A principios de 2006 es electa la candidata del Partido Socialista, Michelle Bachellet, con un 53% de apoyo. Miles de personas confiaban en un proyecto socialista real, tras décadas y décadas de ser sacudidos por un sistema capitalista que se impone sin la menor restricción durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. No obstante, Bachellet y todos sus secuaces, son incapaces de escuchar a la juventud y a sus trabajadores. Mantiene medidas que sólo favorecen al pequeño grupo de empresarios que tienen en sus manos toda la producción de Chile.
Tras 33 años de miedo los jóvenes de enseñanza media, junto con los universitarios y los trabajadores, salen a la calle a luchar en contra de toda la lacra dejada por Augusto Pinochet, me refiero a la Ley Orgánica Constitucional de la Educación (LOCE) y a la constitución de 1980 creada en la dictadura pero que, a día de hoy, rige a Chile.
La organización y el espíritu de lucha de la «Revolución de los Pingüinos» del año 2006, no fue en vano, sinoque sirvió de ejemplo para miles de chilenos. Así, a casi dos años de ello, supone un impulsLas movilizaciones se mantuvieron durante días. Miles de personas salieron a las calles a manifestarse de forma pacífica, pero el temor se apoderó de las esferas del poder y la intendencia, ante una clase obrera que lucha y se organiza. Dicho temor se vio representado por las fuerzas policiales del Estado que en las principales ciudades del país reprimieron brutalmente a cerca de cuatro mil personas que participaban en las manifestaciones. Las supuestas herramientas de diálogo empleadas por el gobierno con su propio pueblo son carros lanza gases, agua con agentes químicos irritantes dirigidos a los rostros de los manifestantes, golpes a pie de porra contra todo el que intentara hacer valer su derecho a expresarse. Los resultados fueron algunos heridos por intoxicación de gases y otros con trauma acústico por el agua recibida de golpe. Pese a toda prohibición los trabajadores logran congregarse y llegar a su destino.
Como chilena me enorgullezco de cada puño que veo levantado y de cada consigna que resuena fuerte por las calles de Chile, gritando: “¡Obreros y estudiantes, unidos y adelante!”. Chile abre sus ojos y se da cuenta de que estamos ante un gobierno que muestra de manera descarada a quiénes protege y para quiénes trabaja de verdad.
Tras una huelga histórica, los trabajadores logran una fuerte subida salarial más un bono de término de conflicto y mejoras en las condiciones laborales. Los trabajadores chilenos vencieron el miedo, y luchan no sólo por el 14,5%, sino por el derecho que se le ha negado durante tantos años.
Esta lucha victoriosa, compañeros, es sólo el comienzo de un Chile que despierta y se niega a pagar los despilfarros del gobierno y a seguir siendo víctima de los continuos abusos del sistema capitalista. Es un gran avance para la clase obrera chilena, pero también es un paso más en la lucha internacional por el socialismo.o para la clase obrera chilena.
Trabajadores del sector público en pie de guerra
La semana del 10 de noviembre de 2008, Chile se levanta ante un gobierno que de socialista tiene muy poco. Cerca de 400.000 trabajadores del sector público agrupados en quince gremios inician una huelga, convocada por la Asociación Nacional de Empleados Públicos (ANEF) en demanda de un aumento salarial de un 14,5%. Un trabajador hoy en día gana menos de 160.000 pesos chilenos mensuales (200 euros), con lo que ninguna familia puede vivir. Los alimentos de primera necesidad son un verdadero lujo, y el nivel de explotación al que estamos sometidos es vergonzoso. Debemos ver a nuestros padres trabajar horas extras (pagadas a un euro), mientras el gobierno se jacta de los grandes progresos de Chile.
La ANEF acepta sentarse a la mesa para discutir con el poder ejecutivo y sus ministros, quienes ofrecen una subida salarial del 6,5%. Pero los trabajadores no la aceptan y ante esta negativa, el gobierno expresa no estar dispuesto a volver a conversar: «el tema de las remuneraciones ha sido nuestra oferta final y ya fue entregada».
Pero la clase obrera, entiende que sólo con organización y apoyo logrará doblarle la mano al gobierno y a un sistema capitalista que los quiere engañar. Es por eso que el viernes 14 de noviembre Chile se paraliza con la adhesión del 100% de los trabajadores públicos; es decir, los consultorios, los hospitales, el registro civil, los ministerios, la aduana, las municipalidades, entre otros servicios públicos.
Pero, además, se unen a la lucha los estudiantes de enseñanzas medias, los jardines infantiles y las universidades tradicionales. Todo esto se transforma en la mayor huelga de los últimos cuarenta años.
Las movilizaciones se mantuvieron durante días. Miles de personas salieron a las calles a manifestarse de forma pacífica, pero el temor se apoderó de las esferas del poder y la intendencia, ante una clase obrera que lucha y se organiza. Dicho temor se vio representado por las fuerzas policiales del Estado que en las principales ciudades del país reprimieron brutalmente a cerca de cuatro mil personas que participaban en las manifestaciones. Las supuestas herramientas de diálogo empleadas por el gobierno con su propio pueblo son carros lanza gases, agua con agentes químicos irritantes dirigidos a los rostros de los manifestantes, golpes a pie de porra contra todo el que intentara hacer valer su derecho a expresarse. Los resultados fueron algunos heridos por intoxicación de gases y otros con trauma acústico por el agua recibida de golpe. Pese a toda prohibición los trabajadores logran congregarse y llegar a su destino.
Como chilena me enorgullezco de cada puño que veo levantado y de cada consigna que resuena fuerte por las calles de Chile, gritando: «¡Obreros y estudiantes, unidos y adelante!». Chile abre sus ojos y se da cuenta de que estamos ante un gobierno que muestra de manera descarada a quiénes protege y para quiénes trabaja de verdad.
Tras una huelga histórica, los trabajadores logran una fuerte subida salarial más un bono de término de conflicto y mejoras en las condiciones laborales. Los trabajadores chilenos vencieron el miedo, y luchan no sólo por el 14,5%, sino por el derecho que se le ha negado durante tantos años.
Esta lucha victoriosa, compañeros, es sólo el comienzo de un Chile que despierta y se niega a pagar los despilfarros del gobierno y a seguir siendo víctima de los continuos abusos del sistema capitalista. Es un gran avance para la clase obrera chilena, pero también es un paso más en la lucha internacional por el socialismo.