución alemana de 1848, cuando la burguesía optó por pactar con la aristocracia abandonando a los obreros y campesinos a la brutal represión:
“Mientras que los pequeños burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápidamente posible que se pueda(…) nuestros intereses y nuestras tareas consisten en hacer la revolución permanente hasta que sea descartada la dominación de las clases más o menos poseedoras, hasta que el proletariado conquiste el poder del Estado, hasta que la asociación se desarrolle, y no solo en un país sino en todos los países dominantes del mundo, en proporciones tales, que cese la competencia entre los proletarios de estos países, y hasta que, por lo menos, las fuerzas productivas decisivas estén concentradas en manos del proletariado”(mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas, Londres marzo de 1950.)
El desarrollo del capitalismo de su fase de libre concurrencia, al imperialismo, lo afianzó definitivamente como modo de producción dominante a nivel internacional, los capitales de los países avanzados fluyeron hacia los países coloniales en búsqueda de mayores ganancias, se instalaron grandes industrias y modernas vías de comunicación en países fundamentalmente agrícolas donde el feudalismo aún oprimía a la mayoría de la población. Un desarrollo desigual y combinado en donde la moderna explotación capitalista, se alternaba con las formas más ancestrales de explotación.
Los únicos socios que podían encontrar los imperialistas eran los miembros de la oligarquía terrateniente, de ésta manera la burguesía autóctona nació sujeta de pies y manos a su amo francés, inglés o alemán, según el caso. Evidentemente el desarrollo capitalista a la larga generó distintos estratos de burgueses, que en algunos de los casos de manera tímida reclamaban espacios en la forma de mayores libertades democráticas, independencia, etc. Sin embargo, en última instancia su posición de clase los llevó siempre a aliarse con los imperialistas para sofocar el movimiento revolucionario.
Los grandes capitalistas (en muchos casos terratenientes) no tenían ningún interés en impulsar una reforma agraria o establecer reformas de carácter democrático burgués en los diversos países dependientes. Es más aprovechaban, y aún lo hacen, las formas de explotación ancestrales para exprimir de manera brutal a las masas.
La única clase capaz de encabezar un movimiento democrático o de liberación nacional y llevarlo hasta sus últimas consecuencias es el proletariado, aliado con los sectores más oprimidos del campo.
Trotsky rechazaba la teoría menchevique según la cual, durante la revolución burguesa, la clase obrera debía conformarse con apoyar a la burguesía liberal y sólo después de que ésta llegara al poder, y consolidara un largo periodo de desarrollo capitalista, podría pensarse en la revolución socialista. Esta teoría convertía al proletariado en mero apéndice de la burguesía liberal, creando ilusiones en ésta y en la práctica sujetando al partido del proletariado haciéndolo incapaz de tener cualquier iniciativa revolucionaria. Se trataba de una interpretación mecánica, -es decir no dialéctica-, del tránsito de un modo de producción a otro.
El sistema capitalista fue en un inicio un sistema progresista, ya que dio un enorme impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. Este proceso no se dio sin choques entre la naciente burguesía y los representantes del feudalismo que obstaculizaban su desarrollo. En cambio, la burguesía de los países dependientes surgió cuando el capitalismo era ya de hecho el modo de producción dominante a nivel internacional, de ahí su papel dependiente política y económicamente.
Uno de los elementos básicos de una revolución democrático burguesa es la reforma agraria. La burguesía no podía emprender acciones serias para llevarla acabo en la medida que en muchos casos ellos mismos eran terratenientes o socios de los mismos. Además otro factor de diferencia era que el proletariado de los países coloniales aparecía, no en las condiciones del siglo XVII o XVIII, sino del siglo XX con un crecimiento vertiginoso, fuerte y capaz de enfrentarse a la burguesía con demandas propias a diferencia de los proletarios del inicio del capitalismo. Una lucha revolucionaria tendría que involucrar necesariamente al proletariado, en la cual fortalecería su conciencia de sí mismo y su nivel de lucha y organización no pudiendo detenerse en el nivel puramente democrático burgués que pretendiese imponerle la burguesía liberal. El conflicto entre capital y trabajo se vería de pronto en el centro de la escena.
Por estas razones la burguesía liberal tenía pánico a un conflicto que pudiera generar un despertar revolucionario de los trabajadores, por lo que en vez de apoyar los procesos revolucionarios terminaban por conciliar con el imperialismo ayudándolo a aplastar las luchas, en muchos casos de manera sangrienta. Sólo el proletariado al no tener una alternativa dentro del sistema, estaba capacitado para ofrecer una alternativa realmente distinta al capitalismo. Con un programa, métodos e ideas correctos se podría ganar el apoyo de los campesinos pobres y avanzar, contando con el desarrollo de la revolución mundial, hacia la construcción de una sociedad socialista.
