El presente documento es una interpretación marxista del proceso revolucionario latinoamericano. No creemos ni que el desarrollo capitalista actual haya sido una fatalidad histórica por la que las masas tenían necesariamente que pasar, ni que exista El presente documento es una interpretación marxista del proceso revolucionario latinoamericano. No creemos ni que el desarrollo capitalista actual haya sido una fatalidad histórica por la que las masas tenían necesariamente que pasar, ni que exista una fórmula mágica para resolver el problema clave del futuro de los pueblos latinoamericanos que luchan por liberarse de la dependencia del imperialismo y forjar ellos mismos su destino.
Introducción
El presente documento es una interpretación marxista del proceso revolucionario latinoamericano. No creemos ni que el desarrollo capitalista actual haya sido una fatalidad histórica por la que las masas tenían necesariamente que pasar, ni que exista una fórmula mágica para resolver el problema clave del futuro de los pueblos latinoamericanos que luchan por liberarse de la dependencia del imperialismo y forjar ellos mismos su destino.
Sostenemos, a pesar de los puntos de vista de la burguesía, que el futuro no se encuentra en los actuales gabinetes, tribunales o cámaras parlamentarias, sino en las fabricas, las escuelas, los barrios e incluso los cuarteles. Siempre que las masas se han levantado para luchar, han perfilado las bases del nuevo sistema que sustituirá al capitalismo y que ya vive en cada huelga, cada movilización y cada levantamiento.
La burguesía y todas sus instituciones no se tientan el corazón para emplear todos los medios para impedir que ese nuevo mundo surja. Los trabajadores en cambio nunca dudan en arriesgarlo todo, incluso la vida, por ese futuro. La responsabilidad de cada revolucionario es mantenerse al lado de las masas, manteniendo la mente en plena actividad para interpretar y canalizar esas aspiraciones y esas luchas para preparar la victoria final, en un proceso en donde también las derrotas ayudarán a clarificar el camino, los elementos teóricos y políticos para hacerlo. Este documento no pretende descubrir nada nuevo, solamente es parte de un esfuerzo por impulsar un debate en el seno de las organizaciones de masas sobre la revolución latinoamericana y sus perspectivas. Si contribuimos a propiciar ese necesario debate, el objeto del documento estará cubierto.
La clase obrera y el campesinado pobre no dejarán de luchar y menos ahora que nunca. Este documento también está dedicado a su lucha y su esfuerzo creativo.
LA REVOLUCIÓN PERMANENTE
Antecedentes
Este planteamiento elaborado por Trotsky, es un desarrollo de las conclusiones que Marx había sacado de la revolución alemana de 1848, cuando la burguesía optó por pactar con la aristocracia abandonando a los obreros y campesinos a la brutal represión:
"Mientras que los pequeños burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápidamente posible que se pueda (…) nuestros intereses y nuestras tareas consisten en hacer la revolución permanente hasta que sea descartada la dominación de las clases más o menos poseedoras, hasta que el proletariado conquiste el poder del Estado, hasta que la asociación se desarrolle, y no solo en un país sino en todos los países dominantes del mundo, en proporciones tales, que cese la competencia entre los proletarios de estos países, y hasta que, por lo menos, las fuerzas productivas decisivas estén concentradas en manos del proletariado" (Mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas, Londres marzo de 1850).
El desarrollo del capitalismo de su fase de libre concurrencia, al imperialismo, lo afianzó definitivamente como modo de producción dominante a nivel internacional, los capitales de los países avanzados fluyeron hacia los países coloniales en búsqueda de mayores ganancias, se instalaron grandes industrias y modernas vías de comunicación en países fundamentalmente agrícolas donde el feudalismo aún oprimía a la mayoría de la población. Un desarrollo desigual y combinado en donde la moderna explotación capitalista, se alternaba con las formas más ancestrales de explotación.
Los únicos socios que podían encontrar los imperialistas eran los miembros de la oligarquía terrateniente, de ésta manera la burguesía autóctona nació sujeta de pies y manos a su amo francés, inglés o alemán, según el caso. Evidentemente el desarrollo capitalista a la larga generó distintos estratos de burgueses, que en algunos de los casos de manera tímida reclamaban espacios en la forma de mayores libertades democráticas, independencia, etc. Sin embargo, en última instancia su posición de clase los llevó siempre a aliarse con los imperialistas para sofocar el movimiento revolucionario.
Los grandes capitalistas (en muchos casos terratenientes) no tenían ningún interés en impulsar una reforma agraria o establecer reformas de carácter democrático burgués en los diversos países dependientes. Es más aprovechaban, y aún lo hacen, las formas de explotación ancestrales para exprimir de manera brutal a las masas.
La única clase capaz de encabezar un movimiento democrático o de liberación nacional y llevarlo hasta sus últimas consecuencias es el proletariado, aliado con los sectores más oprimidos del campo.
Trotsky rechazaba la teoría menchevique según la cual, durante la revolución burguesa, la clase obrera debía conformarse con apoyar a la burguesía liberal y sólo después de que ésta llegara al poder, y consolidara un largo periodo de desarrollo capitalista, podría pensarse en la revolución socialista. Esta teoría convertía al proletariado en mero apéndice de la burguesía liberal, creando ilusiones en ésta y en la práctica sujetando al partido del proletariado haciéndolo incapaz de tener cualquier iniciativa revolucionaria. Se trataba de una interpretación mecánica, -es decir no dialéctica-, del tránsito de un modo de producción a otro.
El sistema capitalista fue en un inicio un sistema progresista, ya que dio un enorme impulso al desarrollo de las fuerzas productivas. Este proceso no se dio sin choques entre la naciente burguesía y los representantes del feudalismo que obstaculizaban su desarrollo. En cambio, la burguesía de los países dependientes surgió cuando el capitalismo era ya de hecho el modo de producción dominante a nivel internacional, de ahí su papel dependiente política y económicamente.
Uno de los elementos básicos de una revolución democrático burguesa es la reforma agraria. La burguesía no podía emprender acciones serias para llevarla acabo en la medida que en muchos casos ellos mismos eran terratenientes o socios de los mismos. Además otro factor de diferencia era que el proletariado de los países coloniales aparecía, no en las condiciones del siglo XVII o XVIII, sino del siglo XX con un crecimiento vertiginoso, fuerte y capaz de enfrentarse a la burguesía con demandas propias a diferencia de los proletarios del inicio del capitalismo. Una lucha revolucionaria tendría que involucrar necesariamente al proletariado, en la cual fortalecería su conciencia de sí mismo y su nivel de lucha y organización no pudiendo detenerse en el nivel puramente democrático burgués que pretendiese imponerle la burguesía liberal. El conflicto entre capital y trabajo se vería de pronto en el centro de la escena.
Por estas razones la burguesía liberal tenía pánico a un conflicto que pudiera generar un despertar revolucionario de los trabajadores, por lo que en vez de apoyar los procesos revolucionarios terminaban por conciliar con el imperialismo ayudándolo a aplastar las luchas, en muchos casos de manera sangrienta. Sólo el proletariado al no tener una alternativa dentro del sistema, estaba capacitado para ofrecer una alternativa realmente distinta al capitalismo. Con un programa, métodos e ideas correctos se podría ganar el apoyo de los campesinos pobres y avanzar, contando con el desarrollo de la revolución mundial, hacia la construcción de una sociedad socialista.
