De nuevo la clase dominante israelí ha lanzado una ofensiva militar contra el pueblo palestino en Gaza, provocando una de las mayores masacres de los últimos años. La excusa utilizada por el gobierno sionista para justificar esta matanza es «impedir» que Hamás siga lanzando cohetes contra territorio israelí…

De nuevo la clase dominante israelí ha lanzado una ofensiva militar contra el pueblo palestino en Gaza, provocando una de las mayores masacres de los últimos años. La excusa utilizada por el gobierno sionista para justificar esta matanza es «impedir» que Hamás siga lanzando cohetes contra territorio israelí, pero incluso el periódico norteamericano The New York Times (nada sospecho de ser anti-sionista, más bien lo contrario) reconoce que el lanzamiento de cohetes había descendido «de cientos a 15 o 20 al mes», sin cobrarse ninguna víctima civil. En cualquier caso, la respuesta israelí deja clara cuál es la auténtica intención de la agresión. En la incursión se ha desplegado una parte considerable de la capacidad destructiva del ejército sionista: Aviones F-16, helicópteros Apache, más de 100 toneladas de bombas lanzadas en un solo día, el 27 de diciembre. El saldo es brutal: casi 400 muertos en el momento de escribir este artículo, entre ellos mujeres y niños, y más de 1.000 heridos. Se trata de la mayor ofensiva militar contra suelo palestino desde la guerra de 1967.

 

Preparativos para una intervención terrestre

 

Parece que el imperialismo israelí no se limitará a bombardear Gaza. Se han desplegado cientos de soldados en la frontera, junto con decenas de tanques y equipamiento militar. El gobierno ha movilizado ya a 6.500 reservistas y la invasión terrestre puede empezar en cualquier momento. El gobierno israelí ha puesto en marcha la máquina de propaganda para intentar justificar ante el mundo su ataque contra un pueblo indefenso: «sólo bombardeamos objetivos militares», «si hay civiles es porque Hamás pone a civiles en enclaves militares», «se trata de nuestra seguridad». Son los mismos argumentos repetidos por los imperialistas para justificar sus guerras, igual que la clase dominante norteamericana cuando inició su aventura imperialista en Iraq y Afganistán. En la página web de Aljazera se podían leer los relatos de ciudadanos de Gaza explicando su pesadilla. Un estudiante de la Universidad Islámica de Gaza, Majed Badra, explicaba: «La situación es muy mala… Se centran en los civiles. Es lo más fácil para ellos. Nada funciona en Gaza y no tenemos nada. Mi familia y yo estamos dentro de la casa. Todas las familias hacen lo mismo. «Estamos acostumbrados a estos ataques aéreos, todo el mundo lo está pero no tenemos ninguna manera de protegernos. Sólo permanecer dentro de nuestras casas, escuchar las noticias, escuchar donde se producen los ataques, a los F-16 y los Apaches, y esperar a ver qué ocurrirá». «Muchos fueron asesinados y otros muchos resultaron heridos, sobre todo en los dos primeros días (…) Están utilizando todo tipo de bombas. Lanzan bombas de 500 kilogramos que pueden destruir un edificio de quince pisos en un segundo, como si fuera un terremoto. Todo el mundo vive con miedo», explica Amin Asfour, médico en un hospital público de Gaza. El relato del sufrimiento y los horrores que están padeciendo los palestinos en Gaza sería interminable.

 

Miseria y pobreza en Gaza

 

Desde que Hamás ganó las elecciones, en enero de 2006, La clase dominante israelí ha intentado, por todos los medios, avivar el fuego de la guerra civil entre palestinos. De hecho, estas maniobras culminaron en junio de 2007 cuando Hamás derrotó el intentó de Fatah de recuperar por la fuerza el control de Gaza, intento que contó el apoyo de la burguesía y el ejército israelí. Desde entonces, hace ya dieciocho meses, el estado israelí intensificó su bloqueo económico sobre Gaza exacerbando la pobreza y miseria en la que vive la población palestina, como el medio para desalojar del poder a los integristas de Hamás. Las consecuencias del bloqueo y la ocupación de Gaza son terribles. El agua y la luz están 16 horas al día cortadas, el 80 por ciento de la población vive con menos de dos dólares al día, la tasa de paro supera el 50 por ciento. De las 3.900 fábricas que hay en Gaza sólo 195 están abiertas. En agosto se paralizó el 98 por ciento de las actividades industriales debido a la falta de combustible. 40.000 trabajadores agrícolas han perdido su fuente de ingresos debido a la prohibición que ha impuesto Israel a todas las exportaciones palestinas. Son tales las restricciones económicas que a principios de diciembre cerraron los bancos y cajeros automáticos de Gaza por falta de dinero en efectivo, incluso la ONU ha tenido que suspender la ayuda económica que daba a 94.000 palestinos. Es decir, en la práctica, el imperialismo israelí intenta que la economía de Gaza regrese casi a la edad de piedra.

