«A la pregunta de qué haría el partido del proletariado si la revolución llegara al poder en medio de la guerra actual, debemos responder: propondríamos la paz para todos los beligerantes a condición de la liberación de las colonias, de todos los p "Aunque Trotsky había apoyado a Lenin frente a la oposición de Kámenev y Zinóviev a la necesidad de organizar una insurrección en Octubre de 1917, a principios de 1918 volvió a discrepar con él por la firma de un tratado de paz con Alemania. La forma en que actuó en esta cuestión subraya tanto su fortaleza como su debilidad" (Cogito, p. 17).
Esta es la primera y última referencia en el artículo de Johnstone a la lucha de Lenin contra los "viejos bolcheviques", lo que demuestra qué lugar ocupa en el esquema de Monty Johnstone. A Trotsky no sólo se le "ocurrió" mantener la misma postura que Lenin —en oposición a Kámenev, Zinóviev y Stalin — sobre ese pequeño detalle llamado Revolución de Octubre, sino que también en otras "cuestiones fundamentales" estuvo en desacuerdo con la "línea correcta".
Monty Johnstone utiliza aquí el mismo truco que en la sección dedicada a la revolución permanente. Se "olvida" de la posición que defendían los mencheviques y exagera las diferencias entre Lenin y Trotsky. Con relación a Brest-Litovsk, Johnstone una vez más sólo conoce dos posiciones: la de Lenin (aceptar inmediatamente las condiciones alemanas) y la de Trotsky (a la que caracteriza como "ni guerra ni paz"). Monty Johnstone sabe perfectamente qué ocurrió. No existían dos posiciones, sino tres: la de Lenin, la de Trotsky y la de Bujarin. Este último no sólo defendía rechazar las condiciones alemanas, sino librar una guerra revolucionaria contra Alemania. También "olvida" mencionar que, en el momento de las negociaciones de Brest-Litovsk, Bujarin inicialmente contaba con el apoyo de la mayoría del partido.
¿Cuál era la actitud de los bolcheviques ante la guerra? En 1915, ante la posibilidad de que tomaran el poder en Rusia, Lenin publicó en el periódico Sotsial-Demokrat un artículo titulado Algunas tesis:
"A la pregunta de qué haría el partido del proletariado si la revolución llegara al poder en medio de la guerra actual, debemos responder: propondríamos la paz para todos los beligerantes a condición de la liberación de las colonias, de todos los pueblos dependientes y oprimidos que no disfrutan de plenos derechos. Los actuales gobiernos de Alemania, Inglaterra o Francia no aceptarían esta condición. Entonces deberíamos estar preparados para librar una guerra revolucionaria, es decir, no sólo llevar hasta el final íntegramente las medidas más importantes de nuestro programa mínimo, sino que incitaríamos a la insurrección a todos los pueblos ahora oprimidos por la Gran Rusia, todas las colonias y países dependientes de Asia (India, China, Persia, etc.,) y, ante todo, a la insurrección del proletariado europeo contra sus gobiernos y en contra de sus socialchovinistas" (Collected Works, vol. 21, p. 403).
Esta era la audaz estrategia revolucionaria que Lenin elaboró antes de la Revolución Rusa. No tiene nada que ver con el pacifismo de medias tintas que los curas del CPGB pregonan hoy en día, intentando adjudicárselo al líder de Octubre. Antes de 1917, Lenin y los bolcheviques defendían la guerra revolucionaria: una guerra dirigida por la revolución contra el imperialismo, combinando la lucha armada del Ejército Rojo con la insurrección de los trabajadores europeos y los pueblos de las naciones oprimidas.
