La guerra de Israel contra Gaza ha desenmascarado la hipocresía del «orden mundial basado en reglas» occidental y ha demostrado la impotencia de las Naciones Unidas y de las leyes internacionales que dicta. En realidad, la ONU no es más que una herramienta del imperialismo.
El mundo observa con horror la guerra de Israel contra Gaza. Más de 30.000 personas han muerto, medio millón pasan hambre y 2,2 millones viven en condiciones de barbarie.
Los imperialistas occidentales ya están extendiendo el conflicto por todo Oriente Próximo, dejando un rastro de muerte y destrucción a su paso.
Durante los últimos tres meses, trabajadores y jóvenes de todo el mundo se han movilizado en manifestaciones pidiendo un cese al fuego, desesperados por que se detengan los bombardeos en Gaza.
Muchos de los dirigentes del movimiento de solidaridad con Palestina ponen todas sus esperanzas en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con la esperanza de que los líderes mundiales puedan reunirse en torno a la mesa y encontrar una solución pacífica.
Derecho internacional
El Secretario General de la ONU, António Guterres, ha calificado la situación en Gaza como «infierno en la tierra» y ha pedido repetidamente un cese al fuego. Sin embargo, todos los intentos de aprobar una resolución de cese al fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU han sido bloqueados por Estados Unidos.
Por eso, cuando la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la ONU dictaminó que era «al menos plausible» que Israel estuviera cometiendo genocidio, muchos activistas y dirigentes del movimiento palestino lo consideraron un paso en la dirección correcta.
Lindsey German, de la campaña británica paremos la Guerra (StW), escribió que: «El fallo del tribunal sobre el caso presentado por Sudáfrica fue una poderosa acusación contra Israel y dictaminó que el país tenía un caso al que responder por posible genocidio».
German consideró «decepcionante» que la CIJ no hubiera pedido un alto el fuego, porque «tiene poder para hacerlo… como hizo con Rusia por su invasión de Ucrania». Sin embargo, celebró que la CIJ exigiera a Israel que «tome medidas para evitar el genocidio».
Sin embargo, el ejemplo de Rusia demuestra precisamente, que aunque la CIJ puede hacer todo tipo de demandas, no tiene poder alguno para cumplirlas.
Se pueden encontrar declaraciones similares de la Campaña de Solidaridad con Palestina británica (PSC), que imploró al gobierno Tory que respetara al tribunal: “La CIJ, como órgano judicial reconocido internacionalmente, tiene el mandato de interpretar y aplicar el derecho internacional. Sus fallos deben ser respetados y acatados por todos los Estados, incluido el Reino Unido».
Así que en lugar de exponer la impotencia de los organismos de la ONU como la CIJ, y la farsa del llamado «derecho internacional», tanto StW como PSC fomentan ilusiones en estas instituciones.
La única solución que ofrecen es la necesidad abstracta de más «presión internacional» sobre Israel para obligar a un alto el fuego y a poner fin a la ocupación.
En los últimos meses, sin embargo, la presión internacional ha aumentado efectivamente sobre Israel. Pero todavía nada -ni siquiera las «exigencias» de la CIJ- impide a Israel llevar a cabo el asesinato masivo del pueblo palestino.
Pesimismo
Actualmente existe un pesimismo generalizado sobre el futuro de la ONU. Los recientes y turbulentos acontecimientos en Oriente Próximo han paralizado por completo la organización. Pero las crisis en el seno de la ONU comenzaron mucho antes de la guerra de Gaza.
Esta institución ha sido incapaz de dar respuesta a conflictos como la guerra de Ucrania, la guerra civil de Sudán o los múltiples golpes de Estado en África Occidental. Las fuerzas de paz de la ONU fueron incluso expulsadas de Malí este verano.
En una entrevista con el podcast The Rachman Show del Financial Times, Mark Mallock-Brown, ex vicesecretario general de la ONU, afirmó que la reducción de las operaciones de mantenimiento de la paz en África es un «punto muy bajo», y que la ONU parece estar en graves apuros en estos momentos.
En septiembre, en la reunión anual de la Asamblea General de la ONU, António Guterres advirtió de que se avecinaba una «gran fractura» en el sistema de gobernanza mundial. Dijo: «No podemos abordar eficazmente los problemas tal y como son si las instituciones no reflejan el mundo tal y como es. En lugar de resolver los problemas, corren el riesgo de convertirse en parte del problema».
