El pasado viernes, el mundo quedó conmocionado y horrorizado por la noticia de una espantosa masacre en un auditorio de Moscú. Según los últimos informes, al menos 137 personas murieron en este bárbaro atentado. Hombres, mujeres y niños fueron masacrados indiscriminadamente por un grupo de francotiradores sin piedad.
Los acontecimientos posteriores han revelado que los autores son tayikos. Según las noticias de esta mañana, tres de los cuatro asaltantes se han declarado culpables de un acto de terrorismo. Curiosamente, al menos uno confesó haber recibido dinero (se dice que la cantidad ascendía a unos 10.800 dólares, de los que recibió la mitad por adelantado).
La organización terrorista islamista ISIS-K (Estado Islámico del Gran Jorasán) inmediatamente asumió la responsabilidad. Más tarde, la principal organización del EI difundió imágenes del atentado captadas por cámaras corporales a través de su agencia de prensa oficial.
Eso significa que el Estado Islamico estaba al menos en contacto con los autores y tenía cierto nivel de implicación, si no eran los organizadores directos.
Los medios de comunicación occidentales no tardaron en apoyar esta afirmación y descartar cualquier sugerencia de implicación ucraniana, una idea que tachan de «absurda».
En su primer discurso a la nación, Vladimir Putin no culpó abiertamente a Kiev de este atentado. Pero al señalar que los terroristas habían sido detenidos en un coche que se dirigía a toda velocidad hacia la frontera ucraniana, insinuó fuertemente esa posibilidad.
¿Fue obra del EI?
A primera vista, todas las pruebas apuntan en la dirección del EI, o uno de sus vástagos como ISIS-K. El salvajismo asesino de la matanza perpetrada contra personas indefensas por los asesinos, al grito de «muerte a todos los infieles», «Dios es grande» es suficientemente claro.
Los pistoleros eran claramente profesionales que llevaron a cabo su trabajo de carniceros con eficiencia clínica. Tenían un conocimiento detallado del lugar, que habían reconocido minuciosamente con antelación. Sabían exactamente dónde atacar y cuándo, eligiendo una hora en la que las carreteras del exterior estarían llenas de tráfico, impidiendo así el acceso a los servicios de rescate o de emergencia.
Todos estos son rasgos distintivos de los métodos del EI, que siempre han implicado una cuidadosa preparación previa a cualquier acto terrorista. Pero dicho esto, hay otros aspectos que contradicen la impresión inicial.
El principal problema es el hecho de que, inmediatamente después de su asalto, los asesinos huyeron del edificio. Esto es totalmente contrario al procedimiento normal del EI y de otros grupos islamistas similares.
Por regla general, los terroristas islamistas no abandonan el lugar de la ejecución sangrienta. No huyen, sino que luchan hasta la muerte o se inmolan con chalecos suicidas. Nunca se rinden. De hecho, no recuerdo ni un solo caso en el que haya ocurrido eso, incluidas las anteriores acciones terroristas perpetradas dentro de Rusia.
Contrariamente al modus operandi habitual de los terroristas islamistas, no sólo huyeron de la escena del crimen, sino que cuando el vehículo en el que viajaban fue interceptado por fuerzas armadas (al parecer chechenas), se rindieron sin luchar, habiendo arrojado sus armas.
Kadirov, el líder checheno, elogió a sus hombres por llevar a cabo las detenciones sin matar a los terroristas. Pero, ¿cómo fue posible? Esto es muy extraño y exige algún tipo de explicación.
Al parecer, los autores huían en un coche Renault blanco que conducían furiosamente hacia la frontera con Ucrania. En su transmisión, Putin afirma que hay pruebas de que se había preparado una «ventana» para permitirles cruzar a territorio ucraniano.
Esto también es muy extraño. Las fronteras entre Rusia y Ucrania deben estar fuertemente vigiladas a ambos lados. Además, las defensas rusas se habrán reforzado como consecuencia de los recientes intentos de incursión de los ucranianos en la frontera, que fueron rechazados con pérdidas muy importantes por parte ucraniana.