Un proceso revolucionario, señala Trotsky, que se da en países dependientes, sólo pude mantener y hacer avanzar las conquistas revolucionarias, aplicando medidas de carácter socialista como la nacionalización de los medios de producción y planificando la economía. Este sería el único medio para garantizar unas condiciones de vida dignas para las masas de trabajadores del campo y la ciudad y sacar a estas economías atrasadas del callejón sin salida en el que se encontraban. La revolución permanente significa que la revolución democrática se transforma, en un momento dado, de desarrollo revolucionario en socialista o de lo contrario el proceso de la contra revolución aplastaría los avances hasta ese momento logrados.
Así mismo el socialismo sólo puede ser construido internacionalmente. Es posible la victoria en un país atrasado, esto esta claro, pero para poner los cimientos de una economía socialista la revolución debe extenderse más allá de los límites de una nación, de lo contrario la lucha por lo indispensable generaría el surgimiento de una casta burocrática, llevando al estado obrero a deformaciones cada vez mas graves, que llevarían a la larga a la derrota de la revolución.
El caso de América Latina
Pese a que el descubrimiento de América fue elemento clave para el proceso de acumulación originaria del capital en los países europeos, un elemento que supuso una extracción de riquezas y explotación de fuerza de trabajo de dimensiones colosales, a pesar de eso, el régimen económico implantado por la colonia estaba basado en una combinación de elementos feudales e incluso esclavistas en aras de la mayor extracción posible de plusvalor.
Señala Enrique Semo:
"El periodo de acumulación originaria en Europa corresponde en América Latina a un periodo de expropiación de riquezas y "desacumulación originaria". (…) El gobierno virreinal y los españoles se encargan de transferir la mayor parte hacia la metrópoli. La sociedad novohipana se caracteriza por un excedente relativamente grande: las tasas de explotación son las más altas de la época. Pero el excedente disponible en la colonia es una parte relativamente modesta del total. De ahí el contraste "inexplicable" entre la pobreza de las masas y la falta de poderío de las clases dominantes novo hispanas. En la Nueva España, o en el Perú se generaba suficiente excedente para transformar a estos países en potencias (de carácter feudal o incipientemente capitalista). Pero en realidad esta posibilidad nunca existió. (Enrique Semo, Historia del capitalismo en México., Pág. 232).
La independencia no significó cambios importantes, la aristocracia criolla, -que siempre fue un puente para la extracción de riquezas al viejo mundo-, vio en el proceso de independencia una gran oportunidad de continuar la explotación despiadada de los trabajadores apropiándose de todos los excedentes.
En cuanto a la relación con el exterior, como es conocido la mayor parte de las riquezas extraídas de América Latina iban a parar por una u otra razón a los países capitalistas más desarrollados. La independencia no hizo sino profundizar este flujo:
"Buena parte del capital extranjero actúa desde el interior mismo de nuestras formaciones sociales, a través de súbditos metropolitanos que por ese sólo hecho Gozan de privilegios (…) su acción contribuye a monetizar muchas veces por primera vez la economía local, más no en vista de una implantación inmediata del modo de producción capitalista sino con el fin de perpetrar aquellos actos de pillaje típicos del capital comercial. (Agustín Cueva, El desarrollo del Capitalismo en América Latina, Pág. 28)
Los caudillos revolucionarios como Hidalgo y Morelos fueron ferozmente combatidos por los mismos generales que dieron el visto bueno a la independencia cuando había sido derrotado el movimiento de masas.
En el Sur Bolívar, Sucre, Artigas, pese a pugnar por una profunda transformación de las relaciones semifeudales no tenían una clase social que diera soporte a su programa. Fueron traicionados y muertos por la aristocracia criolla semifeudal que en lugar de avanzar a la unidad latinoamericana, dividió cada país en función de sus mezquinos intereses de influencia.
La identidad nacional de cada territorio latinoamericano, se construyó en la lucha de clases de las capas más bajas en contra de los terratenientes criollos y no pocas veces en contra de sus socios extranjeros. Sin duda los levantamientos populares de campesinos y artesanos en contra de la combinación opresiva del capital comercial y un régimen que explota aún por medio de la servidumbre y el esclavismo genera la segunda oleada de lo que podríamos decir incipiente revolución burguesa. Un ejemplo de ello fue el movimiento de artesanos colombianos de 1847 que al grito de "Pan, trabajo o muerte, viva el ejército y los artesanos, abajo los monopolizas", toma el poder el 17 de abril de 1854 y resiste hasta el 4 de diciembre de ese año. Las medidas implementadas por la república de artesanos acaudillada por José María Melo fueron aplastadas por una alianza de los grupos de terratenientes liberales y conservadores junto con los capitalistas extranjeros. Como buen revolucionario latinoamericano Melo murió en 1860 en México luchando al lado del pueblo y asesinado por los mismos intereses que combatió en Colombia.
Al final la lucha de las masas permitió la derrota de los sectores más reaccionarios; la Guerra de Reforma en México o la guerra federal en Venezuela son sólo algunos ejemplos, pese a ello el advenimiento de fase imperialista de los países avanzados a finales del siglo XIX bloqueó un proceso "democrático de tránsito al capitalismo", la burguesía imperialista buscaba socios y no los encontró en la pequeña burguesía y sus caudillos sino en los terratenientes. Rápidamente se gestó un proceso de alianza entre la clase terrateniente, la parte de esa misma clase que se había dedicado al comercio y que se estaba convirtiendo rápidamente en capitalista "comprador" o más bien socio local de la burguesía inglesa o norteamericana.
Antes de este periodo la economía latinoamericana estaba supeditada a las necesidades de acumulación del capitalismo de los países avanzados, esto se hacia por medio de la simple usura, y del comerció. No obstante el imperialismo necesitaba una estructura económica más acorde a la exportación de capitales, ello la llevó a la formación de empresas dotadas de la más alta tecnología, más sujetas a la metrópoli que al país donde estaban concentradas, las grandes plantaciones de las Antillas, las explotaciones de estaño de Bolivia, entre otras, significaron la formación de islotes capitalistas que no generaron bienestar sino mayores calamidades para las masas.
El capitalismo que se iba introduciendo, implicó un proceso de despojo de grandes extensiones de tierras acordes a las necesidades de la oligarquía, pese a disfrazarse de acciones liberales, constituyeron un gran despojo que a parte de permitir grandes explotaciones para el mercado internacional, proporcionaban mano de obra "libre" para ser empleada por el incipiente capitalismo. Para 1913 de los 6 mil 600 millones de dólares invertidos por Ingleses y norteamericanos en América Latina el 46% se orientó a las comunicaciones, especialmente los ferrocarriles, el 31% a especulación financiera y el 20% a actividades productivas.
En el caso de México, de 1881 a 1906 las compañías deslindadoras otorgaron a propietarios privados más de 49 millones de hectáreas (Jesús Silva Herzog, Breve historia de la revolución Mexicana, Pág. 19), en Guatemala se decreta una Ley parecida a la mexicana por medio de la cual se adjudican a terratenientes zonas consideradas baldías, lo mismo sucedió en Colombia. En el caso de Brasil tuvo lugar a la par de un proceso de liberación de esclavos, que se implementaba más por liberar a los terratenientes de los costos de la manutención del esclavo que por afanes libertarios. En Argentina durante las últimas décadas del siglo XIX se repartieron a 88 propietarios 5 millones de hectáreas, en Chile se despojó durante el mismo periodo 1 millón 125 mil hectáreas a los pueblos indios. En Paraguay 29 millones hectáreas son entregadas a particulares, aunque cabe aclarar que aquí la resistencia local a entrarle a la "globalización oligárquica" significó una guerra en la que los ejércitos combinados de Argentina, Brasil y Uruguay masacraron a uno de cada tres varones paraguayos. Otro caso donde hubo que "apelar" a medios poco diplomáticos fue Nicaragua y Haití donde los invasores yanquis se ocuparon directamente de hacer el "reparto" (Agustín Cueva, op. cit. p.74-77).
