El debate entorno al Estatut de Catalunya y la Ley Orgánica de Educación (LOE) están actuando de catalizadores de un cambio en la coyuntura política. Las concesiones que el gobierno está haciendo a la patronal de la enseñanza concertada católica (FER El debate entorno al Estatut de Catalunya y la Ley Orgánica de Educación (LOE) están actuando de catalizadores de un cambio en la coyuntura política. Las concesiones que el gobierno está haciendo a la patronal de la enseñanza concertada católica (FERE) y a la Episcopal, las recientes encuestas electorales que indican una disminución de la diferencia en intención de voto entre el PSOE y el PP y los síntomas cada vez más claros de que Zapatero se siente tentado de cambiar su base de apoyo parlamentario, sustituyendo a IU y a ERC por CiU, están marcando un punto de inflexión importante en la situación. Se percibe un escoramiento a la derecha del gobierno y la intención de camuflarlo con el ruido histérico y reaccionario propagado por el PP.

La victoria del PSOE, y en general de la izquierda, en las elecciones generales del 14 de marzo de 2004, vino determinada por un intenso y prolongado proceso de movilizaciones contra el PP. Fue esa corriente de participación, fue ese reencuentro de los trabajadores y de la juventud con sus propias fuerzas, el elemento decisivo que derrotó al gobierno de Aznar. Desde entonces, el PP ha protagonizado una campaña de histerismo reaccionario que no tiene precedentes desde los años 30, exceptuando, claro está, la campaña ultraderechista de Fuerza Nueva de Blas Piñar en la llamada Transición. Uno de los argumentos más divulgados por la pandilla de Aznar es que el PSOE está en el gobierno “por casualidad” y por sus inconfesables concesiones a los “amigos de ETA” y a los “comunistas”. Y es posible que algunos incluso se lo crean. Las mentalidades policiales, muy poco capaces de detectar las corrientes sociales y políticas de fondo, siempre tienden a explicarlo todo mediante oscuras conspiraciones. Pero fueron procesos de fondo, acumulados durante años, nada casuales, los que explicaron la rebelión social provocada por la actitud del PP en relación al Prestige, a la guerra de Irak y también frente a los brutales atentados de Al Qaeda.

Así, el PSOE se encontró el gobierno aupado por la movilización social protagonizada por los trabajadores y la juventud. Probablemente a muchos de sus dirigentes los resultados electorales les cogieron desprevenidos y qué duda cabe que más de uno percibió los inconvenientes de ganar al PP “en caliente”, en vez de hacerlo mediante una rutinaria “sucesión democrática” de partidos en el poder. Es más, la victoria de la izquierda, en un contexto de enorme polarización política a izquierda y derecha, puso en evidencia que la clave para derrotar al PP no estaba, como defendía Bono y otros dirigentes del PSOE, en la búsqueda del “voto de centro”.

El calor proveniente desde abajo obligó a una determinada alianza parlamentaria, basada fundamentalmente en IU y ERC. Las elecciones catalanas celebradas un año antes fueron un anticipo de ese pacto de gobierno de facto. Es importante recordar que la composición del parlamento catalán permitía, y permite, la formación de una Generalitat sobre distintas alianzas y durante un tiempo no se llegó a descartar un gobierno CiU-ERC, o incluso PSC-CiU. El hecho de que finalmente se optara por el tripartito de izquierdas también tiene que ver con el ambiente social del momento. El coste de una alianza con la derecha de CiU era demasiado alto tanto para el PSC como para ERC, aunque sus dirigentes la llegaron a barajar como una posibilidad seria.

Así, las condiciones para aplicar una política de izquierdas, entendida como una política de cambios sustanciales en materia de vivienda, sanidad, educación, derechos democráticos, estaban dadas: en primer lugar la demostrada predisposición a la lucha de los trabajadores y de la juventud, en la que se podía apoyar el gobierno del PSOE para hacer frente a las presiones y a la resistencia de la derecha, y en segundo lugar una mayoría absoluta de parlamentarios elegidos por partidos de izquierdas. Las excusas para no emprender una política radicalmente distinta a la del PP eran muy endebles.

