Aunque todavía no están los resultados oficiales, lo que sí está claro es que Evo Morales será el próximo presidente de Bolivia después de ganar claramente las elecciones del domingo 18 de diciembre. Como ha recibido más del 50 por ciento de los voto Aunque todavía no están los resultados oficiales, lo que sí está claro es que Evo Morales será el próximo presidente de Bolivia después de ganar claramente las elecciones del domingo 18 de diciembre. Como ha recibido más del 50 por ciento de los votos será automáticamente presidente, algo que ninguna de las encuestas de opinión, que le daban un 34 por ciento de los votos como mucho, habían previsto.
Su más cercano rival y el candidato favorito de la oligarquía y la embajada de EEUU, Tuto Quiroga, sólo ha conseguido el 31 por ciento de los votos. En el Parlamento las cosas no están tan claras, pero parece que el Movimiento Hacia el Socialismo (MAS) de Evo Morales no conseguirá la mayoría, a pesar de tener el grupo parlamentario más grande.
Evo Morales ganó claramente en todos los departamentos andinos, La Paz (con un 63,9 por ciento), Cochabamba (60,1 por ciento), Oruro (61,6 por ciento), Potosí (53,2 por ciento) y Chuquisaca (46,6 por ciento). Estas son las regiones que han sido el centro de los movimientos revolucionarios que derrocaron a los dos últimos presidentes (Sánchez de Lozada y Mesa). En El Alto la ciudad obrera sobre La Paz, definida por las organizaciones obreras y campesinas como sus “cuarteles revolucionarios”, la victoria del MAS ha sido arrolladora. Tony Condory Cochi, que hasta hace poco era miembro del ejecutivo de la poderosa Federación de Juntas Vecinales y fue candidato del MAS por el 15º distrito que cubre El Alto, consiguió un sin precedentes 70,9 por ciento de los votos según todos los resultados provisionales.
Esto demuestra claramente que la victoria electoral del MAS es el subproducto de la lucha revolucionaria que los trabajadores y campesinos bolivianos han estado librando durante los últimos 2 o 3 años. Como no tomaron el poder cuando tuvieron la oportunidad en octubre de 2003 y junio de este año, porque la dirección del movimiento carecía de un plan caro y vaciló en las coyunturas clave, todo el movimiento fue desviado hacia el plano electoral. Y el resultado es esta aplastante victoria del MAS.
Pero también en las zonas bajas de los departamentos de la “media luna” el voto al MAS fue sorprendentemente alto. En Santa Cruz, el feudo de la oligarquía, el voto al MAS superó el 30 por ciento. En Tarija, Morales consiguió casi el 30 por ciento. Esto voto también demuestra que a pesar del intento de la clase dominante de dividir el país en líneas regionales, la división real es en líneas de clase. En Santa Cruz, fue la organización regional de la COB y el Movimiento de Campesinos Sin Tierra (MST) los que hicieron campaña activa para conseguir la victoria del MAS.
Al mismo tiempo, los partidos tradicionales de la clase dominante boliviana casi han desaparecido del mapa electoral. El MNR, que comenzó como un movimiento nacionalista burgués durante la revolución de 1952 y después se convirtió en uno de los principales partidos de la clase dominante y el imperialismo, consiguió apenas un 6,7 por ciento, el MIR y el ADN, otros dos principales partidos burgueses, se han convertido en partidos extraparlamentarios.
La escala de la victoria podría haber sido incluso mayor de no haber sido porque el Consejo Electoral Nacional borró de las listas a casi un millón de personas, la mayoría de los barrios más pobres y obreros que probablemente votarían a Morales. La victoria del MAS debe entenderse en el contexto de una campaña electoral extremadamente polarizada donde las multinacionales del gas y el petróleo, la embajada de EEUU y la clase dominante boliviana han hecho todo tipo de acusaciones contra Morales, advirtiendo de que era un “agente del imperialismo venezolano”, un amigo del “dictador comunista Castro”, etc.
Las masas de trabajadores y campesinos votaron claramente contra el imperialismo estadounidense, contra el dominio de los recursos naturales por parte de las multinacionales. También votaron contra la vieja opresión nacional de la mayoría indígena. Hasta los años cincuenta la población indígena ni siguiera podía caminar por la Plaza Murillo donde se encuentra el Congreso. Ahora Morales, que procede de la base del movimiento y de la mayoría indígena, ha sido elegido presidente.
Votando a Morales, los trabajadores y los campesinos, los pobres y los desposeídos, están asestando un golpe contra sus opresores. Sin embargo, Evo Morales ahora estará bajo una enorme presión. Por un lado, las multinacionales del gas, la embajada de EEUU, la clase dominante local, que ya están pidiendo respecto por los derechos de propiedad privada, un acuerdo de libre comercio con EEUU y la erradicación de las plantaciones de hoja de coca.
Por el otro lado, los cientos de miles de trabajadores y campesinos que han votado al MAS con una idea clara en la mente, que Morales cumplirá la “agenda de octubre”, es decir, las reivindicaciones que llevaron a la insurrección de octubre de 2003. Y éstas son, principalmente, la nacionalización e industrialización del gas, la reforma agraria, dar marcha atrás en la política neoliberal y, para algunos, la convocatoria de una asamblea constituyente.