Un proceso revolucionario, señala Trotsky, que se da en países dependientes, sólo pude mantener y hacer avanzar las conquistas revolucionarias, aplicando medidas de carácter socialista como la nacionalización de los medios de producción y planificando la economía. Este sería el único medio para garantizar unas condiciones de vida dignas para las masas de trabajadores del campo y la ciudad y sacar a estas economías atrasadas del callejón sin salida en el que se encontraban. La revolución permanente significa que la revolución democrática se transforma, en un momento dado, de desarrollo revolucionario en socialista o de lo contrario el proceso de la contra revolución aplastaría los avances hasta ese momento logrados.
Así mismo el socialismo sólo puede ser construido internacionalmente. Es posible la victoria en un país atrasado, esto esta claro, pero para poner los cimientos de una economía socialista la revolución debe extenderse más allá de los límites de una nación, de lo contrario la lucha por lo indispensable generaría el surgimiento de una casta burocrática, llevando al estado obrero a deformaciones cada vez mas graves, que llevarían a la larga a la derrota de la revolución.
EL CASO DE AMÉRICA LATINA
Pese a que el descubrimiento de América fue elemento clave para el proceso de acumulación originaria del capital en los países europeos, un elemento que supuso una extracción de riquezas y explotación de fuerza de trabajo de dimensiones colosales, a pesar de eso, el régimen económico implantado por la colonia estaba basado en una combinación de elementos feudales e incluso esclavistas en aras de la mayor extracción posible de plusvalor.
La independencia no significó cambios importantes. La aristocracia criolla, -que siempre fue un puente para la extracción de riquezas al viejo mundo-, vio en el proceso de independencia una gran oportunidad de continuar la explotación despiadada de los trabajadores apropiándose de todos los excedentes.
Cuando fue derrotado el movimiento de masas, los caudillos revolucionarios como Hidalgo y Morelos fueron ferozmente combatidos por los mismos generales que dieron el visto bueno a la independencia.
En el Sur Bolívar, Sucre, Artigas, pese a pugnar por una profunda transformación de las relaciones semifeudales no tenían una clase social que diera soporte a su programa. Fueron traicionados y muertos por la aristocracia criolla semifeudal que en lugar de avanzar a la unidad latinoamericana, dividió cada país en función de sus mezquinos intereses de influencia.
La identidad nacional de cada territorio latinoamericano, se construyó en la lucha de clases de las capas más bajas en contra de los terratenientes criollos y no pocas veces en contra de sus socios extranjeros.
Al final la lucha de las masas permitió la derrota de los sectores más reaccionarios; la Guerra de Reforma en México o la Guerra Federal en Venezuela son sólo algunos ejemplos, pese a ello el advenimiento de la fase imperialista de los países avanzados a finales del siglo XIX bloqueó un proceso “democrático de tránsito al capitalismo”, la burguesía imperialista buscaba socios y no los encontró en la pequeña burguesía y sus caudillos sino en los terratenientes. Rápidamente se gestó un proceso de alianza entre la clase terrateniente, la parte de esa misma clase que se había dedicado al comercio y que se estaba convirtiendo rápidamente en capitalista “comprador” o más bien socio local de la burguesía inglesa o norteamericana.
El régimen que se formó defendía formalmente la “democracia” pero sometió a sangre y fuego a los trabajadores latinoamericanos, según la conveniencia de los grandes burgueses.
A la larga sobrevino un proceso de proletarización y de irrupciones revolucionarias que derribaron en revoluciones como la de México en 1910, la lucha sandinista en la Nicaragua de los treintas, la revolución brasileña en 1930-35, el levantamiento salvadoreño de 1932 y finalmente los regímenes populistas como los de Cárdenas en México, Vargas en Brasil ó Perón en Argentina.
La vía oligárquica había servido de puente entre la injusta sociedad semifeudal de la colonia y la injusta sociedad capitalista. No obstante era un capitalismo sumamente débil, con un mercado interno básicamente de subsistencia, combinado con ciertos sectores tecnológicos altamente desarrollados y dependientes casi exclusivamente del comercio internacional.
Las nuevas fuerzas de la burguesía no eran capaces de emprender cambios verdaderamente revolucionarios pese a que los necesitaran. Cuando las masa se levantaron en luchas sin precedentes en contra del dominio oligárquico se creo un vacío. Los partidos comunistas empecinados en la política de unidad a toda costa con sus propias burguesías (órdenes de Stalin que incluso condenó los levantamientos en 1932 de Farabundo Martí en El Salvador y el brasileño de 1935), no dieron la batalla y el vacío al final fue aprovechado por diversos sectores de la burguesía nacional.
