Ahora Katrina, un desastre que no es ni económico, político, social ni militar tendrá enormes consecuencias tanto políticas, económicas, sociales como militares. Esta fuerza de la naturaleza acaba de sacudir todo el decrépito sistema del capitalismo “He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aún dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad”.
Carlos Marx y Federico Engels. El Manifiesto Comunista
Hace casi cien años, V. I. Lenin explicó que para la gran mayoría de la humanidad la vida es bajo el capitalismo “horror sin fin”. Miseria, degradación, hambre, desdicha, ausencia de agua potable, electricidad y vivienda, por no hablar del acceso al trabajo, cuidado sanitario y educación, es el desgraciado destino para miles de millones de personas en este planeta. Hasta hace poco para la mayoría de los estadounidenses esta sombría realidad existía sólo en lugares “muy, muy lejanos de los cuales sabemos muy poco” -o en ciudades estadounidenses del interior donde las cámaras de televisión apenas llegan.
Literalmente, de la noche a la mañana, todo ha cambiado. Ahora, las imágenes de una devastación inimaginable y la angustia han llegado a las pantallas de nuestros televisores, pero no proceden de Bangladesh o Sri Lanka, sino del hogar histórico del Mardi Gras y de Bourbon Street: Nueva Orleáns.
En la naturaleza y en la sociedad, aparentemente rutinarias, los incidentes insignificantes pueden desencadenar acontecimientos con consecuencias profundas y de largo alcance que escapa a todas las proporciones inimaginables. En una situación inestable, en un “sistema al borde del caos”, incluso la sacudida o el cambio más pequeño pueden desencadenar fuerzas tremendas que trastocan todo. En determinadas condiciones, un copo de nieve o un simple estornudo pueden desencadenar una avalancha en una montaña nevada -como dice el refrán, “la gota que derramó el vaso”.
En ciencias, en la Teoría del Caos, con frecuencia a esto se denota como dependencia sensible de las condiciones iniciales o el “efecto mariposa”. En determinadas condiciones, el aleteo normalmente insignificante generado por las alas de una mariposa puede en teoría desencadenar fuerzas muy poderosas, en otras palabras, esta pequeña cantidad de energía puede empujar al sistema “hacia el precipicio”. Si esto es así ¿cuánto más podría hacer una supertormenta de categoría 4 con vientos que superan las 100 millas por hora? El huracán Katrina, que al principio parecía “sólo otra tormenta”, probará ser esa “gota que derramó el vaso”.
Las implicaciones de la devastación del Katrina en este momento no se pueden cuantificar. Las elecciones del año 2000, los ataques del 11 de septiembre, el colapso de Enron, las guerras en Afganistán e Irak, todo ha sacudido la conciencia de la clase obrera estadounidense. Las telarañas acumuladas durante décadas de relativo letargo e indiferencia hacia la política estadounidense y mundial de repente se han sacudido de una manera violenta. Millones de norteamericanos comienzan a abrir los ojos a las realidades del mundo, tomando un interés cada vez mayor en la política, tanto local como global.
Ahora Katrina, un desastre que no es ni económico, político, social ni militar tendrá enormes consecuencias tanto políticas, económicas, sociales como militares. Esta fuerza de la naturaleza acaba de sacudir todo el decrépito sistema del capitalismo estadounidense. Puede que los huracanes sean “naturales”, pero la ausencia de un plan de prevención anticipado, un plan de evacuación y ayuda, convierten el desastre en algo totalmente humano. La responsabilidad de la calamidad recae sólo sobre el gobierno de George W. Bush y toda la clase a la que él representa. Incluso las personas que han muerto por el huracán Katrina y sus consecuencias pueden ser consideradas bajas directas de la guerra y la ocupación de Irak.
Uniendo los eslabones: ¡El capitalismo significa guerra y miseria!
Desde la comodidad y la seguridad del Air Force One, el presidente estadounidense vio el daño y lo calificó como “histórico”. Sus palabras serán proféticas. Katrina será recordado como un punto de inflexión decisivo e histórico en la conciencia de la clase obrera norteamericana. Millones de norteamericanos están comenzando a relacionar la guerra de Irak, la farsa de la “Seguridad Nacional”, los profundos recortes de los programas sociales, el aumento del desempleo, las reducciones de impuestos a los ricos y la inepta planificación ante una tormenta asesina que las autoridades sabían que tarde o temprano ocurriría.