Fue esa combinación de factores lo que empujó al gobierno a tomar toda una serie de medidas que marcaron los primeros momentos de la legislatura, significativamente la retirada de las tropas de Irak y la derogación de la LOCE, la mal llamada “ley de calidad” del PP. El impacto de esas decisiones, producto de la presión desde abajo, dejaron en un segundo plano otras medidas que indicaron muy rápidamente que en aspectos determinantes como la política presupuestaria y económica el nuevo gobierno estaba siguiendo el mismo camino que el anterior. Sin embargo, el paso del tiempo ha ido acumulando tensiones y contradicciones tremendas que llevan al momento crítico de la actual coyuntura. En primer lugar se han visto algunos síntomas de la rapidez con la que los trabajadores pueden lanzarse a la lucha para exigir sus demandas. La que más calado ha tenido fue la huelga minera que estalló en octubre y que supuso un verdadero desafío a las direcciones sindicales. También hemos visto las magníficas manifestaciones de los trabajadores de SEAT en Barcelona contra los despidos y los ataques salariales, un conflicto que aún no se ha cerrado. Las manifestaciones estudiantiles convocadas por el Sindicato de Estudiantes el día 8 de noviembre, exigiendo una ley educativa verdaderamente de izquierdas tuvieron también un eco importante, revelando que es perfectamente posible salir a la calle sin hacer el caldo gordo a la derecha, al contrario, enfrentándose directamente a ella y exigiendo al gobierno un giro a la izquierda. En segundo lugar, y en sentido contrario, se están incrementando las presiones de la burguesía para que se emprendan de una vez contrarreformas como la laboral, el incremento de la edad de jubilación y reducción de impuestos, todas anunciadas, pero sólo anunciadas. Las dificultades del gobierno en ese aspecto son notorias. Su plan inicial era aprobar una contrarreforma laboral con el apoyo de los sindicatos, pero brutalidad de las medidas propuestas tanto por la patronal como por el propio gobierno, hacen que la perspectiva de un acuerdo sea remota en estos momentos. Como dijo recientemente el diputado de CiU Duran-Lleida este gobierno ha sido el más lento desde la caída de la dictadura en empezar a emprender reformas serias, se sobreentiende que favorables a los capitalistas. Y en tercer lugar, en el plano político, la larga e intensa campaña reaccionaria del PP alcanza su máximo grado de efervescencia en el debate sobre el Estatut y la LOE.

Al calor de la rancia manifestación encabezada por los obispos el 12 de octubre el gobierno da la muestra más vistosa hasta el momento, más sonora, de estar en disposición de ceder a las presiones de la derecha, como efectivamente ha hecho. Ya se había producido algunos síntomas poco antes: cuando los demagogos del PP pegan un puñetazo sobre la mesa diciendo que España “está siendo invadida por los inmigrantes” en Melilla el gobierno reacciona temeroso expulsando inmediatamente a seres humanos totalmente indefensos y desesperados; cuando Zapatero se las veía felices con un Estatut que se suponía modelo de consenso el PP vuelve a pegar otro puñetazo sobre la mesa provocando un verdadero pánico y guirigay en la dirección del PSOE; y ya en la cumbre de su ofensiva contra el gobierno la derecha convoca una manifestación en Madrid contra la LOE, la reforma con más implicaciones sociales de todas cuanto ha emprendido hasta ahora el gobierno, una vez más se muestra sumiso, yendo más lejos que nunca en hacer concesiones a los sectores más reaccionarios de la sociedad. El artículo que dedicó el periódico financiero Cinco Días a las negociaciones en la Comisión de Educación del Congreso fue bastante elocuente: “El PSOE pacta con CiU más dinero para la enseñanza concertada”. Más prebendas para los empresarios de la enseñanza, incremento de los ratios de alumnos por clase, desaparición en la práctica de la obligatoriedad de la enseñanza hasta los 16 años, incremento de las cribas académicas, son algunas de las “mejoras” a la ley. Hay que decirlo con claridad: se concretó una vergonzosa claudicación del gobierno a los sectores más reaccionarios de la sociedad. El hecho de que el PP no haya cesado en su histeria no cambia para nada esa valoración, a esas alturas es ya una obviedad que la pandilla de Rajoy se opone a la ley no por su contenido sino para desgastar al gobierno. Tampoco cambia nada que la dirección de Izquierda Unida valore positivamente esos cambios. En vez de “empujar el gobierno hacia la izquierda” los dirigentes de IU están jugando el triste papel de dar un barniz de izquierdas a lo que está siendo una clamorosa claudicación a las presiones de la derecha. Y lo más triste es ese favor que IU está prestando al gobierno se produce en el mismo momento en que este último anuncia que va prescindir de sus servicios en el futuro, porque cambia de socios.

