El día 18 de julio fue realizada la cuarta marcha a Brasilia por la nacionalización de las fábricas ocupadas. Más de 1.000 personas se desplazaron desde diferentes puntos del país –casi todos viajaron más de 1.000 km – para exigir al gobierno el cump El día 18 de julio fue realizada la cuarta marcha a Brasilia por la nacionalización de las fábricas ocupadas. Más de 1.000 personas se desplazaron desde diferentes puntos del país –casi todos viajaron más de 1.000 km – para exigir al gobierno el cumplimiento de su promesa de salvar todos los empleos. Después de más de tres años de lucha, estos trabajadores continúan sin una garantía concreta que les permita trabajar en paz. El número de manifestantes puede parecer pequeño, pero en realidad representa una magnitud mucho mayor, debido a la gran distancia del Distrito Federal de los principales centros productivos del país, hecho que requiere recaudar muchos recursos y tiempo disponible de los trabajadores.
Los autobuses partieron de varias ciudades del país: Joinville y Blumenau (Estado de Santa Catarina), Sumaré e Itapevi (Estado de Sao Paulo), Recife (Pernambuco), Curitiba (Estado de Paraná). A la llegada a la capital brasileña, por la mañana del día 18, a pesar del largo viaje, el clima entre los trabajadores era de entusiasmo.
La situación de las fábricas ocupadas hoy se puede resumir así: Cipla, Interfiera e Flaskô siguen funcionando, no obstante hay constantes intentos, por parte de los órganos judiciales que tramitan las demanda patronales, de subastar las máquinas que son indispensables para mantener la producción, hecho que obliga a los trabajadores a estar en permanente movilización para evitar que dichas subastas se hagan efectivas. Los trabajadores han salido relativamente victoriosos hasta el momento. Flakepet es la única que no está en funcionamiento, pues los trabajadores no consiguieron evitar a tiempo la retirada de las máquinas, aunque con la ayuda del Estado esta empresa podría volver a funcionar rápidamente. Además, permanece la amenaza de encarcelamiento de los movimiento de las fábricas ocupadas, principalmente de Serge Goulart, presidente de la comisión. Hay contra él seis mandados de prisión.
Ya existe un informe elaborados por los bancos BNDES/BRDE/BADESC que dice: “las empresas son viables (…). Las entidades públicas deben asumir el control”. No obstante el gobierno se niega a atender las recomendaciones de este informe que propone la nacionalización de las fábricas.
Además de las cuatro fábricas que constituyen el pilar del movimiento (Cipla, Interfiera, Flaskô y Flakepet) se unieron al movimiento otras fábricas, además de representantes de sindicatos y de movimientos sociales. La fábrica textil Sulfabril, localizada en Blumenau, en lucha desde hace 6 años por el mantenimiento de los empleos, trajo una resolución con más de 30.000 firmas exigiendo al gobierno que asuma la empresa y garantice los 1.100 empleos. Representantes de los sindicatos de ferrocarriles y metro reivindicaron la nacionalización de los ferrocarriles y la anulación de la privatizaciónn de la Compañía Brasileña de Transportes Urbanos (CBTU). El movimiento por la vivienda también apoya la lucha de las fábricas ocupadas; de hecho está construyendo una barriada obrera junto a la empresa Flaskó, en Sumaré, en el terreno que era propiedad del antiguo patrón. Desde entonces, se convirtieron en aliados del movimiento por la nacionalización de las fábricas.
Otra campaña que empieza a ganar fuerza es la campaña por la anulación de la privatización de la empresa minera Vale do Rio Doce (la mayor del país y una de las más grandes del mundo). La empresa fue privatizada bajo el gobierno de Fernando Enrique, por tan sólo 3,3 mil millones de reales, cuando los cálculos de la época apuntaban que el valor real de la empresa era como mínimo de 100 mil millones. Más de 60 acciones judiciales fueron emprendidas contra la privatización. En diciembre de 2005, una decisión del la 5ª Sección del Tribunal Regional Federal Brasilia abrió el camino para la anulación.; desde entonces se están creando comités por la anulación de la venta en varias capitales y ciudades, al mismo tiempo que se programan manifestaciones nacionales contra la privatización de la empresa el próximo 7 de septiembre. La caravana también apoyó esta campaña.
Por la mañana del día 18 de julio la caravana se dirigió a las embajadas de EEUU e Israel para mostrar su repudio a los recientes ataques el Estado de Israel en el sur del Líbano, a la Franja de Gaza y a Cisjordania. En el mismo momento una comisión se dirigió al Ministerio de Trabajo para exigir una solución para las fábricas ocupadas. Otra vez el Ministerio ofreció la alternativa de que las empresas se transformaran en cooperativas, opción que fue nuevamente rechazada ya que estos trabajadores saben perfectamente que una cooperativa no garantizará todos los empleos. Las empresas continuarán siendo obligadas a someterse a la competencia del mercado, hecho que les obligará a reducir gastos y reducir el número de trabajadores de la cooperativa, hasta que sea nuevamente competitiva. Es bastante significativo y prometedor que los trabajadores sean conscientes de la dinámica que implica la cooperativa.
Por la tarde la caravana recorrió la explanada de los ministerios hasta el Palacio del Planalto gritando consignas por la nacionalización de las fábricas y mantenimiento de todos loe empleos. Al llegar al Palacio del Planalto las consignas continuaron, ahora exigiendo que el presidente Lula recibiese la caravana. Lula ya había vuelto de la reunión del G-8 en Rusia, aún así no recibió la caravana. Sólo tres integrantes de la comisión pudieron entrar para entregar las reivindicaciones.
Al final del día fue realizada una asamblea donde se informó de los participantes de la caravana, se hizo un balance general y se planteó una agenda con las futuras medidas para mantener la movilización viva hasta que sean atendidas todas las reivindicaciones.
Es siempre bueno recordar que en octubre habrá elecciones en Brasil y que si Lula pretende contar con el apoyo de esos trabajadores tendrá que presentarles alternativas concretas de solución satisfactoria al problema ya que el 11 de junio de 2003 prometió “hacer lo que fuera necesario para salvar todos los empleos”. Estamos hablando de 1.400 empleos, puede parecer poco, pero en realidad su impacto político es mucho mayor ya que estos trabajadores consiguieron el apoyo de la mayoría de la población de sus respectivas ciudades.
En la década de 1990 la liberalización económica, después de la crisis de la deuda, debilitó aún más las economías periféricas. Hoy, la cantidad de dólares que sobrantes en la economía mundial llevó a la valorización del real, provocó el abaratamiento de las importaciones y está teniendo un impacto aún más fuerte en el parque industrial brasileño. A lo largo de los últimos años la quiebra de fábricas y la reducción de puestos de trabajo é un hecho común en todo el país. La única forma de defender el parque fabril y los empleos, de modo alguno pasa por la desvalorización de la moneda, ni por la integración regional en moldes capitalistas, ni aún menos por el proteccionismo, pero sí por la nacionalización de todo el parque industrial y el efectivo control obrero con absoluta democracia obrera. Para tal objetivo es fundamental la movilización permanente y esos heroicos trabajadores han mostrado el camino.