«Leyendo a Lenin, que hizo un llamamiento al pueblo ruso para luchar contra la escasez de carne y pan, observamos el mismo método; han pasado cien años pero hicieron lo mismo con el pueblo ruso; el viejo estado capitalista aún vive… No me estoy refi "Leyendo a Lenin, que hizo un llamamiento al pueblo ruso para luchar contra la escasez de carne y pan, observamos el mismo método; han pasado cien años pero hicieron lo mismo con el pueblo ruso; el viejo estado capitalista aún vive… No me estoy refiriendo al Estado sino a la situación capitalista, el sistema, sobre todo en el terreno económico y esta es otra parte de la cuestión, el socialismo necesita entrar en la arena económica, si no ocurre no será socialismo lo que estamos construyendo, no estaremos haciendo una revolución”. (Extracto del discurso de Hugo Chávez en la primera reunión de “propulsores” del Partido Socialista Unido de Venezuela. 24/3/2007).
Las escaseces regulares de alimentos básicos (huevos, leche, azúcar, carne, pollo, aceite, etc.,) tanto en los mercados y supermercados públicos y privados, son parte de una guerra económica de baja intensidad contra la revolución bolivariana. La oligarquía, especialmente en el sector agroalimentario, está organizando un sabotaje económico abierto. Esto no es nuevo, pero desde principios de año la intensidad y regularidad de la “escasez organizada” ha aumentado claramente. Es un tira y afloja entre la revolución y la contrarrevolución en el terreno estratégico del suministro de comida. Esta confrontación está socavando los intentos del gobierno de garantizar los suministros alimenticios. También es un terreno donde salen a la superficie algunas de las debilidades de la revolución. El simple hecho de que las principales plantas procesadoras de comida, transporte y redes de distribución aún estén en manos privadas, es decir, en manos capitalistas, es una amenaza seria contra la revolución.
El control de precios amenaza el margen de beneficio
Una de las medidas adoptadas por el gobierno, la regulación del precio de los alimentos para combatir los precios elevados, es la explicación que dan los empresarios de la industria agroalimentaria y el comercio para estas escaseces.
“Los comerciantes en los mercados públicos de Guaicaipuro y Quinta Crespo, se ven obligados a vender treinta huevos al precio regulado de 8.302 bolívares. Sin embargo, estos mismos treinta huevos se han comprado a 7.830 bolívares, lo que les deja un margen de 500 bolívares. Giovanni Balducci, presidente de la Asociación de Concesionarios del Mercado de Guaicaipuro, señala que el problema está en que la industria alimenticia no respeta la regulación de precios que impone un precio de 89.000 bolívares para 360 huevos. En la práctica, compramos huevos a 94.000 bolívares. Los huevos se venden al precio correcto pero ellos añaden nuevas cargas que aumentan el precio final”. (El Universal. 18/4/2007).
Se puede ver un modelo similar en la venta de carne cuya disponibilidad en los mercados es irregular y a unos precios superiores a los oficiales establecidos por el gobierno.
Algunos dicen que el aumento de la demanda provoca estas escaseces. “En el pasado consumíamos 21 kilogramos de pollo per cápita y ahora son 35. Lo mismo ocurre con los huevos. En el pasado consumíamos 115 huevos al año, ahora son 136. En el caso de cerdo, en el pasado se consumían 1,5 kilogramos y ahora son 3.5”, esto es lo que dice Gustavo Moreno, presidente de Fedeagro, la organización empresarial agroindustrial. Sin duda, el aumento del poder adquisitivo ha alimentado la demanda, sin embargo, eso no explica la escasez de comida.
“Los controles de precios están totalmente alejados de la situación comercial real”, se queja el líder de Fedeagro. Lo que realmente quiere decir es que los controles de precios, si se aplican, reducen los márgenes de beneficio de la gran industria alimenticia y los comerciantes.
La industria nacional paralizada
Si se mira con más detalle la situación de la industria láctica encontraremos pistas de los mecanismos subyacentes reales que están detrás de las “escaseces”. (Basado en un artículo aparecido en El Universal, 22 de abril de 2007). Casi dos tercios (64,3 por ciento) de la capacidad productiva de la industria están ociosos. Seis plantas, con una capacidad diaria total de 4,7 millones de litros de leche, producen sólo 1,7 millones o un 35,7 por ciento de su capacidad total.
Las cifras aportadas por la Cámara de Comercio de la Industria Láctica (Cavilac) son aún más reveladoras. Durante los últimos ocho años, la producción de leche ha descendido. En 1998 se producían unos 1.410 millones de litros de leche. En 2006, el volumen cayó a 1.250 millones de litros. Genaro Méndez, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga) va más allá: “La producción de leche ha decrecido durante los últimos 17 años. Alejada de su pico de 1998 (…) Las decisiones del gobierno [control de precios] están estimulando la demanda pero no la producción”.
