A principios de diciembre el Consejo de Ciencia y Defensa del Pentágono publicó una declaración del presidente Bush de la que no se ha hecho demasiada publicidad. La declaración era franca y significativa. Las fuerzas de la “coalición” no sólo estaba A principios de diciembre el Consejo de Ciencia y Defensa del Pentágono publicó una declaración del presidente Bush de la que no se ha hecho demasiada publicidad. La declaración era franca y significativa. Las fuerzas de la “coalición” no sólo estaban perdiendo la batalla por los “corazones y las mentes” iraquíes, sino que también puede que “consigan lo contrario a lo que pretendían”.
¡De vez en cuando la realidad consigue entrar entre los analistas del Pentágono estadounidense! Pero a pesar de todo Bush continúa. Sigue extendiendo mentiras y distorsiones. Incluso podría ocurrir que debido a lo limitado de su entendimiento pueda creerse su propia propaganda. Para esto cuenta con la ayuda de los medios de comunicación norteamericanos, especialmente las principales cadenas de televisión estadounidenses que intentan convencer a todos de que todo va según lo planificado; las elecciones fueron un paso más en la transformación de Irak en un país “normal”.
En este mundo las cosas se han vuelto del revés, ¡lo que es real se ha convertido en irreal y lo que es real en irreal! Los expertos del Pentágono pueden ver lo que está ocurriendo pero los medios de comunicación expresan exactamente lo contrario.
Nos presentan una visión de los “insurgentes” iraquíes como si fueran criminales, mientras que los invasores, los imperialistas, son la fuerza legítima de la ley. Es como la política que llega al escenario de un robo y declara que el ladrón es el propietario legal de la casa y el propietario es el criminal.
No es la primera vez en la historia que vemos este tipo de información. El método habitual del imperialismo es presentarse siempre como el “ayudante”, incluso el “civilizador” de la población a la que oprime. Quieren convencer a la población en casa y a sus propias tropas sobre el terreno de que están haciendo lo correcto.
Si nos remontamos cien años atrás, a principios del siglo XX, tuvimos un escenario similar con la guerra de EEUU contra España que acabó con la salida de los españoles de Filipinas y con EEUU sustituyéndoles como los amos imperialistas. El gobierno estadounidense, por supuesto, presentó todo como la “liberación” de Filipinas, como hoy dicen de los iraquíes. En el mismo período los británicos “liberaron” Sudáfrica de los boers. En realidad, acorralaron a los boers, incluidos mujeres y niños, y los internaron en campos de concentración donde sufrieron terriblemente y donde murieron miles de personas. Mientras tanto, los negros, la gran mayoría de los que habitaban ese territorio ¡no eran considerados seres humanos!
EEUU surgió entonces como una potencia mundial. En la Guerra hispano-estadounidense de 1898 tomó las colonias españolas en el Caribe y el Pacífico. En Filipinas había comenzado una lucha de liberación nacional (también en Cuba) contra el dominio colonial español. El gobierno estadounidense explotó cuidadosamente esta situación para sus propios objetivos.
Los estadounidenses destruyeron la flota española en Manila y para tomar el interior utilizaron a los rebeldes filipinos. Llevaron al líder revolucionario filipino exiliado, Emilio Aguinaldo, desde Hong Kong a Filipinas. Aguinaldo tenía ventaja sobre los estadounidenses porque sus seguidores eran filipinos y de este modo pudo reunir sobre el terreno un ejército. El grueso de las tropas norteamericanas todavía tenía que llegar.
Como en todas las guerras de independencia, la población local luchó valientemente y aplastó a las fuerzas españolas. En sólo dos meses prácticamente habían derrotado a los españoles en la isla principal de Luzón. Lo que quedó de las tropas españolas estaba retenido en Manila. En junio del mismo año, los líderes rebeldes filipinos publicaron una declaración de independencia basada en el modelo de EEUU.
Como era de esperar, los 15.000 soldados españoles que quedaban allí se rindieron en agosto a las tropas filipinas. EEUU y los imperialistas españoles llegaron a un acuerdo mediante el cual a los luchadores independentistas filipinos no tenían nada que ver con la rendición.
La administración norteamericana se negó entonces a reconocer la recién independiente República Filipina. En octubre del mismo año declaró sus planes de anexionarse Filipinas. Para justificar esta posición, el presidente McKinley parece ser que dijo que el “Todopoderoso Dios” le había ordenado transformar EEUU en una colonia norteamericana. Sin duda hoy Bush tiene ilusiones similares. Sin embargo, no había sido una guerra de liberación, sino sólo un paso ¡en la construcción del imperio estadounidense! En 1899, para respaldar esta decisión de anexionarse Filipinas, las tropas estadounidenses se volvieron contra los combatientes filipinos y los ahogaron en sangre.
EEUU extendía de este modo su dominio hacia el Caribe y el Pacífico. Filipinas era visto como un puente hacia el mercado chino. (En realidad, más tarde, en 1900, EEUU utilizó Filipinas como base para enviar tropas a China y aplastar la Rebelión Boxer).
