Los ataques aéreos israelíes contra el Líbano levantan el espectro de una nueva guerra en Oriente Medio. Las tropas israelíes ya están dentro del Líbano. Puentes, carreteras, aeropuertos, instalaciones portuarios, eléctricas y objetivos civiles libaneses están siendo destruidos por las fuerzas armadas israelíes.
La naturaleza de estos objetivos -en particular el intento de cortar las líneas de retirada hacia la frontera con Siria- indica claramente que no pretenden simplemente “ataques de represalia” en respuesta a los misiles lanzadas a Israel por las milicias de Hezbolá. Ni tampoco guarda relación con los secuestros de soldados realizados por estas últimas. La escala del ataque militar cerca de la frontera libanesa indica que se están preparando una gran ofensiva terrestre. Aunque todavía no está claro que esta ofensiva realmente se vaya a producir, sin duda es la principal opción que está considerando actualmente el gobierno y ejército israelíes.
Mientras que los medios de comunicación internacionales concentran su atención en distintas “soluciones diplomáticas”, un considerable número de tropas, tanques y artillería se está dirigiendo hacia esa posición. No se puede descartar que Israel inicie la invasión del Líbano en un futuro muy cercano. Los generales que están preparando la ofensiva dicen que será una campaña corta, que no será necesaria una nueva ocupación. Sin embargo, el objetivo principal que se han propuesto -desarmar a las milicias de Hezbolá- no se podría conseguir de otra manera. Por esa razón parece que existe una división entre el gobierno y el ejército sobre la viabilidad de esta estrategia.
Mientras tanto, los ataques aéreos contra el Líbano continúan, así como los misiles contra Israel. La responsabilidad de este baño de sangre y el sufrimiento de este nuevo conflicto reside, en primer lugar, en la clase dominante israelí, cuya rapaz brutalidad la ha granjeado el odio de millones de trabajadores y jóvenes de todo el mundo árabe, en Irán y más allá.
El ejército israelí ocupó parte del Líbano desde 1978 a 2000, pero fue incapaz de derrotar a la resistencia libanesa. Este fracaso, combinado con la creciente hostilidad hacia la ocupación dentro del propio Israel, finalmente llevó a su retirada. Todo lo que consiguió con esta ocupación, y con las atrocidades y masacres que inevitablemente conllevó, fue inyectar en la mente del pueblo libanés -y en particular entre el sector más pobre, principalmente chiíta, de la sociedad- un odio profundamente arraigado y la desconfianza hacia Israel, haciendo que Hezbolá consiguiera un firme apoyo y base de masas no sólo en el sur, sino también entre los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad en la capital.
Por lo tanto, cualquier intento de lanzar otra invasión se produciría en unas condiciones considerablemente menos favorables que la anterior desde el punto de vista israelí. La milicia de Hezbolá es más numerosa, está mejor armada, entrenada y equipada que antes y, repetimos, para esto es una cuestión decisiva, disfruta de lo que se puede describir de un apoyo de masas entre la población chiíta y entre los demás sectores de la sociedad. Un cristiano enojado en Beirut gritaba ante los micrófonos de televisión: “¿Dónde está Hezbolá? ¡Aquí no está Hezbolá! Está al otro lado de la ciudad. ¡Mirad esta muerte y destrucción! Esta es una zona cristiana, pero os diré algo: ¡ahora todos somos Hezbolá!”
