Los resultados electorales italianos han sido una sorpresa para muchos en Italia. Después de una noche donde las dos coaliciones iban parejas, los resultados finales confirmaron la victoria de L’Unione de Prodi (la coalición de centro-izquierda), pero sólo por un margen muy pequeño.
En una de las dos cámaras, el Senado, la coalición de Berlusconi en realidad ha recibido más votos, pero gracias al sistema electoral Prodi puede conseguir una estrecha mayoría de dos senadores. En la otra cámara, el Parlamento, la coalición de centro-izquierda consiguió sólo 25.000 votos más (¡de un total de 34 millones de votos emitidos!). En el pasado, esto habría significado una posición muy débil para el gobierno en el parlamento, pero gracias a una reforma de la ley electoral aprobada por el gobierno Berlusconi, L’Unione de centro-izquierda tendrá una “mayoría extra” de 70 parlamentarios.
Lo que se desprende claramente de estos resultados es que Italia es un país profundamente dividido y ha entrado en un período de gran inestabilidad. Esto ya quedó claro en las anteriores elecciones. Los resultados simplemente han confirmado esto de una manera contundente. La pregunta que se debe hacer es la siguiente: ¿Cómo es posible que Berlusconi mantenga este apoyo electoral después de cinco años de ataques a la clase obrera y la clarísima política capitalista que ha puesto en práctica su gobierno? En estos cinco años hemos tenido grandes movilizaciones de la clase obrera que han arrinconado al gobierno. En cada elección, local, regional o europea, la derecha ha sufrido grandes derrotas, una tras otra.
Hay varios factores que han contribuido a este escenario. En primer lugar, en los últimos meses, desde enero, ha surgido un ambiente de “ver y esperar” dentro de amplias capas del movimiento obrero y también entre los dirigentes de izquierdas así como entre los activistas. Muchos de los dirigentes de la izquierda creían que tenían garantizada la victoria.
Después de la lucha en Val Susa contra la línea de alta velocidad y la movilización de los metalúrgicos por la renovación del convenio, no fueron movilizaciones convocadas por los dirigentes de las organizaciones de la clase obrera, tanto sindicales como políticas. Las derrotas electorales anteriores de la derecha fueron todas precedidas por luchas importantes de la clase obrera, así se conseguía elevar la conciencia sobre las cuestiones que realmente estaban en juego.
La reacción de Berlusconi está unida directamente a la postura adoptada por los dirigentes de L’Unione en los meses previos a las elecciones. Una semana tras otra, Prodi y los otros dirigentes del centro-izquierda reducían cualquier reforma significativa de su programa y hacían todo lo posible para demostrar a los empresarios que se podía confiar en ellos si llegaban al gobierno.
Anunciaron que no derogarían ninguna de las leyes que impone la eventualidad de la fuerza laboral, que no darían marcha atrás en las privatizaciones y que no mejorarían los servicios sociales destruidos en cinco años de gobierno Berlusconi. Prodi dejó absolutamente claro a todos que su primera prioridad era sacar a Italia de la crisis económica y que eso supondría “reducir los costes laborales”. Siguió claramente el consejo de amigos como la revista británica The Economist, ésta dice que ¡en Italia los salarios deberían reducirse un 30 por ciento! Esta sería una carga intolerable para los trabajadores italianos, sus salarios ya son los más bajos de la UE después de Portugal y Grecia (excluyendo a los nuevos miembros del antiguo bloque de Europa del Este).
No debemos olvidar quién es Prodi. No es un hombre de izquierdas. Sus raíces se encuentran en la antigua Democracia Cristiana difunta y corrupta. Tiene una historia como asesor de gobiernos sobre como privatizar bienes públicos y también ha estado antes en el cargo. La primera vez que llegó existían grandes ilusiones entre los trabajadores de que podría haber algo para detener las privatizaciones y los ataques a los salarios y estado del bienestar. Pero por supuesto no lo hizo. Prodi es un dirigente burgués en una coalición de partidos de la pequeña burguesía y partidos de la clase obrera (DS, PRC, etc.,). Es una coalición de colaboración de clases, con el objetivo de utilizar a los dirigentes de la izquierda, junto con los sindicatos, para aplicar la política de los empresarios. También debemos recordar que Prodi fue el presidente de la Comisión Europea hasta el año 2004, en la época en que la liberalización del estado del bienestar se empezó a aplicar en todos los países europeos y es uno de los arquitectos de la infame directiva Bolkestein.
