“Los trabajadores franceses han pasado a la ofensiva, no están dispuestos a aceptar más sacrificios para enriquecer a una pequeña minoría. Empezando por Francia, todo está preparado para un nuevo estallido de la lucha de clases y para que el fantasma de la revolución vuelva a recorrer la ‘vieja’ y ‘tranquila’ Europa, poniendo fin, de una vez por todas, a la utopía reformista de la ‘paz social” (La clase obrera francesa responde a las contrarreformas salvajes. Publicado en El Militante en junio de 2005).
Estas palabras fueron escritas hace exactamente un año, después de la oleada de huelgas y luchas estudiantiles de principios de 2005 y que culminaron con un rotundo no a la Constitución Europea. La clase dominante francesa, en aquel momento espantada ante el resurgir de la lucha de clases, retrocedió y no siguió adelante con su contrarreforma laboral y educativa, a la espera de que la situación se calmara y llegara un momento más adecuado para seguir adelante con sus ataques.
Desde 1995, con las movilizaciones de masas contra el plan Juppé, Francia abrió un prolongado periodo, con alzas y bajas, de movilizaciones de la clase obrera. Tras un periodo de relativa calma con el gobierno del PSF de Jospin se produce en 2003 un rebrote importante de la lucha contra el ataque a las pensiones del gobierno de derechas de Raffarin. La negativa de las direcciones sindicales de extender el movimiento al sector privado, mediante una huelga general, propició una derrota que abriría las puertas a una serie de contrarreformas.
Ataques sin precedentes
Aumento de la edad de jubilación, privatizaciones, inseguridad y eventualidad laboral, desmantelamiento del estado del bienestar, ataques a los desempleados, pérdida de poder adquisitivo, recortes de los derechos democráticos… Todo esto forma parte de la necesidad de supervivencia del capitalismo francés que necesita eliminar todas las conquistas conseguidas por la clase obrera, con duras luchas, a lo largo de décadas para que sus empresas sigan teniendo beneficios (este año las multinacionales francesas han conseguido beneficios récord).
El capitalismo francés tiene serios problemas. Lleva años de “estancamiento económico”. En 2005 el PIB francés subió un 1,4%, una cifra ridícula para una de las principales economías capitalistas de Europa. Además agravado con un déficit público histórico. En 2005 fue de 26.549 millones de euros (el acumulado asciende a 1,1 billones de euros), una cifra insostenible incluso para una economía tan avanzada como la francesa. El ministro de Economía francés, Thierry Bretton, expresó muy gráficamente la situación: “Francia vive por encima de sus posibilidades”.
Tras un año de relativa calma el movimiento resurgió con más fuerza a principios de 2005. Empezaron los trabajadores del sector público, dispuestos a recuperar el poder adquisitivo y en contra de las privatizaciones. A lo largo del mes de enero se movilizaron prácticamente todos los trabajadores del sector público, pero una vez más las direcciones sindicales fragmentaron el movimiento para evitar una huelga general, aunque finalmente, debido a la presión de los trabajadores, no les quedó más remedio que convocar una huelga general del sector público el 10 de marzo.
Aunque no convocaran “oficialmente” en el sector privado fueron muchas las empresas que ese día salieron a la huelga, demostrando una vez más el enorme descontento existente entre el conjunto de los trabajadores y la existencia de condiciones para la convocatoria de una huelga general. En esas mismas fechas también se movilizaron masivamente los estudiantes en contra de la contrarreforma educativa que incluía, entre otros ataques, la famosa reválida o la restricción del acceso a la universidad.
La explosión de los ‘banlieues’
En noviembre del año pasado pudimos ver la revuelta de los jóvenes en los suburbios franceses. Los editoriales de los periódicos y los analistas políticos intentaban quitar hierro al tema diciendo que era un problema exclusivo de la inmigración difícilmente repetible en nuestro país. Pero esa interpretación no correspondía con la realidad. Esa explosión de furia y rabia por parte de los sectores más oprimidos y explotados de la juventud los jóvenes de los suburbios obreros víctimas del paro, la marginación y en muchos casos de la discriminación racial, no era algo aislado, como analizamos en su momento, se trataba de un síntoma del ambiente que se estaba desarrollando entre una juventud que no ve futuro en el sistema actual.