Incluso suponiendo que los ucranianos hubieran abierto una «ventana» en su lado de la frontera, los terroristas fugitivos tendrían que cruzar primero las líneas rusas, lo que parece una tarea muy difícil.
Hay, por supuesto, explicaciones posibles. Puede ser que se hubiera abierto de algún modo una brecha en la frontera en un lugar distinto de los puestos de control existentes, a través de la cual los pistoleros podrían escapar.
Otra explicación -probablemente más probable- es que se les haya prometido una ruta segura que, de hecho, no existía. Es imposible saberlo.
Otro detalle interesante es que, al parecer, uno de los detenidos admitió que le habían pagado por su trabajo de carnicero. Esto, de nuevo, está en total contradicción con los métodos tradicionales de organizaciones islamistas como el EI.
Cuando reclutan combatientes para llevar a cabo su sangriento trabajo, no lo hacen con el señuelo del dinero en efectivo, sino con la perspectiva de la muerte de un mártir, que conduce automáticamente a un viaje de ida al paraíso.
Aceptar recompensas en metálico por asesinar no es propio de fanáticos religiosos, sino de simples mercenarios. De hecho, las severas derrotas infligidas al EI en Siria e Irak han debilitado seriamente al EI, que hasta ahora había estado notoriamente ausente de la escena.
Y Oriente Medio debe de estar inundado de antiguos terroristas en paro, ansiosos por vender su oficio de carniceros a cualquiera con dinero en efectivo dispuesto a comprar sus servicios.
Eso incluiría el empleo por parte de los servicios de inteligencia de Estados que no tienen absolutamente nada que ver con el Islam o el Paraíso, pero mucho dinero en efectivo para pagarles. Si estos hombres fueron pagados para llevar a cabo este ataque, la única pregunta de interés es: ¿quién les pagó?
Para responder a esta pregunta, debemos examinar el panorama general.
La guerra está perdida
Tras la caída de Avdiivka, cualquier persona razonable habrá llegado a la conclusión de que la guerra en Ucrania se ha perdido irrevocablemente. Incluso Biden ha advertido de que si no se aprueba el último paquete de ayuda militar, es probable que Ucrania se derrumbe en pocos meses. Esto está provocando un ambiente general de pánico en los círculos dirigentes de Occidente.
Pero en lugar de sacar la conclusión lógica y buscar algún tipo de acuerdo con Moscú que pudiera salvar algo de los escombros -al menos preservar algo parecido a un Estado ucraniano independiente-, el pánico se ha expresado en estallidos de rabia histérica contra todo lo ruso.
Los gobiernos buscan desesperadamente dinero y armas que enviar a Kiev para prolongar la agonía. Pero ninguna cantidad de dinero de la UE puede compensar el déficit causado por el colapso de la financiación de Estados Unidos.
El paquete de 61.000 millones de dólares destinado a Ucrania lleva muchos meses bloqueado por los republicanos en el Congreso. En el momento de escribir estas líneas, nada indica que la situación vaya a cambiar pronto.
Incluso si ese dinero estuviera disponible, no cambiaría nada fundamental, ya que Occidente no es capaz de producir suficientes proyectiles, cohetes y sistemas de defensa antiaérea que Ucrania había perdido, y que sigue perdiendo a un ritmo alarmante.
Los rusos tienen ahora una superioridad aplastante, y sus industrias bélicas están fabricando proyectiles, tanques y misiles a un ritmo que Occidente no puede igualar. Las existencias ucranianas de todos estos artículos se están agotando rápidamente y no pueden reponerse con rapidez.
Señales de Washington
Aunque se dispusiera de dinero y armas, seguiría faltando el factor crucial de las fuerzas de combate disponibles. Las pérdidas ucranianas han alcanzado niveles espeluznantes.
Según las cifras publicadas por el Ministerio de Defensa ruso, desde principios de año las pérdidas ucranianas (muertos y heridos) ascienden a 71.000 personas.
