El 28 de junio, a las once menos cuarto de la mañana hora de Bagdad, en una ceremonia apresurada a puerta cerrada, el procónsul norteamericano Paul Bremer ha entregado el poder a un gobierno interino formado por iraquíes. Hasta este momento, el 30 de El 28 de junio, a las once menos cuarto de la mañana hora de Bagdad, en una ceremonia apresurada a puerta cerrada, el procónsul norteamericano Paul Bremer ha entregado el poder a un gobierno interino formado por iraquíes. Hasta este momento, el 30 de junio era la fecha inalterable y no negociable en la que se decidiría el futuro de Iraq. Ahora todo ha cambiado con una celeridad indecente y se ha adelantado dos días.
La entrega formal de poderes normalmente va acompañada de pompa y boato, golpear de tambores y sonido de trompetas, levantamiento y ondear de banderas. Aquí no hemos tenido nada de este tipo. La pequeña reunión de hombres con trajes y otros con vestimentas árabes terminó en un abrir y cerrar de ojos. Más que el representante de una potencia imperial entregando el poder a un aliado agradecido, Paul Bremer parecía un hombre que pasa rápidamente una patata caliente a las manos de otro.
El nuevo primer ministro puso su mano en el Corán y juró defender la libertad de Iraq. Bremer se fue rápidamente en un avión norteamericano, sin duda feliz porque ha podido mantenerse con vida. El representante oficial del imperialismo estadounidense huyó como un ladrón en la noche. Sin embargo, a pesar de los comprensibles sentimientos de alivio de Bremer, la llamada transferencia de soberanía es una farsa. El ejército estadounidense mantiene el poder detrás del trono. La pretensión de que los norteamericanos y los iraquíes son “socios” es un engaño, es la sociedad del burro y el jinete.
A pesar de toda esta propaganda ruidosa sobre la democracia, el nuevo gobierno no ha sido elegido. Fue nombrado directamente por las fuerzas ocupantes y lo han elegido por su lealtad a Washington. Iyad Allawi, el primer ministro, es un títere de la CIA. Irónicamente, es un antiguo colaborador de Sadam Hussein y dirigente baathista, su único mérito es haberse opuesto a Sadam Hussein en los años noventa.
La cuestión es ¿cuánto poder realmente tendrán los iraquíes? El poder del estado en última instancia se basa en cuerpos de hombres armados. El ejército y la policía teóricamente estarán controlados por el nuevo gobierno iraquí, pero en la práctica quien decidirá es la coalición. El ejército norteamericano seguirá en suelo iraquí demostrando que el supuesto final de la ocupación sólo es una estupidez.
La vida de Allawi y su gobierno depende de la presencia de una fuerza multinacional de 150.000 hombres, la mayoría norteamericanos, apoyados por miles de mercenarios asiáticos y occidentales bajo protección estadounidense y más allá del alcance de las leyes iraquíes. En teoría las fuerzas ocupantes se retirarán si el nuevo gobierno se lo pide. Pero este argumento pasa por alto un pequeño detalle, la seguridad del nuevo gobierno depende totalmente de estas mismas fuerzas. A menos que estén cansados de vivir a ninguno se le ocurrirá hacer esa petición.
El nuevo gobierno también dependerá completamente del dinero norteamericano. Este es el caso de las fuerzas armadas de Allawi. En el presupuesto de 2004, los 1.500 millones de dólares, excepto 300 millones, destinados a gasto militar proceden de EEUU. Los asesores occidentales del ministro de defensa creen que, si el gobierno interino intenta acelerar la retirada de los estadounidenses (está prevista la retirada de tres divisiones para final de año), los fondos económicos desaparecerán. Los otros ministerios de Allawi también dependen de la ayuda norteamericana. Esto convierte la soberanía en una burla.
Entre bastidores los estadounidenses tomarán todas las decisiones importantes. El gobierno funcionará con asesores norteamericanos y los ministros tendrán que hacer lo que ellos digan. Aunque ahora al frente de todos los ministerios hay iraquíes, 150 asesores principalmente norteamericanos continuarán trabajando en los mismos despachos que ocupaban antes. (Los británicos moverán los hilos en el de economía y defensa, los australianos en el de agricultura).
Los estadounidenses dicen que entregan el poder a una judicatura que es independiente del ministerio de justicia. ¿Es esto cierto? Como dice The Economist: “El nombre inocuo de Tribunal Criminal Central, está lleno de jueces designados por los estadounidenses que intentarán resolver los casos ‘rápidos’ (…) Ya dos miembros del Consejo de Gobierno han sido llegados ante el tribunal. Muchos abogados temen que después del 30 de junio los niveles de juicios caigan de nuevo”.