Precisamente, poco después de pactarse un escoramiento aún más a la derecha de la LOE sale a la luz la oferta de CiU de convertirse en el sustento parlamentario del gobierno para garantizar así la necesaria “estabilidad”. “Convergència i Unió es un factor de moderación, serenidad y eficacia en la política española como lo demuestra su reciente apoyo a la Ley Orgánica de Educación», declaró Artur Mas. “La LOE y los Presupuestos deberían ser el comienzo de una implicación más intensa de CiU en la gobernabilidad de España, como lo hizo con gobiernos de Felipe González y de José María Aznar” (El País, 2/12/2005). El líder de CiU comentó que si el PSOE hubiera optado por apoyarse en los nacionalistas catalanes y no en Esquerra ahora el ambiente político sería otro, mucho menos crispado, «porque el PP y ERC, al ocupar los extremos, se retroalimentan».

En realidad el giro del PP a la extrema derecha tiene causas más profundas que las declaraciones o los gestos que haya podido hacer Carod-Rovira. En todo caso, lo que queda muy claro es que esa mano tendida de CiU “para garantizar la estabilidad” es una oportunidad clara para que el gobierno se desprenda de las incomodidades que tuvo que asumir por el contexto político en el que ganó las elecciones. La oferta de CiU tiene una clara correspondencia al menos sectores importantes de la dirección del PSOE y del gobierno. Recientemente, Alfonso Guerra decía en una entrevista a El País (20-11-2005): “Hay que tirar del PP hacia una posición común y no empujarlo hacia una posición radical”.

Así, la “crispación” y la ofensiva reaccionaria del PP habría que combatirla con un giro hacia la moderación y a ganar apoyo en las “capas medias”, el “centro”, etc. Es la vieja concepción que ha llevado al PSOE de derrota en derrota en el terreno electoral hasta las pasadas elecciones, cuando el factor movilización pudo compensar la apatía en el electorado de la izquierda, expresado por una altísima abstención y provocado por un discurso hueco y la falta de un programa claro de transformaciones sociales por parte de sus dirigentes.

Las concesiones hechas a la derecha en relación a la LOU, capitaneadas por Rubalcaba, ex miembro de los gobiernos de Felipe Gonzáles y actual portavoz del grupo parlamentario socialista, parecen constituir el estreno de esa nueva orientación del gobierno. Lo más paradójico es que ese giro a la derecha se practica paralelamente al anuncio hecho a bombo y platillo por parte de Zapatero de pasar a la “ofensiva” contra el PP. ¿Pero cómo se puede lanzar una “ofensiva” contra el PP haciendo más concesiones a la derecha?