En ese periodo, la crisis del capitalismo de 1929 significó una profundización de las precarias condiciones de las masas, fue la gota que derramó el vaso y al mismo tiempo obligó a la burguesía nacional a crear una cierta forma de intervención estatal que tenía como fin la creación de la infraestructura material para el desarrollo capitalista.
No obstante este mismo desarrollo se vio fuertemente afectado por el imperialismo una vez que la turbulencia de la posguerra se iba atenuando. El imperialismo nuevamente clavó sus dientes en nuestras naciones por la vía del intercambio desigual, la deuda externa las inversiones directas en los sectores claves de la economía.
Luchas tardías contra la oligarquía como la revolución cubana, guatemalteca y la boliviana mostraron que sí había una salida al capitalismo dependiente, por ejemplo los trabajadores mineros bolivianos señalaron:
“Los trabajadores una vez en el poder, no podrán detenerse indefinidamente en los límites demo-burgueses y se verán obligados, cada día en mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el régimen de la propiedad privada, de este modo la revolución adquirirá un carácter permanente” (Tesis central de la Federación de Mineros de Bolivia, Pulacayo 8 de noviembre de 1946).
Poco después, decenas de miles de mineros encabezando una rebelión de todo el pueblo despedazaron al ejército y sólo la traición de la dirección del Movimiento Nacional Revolucionario, pudo salvar al capitalismo. Pese a ello las tesis de Pulacayo se han sembrado el la conciencia de la clase obrera de Bolivia. El paso del tiempo sólo ha demostrado su importancia y su urgencia.
Otro ejemplo de lucha anti-oligárquica, fue la revolución guatemalteca que tuvo que ser aplastada por medio de un golpe de Estado instigado por los Estados Unidos en 1954, la razón no era que Jacobo Arbenz fuera socialista, sino que de continuar el proceso revolucionario éste tendría que desembocar en el socialismo.
Así se demostró otro gran acontecimiento de este tipo de revoluciones y el más importante hasta nuestros días: la revolución cubana. No tenemos espacio aquí para tratar a detalle dicho proceso, solamente decir que el movimiento revolucionario en Cuba siguió el espíritu de las Tesis de Pulacayo, la cual si somos observadores expresa básicamente las mismas ideas de Marx y Trotsky al respecto del carácter permanente de la revolución.
También es preciso señalar que la revolución permanente nada tiene que ver con la idea de “ofensiva permanente”, con la que comúnmente se le pretende confundir y por tanto ridiculizar. La idea de la revolución permanente del marxista Italiano Antonio Gramsci es un ejemplo clásico de esos errores.
En el caso cubano era evidente que hubo procesos de incertidumbre que aprovechaba la reacción, especialmente Estados Unidos para tratar de destruir la revolución. La invasión a la Bahía de Cochinos por parte de mercenarios entrenados por la CIA forzó a la dirección castrista a ir más allá en la revolución y ello implicó señalar abiertamente su carácter socialista. Fidel hizo esto no por ser trotskista, sino porque era la única forma de salvar la revolución. No obstante el modelo que siguió la revolución cubana no fue el del partido Bolchevique sino el del régimen estalinista de la Unión Soviética, evidentemente que esto ha sido un obstáculo para la extensión de la revolución en América Latina y para la implantación de un auténtico régimen de democracia socialista.
Los marxistas defendemos incondicionalmente a Cuba de las agresiones del imperialismo, así como señalamos que sólo por medio de la economía planificada, elemento socialista del régimen cubano, ha sido posible una auténtica independencia nacional, logrando al mismo tiempo notables avances en el bienestar general del pueblo cubano. Cierto es que hay notables carencias y que la burocracia es un freno que impide un desarrollo social más pleno, pero también es cierto que ningún país latino americano sería capaz de resistir un año el asenso económico y político que se ejerce sobre cuba. La resistencia del pueblo trabajador de cuba tiene que ser recordada como uno de los acontecimientos históricos más importantes para el movimiento obrero internacional y es un orgullo para toda América Latina.
Pero no podemos permanecer cruzados de brazos levantando alabanzas. La defensa de la revolución cubana requiere del impulso de la revolución en cada país, es un hecho millones de veces más importante el avance de la revolución venezolana en los últimos años, que todas las caravanas de solidaridad con Cuba, sin que ello suponga que hacer caravanas o recabar víveres sea un sinsentido, pero, en definitiva es insuficiente.