Las explotaciones agrícolas para la exportación necesitaban puertos más modernos, sistemas de comunicaciones como vías férreas, bancos, etc. El mercado interno se creaba por dos vías, por un lado el despojo de los campesinos los separaba de los medios para producir ellos mismos sus propios satisfactores, especialmente de alimentos, abriéndose espacios para un mercado aunque fuera de subsistencia; por otro lado la introducción de grandes empresas obligaba a la creación de un mercado de bienes de producción. De este modo se gestaba un capitalismo distinto al europeo o norteamericano.
El resultado para las masas fue espantoso, mientras que la economía crecía vertiginosamente el nivel de consumo de las masas disminuía; En México los salarios cayeron una cuarta parte, en Brasil el ingreso per cápita cayó un promedio de un 0.6% anual entre 1872 y 1900, lo mismo sucedió en Colombia y en Chile.
Un fenómeno ejemplar fue la producción agrícola en este periodo, mientras que los productos destinados para la exportación se expandían, aquellos destinados al consumo de las masas populares caían entre un 21% para el fríjol, 22% para el maíz y 17% para el trigo entre 1877 y 1907 sólo en el caso de México (Jesús Silva Herzog, op. cit. Pág. 26)
El régimen que se formó defendía formalmente la "democracia" pero sometió a sangre y fuego a los trabajadores latinoamericanos, según la conveniencia de los grandes burgueses.
En la más pura tradición burguesa la legalidad del Estado Latinoamericano de aquellos tiempos penaba gravemente cualquier tipo de organización sindical o reivindicación ya sea de salarios o condiciones de trabajo, y por tanto legitimaba la existencia la violencia que tanto las guardias de seguridad privadas de los capitalistas y terratenientes como la policía y el ejército ejercían contra toda lucha obrera o campesina.
La "democracia" estaba restringida a un pequeño puñado de terratenientes, burgueses y sus empleados, la consecuencia lógica de este régimen fue a mostrarse paulatinamente como dictaduras abiertas el incremento de las luchas de masas.
La vía oligárquica había servido de puente entre la injusta sociedad semifeudal de la colonia y la injusta sociedad capitalista, no obstante era un capitalismo sumamente débil, con un mercado interno básicamente de subsistencia combinado con ciertos sectores tecnológicos altamente desarrollados y dependientes casi exclusivamente del comercio internacional.
Las nuevas fuerzas de la burguesía no eran capaces de emprender cambios verdaderamente revolucionarios pese a que los necesitaran. Cuando las masas se levantaron en luchas sin precedentes en contra del dominio oligárquico se creó un vacío; los partidos comunistas empecinados en la política de unidad a toda costa con sus propias burguesías (ordenes de Stalin, que incluso condenó los levantamientos de Farabundo Martí en El Salvador en 1932 y el brasileño de 1935), no dieron la batalla y el vacío al final fue aprovechado por diversos sectores de la burguesía nacional.
En ese periodo la crisis del capitalismo de 1929 significó una profundización de las precarias condiciones de las masas, fue la gota que derramó el vaso y al mismo tiempo obligó a la burguesía nacional a crear una cierta forma de intervención estatal que tenía como fin la creación de la infraestructura material para el desarrollo capitalista.
México
En México, el proceso se desarrolló con cierta antelación al conjunto de América Latina con el estallido de 1910. El auge revolucionario se centró con la alianza entre zapatistas y villistas a finales de 1914, lamentablemente los ejércitos campesinos no tenían y podían tener una alternativa distinta al capitalismo, esto a la larga generó un vacío que fue llenado por la burguesía nacional, la cual a través de la burocracia estatal se encargó que establecer una relación de sociedad con el imperialismo a la vez que construía fuertes mecanismos de control y represión sobre el movimiento de masas. No obstante el proceso revolucionario sí logró destruir las bases materiales de la oligarquía terrateniente, la cual fue eliminada económica y en algunos casos físicamente por los revolucionarios, sólo de este medio se pudo desarrollar de una forma más o menos libre de obstáculos semifeudales el régimen capitalista en México. Al mismo tiempo hay que señalar que las luchas de masas mantuvieron un nuevo auge durante los treintas el cual puedo haber sido catastrófico para la burguesía. Una oleada de huelgas se desarrolló de forma interrumpida desde 1935 lo que llevó al gobierno a emprender diversas nacionalizaciones entre ellas la del petróleo. El partido comunista pese a ser numéricamente pequeño poseía una gran fuerza sindical al punto de aspirara a encabezar la nueva central (Confederación de Trabajadores de México), la cual se había creado para combatir la reaccionaria ley del trabajo aprobada en durante la jefatura máxima de Plutarco Elías Calles. El PCM era también fuerte en el terreno juvenil y el campesino, no obstante, atendiendo los llamados de Moscú a ceder la dirección de la lucha antifascista al gobierno, cedió todas sus posiciones y eliminó cualquier posibilidad de una política clasista en la dirección del proletariado mexicano, la cual fue hegemonizada por vasallos de la burguesía, como Fidel Velásquez. No obstante la fuerza del movimiento obrero fue tal que el gobierno le cedió la dirección de los ferrocarriles, del petróleo y otras industrias, en el campo la agitación permitió que se repartieran cerca de 20 millones de hectáreas.
Nicaragua
Sandino encabezó durante los treintas una exitosa lucha en contra de la ocupación norteamericana, las bases campesinas del sandinismo de aquellos tiempos, también terminaron siendo derrotadas por la reacción que dio pie a la dictadura de los Somoza. En este caso el proceso revolucionario fue cortado, Somoza encabezó una auténtica contrarrevolución eliminando las reformas sandinistas y afianzando aún más los nexos semicoloniales con los Estados Unidos, de hecho alguna vez Roosevelt respondía a aquellos que lo cuestionaban por el apoyo norteamericano a Somoza : "Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
El Salvador
En enero de 1932 luego de un golpe de Estado, el partido comunista de El Salvador recién creado en dos años atrás, emprende una insurrección ante un burdo fraude electoral por medio del cual el dictador Hernández Martínez pretendía legitimarse. Se podría hablar de falta de preparación, de la juventud del partido, de la falta de condiciones y tal vez se tendría razón pero los más de 5 mil trabajadores y activistas asesinados para sofocar la rebelión, incluyendo su dirigente Farabundo Martí, demuestran que era un movimiento profundo y estaba lejos de ser una simple aventura. Durante dos semanas el ejército lucha contra trabajadores y campesinos limitadamente armados y los tuvo que masacrar. Por supuesto los barcos de guerra norteamericanos e ingleses, se aproximaron a las costas salvadoreñas, para lo que se le ofreciera al "dictador". En este caso, pese a la derrota el movimiento nunca pudo ser controlado del todo y para 1944, producto de otro levantamiento popular cayó el dictador. Para los adoradores de los hechos consumados la insurrección de 1932 fue un error, para los comunistas auténticos es un acontecimiento que nos llena de orgullo y nos estimula a seguir la idea que los impulsaba, la internacional comunista totalmente estalinizada condenó, por supuesto, el levantamiento. No es raro, solamente un año después saludó la llegada de Hitler al poder en Alemania.
