El domingo 23 de noviembre de 2008 Venezuela se enfrenta a una de las elecciones más decisivas de su historia. Estas elecciones determinarán quién controla los gobiernos y los puestos municipales clave de todo el país. Lo que ocurra el domingo tendrá un impacto profundo en el futuro de la Revolución Bolivariana.
El domingo 23 de noviembre de 2008 Venezuela se enfrenta a una de las elecciones más decisivas de su historia. Estas elecciones determinarán quién controla los gobiernos y los puestos municipales clave de todo el país. Lo que ocurra el domingo tendrá un impacto profundo en el futuro de la Revolución Bolivariana.
Si el PSUV pierde las elecciones la oposición saldrá fortalecida. Utilizará su control de las regiones clave para intensificar su campaña contra el gobierno central. Podría intentar imitar las tácticas de la burguesía contrarrevolucionaria boliviana, exigiendo "autonomía" para los estados ricos como Zulia (en realidad ya lo está haciendo). En unas condiciones de crisis la victoria de la derecha significará profundos recortes de los niveles de vida.
Si los chavistas ganan, las masas se animarán y la oposición se desmoralizará. La reivindicación del socialismo se intensificará. Habrá un nuevo movimiento a la izquierda. Pero de ninguna manera este proceso está asegurado. El PSUV se enfrenta a su primera gran prueba en 23 estados y en más de 300 municipios. En principio el PSUV ganaría con facilidad. El gobierno Chávez ha llevado a cabo reformas importantes que han beneficiado a millones de venezolanos corrientes, sobre todo a los pobres y no privilegiados.
El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) tiene una militancia formal superior al millón de personas. Esta sería una fuerza formidable si se pudiera movilizar de una manera efectiva. Pero esto depende de la calidad de la dirección y de su capacidad para despertar el mismo entusiasmo que existía en el pasado. Pero el entusiasmo no se puede crear de manera artificial con discursos y mítines. Depende de si la masa de trabajadores y campesinos creen que la dirección va a tratar de una forma seria sus problemas más fundamentales y hacer avanzar la revolución. Esto, a su vez, depende del programa y la política que defiende la dirección.
En el pasado, la amenaza de la derecha siempre ha provocado una movilización de las masas para bloquear la contrarrevolución. Pero en esta ocasión las cosas son diferentes. El problema es que después de diez años la revolución aún no ha cumplido la tarea central de expropiar la tierra, los bancos y las principales industrias. Este hecho ha provocado una situación peligrosa donde la economía en parte está nacionalizada pero donde los elementos clave permanecen en manos privadas. Es una receta para el caos, la inflación y el desempleo.
Las masas permanecen leales a Chávez y la revolución, pero esta lealtad está siendo sometida a una prueba severa. Hasta ahora la economía venezolana en gran medida ha estado protegida de la crisis gracias a los beneficios del petróleo y las reformas sociales puestas en práctica por Chávez. Pero Venezuela no puede escapar a los efectos de la crisis económica mundial. La caída de los precios del petróleo amenaza con socavar todos los logros, restringir la posibilidad de reformas y provocar una reducción profunda del empleo y los niveles de vida. El aumento del gasto gubernamental en programas locales y otras reformas ha estimulado los resultados de los candidatos gubernamentales en las encuestas durante las últimas semanas de campaña. Pero es difícil predecir cuál será el resultado.
¿Una oposición "democrática"?
La sociedad venezolana está profundamente polarizada entre derecha e izquierda, revolucionarios y contrarrevolucionarios, ricos y pobres. La oposición venezolana defiende los intereses de la oligarquía, los ricos terratenientes, los banqueros y los capitalistas, que constituyen una sólida barrera para el progreso. Pero las consideraciones tácticas les obligan a enmascarar sus repulsivas características contrarrevolucionarias detrás de la máscara sonriente de la "democracia".
Durante los últimos diez años la oposición ha intentado de modo sistemático subvertir la democracia y derrocar al gobierno de Hugo Chávez. En abril de 2002 organizaron un golpe que intentó instalar una dictadura. Sólo se evitó por una insurrección de las masas. Más tarde organizaron un sabotaje de la economía nacional a gran escala, que fue derrotado por el movimiento espontáneo de los trabajadores que ocuparon las fábricas y las instalaciones petroleras, poniéndolas en funcionamiento bajo el control de los trabajadores.