En el período preparatorio previo a Octubre, caracterizado por la agitación, los bolcheviques insistieron una y otra vez en la defensa de una paz "sin anexiones ni indemnizaciones", en que ofrecerían esa paz a los imperialistas y, en caso de que éstos la rechazaran, lanzarían una guerra revolucionaria contra ellos. En septiembre de 1917, Lenin escribió: "Si ocurriera lo menos probable, si ningún estado beligerante aceptara el armisticio, por nuestra parte entonces la guerra sería realmente necesaria, una guerra justa y defensiva. El sencillo hecho de que el proletariado y el campesinado más pobre sea consciente de ello hará que Rusia sea mucho más fuerte en el plano militar, en especial después de la ruptura con los capitalistas que robaban al pueblo, por no mencionar que después, por nuestra parte, la guerra se convertirá, no en palabras sino en hechos, en una guerra en alianza con los pueblos oprimidos de todo el mundo" (Collected Works, vol. 26, p. 63).
La guerra revolucionaria era aceptada como parte de la estrategia básica del partido. Cuando Kámenev y Zinóviev escribieron su carta abierta oponiéndose a la insurrección, uno de sus argumentos centrales era la perspectiva de una guerra revolucionaria, con la que intentaban asustar a los trabajadores: "Las masas de soldados nos apoyan porque, antes de nuestra consigna de la guerra, llevamos la consigna de la paz (…). Si tomamos el poder ahora y nos vemos obligados por toda la situación mundial a comprometernos en una guerra revolucionaria, las masas de soldados se alejarán de nosotros". Un buen argumento para firmar la paz de Brest-Litovsk, pero meses antes. En esos momentos no era la prueba de la previsión histórica de Kámenev y Zinóviev, sino de sus nervios temblorosos y su irresoluto oportunismo. Su posterior apoyo a la firma del tratado era la otra cara de la moneda de su oposición a la insurrección de Octubre: ambas son inseparables. Para un marxista, tan importante como qué se dice es quién lo dice y por qué lo dice.
¿Cuál fue la actitud de los bolcheviques ante el tratado de Brest-Litovsk? El ejército heredado del zarismo estaba totalmente desintegrado: las unidades se habían desmovilizado, la disciplina no existía, los oficiales se habían pasado a la reacción. Fue esa situación —y no ninguna de las consideraciones teóricas fundamentales — la que condicionó la actitud de los bolcheviques. Presentar las discrepancias dentro del Partido como algo más que diferencias tácticas es tergiversar la realidad. En circunstancias diferentes —si por ejemplo hubieran tenido tiempo de organizar el Ejército Rojo — la cuestión se hubiera abordado de una forma totalmente diferente, como se demostró en la guerra con Polonia de 1920.
La primera intención política de los bolcheviques era prolongar las negociaciones tanto como fuera posible, con la esperanza de recibir ayuda de un movimiento revolucionario en Occidente. Esta idea, que los filisteos "realistas" de hoy caracterizan como "trotskismo", la expresaron docenas de veces tanto Trotsky como el resto de los dirigentes bolcheviques, incluido Lenin. Kámenev, que más tarde apoyó la postura de Lenin sobre la firma de la paz, decía de la propaganda de Brest-Litovsk: "Nuestras palabras alcanzarán al pueblo alemán por encima de las cabezas de los generales alemanes, nuestras palabras arrancarán de las manos de los generales alemanes el arma con la cual engañan a la gente". Aunque los acontecimientos transcurrieron de forma diferente a lo que él preveía, en ese momento Kámenev hablaba en nombre de todo el Partido Bolchevique.
El principal responsable del éxito alcanzado con la propaganda de Brest-Litovsk fue Trotsky. Convirtió las negociaciones del armisticio en una plataforma para exponer las ideas de la revolución a los trabajadores europeos, cansados ya de la guerra. En tiempos de Lenin, la Internacional Comunista recopiló y publicó en varios idiomas los discursos de Trotsky. Sólo después de 1924 los estalinistas descubrirían en ellos, repentinamente, la "fraseología revolucionaria", lo que garantizó su prohibición.
