Escrito en 1923 a raíz de una reunión de Trotsky con un grupo de agitadores obreros de Moscú y de la encuesta posteriormente realizada entre ellos, esta singular colección de artículos pone sobre la mesa toda una serie de interesantes cuestiones sobr Escrito en 1923 a raíz de una reunión de Trotsky con un grupo de agitadores obreros de Moscú y de la encuesta posteriormente realizada entre ellos, esta singular colección de artículos pone sobre la mesa toda una serie de interesantes cuestiones sobre la edificación socialista. En 1923, pasado el trance de la guerra civil y sentadas las bases de la nueva sociedad socialista a través del Estado obrero y el Ejército Rojo, la nacionalización de los principales medios de producción y el establecimiento del monopolio del comercio exterior, se hacia cada vez más necesario rellenar de carne este esqueleto que constituían las principales conquistas de la Revolución de Octubre.

Es por eso que Trotsky plantea que la prioridad para los comunistas es ahora, a diferencia de la agitación política del periodo prerrevolucionario, la de elevar el nivel cultural de las clases trabajadoras soviéticas llevando la obra de regeneración socialista al terreno de la vida cotidiana. Debido al extremo atraso heredado de la Rusia zarista, y a la debacle y desorganización económica y social causadas por la guerra mundial, la revolución de 1917 y la posterior guerra civil, el “trabajo cultural” entre los obreros soviéticos a principios de los años veinte debía realizarse a un nivel muy elemental: alfabetización de las masas, inculcar entre los trabajadores el sentido de la precisión y la puntualidad en el trabajo, el respeto por la mujeres, la mejora de la higiene y el trato educado…

Un problema central es el de la familia y dentro de éste el de la mujer. La revolución había deshecho la vieja familia patriarcal, sin crear todavía un nuevo modelo familiar. La figura del ama de casa, ahogada en las cuatro paredes del hogar, refractaria al progreso, aparece como el principal obstáculo. La solución a esta cuestión, clave para la edificación socialista, pasa por la socialización del trabajo domestico; por la construcción de lavanderías, guarderías, comedores comunes, etc… que liberen a la mujer del trabajo en el hogar. Debido a la penuria de medios en los primeros años de la republica soviética esta tarea no pudo emprenderse de forma sistemática y generalizada y hubo de limitarse, como recomendaba Trotsky, a la organización de comunidades modelo.

Para combatir la lacra del alcoholismo y la pervivencia de los prejuicios religiosos entre las masas trabajadoras Trotsky apela a la creación de un nuevo ocio que aleje al obrero de la taberna y de la iglesia, señalando muy especialmente el potencial del cine como elemento fundamental para el trabajo cultural del poder soviético.

También es esta obra uno de los primeros ejemplos de la lucha de Trotsky contra la naciente burocracia soviética. Frente a la arbitrariedad y arrogancia burocráticas hacia las clases trabajadoras, opuesta a la condescendencia de los burócratas hacia los elementos pequeñoburgueses que habían vuelto a emerger como resultado de la NEP (Nueva Política Económica), Trotsky aboga por la elevación continua del nivel cultural y la confianza en la propia iniciativa de las masas trabajadoras.

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