El 7 de octubre veremos la primera huelga general en Bélgica en doce años. Supone un punto de inflexión en la reciente historia social del país. Con esta impresionante acción Bélgica está poniéndose al nivel de la lucha de clases que existe en otros El 7 de octubre veremos la primera huelga general en Bélgica en doce años. Supone un punto de inflexión en la reciente historia social del país. Con esta impresionante acción Bélgica está poniéndose al nivel de la lucha de clases que existe en otros países europeos.
Lo que ha provocado esta reacción por parte de los trabajadores son los planes del gobierno federal liberal-socialista de eliminar los planes de jubilación anticipada. Debemos recordar que la jubilación anticipada en muchos casos no es una opción voluntaria. Se trata de la última medida defensiva que les queda a los trabajadores antes de enfrentarse al desempleo. Si no existiera tendrían que enfrentarse a los despidos y después vivir con los bajos subsidios de desempleo.
“Normalmente nos jubilamos a los 59 años, pero el gobierno quiere hacernos trabajar hasta los 65”, esto es lo que decía un destacado dirigente sindical socialista al final de este verano. Ahora los trabajadores de todo el país, especialmente en el sector industrial, han pasado de la perplejidad inicial a la furia y después a la acción. “¿Cómo los trabajadores mayores que superan los 50 años van a trabajar más, mientras hay 600.000 parados, 125.000 de ellos jóvenes?” Esta es la pregunta que se hacen muchos trabajadores.
La gran idea subyacente tras estos planes es aumentar el “grado de actividad de los trabajadores con más edad”, como una forma de ahorrar gastos en seguridad social. Esto es lo que exige la Unión Europea. En realidad, es el plan que los empresarios europeos que desean incrementar la tasa de explotación como parte de su guerra comercial con otras potencias industriales en el mundo, y enfrentarse a la competencia de EEUU y Asia.
Los trabajadores más mayores tendrán empleos mal pagados en lugar de poder disfrutar de una jubilación anticipada. También quieren reducir sus contribuciones al sistema de seguridad social, que ya está mermado en sus márgenes de beneficios. Pero hasta hace poco el gobierno de coalición había sido cauto en este tema. Esta lentitud fue criticada por los empresarios, los liberales y la derecha del Partido Socialista Flamenco.
El año pasado fue un punto de inflexión en el ataque a los derechos de los trabajadores. En última instancia, la lentitud del procesa era un reflejo del callejón sin salida existente entre las clases sociales en Bélgica y la dificultad de los empresarios de implicar a los dirigentes sindicales en este proyecto. Como decía un periódico burgués hace unos días: “Los dirigentes sindicales necesitan ser responsables, ellos quieren demostrar su responsabilidad pero se lo impide la base”.
Las bases imponen la huelga
Hace aproximadamente diez días que el sindicato socialista, ABVV-FGTB, se vio obligado, en medio del período de negociación con el gobierno y los empresarios, a anunciar una huelga general. Los dirigentes sindicales confesaron que lo hicieron debido “a la presión de sus filas”. El sindicato cristiano, ACV-CSC, que antes del verano había amenazado con una oleada de huelgas, incluida una huelga general, si el gobierno insistía en sus planes de aumentar la edad de jubilación, incluso pusieron como fecha de una huelga nacional el lunes 10 de octubre, es decir, después del final de las negociaciones. La excusa que dieron es que se debía dar una oportunidad a las conversaciones…
El sindicato socialista ha recibido duros ataques, incluidos los de algunos dirigentes del Partido Socialista, por su supuesto comportamiento “irresponsable” al convocar una huelga mientras todavía se estaba en las negociaciones. Aparentemente, la tradición belga del “consenso” no permite estas amenazas de huelga general mientras todavía están las negociaciones. Algunos dirigentes de la derecha han dicho que una huelga política no forma parte de la tradición. Incluso han llegado a condenar la convocatoria de una huelga general por ser ilegítima y lo comparan con la llamada a la insurrección, porque debería ser tratada como tal. Seguramente estos individuos nunca han visto una insurrección…
Puede que tengan algo de razón. La situación que se están desarrollando en Bélgica no es una situación normal y no se ha visto en más de una década. Después de haber dicho esto también se debería recordar que no es una sorpresa. Este tipo de huelgas ha sido una característica común en las negociaciones colectivas de esta primavera. Los trabajadores del metal, alimentación y comercio recuperaron esta arma del arsenal de la clase obrera y consiguieron algunas concesiones, aunque modestas, y que de ninguna otra manera habrían conseguido. No tiene nada que ver con las leyes y las “tradiciones”. Ellos están escribiendo sus propias leyes, o para ser más precisos, están descubriendo algunas de las leyes de la vieja lucha de clases de su propio pasado.
