
fPor primera vez en 20 años, el Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia ha perdido las elecciones presidenciales, y no fue una derrota cualquiera. Tras obtener casi el 55% de los votos en 2020, el MAS apenas alcanza el 3%.
En segundo lugar, con el 26,7% de los votos válidos, se encuentra Tuto Quiroga, candidato de la derecha, vinculado al exdictador Hugo Banzer. La victoria, con más del 30% de los votos, fue para el candidato demócrata cristiano Rodrigo Paz y su vicepresidente, el expolicía Edman Lara, conocido en TikTok como el «Capitán Lara». Dado que ni Quiroga ni Paz obtuvieron una mayoría absoluta, se presentarán a una segunda vuelta en octubre.
Este resultado fue una sorpresa, ya que las últimas encuestas previas a las elecciones situaban a Paz con menos del 9% de los votos. Además, cabe destacar otro resultado inusual: los votos en blanco y nulos representaron más del 20% del total de votos. De un total de 233.000 votos nulos en 2020, la cifra ascendió a 1,3 millones este año. ¿Cómo se explica este cambio radical en el panorama político boliviano?
El contexto de estas elecciones fue la crisis económica que azota al país desde hace dos años, así como el conflicto interno del MAS en torno a la figura de Evo Morales. Un análisis exhaustivo de estos fenómenos se puede encontrar en otros artículos que hemos publicado anteriormente. Es la combinación de estas crisis la que condujo al desplome del voto del MAS.
Tras ser descalificado, Evo, en lugar de apoyar a otro candidato de izquierda —como su exdiscípulo Andrónico Rodríguez—, pidió anular los votos. Muchos de los votos anulados en estas elecciones se deben, por lo tanto, al apoyo que aún mantiene el expresidente, sobre todo en las zonas rurales. Una proporción menor se atribuye a un sector de la población, en particular los jóvenes, que desconfía totalmente de los programas de los partidos políticos.
El apoyo expresado a Evo mediante votos nulos no debería sorprender. Para un sector considerable de la población, el expresidente sigue siendo sinónimo de un período de prosperidad y mejores condiciones de vida. Por ello, si no surge una alternativa de izquierda en el próximo período, Evo podría volver a convertirse en un referente para una capa significativa de la sociedad.
Si sumamos los votos obtenidos por los partidos de izquierda, así como los votos nulos, obtenemos más de dos millones, o el 31,4 % del total de votos. Es evidente que la izquierda sigue existiendo, pero ya no tiene representación en el frente electoral. Esto significa que las luchas venideras tendrán que librarse necesariamente exclusivamente en las calles.
En vísperas de las elecciones, el escenario que parecía perfilarse era el del regreso al poder de los mismos rostros de la derecha: el ultrarreaccionario y fiel servidor del imperialismo estadounidense, Tuto Quiroga, por un lado, y el empresario centrista Samuel Doria Medina, por el otro.
El sorprendente resultado obtenido por Paz y Lara se explica precisamente por el rechazo a estas figuras del establishment. La gente se ha cansado del MAS —al menos del MAS de los últimos años—, pero también recuerda y rechaza a la vieja derecha, responsable de tantos abusos y masacres contra la población pobre y trabajadora. Paz también se posicionó como una figura más popular y pragmática, lo que le ayudó a destacar y a ganarse el apoyo de sectores más amplios. En particular, su rechazo a la idea de recurrir al FMI para obtener ayuda económica le granjeó apoyo, ya que el FMI es una institución profundamente odiada en el país y se le reconoce, con razón, como un instrumento del imperialismo estadounidense.
Sin embargo, es fundamental comprender que, si bien los dos candidatos que se dirigen a la segunda vuelta parecen muy diferentes, tanto en sus propuestas como en la forma de conducir sus campañas, una vez en el poder, sus políticas serán esencialmente las mismas. Este es el resultado inevitable de la lógica del capitalismo en crisis.
Tuto promete la “revolución liberal más profunda en la propiedad” de la historia de Bolivia. Este eslogan solo puede significar una austeridad brutal y el empobrecimiento de la gran mayoría. El primer paso de su programa, del que depende todo lo demás, es un préstamo del FMI para inyectar dólares a la economía. Esto significaría atar al país de nuevo al imperialismo estadounidense. Por mucho que intente edulcorarlo, todo préstamo del FMI conlleva condiciones, que en la actual situación económica se resumen en una sola palabra: austeridad. Su promesa de convertir a Bolivia en un “país de propietarios” es pura demagogia.