Hoy la producción per cápita de leche está en los 42,4 litros al año, ¡el nivel de… 1952! Las importaciones de leche en polvo no han dejado de aumentar en los últimos 20 años. Las cifras de la industria revelan que en 1986, el país producía el 86 por ciento de la leche consumida y sólo importaba el 14 por ciento. En 2006, el 39 por ciento de la leche consumida era importada. La industria estima que se necesitan importar 120.000 toneladas de leche para satisfacer la demanda. Pero en el mercado mundial los precios están aumentando porque China e India están comprando leche y no hay suficiente.
El presidente de Cavilac, Roger Figueroa, en un mensaje muy claro, explicó que producir un litro de leche y venderlo a 1.860 bolívares no es suficientemente rentable. Lo que están diciendo realmente los propietarios de la industria láctea es: “¡mientras no podamos hacer suficientes beneficios no habrá leche!” Los capitalistas en otros sectores de la industria procesadora de alimentación repiten al unísono: “si no mantenemos nuestros márgenes de beneficio os mataremos de hambre”. Por parte de los empresarios esta es una forma de vengarse del control de precios, pero también es un instrumento político destinado a desestabilizar el país, intentando fomentar el malestar y finalmente socavar la confianza de las masas en la efectividad de las reformas sociales de la revolución. Forma parte de una estrategia más general para sabotear el proceso revolucionario desde dentro.
Una clase burguesa estéril
En un debate hace unos años, un miembro del Ministerio de Agricultura que visitaba la Unión Europea, me dijo que si existían problemas con los capitalistas en la industria agroalimentaria no era porque ellos fueran elementos burgueses, sino porque ¡no eran lo suficientemente patriotas! Pero lo antes dicho es una muestra del verdadero patriotismo de la clase burguesa en Venezuela.
Históricamente siempre se la ha descrito en el país como una “burguesía estéril”, parásita y orgánicamente incapaz, y no dispuesta a desarrollar ni siquiera la infraestructura industrial básica para garantizar los suministros alimenticios básicos. ¿Acaso no es una prueba suficiente del carácter totalmente reaccionario de la burguesía? En este “patriotismo” de la clase capitalista venezolana no existe ni una pizca de progresismo, tampoco en la burguesía del resto del continente. Su única “patria” es el beneficio.
Estas “escaseces” organizadas también afectan a la famosa red pública de alimentos baratos, los Mercals. En un reciente programa de Aló Presidente (número 263), el presidente Hugo Chávez expresó sus preocupaciones: “He leído también sobre las escaseces en los Mercals, Esto me preocupa mucho. He pedido al Ministro de Alimentación, Erika Farias y al presidente del Mercal, Félix Osorio, que hagan esfuerzos sobrehumanos. Esto no se puede permitir, se supone que todo debe ir a mejor no a peor. ¿Cómo es posible que Mercal esté ahora distribuyendo menos que antes? ¿Cómo es posible esto?”
Algunos Mercals en realidad se están quejando de que en las últimas semanas el volumen de mercancías que reciben se ha reducido en un 80 por ciento. La corrupción es parte del problema cuando deliberadamente se canaliza fuera de estos mercados para ser vendidas a precios más elevados en los mercados privados. En el último período, los Mercals han sido la red a través de la cual se superaban en parte las escaseces de alimentos gracias a un masivo aumento de los suministros de los productos desaparecidos. Si esta palanca importante ahora está afecta ¡deben encenderse las campanas de alarma!
Esta situación subraya las limitaciones de desarrollar una red pública de supermercados junto a la existencia de una red privada. Aunque apoyado incondicionalmente por los marxistas, el Mercal depende todavía mucho de las empresas privadas de alimentación, como Polar, una empresa conocida por su postura abiertamente contrarrevolucionaria. Esta situación es considerada por los reformistas, dentro y fuera del gobierno, como un modelo de economía mixta, en lo que se supone se ha convertido Venezuela. Por economía mixta entienden una economía capitalista pero sin un gran sector público, como fue el caso de algunos países de Europa occidental en el pasado.
A principios de este años se aprobó una ley para luchar contra la especulación y la acumulación. Se establecieron unas existencias mínimas de alimentos para garantizar la comida durante tres meses en caso de urgencia y los servicios de inteligencia se han puesto a trabajar para descubrir almacenes secretos por todo el país. El problema es que en su lucha contra la acumulación, la especulación y los aumentos ilegales de precios, el gobierno todavía se basa en el viejo aparato del Estado capitalista, que es célebremente ineficaz, corrupto y vinculado a la oligarquía. A través de este aparato están saboteando los esfuerzos del gobierno. Esta es la manera reformista de tratar el problema y es ineficaz.