Chile
En Chile las convulsiones sociales cestadas a lo largo de los años veintes desembocan en la república socialista de junio de 1932 presidida por Carlos Dávila. Lamentablemente, el Partido Comunista de Chile consideraba que todo aquello que no fueran ellos mismos, era reaccionario, lo que facilitó el asilamiento de la república socialista la cual fue aplastada con un golpe de Estado en septiembre de 1932 encabezado por Arturo Alessandrí. Cierto es también que el Gobierno de Dávila no hizo nada para entregar armas al pueblo ni existía una organización política de masas que fungiera como estructura fundamental de una transformación social, por lo que el gobierno de Dávila se vio suspendido en el aire. No obstante es evidente que el proceso se da en los marcos de un proceso revolucionario a nivel continental y un triunfo en Chile o en cualquier otro país en ese momento hubiese modificado toda la situación. Al final, a pesar de la derrota el elemento más importante de aquel episodio fue la necesidad de un partido marxista, como lo pretendió ser en sus inicios el Partido Socialista creado poco después.
Brasil
En Brasil la crisis social se había desatado también durante los años veintes, periodo durante el cual se desatan insurrecciones por parte de jóvenes oficiales, los tenentes (tenientes). La más conocida, debido a que se transformó en un movimiento que recorrió gran parte del territorio brasileño y no logró ser aplastada por el ejército, fue la dirigida por el capitán Luis Carlos Prestes. Al final estalla la revolución de 1930 que pese a la forma que esta asume, sí logra trastocar para siempre la dirección política que la oligarquía brasileña ejercía desde la época colonial, es cierto que el proceso de 1930 surge como un conflicto entre diversas facciones de la oligarquía y que al final surge Getulio Vargas como la figura que la burguesía nacional emplea para capear el temporal, no obstante el proceso no se detiene en 1930, la crisis política se profundiza y ello incluyó la mal orquestada insurrección comunista dirigida por Prestes en junio de 1935. La salida bonapartista de 1937 con la proclamación del Estado Novo, marcó el final de un proceso y una derrota muy costosa que pudo ser evitada. Nuevamente el Partido Comunista Brasileño tuvo gran responsabilidad al actuar en el momento equivocado por las razones equivocadas, facilitando al gobierno de Vargas el combate a los comunistas y al conjunto del movimiento obrero.
Cuba
En Cuba mientras tanto, la revolución también da la cara. Ya durante los veintes el marxismo cubano enfrentó la dictadura de machado construyendo al Partido Comunista y varios sindicatos. El asesinato de Mella en México no paró la revolución, en 1930 las manifestaciones de decenas de miles de trabajadores exigiendo poner fin a la dictadura se suceden una tras otra. Así llega el año de 1933. Con la mayoría en los sindicatos y con decenas de miles de militantes, el PC tenía la clave de la situación, no obstante cometió error tras error; en primer lugar no reconoció la situación revolucionaria que se estaba desarrollando y en lugar de plantear un programa para la toma del poder señalaba que dado que la revolución sería nacional, lo que correspondía a los comunistas era lograr mejoras materiales, por lo cual ante el estallido de una huelga general pactó una salida negociada con el gobierno de machado. (S. Tutino, L"Ottobre cubano, Pág. 65).
En agosto estalló la huelga en el transporte, la cual el dictador busca sofocar violentamente, como suele acontecer en estos casos, los soldados se rehúsan a intervenir sumándose de este modo a la revuelta que termina por derribar a Machado. Los acontecimientos toman al PC totalmente por sorpresa y pretendiendo recuperar las posiciones perdidas da un giro utraizquierdista. No obstante sectores de la oficialidad habían aprovechado las circunstancias para aparecer como árbitros en el seno del gobierno, de entre ellos surge, por cierto, Somoza. Sin duda la burguesía estaba muy dividida entre sí, los gobiernos formados sólo duraban algunos meses y se abría el espacio para un nuevo dictador, mientras tanto los comunistas eran fieramente reprimidos producto de los errores de su dirección.
¿Democracia o socialismo?
Nos hemos detenido un poco más en los acontecimientos políticos de los años treintas para demostrar que la lucha contra el sistema capitalista implantado por la alianza entre la oligarquía y el imperialismo fue ferozmente combatido por las masas latinoamericanas y estos acontecimientos constituyeron una verdadera revolución continental.
La proximidad de la guerra impedía una acción contundente del imperialismo, como pasaría decenios después, al mismo tiempo la tímida burguesía emergente resultaba como beneficiaria de la política unas veces ultraizquierdista y la más de las veces abiertamente claudicante, que tenían los partidos mal llamados comunistas.
La naturaleza aborrece el vacío, las masas se habían levantado contra el capitalismo oligárquico pero los partidos comunistas habían desperdiciado la oportunidad de avanzar al frente. Marxistas como Agustín Cueva consideran el resultado de este proceso como producto del carácter "semicampesino" del proletariado (Cueva, El desarrollo del Capitalismo en América Latina, Pág. 157). Cueva considera que las derrotas del proletariado fueron una mal necesario en su proceso de conformación en clase en sí y que el carácter francamente socialista de la lucha proletaria se verificará en el marco de la crisis del populismo o capitalismo de Estado que resultó de la mayoría de las luchas antioligarquicas.
En nuestra opinión una revisión de los acontecimientos de ese periodo conceden en todos los casos grandes posibilidades de triunfo al proceso revolucionario. En todos los casos el establecimiento de ese "capitalismo de Estado" conocido como populismo no fue sino resultado de la derrota de la revolución, es decir significó una salida reaccionaria en el marco de la imposibilidad de que la oligarquía retomara el control y de la necesidad de responder a las demandas de las masas que se habían levantado y a las necesidades mismas de los capitalistas, en particular la creación de una infraestructura mínima que posibilitara su desarrollo.
Una auténtico triunfo de revolución hubiera significado el avanzar en la completa democratización de la sociedad, en el control de los bancos y la industria por parte de los trabajadores, es decir, en la realización de medidas de carácter socialista, no era que la revolución no fuera socialista en 1930, de hecho ninguna revolución empieza con proclamas socialistas, sino luchado contra el sistema establecido, es decir, se engendran como producto de la crisis de una formación social determinada. Las consignas que llevaron al poder a los bolcheviques eran pan, paz, tierra. No eran socialistas en sí, no obstante Lenin y Trotsky sabían que su realización implicaba el avance de la revolución hacia el socialismo. En el marcos del sistema capitalista en su fase imperialista, es decir con un sistema económico global esto era válido para Rusia en 1917, mucho más para América Latina en los treintas, la cual estaba en algunos casos muchísimo más desarrollada que Rusia en 1917.
Es verdad que la derrota enseña, y sin duda el análisis de las derrotas de los treintas nos sirve ahora y servirá a los revolucionarios del futuro. No obstante las derrotas no son inevitables, lo mostró la revolución de octubre y experiencias como la cubana de la cual nos ocuparemos en el futuro.