Trágicamente, los combatientes filipinos no consiguieron ganar al poderoso ejército de EEUU pero sí lucharon bravamente y dieron mucho en que pensar a los norteamericanos. Más de 126.000 soldados estadounidenses fueron enviados a Filipinas. Al menos 250.000 filipinos, una gran parte civiles, murieron asesinados. El número de soldados norteamericanos muertos fue de 4.200. Como confió el general Arthur MacArthur a un periodista en 1899:
“Cuando comencé a luchar contra estos rebeldes creía que las tropas de Aguinaldo representaban sólo a una fracción. No me gustaba creer que toda la población de Luzón -la población nativa- se oponía a nosotros y a nuestros esfuerzos de ayuda y buen gobierno. Pero después de haber llegado tan lejos, después de haber ocupado varias ciudades y pueblos sucesivos… Tuve que creer de mala gana que las masas filipinas eran leales a Aguinaldo y al gobierno que él encabezaba”.
La lucha guerrillera filipina contaba con el apoyo aplastante de la mayoría de la población. El ejército estadounidense respondió de manera brutal. Recolonizaron poblaciones enteras y las convirtieron en campos de concentración. Quemaron aldeas y realizaron ahorcamientos de masas. Combinaron todo esto con la violación masiva de mujeres y jóvenes, utilizaron la tortura. Uno de los generales estadounidenses, Jacob Smith, ordenó a sus soldados “asesinar y quemar” todo lo que “superara el número de diez”, y transformar la isla de Samar en “un aullido desértico”. Otro general norteamericano, William Shafter, llegó aún más lejos al decir que ¡podría incluso ser necesario matar antes a la mitad de la población filipina para que la “justicia perfecta” llegara a la otra mitad!
Aunque finalmente las fuerzas estadounidenses derrotaron a los guerrilleros filipinos, la lucha continuó durante años, sobre todo en el sur. Después, como ahora, el gobierno estadounidense calificó a los rebeldes como “bandidos”.
Sin embargo, no todos los norteamericanos estaban ciegos ante lo que estaba ocurriendo. Entre ellos uno de los más famosos fue Mark Twain, famoso por ser el autor de Huckleberry Finn y Tom Sawyer. Lo que es menos conocido -o menos destacado- de Mark Twain es que fue uno de los fundadores de la Liga Antiimperialista de Nueva Inglaterra que se creó en Bostón. En los EEUU de George W. Bush sin duda habría sido calificado de antipatriota. Sin embargo fue un progresista y un defensor de los derechos democráticos básicos.
Twain prestó atención -con su renombrado ingenio agudo y profundo- a lo que estaba ocurriendo en Filipinas y escribió una carta satírica “a la persona sentada en la oscuridad”. Con estas palabras hacía referencia a los pueblos oprimidos del mundo colonial. Se interesó por lo que estaban haciendo los británicos en Sudáfrica durante la Guerra Boer y escribió lo siguiente:
“El señor Chamberlain fabrica una guerra con materiales tan inadecuados y tan caprichosos que los palcos se acongojan y la tribuna ríe, intenta profundamente convencerse de que no es un ataque privado por el dinero sino que en alguna parte hay una vaga y oscura respetabilidad, si sólo pudiera encontrar el lugar; y que luego pueda dejar de nuevo la bandera limpia después de haberla arrastrado por el lodo, dejarla de nuevo resplandeciente y brillante en la cámara acorazada”.
¡Sustituyamos Chamberlain por Bush o Blair y se podrían utilizar las mismas palabras para describir lo que están haciendo los vampiros imperialistas hoy en Irak! Tanto entonces como ahora se cometían atrocidades, todo en nombre de la “salvación”, la “liberación” e incluso la “civilización” de los pueblos coloniales. La rendición de los Boers la consiguieron los británicos a golpe de bayonetas, como ocurrió con los “insurgentes” filipinos y los estadounidenses.
En Filipinas, como hemos visto, los imperialistas norteamericanos utilizaron la ayuda de los guerrilleros independentistas filipinos, que habían luchado para echar a los españoles, y después les traicionaron apoderándose del país. Los kurdos en Irak deberían extraer una lección de esto, como deberían también hacerlo todos los pueblos minoritarios oprimidos que piensan que se puede confiar en una potencia imperialista para defender sus intereses. Países enteros durante toda la historia fueron conquistados por los imperialistas utilizando los conflictos locales para enfrentar entre sí a los diferentes grupos y así someter a todos.
Después de haber utilizado a los nacionalistas filipinos para expulsar a los españoles, los estadounidenses se volvieron contra ellos. Como escribía Mark Twain: “Lo que queríamos era el archipiélago, sin la carga de patriotas luchando por la independencia y la guerra era lo que necesitábamos”. Lo consiguieron provocando una guerra contra el popular dirigente filipino Aguinaldo. El general MacArthur (padre del famoso Douglas) dio la orden de asesinar a todos los rebeldes filipinos, entre ellos muchos de los que habían luchando al lado de los estadounidenses contra los españoles. Mark Twain satirizó toda la situación con las siguientes palabras:
“Se han dicho mentiras, pero las dijeron por una buena causa. Hemos sido unos traidores, pero lo hicimos sólo para que el bien real pudiera derrotar al mal aparente.