Desde el 11 de septiembre hemos explicado que la guerra contra el terrorismo es una guerra contra la clase obrera tanto en casa como en el extranjero. Desde entonces nada lo ha demostrado más que el huracán Katrina y sus consecuencias. Durante los últimos cuatro años hemos sufrido duros ataques contra nuestras condiciones de vida, nuestras condiciones y derechos laborales, todo en busca de más beneficios para los ricos. Pero la ruina de Nueva Orleáns es la evidencia más gráfica posible de la naturaleza putrefacta de este sistema.
Cientos han muerto ya debido a la tormenta y muchos estiman que la cuenta final será probablemente de miles. Hasta el jueves, más de 2,3 millones de personas de Mississippi, Louisiana, Alabama y Florida estaban sin electricidad. La negligencia y el desvío de fondos hacia la guerra en Irak han destruido la vida de cientos de miles de supervivientes que han perdido a sus seres queridos, sus casas y sus esperanzas. Aquellos que están desplazados tienen pocas opciones. Incluso el estadio Astrodome, situado en Houston, la capital petrolera de EEUU, está completamente abarrotado de refugiados procedentes de Nueva Orleáns. La frustración ante la ineficacia y la lentitud de las autoridades se está extendiendo.
¿Y cuál es la reacción de la clase dominante? Los insensibles comentarios del portavoz de la Casa Blanca, Dennis Haster, lo resumen todo: “Parece que gran parte de ese lugar [Nueva Orleáns] puede pasársele una pala mecánica por encima”. Por su parte, el presidente Bush promete hacer un donativo a la Cruz Roja, ha propuesto que los dos presidentes anteriores, Bush padre y Bill Clinton, para que encabecen la recogida de fondos para la ayuda. ¿Una recogida de fondos? Ellos pudieron encontrar miles de millones para la ocupación y subyugación de Irak y ahora piden caridad para aliviar el sufrimiento de miles de personas en casa. La sombría realidad de la vida bajo el sistema inhumano y despiadado del capitalismo es clara para todos.
“Restaurar el orden” y el paseo de los medios de comunicación
Rodeados por un auténtico lago de agua contaminada, de cadáveres humanos y animales, cientos de miles de personas están sin casa, sin comida e incluso sin agua potable en medio de un clima cálido y húmedo en el que se pueden propagar fácilmente las enfermedades. La ayuda es aún más desastrosa que la propia tormenta, los muertos podrían aumentar rápidamente en los próximos días porque miles de personas languidecen en medio de la desesperación y la suciedad, abandonados a su suerte por las mismas fuerzas que supuestamente están aquí para “servir y proteger” el bien público.
En lugar de buscar sobrevivientes o llevar comida y agua a los miles que continúan atrapados, la primera prioridad de las “fuerzas del orden” es proteger tiendas como las de GAP de los saqueadores. En Biloxi, Mississippi, el Estado ha declarado la ley marcial para proteger a los casinos de los supervivientes. Es verdad que algunos se están aprovechando del caos para apoderarse de pantallas de plasma que nunca podrán utilizar, pero la gran mayoría de los “saqueadores” están “robando” bolsas de papas fritas y botellas de jugo de las tiendas de tiendas que ya han sido declaradas como “pérdida total” por sus aseguradoras. Bajo el capitalismo el “respeto por la propiedad privada” debe prevalecer en cualquier momento.
Los medios de comunicación han jugado un papel pernicioso al intentar desviar la atención del colapso total de la infraestructura y la irresponsable falta de esfuerzos de ayuda. Se han centrado en las “violentas pandillas de saqueadores” y han dado a su cobertura un repulsivo tinte racista para intentar encubrir el hecho de que se trata de una cuestión de clase. Como siempre, los pobres de todas las razas son los que están pagando el precio de la avara indiferencia de la clase poseedora que es dueña de este país. (Vea la foto anexa al artículo)
Pero incluso estos mentirosos profesionales y apologistas a sueldo de los crímenes de la clase capitalista están profundamente afectados por los horrores que están presenciando. Sólo pueden criticar la ausencia de ayuda y planificación. Muchos periodistas dan sus informaciones al punto de llorar, en medio de un entorno que sólo se puede comparar al de una zona de guerra. (Vea por ejemplo este video en inglés en MSNBC)
Y ciertamente es una zona de guerra: una guerra entre clases librada por la clase capitalista estadounidense contra la clase obrera de este y todos los países. En una situación que recuerda a cuando los marines estadounidenses convirtieron Faluyah en ruinas, la Policía Militar fuertemente armada está vigilando algunas zonas. Se han enviado helicópteros militares, incluido un Cobra, para ayudar en las operaciones de rescate y, por supuesto, para restaurar el orden. Un oficial de la policía de Nueva Orleáns, que debió imaginarse por un momento que se encontraba en Sadr City, dijo que se estaban encontrando con “algo de resistencia”.