León Trotsky ocupándose del problema de México, señalaba algunas cuestiones que son válidas para el peculiar resultado de los procesos revolucionarios de los treintas y años posteriores:
"En los países industrialmente atrasados el capital extranjero tiene una función decisiva. De aquí la relativa debilidad de la burguesía nacional respecto al proletariado nacional. Esto determina un poder estatal de tipo particular. El gobierno se balancea entre el capital extranjero y el capital indígena, entre la débil burguesía nacional y el proletariado relativamente fuerte. Esto proporciona al gobierno un carácter bonapartista sui géneris, de tipo particular. Se coloca, por así decir, por encima de las clases. En realidad puede gobernar o convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y manteniendo encadenado al proletariado dictadura policíaca o maniobrando con el proletariado y alcanzando incluso a hacerle algunas concesiones, asegurándose en tal modo la posibilidad de una cierta libertad en confrontaciones con algunos capitalistas extranjeros. La política actual (de Cárdenas). Se coloca en la segunda categoría: sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de la industria petrolera. Estas medidas se colocan directamente sobre el plano del capitalismo de estado. No obstante, en un país semicolonial, el capitalismo de estado se encuentra bajo la pesada presión del capital privado extranjero y de sus gobiernos y no puede mantenerse sin el apoyo activo de los trabajadores. Por esto son dejarse escapar de las manos el poder real, intenta de hacer recaer sobre las organizaciones obreras gran parte de las responsabilidades para el funcionamiento en los sectores nacionalizados de la industria." (León Trotsky, Industria nacionalizada y gestión obrera).
El Río de la Plata, un caso particular
Un caso particular en los acontecimientos de los Estados latinoamericanos fue El Río de la plata. La ausencia de una fuerte economía de carácter colonial facilitó una inserción relativamente más simple de relaciones capitalistas de producción. La propiedad terrateniente de un carácter francamente capitalista desde finales del siglo XIX y las necesidades prácticas de la exportación de productos agropecuarios los llevó a una industrialización muy temprana, al grado de que para mediados del siglo, aún luego de quince años de problemas derivados de la crisis del 29 el porcentaje de trabajadores asalariados en Argentina y Uruguay representaba cerca del 70% de la población económicamente activa.
De forma paralela, este proceso produce una sindicalización de una forma muchísimo más basta que en otras regiones latinoamericanas, no obstante esto, las bases del desarrollo capitalista se encuentran en la explotación de la agroindustria. La crisis de 1929 azota de forma significativa estas economías, por lo que en este periodo lo que encontramos no es una crisis del sistema oligárquico semicolonial como se dio en otras regiones latinoamericanas, sino una crisis de la oligarquía capitalista nacional fincada en las exportaciones de materias primas, especialmente alimentos. "En Argentina el ingreso por habitante disminuyó cerca de 20% entre 1929 y 1934 y sólo en 1946 recuperó el nivel alcanzado antes de la crisis; en Uruguay, todavía en 1943 tal ingreso era inferior al de quince años antes; en Chile, en 1937 el producto interno bruto aún no había recuperado, en términos absolutos, el nivel de 1929" (Agustín Cueva, op. cit., Pág. 173)
Como sea, el proceso terminó no siendo muy diferente del caso de los demás países latinoamericanos, el surgimiento de Perón, en los treintas a lado del gobierno militar y su posterior instauración como un "pequeño Bonaparte" en los cuarentas contienen los mismos elementos que nutrieron los gobiernos llamados populistas o del llamado "capitalismo de Estado" que ya se observaban en otras regiones.
El crecimiento de la posguerra
Así, como subproducto de la revolución antioligarquica, el capitalismo de Estado y el bonapartismo sui géneris, se establecen en periodos muy variables, pero con resultados generalmente similares.
En general entre los cuarentas y cincuentas se observa un crecimiento relativamente importante de la economía latinoamericana, de hecho aumenta un 80% entre 1942 y 1962. En lo que se refiere a la región en el mismo periodo, la agricultura crece a un promedio del 3.2%, no obstante la industria es la que sufre una transformación espectacular; entre 1945 y 1955 la producción industrial creció un 50%, en Uruguay un 120%, en Chile un 30%, en México un 100%, en Brasil un 120%( Celso Furtado, la economía latinoamericana, desde la conquista ibérica hasta la revolución cubana, Pág. 112).
El imperialismo seriamente debilitado por la guerra se veía muy limitado en su posibilidades de intervención en estos países esto dio espacio para ciertas actitudes "antiimperialistas" de los regimenes señalados, aunque en realidad las cosas eran en términos reales muy distintas cuando se trataba de asuntos realmente importantes.
No obstante este mismo desarrollo se vio fuertemente afectado por el imperialismo una vez que la turbulencia de la posguerra se iba atenuando. De hecho el proceso de industrialización se realizó con base a una masiva importación de bienes de capital. Préstamos e inversiones directas con lo que pese a lo espectacular de las cifras, el crecimiento económico y la industrialización no significaron menor sino mayor dependencia, en total oposición a los postulados de los economistas burgueses de aquellos años.
Sin duda no puede existir economía moderna al margen del mercado mundial, y en el hecho del nivel relativamente alto de los precios de las materias primas determinó un espacio para mantener cierta estabilidad en el crecimiento de las economías latinoamericanas y en su ritmo de industrialización. No obstante, a finales de los cincuentas las cosas empezaron a cambiar y drásticamente.
Por un lado el nivel de los precios de las materias primas empiezan a descender y los países latinoamericanos se ven forzados a aumentar la masa de su producción para mantener el tamaño de sus ingresos, ello también por el tamaño de demanda interna de bienes de capital que continúa aumentando.
Así mismo el capital internacional no se privó de intervenir directamente en la aparentemente pujante expansión latinoamericana y consolidó sus posiciones en todos los sectores de la economía. No sólo en los tradicionales enclaves agroexporadores donde seguía siendo como un Estado dentro de otro Estado, sino en sectores como el bancario donde amplía su presencia un 150% entre 1955 y 1967, de 1950 a 1960 las inversiones directas se incrementan en un 200%. En lo que respecta a los préstamos externos mientras que con ellos se financiaba el 3.3% de la inversión interna bruta, para 1961 representaba el 9.3%.
El resultado de toda esta "participación" fue una extracción neta de más de 20 mil millones de dólares entre 1956 y 1968. A ello hay que añadir la siempre constante fuga de capitales que los burgueses de todos los países latinoamericanos han "patrióticamente" practicado.
Ello explica la razón de que a pesar del crecimiento el nivel salarial y las condiciones de vida del creciente proletariado latinoamericano se mantuvieran estancadas. La clase obrera es como el Prometeo de la mitología griega, constantemente devoran sus entrañas, las cuales se regeneran sólo para volver a sufrir nuevos estragos por parte de los capitalistas, pero existen épocas específicas de la historia donde ese Prometeo se suelta y todo se convulsiona. Un estallido se estaba preparando nuevamente y las condiciones para un nuevo auge revolucionario se gestaban. Millones de obreros jóvenes habían ingresado a las organizaciones y se mostraban frescos para la lucha.
LA OLA REVOLUCIONARIA DE LOS CINCUENTAS
La siguiente fase correspondió a trabajadores y campesinos de países que luchaban ferozmente contra estructuras oligárquicas y proimperialistas.
Las tesis de Pulacayo y el proletariado Boliviano Luchas tardías contra la oligarquía como la revolución cubana de 1959, revolución guatemalteca y la boliviana mostraron que si había una salida al capitalismo dependiente, Los trabajadores mineros bolivianos señalaron: "Los trabajadores una vez en el poder, no podrán detenerse indefinidamente en los limites demo-burgueses y se verán obligados, cada día en mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el régimen de la propiedad privada, de este modo la revolución adquirirá un carácter permanente" (Tesis central de la Federación de Mineros de Bolivia, Pulacayo 8 de noviembre de 1946).
