Las recientes declaraciones de Prachanda, Bhattarai y otros líderes maoístas nepalíes, han dejado suficientemente claro que pretendía «tomar el poder» en Nepal colaborando abierta y directamente con los capitalistas, no oponiéndose a ellos. La teoría y práctica aplicadas por los líderes del maoísmo nepalí revela incondicionalmente la esencia de su programa denominado «nueva democracia». No es otra cosa que un proyecto desnudo de democracia burguesa.
Las recientes declaraciones de Prachanda, Bhattarai y otros líderes maoístas nepalíes, han dejado suficientemente claro que pretendía «tomar el poder» en Nepal colaborando abierta y directamente con los capitalistas, no oponiéndose a ellos. La teoría y práctica aplicadas por los líderes del maoísmo nepalí revela incondicionalmente la esencia de su programa denominado «nueva democracia». No es otra cosa que un proyecto desnudo de democracia burguesa.
En un artículo reciente de Laxman Pant, responsable de asuntos exteriores del Partido Comunista de Nepal (maoísta), publicado el 21 de septiembre con el título: Caída de la dinastía Koirala, representa el levantamiento de otro telón del programa maoísta en Nepal y precipita la esencia del cóctel engañoso de la presunta «nueva democracia». El artículo afirma sin ningún tipo de ambigüedad que el actual régimen político nepalí es la dictadura de dos clases, la burguesía y el proletariado:
«El nuevo gobierno maoísta de nuestro país también es diferente en el sentido de que se basa en la dictadura conjunta tanto de la clase proletaria como de la burguesa. No existe referencia alguna a este tipo de dictadura conjunta en ninguna de las tesis marxistas, según las mismas, el principio de la dictadura conjunta de dos clases antagónicas en el estado es imposible. Sin embargo, la experiencia de Nepal ha demostrado otra cosa. La base filosófica y teórica de la experiencia y experimento nepalí tendrán que sintetizarse en el futuro. La historia ha puesto la responsabilidad de justificar la dictadura dual del estado sobre los hombros de los maoístas del siglo XXI».
De esta manera el compañero Laxman Pant con unas pocas frases ha echado por tierra la experiencia de ciento cincuenta años de lucha de clases. Lo que demuestra la teoría marxista y la experiencia de la clase obrera es que no es posible reconciliar los intereses del proletariado con los de la burguesía.
El futuro de la revolución nepalí en peligro
Como hemos explicado en otros artículos, Prachanda una vez en poder y los líderes maoístas nepalíes tienen que elegir a qué intereses van a servir. Los primeros pasos del gobierno han sido en dirección a sacrificar las aspiraciones de las masas cuando éstas entran en conflicto con las necesidades del desarrollo capitalista nacional. Si los dirigentes maoístas nepalíes no renuncian al «camino Prachanda», inevitablemente pondrán en peligro el futuro de la revolución nepalí.
Este programa de colaboración entre clases hostiles, presentado bajo la bandera de «nueva democracia» en Nepal, es totalmente reaccionario y representa una traición abierta de las aspiraciones de la población. Con el pretexto de las peculiaridades nacionales de Nepal, se ha preparado un mapa de ruta de desarrollo capitalista desenfrenado en nombre del «camino Prachanda», que expresa su apoyo a los capitalistas locales e internacionales. Siguiendo este camino, la dirección maoísta se está comportando como la agencia de los intereses capitalistas, equipados con un orden del día de conciliación de clases para garantizar el desarrollo de Nepal por un camino capitalista. Esta situación inevitablemente abrirá divisiones dentro del partido maoísta e incluso en determinado momento supondrá un conflicto entre el gobierno y las masas.
La desgracia de los líderes maoístas es que sus ideas han sido superadas por la historia. La hoy llamada «burguesía nacional» no es otra cosa que la agencia nacional del capitalismo mundial. La «revolución nacional» en Nepal, que se desarrolla en el mundo del siglo XXI, no puede dar un paso más adelante, ni siquiera una pulgada, aliada con la burguesía. La consigna falsa e irrealizable de una dictadura combinada de la «burguesía y el proletariado» no es otra cosa que la proclamación del dominio de la burguesía, una traición completa de la revolución.
