El presidente Kirchner llamó la semana pasada a un boicot contra la petrolera Shell a raíz del aumento de los combustibles en sus estaciones de servicio. Ese incremento, de hasta un 4,5%, se da en el marco de aumentos generalizados de precios que ame El presidente Kirchner llamó la semana pasada a un boicot contra la petrolera Shell a raíz del aumento de los combustibles en sus estaciones de servicio. Ese incremento, de hasta un 4,5%, se da en el marco de aumentos generalizados de precios que amenazan con desatar un proceso inflacionario más allá de lo esperado por las autoridades (8% anual que ahora se corrige acercándolo al 10%). Esta semana, después de amenazar con sanciones a algunas empresas, todo se va diluyendo en compromisos de algunos sectores empresariales (Repsol, Petrobras, algunos frigoríficos, criaderos y supermercados) de no aumentar “mientras los precios internacionales se mantengan”.
Este tipo de acuerdos no lograron impedir los incrementos de precios durante el período 2002-2004. Además la OPEP determinó ayer limitar el incremento de la producción a un tercio de lo solicitado por los países industrializados, lo que hace pensar que el precio del barril de petróleo continuará alto. En el último mes pasó de u$s 48 a 55.
Los productos de primera necesidad fueron los que más aumentaron desde principios de año: carne (22%), leche (15%), papas (10,7%), manteca, vestimenta, artículos escolares, etc. Por lo que el boicot presidencial debió hacerse extensivo a muchos otros sectores empresariales. Pero ¿Cómo hacemos los trabajadores para boicotear alimentos y artículos de primera necesidad? ¿Qué alimentos comemos mientras esperamos que bajen, si todo aumentó? ¿Debemos poner a nuestros hijos en huelga de hambre? ¿Con qué útiles los enviamos a las escuelas?
Recordemos que la Argentina produce alimentos para unos 300 millones de personas mientras posee una población de unos 40 millones, de los cuales más de 15 millones, según cifras oficiales difundidas ayer 15 de marzo, están en la pobreza, y de los cuales 6 millones son indigentes, o sea que no pueden alimentarse adecuadamente.
Los empresarios y sus lacayos, la gran prensa y los políticos de derecha buscan siempre culpar a los trabajadores. Atribuyen la inflación a los aumentos de salarios. Pero todos sabemos que los sueldos que recibimos cayeron muchísimo en valores reales desde 2002. Mientras los productos de consumo masivo se incrementaron a más del doble, sólo algunos asalariados (en blanco) recibieron los incrementos otorgados por el gobierno y unos pocos sectores lograron, tras duras luchas, conseguir algún incremento adicional. Dichos aumentos sólo cubren en parte el deterioro salarial. Basta pensar en nuestros propios salarios y en los de nuestros familiares y compañeros.
La realidad es que los sueldos siguen retrasados. La pérdida de poder adquisitivo está lejos de ser recuperada, sólo unos pocos sectores (subte, aceiteros) lo consiguieron en parte, tras huelgas ejemplares.
Las verdaderas causas de los aumentos de precios están en la ansias empresariales de incrementar sus beneficios. Aprovechan cualquier excusa para recuperar sus enormes tasas de ganancia que se habían visto reducidas después de la crisis de fines de 2001.
Además, en una muestra del parasitismo del empresariado nacional, la recuperación de los altos beneficios no se realiza a través de la inversión, la modernización de las máquinas y el aumento de la productividad. Incrementan enormemente sus ganancias mediante una mayor explotación de sus trabajadores y subiendo los precios.
A esto se suma el sostenimiento por parte del gobierno, mediante una enorme emisión monetaria, de un dólar altísimo para seguir beneficiando a los exportadores, ya privilegiados por los precios internacionales del petróleo (¡qué coincidencia!), granos, aceites y otros productos.
Se hizo tan evidente la responsabilidad empresarial que el presidente debió salir a atacar a Shell y a las empresas en general, llamando a boicots y amenazando con sanciones a las que realicen “aumentos injustificados”. Aunque desde el ministerio de economía desmintieron estas últimas.
Con estos llamados Kirchner trata de mantener el conflicto con las empresas dentro de las “sagradas reglas del mercado”. Lo dijo el ministro del interior Aníbal Fernández “las cosas se pondrán en orden por el mercado". Es la continuidad de la ilusión neoliberal que nos quieren volver a vender: la supuesta libertad de elegir a quién y a qué precio comprarle, de la gallina encerrada en el gallinero nacional junto a los zorros libres. La única libertad de esta gallina es la de elegir qué zorro prefiere que la devore.
La única solución es que esas gallinas tomen el control de su gallinero, y expulsen a los zorros. Es necesaria la nacionalización de las petroleras, en especial de YPF, ya que Shell participa de manera menor en el mercado nacional y no es productora. Pero Kirchner no lo hará. Recordemos que fue él quien aseguró la entrega de YPF a Repsol cuando era gobernador de Santa Cruz, enviando en el avión de la gobernación a su diputado, convaleciente, cuyo voto hacía falta para definir la privatización
La inmensa mayoría trabajadora de la sociedad debe recuperar las palancas fundamentales de la economía: nacionalizar las empresas de energía (YPF, gas, eléctricas), agua, transporte (FFCC, aerolíneas), bancos, el comercio exterior, etc. bajo control de los trabajadores y sin resarcimiento ya que los concesionarios se embolsaron durante una larga década gigantescos beneficios.
El control de los trabajadores y usuarios de las empresas renacionalizadas es necesario para asegurar un buen servicio y evitar vaciamientos (como los ocurridos previa privatización), negociados de “contratistas”, tarifas desmedidas, etc.
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