La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, celebradas el 1º de octubre, dieron a la izquierda (PT, Frente de Izquierda, y grupos menores) un 58% de los votos. Lula no consiguió la mayoría absoluta en la primera vuelta (sacó un 48,6 La primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil, celebradas el 1º de octubre, dieron a la izquierda (PT, Frente de Izquierda, y grupos menores) un 58% de los votos. Lula no consiguió la mayoría absoluta en la primera vuelta (sacó un 48,6% de los votos) lo que refleja un elemento de desencanto entre los trabajadores por la política procapitalista que aplicó en su anterior legislatura y que benefició a los grandes empresarios y, principalmente, al capital financiero.
Aunque se redujo porcentualmente el índice de pobreza, el poder adquisitivo de los trabajadores no subió, los trabajadores del sector público vieron reducidas por ley sus pensiones futuras, el empleo en negro no disminuyó, y los campesinos sin tierra siguen esperando una promesa de Reforma Agraria que no llega.
Esto permitió a la oposición de derecha (que sacó el 41,8%) desplegar su demagogia, acusando a Lula de aplicar la política que antes criticaba en la oposición. Además, la derecha utilizó los escándalos de corrupción que mostraron la podredumbre de la dirigencia reformista del PT para debilitarlo políticamente, pese a que la corrupción de los políticos capitalistas es mucho mayor.
No obstante, el instinto de clase de la mayoría de los trabajadores les indicaba que un gobierno de la derecha sería incluso peor, de ahí que cerraran filas en torno al PT, al que consideran su organización tradicional.
Esta victoria del PT se veía clara desde hace meses, por eso la burguesía brasileña acentuó su propaganda contra la corrupción en el PT en las semanas previas a las elecciones, utilizado todos los medios de comunicación a su disposición para debilitar todo lo posible a Lula y evitar que consiguiera la mayoría absoluta en la primera vuelta. La burguesía espera ahora tener atado en corto el próximo gobierno del PT (se da por descontada la victoria de Lula en el Ballotage) para evitar cualquier deriva "izquierdista" en su segundo mandato.
La oposición por izquierda al PT, el Frente de Izquierda (FI), obtuvo el 6,85% de los votos, un resultado que, aunque menor a las expectativas de sus dirigentes, refleja la oposición de un sector de los trabajadores y la juventud a las políticas de Lula. Otro ex-ministro de Lula, Cristovam Buarque, sacó el 2,6% de los votos, recogiendo también una parte del descontento social.
De cara a la segunda vuelta, algunos dirigentes del FI ha llamado a votar blanco o nulo. Esto nos parece un error. La sensibilidad entre los trabajadores ante la posibilidad de una victoria de la derecha es muy grande, aunque estén descontentos con la política de Lula. Por eso cerrarán filas nuevamente en torno al PT. Esta posición del activismo de izquierda los aislará de los trabajadores, y fortalecerá al ala derecha del PT que los acusará demagógicamente de ser funcionales a la derecha.
Lo correcto sería pedir el voto crítico al PT, oponiéndose a la claudicación de Lula a la burguesía y a los pactos con sus partidos, agitando al mismo tiempo por un gobierno de coalición de toda la izquierda sobre la base de un verdadero programa socialista que expropie los bancos, los latifundios y los monopolios para resolver los problemas de las masas trabajadoras. Esto aumentaría la autoridad del activismo de izquierda ante las bases petistas y los trabajadores en general, y debilitaría al ala derecha del PT al colocar la pelota en su tejado, dado que debería explicar a los trabajadores porqué rechaza la formación de un gobierno de la izquierda, sustentado en una mayoría amplia de votos.