Y, a menos que cambien de planes en el último minuto, la clase dominante israelí está claramente intentando invadir de nuevo el Líbano. Mirando los noticiarios de las televisiones occidentales, leyendo los artículos de la prensa, uno no puede salir de su asombro ante la mayoría de los comentarios. Los representantes más inteligentes del imperialismo estadounidense (que por supuesto no incluye a personas como Bush) ven la perspectiva de una nueva conflagración en Oriente Medio. Lo mismo ocurre con los gobiernos europeos. Bush parece estar a favor de una invasión o al menos continuar con los bombardeos y ataques a las posiciones de Hezbolá, para él esto es una forma de ejercer presión sobre Siria e Irán. Si la invasión finalmente siguiera adelante, tendría consecuencias importantes en toda la región. Desestabilizaría aún más las frágiles economías de los pequeños y artificiales estados de la región -incluida la de Israel- y provocaría grandes cambios en la psicología de las masas en todo Oriente Medio, sumándose al caos social y político provocado por el conflicto en Iraq y la situación desesperada de los trabajadores y jóvenes palestinos en Cisjordania y Gaza.
Inestabilidad permanente en Oriente Medio
Sobre bases capitalistas, a pesar de su posición económica dominante, Israel, no más que cualquiera de los estados artificiales creados por el imperialismo durante el siglo XX, no es una entidad viable. La división de la región en pequeños estados rivales -que sólo se puede resolver sobre la base del socialismo- retrasó el desarrollo de la región y es una fuente permanente de tensiones y conflictos. La política israelí con relación a todos los estados que lo rodean supone la intimidación y amenazas permanentes de invasión y guerra, cuando no aplica en la práctica estas amenazas.
La razón fundamental que empuja a Israel a esta política es que el estado israelí sólo puede mantenerse como una potencia imperialista regional sobre la base de la constante presión militar y económica sobre los estados y territorios vecinos, enfrentando a un sector de la población contra otro allí donde esto es posible, incluso hasta el punto de provocar guerras civiles. Sin esto, Israel rápidamente perdería su propio equilibrio interno porque el capitalismo es incapaz de satisfacer las necesidades de la mayoría de la población israelí. No puede haber “paz” ni “estabilidad” en estas condiciones. La pobreza y la desesperación de los palestinos, tratados como animales en enclaves cerrados y divididos con puestos de control, muros y alambrada, ha provoca furia y odio contra el estado israelí, igual que los asesinatos indiscriminados en el Líbano ocupado dejaron una marca imborrable de hostilidad hacia Israel en las comunidades empobrecidas que sufrieron esas atrocidades.
Los gobiernos occidentales y comentaristas profesionales nunca se cansan de lamentarse de la existencia de la violencia, el terrorismo y las “milicias islámicas” en Palestina y Líbano. ¿Pero podían esperar algo diferente? Pedir la paz en medio de este infierno viviente, pedir la sumisión pacífica a la explotación, el hambre, la enfermedad y la opresión nacional y de clase, es una total utopía. En Palestina, el intento de utilizar a Arafat y la Autoridad Palestina como una forma de desarmar a las milicias y proteger a Israel resultó ser un total fracaso. Su apoyo a Israel, socavó la posición de la propia Autoridad Palestina y preparó el camino para la victoria de Hamás. Israel ha perdido el control de la situación en los territorios hasta un punto mucho mayor que en el pasado.
De una forma similar, la opresión israelí del Líbano creó las condiciones para el surgimiento de Hezbolá como una fuerza de masas. Este es ahora un factor que debe ser tomado en cuenta. Para el ejército israelí entrar en el Líbano en estas condiciones supondrá graves complicaciones para el ejército invasor. Hezbolá probablemente tenga una fuerza superior a 6.000 hombres. Pero detrás de esa fuerza cuenta con una reserva masiva de decenas de miles de trabajadores y jóvenes libaneses que considerarían un honor luchar y morir en la lucha contra Israel.