 

Objetivo: desviar la atención de la grave situación económica y social

 

El nuevo ataque imperialista israelí contra Gaza sólo se puede entender si tenemos en cuenta cuál es la situación política, social y económica de Israel. Desde la creación del estado de Israel, hace sesenta años, la burguesía israelí se ha mantenido en el poder fomentando el miedo y el chovinismo entre la población, recurriendo a la guerra cuando ha sido necesario para desviar la atención de los jóvenes y trabajadores, evitando así una posible explosión social que pusiese en peligro el sistema capitalista y al régimen sionista. No es casualidad que la clase dominante israelí haya recurrido de nuevo a la guerra, justo cuando se encuentra atrapada en medio de una crisis de gobierno que ha desembocado en la convocatoria de elecciones generales el próximo 10 de febrero. Y como es habitual, en la campaña electoral el tema principal es la cuestión de la seguridad del país y todos los enemigos externos que le acechan. Los tres principales candidatos: Livni (actual primera ministra y candidata del Kadima), Netanyahu (Likud) y Barack (Partido Laborista), han centrado su campaña en intentar demostrar quién es el más duro. Livni, incluso, defiende públicamente la creación de un estado palestino en Cisjordania y llevar allí a todos los ciudadanos árabes israelíes para tener así un estado puramente judío. Esta idea no es casualidad sino que está motivada porque el crecimiento demográfico de la población árabe israelí, que dentro de 15 o 20 años será mayoritaria. Toda esta retórica reaccionaria y chovinista tiene como objetivo desviar la atención de la grave situación social y económica que desde hace un tiempo sufren los trabajadores y jóvenes israelíes. La economía israelí empieza a sufrir las consecuencias de la crisis económica mundial. Durante la última década, la economía experimentó un crecimiento importante, pero éste se centró en sectores como la banca, seguros, fondos de pensiones y sobre todo en la tecnología de la información (que creció un 47 por ciento), mientras que la industria tradicional sólo crecía un 6 por ciento en ese mismo periodo. Ese crecimiento, como en el resto del mundo capitalista, no sirvió para disminuir las desigualdades sociales, sino todo lo contrario, durante ese período aumentó la desigualdad en el reparto de la renta. Recientemente el Adva Center (Centro para la Información sobre la Igualdad y la Justicia Social en Israel), publicaba un informe en el que se podía leer: «La década estuvo marcada por un descenso de la igualdad y la justicia en la sociedad israelí». El famoso paraíso de leche y miel prometido por la clase dominante sionista cuando se creó el estado de Israel se ha convertido en una pesadilla para los jóvenes y trabajadores. Hoy el 23,8 por ciento de la población vive por debajo del umbral de pobreza (1,63 millones de personas y la mitad son niños), como reconoce el mismo Ministerio de Bienestar Social. En total, 1,2 millones de personas necesitan ayuda del Estado para poder subsistir y se espera que esa cifra aumente entre 100.000 y 150.000 personas más en los próximos meses. Quizás uno de los datos más impactantes sea que un tercio de las víctimas del holocausto vivan en la más absoluta pobreza. Además la situación se agrava con el coste económico que representa la ocupación de Palestina y el mantenimiento de la poderosa maquinaria militar israelí. Adva Center publicó un informe titulado: El coste de la ocupación. En él se explicaba que 1 de cada 5 familias israelíes es pobre (frente a 1 de cada 10 en la década de los años setenta), y que uno de los factores era el coste de la ocupación y el consiguiente recorte del gasto social para poder pagar los gastos de defensa. La cuantía del presupuesto de defensa en su mayor parte es secreta, pero según Adva Center los gastos militares han restado 8.000 millones de dólares a la economía israelí en los últimos veinte años, más que el presupuesto de educación para este año. Esta situación económica ha desencadenado durante los últimos dos años una oleada de huelgas y protestas que han abarcado a prácticamente todos los sectores de la sociedad. En primer lugar a los estudiantes que protagonizaron una oleada de movilizaciones de masas a principios de este año, seguidos por varias huelgas del sector público, aerolíneas, ferroviarios, profesores, estibadores y movilizaciones de pensionistas entre otros. Precisamente el Histradut en estos días amenazaba con la convocatoria de una huelga general contra el recorte del gasto público.