La burguesía en Nepal, entre el imperialismo por un lado y la reacción local por el otro, se encuentra en una situación donde no se puede permitir moverse contra ninguno de los dos sectores. En estas condiciones de parálisis política, que ha durado más de medio siglo, la burguesía nepalí sólo podría aspirar a tomar el poder como agencia del capitalismo mundial, mientras al mismo tiempo adapta a la reacción local. Después de rendir la lucha, la lucha armada que durante más de medio siglo llevó a cabo la dirección del Congreso Nepalí, no tenían otra alternativa que abandonar e intensificar la integración de Nepal en el capitalismo mundial, porque su supervivencia y existencia dependen de ellos. Esta situación ha debilitado a la burguesía nacional.
El poder aún está en manos del aparato del estado burgués
Como ha demostrado la historia, su mayor «conquista», los frutos de sus luchas poco entusiastas, como la introducción de una constitución y un parlamento, no tenían ninguna importancia real, porque pronto se encontraron bajo el yugo de la monarquía. Mientras el rey ostentaba el pode real y controlaba el Ejército Real Nepalí, la burguesía nepalí continuaba como simple oposición parlamentaria al régimen, imbuida de la tarea histórica de evitar la sublevación de la población contra el régimen «constitucional» de la monarquía. El parlamento siguió siendo un «club de discusión» a merced de la monarquía.
Durante todo este período, más de medio siglo, los partidos estalinistas incluso desde la época del partido comunista unificado, intentaron constituirse como el ala de izquierdas democrática de esta democracia burguesa. Como no conseguían avanzar por medios parlamentarios recurrieron a las armas en nombre del camino maoísta, sólo para cerrar el círculo y regresar una década más tarde a sus posiciones de apoyo a la democracia burguesa.
La historia, sin embargo, y especialmente en la arena mundial, continuó avanzando. La economía de Nepal durante algún tiempo se integró bien en el mercado mundial. Las formas pre-capitalistas de producción, aunque aún extendidas sobre todo en las zonas rurales, se subordinaron a la economía capitalista.
La adaptación de la monarquía al capitalismo funcionó perfectamente durante un período de décadas, el resultado neto fue el monopolio de la familia real de todas las empresas capitalistas significativas de Nepal. Mientras tanto, el régimen político se volvía obsoleto, incompatible y caduco para el contexto mundial en el que existía el Nepal moderno. No obstante, según la percepción de los dirigentes maoístas, Nepal seguía siendo una economía feudal donde la lucha contra la monarquía se podría llevar a cabo en colaboración con la burguesía nacional, y la única salida para ellos, el «camino Prachanda», era la «nueva democracia», es decir, ¡la dictadura combinada del proletariado y los capitalistas! El problema es que mientras prestan un flaco servicio al proletariado, para los líderes maoístas ¡la burguesía nepalí es la fuerza revolucionaria mientras la clase obrera no es una entidad!
Como la burguesía no estaba en situación de desalojar a la monarquía, la tarea de llevar a cabo la revolución democrático recaía esencialmente sobre la clase obrera, que en muy pequeño número se concentraba principalmente en y los alrededores de Katmandú. Pero los partidos estalinista y maoísta, derivando su falsa legitimidad de las potencias «socialistas» rusa y china, jugaron un papel significativo en impedir que la clase obrera fuera consciente de la necesidad de organizarse y actuar de manera independiente como una clase, con una orientación socialista hacia la revolución proletaria. Esto era una necesidad desesperada para consolidar políticamente a la pequeña clase obrera que podría haber dirigido la revolución democrática con el apoyo del enorme campesinado pobre, dirigiendo a las masas tanto contra la monarquía y la burguesía, como para avanzar en las tareas socialistas.