Es decir, tres veces más que las pérdidas sufridas en el mismo periodo del año pasado, cuando se libraba la sangrienta batalla por Bajmut. Se podría objetar que las cifras rusas son exageradas. Puede que así sea. Pero no hay absolutamente ninguna duda sobre el hecho de que las pérdidas ucranianas en el campo de batalla han alcanzado proporciones verdaderamente asombrosas. Todas las fuentes occidentales coinciden en esa apreciación, que no admite dudas.
Tales niveles de pérdidas de hombres, armas y municiones no pueden sostenerse. El panorama es, pues, francamente crítico.
Occidente está dispuesto a luchar hasta la última gota de sangre ucraniana. Pero no están dispuestos a sacrificar a sus propios soldados para defender a Ucrania. Los discursos de pánico de Macron pidiendo que la OTAN envíe tropas a Ucrania se encontraron inmediatamente con un sólido muro de resistencia, incluso de países como Polonia.
No, hay que dejar que Ucrania luche sus propias batallas, responden sus gallardos aliados desde la seguridad de sus cómodos estudios. A pesar de sus valientes palabras de aliento, los estadounidenses son los menos inclinados a cualquier sugerencia de que sus fuerzas deban ser enviadas a luchar y morir en los embarrados campos de batalla de Ucrania.
Las señales procedentes de Washington y otras capitales europeas no son nada alentadoras para los hombres de Kiev. Si en París, Londres y Washington cunde el pánico, el ambiente en la capital ucraniana es de absoluta desesperación. Y los hombres desesperados hacen cosas desesperadas.
¿Quién es Kyrylo Budanov?
Kyrylo Oleksiiovych Budanov es el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia ucraniana del Ministerio de Defensa.
Su historial como jefe de inteligencia no ha sido sobresaliente. El ejército ucraniano se ha visto constantemente superado por las superiores tácticas rusas. Así lo demostró claramente la caída de Avdiivka, que pilló a los ucranianos completamente por sorpresa.
Desde entonces, los rusos han estado avanzando lenta pero implacablemente a lo largo de toda la línea del frente. Los ucranianos, cuyas fuerzas se han visto gravemente mermadas tanto en hombres como en armas y municiones por el fuego ruso, son incapaces de predecir dónde tendrá lugar la esperada contraofensiva rusa y, por lo tanto, no pueden concentrar fuerzas en ningún punto concreto de la línea del frente.
Este hecho pone de manifiesto los fallos de la inteligencia ucraniana. Sin embargo, lo que le falta a Budanov en habilidades y recopilación de información, lo compensa con otros talentos.
Para decirlo sin rodeos, Budanov es un aventurero, un intrigante, experto en las artes oscuras de las operaciones encubiertas en la conocida tradición de James Bond. Su principal campo de especialización es llevar a cabo actos terroristas tras las líneas enemigas: sabotajes, asesinatos selectivos y cosas por el estilo.
Los ucranianos han estado intensificando sus menciones sobre una guerra «asimétrica» en 2024 (es decir, ataques terroristas), lo que tiene sentido, ya que están siendo derrotados en el campo de batalla de la guerra «normal».
Medidas desesperadas
El reciente intento de apoderarse de algunas pequeñas aldeas en el lado ruso de la frontera, en la región de Kursk y Belgorod, fueron precisamente esas medidas desesperadas.
Kyrylo Budanov, jefe de la inteligencia militar, afirmó que en esta operación estaban implicadas «milicias anti-Kremlin», y que las fuerzas ucranianas intentarían apoyarlas «en la medida de lo posible».
En realidad, se trataba de una operación de una fuerza ucraniana de tamaño considerable que, sin embargo, fue fácilmente rechazada con enormes pérdidas, un hecho que los medios de comunicación occidentales han pasado por alto diplomáticamente. Esta operación tenía las huellas de Budanov.
Pero no se trata de un hombre que se desviaría fácilmente de sus objetivos por la pérdida de vidas de soldados. Se limitaría a pasar página y buscar otro medio de alcanzar su objetivo: la desestabilización de Rusia y la desmoralización de su población, de forma que se volvieran contra el gobierno y la guerra.