Este pesimismo es un síntoma de la fractura de las relaciones mundiales, dada la crisis mundial del capitalismo, el declive relativo del imperialismo estadounidense y el ascenso de China y Rusia como potencias imperialistas.
Armonía
La ONU se describe a sí misma como el «único lugar en la Tierra donde todas las naciones del mundo pueden reunirse, debatir problemas comunes y encontrar soluciones compartidas que beneficien a toda la humanidad».
Afirma que sus «cuatro propósitos» son: 1) mantener la paz y la seguridad internacionales; 2) desarrollar relaciones amistosas entre las naciones; 3) cooperar en la resolución de problemas internacionales y en la promoción del respeto de los derechos humanos; y 4) ser un centro de armonización de las acciones de las naciones.
A partir de esto, uno podría pensar que la ONU es una organización independiente con algún poder especial para hacer que los líderes del mundo «entren en razón» de alguna manera y finalmente se unan por el bien de la humanidad.
La idea de que la ONU puede proporcionar una plataforma para «armonizar» soluciones entre naciones implica que las discrepancias entre ellas son meramente accidentales, y que las discusiones o desacuerdos entre naciones pueden superarse simplemente mediante el debate.
Pero basta con echar un vistazo al historial de la ONU para darse cuenta de que, desde su fundación en 1946, nunca ha sido capaz de garantizar la paz internacional ni de desarrollar relaciones amistosas entre las naciones. La guerra ha sido una característica permanente del mundo durante toda la existencia de la ONU.
De hecho, la Universidad de Uppsala (Suecia) ha identificado 285 conflictos armados distintos desde 1946. En lugar de prevenir la guerra, la ONU ha hecho exactamente lo contrario.
Naciones Des-Unidas
Las tensiones entre países, los conflictos y la guerra son inevitables en el capitalismo. Esto se debe a que los Estados nacionales están en constante competencia para sobrevivir en o dominar el mercado mundial, donde los poderosos engullen a los débiles. Pensar lo contrario es ingenuo.
Hoy en día, con la concentración de capital entre unos pocos monopolios e instituciones financieras clave, los Estados nacionales capitalistas están muy interrelacionados con los monopolios privados y estatales.
Lenin explicó que la causa de la guerra en la época moderna es la división del mundo entre Estados imperialistas rivales. Los conflictos y las guerras estallarán inevitablemente a partir de las contradicciones entre los diferentes Estados, que a fin de cuentas tienen responden a los intereses de sus respectivas clases capitalistas.
La ONU no es un organismo independiente que actúe por su cuenta, sino que está compuesto por representantes de casi 200 Estados que compiten entre sí. Pero entre ellos, son las grandes potencias imperialistas las que llevan la voz cantante, y ninguna más que EEUU.
Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU son Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, China y Francia, todos ellos con derecho de veto. Estas potencias imperialistas siempre velan en primer lugar por sus propios intereses.
Desde su creación, la ONU ha estado paralizada por los intereses irreconciliables del imperialismo occidental, por un lado, y las burocracias estalinistas de la URSS (y más tarde de China), por otro. Este conflicto sólo ha continuado con la restauración del capitalismo en Rusia y China, y su desarrollo hasta convertirse en potencias imperialistas.
Con el colapso de la globalización y la gran crisis de las relaciones mundiales, la impotencia de la ONU se pone cada vez más de manifiesto. No se puede esperar que Estados Unidos, Reino Unido y Francia lleguen a un acuerdo con Rusia o China sobre cuestiones como la guerra en Ucrania, la guerra comercial mundial o la situación en África Occidental. Los intereses de las potencias imperialistas en estas cuestiones son mutuamente excluyentes.
Lenin explicó que la Sociedad de Naciones, predecesora de la ONU, era una unificación sólo sobre el papel. En realidad era un grupo de bestias de rapiña en lucha constante entre sí y que nunca confiarán unas en otras.
Lenin describió la Sociedad de Naciones como una «cocina de ladrones»: «una farsa de principio a fin; es un engaño de principio a fin; es una mentira de principio a fin».
Herramienta del imperialismo
Así pues, en lugar de ser un instrumento para la paz, la ONU es una herramienta del imperialismo.
Esto puede verse cuando la ONU intervino tras la revolución colonial en la República del Congo en 1960.
Una vez que el Congo se liberó de la dominación belga, estalló una insurrección respaldada por su antiguo amo colonial en el sureste del Congo, en la región rica en minerales de Katanga. El levantamiento era un claro intento de desestabilizar al nuevo gobierno dirigido por Patrice Lumumba, el primer Primer Ministro elegido democráticamente.
