Los resultados de las elecciones municipales y cantonales confirman lo que indicaban todos los sondeos: apenas diez meses después de la victoria de Nicolás Sarkozy en las presidenciales, el apoyo que disfrutaba la política del gobierno ha caído claramente. La derecha ha perdido los votos de millones que, en 2007, habían creído las promesas demagógicas de la UMP (el partido de Sarkozy) y han visto como después se agravaban las dificultades.
Los resultados de las elecciones municipales y cantonales confirman lo que indicaban todos los sondeos: apenas diez meses después de la victoria de Nicolás Sarkozy en las presidenciales, el apoyo que disfrutaba la política del gobierno ha caído claramente. La derecha ha perdido los votos de millones que, en 2007, habían creído las promesas demagógicas de la UMP (el partido de Sarkozy) y han visto como después se agravaban las dificultades. Después de haber distribuido miles de millones en reducciones fiscales a los más ricos, el gobierno dijo a los más pobres: «circulen, las cajas están vacías». El paro sólo retrocedió en las estadísticas oficiales. Ha atacado los servicios públicos y la seguridad social, en una palabra, la regresión golpea a todos los órganos del tejido social, con la excepción de la minoría de privilegiados para la que trabaja Sarkozy. Estas son las causas fundamentales de la derrota electoral de la derecha.
Estos resultados acaban de una vez por todas con esa idea, según la cual, la victoria de Sarkozy en 2007 marcaba un «giro a la derecha» de la sociedad francesa, que se suponía entraba en un período de «reacción» y «adhesión a los valores de la derecha». Los dirigentes socialistas y comunistas que hicieron tal diagnóstico intentaban librarse de toda responsabilidad en la derrota: «¡qué quiere usted, la gente ha girado ala derecha!» Diez meses después, no sólo el resultado de las elecciones locales destruye la teoría del «deslizamiento a la derecha», sino que además recuerda que la izquierda perdió las elecciones presidenciales debido a la falta de un programa creíble y combativo.
Como era de esperar, el Partido Socialista Francés es el que más se ha beneficiado del rechazo a la política del gobierno. Pero de ninguna manera se puede ver en ello un entusiasmo por su programa. En este terreno no se ha solucionado nada. Dos millones de jóvenes, asalariados y jubilados han utilizado el voto socialista como el modo más seguro para golpear a la derecha, eso es todo. En realidad, la abstención habría sido menor y la derrota de la derecha aún más severa si el PSF hubiera defendido en esta campaña un programa serio.
El Partido Comunista Francés
El otro hecho importante de estas elecciones, que los medios de comunicación capitalistas se esfuerzan por silenciar, es el resultado del PCF. En las cantonales, que expresan mejor la implantación nacional de un partido, ha aumentado ligeramente en porcentaje de voto. Este avance, aunque modesto, tendrá un efecto positivo en la moral de los combativos militantes comunistas, tocados después de los resultados del partido en 2007. Los innumerables «analistas» y «comentaristas» burgueses que, después de las presidenciales, anunciaron la muerte del PCF, han tenido que guardar sus notas necrológicas.
Los resultados del PCT son una mala noticia para la clase dominante que sueña con verlo desaparecer. Pero también es una mala noticia para aquellos que, dentro del mismo partido, explotaron el revés electoral de 2007 para pedir un cambio del partido hacia «otra cosa», es decir, hacia la liquidación. Pero ¡no se liquida un partido que avanza! Los liquidadores no se dejarán desviar de sus objetivos por este resultado electoral, pero es evidente que sí debilita su posición. Y también la inversa, confirma la postura de todos los militantes que, como La Riposte, quieren mantener y reforzar el PCF.
Una vez dicho esto, no hay que exagerar el avance del partido ni, sobre todo, sacar la conclusión de que a partir de ahora no va a retroceder. Las causas fundamentales del declive del PCF, durante el último período, están en el carácter reformista de su programa, que se ha despojado de cualquier intento de tocar la propiedad capitalista. En estos términos, no estamos ante un programa comunista, sino más bien una versión «antiliberal», es decir, un poco más a la izquierda del programa del PSF. Pero los trabajadores no necesitan dos partidos reformistas e inexorablemente tienen a votar al partido más grande.
El problema de las ideas y el programa del PCF no se han solucionado. Los resultados del PCF, en las cantonales y municipales, no expresan el entusiasmo de los electores por la serie de medidas fiscales que constituyen el «punto central» de su programa. Este resultado refleja, sobre todo, la implantación nacional y las reservas sociales de las que dispone el partido, a pesar de las carencias graves de su programa. La única garantía de avance duradero del PCF reside en el regreso a las ideas del marxismo y la adopción de un programa verdaderamente comunista.
