Algunos en la izquierda plantean un paralelismo entre la deriva dictatorial de Milei en Argentina con el «fujimorazo» en Perú en 1992, cuando Fujimori utilizo sus poderes constitucionales para implantar una dictadura de facto en el país andino. Pero esto no se sostiene por ningún lado. Al contrario, en Argentina vamos a un proceso de estallido popular.
En primer lugar, «el chino» utilizó convenientemente la deriva loca de Sendero Luminoso con sus acciones terroristas indiscriminadas, estimuladas abiertamente por el aparato de Estado peruano. Esta situación de «caos» sangriento le vino como anillo al dedo para imponer progresivamente un régimen violento y represor. En el proceso, la clase obrera peruana sufrió importantes derrotas.
En Argentina, afortunadamente y a diferencia de lo que ocurrió en la primera mitad de los 70 del siglo pasado, no existe guerrilla alguna, ni en la sierra ni en las ciudades, que pueda ser utilizada para enloquecer a la clase media y desorientar a la clase obrera. La clase obrera argentina, si bien sufre el flagelo de la crisis y la hiperinflación, no ha conocido ninguna derrota seria en 25 años. Sus fuerzas están intactas, y es una clase obrera con una fuerza sindical muy poderosa. La nueva generación no conoció siquiera el «menemato» de 1990-1999.
Milei está perdiendo rápidamente apoyo popular, conforme sus medidas están empobreciendo aún más a la población y ésta ve que a los ricos no se les toca un pelo. Hay rabia no solo contra las medidas económicas, sino también contra las medidas represivas que ha empezado a aplicar. Ya hay encuestas, a menos de un mes de asumir, que dan un 55% de rechazo popular a Milei.
La huelga general del 24 de enero convocada por la CGT y las CTA va a actuar de punto focal para agrupar todo el descontento social, no solo de las familias trabajadoras sino de todas las capas sociales alcanzadas por la crisis. Ya se puede pronosticar que va a tener un acatamiento unánime, tras la cual se va a desatar una lucha intensísima por aumentos salariales ante el azote de la hiperinflación y contra el cierre de empresas al que puede conducir la política de ajuste brutal del tándem Milei-Macri.
Si el gobierno apuesta por una represión abierta el 24E, para la cual no le dan los números de las fuerzas policiales para enfrentarse a cientos de miles o millones en las calles, los desarrollos pueden ser imprevisibles.
Incluso si el gobierno fuera capaz de sobreponerse al paro general, es inevitable que en cuestión de meses, cuando su política antiobrera alcance la plenitud, volvamos a ver un nuevo alza del movimiento a un nivel superior.
La burguesía argentina, cegada de arrogancia por la aparente victoria deslumbrante de Milei en la balotaje presidencial, ha elegido el camino de enfrentarse abiertamente y sin cortapisas a la clase obrera argentina, a través de una política de «conmoción y terror», jugándosela al todo o nada. Y en absoluto tiene todas las cartas ganadoras bajo su manga.
No, no es la «dictadura» lo que se viene, sino una guerra de clases, que la clase obrera mundial va a observar expectante y con calurosas simpatías hacia sus hermanos argentinos.