La revuelta de los suburbios franceses, el “no” a la Constitución Europea, el ascenso de la lucha de clases en los últimos años, no eran hechos aislados, reflejaban las enormes contradicciones que se están acumulando bajo la superficie de la sociedad francesa, el inmenso descontento, la rabia y la frustración que tarde o temprano, como ahora vemos, debía estallar en un movimiento más generalizado. El propio Chirac en aquel momento tuvo que reconocerlo al decir que: “Existe un profundo malestar en Francia”.
El Contrato de Primer Empleo
El detonante de esta movilización de masas ha sido el intento del gobierno de Villepin de imponer una nueva modalidad de contrato laboral para los menores de 26 años. El nombre es engañoso porque no se aplica sólo a los jóvenes que consiguen su primer empleo, sino a todos los jóvenes entre 14 y 26 años independientemente de si es o no su primer empleo. Permitiría a los empresarios despedir a los jóvenes durante los dos primeros años de contrato sin ningún tipo de justificación y sin posibilidad de recurrir a los tribunales laborales. Además el gobierno, haciendo alarde de su carácter “democrático”, recurrió al artículo 49.8 de la Constitución que permite aprobar una ley sin la necesidad de tener la aprobación del parlamento.
El gobierno de derechas utilizó la rebelión de los suburbios para lanzar una campaña demagógica sobre la necesidad de luchar contra el paro juvenil. Villepin dice que el Contrato de Primer Empleo (CPE) reducirá el desempleo juvenil un 25%. Pero lo único que se conseguirá con la implantación del CPE es aumentar aún más la eventualidad laboral y reducir los salarios del conjunto de la clase obrera. Pero el CPE no amenaza sólo a los jóvenes, porque este sería el paso previo para su generalización al resto de los trabajadores. Es un secreto a voces que la MEDEF (patronal francesa) quiere que éste sea el modelo de “contrato único”.
El movimiento empezó a finales de febrero con la ocupación de algunas universidades en señal de protesta contra el CPE. Poco a poco se fue extendiendo hasta que más del 60% de las universidades estaban ocupadas y paralizadas por los estudiantes. El movimiento fue en aumento hasta convertirse en un movimiento juvenil de masas con la incorporación de los estudiantes de secundaria y los jóvenes trabajadores.
La revista France Soir decía lo siguiente sobre cómo fue cambiando el ambiente a lo largo de los días: “De ser un movimiento dirigido por universitarios centrado en sus respectivos campus, la protesta se ha hecho ‘mil veces más revolucionaria”. Le Figaró comentaba también lo siguiente: “Es difícil creer que sólo hace diez días, la mayoría de los medios de comunicación comparaban esta revuelta con 1968. La calificaban de ‘revuelta de clase media’ y algunos críticos de derechas condenaban a los estudiantes como egoístas, que tenían el objetivo de bloquear una ley que creían ayudaría a los jóvenes oprimidos de los banlieu. Desde entonces, la cara de este movimiento ha cambiado sustancialmente. Hoy, llegan estudiantes de secundaria de todas las clases. El lunes [20 de marzo] había 313 institutos cerrados por los bloqueos anti-CPE, huelgas o en algunos casos medidas de seguridad. El martes ese número casi se había triplicado, con 814 institutos afectados: el ‘movimiento crecía más y más entre los alumnos de secundaria”. Desde entonces el movimiento ha ido a más, ahora son más de mil los institutos cerrados, además de universidades ocupadas e incluso colegios de primaria cerrados.