Ese contrasentido parece tener una explicación en una interpretación completamente equivocada de las últimas encuestas electorales en las que la distancia entre el PSOE y el PP está bajo mínimos, y en algunas el PP gana. Según José Blanco, el secretario de organización del PSOE, el “mal momento” del PSOE se debe a la política de crispación del PP. Pero eso no es verdad. La política de crispación del PP entorno al Estatut o a la LOE ha servido para mantener en tensión su propia base electoral, un “caladero de votos” que no se ha ido del PSOE porque jamás lo ha tenido. El problema está en que los trabajadores, los votantes tradicionales de la izquierda, están perdiendo la ilusión en que el gobierno vaya a tomar medidas que cambien a mejor sus condiciones de vida y de trabajo. ¿Qué mensaje se transmite a la base social de la izquierda cuando se pacta una reforma educativa con la derecha, cuando uno de los motores de la lucha contra el PP fue, precisamente, la lucha contra la LOCE? ¿Qué perciben los trabajadores cuando se anuncia una reforma laboral que, por lo que se conoce hasta el momento es un ataque brutal contra los trabajadores? Podríamos seguir con las mismas preguntas en relación a al anuncio de que se quiere aprobar una ley de memoria histórica “de acuerdo con el PP”, es decir, con los herederos del franquismo o a la anunciada reducción del impuesto de Sociedades, que redunda en beneficio de los capitalistas. Mientras tanto la vivienda sigue subiendo de precios, la precariedad y los accidentes laborales son una triste realidad sin que se vislumbre ningún tipo de cambio en el futuro. Las jornadas de trabajo son agotadoras, el salario no llega a fin de mes.

Y efectivamente, si sobre ese panorama se abre un debate sobre un Estatut que tiene como trasfondo la disputa del pastel presupuestario entre la burguesía centralista y la burguesía catalana, que no supone ningún paso adelante en derechos democráticos ni sociales, que incluso tiene elementos muy conservadores como en el terreno educativo… ¿cómo no va haber confusión en el electorado tradicional de la izquierda?

Las claves del “momento delicado” por el que está pasando el gobierno no hay que buscarlo en la ofensiva de la derecha, sino en el hecho de que esa ofensiva no es contestada con una política que ilusione a la base social de la izquierda, objetivamente muchísimo más amplia que la derecha. ¿Pero cómo se va a movilizar desde el gobierno a su propia base de apoyo si la tesis fundamental del gobierno es que en las “grandes cuestiones” se debería llegar a un acuerdo con el PP? ¿Entonces para qué existen los partidos de izquierdas? ¿Para las cuestiones sin trascendencia?

Si el gobierno piensa emprender una “ofensiva” contra la derecha pertrechado de la temible arma del consenso en todos los temas fundamentales va a fracasar totalmente.

Pensar que se puede hacer frente a la derecha con esa orientación es una ingenuidad o un engaño abierto. Efectivamente el PP tiene una crisis larvada en su seno, pero la debilidad mostrada por el gobierno en el último periodo, unido a la progresiva pérdida de ilusiones en que éste vaya a impulsar un cambio profundo en el terreno social, es lo que está cicatrizando o aplazando esa división en la derecha. La derecha está envalentonada por la perspectiva de éxito a corto plazo y cada concesión y muestra de debilidad del gobierno alimenta aún más esa expectativa. Bajo su punto de vista la crispación “funciona”.

No es un problema de “comunicación” del gobierno el que le ha llevado a ese “momento delicado”. Otro de los ejes de la ofensiva del gobierno parece ser que va ser explicar lo bien que va la economía. Pero eso mismo indica lo alejado que está el gobierno de la realidad cotidiana de los trabajadores. Recientemente, el secretario de Estado de Economía, David Vegara, calificó el dato de desempleo-el mejor, según el INE, desde 1979- de «histórico y extraordinario», y subrayó que por primera vez desde que España entró a formar parte de la UE, la tasa de paro española se sitúa por debajo de la media europea, (El Mundo, 31/10/2005). Sin embargo, en el barómetro del CIS correspondiente al mes de octubre, a la pregunta de “cuáles son los tres problemas que a Ud., personalmente, le afectan más” el 31,5 % responde “el paro”; “los problemas de índole económica” es la segunda preocupación más importante, mencionada por el 25,2% de los encuestados. Sigue la vivienda, con un 19,2%. Curiosamente, “los nacionalismos” es una preocupación apuntada tan solo por el 1,0% de los encuestados y el “terrorismo internacional” un 0,1%. Hay que tener en cuenta que la encuesta se hizo en plena campaña de histerismo contra el Estatut y que la lucha contra el “terrorismo internacional” es una bandera muy identificada con Aznar, Bush y compañía.

En el mismo barómetro del CIS, a la pregunta, “¿cómo calificaría la actuación política que está teniendo el PP en la oposición?”, el 36% responde “regular”, el 24,6% “mala” y el 16,3 “muy mala”. Es decir que el 77% la considera negativa en diferentes grados.

