Ahora que se ha disipado el polvo electoral, muchos ya se han desencantado con Obama y su elección de gabinete. Sin embargo, disfruta de unos niveles de aprobación superiores al 80 por ciento. Pero eso sólo significa que la reacción a la inevitable desilusión será mucho más explosiva.
Ahora que se ha disipado el polvo electoral, muchos ya se han desencantado con Obama y su elección de gabinete. Sin embargo, disfruta de unos niveles de aprobación superiores al 80 por ciento. Pero eso sólo significa que la reacción a la inevitable desilusión será mucho más explosiva.
La crisis económica mundial está sacudiendo la conciencia de la clase obrera mundial. En ninguna otra parte es más cierto que en el país más poderoso y rico del planeta: Estados Unidos. Después de décadas de relativa paz entre las clases, la lucha de clases ha regresado.
Aproximadamente se han perdido 1,3 millones de empleos sólo en los últimos tres meses de 2008. El mercado inmobiliario ha colapsado y el desempleo es más elevado que en cualquier otro momento desde principio de la década de los años ochenta, y puede ser aún peor. Se han evaporado 6 billones de dólares en precios inmobiliarios y 8 billones en el valor de las acciones. Las ventas al por menor durante las vacaciones cayeron un 4 por ciento, la peor cifra en décadas. Los tres grandes del automóvil están al borde del colapso e incluso el gigante japonés Toyota, que ha acaparado una parte del mercado norteamericano a costa de las empresas nacionales, ha anunciado pérdidas por primera vez desde 1941.
El período de vacaciones ha sido el peor en décadas, en diciembre, la actividad fabril en EEUU cayó a su nivel más bajo desde 1981. Miles de millones de dólares del contribuyente han ido destinados al rescate de los bancos y aseguradoras privadas sin que tengan que rendir ningún tipo de cuenta. Lejos de revigorizar la economía salvando empleos y terminando con los desahucios, cientos de miles más han perdido su casa y los despidos en masa se han disparado, mientas, los ejecutivos de las empresas rescatadas se embolsan la friolera de 1.600 millones de dólares en concepto de salarios, primas y extras. Así son «los negocios como se habitual» bajo el capitalismo.
Podría ser la peor crisis desde la Gran Depresión, un período en la historia de EEUU que provoca escalofríos en la columna vertebral tanto de los trabajadores como de la clase dominante. Pero la crisis económica de los años treinta finalmente llevó a un auge impresionante de la lucha de clases. La acumulación de contradicciones inherentes dentro del sistema, que se exacerbaron por la expansión del crédito, el endeudamiento y la burbuja inmobiliaria, ahora están saliendo a la superficie. Ya podemos ver ejemplos de lo que sucederá cuando los trabajadores estadounidenses lleguen a la dolorosa conclusión de que la ilusión del «sueño americano» es en realidad una pesadilla.
¿Pero van a ir mejor las cosas ahora que se ha ido George W. Bush? Como hemos explicado en otras ocasiones, dadas las expectativas que ha generado, Barack Obama tendrá que hacer algunos cambios y podría incluso hacer algunas inversiones considerables para reforzar la seguridad social, crear empleos, reducciones de impuestos y reconstruir la infraestructura del país. Pero esto de ninguna manera bastará para corregir el daño ya provocado y dejar el sistema intacto.
Muchos por supuesto darán la bienvenida a este relativo «alivio de las cadenas», incluso aunque sea mayoritariamente cosmético, podría aumentar la confianza de los trabajadores tras ocho años de Bush y un empeoramiento de la economía. Pero no cambiará nada fundamental. Los altos mandos de la economía seguirán en manos privadas y las decisiones reales de quién tiene un empleo y una casa aún se decidirán en los bancos y en las empresas que forman el Fortune 500.
Los nombramientos de gabinete apuntan a que todo seguirá igual en Washington. Sobre estos nombramientos y su política probable ya escribiremos en los siguientes números de Socialist Appeal. Pero basta con decir que no traerán un fin inmediato de la guerra en Iraq, él quiere extender la guerra a Afganistán y no ha descartado una invasión de Pakistán. En cuanto a América Latina, su visión en todo lo esencial es una continuación de la Doctrina Monroe que ha guiado la política norteamericana en la región durante casi doscientos años. En otras palabras, continuará la guerra en casa de la clase dominante contra los trabajadores y en el extranjero sucederá lo mismo.
La mayoría de las personas tendrán que aprender a través del camino más duro, de su propia experiencia, que Obama, como representante de la gran empresa, es orgánicamente incapaz de defender los intereses de la clase obrera. La mayoría de las personas no aprenden de los libros, historia o teoría. La vida les enseña, sin embargo, es una maravillosa profesora y la clase obrera norteamericana ahora ha aprendido algunas lecciones amargas sobre cómo funciona realmente el capitalismo, o mejor dicho, cómo no funciona. Con la economía empeorando y la situación internacional aún más inestable, la gente esperará de Obama resultados rápidos. Si no cumple, cada vez estarán más abiertos a la formación de un partido obrero de masas basado en los sindicatos. También aprenderán a ocuparse ellos mismos de las cosas, como hicieron los trabajadores de Republic Windows en Chicago (ciudad natal de Obama).
Enfrentados a la pérdida no sólo de sus empleos sino también de sus ingresos, indemnizaciones por despido y beneficios, muchos de ellos inmigrantes latinos, ocuparon la fábrica durante casi una semana. Generaron tal apoyo popular, a pesar de la total inactividad de la dirección sindical, que el Bank of America tuvo que garantizar los préstamos a la empresa para que pudiera hacer frente a las obligaciones con los trabajadores. Incluso Obama tuvo que apoyar a estos trabajadores, aunque utilizó el episodio para justificar la necesidad de los rescates bancarios. Y aunque los trabajadores perdieron sus empleos, pero cobraron sus indemnizaciones y salarios, el resultado fue percibido por millones de trabajadores como una victoria. Esto puede animar a otros trabajadores a seguir el mismo ejemplo. La industria automovilística, por ejemplo, está contra la pared, y el ejemplo los trabajadores de Republic seguro que hará pensar a los trabajadores del automóvil. Puede que un movimiento generalizado de ocupaciones de fábrica no esté a la vuelta de la esquina, pero ya se han plantado las semillas para una recuperación de las tradiciones combativas de la clase obrera norteamericana. Los acontecimientos se pueden desarrollar más rápidamente de lo que se espera.
El magnífico movimiento de los trabajadores inmigrantes en la primavera de 2006 es otro ejemplo de lo que está por venir. El movimiento al final fue coaptado por el Partido Demócrata y sacado de las calles. Pero las contradicciones fundamentales no se han solucionado. Tarde o temprano, estallará de nuevo, con la lucha a un plano superior. La campaña de «cien días» para presionar a Obama y exigir una amnistía para todos ya se ha lanzado.
Muchos comentaristas han comparado a Obama con Abraham Lincoln. Pero no debemos olvidar que Lincoln presidió uno de los períodos más tumultuosos de la historia de EEUU, una guerra de clases entre el norte capitalista y el sur esclavista. La tarea de Lincoln era defender y expandir el sistema capitalista, que en aquel momento históricamente era progresista. Pero la tarea de Obama es mantener a toda costa el sistema capitalista y en su época de decadencia imperialista.
Hemos entrado en una nueva época. Pero no será un período de pez, prosperidad y abundancia. Al lado del caos capitalista de guerra, crisis y miseria, se forjarán las fuerzas que terminarán de una vez por todas con este sistema de explotación. ¡Únete a nosotros en la lucha por un mundo mejor!
12 de enero de 2009