Los estalinistas, y después los maoístas, se opusieron a esta perspectiva con el pretexto erróneo de que el proletariado en Nepal no era capaz de imponer su hegemonía sobre la revolución democrática ni tomar el poder porque era un número muy pequeño. Asumieron equivocadamente que el proletariado no podría dirigir la revolución agraria como punto central del vuelco democrático en Nepal. Los ‘comunistas’ de todos los lados y banderas en Nepal, estalinistas o maoístas, nunca se orientaron hacia la clase obrera. Igual que los narodniks (los populistas rusos de la década de los años sesenta y setenta del siglo XIX que consideraban al campesinado pobre como la única clase revolucionaria), ellos siguieron orientándose hacia el campesinado rural y los partidos comunistas de Nepal que, naturalmente, habían surgido del campesinado rural y tenían una perspectiva campesina.
Sin embargo, el decisivo fracaso de la burguesía a la hora de realizar una lucha revolucionaria exitosa demostró ser una dádiva disfrazada para los partidos estalinista y maoísta de Nepal. Dada la ausencia de un partido revolucionario de la clase obrera, éstos pudieron con éxito llenar el vacío político dejado por las fuerzas burguesas impotentes y salir como el ala de izquierdas de la democracia burguesa.
Estos partidos comunistas aprovecharon la oportunidad para presentarse con éxito como los precursores de las aspiraciones populares, principalmente del campesinado. Se hicieron cargo de la tarea de poner en práctica el proyecto de democracia burguesa en Nepal. En nombre del «camino Prachanda» desarrollaron un programa para llevar a Nepal hacia el camino capitalista, al que denominaron «nueva democracia». Como han demostrado todos los últimos acontecimientos, este programa no es otra cosa que un proyecto de régimen capitalista en Nepal, una manifestación política de la colaboración con los enemigos de clase de los trabajadores.
Lo que ha conseguido el «camino Prachanda» es que en la práctica han abrazado las doctrinas equivocadas plantadas por Stalin y Mao basadas en la dictadura combinada de varias clases. Aunque la historia ha más que repudiado estas doctrinas y demostrado que sólo una clase puede imponer la «dictadura», ya sea la burguesía y el proletariado, y las clases intermedias están destinadas a seguir a una u otra. Pero los estalinistas, y más tarde los maoístas, en Nepal han utilizado esta fórmula refutada históricamente de la dictadura de varias clases como una excusa para sentarse en el regazo de su burguesía nacional y sus partidos.
Los mencheviques creían que la lucha para conseguir las tareas burguesas de la revolución democrática, como la reforma agraria, la destrucción de la autarquía zarista, plenos derechos democráticos, etc., debería ser dirigida por la burguesía liberal. Lenin, que estaba de acuerdo con ellos en el punto de que Rusia se enfrentaba a una revolución donde las principales tareas tenían un carácter democrático burgués, defendió inflexiblemente la idea de que la burguesía liberal era incapaz y no estaba dispuesta a dirigir la revolución, por tanto las tareas de la revolución democrática recaían sobre el proletariado y la lucha se podría ganar sólo si el proletariado conseguía forjar una alianza revolucionaria con el campesinado pobre. El error de la fórmula menchevique, de colaboración con la burguesía liberal en la revolución democrática, les llevó inexorablemente al campo de la contrarrevolución cuando las condiciones para la revolución de octubre maduraron.
Lecciones de la Revolución Rusa
El Octubre ruso y todas las demás revoluciones desde entonces demostraron que la burguesía en la época moderna es incapaz y no está dispuesta a llevar a cabo las tareas de la revolución democrática. La burguesía tiene mucho más en común con otros sectores de la elite dominante y el imperialismo que el interés que comparte con los trabajadores y las masas pobres que impulsan la revolución hacia adelante. Inevitablemente las tareas de la revolución democrática tienden a recaer sobre el proletariado. Pero una vez la clase obrera se ha movilizado y conseguido derrocar a la elite gobernante y aplastar el viejo orden por medios revolucionarios, en otras palabras, cuando los trabajadores tienen la posibilidad de tomar el poder, no pueden limitar la revolución a medidas puramente burguesas a costa de fracasar miserablemente en cumplir las necesidades de las masas. Una vez que el poder político está en manos de los trabajadores tienen que implantar medidas socializas y neutralizar la resistencia contrarrevolucionaria de la clase capitalista que está al lado de los elementos más reaccionarios del viejo orden. En otras palabras, la revolución democrática trasciende «permanentemente» en una socialista. El propio Marx observó este hecho cuando sacó las lecciones de la actitud de la burguesía alemana hacia la revolución de 1848. La teoría de la «revolución permanente» fue desarrollada por el colíder de la revolución rusa junto a Lenin, León Trotsky, a la luz de la experiencia de la derrotada revolución de 1905.