Unos 1.300 detenidos deberán ser liberados el 1 de julio. Otros 4.000 o 5.000 tendrán que quedarse bajo custodia norteamericana hasta que las autoridades iraquíes puedan “garantizar un proceso adecuado y un juicio seguro”. Se espera que Sadam Hussein permanezca bajo custodia estadounidenses aunque legalmente esté en Iraq, los norteamericanos dicen que firmarán un acuerdo con el gobierno iraquí.
Iyad Allawi fue elegido por la CIA porque era visto como un “duro”. Como dijo un portavoz del departamento de estado USA a The Economist: “Es nuestro rufián”. Esto nos recuerda la famosa declaración de aquellos que imponen la ley de prensa o un regulador independiente de los medios de comunicación estatales y teléfonos móviles, que pueden ser clausurados por una orden del gabinete. Se rumorea que el gobierno “provisional” de Allawi planea imponer la ley marcial.
Estos poderes se supone que expiran después de las elecciones a la asamblea nacional que se celebrarán el enero de 2005. Pero es poco probable, especialmente si la seguridad no mejora. Todo señala en una dirección contraria. A mediados de junio Kofi Annan, secretario general de la ONU, anunció que retrasarían el regreso de la ONU a Iraq hasta que no se mejorara la seguridad.
La razón principal para adelantar la entrega de poderes dos días eran los temores a un rápido deterioro de la seguridad. Hay una media de 45 ataques al día. En vísperas de la entrega de poderes la lucha se intensificó, los insurgentes se enfrentaron a la policía en dos ciudades del oeste y el norte de Bagdad. Un soldado británico murió en Basora y un marine norteamericano fue secuestrado.
El problema principal con las elecciones en Iraq no es la seguridad. Si las elecciones se celebran los iraquíes podrían votar una opción “equivocada”. Es decir, podrían votar a los candidatos que no son del agrado de EEUU. Es sabido que Paul Bremer era reticente a celebrar elecciones locales o nacionales por temor a que ganasen los islamistas. El nuevo ministro de interior ya está avisando de los peligros de los “militantes democráticos”.
La reacción de la población ante este acontecimiento parece haber sido contradictoria. Entre una capa importante de la población parece existir un elemento de cansancio con la guerra y quiere la paz. La oleada de coches bomba y asesinatos ha intensificado estos deseos de paz. Especialmente entre una capa de iraquíes de clase media existen ilusiones en el nuevo gobierno. Pero que esto dure sólo dependerá de si se puede ver una mejora tangible de las condiciones de vida del pueblo iraquí.
Teóricamente el nuevo gobierno tendrá en sus manos las inmensa riqueza petrolera iraquí. Pero también esto es una ilusión, los ingresos procedentes del petróleo iraquí no estarán realmente bajo el control de Bagdad. Serán supervisados por un organismo internacional de la ONU. La resolución de la ONU obliga a Iraq a ingresar estos ingresos en el Fondo para el Desarrollo de Iraq (FDI). Desde el principio de la ocupación los estadounidenses han gastado 11.300 millones de dólares de los 20.200 de ingresos del FDI y han comprometido otros 4.600 millones.
Cientos de millones de dólares se están utilizando para pagar a empresas militares occidentales para que garanticen la seguridad de lugares estratégicos, como el centro nacional de radiodifusión y mantenerlos fuera del control iraquí. Las empresas británicas controlan los accesos al Aeropuerto Internacional de Bagdad y al puerto de Um Qasar. Casi toda la riqueza petrolera de Iraq se ha gastado ya y el dinero está a salvo en las arcas de las multinacionales estadounidenses. Muy poco, si no nada, quedará para el pueblo iraquí.
La pobreza general y el desempleo es lo que alimenta la insurgencia. Las continuas hostilidades impiden una recuperación económica general. Los ataques guerrilleros a los oleoductos del norte y a los campos petrolíferos del sur han reducido bruscamente las exportaciones (según Allawi han tenido un coste de 1.000 millones de dólares) y han reducido los suministros de las centrales eléctricas.
La administración Bush prometió crear 850.000 empleos en Iraq. Hasta abril los norteamericanos habían creado 395.000 empleos, pero la mayoría han ido a parar a contratistas occidentales que tienen garantizada la inmunidad ante las leyes iraquíes. Mientras que los empleos recaen en estos contratistas, dos millones de los siete y medio que forman la fuerza laboral iraquí están todavía en paro.