En un momento determinado, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) suspendió las operaciones de rescate porque era “demasiado peligroso”. A pesar de algunos incidentes de violencia, la mayoría de las personas se están ayudando entre sí para sobrevivir sin la necesidad de que intervenga la policía. Pero no tienen los helicópteros y lanchas necesarios para escapar de las islas de tierra seca que ocupan. Los autobuses y las ambulancias no pueden llegar a ellos. Y todavía los medios de comunicación continúan culpando a la “violencia” de la imperdonable lentitud e ineficacia de la ayuda.
Las capas más pobres de la sociedad de Nueva Orleáns, los que no tienen recursos para huir de la ciudad por sí mismos, se amontonan en el inseguro Superdome de Louisiana sin comida, agua, camas ni personal médico. Unas 30.000 personas se encuentran en medio de una trampa mortal en potencia. Que el edificio no se haya derrumbado debido a los fuertes vientos del Katrina es cuestión de suerte. Ahora los medios de comunicación les culpan por no haberse ido a tiempo. Podríamos preguntar: ¿cómo se supone que iban a abandonar la ciudad si no tenían dinero ni transporte para salir de ella? Aunque han sido los pobres de todos los colores y tamaños los que han sido abandonados a su suerte, en Nueva Orleáns la inmensa mayoría de ellos son afroamericanos. Según el censo del 2000, el ingreso per cápita de los blancos en Nueva Orleáns es de 31.791 dólares, frente a los 11.332 dólares de los afrodescendientes. Una vez más, son aquellos que se encuentran en el estrato más bajo de la sociedad los que sufren la mayoría de los crímenes del capitalismo.
Desaparecido en acción en Irak
La Guardia Nacional se formó originalmente para sofocar el malestar civil y ésta sigue siendo su principal función. Pero de vez en cuando se recurre a ella para ayudar en los desastres. Así que ¿dónde está ahora? Miles de la zona del Golfo de México se encuentran en Irak, mirando impotentes mientras sus familiares y amigos luchan por sobrevivir en los EEUU, mientras ellos luchan por mantenerse con vida en las calles y carreteras de Irak. Están a miles de kilómetros de distancia, asesinando y muriendo en una guerra totalmente repudiada, cuando podrían estar en casa ayudando a encontrar sobrevivientes. Quizás hubiesen podido haber ayudado a evacuarlos antes de que fuese demasiado tarde.
Al inicio de las operaciones de rescate sólo había disponibles 7 helicópteros, el resto está fuera, principalmente en Irak. También resulta irónico que el estado que ha sufrido mayor número de bajas en Irak sea el de Mississippi, uno de los estados más afectados por la catástrofe.
G. W. Bush y compañía están intentando evitar se vincule la guerra de Irak con la desastrosa respuesta al Katrina. Pero millones de estadounidenses, incluidos muchos soldados, ya están relacionando estas dos cuestiones y pronto exigirán respuestas.
“¿Esto tenía que ocurrir?”
Esta es la pregunta que se están haciendo millones de personas en los EEUU y en el resto del mundo. La respuesta es muy sencilla: “No”. El papel del capitalismo en la aceleración del calentamiento mundial ha llevado a un cambio brusco de los patrones climáticos. La ingenuidad humana todavía no sabe como detener los huracanes. Pero el costo de vidas y los daños no han debido ni de cerca ser tan grande. Si se hubieran hechos planes de evacuación para garantizar que todos los habitantes de la zona de Nueva Orleáns estuvieran a salvo antes de la tormenta, las pérdidas humanas habrían sido mínimas. Un gobierno que puede mover rápidamente a cientos de miles de soldados y millones de toneladas de equipos para una guerra en la otra cara del planeta ciertamente podría haberlos evacuado… si hubiese querido.
Ya se sabe que el alcance de este desastre se podría haber evitado con una fracción del dinero que será necesario para el rescate y la reconstrucción posterior. Los cálculos iniciales hechos por las aseguradoras cifran los daños en 30.000 millones de dólares, y eso es sólo lo que ellas tendrán que pagar. Miles de millones más son propiedades no aseguradas habrán sido dañadas irreparablemente.