Los acontecimientos de la revolución rusa de 1917 confirmaron brillantemente esta posición. Pero los errores de la dirección local del Partido Bolchevique, el partido más revolucionario de la historia, demostraron lo fuerte que son las presiones de clases ajenas sobre la dirección de la clase obrera. Cuando estalló la revolución de febrero, los líderes bolcheviques dentro de Rusia defendieron la postura equivocada de apoyar a la burguesía liberal y al gobierno provisional.
Lenin reprendió duramente a los viejos dirigentes bolcheviques, Stalin, Kámenev y otros, quienes en nombre de la «dictadura democrática del proletariado y el campesinado» apoyaron al gobierno provisional. Sólo su inmensa autoridad sobre las filas bolcheviques le permitieron ganar esta batalla y reorientar el partido hacia el camino correcto que llevó al triunfo de Octubre. Con sus Tesis de Abril guió a los bolcheviques hacia la toma del poder. Para hacer eso tuvieron que luchar para conquistar al proletariado y las masas frente al gobierno burgués y crear las condiciones para que la clase obrera tomara el poder bajo la dirección del Partido Bolchevique y establecer la dictadura del proletariado. La orientación del partido se resumió en la famosa consigna: «¡Todo el poder a los soviets!» En esa etapa Lenin compartía claramente la misma comprensión del proceso revolucionario que Trotsky y abandonó la vieja consigna propagandística de la «dictadura democrática del proletariado y el campesinado». Esta vieja formulación no se adecuaba a las tareas que requería el desarrollo real de la revolución una vez que la clase obrera había creado su propio instrumento democrático de gobierno, los soviets, que incluían al campesinado pobre y a los soldados, y reunido tras ellos a todas las capas oprimidas de la sociedad.
De esta manera los bolcheviques dirigidos por Lenin y Trotsky consiguieron derrocar el frágil régimen burgués y los trabajadores tomaron el poder en la insurrección de octubre de 1917 a través de los soviets y su partido revolucionario, los bolcheviques. Lo que se podría considerar un debate doctrinario tenía implicaciones muy serias para las masas rusas. Era una cuestión literalmente de vida o muerte. De no haber conseguido tomar el poder, la alternativa a la que se enfrentaban los trabajadores y las masas no era Kerensky, sino la reacción zarista más negra de Kornilov, que habría destruido cada una de las conquistas de la revolución y aplastado a las masas revolucionarias bajo el talón de hierro de la autocracia.
Como todos sabemos, la Revolución de Octubre en Rusia, un país predominantemente campesino, triunfó, pero sólo como la dictadura del proletariado. Los campesinos pobres mayoritariamente dieron la bienvenida, lucharon y apoyaron la revolución precisamente porque los soviets después de quebrar la resistencia de la burguesía pudieron hacer lo que Kerensky no podía ni quería hacer: detener la implicación rusa en la guerra imperialista, ocupar y distribuir la tierra de los terratenientes a los campesinos pobres e iniciar una verdadera reforma agraria.
La presunta burguesía nacional «progresista»
De nuevo fue Stalin quien después del fallecimiento de Lenin recuperó la idea de forjar una alianza con la supuesta burguesía nacional «progresista». Sacó esta idea del cubo de basura de la historia y la aplicó a China, España y otras partes. La derrota de la revolución proletaria de 1925-1927 en China y más tarde la victoria de Franco en España, fueron los vástagos de esta idea falaz.