La última vez que Venezuela celebró unas elecciones municipales, la oposición se abstuvo alegando que las elecciones estaban amañadas. Pero un intenso escrutinio por parte de los observadores internacionales (que en su mayoría son hostiles a la Revolución Bolivariana) declaró que las elecciones en Venezuela habían sido limpias. No había ninguna prueba de fraude electoral. Una vez más las elecciones del próximo domingo serán vigiladas de cerca por 130 observadores internacionales, incluido un representante de cada uno de los 34 miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA). No se mostró este interés cuando George W. Bush descaradamente amañó las elecciones presidenciales en EEUU.
La oposición ahora parte de una posición débil. Sus líderes ya saben que Chávez disfruta de un nivel de popularidad sin precedentes (un 60 por ciento de aprobación). Esto les ha obligado a cambiar su táctica. No le atacan de la misma forma histérica que en el pasado, en su lugar, se concentran en las cuestiones locales y evitan cuidadosamente dar la impresión de que son reaccionarios de extrema derecha.
El problema de la burocracia
Durante meses Chávez ha estado apoyando con su autoridad a los candidatos municipales. La fotografía del presidente está presente en los carteles electorales de los candidatos, pero se trata de una estrategia arriesgada. La burocracia es corrupta e ineficiente en todos los niveles. A nivel local, con montones de basura podrida en los barrios pobres y el aumento del crimen y la inseguridad, los problemas son vistos por la gente corriente de una manera más manifiesta y dolorosa. El coste de la vida está aumentando, la inflación supera el 30 por ciento. Para empeorar las cosas, la población puede ver a los funcionarios corruptos, y una actitud arrogante e indiferente por parte de los funcionarios que ignoran las quejas e incluso niegan la existencia de los problemas. Es esto lo que corroe el apoyo a la Revolución Bolivariana.
La oposición y los medios de comunicación de derechas han utilizado esta situación de manera muy efectiva. En lugar de atacar directamente a Chávez, concentrar su artillería en la administración local. Por esta razón es difícil prever el resultado exacto de las elecciones del domingo. Por su parte, la campaña del PSUV se concentra en insistir en los éxitos de la política nacional, la nacionalización reciente del acero, el cemento y bancos; los aumentos salariales para los trabajadores del sector público y el final de la escasez de alimentos.
Chávez es popular, pero él no es quien se presentará a estas elecciones sino los dirigentes chavistas que controlan los gobiernos municipales y regionales. El presidente Chávez ha apoyado con su autoridad considerable a los candidatos del PSUV. Ha recorrido incansablemente el país para conseguir apoyo para los candidatos oficiales. ¿Pero será suficiente? Mis propias observaciones me han convencido de que existe un sentimiento de malestar profundo, no sólo entre las masas sino también entre la base chavista. Las elecciones serán un referéndum sobre la actuación de los alcaldes y gobernadores bolivarianos.
En julio hablé con el presidente sobre esta situación y expresó su frustración ante ella. Chávez me dijo: "Ese es el problema al que nos enfrentamos. Algunos gobernadores, después de ser elegidos perdieron el contacto con la base. Se rodearon de personas ricas, mujeres maravillosas, etc., perdieron el contacto con la población. Este es un problema ideológico. En la medida que no tenemos gobernadores que estén ideológicamente preparados siempre tendremos el mismo problema. Debemos ganar la batalla de las ideas".
Y respondí: "Estoy de acuerdo con que es necesaria una lucha ideológica en el partido, pero también necesitamos los mecanismos de control desde abajo". En este punto, por primera vez, la voz del presidente sonó un poco cansada: "No puedo hacer todo", dijo, "es absolutamente necesario que el pueblo participe en este proceso y tome el control en sus propias manos". Creo que esta es la respuesta a los problemas que afronta la Revolución Venezolana.
Alan Woods invitado por el Presidente Chávez a participar en una
caravana electoral en Nueva Esparta durante su última visita
en Junio de este año.Poco después sostuvieron la conversación
anteriormente citada.
La derecha bolivariana
A pesar de la derrota en el referéndum constitucional en diciembre de 2007, parece probable que un futuro referéndum permitiría la reelección de Chávez. Los enemigos de la revolución, tanto externos como internos, comprenden la importancia de esta cuestión. La salida de Chávez sería el primer paso de una campaña para entregar la dirección del movimiento a los reformistas de derechas y a los elementos pro-burgueses que han estado a la ofensiva incluso desde la derrota de diciembre.
Si la oposición hace avances importantes el domingo, los reformistas (y sus "teóricos" como Heinz Dieterich) harán sonar de nuevo el tambor y clamarán "moderación" y la necesidad de conciliar a la oposición (es decir, rendirse a la oligarquía) para "salvar la revolución". Con "salvar" la revolución ellos quieren decir destruirla totalmente y preparar el camino para la futura victoria de la contrarrevolución por medios parlamentarios.