Como ya hemos dicho, el centro-izquierda había ganado muchas batallas electorales en el último período. La razón principal de estos éxitos era la política antiobrera de Berlusconi que provocaba un profundo odio hacia él y su gobierno entre amplias capas de las masas.
La situación sin embargo ha cambiado cuando Berlusconi comenzó una táctica agresiva, intentando agrupar a su base electoral y a grandes sectores de la clase media a su alrededor. Inició una batalla ideológica de clase, mientras que el centro-izquierda simplemente insistía en la “armonía nacional”. Berlusconi no sentía ningún escrúpulo hacia quién era su enemigo. Su batalla era contra el “comunismo”, contra aquellos que querían “esquilar” al pueblo italiano haciéndole pagar una enorme cantidad de impuestos. Mientras que los dirigentes del centro-izquierda hablaban sobre “sacrificios”, Berlusconi prometía reducción de impuestos. En determinado momento hizo un llamamiento de clase muy claro recurriendo a los peores prejuicios de las clases medias. “No deseo que los hijos de la clase media tengan las mismas oportunidades que los hijos de la clase obrera”. En una situación donde todos sienten los efectos de la crisis económica básicamente le decía a las clases medias: si me votáis os garantizo que no pagaréis: ¡lo pagará la clase obrera!
En lugar de entender esta cuestión de clase básica, muchos intelectuales de izquierdas escribían resmas de papel sobre el poder de las televisiones de Berlusconi, un poder “que no se puede derrotar”. Que Berlusconi es muy poderoso es una realidad obvia, pero no es cierto que sea invencible. Ya ha sido golpeado antes por el movimiento de masas. A pesar de todos sus medios de comunicación ha perdido estas elecciones. Pero su fuerza reside en la debilidad del centro-izquierda, no en un imperio mediático.
La forma en que Berlusconi ha reaccionado en estas elecciones demuestra que en la época moderna no ganas unas elecciones con un programa “moderado”. Lo que hace falta es una postura de clase y militante. Tienes que defender intereses de clase. Berlusconi lo hizo y el centro-izquierda no.
El problema era que la naturaleza de clase homogénea de L’Unione lo hacía imposible. Por eso Berlusconi fue capaz de recuperar parte de su apoyo. Al hacer un análisis más detallado se ven claramente los patrones de voto de las diferentes regiones de Italia. En los feudos tradicionales de la derecha, un porcentaje del 3-4 por ciento de los que normalmente se abstienen fueron a votar. Esto significa que estaban motivados. Sentían que algo estaba en juego. Desgraciadamente, esto no se materializó en los feudos tradicionales de la izquierda. L’Unione no consiguió movilizar a su electorado pasivo. Esto indica que no tenían confianza en que un gobierno de centro-izquierda hiciera algo concreto por ellos.
Los resultados de los distintos partidos que forman L’Unione indican que los partidos más de izquierda consiguieron mejores resultados. Rifondazione Comunista (PRC) consiguió un 7,5 por ciento para el Senado y un 5,8 por ciento para el Parlamento, ha conseguido 350.000 votos más que en las elecciones europeas de 2004. La suma total de votos de PRC, PDCI (Partido de los Comunistas Italianos) y los Verdes superan a los votos de La Margherita (el principal partido burgués de L’Unione).
El PRC ahora tendrá el grupo parlamentario más grande desde su fundación en 1991, con 68 parlamentarios. Esto generará enormes presiones sobre la dirección, en un parlamento tan ajustado cada voto contará. Bertinotti, el líder de PRC, cada vez está más atado al centro-izquierda. Durante la campaña electoral, el PRC apenas se diferenció del resto de la coalición. La consigna principal del partido era: queremos que se ponga en práctica el programa de L’Unione.