Con esto demostramos que no hay nada más lejano de la revolución permanente que aquella caricatura de los estalinistas, según la cual nos esperamos a que llegue la revolución mundial y mientras tanto menospreciamos cada aspecto nacional. Por el contrario los marxistas decimos: la revolución es internacional por su esencia y nacional en su forma, ello mientras subsistan los estados nacionales, cuyos gobiernos y burguesías son los enemigos básicos de un auténtico movimiento revolucionario.
EL GUERRILLERISMO
Los marxistas no estamos a favor o en contra de los movimientos armados, entendemos que un proceso revolucionario implica enfrentamientos de clase y que muchas veces pueden asumir la forma de lucha armada, pero es necesario recalcar que no siempre. Mientras más organizada y masiva sea una lucha menos necesidad de violencia habrá. Ejemplo de ello es el magnífico movimiento de las masas para rescatar al gobierno de Hugo Chávez en el 2002, o las grandes batallas de trabajadores bolivianos para derrocar al presidente Sánchez de Lozada en el 2004. En todos estos casos la violencia provino de las clases reaccionarias apoyadas por los Estados Unidos y en ambos casos fueron impotentes, las masas impusieron nuevamente a Chávez y derrocaron al “Goni”.
La guerrilla es una forma de lucha armada que supone la acción rápida de grupos relativamente pequeños de hombres, con el objeto militar de hostigar al enemigo. Militarmente es incapaz de derrotar a un ejército moderno a menos de que se transforme en un ejército regular.
Nunca, en ninguna parte, la guerrilla por sí misma ha logrado alguna transformación, los casos de Nicaragua y en Cuba lo ejemplifican claramente, lo que permitió el triunfo no fue la guerrilla, sino el movimiento conciente de las masas. Ahí donde ha habido movimientos revolucionarios triunfantes y ha existido una guerrilla jugando un papel importante, lo decisivo no ha sido la existencia del movimiento armado, sino la crisis revolucionaria de la sociedad en la que participó la mayoría de los trabajadores de la ciudad y el campo, en la forma de insurrección y huelga general.
Luego del triunfo de la revolución cubana surgió una variante de lucha armada conocida como “foquismo”, que centró sus esfuerzos en crear fuerzas militares (“focos guerrilleros”) para enfrentarlos a las fuerzas armadas del Estado. Mayoritariamente formada por intelectuales urbanos y estudiantes, decenas de miles de hombres útiles para el proceso revolucionario desaparecieron en esas aventuras en toda la América latina.
Entendemos como guerrillerismo a la tendencia a concebir a la revolución como un asunto puramente militar aislado del movimiento de masas y sus organizaciones. Nosotros como marxistas nos oponemos totalmente al movimiento armado aisladamente de las masas, luchamos por que el pueblo en armas -incluida la tropa y capas medias del ejército- destruya el Estado burgués y construya una democracia obrera, es decir, un Estado obrero. Los revolucionarios son mucho más peligrosos en una fábrica, en una escuela, en un comité de barrio que escondidos en una montaña o en la selva.
Tampoco negamos que la lucha del campesinado pobre en un momento determinado pueda legítimamente verse obligada a asumir la forma de guerrilla para defenderse o incluso para integrase a un proceso revolucionario, no obstante incluso en ese caso, es el movimiento de la mayoría de los trabajadores y jóvenes, concentrados en las ciudades en todos los países de América Latina, lo que determinará el triunfo o fracaso de un proceso. No se trata sólo de armas, sino del pueblo en armas, lo cual implica un acto conciente de las masas.
En conclusión; identificar a la revolución con lucha armada y pretender que ésta puede estimular un proceso revolucionario o la organización de las masas, es un error que debemos evitar si no queremos provocar sangrientas derrotas.
El movimiento revolucionario latinoamericano se desarrolló en lo 60’s y 70’s en la forma de movimientos de masas que llegaron a poner al capitalismo en entredicho. En 1970 el electo Salvador Allende, en 1969 el general Velasco llega al poder en Perú, en Bolivia en 1971 nuevamente los mineros toman La Paz, Argentina, Uruguay viven huelga general, tras huelga general, tras huelga general y para colmo de males para el imperialismo, la clase obrera asume un papel protagónico, incluso en países como México, en el marco de una crisis general del capitalismo.
El imperialismo norteamericano opta por dictaduras militares con el objeto de sofocar no sólo a los grupos guerrilleros, sino al movimiento de masas y sus organizaciones. El resultado se logró sólo parcialmente y al final de cuentas de entre los escombros de sangrientas derrotas y feroces dictaduras las masas trabajadoras vuelven a levantarse.