De los 18.400 millones de dólares aprobados por el congreso norteamericano para el presupuesto iraquí de este año, apenas ha llegado algo. Aunque los administradores han destinado 10.000 millones para proyectos, han sido recompensados sólo con 3.200 millones, la mayoría para construir bases militares. Los subcontratistas se quejan de que el mayor contratista de la coalición, KBR, está detrás de los pagos. Iraq se ha convertido en un círculo vicioso donde la crisis económica alimenta la insurgencia y ésta a su vez alimenta la crisis económica.
George Bush no ha conseguido convencer a sus amigos europeos para que le apoyen. Aunque votaron a favor de la resolución de la ONU, Francia y Alemania insisten en que se paguen algunos de los pagos de la deuda antes de que ellos regresen a la economía de la posguerra iraquí. Este semana el presidente de Iraq, Ghazi al-Yawar, se quejaba de que sólo había llegado el 10% de la ayuda prometida.
Existe un enorme odio hacia los imperialistas. Este no desaparecerá con la colocación de un régimen títere iraquí en Bagdad. Según una encuesta realizada por el Centro de Investigación y Estudios Estratégicos de Bagdad, sólo el dos por ciento de los iraquíes ven a los norteamericanos como libertadores. La gran mayoría les ve como un ejército extranjero de ocupación. La resistencia continuará, con alzas y bajas, durante años. Al final, a los estadounidenses no les quedará otra alternativa que irse. Lo que ha ocurrido ahora es sólo una primera prueba de esto.
The Economist reflejaba la seriedad de la situación de la seguridad:
“Las principales arterias de comunicaciones de Iraq desde Jordania y Siria a través del desierto hasta la capital, están fuera del control de Bagdad, los nueve kilómetros que unen Bagdad con el aeropuerto, conocidos como el Paseo de la Emboscada, sigue siendo la carretera más peligrosa de Iraq. Las fuerzas norteamericanas han entregado dos ciudades, Faluya y Baquba, ha sus oponentes después de batallas inconclusas.
“Otras fuerzas también están atrincheradas en sus zonas. Los exaltados de la tribu shammar han amenazado con rebelarse. Los kurdos, atrincherados en el norte, han sido echados de la rica ciudad petrolera de Kirkuk hacia el sur. Los límites de la autoridad central se revelaron cuando el día después de ordenar que se desmantelaran todas las milicias iraquíes, Allawi dio marcha atrás y dijo que los dos gobiernos regionales kurdos podrían mantener sus milicias peshmerga.
“Incluso en la capital, la autoridad central tiene un espacio pequeño. A pesar de la prohibición de milicias hecha por Allawi, los paramilitares leales al Consejo Supremo de la Revolución Islámica (CSRI), un grupo chiíta apoyado por Irán, tomaron recientemente las calles para protestar contra la quema hasta la muerte de seis conductores por parte de extremistas sunnitas. A través del país las autoridades dicen que están funcionando 500 tribunales, pero incluso en las zonas más elegantes de Bagdad tienen que competir con los tribunales de la ley sharia y tribales, conocidos como fasls. La secularización parece muy buena sobre el papel, pero no en las calles. Bajo presión norteamericana, las mujeres consiguieron el 25% de los ministerios en el gobierno interino y fue derogada la ley 137 del Consejo de Gobierno, que imponía la sharia para los asuntos personales. Pero los crímenes de honor de nuevo van en aumento”.
La intención real de Washington no es entregar el poder o retirarse de Iraq, sino responsabilizar a los iraquíes de la represión. Las revelaciones de torturas en las cárceles norteamericanas han provocado serios problemas políticos a Washington a través de todo Oriente Medio. Por otro lado, el número de bajas entre las fuerzas estadounidenses minando el apoyo a la aventura iraquí en los propios Estados Unidos.
Las tácticas del imperialismo norteamericano en Iraq se parecen al comportamiento del imperialismo británico en Irlanda después de la Primera Guerra Mundial. Incapaz de derrotar la lucha de liberación nacional en Irlanda, la clase dominante británica decidió entregar el poder a un gobierno títere en Dublín, que aceptó las formalidades del poder y se encargó de reprimir la insurrección. El resultado fue una guerra civil sangrienta que duró años y que se caracterizó por un gran salvajismo.