El Financial Times publicó recientemente un interesante retrato a pluma de este turbio individuo:
«Como jefe de la Unidad Principal de Inteligencia (GUR) del Ministerio de Defensa, Budanov ha sido el cerebro de la guerra encubierta de Ucrania contra Rusia, convirtiéndose en una de las figuras más aclamadas de la lucha de Kiev. Superviviente de 10 intentos de asesinato conocidos, vive, más o menos continuamente, en esta oficina a las afueras de la capital, acampado con arte patriótico y recuerdos de guerra en las paredes y su mascota la rana Petro nadando en un tanque junto a su escritorio. El métier de Budanov es dirigir ataques tras las líneas enemigas en territorio ocupado por Rusia y en la propia Rusia. Pero el jefe de los espías rara vez se atribuye el mérito de los mismos, manteniendo a Moscú y al resto del mundo en la incertidumbre sobre el alcance y las capacidades de su dirección».
Además del intento fallido de apoderarse de algunos pueblos en el lado ruso de la frontera, estuvo detrás de una serie de recientes ataques con drones que se extendieron hasta San Petersburgo, golpeando una terminal petrolera, y tuvieron como objetivo una fábrica de pólvora y un depósito de petróleo en la región de Bryansk, justo al norte de la frontera ucraniana.
Estas tácticas están provocando alarma en los círculos occidentales. El Financial Times comenta:
«Las tácticas descaradas han irritado en ocasiones a los partidarios occidentales de Ucrania; algunos temen que provoque una respuesta brutal y quizás incluso nuclear del Presidente ruso Vladimir Putin. El jefe del espionaje se muestra impasible ante tales preocupaciones y promete seguir operando en las profundidades de Rusia para sabotear la maquinaria bélica de Putin. «No prevemos ningún cambio drástico en un futuro próximo», declaró Budanov. «Todo lo que hemos hecho, lo seguiremos haciendo».
Los islamistas y Ucrania
¿Qué significado pueden tener esas palabras de Budanov?
El año pasado, el parlamento ucraniano creó un comité especial para formular un marco legal para las interacciones con movimientos nacionales pequeños y autóctonos dentro de Rusia. Su objetivo subyacente es «establecer una paz duradera tanto para Ucrania como para la comunidad transatlántica».
La llamada ‘política de descolonización’ es una expresión apenas velada para dividir la Federación Rusa en sus partes constituyentes. Es una política diseñada para atraer a las tendencias nacionalistas, incluidos los fundamentalistas islámicos más reaccionarios de Asia Central y el Cáucaso.
En el turbio mundo del espionaje y el contraespionaje, Budanov tendrá contactos con otras personas de ideas afines: terroristas y asesinos a sueldo, siempre dispuestos a ofrecer sus servicios al mejor postor.
Es bien sabido que hay fundamentalistas islámicos (veteranos sirios, chechenos) que luchan con Ucrania contra Rusia. Un antiguo miembro del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional de Ucrania, también veterano de la lucha antiterrorista y de la inteligencia militar, Yevdokymov Valerii, es ahora embajador en Tayikistán.
¿Es posible que los pistoleros que perpetraron la atrocidad de Moscú -todos los cuales parecían ser tayikos- hayan sido reclutados de esta manera por la inteligencia ucraniana?
Todavía no hay pruebas formales de la implicación directa o indirecta de Ucrania en este asunto. Pero si me preguntan si un hombre como Budanov sería capaz de recurrir a una medida tan desesperada, mi respuesta sería afirmativa.
Un hombre como Budanov no se detendrá ante nada para golpear a Rusia, para crear el máximo caos y sembrar el pánico en la población con el objetivo de debilitar el apoyo a la guerra en Ucrania.
Sin embargo, si esa era la intención, ha conseguido precisamente el resultado contrario. El atentado ha provocado una ola de miedo y repulsión en la población, fortaleciendo aún más la mano de Putin.