Los trabajadores y los campesinos de Bolivia ya han demostrado en los últimos años que se trata de una lucha de vida o muerte para ellos. Si el gobierno del MAS no cumple lo que ellos están exigiendo es probable que salgan de nuevo a las calles e intenten conseguir sus objetivos mediante la acción de masas directa. El movimiento tiene confianza y ha ganado varias victorias (como la derrota de los intentos de privatizar el agua en Cochabamba y El Alto). Aunque el movimiento no tomó el poder cuando pudo hacerlo, en los últimos dos años ha derrotado y echado a dos presidentes.
La situación podría tener algunos paralelos con la de Ecuador. Allí, también, hubo una revolución fallida y después el movimiento de las masas se expresó a través de la victoria electoral de Lucio Gutiérrez. Cuando abrazó la política dictada por el imperialismo hubo un nuevo movimiento que le echó del cargo sólo hace unos meses. Si Morales sigue el camino de Lucio acabará como él, expulsado por las mismas fuerzas que le llevaron al poder.
Los sectores más inteligentes de la clase dominante internacionalmente son conscientes de que Evo Morales podría ser su última oportunidad de controlar Bolivia antes de imponer una dictadura militar, algo que probablemente en las condiciones actuales llevaría a una guerra civil. El periódico Financial Times avisa a Washington para que no “sobre-reaccione a la retórica de Morales y sus planes de discriminalizar la coca y estrechar lazos con Venezuela y Cuba”. Y añadía: “La administración estadounidense no debería inclinarse a las presiones de los ‘guerreros de la droga’ en Capital Hill o el ala dura que se puede esperar pida la suspensión de los programas de ayuda”. Esto indica que ellos verían más una situación en la que Washington amablemente empuje a Morales hacia la derecha, como hicieron eficazmente con Lucio: “Esos programas representan la mejor oportunidad de mantener la influencia de EEUU en Bolivia. Aislando al país empujarán a Morales más a la izquierda con el riesgo de acelerar la polarización política de la región”.
Todo esto suena muy bien sobre el papel, pero en la vida real Morales también estará sometido a la poderosa presión del movimiento revolucionario de masas de los trabajadores y campesinos. Y al mismo tiempo, los reaccionarios de derechas que dirigen la política exterior de EEUU en América Latina y que no necesariamente son las personas.
Morales durante la campaña prometió a sus seguidores muchas cosas, pero también tuvo cuidado de tranquilizar a las multinacionales. Justo antes de las elecciones, Morales dijo a La Gaceta: “Si soy elegido presidente, desgraciadamente será mi deber respetar esas leyes neoliberales. Podremos hacer algunos cambios por decreto, otros mediante el cuerpo legislativo, pero inmediatamente no habrá grandes cambios porque veinte años de leyes neoliberales no se puede erradicar con un solo golpe”. Hablando durante las celebraciones de su victoria electoral mencionó la reivindicación central del movimiento de trabajadores y campesinos: la nacionalización del gas. “El gobierno ejercerá su derecho a la propiedad estatal de los hidrocarburos de Bolivia. Eso no significa la confiscación o expropiación de los bienes de las multinacionales”.
Como se vio durante el gobierno Mesa (que, a propósito, tenía el apoyo parlamentario del MAS), en una situación como la de Bolivia, un estado y una población extremadamente empobrecidos en un país con enormes recursos naturales, es imposible calmar al mismo tiempo a las multinacionales y a los trabajadores y campesinos. Morales tendrá que elegir. En Venezuela, Chávez llegó al poder con un programa de reformas democráticas muy diversas pero ahora abiertamente dice que no puede implantarlas dentro de los límites del capitalismo. Bolivia está en una situación incluso peor desde este punto de vista.
En el pasado, los dirigentes del MAS, con Morales a la cabeza, nunca han llevado la lucha de los trabajadores y campesinos hasta el final, porque ellos depositaron toda su confianza en el parlamentarismo burgués. Ahora, debido a la incapacidad de la dirección de los trabajadores de tomar el poder cuando se presentó la oportunidad, han ganado estas elecciones parlamentarias. Tendrán que pasar la prueba y esta es ahora una etapa necesaria en el desarrollo de la conciencia de las masas.
La idea, planteada por el candidato a vicepresidente García Linera, de que es posible hacer algún tipo de capitalismo nacional andino, comprometido con el desarrollo de la economía del país, es la peor de las utopías. La clase dominante en Bolivia, si cabe, aún más dependiente y servil del imperialismo que su homóloga venezolana. Existe una larga tradición de esto en Bolivia, desde los barones del estaño con sede en Londres y Suiza que gobernaban el país a finales del siglo XIX, a los educados en EEUU como Sánchez de Lozada, un presidente que sólo podía hablar el español con acento inglés. Todos los intentos del movimiento obrero de basarse en los sectores “progresistas” de la clase dominante nacional o la pequeña burguesía, han terminado en un desastre o una dictadura militar. La tortuosa historia de Bolivia proporciona una confirmación abundante de esto. Los sectores “nacionalistas” o incluso “revolucionarios” de la clase dominante han terminado siendo la principal herramienta de la dominación imperialista (como fue el caso del MNR y después el MIR).
La única forma de que el país se desarrolle de una manera significativa es si los recursos naturales son puestos firmemente bajo el control de los trabajadores y los campesinos. Los últimos años han sido una escuela a través de la cual sectores cada vez más amplios de las masas han aprendido que dentro de los límites del capitalismo no hay salida. Los activistas más avanzados de las organizaciones obreras bolivianas deben prepararse para la próxima oleada del movimiento revolucionario que inevitablemente llegará.