Desde el principio, los estudiantes tenían claro que no aceptarían otra cosa que no fuese la retirada de la ley y, correctamente, hicieron un llamamiento a los sindicatos de trabajadores para que apoyaran su lucha. Los sindicatos apoyaron y convocaron conjuntamente la movilización del 18 de marzo con un millón y medio de personas en las calles francesas. Después del éxito de las manifestaciones, las organizaciones estudiantiles hicieron un llamamiento a los sindicatos para que convocaran con ellos una huelga general el 23 de marzo. Pero, lamentablemente, de nuevo los dirigentes sindicales se negaron a convocar una huelga general y anunciaron “paros sectoriales y manifestaciones el 28 de marzo”. El secretario general de la CFDT justificó esta medida diciendo que una “huelga general tiene una connotación insurrecional”.
28 de marzo: movilización histórica
Aún así, en la práctica, el 28 de marzo fue casi un día de huelga general. Ese día se hicieron más peticiones de huelga ante el Ministerio de Trabajo que durante las movilizaciones de 2003. El transporte público quedó paralizado, a pesar de imponer unos servicios mínimos del 70%, la huelga afectó a la enseñanza, banca, funcionarios, Air France, France Telecom, Total, ferrocarriles, servicio postal, no salió ni un solo periódico, la televisión y la radio pública, empresas estatales de gas y electricidad (GDF y EDF), hospitales, controladores aéreos, la huelga fue generalizada en el sector público y contó con una importante participación del sector privado.
El 28 de marzo fue un día histórico para la lucha de clases en Francia, según los sindicatos 3 millones de jóvenes y trabajadores se manifestaron por toda Francia contra el CPE y la política del gobierno. La manifestación más grande fue en París, donde a pesar del frío y la lluvia asistieron 700.000 personas. También fueron importantes las manifestaciones de Marsella con 250.000 manifestantes, Burdeos con 100.000, Toulouse con 80.000, Nantes con 70.000 y Grenoble con 60.000. En general las manifestaciones duplicaron a las del día 18.
Esta movilización subrayó la gran oposición popular al gobierno de Villepin y la determinación de los jóvenes y trabajadores franceses a derrotar los ataques del gobierno contra las condiciones laborales. Es mismo día Le Monde y France 2 publicaban una encuesta donde sólo el 4% de los franceses estaban a favor del mantenimiento de la CPE y sólo un tercio apoyaba al primer ministro. La derecha intentó organizar una contramanifestación apoyando el CPE y reivindicando su derecho a estudiar que, según ellos, está conculcado por los huelguistas y, según AFP, el 26 de marzo sólo consiguieron reunir en París a unas mil personas.
La clase dominante dividida
Como ocurrió en noviembre con la rebelión de los suburbios, la lucha contra el CPE ha vuelto a demostrar la enorme división que existe dentro de la derecha. Si antes fue Villepin quien se intentó aprovechar de la impopularidad de Sarkozy por su política reaccionaria y la represión policial, en este caso ha sido este último el que ataca la “intransigencia” de Villepin y defiende la retirada del CPE. Incluso, declaró a Reuters el 25 de marzo: “Veinte años de desempleo de masas, quince años de mediocre crecimiento económico, diez años de reducción del poder adquisitivo, siete cambios políticos desde 1981. ¿Cómo podemos culpar a la juventud de decir en voz alta lo que piensan sus padres?”. ¡¿Puede haber mayor ejemplo de demagogia e hipocresía?! Estas divisiones también demuestran el pánico de la burguesía francesa expresado gráficamente en Le Monde con el siguiente titular: “¡Peligro, alerta!”.
Los dirigentes socialdemócratas del Partido Socialista Francés también saben lo que está en juego. Intentan calmar a las masas diciendo: “No os preocupéis, el año que viene hay elecciones, como seguramente ganaremos nosotros entonces retiraremos la ley”.