El Congo pidió ayuda al Consejo de Seguridad de la ONU, que respondió con el envío de más de 13.000 soldados. También enviaron una gran fuerza civil de la ONU para hacerse cargo de administraciones públicas como aeródromos, hospitales, comunicaciones, el banco central, la policía, etc.
Pero en lugar de ayudar al Congo, la presencia de la ONU dificultó el funcionamiento del gobierno recién elegido. La ONU nunca condenó ni tomó ninguna medida contra los belgas. En cambio, impidieron que Lumumba pidiera apoyo a las naciones africanas amigas y bloquearon la ayuda de la Unión Soviética.
Golpe de Estado
El imperialismo occidental estaba muy preocupado por la expansión de la revolución colonial y estaba decidido a acabar con el gobierno de Lumumba. Estos imperialistas occidentales fueron la principal fuente de autoridad de la ONU. Desde el principio, la ONU trabajó contra el gobierno recién elegido.
Después de que Lumumba pidiera ayuda a la Unión Soviética, la CIA (que tiene un largo historial de injerencia en gobiernos extranjeros) fue autorizada por la Casa Blanca a «sustituir al gobierno de Lumumba por medios constitucionales». La CIA patrocinó a manifestantes para que interrumpieran los discursos de Lumumba y empezó a maquinar su asesinato.
Unos meses después, Lumumba fue destituido y ejecutado en un golpe organizado por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, Mobutu. Las acciones contra Lumumba fueron apoyadas abiertamente por Bélgica y Estados Unidos.
Aunque la ONU sabía que Lumumba había estado amenazado de asesinato, no se hizo nada para evitarlo. Por el contrario, se sintieron aliviados cuando Mobutu llegó al poder.
Brian Urquhart, principal representante de la ONU en el Congo en aquella época, afirmó que:
«En comparación con su jefe, Mobutu era un pilar de pragmatismo y sentido común.
«En aquellos primeros días, Mobutu parecía un joven comparativamente sensato, que incluso podría, al menos de vez en cuando, tener en mente los mejores intereses de su recién independizado país».
Por «sentido común», Urquhart entendía la disposición a abrir el Congo al imperialismo occidental y el rechazo a la URSS.
Por lo tanto, la supuesta misión de la ONU de traer la «paz», la «democracia» y los «derechos humanos» se evapora al entrar en contacto con el calor de las luchas de clases reales y los conflictos entre las potencias.
Esto es así por la sencilla razón de que la ONU no es más que una tertulia; una tapadera diplomática para las principales potencias imperialistas.
A la ONU sólo le interesa la «paz» en la medida en que las potencias imperialistas, de vez en cuando, desean la paz. Pero cuando un gobierno, como el de Lumumba, amenaza sus intereses, la paz sale volando por la ventana.
Haití
Un ejemplo más reciente del «mantenimiento de la paz» de la ONU en interés del imperialismo es el caso de Haití.
Estados Unidos apoyó un golpe de estado en 2004 contra el presidente de izquierdas Aristide. Al igual que Lumumba, Aristide fue también el primer presidente electo del país. Las tropas de la ONU fueron enviadas allí inmediatamente después del golpe para impedir cualquier intento de los haitianos de organizarse contra el nuevo régimen respaldado por Occidente.
La misión de la ONU, MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití), se diseñó específicamente para impedir el «resurgimiento de fuerzas políticas populistas y contrarias a la economía de mercado», e incluso se esforzó por prohibir que Aristide regresara a Haití. ¡Vaya manera de promover el respeto de los derechos humanos!
Todo ello se justificó alegando que cualquier movimiento en contra del nuevo gobierno amenazaba «la paz y la estabilidad». La ONU se impuso así la tarea de preservar el «orden» del podrido statu quo.
La MINUSTAH duró de 2004 a 2017. En esos años, las llamadas «fuerzas de mantenimiento de la paz» mostraron su verdadero rostro en una serie de escándalos.
Por ejemplo, se descubrió que niñas de apenas 11 años sufrieron abusos sexuales y quedaron embarazadas a manos de las fuerzas de paz de la ONU. Había tantos niños engendrados por las fuerzas de paz que el apodo de «Petit MINUSTAH» [Pequeño MINUSTAH] se hizo común entre los haitianos.
La ocupación de la ONU en Haití revela que, en última instancia, es una herramienta del imperialismo occidental para asegurar sus intereses y proporcionar a las principales potencias capitalistas una máscara de neutralidad y pacifismo.