Es verdad, hemos aplastado a un pueblo engañado y confiado que ha confiado en nosotros… Apuñalamos por la espalda a un aliado y abofeteamos a nuestro invitado en la cara; hemos comprado una sombra de un enemigo que no tenía que venderse; hemos robado a un amigo digno de confianza su tierra y la libertad; hemos invitado a nuestros jóvenes limpios a cargar un mosquetón deslucido y hacer un trabajo de bandidos bajo una bandera que los bandidos están acostumbrados a temer, no a seguir; hemos viciado el honor de EEUU y ennegrecido su aspecto ante el mundo, pero cada destacamento era por lo mejor. Nosotros lo sabemos”.
Twain continúa desacreditando todas las mentiras oficiales y la propaganda santurrona de los gobiernos de la “cristiandad” que dominaban el mundo:
“La cabeza de cada estado y la soberanía en la cristiandad, y el noventa por ciento de cada organismo legislativo de la cristiandad, incluido nuestro congreso y nuestras cincuenta legislaturas, son miembros no sólo de la Iglesia sino de las bendiciones de la confiada civilización. Esta acumulación mundial de morales cualificadas, elevados principios y justicia, no puede ser algo incorrecto, injusto, no generoso y sucio. Eso es lo que más o menos sabemos. Para no desasosegaros, todo es correcto.
Su enfado por lo que estaba haciendo el imperialismo estadounidense se puede ver en la siguiente frase: “Podemos tener exactamente nuestra bandera habitual con las barras blancas pintadas de negro y las estrellas sustituidas por calaveras y huesos”.
Mark Twain pensaba que la idea de clasificar a los guerrilleros filipinos como rebeldes era algo absurdo. ¿Para él cómo alguien podía ser rebelde en su propia casa? También hoy la resistencia en Irak es criminalizada por los medios de comunicación. Sin duda hay una parte del movimiento de resistencia que utiliza métodos bárbaros. Pero el número de participantes en la resistencia se calcula que supera los 200.000 y que tienen un apoyo de masas. Como tampoco eran criminales ni bandidos los filipinos de hace cien años, la gran mayoría de los “insurgentes” en Irak no son criminales sino la población iraquí luchando por el derecho a gobernarse ella misma.
Mark Twain era lo que podría definirse como un verdadero liberal burgués de su época. Pero hubo otro norteamericano que llegó mucho más lejos que Twain, su nombre era Daniel de León. Era un teórico socialista estadounidense y un dirigente político. Estudió las obras de Marx y Engels, intentó aplicarlas a la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores norteamericanos.
Acabaremos este artículo citando lo que dijo en una editorial, escrita en respuesta a la represión del ejército norteamericano en la lucha filipina de 1899. La editorial se titulaba Libertad a punta de baqueta [parte de un rifle]:
“La batalla de la semana pasada en Manila dicen que ha costa la vida a más de 5.000 filipinos.
Estos hombres tenían una idea de que su país de nacimiento era suyo. Con las armas en la mano, se resistieron al yugo español y consiguieron incluso que la soberanía española sobre el archipiélago nunca fuera más que un hecho nominal. Estalló una pelea entre su tirano y una nación extranjera. Vieron con alegría lo que parecía una interposición divina y ayudaron a EEUU para expulsar a los españoles. Liberados de España se imaginaron libres de todo yugo extranjero.
No fue así. Nuestro gobierno capitalista inmediatamente proclamó la posesión a través de la ‘conquista’ y asumió el papel de dispensador de la libertad con un estilo bastante propio. ‘Estos filipinos’, decía nuestro gobierno, ‘no saben lo que significa la libertad; debemos enseñarles’. La enseñanza se está produciendo ahora; han recibido la primera lección. Con la baqueta como instrumento, la ‘libertad’ es clavada en las gargantas de los patriotas insurgentes a quienes nuestros capitalistas expansionistas insultan con el nombre de ‘insurgentes’.
Pero el proceso de libertad a punta de baqueta no está ocurriendo sólo en la lejana Filipinas. Por cada filipino masacrado más allá del Pacífico un trabajador es masacrado o se está poniendo la base para que se masacre también aquí en EEUU. Sólo sobre los cuerpos postrados de los ‘insurgentes’ filipinos nuestro gobierno puede marchar hacia el establecimiento de su peculiar ‘libertad’ y promover su sistema social en ese archipiélago. El establecimiento de fábricas norteamericanas en Filipinas es equivalente a un proceso de nivelación de salarios aquí al que se le dará el nombre de “igualación”, pero que en realidad significa MUERTE”. (The People. Vol. III. Nº 46. Domingo 12 de febrero de 1899).
Estas palabras elocuentes se pueden aplicar igualmente hoy a lo que está haciendo el imperialismo estadounidense en Irak. Como ocurrió entonces, mientras la administración norteamericana libra una guerra contra el pueblo de Irak también mantiene una guerra salarial en casa contra los trabajadores estadounidenses.
Londres, 21 de Febrero 2005
Traducción de Mark Twain, Daniel De Leon and the war in Iraq