La ferocidad del ataque, su naturaleza indiscriminada y su extrema crueldad alimentarán el sentimiento de que Rusia y su pueblo están siendo atacados por enemigos externos.
Aquellos que tontamente imaginan que la posición de Putin se debilitará de alguna manera están cometiendo un error muy grave. Lejos de debilitar la posición de Putin en casa, la fortalecerá aún más.
Ya antes de las elecciones, su popularidad había aumentado hasta el 86%, una cifra que no ha sido discutida por Occidente, que sin embargo insiste en cuestionar el resultado electoral de alrededor del 87%.
Los comentaristas occidentales expresaron su perplejidad ante la popularidad de Putin. No deberían sorprenderse. El presidente ruso debe agradecérselo sobre todo a Occidente.
Las agresivas acciones de la OTAN y el constante bombardeo de propaganda antirrusa que nuestra llamada «prensa libre» difunde a diario convencen a los rusos de que Occidente es el enemigo. Y eso no está lejos de la verdad.
En un clima así, es natural que la gente se una en torno al Gobierno -al menos por el momento- en interés de la seguridad nacional. Putin podrá llevar a cabo un nuevo recorte de los derechos democráticos en Rusia, e inevitablemente habrá graves represalias contra Ucrania.
Ya ha habido una oleada de ataques con misiles contra Ucrania, incluida la destrucción de un aeródromo en Ucrania occidental, que se dice que se estaba preparando para la llegada de aviones de combate F-16 occidentales.
También se ha hablado mucho de una posible nueva oleada de movilización en Rusia. Puede que sea así o puede que no. El hecho es que habrá muchos voluntarios en Rusia haciendo cola para unirse a la lucha en un momento en el que muy pocos ucranianos están dispuestos a sacrificar sus vidas por una causa perdida.
¿Qué sabía la CIA?
Como ya he señalado, Estados Unidos se apresuró a declarar que el EI era el responsable y que el ataque no tenía nada que ver con Ucrania. Hicieron este juicio sin haber examinado todos los hechos disponibles ni esperar a ninguna investigación rusa. Como de costumbre, ya estaban decididos de antemano.
Aproximadamente una semana antes del atentado, Estados Unidos había advertido a sus ciudadanos de la probabilidad de que se produjeran atentados terroristas en Rusia y les había recomendado que evitaran las grandes concentraciones, como conciertos y centros comerciales. Putin tachó estas advertencias de provocación y «chantaje».
Tras la atrocidad, ha habido mucho revuelo en torno a esta cuestión. Los medios de comunicación occidentales señalan con el dedo acusador a la inteligencia rusa por no haber tenido en cuenta esta advertencia.
Pero los rusos afirman que nunca se compartió información directa con sus servicios de inteligencia. Sin información específica, las advertencias generales son más o menos inútiles.
A día de hoy, no está claro cuánta información poseían los servicios de inteligencia estadounidenses sobre el ataque que se avecinaba. Tampoco sabemos de dónde la obtuvieron.
Esa información arrojaría inmediatamente luz sobre quiénes fueron los verdaderos autores. Otra cosa es que esa información salga a la luz.
Hasta ahora se han barajado dos hipótesis principales: a) que se trató de un acto terrorista perpetrado por el EI, y b) que fue una acción detrás de la cual estuvo implicada la mano de los servicios secretos de Ucrania.
En realidad, no hay contradicción entre ambas hipótesis. El EI puede haber sido el autor material del crimen, pero es muy posible que otras fuerzas, menos visibles, estuvieran implicadas.
Hasta el momento, todavía no tenemos pruebas firmes de que el régimen de Kiev haya tenido algo que ver en estos hechos. Pero esta hipótesis no está totalmente descartada.
De hecho, tanto los ucranianos como los islamistas tenían motivos para llevar a cabo el atentado o estar implicados en él. Debemos esperar pacientemente nuevas pruebas que sin duda iluminarán este turbio asunto.
Sospecho que nunca conoceremos la historia completa. Sea quien sea el autor, Ucrania va a pagar un alto precio por ello.