Mucho antes de la llegada del Katrina se podía haber evitado una debacle de esta magnitud. Para empezar, los diques que rodean la ciudad de Nueva Orleáns, que se encuentra situada en una depresión entre el río Mississippi y el Lago Pontchartrain, se podían haber reforzados. Hay que recordar que si fuera por la Madre Naturaleza un país como Holanda ya no existiría; éste también yace bajo el nivel del mar. Sin embargo, éstos han gastado tiempo y dinero en reforzar los diques tradicionales que pueden resistir una inundación que puede ocurrir casi cada 10.000 años. Los diques que rodean Nueva Orleáns habían sido calificados que ni siquiera podían resistir una que se produce cada 100 años.
Las autoridades de Louisiana sabían desde hace décadas que esta tormenta inevitablemente llegaría. También sospechaban que las actuales defensas no eran las adecuadas para detener las inundaciones que una tormenta de este tipo traería. El 23 de junio de 2002 el periódico New Orleans Times-Picayune decía lo siguiente:
“La última línea defensiva de Nueva Orleáns contra las inundaciones producidas por huracanes es un sistema de 475 millas de largo formado por diques, compuertas, muros y puertas que miden unos 16 pies de alto. El Cuerpo de Ingenieros del Ejército dice que el sistema protegerá la ciudad y los alrededores de un huracán de fuerza 3 que no eleve el nivel del agua en el Lago Pontchartrain más allá de 11,5 pies por encima del nivel del mar – justo a la altura de la cabeza de alguien de pie al otro lado de un dique.
“Ese margen de error es crítico porque una tormenta que empuje el lago a un nivel superior puede hacer que el agua supere los diques e inunde la ciudad. El agua puede rápidamente superar los 20 pies o más. La gente se ahogaría, probablemente en gran número.
“El Cuerpo no sabe ya lo que es el margen de seguridad. Los ingenieros dicen que las poderosas tormentas de lento avance que pueden abrumar el sistema son muy raras y que los diques son seguros. Pero los ingenieros del ejército dicen que sus propios estimados de seguridad están vencidos y un análisis independiente para The Times-Picayune sugiere que algunos diques pudieran proveer aún menos protección de los que admiten los ingenieros del ejército.”
De acuerdo al Ingeniero Lee Butler, citado en el mismo artículo, “Yo creo que cualquiera que esté familiarizado con esto está como sentado sobre agujas y chinchetas, ya que en ese lago no ha sucedido nada en unos 50 o 60 años y uno puede empezar a pensar si ya se nos venció el plazo. Y yo creo que la respuesta es que sí, estadísticamente se nos venció el plazo. Y eso da miedo. Basado en mi conocimiento de huracanes, estaría muy pendiente de lo que sucede – y me iría lejos de Dodge.”
Pero trágicamente, el Katrina superó incluso las peores predicciones del Cuerpo de Ingenieros del Ejército.
¿Por qué no se invirtió más dinero en realizar estas obvias mejoras? La realidad es que el dinero si estaba planificado para este propósito y los trabajos de reforzamientos se iban a iniciar. Eso es hasta que el dinero se desvió directamente a la “Seguridad Nacional” y la guerra en Irak. Como decía el Times-Picayune, los trabajos de reparación en el dique de la Calle 17, que se rompió el lunes por la noche, se detuvieron hace unos pocos meses por la falta de dos millones de dólares. Los funcionarios de la ciudad y el estado y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército habían pedido en numerosas ocasiones presupuesto adicional para reforzar los diques. Estas peticiones no sólo fueron rechazadas sino que la administración Bush redujo este año el dinero destinado al Cuerpo de Ingenieros de Nueva Orleáns en 71,2 millones de dólares, una impresionante reducción del 44,2 % desde 2001.
En palabras de Walter Maestri, el jefe del servicio de emergencia de Jefferson Parish, Louisiana: “Parece que el dinero en el presupuesto del presidente ha sido destinado a la seguridad nacional y la guerra en Irak, y me imagino que ése es el precio que debemos pagar… Nadie por aquí está contento con la situación de que los diques no pueden ser terminados y estamos haciendo todo lo posible para que entiendan que para nosotros esto es una cuestión de seguridad”. (Citado por el Times-Picayune en junio de 2004).