En Argentina más de 30 mil desaparecidos, en Chile más de 20 mil, en Guatemala más de 150 mil, en El salvador, 70 mil, en Nicaragua 50 mil, 15 mil en Colombia sin contar con decenas de miles de activistas asesinados en las guerras sucias que se dieron durante todo ese periodo en todos los países de América Latina, incluyendo a México. Y a pesar de ello los trabajadores no se han sentado a llorar su suerte, se han levantado para seguir luchando.
A la larga el imperialismo optó por regímenes “democráticos” dóciles a sus intereses, las nuevas necesidades del imperialismo exigían la readecuación de las estructuras productivas de los países dependientes a las nuevas necesidades de acumulación del capital. De este modo por doquier se emprende una política de ataques económicos que socavó los niveles de vida de las masas y agudizó aún más las condiciones de pobreza de las masas.
Los partidos y organizaciones de masas de los trabajadores vivieron una fase de profunda confusión, sobre todo a principios de los noventas y ello facilitó la acción de los políticos burgueses en cada uno de nuestros países. Pero tras un período, nuevamente las masas trabajadoras levantaron la cabeza.
En 1989 los trabajadores de Caracas estallan en luchas callejeras que el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez sofoca con la matanza de más de 500 personas, tres años después Hugo Chávez y un grupo de militares intentan un golpe que fracasa, pero con el que estaban de acuerdo casi todos los trabajadores. A la Larga las masas llevan a Hugo Chávez a la presidencia en 1998 impulsando un profundo proceso revolucionario que aún se desarrolla.
En 1999 las masas trabajadoras y campesinas de Ecuador se movilizan y derrocan al gobierno establecido, el turno de los trabajadores argentino llega en el 2002 y a los bolivianos en el 2004.
Las masas llevan a Lula en Brasil y a Tabaré Vázquez en Uruguay, esto muestra el impulso instintivo de las masas trabajadoras a luchar por la transformación revolucionaria.
El camino aún será largo pero está claro que la historia de la revolución en América Latina será el futuro de la revolución proletaria, bajo las formas más variadas y creativas pero proletaria al fin, como dice el viejo refrán “aunque el nombre de la rosa cambie de todos modos huele bien”
SOBRE LA SITUACIÓN INTERNACIONAL
Sin duda estamos inmersos en uno de los períodos más turbulentos e inestables de la historia. A pesar de los fuegos de artificio, la situación de la economía mundial se mantiene en la incertidumbre. Prácticamente, son sólo 2 países los que están tirando de la economía mundial: EEUU y China. Lo que demuestra que el capitalismo ya no puede desarrollar las fuerzas productivas al mismo ritmo y con la misma intensidad que antes. La economía de EEUU está lastrada por el endeudamiento de las familias, las empresas y del Estado y que mañana va a pasarles factura como avisan los economistas burgueses más serios. La irrupción de China en el mercado mundial está tensando la lucha por los mercados en todo el mundo. Se observa un aumento del proteccionismo económico, de bloques comerciales que tendrán la consecuencia de frenar el comercio entre los países y por lo tanto de la producción y el desarrollo económico, lo que agravará la crisis económica. Ni Europa ni Japón terminan por despegar. Las recientes subidas en el precio del petróleo también añaden nuevos problemas porque tiende a aumentar los costos de producción, reduciendo los márgenes de beneficio y por lo tanto de la inversión. También se observa un empeoramiento generalizado de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera, por la sencilla razón de que los capitalistas de cada país sólo pueden sobrevivir en este marco, reduciendo y empeorando dichas condiciones para reducir costos y competir con sus adversarios. Todo ello preanuncia un endurecimiento de la lucha de clases, incluso en los países capitalistas más desarrollados, como hemos podido ver en Europa en los últimos años.
También vemos un aumento de los antagonismos nacionales y de la presión del imperialismo en amplias zonas de África, Asia y América Latina y sus consecuencias en guerras, conflictos étnicos, rediseño de fronteras, etc. El caso trágico del pueblo palestino es un llamado de atención de que bajo el capitalismo este tipo de conflictos son insolubles.
La situación en Irak es una expresión particular de toda esta situación. En la medida que el imperialismo EEUU se ve obligado a actuar como el policía mundial para mantener, defender y extender sus intereses estratégicos, de control de las materias primas y mercados y su propio prestigio, necesariamente lo lleva a empantanarse y a saltar de un conflicto a otro como vimos en Yugoslavia, Afganistán, Irak, pero también Colombia, Haití, Indonesia y otras partes del planeta. Esto también acrecienta los choques y contradicciones con las otras potencias menores como China, Rusia e incluso Europa. El empantanamiento del ejército de EEUU en Irak y su incapacidad para terminar con la resistencia del pueblo irakí está teniendo elevados costos humanos, económicos y sociales, dentro y fuera de Irak, que tarde o temprano obligará a las tropas EEUU a abandonar Irak a un costo muy alto.