Esos datos van en sintonía con las encuestas, que más que apuntar a una subida de la intención de voto al PP, indican una caída del voto al PSOE. El editorial de El País del 19 de noviembre, un medio nada sospechoso de contaminación marxista en sus análisis, en referencia a la encuesta sobre intención de voto publicadas por el CIS señala lo siguiente: “el principal mensaje de la encuesta es que el grupo de votantes que le dio la victoria [al gobierno] en el último minuto vuelve a estar desmovilizado”. Todo eso debería hacer reflexionar mejor al gobierno y a la dirección del PSOE respecto a cual es el verdadero origen de su “momento delicado”. Joaquín Estefanía, redactor de El País, en un artículo publicado el 28 de noviembre, comentaba que “el gobierno de Rodríguez Zapatero no necesitaría de empujones tan excesivos para salir de la Moncloa [en referencia a la línea adoptada por el PP], acomplejado como está por temas como el de la educación, en el que no se atreve a pedir el apoyo de sus votantes”. (¡!).

En realidad “el momento delicado” del PSOE revela su gran contradicción: haber sido aupado por un gran movimiento de los trabajadores y de la juventud y al mismo tiempo querer poner en marcha los planes que exigen los empresarios y capitalistas. El “momento delicado” del gobierno PSOE revela, en realidad, el “momento delicado” de la socialdemocracia en la época del capitalismo decadente, donde lo que es fundamental y decisivo para los grandes capitalistas entre en contradicción con lo que es elemental para una vida digna para la inmensa mayoría de la sociedad. Esa disyuntiva se está expresando en crisis todos los grandes partidos socialdemócratas de Europa, significativamente en Alemania, donde se han producidos escisiones por la izquierda en el SPD, que sigue con enfrentamientos, y en Francia, donde el partido se ha mostrado dividido por la mitad en temas tan importantes como la cuestión europea. En Gran Bretaña, Blair tiene cada vez más dificultades para acallar una creciente oposición interna en el PL y en los sindicatos a su política liberal. En Portugal el gobierno de la izquierda está afrontando una fuerte oposición de los trabajadores a una política de ajustes típica de la derecha.

Lo dijimos antes y lo volvemos a repetir. El gobierno del PSOE será un gobierno fuerte sólo si se basa en la gran fuerza que lo aupó al poder: el movimiento de los trabajadores y de la juventud, para ello es necesario un cambio brusco de política, que sólo puede apuntar en dirección a una ruptura con los límites impuestos por el capitalismo. Será un gobierno débil y vulnerable a las maniobras de la derecha si sigue en la línea actual.

En estos momentos el gobierno está pilotando un giro a la derecha que no estará exento de turbulencias. Si los dirigentes de IU, CCOO y UGT exigieran firmemente un giro hacia la izquierda los efectos en el PSOE serían más que probables, y no digamos en su base de apoyo electoral. Recientemente la CEOE se ha quejado del retraso en la aplicación de la reforma laboral por las divisiones que hay en el gobierno. Probablemente sea una apreciación correcta.

La reforma de la educación se ha convertido en la primer paso serio que el gobierno ha emprendido hacia una nueva etapa, pensando en nuevos socios. Es el momento de dar una advertencia y recordar a los dirigentes del PSOE gracias a quien están donde están. El Sindicato de Estudiantes ha convocado huelga general de estudiantes y manifestaciones en todo el Estado el 14 de diciembre para exigir al gobierno que no ceda a las presiones de los obispos y de los empresarios de la privada. El sindicato de profesores STES y la CGT han convocado también jornada de lucha para ese día. En algunas comunidades como en Asturias las movilizaciones también están convocadas por IU y por CCOO. Ese es el ejemplo que se deberían seguir las direcciones de IU, CCOO, UGT y CEAPA en todo el Estado. Es necesario que esa poderosa fuerza que barrió a la derecha del gobierno emerja ahora para exigir una política genuinamente socialista en beneficio de la inmensa mayoría de la sociedad.

Madrid, 02 de diciembre de 2005