Al control de precios no se le ha dado un contenido revolucionario, ni leninista. Para conseguir un control de precios efectivo y ganar el combate al fenómeno de la acumulación, las masas y sus organizaciones deben ponerse en acción, a través de organismos de inspectores elegidos en los consejos comunales, en los consejos de fábrica, etc., Su tarea sería controlar los precios, descubrir almacenes secretos, etc., Esto garantizaría que no existe impunidad y que la ley se aplica contra los especuladores.
Sin embargo, también es importante subrayar que los controles de precios son sólo una medida a medio camino. En una economía capitalista como la venezolana cualquier intento de imponer control de precios, se encontrará con la respuesta del sabotaje económico de los empresarios para desestabilizar la economía. ¡No puedes controlar lo que no posees!
Nacionalizar la industria alimenticia
La respuesta del gobierno a esta crisis de la industria láctea es crear nuevas plantas procesadoras de leche estatales con la ayuda de los conocimientos iraníes. Se acaba de abrir una de estas plantas en el estado de Zulia. Pronto se abrirán más plantas que procesarán un total de 216.000 litros de leche al día y 78 millones anuales. Este definitivamente es un paso en la dirección correcta, pero no basta con cubrir la demanda nacional de leche existente o compensar el déficit de producción del sector privado.
Para solucionar esta situación, algunos sectores del gobierno proponen aumentar las importaciones. Temporalmente esto puede ayudar y posponer así el enfrentamiento con los empresarios, pero no debemos engañarnos y pensar que se quedarán sentados y no harán nada para “superar tácticamente” el aumento de las importaciones. Sólo podemos esperar un sabotaje por su parte.
Esta política de más importaciones de alimentados financiadas por los ingresos del petróleo también contradice directamente el objetivo estratégico del gobierno de autosuficiencia de alimentos. Esto lleva a una situación donde los suministros de alimentos están garantizados sólo aumentando las importaciones y por lo tanto es más difícil conseguir el autoabastecimiento.
Para garantizar un nivel suficiente de producción láctea, las plantas procesadoras deben ser expropiadas y nacionalizadas bajo el control de los trabajadores y los campesinos. Las mismas necesidades existen en las otras ramas de la industria alimenticia. Después es necesario integrarlas en un plan urgente de producción de alimentos (incluido el desarrollo de la agricultura mediante la expropiación de los grandes terratenientes) y la distribución basada no en cubrir márgenes de beneficio, sino en las necesidades sociales de la revolución.
Las masas necesitan actuar
El propio Chávez hizo referencia indirecta a esto cuando a principios de este año amenazó a la industria alimenticia con la expropiación. Incluso pidió a los alcaldes y gobernadores que “municipalizaran” los mataderos locales y los “frigoríficos” industriales. Esta es otra manera de nacionalizarlas. En una zona la población local también tomó la iniciativa ocupando los “frigoríficos” industriales. Pero los alcaldes y gobernadores no apoyaron esto con una legislación. Muchos de ellos son reformistas y no quieren dañar la propiedad privada capitalista.
El compañero Simón del Frente de Campesinos Ezequiel Zamora, que estaba presente en el congreso de la Corriente Marxista Revolucionaria, comentó lo siguiente: “La cuestión no es que no haya carne o azúcar, sino que las empresas procesadoras de alimentos se niegan a comprar nuestros productos. En algunas partes del país incluso tenemos la situación de campesinos quemando parte de su cosecha de caña de azúcar porque la industria agroalimentaria no quiere comprarla. Por eso estamos considerando la organización de ocupaciones de algunas de estas plantas para garantizar que nuestros productos se compran, procesan y distribuyen en los mercados a los precios regulados. Desde principios de este año el número de conflictos con los terratenientes en el campo no ha dejado de aumentar. El nivel de conflictividad no ha sido tan alto como lo es hoy”.
Los dirigentes del movimiento de la clase obrera, la UNT, deberían seguir el ejemplo de sus colegas campesinos e iniciar una campaña de ocupaciones de fábricas bajo control obrero, como plantea el Freteco, el frente revolucionario de trabajadores de las fábricas bajo control obrero.
La burguesía está intentando sabotear la revolución, utilizando las palancas que tiene en sus manos, la propiedad de la tierra y la industria. El objetivo es provocar el caos económico y culpar al gobierno, de este modo socava la confianza en el gobierno y preparan un ataque reaccionario. El sabotaje económico y cómo se combate es una cuestión importante en esta etapa de la revolución venezolana. Es la prueba de fuego para las distintas corrientes políticas que existen dentro del movimiento bolivariano.