En muchos países del mundo excolonial vemos un resurgimiento de la lucha de clases como nunca antes en 25 años: Irán, India, Sudáfrica, Nigeria, Líbano, Corea del Sur, etc. son sólo algunos ejemplos, por no hablar de América Latina.
LA SITUACIÓN NACIONAL
Hoy más que nunca el futuro del país depende del futuro de las luchas de los trabajadores. Como hemos señalado la burguesía ha sido un factor reaccionario en nuestro país incluso en el momento mismo de su nacimiento, primero de la mano del imperialismo y luego consentida y engordada por el Estado.
En términos económicos México mantiene un proceso de desarrollo capitalista similar al del conjunto de países latinoamericanos con los cuales sufre una cierta diferenciación a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
La primera fase verdaderamente capitalista en México fue la gestada en la alianza entre la oligarquía terrateniente y el imperialismo, la cual se basó en el desarrollo de empresas productoras de materias primas para abastecer las necesidades del desarrollo industrial norteamericano y europeo, toda la inversión productiva fuera de esa esfera se concentraba en el desarrollo de infraestructura de transporte, así como empresas comerciales e instituciones de crédito que apuntalaran este patrón de acumulación.
Las luchas de masas gestadas en el periodo 1910-1940 destruyeron las bases de la economía basada en los terratenientes y permitieron expropiar buena parte de las principales industrias controladas por el imperialismo, esto sentó la base para la formación de un mercado interno en el cual, como en el resto de América Latina el Estado intervino como gestor y promotor de una burguesía local.
Pese al aparente desarrollo de un sector estatal la burguesía mantuvo su dependencia de forma permanente con respecto del imperialismo del cual dependía ya sea en la forma de importación de bienes de capital, de préstamos o incluso como socio en la formación de filiales de diversas transnacionales. Pese a ello el componente básico en el que sustentaba la fuerza económica del Estado, era el control de las principales materias primas de exportación, especialmente el petróleo, la caída internacional de los precios de dichas materias significó un duro golpe para la economía mexicana.
Luego de la crisis capitalista de los años setentas, el capitalismo mexicano mostraba fuertes síntomas de agotamiento, en este marco el imperialismo forzó a una modificación de las estructuras económicas en función de sus nuevas necesidades de acumulación.
La apertura económica no aumenta la participación del país en el comercio mundial sino que destruye las bases materiales de la industria local, es cierto que hubo un proceso de reindustrialización y de inversión productiva, pero ésta se dedicó a la exportación, más dependiente del ciclo económico de las grandes transnacionales capitalistas que del mercado interno mexicano.
Las privatizaciones entregaron el control de la economía a un pequeño grupo de privilegiados que en sociedad o bajo el control del capital financiero internacional, realizaron una transferencia de los sectores estratégicos de la economía a manos del los capitalistas de Europa y Estados Unidos.
La Banca es un 90% propiedad extranjera y con ella la burguesía controla directamente el 30% de la producción nacional de bienes y servicios, tan sólo por señalar el aspecto más importante de esta dependencia.
La burguesía tiene un obstáculo en sus planes, el nivel de combatividad y organización de la clase obrera mexicana, la cual, pese al control político que el PRI estableció durante décadas se opone a la aplicación del programa capitalista que exige en estos momentos la destrucción de la clase obrera como clase organizada, es decir la desaparición de los sindicatos, del empleo estable, de la seguridad social, etc.
El control de los fondos de pensiones es una fuente permanente de recursos con los cuales los capitalistas pueden especular y la burguesía pretende a cualquier precio hacerse de su totalidad.
La agenda capitalista se ha visto bloqueada primero por la posición de la clase obrera y después por sus propias divisiones.
El sistema político mexicano del siglo XX fue creado con el objetivo de contener, absorber, anular o aniquilar toda forma de protesta social que impidiera del desarrollo capitalista. La combinación entre política clientelar y represión fue posible mientras el sistema mostraba cierto dinamismo, su base económica estuvo en el hecho de que el Estado mexicano jugaba el papel de capitalista principal y esto le permitía el control de medios materiales suficientes para mantener el enorme aparato burocrático que le servía de escudo frente al movimiento de masas.
Como ya hemos señalado, el Estado como “capitalista en jefe” ha sido sustituido por el Estado como “regulador” de las normas burguesas para transferir recursos de la clase trabajadora a la burguesía. Las bases para el gran aparato burocrático que significaba el PRI gobierno han desaparecido para no volver. Cierto es que una de las razones del declive del régimen político mexicano del siglo XX fue el desgaste económico, pero otro factor no menos importante fueron las luchas sociales en la ciudad y el campo que se han gestado permanentemente durante el siglo pasado y el actual y que no han logrado ser contenidas en su totalidad.