Por otro lado, Rodrigo Paz habla de crear un «capitalismo para todos», un eslogan demagógicamente similar al «país de dueños» de Tuto, ya que a una frase tan vacía se le puede dar cualquier contenido. ¡Bolivia lleva 150 años experimentando el «capitalismo para todos»!
«Capitalismo para todos» significa riqueza extrema para una pequeña minoría y pobreza y miseria para la gran mayoría. En cualquier caso, el contenido que Paz le da a su lema es más pragmático que el de Tuto. A diferencia de este último, quien es un burgués clásico que se postra ante Estados Unidos, Paz reconoce que han surgido otras posibilidades.
El declive relativo de Estados Unidos y el ascenso de China y Rusia implican que Bolivia podría mantener su orientación hacia este último, posiblemente obteniendo mejores condiciones al obtener ayuda para salir de la crisis. Pero Paz no solo rechaza la posibilidad de obtener un préstamo del FMI, sino que rechaza la necesidad de obtener cualquier préstamo externo, afirmando que la riqueza para resolver la crisis se encuentra dentro del país. Tiene razón en esto, pero si el capitalismo se mantiene, como ambos candidatos claramente desean, no tienen ninguna esperanza de liberar esa riqueza de manos privadas, que no tienen ningún interés en el desarrollo del país.
Aceptar el capitalismo implica acatar sus reglas, y la austeridad es una necesidad objetiva para el capital en la era de crisis orgánica en la que nos encontramos. Independientemente de la forma que adopte esta, o de los bloques imperialistas hacia los que se oriente el país, la posición fundamental de Bolivia como exportador de materias primas al mercado mundial se mantendrá. Seguiremos viviendo con la grotesca situación de tener una población empobrecida en un país rico en recursos.
Cabe mencionar también otro elemento del atractivo de Paz: su candidato a vicepresidente, Edman Lara. La imagen de este último gira en torno a su oposición a la corrupción, en particular dentro de la policía, de la que fue expulsado precisamente por intentar exponer la corrupción en la institución.
Sin duda, causa una mejor impresión que el compañero de fórmula de Tuto, hijo de un burgués que saqueó los fondos de pensiones durante la quiebra del Banco Fassil. Sin embargo, debemos ser claros: el capitalismo y la corrupción son gemelos; no se puede tener uno sin el otro. Cualquier intento del «capitán» por eliminar la corrupción se verá inevitablemente frustrado, por muy sinceras que sean sus intenciones. Los intentos previos de Lara por combatir la corrupción en la policía culminaron en su destitución. Un desenlace similar le espera si se convierte en un obstáculo demasiado grande dentro del estado.
La única manera de eliminar la corrupción es derrocar al capitalismo e instaurar la dictadura del proletariado, basándose en las condiciones claramente formuladas por Lenin en El Estado y la revolución :
- Elección de todos los funcionarios, con revocación inmediata si no cumplen su función
- Ningún funcionario debería recibir un salario superior al de un trabajador promedio
- No hay ejército permanente, sino pueblo armado (aquí está la solución a la corrupción policial)
- Rotación de funciones en la administración estatal. (“Que cada cocinero sea primer ministro y cada primer ministro sea cocinero”)
Este es, fundamentalmente, el programa de la revolución socialista, y es el único camino a seguir para las masas de Bolivia. El MAS llegó al poder tras varios años de inmensas luchas revolucionarias en el país, que en más de una ocasión pudieron haber derrocado al capitalismo y abierto el camino a la revolución proletaria. Sin embargo, ante la ausencia de una dirección revolucionaria con un programa claro, el MAS emergió como la única vía para resolver los problemas apremiantes de las masas.
La época de reformismo que comenzó en 2006 está llegando definitivamente a su fin. Es fundamental aprender las lecciones de los últimos 25 años, prepararse para las luchas venideras y no repetir los mismos errores. Quienquiera que gane la segunda vuelta, las condiciones de vida y los derechos conquistados en el pasado deberán defenderse mediante la lucha.
Los intereses de los capitalistas son completamente opuestos a los de la clase trabajadora: si uno gana, el otro pierde. Estas elecciones son una victoria para el capital, que asegurará una sólida representación en el estado, pero es una victoria pírrica: en realidad, los candidatos que pasan a la segunda vuelta cuentan con una base de apoyo relativamente débil.
Paz obtuvo 1,7 millones de votos y Tuto 1,4 millones, de un total de 6,9 millones. La guerra de clases continúa y no terminará hasta que los trabajadores tomen el poder. La historia no es en vano, y el proletariado boliviano aprenderá valiosas lecciones en el próximo período. Es deber de todos los comunistas acompañarlos en cada paso del camino y luchar codo con codo, preparando las fuerzas para la victoria final.uerzas para la victoria final.