Al mismo tiempo, el nuevo gobierno sufrirá una gran presión para que actúe de acuerdo con las necesidades de la clase dominante, es decir, atacar los niveles de vida de la clase obrera. Los empresarios desde hace algún tiempo se enfrentan a un dilema en Italia: no tienen un partido que sientan como verdaderamente suyo. Berlusconi sólo representa los intereses de una capa de la burguesía. Los empresarios han intentado desesperadamente construir ese partido, un partido que pueda aplicar firmemente su estrategia y programa.
La prensa burguesa desde hace un tiempo hace campaña a favor de la creación de un partido al estilo del Demócrata estadounidense. Les gustaría que Izquierda Democrática (antiguo PDS, el principal partido que surgió de la escisión en el viejo Partido Comunista en 1991) se fusionara con La Margherita, así transformarían el principal partido de la clase obrera italiana en un partido burgués. Esto está en proceso pero el resultado no está en absoluto garantizado. Sin embargo, el “buen resultado” de la lista conjunta en estas elecciones, al menos en el Parlamento, significa que aumentará la presión sobre los dirigentes del PDS para que emprendan este camino. La lista conjunta PDS-Margherita (con el nombre de L’Ulivo) consiguió un 31,5 por ciento en el Parlamento, mientras que en el Senado los dos partidos se presentaban por separado y recibieron entre los dos aproximadamente un 27 por ciento de los votos. Ahora esto será utilizado como un argumento para que se unan.
La burguesía necesita desesperadamente partidos fiables propios porque el gobierno Prodi será un gobierno de crisis. La gran coalición al estilo alemán en Italia no es una opción. Aunque Berlusconi lo ha plantado, en realidad ni él ni Prodi se creen realmente que esto sea factible. Esto provocará contradicciones y necesitarán de nuevos líderes, etc.,
A corto plazo, la elección de este nuevo gobierno creará un ambiente de ver y esperar dentro del movimiento obrero. Aunque este centro-izquierda no es tan creíble como lo fue en el pasado, muchos trabajadores quieren darle una oportunidad para ver que hace. No quieren que regrese Berlusconi y por lo tanto pueden esperar temporalmente, los trabajadores intentarán evitar provocar una crisis inmediata en el gobierno Prodi. Sin embargo, esta situación no puede durar mucho tiempo porque el gobierno no tiene un margen real de maniobra. Dada la crisis severa del capitalismo italiano, son inevitables nuevos ataques y recortes.
Berlusconi tampoco quiere irse a casa. Su postura agresiva le ha dado frutos. Sus aliados sin él estarían condenados a la impotencia política. Él juega un papel clave para mantener unida la alianza de centro-derecha. Ahora radicalizará más sus discursos. Utilizará todo tipo de propaganda racista y reaccionaria, creyendo que con esto será suficiente para fortalecer su posición. Pero lo único que él conseguirá es radicalizar toda la situación aún más. Por lo tanto, este método tiene sus límites y podría provocar una reacción contraria a la que espera. Podría atizar el látigo de la contrarrevolución que desate un movimiento revolucionario. La radicalización a la derecha provocará una radicalización contraria a la izquierda.
En el próximo período, todas las organizaciones políticos serán puestas a prueba en Italia, esto es particularmente cierto con los partidos obreros. Después de una pausa inicial, las cosas de nuevo comenzarán a moverse. En determinado momento, los trabajadores y la juventud tendrán clara cuál es la verdadera agenda de Prodi. Cuando esto ocurra, se abrirán las contradicciones dentro de los partidos de izquierda y en los sindicatos. La presión se acumulará para los dirigentes de izquierda para que resistan nuevos ataques a los niveles de vida de la clase obrera. Los activistas cuestionarán la política del gobierno y buscarán una alternativa.