El movimiento estudiantil-popular de 1968 fue importante no porque hubiera sido el primero en mostrar la esencia del Estado burgués; antes, los movimientos de ferrocarrileros, maestros, electricistas e incluso estudiantiles habían sufrido crueles represiones, no obstante el movimiento de 1968 demostró a amplios sectores de la población que ya no había salidas, que era necesaria una ruptura revolucionaria.
Las luchas obreras de los setentas pese a no lograr romper con el control gangsteril sobre los sindicatos, significaron la continuidad de las luchas del 68. Cuando víctima de la represión y de la crisis económicas de principios de los ochentas el movimiento amainó, apareció un potente movimiento urbano popular, que no era más que la expresión de la lucha del proletariado en otros terrenos de acción, a la par de este proceso apareció nuevamente el movimiento estudiantil a finales de los ochentas el cual dio la señal de salida para una nueva ruptura por el frente electoral.
Sin duda la visión que hemos dado es demasiado simple. No es nuestro afán decir que los movimientos se turnan uno luego de otro, pero está claro que hay luchas que se destacan en ciertos periodos y que mantienen una tensión constante entre la burguesía y el proletariado, la burguesía ha sobrevivido a cada oleada del movimiento, pero sin duda llegará el momento en que la acción unificada de todos los sectores y clases explotadas se tornará irresistible, y entonces no servirá ni burocracia, ni ejército ni nada.
1988 significó un momento de ruptura de tanta o más importancia que el 68, la burguesía sabía que ceder en ese momento podía desencadenar un proceso que la hubiera puesto en peligro, por eso optó por el fraude y la imposición de Carlos Salinas de Gortari.
Desde 1988 al 2000 había una especie de competencia a ver que sucedía primero, o la burguesía lograba la reconstrucción del régimen de dominación acorde al nuevo esquema de acumulación capitalista (que algunos llaman neoliberalismo), o las masas trabajadoras irrumpían para iniciar un proceso revolucionario.
El 1º de mayo de 1995 marcó el fin de las manifestaciones obreras de apoyo al régimen, más de 500 mil trabajadores se movilizaron en repudio de la política del régimen.
La tan cacareada “transición democrática” significaba en realidad lograr un acuerdo entre las distintas facciones burguesas para compartir el control del aparato del Estado de forma alterna, especialmente entre el PRI y el PAN, mientras que al mismo tiempo se aplicara una “POLÍTICA ECONOMICA DE ESTADO” que no es otra cosa que aquella que requiere la burguesía internacional para exprimir hasta el último centavo posible a los trabajadores.
“Privatizar los beneficios y socializar las pérdidas” nunca fue una política tan clara como en el periodo Salinas-Zedillo, el primero formando emporios como el de Slim en telecomunicaciones, el segundo obligando a los trabajadores a pagar las deudas de los banqueros por medio del Fobaproa-IPAB.
El periodo de crecimiento económico 1996-2000 dio un cierto margen para la “transición democrática” del año 2000, el llamado período de “luna de miel” de las masas con Fox que ha quedado sepultado y la burguesía no pudo aprovechar. No obstante como hemos señalado con anterioridad, crecimiento no equivale a eliminación de la pobreza, todo lo contrario. Si bien las cosas para los negocios de la burguesía parecían andar viento en popa, para los trabajadores aumentaba el desempleo o en el menor de los casos el empleo precario y se continuaba desarrollando una política de contención salarial. No sólo eso, producto del Tratado de Libre Comercio la población campesina desarrolló un nuevo éxodo rumbo a los Estados Unidos. Se dice que en promedio unos 800 mil trabajadores emigraron a los Estados Unidos durante este periodo.
México a finales del siglo XX era un país que importaba materias primas, alimentos y exportaba productos manufacturados, la razón no era que el proceso de industrialización hubiera igualado en cuanto a estructura productiva a los países dominantes, sino que el crecimiento en el marco de la dependencia había supuesto una industrialización orientada al comercio internacional; pese a crecer tres veces la exportaciones, las importaciones crecieron aún más generando un déficit comercial permanente.
Es cierto que México dejó de ser un país que exportaba principalmente materias primas, no obstante, aumentó su dependencia en cuanto a insumos para la producción, bienes de capital y alimentos, con lo cual la debilidad estructural de la economía se profundizó aún más.