Todo hombre, mujer y niños, especialmente entre los chiítas, ofrecerá dinero, alojamiento, apoyo y ayuda a las milicias. Esta fuerza no puede ser derrotada, por las mismas razones que la resistencia en Iraq no puede ser derrotada. Estas personas, como los jóvenes palestinos, no temen a la muerte. Y hay buenas razones para ello. Aunque se han escrito muchos libros intentando explicar este fenómeno “complicado”, la gente sabe explicarlo y en pocas palabras. Dicen que no pueden vivir en una opresión y humillación constantes. Eso no es vida, sino la muerte en vida, y prefieren morir que vivir de esta manera. La vida y la muerte equivalen a la misma cosa. Por supuesta, esta rebeldía con frecuencia se expresa en términos religiosos, y a menudo con todo tipo de retórica reaccionaria. Pero hay que entender que en la mente de los oprimidos y explotados, el fervor religioso a veces es una expresión del odio ardiente a la opresión, es un deseo de liberación, de una vida mejor, ya sea en este mundo o en otro.
Consecuencias posibles de la invasión
Por supuesto sería un error serio subestimar la eficacia mortal de las fuerzas armadas israelíes. No obstante, como vimos con relación a la invasión de Iraq, una cosa es iniciar una ofensiva en territorio enemigo y otra diferente establecer el control sobre el territorio ocupado. Las fuerzas israelíes pronto se encontrarán con una situación similar a la que tienen los ejércitos extranjeros en Iraq. La propaganda militar sobre la destrucción de las “bases” de Hezbolá es sólo frase vacía. ¿Dónde están las bases de Hezbolá? Su “base” está en la misma sociedad, en Beirut. En realidad, cualquier intento serio de destruir las bases de Hezbolá supondría destruir una gran parte de la capital libanesa.
También hay otras “bases” posibles de Hezbolá, al otro lado de la frontera siria. El Estado israelí no quiere provocar una guerra con Siria en este momento, por temor a luchar en demasiados frentes. El régimen sirio no quiere ver tampoco implicado en ello. Pero las campañas militares tienen una lógica propia que raramente corresponden con los planes preconcebidos de los comandantes y estrategas. En realidad, si la ofensiva sobre el Líbano no va seguida de un ataque a las bases de Hezbolá dentro de Siria, la propia ofensiva sería un fracaso. También se debe decir que aunque Damasco sea reticente a verse implicado en una guerra con Israel, tampoco puede permitirse que Hezbolá sea derrotada, o que sea seriamente debilitada, por las fuerzas israelíes. Si eso ocurre, Siria sea la siguiente en la lista. Por eso Siria oficialmente ha dicho que apoyará a Hezbolá en el caso de una invasión.
La guerra contra el Líbano podría escaparse de control en muchas formas. Socavaría aún más las monarquías corruptas y pro-occidentales en Jordania y Arabia Saudí. Levantaría a las masas del mundo árabe. Ya ha habido grandes manifestaciones en El Cairo, Damasco, Palestina y en otras partes. Aumentaría las tensiones con relación a Irán. Por lo tanto, no es sorprendente que existan muchos recelos en Tel Aviv sobre la conveniencia de esta aventura. La fuerza militar de EEUU ha demostrado sus límites en Iraq y Afganistán, donde sus fuerzas están sufriendo una lenta y agonizante derrota. La fuerza militar israelí tiene sus límites, como demostró la pérdida de Sinaí en 1979 y la más reciente retirada del Líbano.
Ahora que la lucha ha comenzado, con bombardeos regulares en Líbano y los misiles dentro del propio Israel, el Estado israelí o sigue adelante e inicia la invasión, o tendrá que encontrar una alternativa que le salve la cara. Por sí mismos los bombardeos del Líbano no solucionarán nada. Hezbolá no puede ser destruída desde el cielo. En una situación como esta, los ataques aéreos sólo adquieren significado militar como preludio de una ofensiva general. Aquellos sectores de la clase dominante israelí y las potencias extranjeras que temen las consecuencias de una invasión no han encontrado aún una alternativa viable.