Según el Cuerpo de Ingenieros: “Los proyectos de protección para huracanes e inundaciones de gran envergadura no serán concedidos a empresas de ingeniería locales… Igualmente, un estudio para determinar formas de proteger la región en caso de un huracán de categoría 5 ha sido engavetado por los momentos”. (Ibíd.).
Esta es una contundente condena de un sistema que pone a la guerra y las ganancias antes que las necesidades humanas. Este es el resultado final de gastar miles de millones de dólares en “Seguridad Nacional”. Ese terrorista reaccionario llamado Osama bin Laden no podía haber concebido un ataque más devastador, incluso con el elemento sorpresa; y las posibilidades de que un huracán de categoría 4 o 5 azotara a Nueva Orleáns era algo que se sabía desde hace años. La histeria patriótica a favor de la Seguridad Nacional que siguió al 11-S desapareció hace ya mucho tiempo, y ahora millones de estadounidenses quieren saber, ¿cómo pudo ocurrir esto? La cruda verdad se ha revelado: la clase capitalista y sus representantes en el gobierno simplemente no pueden garantizarnos ni el nivel de seguridad más básico.
Qué lejos está esto de la situación de Cuba, donde la economía nacionalizada y planificada permite a este empobrecido país hacer lo que no ha podido hacer la nación más rica del mundo: poner a la gente antes que las ganancias y evacuar rápida y eficazmente a todos aquellos que se encuentran en el camino de los huracanes cuando llega la estación. O qué decir de Venezuela, que aunque se encuentra bajo la intensa amenaza del imperialismo estadounidense inmediatamente ofreció una ayuda de un millón de dólares, que el gobierno estadounidense cínicamente rechazó porque no “la había solicitado” y por lo tanto era “contraproducente”.
Efectos sobre la economía
No debemos subestimar los efectos de largo alcance que el Katrina tendrá en la economía estadounidense y a nivel mundial. El petróleo es el combustible del mundo moderno y el efecto de la devastación del Golfo de México ya ha provocado una subida de los precios. Hace un par de años, cuando el barril de petróleo estaba a 30 dólares, explicamos que debido a la inestabilidad geopolítica, el petróleo podría ponerse a 100 dólares o más. En aquel momento podía parecer una exageración. Ahora, cuando el barril está en los 70 dólares, nuestras estimaciones ya no parecen en absoluto descabelladas.
Incluso antes de la tormenta teníamos el combustible a 3 dólares el galón. Ahora, según muchos comentaristas, la economía ha sufrido un duro revés. Nueva Orleáns es el principal puerto de entrada para los suministros de petróleo que llegan a EEUU y la costa del Golfo de México es la mayor zona interna de extracción de petróleo fuera de la costa. Las operaciones de refinación en la región están cerradas en un 90% y las instalaciones petroleras básicamente se están bañando en las playas a lo largo de la costa. La región más afectada será el Midwest, porque casi el 100 % del petróleo que allí se refina proviene del crudo embarcado por el Mississippi desde Nueva Orleáns. $3 el galón es ahora la norma; en los próximos días y semanas, $4 y más serán necesarios para viajar apenas unas pocas millas en esos monstruos engullidores de combustible que la industria automotriz nos aseguró que teníamos que tener.
Como era de esperar frente a esta tragedia humana, los corredores de Wall Street se han aprovechado de los temores en el futuro, apostando contra una rápida recuperación de la capacidad de refinado de petróleo. La especulación está jugando un importante papel en todo esto, pero también hay razones de infraestructura para el rápido aumento del precio del oro negro. Los temores se están acumulando que con un montón de refinerías inactivas durante posiblemente meses, y con los inventarios disminuyendo rápidamente se vaya a imponer un racionamiento de la sangre vital de Norteamérica. La respuesta de Bush fue ordenar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) que eliminase temporalmente los Clean Air Standards (Estándares de Aire Limpio) que deben cumplir las refinerías y plantas energéticas, en un supuesto esfuerzo para aumentar los suministros de combustible. Pero resulta que esta medida ha sido una de las metas de sus amigotes de las grandes petroleras.
Los elevados precios de la gasolina y otros combustibles ya están exprimiendo a los consumidores y la débil recuperación económica. Con estos nuevos precios, toda la economía podría rápidamente colapsar. En futuros artículos analizaremos más a fondo los efectos económicos del Katrina.