En este marco las luchas sociales eran necesarias pero no había un eje aglutinador que las impulsase. Tres acontecimientos marcaron el final del sexenio de Zedillo y que mostraron la dinámica de los siguientes años, uno fue el movimiento estudiantil de 1999-2000, el otro fue la lucha de los electricistas en contra de la privatización y el último fue el movimiento de los trabajadores del Estado en defensa de las prestaciones de final de sexenio.
El movimiento estudiantil marcaba que la juventud no era esa tan cacareada generación “X”, que podía se beligerante e incluso muchísimo más intransigente que lo que la burguesía suponía. Los estudiantes lograron parar el ataque a la Universidad a costa de un profundo desgaste producto de la falta de una dirección correcta. Los trabajadores electricistas también detuvieron el ataque, las movilizaciones unificadas entre trabajadores y estudiantes marcaban el camino a seguir y la posibilidad de una lucha verdaderamente unificada se abría en el horizonte, por ello el gobierno decidió retroceder en el ataque a los electricistas, tratando de centrar sus esfuerzos en contra de los estudiantes. Lamentablemente la dirección de los electricistas en cuando vio pasar el peligro, desmovilizó a la base sindical. Al parecer la lección se ha aprendido, unos años después el gobierno de Fox volvió a la carga sobre el mismo tema en el que Zedillo fue derrotado.
El último movimiento de importancia durante el sexenio Zedillo, fue de un carácter espontáneo, pero muchísimo más profundo; de pronto, ante el anuncio de que suspendería el famoso “bono sexenal” cientos de miles de trabajadores del Estado realizaron un paro nacional. La agitación fue tan grande que el mismo Zedillo fue abucheado en un auditorio de burócratas estrictamente seleccionado. Al final el gobierno tuvo que retroceder y de hecho Zedillo terminó el sexenio con la cola entre las patas.
Lamentablemente, las importantísimas luchas sociales del final del sexenio de Zedillo, no tuvieron un cauce político, es decir, las distintas direcciones no orientaron sus esfuerzos hacia cuestionar y derrocar al régimen.
La dirección del PRD parecía estar más preocupada en no espantar a la burguesía que en entusiasmar la las masas. Así, desarrollando una campaña puramente mediática se sometió al juego de la burguesía a la que no le fue difícil vender a la población la imagen de un personaje de “oposición” –Fox- que parecía proceder más de un programa cómico que de un partido político.
Por supuesto no pretendemos trivializar el proceso del 2000, el cual marcó el fin de toda una época en el régimen político mexicano, sin duda muchos mexicanos, incluso algunos trabajadores, desorientados por las ambigüedades del PRD, el cual no dudaba en hacer alianzas a diestra y siniestra con el PAN, dieron su voto a Fox, el candidato de la derecha, pensando que peor que el PRI no podía ser. Los acontecimientos de años posteriores demostraron que se equivocaron.
Tal como hemos señalado la idea de la burguesía es una alternancia de gobiernos pero no de programas de gobierno, el sexenio de Fox es un una continuación del de Salinas y Zedillo. En él la principal preocupación es el desmantelamiento definitivo de todas las conquistas de los trabajadores.
No obstante una cosa es el proyecto de la burguesía y otra muy distinta es lo que logra realizar. Siempre que las políticas del gobierno afecten de algún modo los intereses de los trabajadores éstos lucharán.
El conjunto de los trabajadores organizados, con la excepción de algunos sectores que aún son controlados por los dirigentes gangsteriles de la CTM, se han manifestado y luchado en contra de las iniciativas foxistas.
La privatización de la industria eléctrica y petrolera, la eliminación de toda legislación que defienda a los trabajadores frente a los patrones, la eliminación del la seguridad social en su carácter público, son las prioridades del régimen foxista, cada una de las cuales ha sido rechazada por los trabajadores obligando al gobierno a implementar todo tipo de artimañas para disfrazar los ataques. Uno de los elementos que distinguen al régimen foxista del priísta, es que Fox no cuenta con una estructura corporativa que le permita un cierto margen de maniobra para aplicar su programa.
Sin duda el gobierno foxista es sumamente débil y simplemente no ha caído porque las direcciones sindicales y del PRD no se han planteado luchar por su salida. En el terreno político, el foxismo se ha enfrascado en preparar un cambio de gobierno que garantice la continuidad de las políticas gubernamentales, por ello se ha enfrascado en una guerra de desgaste en contra del gobierno del Distrito Federal encabezado por López Obrador. El cual ha resistido cada uno de los ataques tratando de mostrar una imagen “responsable”, “amiga de los empresarios”, “respetuosa de la investidura presidencial”. No obstante los ataques del foxismo no cesan, la razón no es lo que diga o deje de decir López Obrador en estos momentos, sino el movimiento de masas que se puede desat