Poco después, decenas de miles de mineros encabezando una rebelión de todo el pueblo despedazaron al ejército y sólo la traición de la dirección del Movimiento Nacional Revolucionario, pudo salvar al capitalismo. Pese a ello, las tesis de Pulacayo se han sembrado en la conciencia de la clase obrera de Bolivia. El paso del tiempo sólo ha demostrado su importancia y su urgencia.
Guatemala
Otro hecho de lucha antioligarquica, ejemplar fue la revolución guatemalteca, que tuvo que ser aplastada por medio de un golpe de Estado instigado por los Estados Unidos en 1954, la razón no era que Jacobo Arbenz fuera socialista, sino que de continuar el proceso revolucionario este tendría que desembocar en el socialismo.
Así se demostró en el tercer gran acontecimiento de este tipo de revoluciones y el más importante hasta nuestros días: la revolución cubana. No tenemos espacio aquí para tratarlo a detalle, solamente decir que el movimiento revolucionario en Cuba siguió el espíritu de las Tesis de Pulacayo, la cual, si somos observadores expresa básicamente las mismas ideas de Marx y Trotsky al respecto del carácter permanente de la revolución.
También es preciso señalar que la revolución permanente nada tiene que ver con la idea de ofensiva permanente, con la que comúnmente se le pretende confundir y por tanto ridiculizar, La idea de la revolución permanente del marxista Italiano Antonio Grasmci es un ejemplo clásico de esos errores.
Otra vez Cuba
En el caso cubano era evidente que hubo procesos de incertidumbre que aprovechaba la reacción, especialmente Estados Unidos para tratar de destruir la revolución. La invasión a la Bahía de Cochinos por parte de mercenarios entrenados por la CIA forzó a la dirección castrista a profundizar la revolución y ello implicó señalar abiertamente su carácter socialista, Fidel hizo esto no por ser trotskista, sino porque era la única forma de salvar la revolución, No obstante el modelo que siguió la revolución cubana no fue el del partido Bolchevique sino el del régimen estalinista de la Unión Soviética, evidentemente que esto ha sido un obstáculo para la extensión de la revolución en América Latina y para la implantación de un auténtico régimen de democracia socialista.
Los marxistas defendemos incondicionalmente a Cuba de las agresiones del imperialismo, así como señalamos que sólo por medio de la economía planificada, elemento socialista del régimen cubano, ha sido posible una auténtica independencia nacional, logrando al mismo tiempo notables avances en el bienestar general del pueblo cubano. Cierto es que hay notables carencias y que la burocracia es un freno que impide un desarrollo social más pleno, pero también es cierto que ningún país latino americano sería capaz de resistir un año el asenso económico y político que se ejerce sobre Cuba. La resistencia del pueblo trabajador de Cuba tiene que ser recordada como uno de los acontecimientos históricos más importantes para el movimiento obrero internacional y es un orgullo para toda América Latina.
Pero no podemos permanecer cruzados de brazos levantando alabanzas. La defensa de la revolución cubana requiere del impulso de la revolución en cada país, es un hecho millones de veces más importante el avance de la revolución venezolana en los últimos años, que todas las caravanas de solidaridad con Cuba, sin que ello suponga que hacer caravanas o recabar víveres este mal.
Con esto demostramos que no hay nada más lejano de la revolución permanente que aquella caricatura de los estalinistas según la cual nos esperamos a que llegue la revolución mundial y mientras tanto menospreciamos cara aspecto nacional, por el contrario los marxistas decimos: la revolución es internacional por su esencia y nacional en su forma, ello mientras subsistan los estados nacionales, cuyos gobiernos y burguesías son los objetivos básicos de cualquier movimiento revolucionario.
Venezuela
Otro acontecimiento importante de aquel periodo, casi paralelo a la revolución cubana fue el levantamiento popular de 1958 en Venezuela, que significó un duro golpe para la oligarquía y que fue capitalizado por los socialdemócratas de Acción Democrática para asumir el gobierno más no el poder, ya que luego del reflujo del movimiento el ejército tuvo manga ancha para reprimir las luchas, la decepción y la popularidad de la revolución cubana llevó a su ala juvenil a participar en la formación de Movimiento de Izquierda Revolucionaria y a perderse en la aventura guerrillera.
Republica Dominicana
Un proceso importante que no podemos dejar a un lado es la revolución dominicana de 1965, ella se inscribe como una de las últimas lucha antioligarquicas. El 1963 es derrocado el gobierno socialdemócrata de Juan Vos, que dio pie a un gobierno dictatorial profundamente reaccionario, las masas lejos de reaccionar con temor o apatía responden con una oleada de huelgas y de tomas de tierras en 1964, esto provoca una ruptura del ejército, parte del cual se suma al levantamiento popular que llega incluso a conformar un gobierno provisional. La burguesía apoyada por una parte del ejército recurre ante la situación desesperada a llamar al ejército norteamericano para que sofoque la rebelión, de este modo 42 mil infantes de marina intervienen, sin lograra sofocar la revuelta pese a inmensa superioridad militar de los norteamericanos, sólo la virtual rendición del Partido Revolucionario Dominicano de Bosh, permitió el fin del gobierno revolucionario del voluntarioso pero confuso coronel Caamaño y la vuelta a la normalidad semicolonial anterior.
La insurrección dominicana fue una lucha de un pueblo carente incluso de organización, pero totalmente dispuesto a no seguir soportando más humillaciones, tanto por parte de la oligarquía como por parte del imperialismo. Así mismo fue una buena prueba que la política socialdemócrata de aceptar el mal menor siempre lleva al mal peor, luego de la derrota de la revolución en la mesa de negociaciones el pueblo dominicano sufrió una inmisericorde represión.
El efecto que produjo en el Coronel Caamaño puede ser un ligero antecedente la revolución ideológica que provoca el proceso vivo de lucha: "Antes de la guerra Patria de abril tenía un modo de ver las cosas (…) cuatro meses y medio de lucha armada hombro con hombro con el pueblo son experiencias intensísimas que tienen que pesar forzosamente en la vida de los hombres. Ver a nuestro pueblo derramando su sangre con heroísmo sin par, conocerlo en toda su grandeza y en toda su desgracia tiene que transformar la admiración en lago más (…) el mil veces maldito imperialismo yanqui era el único responsable de todas las desgracias que sufren no sólo los dominicanos sino todos los demás pueblos de América y del mundo que lucha por su libertad y que sufren la m{as despiadada explotación impuesta directamente por este y con la ayuda de sus lacayos, las oligarquías sin patria y sin moral" (Francisco Caamaño, citado en Daniel Pereyra, Del Moncada a Chiapas)
Desgraciadamente para la revolución Caamaño seguirá el camino de muchos revolucionarios de aquel tiempo, moriría asesinado en 1973 cuando pretendía impulsar un movimiento guerrillero. De dicho fenómeno hablaremos a continuación
El guerrillerismo
Los sesentas fueron años de pérdida de esperanzas de toda una generación de jóvenes y trabajadores en el sistema capitalista. Las nuevas fuerzas sociales que el capitalismo había desatado eran al mismo tiempo limitadas y reprimidas por un sistema que ya mostraba su crisis. La oleada revolucionaria que incluyó a Guatemala, Bolivia y finalmente Cuba, pero especialmente el caso cubano influyó poderosamente, en jóvenes trabajadores y estudiantes. En esos tiempos los partidos comunistas lejos de haber aprendido de las lecciones de los desastres de la política del Frente popular o alianza con la burguesía nacional, predicaban la coexistencia pacífica, sus críticas al estalinismo parecían ser una cuestión de dientes para afuera, en realidad se estaban convirtiendo en sectas, más o menos grandes, sin un vínculo con las masas y sin ánimos para emprender ninguna iniciativa.