Mao una vez más diluyó esta alianza e intentó enrolar a la burguesía china como socia en el «bloque de las cuatro clases», pero la burguesía fue derrotada y huyó del país junto a Chang Kai Shek mientras colapsaba el Estado. El poder real estaba en manos de Mao y los dirigentes comunistas a través del ejército guerrillero campesino. Aunque tenían la perspectiva de una etapa prolongada de desarrollo capitalista para China antes de que el socialismo fuera posible, para consolidar su poder obligados por las circunstancias emprendieron la expropiación de la burguesía y crearon una economía planificada, un paso progresista, pero no era el producto de la acción consciente de la clase obrera en la revolución. El ejército campesino tomó el poder, bajo una dirección estalinista, mientras que la clase obrera se mantenía pasiva y si era necesario incluso reprimida. Debido a eso, el nuevo régimen que surgió de la revolución china estuvo distorsionado desde el principio y asumió un carácter burocrático, siguiendo el modelo de la Unión Soviética estalinista.
La burocracia maoísta que tomó el poder en 1949 bajo la bandera roja, pronto se consolidó como una casta privilegiada que se beneficiaba de su control sobre la economía planificada. El crecimiento sin precedentes de las fuerzas productivas gracias a la eliminación de la propiedad privada y a la planificación económica garantizó a los líderes de la China «socialista» una enorme autoridad ante las masas de todo el Sudeste Asiático y más allá. Más tarde, el enfrentamiento con la URSS generó la ilusión de que el maoísmo era una verdadera fuerza revolucionaria, pero la burocracia china demostró no ser diferente de su homóloga rusa, convirtiéndose cada vez más en un freno para la revolución. Una vez más la teoría de las «dos etapas» se planteó para defender los intereses de la burocracia que, bajo Deng Xiao Ping, fue introduciendo «reformas» capitalistas en China y no quería que las revoluciones obreras interfirieran con su petición de ayuda extranjera y otros acuerdos con las potencias imperialistas.
Los partidos estalinista-maoísta después pasaron de la guerra de guerrillas basada en las masas campesinas a la colaboración abierta con la burguesía.
En Nepal, Prachanda y compañía han llegado al poder en colaboración con la burguesía a través de medios pacíficos a las espaldas de la insurrección de abril de 2006. Los líderes maoístas, los portadores ilegítimos de la bandera roja proletaria, mantenían al campesinado bajo su control, y no existía un partido de la clase obrera, así que evitaron que el campesinado llegara en ayuda del proletariado y que le ayudase a tomar el poder en la insurrección de abril de 2006. La insurrección de abril dejó a la monarquía totalmente inútil y el perplejo rey restauró el parlamento y el orden burgués.
La traición de la insurrección de abril de 2006
La traición de la insurrección de abril de 2006 y a espaldas de las masas, los líderes maoístas el 16 de junio firmaron un acuerdo separado con el gobierno de Koirala y entraron en el gobierno interino. De esta manera no consiguieron derribar a la monarquía ni a la burguesía. Esto también fue porque la clase obrera no tenía un partido propio y no podía reunir tras de sí la fuerza del campesinado. Éste permaneció bajo el control de los maoístas que deliberadamente impidieron el asalto revolucionario de las ciudades, sólo para llegar al poder más tarde por métodos parlamentarios con la colaboración de la burguesía.
La victoria electoral de Prachanda en abril de 2008, que Laxman Pant califica como histórica, en realidad revelaba las aspiraciones de las masas de un cambio revolucionario. Forzadas a volver atrás desde el umbral de la victoria, debido a que los dirigentes maoístas traicionaron la insurrección de abril de 2006, las masas, desde un nivel más débil, vieron las elecciones de 2008 como una forma de dar rienda a sus aspiraciones. Pero de ninguna manera debe ser entendido como un cheque en blanco en las manos de Prachanda.