Dirán que la derrota en las elecciones significa que la revolución ha ido demasiado lejos, demasiado rápido. Todo lo contrario, el problema es que la revolución ha ido demasiado lenta y no suficientemente rápida. Dirán que la correlación de fuerzas no es favorable, cuando en realidad durante diez años la correlación de fuerzas fue la más favorable que se puede imaginar. Incluso ahora la gran mayoría de los venezolanos (los trabajadores y campesinos) son ferozmente leales a la revolución y al presidente. Quieren una transformación fundamental de la sociedad. Pero la burocracia reformista constantemente sabotea la revolución y de esta manera crean descontento y desmoralización entre las masas. ¡Esa es la principal amenaza a la correlación de fuerzas y no otra!
Los reformistas dirán que es necesario ganar a la clase media. Pero la oposición no representa a la clase media sino a la oligarquía. Un sector importante de la clase media baja, empleados públicos, trabajadores con pequeños negocios, se balancea entre Chávez y la oposición. Los reaccionarios dirán: ¡Votad a los chavistas y veréis donde os llevan! Los precios subirán, vuestros niveles de vida caerán y temeréis el futuro. ¡Eso es lo que significa el socialismo!
Lo que quieren los reformistas es un acuerdo con la oposición (es decir, la oligarquía). ¡Pero no puede haber acuerdo entre la revolución y la contrarrevolución! Es imposible reconciliar intereses mutuamente irreconciliables, igual que es imposible combinar fuego y agua. La oligarquía exigirá una política capitalista de recortes que afectará no sólo a los trabajadores y campesinos, sino también a la clase media. Esto provocará más a la clase media, pero alejará y desmoralizará a las masas.
¡Es el momento de elegir!
Los reformistas dirán que es necesario construir puentes con Obama, que para ello sería necesario que el presidente Chávez se retirara y dejase paso a alguien más "moderado". Es el argumento más estúpido de todos. Un cambio de administración en Washington no significa un cambio fundamental de la política exterior norteamericana. Su política está determinada por los intereses del imperialismo estadounidense, los grandes bancos y monopolios. En esto no existe una diferencia fundamental entre Republicanos y Demócratas. ¡Obama dice que quiere sacar a las tropas de Iraq para enviar más soldados a Afganistán! Obama es menos hostil a la revolución venezolana que Bush. No olvidemos que fue un presidente demócrata "progresista", John Kennedy, quién organizó la invasión de Cuba.
Los imperialistas estadounidenses no han cambiado su actitud hacia Venezuela. El Pentágono continúa intrigando con la oposición venezolana. Mientras públicamente alaba las virtudes de la democracia, en secreto no han abandonado sus conspiraciones. Saben que la aplastante mayoría de los soldados rasos y muchos oficiales apoyan a Chávez, pero también saben que no escasean los reaccionarios en la policía, la Guardia Nacional y en el ejército. ¿Cuántos Badueles aún existen en los escalafones superiores de las fuerzas armadas?
La derecha domina los medios de comunicación, que utilizan para extender todo tipo de mentiras y calumnias contra Chávez y el gobierno. Han fracaso en tres ocasiones en tomar el poder mediante el asalto directo, están obligados a ser más cautos y jugar a la democracia y las elecciones. Pero si recuperaran el poder en Venezuela, la máscara sonriente de la democracia pronto desaparecería. ¡Los trabajadores y campesinos saben lo que se puede esperar de ese gobierno!
El tiempo no está de parte de la revolución. La recesión económica mundial aún no ha impactado en la vida cotidiana de la mayoría de los venezolanos. La caída del precio del petróleo venezolano (de 146 dólares barril a mediados de 2008 a 52 dólares en noviembre) no ha significado recortes profundos en los programas sociales del gobierno. Pero esta situación no puede durar. Según se profundice la recesión mundial Venezuela pronto comenzará a sentir el efecto de la caída de la demanda de petróleo.
La realidad es que la economía venezolana se mantiene sólo por el sector estatal. Los capitalistas están realizando una huelga de capital. A pesar de los masivos incentivos del gobierno, el capital privado está desinvirtiendo o negando el crédito. A pesar de los controles de capital, la huida de capital es desenfrenada. Ya pronostiqué esta situación en julio cuando Chávez celebró un encuentro fracasado con los empresarios para convencerles de que invirtiesen. Ahora el gobierno debe afrontar los hechos. No puede continuar subvencionando a la empresa privada y al mismo tiempo continuar con proyectos públicos económicos y sociales a gran escala.