Según numerosos dirigentes del partido, las ideas del socialismo revolucionario «asustan» a los trabajadores. De ahí, según ellos, la necesidad de un discurso y programa más «moderados». Ya respondimos a esta idea absurda que, si fuera correcta, significaría la imposibilidad del socialismo en general. Una anécdota permite refutar este argumento clásico de los reformistas. En la primera vuelta de las elecciones cantonales, en el Alto Garona varios compañeros de La Riposte se presentaron como candidatos del PCF y todos mejoraron los resultados respecto a 2001. Nuestro compañero Hubert Prévaud, por ejemplo, se presentó como candidato del PCF en el cantón de Toulouse. En su declaración enviada a todos los electores del cantón Hubert denunciaba: «el puñado de multimillonarios que acapara la riqueza nacional», explicaba que «mientras los bancos y los grandes grupos industriales y comerciales permanezcan como propiedad de una minoría capitalista, nada se podrá solucionar definitivamente. Es el momento de poner en el orden del día el programa y los principios del socialismo. Es necesario un cambio fundamental, un cambio revolucionario». ¿Las palabras «socialismo» y «revolucionario» asustaron a los trabajadores del cantón? No. Hubert consiguió un 12,7 por ciento de los votos y dobló los resultados conseguidos por el PCF en 2001. Con 2.421 votos, consiguió los mejores resultados en todo el departamento. ¡No queremos exagerar el alcance de este ejemplo, pero, por supuesto, no cuadra en absoluto con la idea de que el marxismo «asusta» a los electores!
Le MoDem
Los militantes y electores de izquierda habrán recibido con satisfacción la derrota particular de François Bayrou, en Pau. De manera general, el MoDem ha perdido estas elecciones. En donde consiguió pasar a la segunda vuelta, ha perdido frente a la UMP y a la izquierda, literalmente se ha hundido (excepto en Pau, donde le faltó poco para la victoria). La creciente polarización de la sociedad no ha dejado sito al «centro», o más exactamente, a la ficción de un «centro». Los dirigentes del MoDem, que son servidores fieles de la clase capitalista, pretenden situarse «más allá de los extremos». Fingen ignorar la existencia de extremos muy reales en la sociedad francesa: los ricos y los pobres, los explotadores y los explotados. Debido al impacto de la crisis del capitalismo, este precipicio entre las clases sociales no ha dejado de ensancharse. En este contexto, el centro «fuerte e independiente» que Bayrou reclamaba a los votantes no tiene ninguna posibilidad de ver la luz. Los responsables del MoDem han sacado una conclusión de su derrota electoral: piden que su partido se quiete la máscara «centrista» y defienda abiertamente el gobierno de Sarkozy.
La derrota del MoDem habría sido aún más clara si, en un gran número de ciudades, los dirigentes del PSF no los hubieran acogido en sus listas. Estas alianzas con la derecha ilustran la completa degeneración política de la actual dirección del PSF. Subrayan la adhesión total de los dirigentes socialistas a la «economía de mercado», es decir, al capitalismo. Como decía Lenin, «la política es economía concentrada». Los «reformistas sin reformas» que representan Royal, Hollande y compañía, no representan una alternativa política a Sarkozy. En todas las cuestiones que afectan a los intereses fundamentales de los capitalistas están de acuerdo con la derecha. Los militantes que entraron en el PSF para luchar contra la miseria y las injusticias sociales, deben movilizarse contra esta deriva a la derecha de sus dirigentes y contra la política de alianzas con el presunto «centro».
La presencia de candidatos del PCF en las listas de «unión» con el PSF y el MoDem, provocó un profundo malestar en las filas del partido. La dirección del PCF intentó minimizar la cuestión y situar la responsabilidad de estos acuerdos exclusivamente sobre los hombros de los dirigentes socialistas. Pero no convencieron a muchos militantes comunistas que vieron con estupefacción la fusión de listas del PCF y el MoDem en Aubagne, entre las dos vueltas electorales. La Riposte se opuso enérgicamente a estas alianzas. En todas las ciudades donde han salido elegidos candidatos del MoDem gracias a las listas de la izquierda, creemos que los militantes del PSF y el PCF deberían exigir la ruptura con el MoDem, incluso a riesgo de perder la mayoría de los ayuntamientos.
Creciente inestabilidad
Entre ambas vueltas electorales, Nicolás Sarkozy declaró que «tendría en cuenta» los resultados. ¡Por supuesto! ¿De qué manera? «Acelerando el ritmo de las reformas», explican los ministros. Es decir, aplicando la política de contrarreformas rechazadas por los electores. Los dirigentes socialistas reprochan al gobierno no «atender» el veredicto de las urnas. Sarkozy y su camarilla lo han comprendido muy bien. Saben, como François Hollande, leer los resultados electorales. Pero están en el poder para servir a los intereses de la clase capitalista, la cual exige nuevos ataques contra la gran mayoría de la población, comenzando con el anuncio de la contrarreforma de las pensiones. Estos ataques se harán a su costa. La crisis del capitalismo francés, su decadencia en el mercado mundial y el nivel histórico de su endeudamiento pesan mucho más, a ojos de los empresarios, que una derrota electoral. La política del gobierno ha sido rechazada en las urnas, pero en lo sucesivo, habrá que combatirla en la calle, en las empresas, en los barrios, los institutos y las universidades.
La derrota de la derecha refuerza el campo de todos los que luchan contra la política reaccionaria del gobierno. El período venidero estará marcado por grandes movilizaciones de la juventud y los asalariados. La rápida caída de popularidad de Sarkozy es sólo una ilustración cristalina de la enorme inestabilidad política y social que caracteriza nuestra época. Bajo la superficie de la sociedad se ha acumulado una inmensa cantidad de material explosivo. Cuarenta años después de la gran huelga general de mayo de 1968, están presentes todas las condiciones para una nueva explosión revolucionaria. Hay que prepararse para ello. Y eso significa primero rearmar el movimiento obrero con las únicas ideas que están a la altura de su tarea histórica: las ideas del marxismo.