Alternativas “diplomáticas”
Ahora un jugador casi insignificante en el “Gran Juego” del medio oriente, el imperialismo francés, vio la retirada del ejército sirio del Líbano en abril de 2005 como una oportunidad para recuperar algo de su posición “histórica” en la región. Los misiles que cae sobre la capital libanesa son un golpe devastador para las ambiciones francesas. Chirac comprende que la invasión, la guerra de guerrillas en el sur y la posible implicación militar de Siria, sólo empeoraría las cosas. Así que Chirac está haciendo sugerencias amistosas al gobierno libanés. Le ha aconsejado que utilice al ejército libanés para desarmar a Hezbolá y de esta manera, aligerar a los israelíes de esa tarea.
Esto supondría una guerra civil en el Líbano. El ejército libanés apenas se ha reconstruido desde la salida de los sirios. Cuenta con una pequeña fuerza de unos 70.000 hombres, muchos de ellos chiítas. Si el gobierno libanés intenta utilizar esta fuerza para destruir a Hezbolá, que es la única fuerza de combate serio entre la frontera sur y la capital, sería visto por las masas, y sin duda por la mayoría de los propios soldados libaneses, como un acto de traición frente a la amenaza extranjera. Eso significaría una guerra civil donde el actual gobierno libanés pro-imperialista se encontraría en el bando perdedor.
Después está la idea de enviar una “fuerza de paz” de las Naciones Unidas al sur del Líbano, para crear una “zona de seguridad” al norte de la frontera. Pero ¿cómo podría impedir que los misiles de Hezbolá alcanzaran objetivos en Israel? A menos que los “pacificadores” se vean implicados en una guerra contra las milicias. Lo que ocurriría, en el caso de que se desplegara esa fuerza, es que Hezbolá se trasladaría un poco más al norte. Desde el punto de vista militar y estratégica, la ocupación del sur del Líbano por las fuerzas de las Naciones Unidas, probablemente estorbarían la capacidad y las opciones israelíes sobre el terreno, más que dañar a Hezbolá.
Las opciones “diplomáticas” no son menos peligrosas, y sus posibles repercusiones, no menos impredecibles, que el de la invasión por parte de Israel. Es posible que aquellos representantes de la clase dominante israelí que son reticentes a la invasión vean la presencia de una fuerza de la ONU como algo conveniente para lavarse la cara.
No obstante, también hay razones internas importantes para que los líderes militares y partidos políticos más reaccionarios estén a favor de la ofensiva. Eso supondría un giro a su favor de la correlación de fuerzas en el frente político interno. Los líderes militares ocuparían el escenario político a un grado mayor. El dinero afluiría a sus arcas, como a las de los capitalistas que consiguen enormes beneficios con el militarismo y la guerra. El chovinismo y el odio racial podrían marginar a aquellos elementos dentro de la sociedad israelí que se oponen a su política reaccionaria, y la guerra proporcionará un pretexto para imponer más sacrificios a los trabajadores y sus familias, para cortar el gasto en educación, sanidad y servicios sociales. La situación interna en Israel, donde los capitalistas están realizando una ofensiva contra los intereses de los trabajadores, está estrechamente vinculada a la política exterior del estado israelí. La política exterior es una extensión de la política interior.
Es difícil decir exactamente qué ocurrirá en los próximos días y semanas, porque en la situación tan explosiva que existe en Oriente Medio, cualquier acción de Israel y las potencias imperialistas podrían tener repercusiones no esperadas. Toda la región es tan inestable que una campaña corta y planeada contra Hezbolá se puede convertir en una conflagración importante que implique a varios países. Claramente, no hay solución a los problemas de pobreza y explotación, a la trampa nacional y religiosa, a las interminables tensiones, conflictos y guerras en Oriente Medio sobre la base del capitalismo. Sólo el camino del socialismo internacional, la erradicación del capitalismo, el establecimiento de una asociación libre e igualitaria de los pueblos y estados dentro de una federación socialista de Oriente Medio, puede ofrecer un futuro a los pueblos de la región. Debemos hacer lo que podamos para ayudarles a encontrar ese camino.
París, 19 de julio de 2006