Un reciente artículo de Venezuela Analysis lo decía muy claramente:
"El año 2009, por necesidad, es el año de las duras decisiones de clase: o el gobierno recorta el gasto para los capitalistas o para los trabajadores y campesinos. O se reducen drásticamente los programas sociales o se acaban las subvenciones a las empresas privadas. El enrome ejército de empleados financiados con fondos públicos (e improductivos) se ponen a trabajar en el sector productivo o serán despedidos. En cualquier caso, la elite empresarial, el ejército de importadores de automóviles de gama alta y bienes de lujo, y sus consumidores, se verán severamente afectados y eso provocará una histeria adversa. Cuando todo el impacto de la recesión golpee a Venezuela, la polarización de clase explotará, se desparramará y desbordará los canales institucionales/electorales". (James Petras. The Larger Meaning of the Venezuelan Elections. 23/11/2008).
¡Es el momento de elegir! ¡Por una victoria chavista! ¡Por una política socialista revolucionaria!
Las elecciones del domingo son sólo una batalla más en la larga lucha por el poder. Los resultados nos suministrarán una información valiosa sobre la etapa en la que está la revolución, la correlación de fuerzas de clases y sobre todo el ambiente de las masas. Debemos luchar para ganar esta batalla, pero independientemente de lo que ocurra las masas pasarán por una escuela y aprenderán algunas lecciones importantes. La lección más importante es que no es posible hacer una revolución a medias. No es posible conciliarse con los enemigos de la revolución. Al final debe ganar una de las partes y otra debe perder.
No está claro que este resultado se replicará el domingo. Por un lado, la base chavista verá el peligro de una Victoria de la oposición y se unirá con la revolución. Por otro lado, puede producirse un aumento de la apatía debido al desencanto de los resultados concretos de la revolución después de diez años. Los aumentos salariales no han cubierto las subidas de precios. El incremento de la inflación ha golpeado sobre todo a las capas más pobres. Los programas del gobierno contra el crimen no han solucionado el problema. A su vez esta situación está relacionada con la corrupción entre los funcionarios locales y la policía.
La oposición está dividida. En varios estados y municipios las rivalidades, las camarillas y diferencias políticas han hecho imposible que se unan tras un solo candidato. Estas divisiones en las filas de la oposición han incrementado la posibilidad de una victoria chavista, incluso con una caída del número de votos. En realidad, la oposición no ganó el referéndum constitucional de noviembre de 2007, lo perdieron los chavista debido a tres millones de abstenciones. Esta ya fue una señal de advertencia del creciente descontento en la base chavista.
Una participación alta favorecería a los chavista. ¿Pero se materializará? Los marxistas de la CMR lucharán por la victoria del PSUV el próximo domingo. Haremos todo lo que esté en nuestro poder para derrotar a los candidatos de la oligarquía y frenar el avance de la contrarrevolución. Pero la única manera de movilizar a las masas es defendiendo firme y consistentemente una línea revolucionaria.
Una revolución debe estar constantemente a la ofensiva. La parálisis invita a la derrota. Después de diez años las masas están cansadas de discursos y desfiles. Buscan una acción decisiva para derrotar a la contrarrevolución. Cada vez que el presidente anuncia la nacionalización de otro banco o fábrica se produce una oleada de entusiasmo. Pero cada vez que los reformistas imponen una nueva retirada, cada vez que intentan la conciliación con los banqueros y capitalistas, el ambiente de desencanto se profundiza y con ello el peligro de la apatía electoral.
Para que el PSUV materialice todo su potencial debe defender implacablemente el socialismo, no sólo en palabras sino también en los hechos. La crisis mundial del capitalismo amenaza con socavar todas las conquistas de los últimos diez años. ¡No es el momento del compromiso y la vacilación! ¡Es necesario expropiar la tierra, los bancos y las principales industrias bajo el control y administración de los trabajadores!
Es inútil imaginar que pueda llevar a cabo una política realmente socialista una burocracia corrupta que está inseparablemente vinculada a los banqueros y capitalistas. Para triunfar debemos dar un hachazo a la raíz del árbol venenoso de la burocracia, no sólo en el aparato del estado y los ministerios, sino también en el propio PSUV. ¡No a la burocracia, el arribismo y la corrupción! ¡Por un verdadero estado obrero donde todos los funcionarios sean elegidos con derecho a revocación y con salarios que no superen los salarios de los trabajadores cualificados!
Estamos firmemente al lado de los trabajadores y campesinos venezolanos y contra la oligarquía reaccionaria y el imperialismo. La victoria del socialismo en Venezuela dará un tremendo impulso al movimiento revolucionario en América Latina y en todo el mundo. ¡Hay mucho en juego!
¡Manos fuera de Venezuela!
¡No a la oligarquía y el imperialismo!
¡Viva la revolución socialista!