Allawi y sus compinches están entusiasmados por su nuevo empleo. Quieren dar a sus maestros norteamericanos una prueba de que son duros. Según informa The Economist: “El ministro de justicia ha pedido la reinstauración de la pena de muerte, el ministro de defensa ha prometido personalmente cortar las manos y las cabezas a los rebeldes, el ministro de interior ha ordenado a su policía entrar en zonas como el mercado de armas de Bagdad. Los policías más osados están imponiendo multas a los infractores de tráfico por primera vez desde el inicio de la guerra. Allawi también ha prometido reintegrar a antiguos baathistas y ha anunciado la movilización de las cinco divisiones del ejército iraquí desmanteladas para apoyar a la policía. Según Allawi ‘Desmantelar el ejército iraquí fue un gran error’”.
Este es el lenguaje no de un gobierno nacional soberano, sino de un gobierno de títeres y colaboradores. El elemento básico en él son antiguos seguidores de Sadam Hussein, burócratas baathistas, jefes de policía y oficiales del ejército, muchos de ellos implicados personalmente en la represión, el asesinato y la tortura del antiguo régimen. Allawi es el ejemplo perfecto de este espécimen.
Carentes de cualquier ideología, creencias o principios, estos despreciables oportunistas se aferran a cualquier gobierno que les prometa poder, riqueza y privilegios. Ayer lanzaban loas a Sadam Hussein, hoy le maldicen. Ayer maldecían a George Bush, hoy le dedican sus alabanzas.
La nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Iraq ha proporcionado el camuflaje necesario para que Washington lleve adelante sus maniobras. Otorga a una fuerza multinacional dirigida por los estadounidenses la autoridad para “utilizar todas las medidas necesarias”. Las fuerzas armadas iraquíes estarán sometidas al mando operativo de la coalición, aunque el nuevo gobierno iraquí tomará las “decisiones estratégicas”.
Incluso así, el nuevo régimen sigue siendo extremadamente débil. Sadam Hussein tenía 70 divisiones, mientras que Allawi sólo tiene una división armada de 8.000 soldados. Además, controlará la nueva Guardia Nacional formada por 40.000 hombres mal entrenados. No dispondrá de armamento pesado, sólo tendrá 16 helicópteros de transporte y reconocimiento. Su ministro de defensa tiene sólo un carácter embrionario (todavía no hay un sistema telefónico).
Esta fuerza no puede llevar a cabo una lucha victoriosa contra los insurgentes iraquíes donde ha fracasado el ejército estadounidenses, a pesar de sus inmensos recursos. Pero si hacerse cargo de la responsabilidad de las acciones represivas impopulares contra la población. Ya ha anunciado un plan para enviar al ejército iraquí casa a casa en las ciudades sunnitas del oeste de Bagdad y en las ciudades chiítas del sur. Esto es un presagio de lo que está por llegar.
Las fuerzas gubernamentales no pueden derrotar a una oposición armada con morteros y cohetes. La principal fuerza de lucha será la coalición, como hasta ahora. Pero los colaboradores iraquíes realizarán el trabajo sucio de represión, tortura y asesinato, permitiendo a los norteamericanos y británicos lavarse las manos como Poncio Pilatos, y enviar sus quejas a la “autoridad iraquí legal”. El resultado será una nueva espiral de violencia y atrocidades que sólo servirá para intensificar la lucha de liberación nacional.
Uno de los principales elementos en la ecuación es la moral y el espíritu de lucha de las fuerzas ocupantes. Rodeadas por una población hostil, en medio de un verano sofocante, constantemente vigilantes ante una emboscada. Los soldados estadounidenses cada vez están más desmoralizados y desencantados con la guerra. Cada nueva baja, cada nueva revelación sobre abusos a prisioneros, profundiza el ambiente de desesperación. El soldado medio norteamericano quiere regresar a casa. La posibilidad de motines está implícita en la situación. Esto no puede durar indefinidamente.
El ambiente en EEUU está transformándose lentamente en contra de la guerra. Las elecciones presidenciales están a la vuelta de la esquina. El ejemplo de España demuestra la posibilidad de giros rápidos y repentinos de la opinión pública debido a la cuestión de la guerra. Esta es otra razón para la rapidez de la entrega de poderes.
Estas maniobras pueden prolongar el conflicto y retrasar la decisión final, a costa de nuevas convulsiones en Iraq y EEUU. Pero no pueden cambiar el resultado inevitable. Tarde o temprano, el ejército estadounidense tendrá que retirarse de Iraq. Las consecuencias de esto no son fáciles de predecir, al menos con detalle. Pero si se puede hacer un pronóstico seguro, el mundo no será un lugar más seguro o más pacífico como resultado de la aventura iraquí de George Bush.
Traducción de The farce of the Iraqi “handover”.