De esta forma se generó un vacío que fue llenado como se pudo por parte de aquellos que consideraron a la guerrilla -según era entendida por ellos mismos-, como la vía para impulsar la revolución.
Los marxistas no estamos a favor o en contra de los movimientos armados, entendemos que un proceso revolucionario implica enfrentamientos de clase y que muchas veces pueden asumir la forma de lucha armada, pero es necesario recalcar que no siempre. Mientras más organizada y masiva sea una lucha menos necesidad de violencia habrá. Ejemplo de ello es el magnífico movimiento de las masas para rescatar al gobierno de Hugo Chávez en el 2002, o las grandes batallas de trabajadores bolivianos para derrocar al presidente Sánchez de Lozada en el 2004. En todos estos casos la violencia provino de las clases reaccionarias apoyadas por los Estados Unidos y en ambos casos fueron impotentes, las masas impusieron nuevamente a Chávez y derrocaron al "Goni".
La guerrilla es una forma de lucha armada que supone la acción rápida de grupos relativamente pequeños de hombres, con el objeto militar de hostigar al enemigo. Militarmente es incapaz de derrotar a un ejército moderno a menos que se transforme en un ejército regular.
Nunca, en ninguna parte, la guerrilla por sí misma ha logrado alguna transformación, los casos de Nicaragua y en Cuba lo ejemplifican claramente, lo que permitió el triunfo no fue la guerrilla, sino el movimiento conciente de las masas. Ahí donde ha habido movimientos revolucionarios triunfantes y ha existido una guerrilla jugando un papel importante, lo decisivo no ha sido la existencia del movimiento armado, sino la crisis revolucionaria de la sociedad en la que participó la mayoría de los trabajadores de la ciudad y el campo, en la forma de insurrección y huelga general.
Luego del triunfo de la revolución cubana surgió una variante de lucha armada conocida como "foquismo", que centró sus esfuerzos en crear fuerzas militares ("focos guerrilleros") para enfrentarlos a las fuerzas armadas del Estado. Mayoritariamente formada por intelectuales urbanos y estudiantes, decenas de miles de hombres útiles para el proceso revolucionario desaparecieron en esas aventuras en toda la América latina.
Entendemos como guerrillerismo a la tendencia a concebir a la revolución como un asunto puramente militar aislado del movimiento de masas y sus organizaciones. Nosotros como marxistas nos oponemos totalmente al movimiento armado aisladamente de las masas, luchamos por que el pueblo en armas -incluida la tropa y capas medias del ejército- destruya el Estado burgués y construya una democracia obrera, es decir, un Estado obrero. Los revolucionarios son mucho más peligrosos en una fábrica, en una escuela, en un comité de barrio que escondidos en una montaña o en la selva.
Tampoco negamos que la lucha del campesinado pobre en un momento determinado pueda legítimamente verse obligada a asumir la forma de guerrilla para defenderse o incluso para integrase a un proceso revolucionario, no obstante incluso en ese caso, es el movimiento de la mayoría de los trabajadores y jóvenes, concentrados en las ciudades en todos los países de América Latina, lo que determinará el triunfo o fracaso de un proceso. No se trata sólo de armas, sino del pueblo en armas, lo cual implica un acto conciente de las masas.
En conclusión; identificar a la revolución con lucha armada y pretender que ésta puede estimular un proceso revolucionario o la organización de las masas, es un error que debemos evitar si no queremos provocar sangrientas derrotas.
Revolución y contrarrevolución en los setentas
El movimiento revolucionario latinoamericano se desarrolló en lo 60"s y 70"s en la forma de movimientos de masas que llegaron a poner al capitalismo en entredicho. En 1970 el electo Salvador Allende, en 1969 el general Velasco llega al poder en Perú, en Bolivia en 1971 nuevamente los mineros toman La Paz, Argentina, Uruguay viven huelga general, tras huelga general, tras huelga general y para colmo de males para el imperialismo, la clase obrera asume un papel protagónico, incluso en países como México, en el marco de una crisis general del capitalismo.
El imperialismo norteamericano opta por dictaduras militares con el objeto de sofocar no sólo a los grupos guerrilleros, sino al movimiento de masas y sus organizaciones. El resultado se logró sólo parcialmente y al final de cuentas de entre los escombros de sangrientas derrotas y feroces dictaduras las masas trabajadoras vuelven a levantarse.
En Argentina más de 30 mil desaparecidos, en Chile más de 20 mil, en Guatemala más de 150 mil, en El salvador, 70 mil, en Nicaragua 50 mil, 15 mil en Colombia sin contar con decenas de miles de activistas asesinados en las guerras sucias que se dieron durante todo ese periodo en todos los países de América Latina, incluyendo a México. Y a pesar de ello los trabajadores no se han sentado a llorar su suerte, se han levantado para seguir luchando.
El regreso de la "democracia" y la década perdida
A la larga el imperialismo optó por regimenes "democráticos" dóciles a sus intereses, las nuevas necesidades del imperialismo exigían la readecuación de las estructuras productivas de los países dependientes a las nuevas necesidades de acumulación del capital. De este modo por doquier se emprende una política de ataques económicos que socavó los niveles de vida de las masas y agudizó aún más sus condiciones de pobreza. De hecho se calcula que el nivel de los salarios en la mayoría de nuestros países cayó a la mitad durante la década perdida.
En este marco se estableció una profunda modificación de la estructura productiva de América Latina; entre 1985 y 1992 las exportaciones manufactureras en México pasan del 37.6 al 76.7% del total pasando de ser un exportador de materias primas a uno de productos manufacturados; en 1990 la inversión directa combinada suponía arriba de 30 mil millones de dólares, tres veces mas que 10 años atrás. La industria maquiladora pasó de 200 mil trabajadores en 1985 a un millón y medio para 1998, mientras que del total de exportaciones que ya hemos señalado, un 40% representan manufacturas derivadas de la maquila. Señalamos el caso de México dado que es ejemplar y representativo del proyecto económico impulsado en el conjunto de países por parte del imperialismo.
Este proceso de "modernización" productiva ha significado una brutal destrucción del empleo estable, un combate permanente contra toda forma de organización sindical y contra los niveles de vida de las masas. Uno de los elementos más claros de que los cambios, e incluso el crecimiento económico posterior a la "década perdida" no significan necesariamente avances para los niveles de vida de las masas, ha sido la explosión del desempleo, que junto con el empleo informal y el "autoempleo" representan casi el 50% de la población económicamente activa de la mayoría de los países latinoamericanos.
La implementación de un patrón de acumulación capitalista basado en la exportación de productos manufacturados, no supuso un desarrollo humano de ninguno de nuestros países, se hizo sobre la base de las necesidades del capitalismo en búsqueda del máximo beneficio apuntado a producir a precios del llamado "tercer mundo" y a vender a precios del primero, con los cual lo único importante para el capitalismo es mantener el valor de la mano de obra a los niveles mínimos posibles y esto sólo se logra manteniendo una contracción del mercado interno, ellos suponen que a la larga no afectará la venta de las mercancías, ya que el destino de la producción, o al menos de los elementos más productivos de ellas, es el mercado internacional, específicamente los países capitalistas avanzados.