El artículo de Laxman Pant no es una desviación de los objetivos de los dirigentes maoístas, sino una confirmación de su adaptación a la burguesía nacional en nombre del Camino Prachanda. Las peculiaridades de Nepal, distintas a otros países, son para ellos la justificación de esta colaboración, haciéndose eco del argumento universal de los estalinistas/maoístas utilizados para justificar su desviación de la revolución y oponerse a la consigna de la dictadura del proletariado. Los maoístas dicen que Nepal no está maduro para la dictadura del proletariado, por lo tanto, ¡debemos unir nuestras manos con la burguesía! Esta fue la retórica de los mencheviques, quienes decían que Rusia no estaba madura para la dictadura del proletariado y de esta manera la burguesía debía tomar el poder. Igual que los mencheviques rusos, los maoístas nepalíes terminaron tomando el poder (en realidad el «cargo» no el poder) en colaboración con la burguesía. Eso es exactamente lo que quiere decir Laxman Pant con «dictadura conjunta de la burguesía y el proletariado».
Como ahora sabemos, a través de una experiencia histórica clara, no puede haber dictadura que no esté basada en una única y definida clase. No puede haber poder político, que no es una dictadura de clase en esencia, aunque podría asumir distintas y variadas formas. Así que ¿cuál es la esencia real del poder en Nepal? Este poder, que pretende ser un poder revolucionario basado en la colaboración de clases hostiles, en realidad es poder burgués en blanco y negro, consolidándose dentro del cascarón de una «dictadura conjunta» engañosa. El atraso de Nepal y la impotencia de la burguesía evitaron que ésta tomase el poder por sí sola. El partido maoísta ha avanzado como su aliado fiable para controlar el poder por ella, bajo la bandera roja.
Los maoístas en Nepal ahora presentan abiertamente una república democrática, es decir, una democracia burguesa y desde las alturas proclaman un paraíso capitalista en Nepal, basado en la coexistencia de todas las clases sociales viviendo en armonía. Esta es la esencia del Camino Prachanda y de esta «nuevo democracia». Toda la retórica contra el imperialismo intangible se convierte en una verdadera ficción, en el contexto de su apreciada alianza con su agencia local, la burguesía nacional en Nepal. En cuanto a la reacción local, el nuevo mantra es mantener sus manos fuera. Después de todo, ¿no es suficiente con la proclamación legal del final de la monarquía? Han enviado la corona a los sótanos, Naratanhiti está desocupado y ¡Nepal es proclamado una república! ¿Qué más se puede pedir?
La elección que tienen ante sí los líderes maoístas
El problema al que se enfrentan los líderes maoístas es cómo vender su nuevo proyecto a las masas, a los trabajadores y campesinos. ¿Cómo evitar que avancen por el camino de la revolución y se adueñen de los derechos burgueses? Para hacer eso, los dirigentes maoístas tendrán que balancearse entre los trabajadores y la propiedad burguesa, para salvaguardar a esta última del avance de la clase obrera. En respuesta a una pregunta que se hizo en una reunión organizada por la Cámara de Comercio e Industria en la India, Prachanda dejó claras sus intenciones. Cuando le preguntaron cómo garantizaría la seguridad de las inversiones en Nepal frente a una posible reacción de las masas rebeldes, Prachanda respondió sin vacilar que su gobierno garantizaría la seguridad de la inversión capitalista extranjera en Nepal. ¡Hay que ver cómo los guerrilleros rebeldes de ayer han dado un salto mortal y se han convertido en el «partido del orden»! La normalidad se debe restaurar a toda costa, la «nueva democracia» debe consolidarse y para eso la revolución debe desaparecer del orden del día. Este es el camino de Prachanda.
Nepal ahora se encuentra en una situación política peculiar, una especie de limbo político. Por un lado los maoístas han abandonado la lucha armada y disuelto su ejército rebelde intentado integrarlo en el aparato del estado burgués. Por otro lado son el partido más grande de la Asamblea Constituyente, pero sin la mayoría suficiente como para actuar por cuenta propia. Mientras tanto, el poder real continúa dentro de los viejos centros de poder, seleccionados entre el antiguo Ejército Real. ¡Esta es la esencia de lo que Laxman Pant nos presenta en Nepal como una victoria histórica sin precedentes del Camino Prachanda!