Al describir la Sociedad de las Naciones, León Trotsky explicó que: «En su defensa del statu quo, no es una organización de ‘paz’, sino una organización de la violencia de la minoría imperialista sobre la inmensa mayoría de la humanidad». Lo mismo puede decirse de la ONU.
Ilusiones
A pesar de que las Naciones Unidas han demostrado una y otra vez que no se puede confiar en ellas, muchos reformistas de izquierda siguen mirando hacia la ONU en busca de soluciones.
En relación con la guerra de Gaza, la Federación Sindical Mundial ha exigido el fin de «la ocupación y los asentamientos israelíes en los territorios árabes ocupados, tal y como establecen las resoluciones de la ONU».
Mick Lynch, secretario general del sindicato británico de transporte RMT, ha repetido estas palabras y ha pedido una «solución justa basada en las resoluciones de la ONU y el derecho internacional».
Pero pensar que hay alguna forma de hacer que el Estado israelí respete las resoluciones de la ONU cuando van en contra de los intereses de la clase dominante israelí, es una utopía.
Aunque se consiguiera aprobar una resolución en el Consejo de Seguridad -el único órgano de la ONU que puede aprobar una resolución «vinculante»-, el Estado israelí se limitaría a ignorarla, como ha ignorado innumerables resoluciones y el «derecho internacional» durante décadas.
No hay más que ver lo que ocurrió en la guerra de Irak de 2003, cuando Estados Unidos no consiguió que el Consejo de Seguridad sancionara su invasión, lo que hizo que la guerra fuera «ilegal» según la ONU. Eso no impidió que Estados Unidos bombardeara el país hasta dejarlo en ruinas. La ONU no tiene poder para contrarrestar el de Estados Unidos.
Al mismo tiempo que la CIJ dictaminaba que la acusación de Sudáfrica era «al menos plausible», y que Israel debe hacer todo lo posible para evitar el genocidio, Israel acusó a una docena de miembros del personal de la organización de ayuda de la ONU para Palestina, UNRWA, de participar en el ataque de Hamás del 7 de octubre.
Estas acusaciones llevaron a 15 países, encabezados por Estados Unidos, a congelar la financiación para la UNRWA. La franja de Gaza depende completamente de la ayuda de la UNRWA. Por tanto, la congelación de fondos provocará que miles de palestinos más mueran de hambre o enfermedades.
Esto demuestra claramente cómo la ONU no es una fuerza independiente, capaz de llevar a cabo sus propias políticas, sino que es un escenario diplomático para que las grandes potencias persigan sus propios intereses.
Luchar contra el imperialismo
La tarea de los comunistas no es propagar ilusiones en las Naciones Unidas. De esta institución capitalista no se puede obtener la paz.
Además de servir de escudo para los intereses de los capitalistas, actúa para apaciguar a la clase obrera, diciéndole que los conflictos pueden evitarse mediante diálogos con los dirigentes mundiales. Es una organización para que los capitalistas justifiquen sus acciones en nombre de la «democracia» y la «paz», y para controlar la ira de la clase trabajadora dentro de canales seguros.
Ninguna solución diplomática podrá detener la verdadera causa subyacente de la guerra, que es el capitalismo. Los capitalistas recurren a la guerra precisamente cuando los métodos «normales» de la diplomacia y las negociaciones son insuficientes para garantizar sus intereses. En palabras de Clausewitz, la guerra es simplemente «la continuación de la política por otros medios».
Millones de personas están perdiendo su confianza en la ONU y buscan una solución real para acabar con la barbarie que nos rodea. Por esto, los comunistas deben desenmascarar la hipocresía de la clase dominante, encarnada en instituciones como la ONU.
Los trabajadores y la juventud sólo deben confiar en sus propias fuerzas y luchar contra la guerra imperialista con métodos de clase.
La verdadera alternativa es la lucha contra el imperialismo y el derrocamiento del capitalismo. Por eso decimos: no a la guerra, sino a la guerra de clases; y por eso levantamos la consigna de una «intifada», es decir, un levantamiento de masas, no sólo contra el régimen sionista israelí, sino contra el capitalismo y el imperialismo en todo el mundo.
La mejor manera de apoyar a los oprimidos de Gaza es asumir la lucha contra el imperialismo británico y llamar a los trabajadores del mundo a hacer lo mismo contra sus propias clases dominantes. La ONU no es una herramienta en esa lucha, sino todo lo contrario.
La lucha contra el imperialismo y el capitalismo debe basarse en la solidaridad internacional de la clase obrera y en un programa para la revolución socialista mundial.