Los partidos y organizaciones de masas de los trabajadores vivieron una fase de profunda confusión, sobre todo a principios de los noventas y ello facilitó la acción de los políticos burgueses en cada uno de nuestros países. La sustitución de la lucha por una sociedad distinta a la lucha por un capitalismo con "rostro humano" permeó a la mayoría de los dirigentes de la autodenominada izquierda revolucionaria.
Un nuevo impulso
Pero al final, nuevamente las masas trabajadoras levantaron la cabeza. Era evidente que tanto en los años ochentas como la gran parte de los noventas, se acumularon tensiones que las organizaciones de masas tradicionales no canalizaron, debido a la profunda crisis ideológica que vivían en sus direcciones. En muchos casos, gobiernos supuestamente emanados de organizaciones tradicionales, como fue el caso del peronismo, significaron un retraso por la profunda fiereza con la que implementaron los dictados de los organismos económicos del imperialismo.
Fueron las masas las que nuevamente se echaron a cuestas la tarea de transformar el sistema; al parecer partiendo de una base ideológica más confusa que muchas luchas anteriores, pero sobre un sustento material muchísimo más avanzado, con esto se dieron las bases para profundos cambios bruscos y repentinos y esa ha sido la historia de la actual oleada revolucionaria, la cual tuvo el honor de inaugurar el pueblo venezolano.
Otra vez Venezuela
En 1989 los trabajadores de Caracas estallan en luchas callejeras que el gobierno socialdemócrata de Carlos Andrés Pérez sofoca con la matanza de más de 500 personas, tres años después, Hugo Chávez y un grupo de militares intentan un golpe de Estado que fracasa, pero con el que estaban de acuerdo casi todos los trabajadores. Posteriormente las masas llevan a Hugo Chávez a la presidencia en 1998, impulsando un profundo proceso revolucionario que aún se desarrolla.
El gobierno de Chávez no es significativo por los elementos que lo componen, sino por el movimiento de masas que lo impulsa. Como en toda revolución clásica, a todo ataque de la reacción surge dentro de las masas un nuevo impulso revolucionario.
Chávez llegó a la presidencia producto de una profunda crisis en el seno de la burguesía. Sus dos partidos; la democracia cristiana COPEI y la socialdemócrata Acción Democrática, estaban podridos hasta la médula y ni siquiera elementos burgueses aparentemente independientes como Rafael Caldera, habían logrado contener al movimiento que desesperadamente buscaba una expresión política. Al final las masas encontraron en Chávez el cause para su energía revolucionaria.
La burguesía estaba aterrada y luego de fracasar en su intento por corromper a Chávez, probaron el boicot económico, la violencia callejera, las campañas de difamación y finalmente el golpe militar que perpetraron en abril de 2002. A estos ataques los trabajadores respondieron con más organización y dando pasos adelante en la revolución.
Las masas y los soldados fieles a la revolución, en un acto histórico y maravilloso, derrotaron el golpe militar de abril de 2002 y luego asestaron otro duro golpe a la reacción en agosto del 2004 con la contundente victoria chavista en el referéndum revocatorio con el que la reacción pretendía derribar a Chávez.
Cada golpe que intenta la reacción socava la poca autoridad que las instituciones burguesas tienen sobre los trabajadores. En lo barrios, en los pueblos, en las escuelas y las fábricas se construyen órganos de poder popular que se coordinan para actuar en el ámbito local, regional y nacional.
Lo único que le falta a la revolución para avanzar hacia del triunfo definitivo, es un programa claramente socialista -es decir, internacionalista, que no concilie con la burguesía y que ponga bajo control de los trabajadores las principales palancas de la economía-, y la existencia de una organización marxista dirigente, estos dos factores, el programa y la dirección dispuesta a ir hasta el final, serían junto con la iniciativa creadora de las masas, un garante del triunfo re la revolución en Venezuela.
Sin duda hay indicios de que el propio Chávez lo comprende, el problema ahora no es tanto si será capaz o no de estar a la altura de lo que la revolución de demande, el problema es que si el incipiente nuevo poder del pueblo logra la suficiente organización y claridad en cuanto a objetivos y medios para conseguirlos como para derrotar a las fuerzas de la reacción, que sólo esperan el momento adecuado para asestar el siguiente golpe. Los grupos paramilitares que se han detectado, los asesinatos de jueces honestos son, en el momento que este documento se escribe, una muestra de que la batalla definitiva se aproxima.
Ecuador
En 1999 las masas trabajadoras y campesinas de Ecuador se movilizan y derrocan al gobierno establecido, la lucha llega a contagiar al ejército el cual se niega a reprimir y esto supone el triunfo del movimiento y la caída del presidente. Lamentablemente Lucio Gutiérrez, el militar que apareció a la cabeza de la rebelión por el lado del ejército y que aprovechó esto para ganar la presidencia, traicionó las aspiraciones de las masas y emprendió una serie de políticas nocivas a los trabajadores, al grado de que las organizaciones sindicales y campesinas que lo impulsaron lo han repudiado y luchan por recomponer al movimiento que tuvo en sus manos el poder a finales de 1999. A diferencia de Venezuela, donde el proceso mantiene continuidad, en el caso de Ecuador la revolución ha sufrido una sería derrota. Una nueva fase se producirá tarde o temprano, pero un factor clave lo jugará el desarrollo de otros proceso en el ámbito continental.
Argentina
En el año 2000 también llegó su turno a Argentina, en aquel país estalla una profunda crisis provocada por una capitalismo totalmente dependiente, el cual había sufrido una expoliación financiera muy severa. El 19 y 20 de diciembre las masas estallan en una rebelión provocada por el profundo desempleo y la prohibición por parte del gobierno a efectuar retiros de los bancos, el llamado "corralito". La realidad era que la banca argentina no tenía ya el dinero de los ahorradores y un retiro masivo podía hacer colapsar el sistema.
De la Rua no soportó las masivas movilizaciones y terminó huyendo en helicóptero de la Casa rosada. A partir de ahí se generó un proceso de luchas que se sucedieron una tras otra a tal grado de que Rodríguez, el siguiente presidente sólo dura unos días, es sustituido por Duhalde, un viejo rival de Menem, con ello el peronismo retoma el gobierno producto del vacío que se había generado.
Las organizaciones de izquierda en Argentina estaban desconcertadas, una parte de ellas, la que había colaborado en el gobierno de De la Rua estaba tan desprestigiada como el Partido Radical y por tanto, no le quedaba más que contemplar los acontecimientos desde la barrera. En el caso de las organizaciones de izquierda más radicalizada, estaban comprometidas en el trabajo de organización y movilización del movimiento de los trabajadores desocupados o piqueteros, en vez de orientarse decididamente a los trabajadores en activo y tomar a los piqueteros como un elemento auxiliar.
Esta era una gran oportunidad para impulsar un proceso de unificación de las distintas formas de organización que se estaban formado a nivel de los barrios de trabajadores, el movimiento sindical y, por supuesto el movimiento piquetero, la unidad era más necesaria y posible que nunca, así mismo las organizaciones que se reclamaban de izquierda revolucionaria tenían también la posibilidad real de incidir directamente.
Lamentablemente tanto el sectarismo como el oportunismo, hicieron perder una oportunidad tras otra, hubo organizaciones que rechazaron impulsar una candidatura de unidad para las elecciones presidenciales, pero que participaron en las elecciones regionales. A la larga esto facilitó el triunfo de Kirchner, un político burgués que acostumbra mostrarse de izquierda de frente a los reflectores internacionales, pero sigue fielmente los dictaos del FMI en lo que