La actual pulseada entre los pulpos agro exportadores y el gobierno nacional, exige de los socialistas revolucionarios una postura clara ante los trabajadores que, ante la gravedad de la situación, permanecen de espectadores sin ejercer un protagonismo propio.
Lo primero que tenemos que decir es que no apoyamos este lock out patronal del campo, que está siendo manipulado por la gran burguesía y la derecha, utilizando a los pequeños productores que son -junto a los trabajadores- los verdaderos perjudicados, para promover el desabastecimiento y el malestar social, con el fin de defender exclusivamente sus ganancias y sus intereses políticos.
Por supuesto, el gobierno tiene una gran responsabilidad en el conflicto al no discriminar, a favor de los pequeños productores, el sistema de retenciones móviles aplicado a la soja y otros productos. Al aplicar a todos el mismo porcentaje de retención por las exportaciones, son los más débiles quienes salen perjudicados y no los grandes terratenientes y monopolios sojeros.
El fracaso en el control de los precios de los alimentos, manipulando los números inflacionarios, y la creciente debilidad para frenar las pretensiones patronales, son producto de esta política de quedarse siempre «a medio camino» (ni se ataca a fondo a los sectores capitalistas más parásitos, ni se satisfacen las necesidades populares), y desemboca en peores condiciones para los trabajadores, como ya quedó demostrado con su inútil control de precios, los acuerdos salariales paupérrimos y la política de millonarios subsidios al empresariado.
El lock out está promovido por los grandes grupos económicos agropecuarios que, sin embargo, se cuidan de no aparecer públicamente porque sería muy grotesco conciliar sus ganancias multimillonarias con la palabra «protesta».
Estos son los enemigos del pequeño productor y, por supuesto, de todos los trabajadores.
El pequeño productor sufre con los impuestos y retenciones, pero en igual o mayor grado padece los intereses altos de los créditos bancarios, los elevados alquileres de las tierras, los precios cada vez mayores de los insumos y de las semillas. Es decir, sus «socios» del campo (terratenientes, banqueros y monopolios) son los mayores responsables del saqueo de su renta.
Son esos mismos terratenientes y monopolios los que, con la sojización del campo, fueron corriendo a los pequeños productores (¡y muchas veces a tiro limpio, el MOCASE de Santiago del Estero puede dar cuenta de ello!), y quienes desmontan millones de hectáreas de selva, reducen la actividad ganadera y lechera, y la diversidad de verduras y granos. Y eso, mientras miles de pequeños productores perdían sus tierras o debían arrendarlas a los tan mentados «pools» sojeros. Debido a esta «bonanza» sojera, mientras países productores como EEUU y Brasil duplicaban su producción ganadera, Argentina la redujo un tercio.
Y esta misma gente es la que azuza y enloquece al pequeño productor para usarlo como carne de cañón en su pelea contra el gobierno para mantener sus privilegios.
Si había una oportunidad para denunciar todo esto, y a los verdaderos responsables de la formación de precios, de la apropiación de la renta agropecuaria, de la concentración de los proveedores de insumos que tienen a los pequeños productores agarrados del cuello, de la formidable concentración y extranjerización de tierras (y claro de sus beneficios), sin duda era esta la ocasión. Lo que podría haber sido utilizado, además, para forzar mejoras a favor del pequeño productor y de los trabajadores rurales, que tienen los salarios más bajos de todo el país.
Pero la falta de alternativas del gobierno, al intentar mantener el actual status quo, y la actitud mezquina e irresponsable de la dirigencia de la Federación Agraria llevó ingenuamente a estos sectores a cerrar filas con lo peor de la oligarquía agropecuaria y las multinacionales. Ahora, los monopolios se sienten fuertes para ir por más, buscando reducir todo lo posible el pago de impuestos. Conforme más incrementan sus ganancias, más se «comen» a los pequeños productores, mayor es la falta de alimentos y el alza de los precios, lo que ahora se llama la «agflación». El carácter reaccionario de la gran propiedad privada en algo tan esencial como es la producción de alimentos se ve ahora con palmaria claridad. Es muy evidente que no puede dejarse en manos privadas la soberanía alimentaria de todo un pueblo.
Como aditamento a esta pelea se presentó la oportunidad, que tanto ansiaba el ala más parásita de la burguesía, de golpear a los Kirchner, movilizando a su base social, en busca de un poco de oxigeno que le permita fortalecerse. Porque detrás de su crítica al gobierno, de lo que trata para este sector es ver cómo avanzar sobre el movimiento obrero y popular. Esto es lo relevante; la suerte de los pequeños productores le interesa un comino.
Mientras que el gobierno justifica su política de retenciones a las exportaciones agropecuarias para atender el gasto de «todos» los argentinos, denunciamos que el superávit fiscal está diseñado en lo fundamental para pagar la deuda externa que se lleva, en neto, más de $30.000 millones al año, unos 10.000 millones de dólares. Pagos de la deuda externa al que no se oponen ni el gobierno, ni los grandes capitalistas agropecuarios, ni los medios de comunicación burgueses que están fogoneando este «paro» del campo, ni la derecha. Exigimos que todo el superávit fiscal se vuelque a los trabajadores, al gasto social, a la salud, la educación y al desarrollo de infraestructuras que beneficien al pueblo trabajador.
No se puede apoyar una medida, como este paro patronal, que provoca el desabastecimiento de millones de familias trabajadoras, mientras campo adentro los pulpos exportadores siguen haciendo trabajar a sus peones, para cosechar la siembra que será exportada; es necesario volver a los pequeños productores y los trabajadores rurales contra su enemigo natural que es el terrateniente y los monopolios, y denunciar la política del gobierno que, en última instancia, es la que sostiene sus intereses.
Hay que llamar la atención sobre el silencio embarazoso de la CGT y la CTA en este conflicto. Deberían ofrecer un frente común a los pequeños productores del campo para avanzar sobre los privilegios de los monopolios agroindustriales y los terratenientes, y exigir condiciones laborales y salariales dignas para todos los peones rurales; así como denunciar la política de gasto público del gobierno.
Es inevitable que, en muy poco tiempo, alcancen un acuerdo el gobierno y las patronales agrarias. Este acuerdo no terminará con los problemas del trabajador rural ni del pequeño productor, ni se traducirá en una reducción en los precios de los alimentos que consumimos los trabajadores. Pero sí estamos seguros de que garantizará las superganancias al gran capital agropecuario. Será un acuerdo parcial y cortoplazista que no resolverá nada de fondo. Sólo una política socialista para el campo y para el país puede dar satisfacción a las necesidades de los trabajadores y demás sectores populares.
-No al chantaje del lock out de los grandes exportadores y terratenientes;
-Que los trabajadores rurales, de las acopiadoras, de los puertos y transportes, de la carne, de las empresas lácteas, de alimentos, se organicen en todo el país para evitar el desabastecimiento, incautando si fuera necesario a los grandes monopolios agroexportadores;
-Control de precios sobre todos los productos de la canasta familiar;
-Reducción de las retenciones para el pequeño productor, con créditos accesibles;
-Fin de todos los subsidios estatales para las grandes empresas;
-Prohibicion de exportar hasta abastecer el mercado interno;
-Blanqueo de todos los trabajadores rurales con sueldos igual a la canasta familiar;
-Nacionalización de las tierras en manos de los terratenientes y monopolios, bajo control de los trabajadores y con planificación de la producción en beneficio de las necesidades populares.
-Nacionalización, bajo control obrero, de toda la cadena monopolista agroindustrial: semillas, insumos, etc.