 

Presionar a EEUU

 

Otro factor importante para lanzar este ataque ahora es precisamente la elección de Obama como presidente de EEUU. Los diferentes gobiernos de EEUU, y especialmente el de Bush, han apoyado a Israel en todas y cada una de sus aventuras militares, las han justificado y financiado con miles de millones de dólares. Israel es el principal aliado del imperialismo estadounidense en la región. En esta ocasión no ha sido diferente y la moribunda administración Bush ha justificado la agresión contra los palestinos como el derecho de Israel a la «autodefensa». Pero la clase dominante israelí quiere asegurarse que el tono de la administración norteamericana no cambie cuando Obama llegue al cargo, el próximo 20 de enero, aunque es poco probable ya que Obama en plena campaña electoral visitó Israel, condenó el lanzamiento de cohetes por parte de Hamás, defendió el derecho de Israel a defenderse y apoyó una ayuda de 30.000 millones de dólares de EEUU a Israel para los próximos tres años. Además, uno de sus principales asesores, Rahm Emanuel, es un sionista reconocido que no dudó en alistarse en el ejército israelí durante la primera Guerra del Golfo.

 

Consecuencias en el mundo árabe

 

El ataque israelí ha provocado una oleada de repulsa e indignación en todo el mundo. Una vez más se ha podido ver la hipocresía de la clase dominante de los distintos países que, aunque de manera hipócrita lamentan el sufrimiento palestino, han justificado también la agresión israelí alegando el derecho a su autodefensa frente a los ataques de Hamás. Pero lo más importante son las repercusiones que está teniendo en el mundo árabe donde muchedumbres han salido a las calles para protestar contra este brutal ataque. Miles de palestinos se manifestaron en Cisjordania, miles de personas salieron a las calles de Egipto, Yemen, Jordania, Iraq, Siria, Sudán, Indonesia y Líbano. Incluso en Israel miles de personas convocadas por el Partido Comunista de Israel se manifestaron para protestar contra este ataque. Las manifestaciones en el mundo árabe no sólo han ido dirigidas contra la clase dominante israelí, sino también contra sus propias clases dominantes corruptas a las que culpan de consentir y cerrar los ojos ante la situación de opresión en la que viven los palestinos. Precisamente este hecho es una prueba palpable de que el mundo árabe no es ajeno a la radicalización que se está produciendo entre la clase obrera y la juventud de todo el mundo, cuya principal causa es la crisis mundial del capitalismo y sus consecuencias sociales. El genocidio contra el pueblo de Palestina, igual que contra el pueblo de Iraq o de Afganistán, es una prueba concluyente de que bajo el capitalismo y el dominio imperialista no habrá jamás una salida para los pueblos de Oriente Medio. Pero esta experiencia también es extensible a los Estados Árabes, gobernados por una oligarquía corrupta de capitalistas y terratenientes ligados por mil lazos materiales y políticos a los poderes imperialistas occidentales. Todos estos regímenes  no pueden ofrecer nada a sus pueblos. Esta situación, y la bancarrota política de las organizaciones reformistas de la izquierda (especialmente los viejos partidos nacionalistas y estalinistas), crearon el caldo de cultivo para la fortaleza y el desarrollo de las tendencias integristas, de Hamás o Hezbolá. Pero el integrismo también ha demostrado sobradamente su carácter reaccionario y su incapacidad para librar la batalla en defensa de las masas oprimidas. Las organizaciones integristas no tienen ninguna alternativa para derrocar el capitalismo pues se basan, precisamente, en la existencia del capitalismo del que también extraen sus fuentes de poder y financiación (en Irán, en Paquistán, en Líbano, en Afganistán). La única salida a la actual pesadilla es la lucha conjunta de la clase trabajadora por encima de divisiones nacionales, de los trabajadores palestinos, egipcios, jordanos e israelíes, para derrocar sus respectivas clases dominantes y barrer a los imperialistas. Solo hay un programa realista que puede traer la paz a la zona y la fraternidad entre los pueblos: la lucha por la transformación socialista de la sociedad y por una Federación Socialista de Oriente Medio,

 

¡Retirada inmediata de las tropas israelíes de Gaza!

¡Alto a la masacre imperialista contra el pueblo palestino!

¡Por el derrocamiento de la burguesía israelí y la corrupta oligarquía del mundo árabe!

¡Por la unidad de la clase trabajadora!

¡Por la Federación Socialista de Oriente Medio!