Ayer el sindicato cristiano retiró su convocatoria de huelga general para el 10 de octubre. Lo sentían pero es que el sindicato socialista no había desconvocado su huelga. En una declaración casi defensiva, uno de los dirigentes sindicales socialistas explicó que “los preparativos para la huelga habían ido demasiado lejos para suspenderla”.
En realidad, tan pronto como se conoció la convocatoria de huelga general, generó mucho entusiasmo entre los trabajadores, sobre todo en la industria y el sector privado en general. Donde se han celebrado reuniones preparatorias el ambiente era electrizante y confiado.
Algo importante a destacar es que en muchas de las grandes fábricas los delegados sindicales cristianos crearon de facto un frente único con sus colegas socialistas para cerrar la fábrica el viernes.
Los sindicatos socialistas del metal y el general de trabajadores (construcción, química, etc.,) ya habían convocado dos días de huelga general como una forma de contrarrestar las divisiones de la semana pasada. Ahora toda la atención está centrada en el paro de la industria el viernes. Intentarán contar con la ayuda de los ferroviarios que desde las diez de la noche paralizarán la red ferroviaria. Aquí también el sindicato socialista y el cristiano habían convocado previamente una huelga de 24 horas y posiblemente convoquen otra la próxima semana.
Los empresarios comenzaron las hostilidades
“El sindicato cristiano no está dividido, se ha desgarrado”, esto es lo que comentaba el dirigente de los trabajadores metalúrgicos. En realidad, probablemente al final la retirada de los dirigentes sindicales cristianos no fue seguida por la base porque la unidad entre los trabajadores se mantenía. Esto es un nivel de desafío poco habitual por parte de las filas de este sindicato y que no se ha visto en los últimos 10 o 15 años. Es el resultado de todo un período de ataques de los empresarios durante más de quince años. En este período muchos trabajadores aceptaron a regañadientes muchos ataques y aumentos de la intensidad del trabajo. En su mayor parte lo aceptaron porque no veían una salida, sobre todo porque los dirigentes sindicales estaban de acuerdo con todas estas medidas.
En el verano de 2004 todo esto comenzó a cambiar. En agosto de 2004 los empresarios -en un ambiente más arrogante que nunca- confundieron la actitud suave y de compromiso de la mayoría de los dirigentes sindicales, con el ambiente de los trabajadores, lanzando un ataque sin precedentes en toda Europa y también en Bélgica atacaron la jornada laboral. Organizaron una campaña venenosa en la prensa contra la jornada de 38 horas semanales, pidiendo las 40 horas semanales o más.
En Alemania intentaron -y lo consiguieron en algunas fábricas- aumentar la jornada semanal. En Bélgica lo intentaron pero se encontraron con resistencia. La jornada laboral semanal media está ya cerca de las 48 horas, a pesar de que la jornada oficial es de 38 horas. Los trabajadores belgas están entre los más flexibles y productivos del mundo. Este no es un récord para estar en absoluto orgullosos, porque se paga con una gran tensión, enorme aumento del consumo de medicinas, más accidentes y más enfermedades mentales.
La simple oposición verbal de los dirigentes sindicales no atemorizó a los empresarios. Continuaron con sus ataques durante todas las conversaciones sobre la negociación colectiva. Pero lo que sí consiguieron hacer fue empujar a los trabajadores y a los dirigentes sindicales hasta el límite. Una vez más, en medio de las negociaciones, tanto el sindicato católico como el socialista, convocaron una manifestación nacional contra la congelación salarial y el aumento de la flexibilidad exigida por los empresarios.
La respuesta fue magnífica: 50.000 trabajadores se manifestaron el 21 de diciembre por la gélida capital. En algunas grandes fábricas hubo paros. Esto fue lo contrario a lo que defendía la línea de la dirección sindical. Los conductores de autobús en el sur también pararon ese día. Lo más importante, sin embargo, fue la naturaleza de la manifestación. No fueron las manifestaciones rituales y monótonas de los años anteriores con los mismos activistas. En esta ocasión fue una marcha tempestuosa, una manifestación indisciplinada y bastante irreverente, formada sobre todo por trabajadores normales.