Avances revolucionarios a un lado, incluso las pequeñas reformas permitidas dentro de este contexto están desapareciendo de los planes de los maoístas. El crecimiento económico pacífico, es decir, el avance capitalista de la economía se convierte en el único objetivo. Luchan por atraer las inversiones del capital mundial a Nepal y están garantizando a los imperialistas que ya no son los marxistas de viejo estilo de ayer por los que debían preocuparse, ahora son «marxistas del siglo XXI» pragmáticos. Los dirigentes maoístas en realidad están lanzando advertencias cínicas para frustrar este progreso nacional, que según ellos es el proyecto común de todas las clases en Nepal.
¿Qué más podría pedir la burguesía? La burguesía está interesada en el poder política para avanzar sus propios intereses de clase, sofocar a la clase obrera, evitar que la clase obrera llegue al poder y, en última instancia, como un instrumento para proteger y reafirmar su poder económico. Si todo esto se puede conseguir explotando la autoridad política de los líderes maoístas ganada mediante la lucha de las masas bajo la bandera roja, contra la monarquía, específicamente en el período en que la burguesía se ve incapaz de cortejar a las masas o es demasiado débil para subyugarlas, ¿qué más necesita? En realidad es muy adecuado, si las masas se desilusionan con los partidos burgueses ¡ahí están los estalinistas/maoístas con las banderas rojas en sus manos»!
Si Prachanda y los dirigentes maoístas pueden prestar este servicio político ¡entonces la burguesía no pide nada más! Pero la desgracia de estos líderes maoístas es que están basándose en la burguesía nacional de Nepal precisamente cuando la burguesía no tiene en su agenta las tareas nacionales, cuando el capitalismo mundial en general no tiene ante sí estas tareas y hace mucho tiempo que agotó su energía revolucionaria. Los dirigentes maoístas no pueden compartir nada con la burguesía. Lo que ellos pretenden es manejar la crisis en la que se encuentra la burguesía en Nepal y en todos los países. Su alianza con la burguesía llega demasiado tarde en la historia de Nepal como para ser capaz de emprender el camino de desarrollo capitalista pacífico. Los intereses de los explotadores capitalistas y las masas nepalíes ya están en conflicto. ¿Qué postura deberían adoptar los líderes maoístas ante este conflicto?
El gobierno encabezado por los maoístas en Nepal no tiene intención de hacer nada en contra de los intereses de la burguesía y se mantiene como el garante de las inversiones y propiedad burguesa en Nepal. ¿Pero garantes contra quién? ¡Contra el proletariado! Por su misma lógica, el poder maoísta está entre las pobres masas explotadas y la propiedad burguesa. De facto supone que la clase obrera de marcha atrás en la revolución, utilizando el engaño de la bandera roja tanto como sea posible. Y una vez la población se desilusiones de esta «dictadura conjunta» siempre está el aparato del estado burgués preparado con sus armas.
¿Por eso lucharon las masas y el ejército rebelde? ¿Esta política prepara el camino hacia el desastre o hacia la victoria? A pesar de todo esto, el fermento revolucionario en la sociedad aún es poderoso. Las masas sólo han dado su apoyo a Prachando porque creían que pronto llegaría un cambio decisivo. Si Prachanda se moviera en contra de los intereses de la burguesía y los imperialistas, entonces recibiría el apoyo arrollador de las masas. Si, por el contrario, como desafortunadamente parece su intención, los dirigentes maoístas siguen el «camino Prachanda», inevitablemente chocarán con las aspiraciones de las masas y aparecerán divisiones incluso dentro del propio movimiento maoísta. Nuestra consejo a los revolucionarios nepalíes que buscan una salida a este dilema es que se orienten hacia la clase obrera y sobre la tradición de la insurrección de 2006 construyan una oposición a aquellos que quieren capitular ante la burguesía.