“¿Socialismo o barbarie?” Acabar con el capitalismo antes de que éste acabe con la humanidad
Las imágenes de televisión son impactantes: niños y ancianos muriendo de deshidratación, abandonados a podrirse en el calor y la humedad. Multitudes de personas que llevan días sin comer clamando: “¡Queremos ayuda! ¡Queremos ayuda!” Voces desoladoras que preguntan: “¿Es que nos van a abandonar acá para que muramos?” Las enfurecidas y hastiadas multitudes, que sólo pueden compararse a la población de la Venezuela revolucionaria, despertando a la cruda realidad de que sólo pueden contar consigo mismas para ayudarse. Y mientras la mayoría de la gente trabaja conjuntamente para tratar de llevar lo mejor posible una situación desesperada, otros tienen que literalmente luchar por la supervivencia. Se han reportado peleas por hacerse con alimentos básicos y agua. Una mujer contaba haber visto a personas pelear como perros rabiosos por un puesto en un camión para huir de lo que fue una hermosa ciudad. Estos frenéticos esfuerzos por sobrevivir nos recuerdan a películas como Mad Max o Water World. Estas películas apocalípticas presentan un futuro negro al futuro de la humanidad si no sustituimos el decrépito sistema capitalista. O en el caso de millones alrededor del mundo o los muchos miles aún varados en Nueva Orleáns, el presente de la humanidad.
Después del 11 de septiembre, Bush fue capaz de manipular al pueblo estadounidense para que se centrara en un enemigo externo, manipulándolo para que apoyara el neoconservador Proyecto para el Nuevo Siglo Americano. Ahora, después de pasada la conmoción inicial producida por la devastación, la rabia se dirigirá directamente hacia el gobierno y el sistema que defiende. Al igual que los débiles y mal cimentados diques que rodean Nueva Orleáns, las mentiras banales de la clase dominante más poderosa del mundo no podrán contener las aguas. Han demostrado su incapacidad para proporcionar siquiera las condiciones de vida mínimas a aquellos a quienes les extraen las ganancias de su duro trabajo. Todas las excusas sobre que el Katrina era un “inevitable `acto de Dios´” son puras tonterías. Repetimos: toda la responsabilidad de la destrucción y pérdidas humanas reside en la clase capitalista que domina nuestro mundo. Sus recortes e indiferencia por las consecuencias a largo plazo de su inactividad es lo que condena a miles de personas a la muerte y al sufrimiento inhumano. Ahora ellos deben pagar las consecuencias.
Aquellos que lamentan que “nada cambia, siempre será igual, el capitalismo siempre existirá”, les señalamos lo ocurrido en Nueva Orleáns, una ciudad que antes albergaba a más de medio millón de personas. De un día a otro, la famosa ciudad de la comida Cajun y creole y lugar de nacimiento del Jazz, ha quedado reducida a un lago contaminado abandonado y salpicado por ruinas abandonadas. Nada dura para siempre, el capitalismo no ha existido desde siempre y tampoco existirá por siempre. ¿Pero que lo sustituirá? ¿El apocalíptico “horror sin fin” que estamos viendo en la televisión o el socialismo, un sistema basado en la necesidad humana?
Hegel explicó que en la historia a veces la necesidad se expresa a través del accidente. La violencia destructora del Katrina es justamente ese accidente. Una tormenta aparentemente “rutinaria”, como otros muchos huracanes que han afectado al Caribe y al Golfo de México en los últimos años, ha desatado unas fuerzas que continuarán resonando durante años aún después que sus vientos se hayan calmado. Las condiciones determinan la conciencia, y bajo condiciones como éstas la conciencia puede cambiar de la noche a la mañana. Esto es sólo el principio, Katrina puede marcar el principio de una crisis profunda de confianza en el gobierno estadounidense y en el sistema capitalista en su conjunto.
Con frecuencia discutimos cómo será el “socialismo del siglo XXI”. El terrible destino de Nueva Orleáns es un brutal toque de diana para millones de estadounidenses: así es el capitalismo del siglo XXI. Nunca antes ha quedado tan en evidencia el desprecio de la clase dominante hacia las necesidades humanas. Ahora más que nunca debemos acabar de una vez por todas con este sistema brutal y decadente. Sólo el derrocamiento final de este sistema del beneficio corrupto puede sentar las bases para un verdadero florecimiento de la sociedad humana. Otro mundo es posible. ¡Unámonos en la lucha por un mundo mejor!
Traducción de The New Orleans Disaster: The Real Face of “Capitalism of the 21st Century”