¡Esta es una clara señal! Esa manifestación fue un punto de inflexión que revelaba una profunda y fuerte conciencia dentro de las bases. Se resume en una de las consignas más populares: “Ya es suficiente”. Otra de las consignas expresaba gráficamente el ambiente que se ha desarrollado: “Hemos dado demasiado durante los últimos años, ahora ha llegado nuestro momento”
Desgraciadamente, este ambiente y disposición a la acción por parte de las bases no se ha correspondido con la actitud de los dirigentes sindicales y se perdió una oportunidad. Pero por primera vez en la historia no se ha alcanzado un acuerdo estatal entre los empresarios y los sindicatos. Resulta interesante que también han aparecido fisuras dentro del campo empresarial en algunas industrias que han rechazado el acuerdo por considerarlo insuficiente y han tildado a los negociadores de blandos. Estos sectores quieren un enfrentamiento más decisivo con la clase obrera. En ambas clases existe un creciente deseo de una acción audaz contra la clase enemiga.
El gobierno después unilateralmente impuso nuevas contenciones salariales como una forma de romper la situación de tablas. Pero los dirigentes sindicales no se atrevieron a firmar estas propuestas y prefirieron la oposición pasiva para que no se les identificara con este acuerdo. La negociación colectiva de primavera en diferentes industrias confirmaron el inicio del nuevo ambiente militante que existe entre los trabajadores.
Aumento del nivel de confrontación
Los metalúrgicos amenazaron con su primera huelga estatal en 46 años. Incluso más importante aún fue la aparición de sectores de la clase obrera que anteriormente no se habían destacado por su tradición de lucha: los trabajadores de la industria alimenticia. Organizaron una serie de huelgas y consiguieron romper la contención salarial. Esto no pasó desapercibido para el resto de trabajadores. Y ahora tenemos una huelga general.
El nivel general de confrontación social también ha aumentado, después de un proceso irregular y a veces contradictorio, pero ha ido aumentando lentamente en muchas disputas fabriles. La presión social en general va en aumento. En esta primavera aparecieron en las noticias de dos incidentes donde los empresarios atacaron físicamente a los piquetes de algunas fábricas pequeñas.
Esto no pasará después de esta huelga general. ¡Todo lo contrario! En el norte, la parte flamenta del país, tenemos un proceso interesante. El mito nacional dominante del país se inclima más al razonamiento, la negociación y el consenso. Pero los empresarios flamencos han enviado una carta a todos los alcaldes, ya que ellos son los jefes de la policía local, pidiéndoles que tomen medidas para impedir que en la huelga general los trabajadores bloqueen las zonas industriales, donde funcionan muchas pequeñas empresas. En la carta dicen que si es necesario deberían hacerlo de “manera militar”.
Estas empresas tradicionalmente eran zonas donde los sindicatos no tenían acceso. Los trabajadores sufren una gran presión para no ir a la huelga. Durante la huelga general de 1933 se recurrió a una táctica nueva de piquetes volantes organizados por los trabajadores de las grandes empresas para cerrar las más pequeñas, bloqueando el camino con barricadas, neumáticos ardiendo y otros materiales.
En 1933 los empresarios fueron pillados por sorpresa. En esta ocasión se han preparado. En las grandes fábricas la exitosa experiencia de la huelga general de 1933 no se ha olvidado y muchos planean repetir la misma táctica para ayudar a sus colegas de las pequeñas empresas. Para ellos eso es una expresión elemental de la solidaridad de clase que han redescubierto. Los empresarios condenan esta forma de lucha como “terrorismo social”.
La huelga general sacará a la superficie y descubrirá que la clase obrera belga tiene un poder monumental. El viejo mito de una “Bélgica amable y pacífica” desaparecerá. Se podrá ver lo que era realmente: sólo un mito. El simple hecho de que bajo el capitalismo la palabra “progreso” significa trabajar más horas hasta la extenuación, es una condena histórica para todo el sistema. Lucha por una verdadera dirección socialista capaz de expresar la combatividad y las esperanzas de los trabajadores recibirá un nuevo impulso con esta movilización. Las cosas están cambiando rápidamente en Bélgica y no va a haber una marcha atrás.
Bruselas, 6 de octubre de 2005