Los estudiantes radicalizan sus reivindicaciones
Desde el principio las organizaciones estudiantiles tenían clara cual era su reivindicación: la retirada del CPE, sin aceptar ninguna falsa negociación. Según se ha ido desarrollando el movimiento, y después del éxito del día 28, los estudiantes fueron más allá, demostrando una vez más estar mucho más avanzados y menos temerosos que los dirigentes sindicales. “El movimiento de oposición no se está debilitando. Todo lo contrario. En un signo de radicalización, la Coordinadora Nacional de Estudiantes, formada por representantes de las universidades movilizadas, pidieron el domingo la dimisión del gobierno. Los aproximadamente 300 delegados que se reunieron durante dos días en Aix-in-Provenza, pidieron el bloqueo de los ferrocarriles y autopistas el martes y, si no retiraban la ley, una huelga general con los trabajadores el próximo 4 de abril” (Le Figaró. 26/3/06).
La respuesta de los dirigentes sindicales ha sido hacer un llamamiento a Chirac para que intervenga. Durante estos últimos años han conseguido mantener la situación bajo control con huelgas parciales y manifestaciones. Pero eso no puede durar eternamente y es inevitable que llegue el momento en que la olla de vapor estalle.
Es inevitable hacer una comparación con Mayo del 68. Aquel proceso tuvo un carácter abiertamente prerrevolucionario, fue un desafío muy serio al poder de la burguesía. Entonces también comenzaron los estudiates universitarios, en protesta por la intervención imperialista en Vietnam. Con la intervención de la clase obrera la situación dio un salto cualitativo, manifestando su poder y su carácter revolucionario. Una huelga general, que duró dos semanas, paralizó la economía; los trabajadores ocuparon las fábricas e incluso se dieron elementos de doble poder. Si la clase dominante francesa pudo salvarse de aquella situación fue por los errores de las direcciones del PCF y la CGT, dominados entonces por los estalinistas, que hicieron todo lo posible por descarrilar el movimiento.
Hoy en Francia aún no se ha llegado a esa situación, pero el material inflamable es considerable. La crisis revolucionaria de Mayo del 68 se produjo en un contexto de crecimiento económico y pleno empleo. Hoy la situación es de estancamiento económico, desempleo y precariedad generalizada. En los años sesenta el 70% de los jóvenes que terminaban el bachiller encontraban un empleo adecuado con su nivel de estudios, ahora sólo lo consigue el 25%. En los últimos años más de un millón de franceses se han ido al extranjero en busca de un empleo adecuado.
En el momento de escribir este artículo los sindicatos en lugar de una huelga general han vuelto a convocar una nueva “movilización general” el próximo 4 de abril. Las direcciones sindicales temen la huelga general como si fuera el mismo diablo, son conscientes de que si la convocan y el gobierno no retira la ley, el siguiente paso sería luchar para derribar al gobierno de Villepin y exigir la convocatoria de elecciones generales.
La clase dominante sabe que si retira la ley, el movimiento lo interpretará como una victoria y saldrá mil veces más fortalecido. Durante un período de tiempo la clase dominante no podría llevar a cabo los ataques y contrarreformas necesarias para su subsistencia. Pero también saben que si siguen adelante con esta ley existen todas las condiciones para que se desarrolle una situación prerrevolucionaria que podría superar a Mayo de 1968 y que ahora tendrían mucho más difícil de controlar.
La clase obrera francesa una vez más muestra el camino que seguirá la clase obrera europea en el próximo período. El mismo día que tres millones de personas se manifestaban por las calles de Francia, más de un millón de trabajadores del sector público británico iban a la mayor huelga en ochenta años debido a los recortes y despidos anunciados por el gobierno Blair. El 15 de marzo la clase obrera griega protagonizaba la segunda huelga general en lo que va de año. Como decíamos al principio, se acabó la “vieja” y “tranquila” Europa, se acabó la “paz y la concertación social”. Con los acontecimientos de Francia se confirma que la lucha de clases ha vuelto a Europa para quedarse.
30 de marzo de 2006