El retraso de la revolución en Occidente y la debilidad militar de la Revolución Rusa hicieron surgir diferentes opiniones en la dirección del Partido. Lenin se encontró en minoría. La primera vez que se expresaron las diferencias fue el 21 de enero, cuando las negociaciones estaban muy avanzadas. Ante el temor de una nueva ofensiva alemana si los bolcheviques rechazaban el ultimátum, Lenin propuso la firma inmediata de la paz, aceptando las desastrosas condiciones impuestas por los alemanes. Trotsky estaba de acuerdo en que no era posible continuar la guerra, pero pensaba que había que suspender las negociaciones y capitular solamente en caso de un nuevo avance imperialista. Bujarin por su parte exigía librar una guerra revolucionaria.
Muy lejos de la imagen que a partir de 1924 presentaron los estalinistas de Trotsky —un ultraizquierdista indisciplinado retando a Lenin y a los bolcheviques —, lo cierto es que Lenin y Trotsky eran la minoría "moderada" de la dirección. Y lo que ocurría en la dirección también ocurría en la base. La aplastante mayoría de los trabajadores se oponían a la firma del tratado. Cuando la dirección invitó a los sóviets a que expresaran públicamente su opinión sobre Brest-Litovsk, de los más de doscientos que lo hicieron sólo dos sóviets importantes —Petrogrado y Sebastopol, este último con reservas — apoyaron la paz. En los demás grandes centros obreros (Moscú, Ekaterinburgo, Jarkov, Ekaterinoslav, Ivanovo-Vozuesensk, Kronstadt, etc.) la aplastante mayoría votó a favor del cese de las negociaciones.
En su sesión del 24 de enero de 1918, el Comité Central apoyó la postura de Trotsky. Antes de la reunión, Trotsky mantuvo una conversación con Lenin en la que éste manifestó su acuerdo con él, es decir, no firmar el tratado y suspender las hostilidades, pero siempre condicionado a que, en caso de un nuevo avance alemán, Trotsky apoyaría la firma inmediata del tratado y rechazaría la "guerra revolucionaria". Trotsky estuvo de acuerdo*. Lenin no propuso la firma inmediata del tratado, sino simplemente una moción, que fue aprobada, en la que se pedía a Trotsky que alargara las negociaciones tanto como fuera posible. Después se votó la moción de Trotsky para detener la guerra sin firmar el tratado, que también se aprobó.
Según Monty Johnstone, "cuando se enfrentaron a las duras condiciones exigidas por los alemanes, la sobrestimación de las perspectivas revolucionarias inmediata eclipsó su [de Trotsky] apreciación de la situación y le llevó a rechazar la firma del tratado" (Cogito, p. 17). Ya hemos visto qué llevó a Trotsky a negarse a firmar el tratado. Monty Johnstone limita su "análisis" a unas cuantas citas que no se ocupan de ninguno de los temas fundamentales, sólo son réplicas de polémicas que dan la impresión de que la posición de Trotsky era personal, y no la del Partido.
Johnstone continúa: "Lenin, por otro lado, insistía en que los alemanes tenían el látigo en la mano y que las tropas rusas estaban cansadas, mal equipadas y hambrientas y no podrían resistir la poderosa maquinaria militar alemana. Por eso era partidario de aceptar las condiciones alemanas, humillarse tan pronto como los alemanes presentaran el ultimátum, o la alternativa sería un nuevo avance alemán en territorio soviético y además con la imposición de peores condiciones" (Cogito, p. 17).
Monty Johnstone lo reduce todo a un antagonismo entre Trotsky y Lenin. Está dispuesto a presentar a Lenin como un presumido filisteo "realista" que se oponía a los "sueños" revolucionarios de Trotsky. Cita frases aisladas de Lenin acerca de que la revolución mundial era "un cuento de hadas", sin explicar las razones de la postura de Lenin sobre Brest-Litovsk, razones que se derivaban de un intransigente internacionalismo socialista y revolucionario.
En el transcurso del debate, Zinóviev y Stalin "apoyaron" a Lenin. Stalin dijo que el movimiento revolucionario en Occidente no existía ni había síntomas de él, que sólo era una vaga posibilidad. Zinóviev defendió que la firma de la paz fortalecería el chovinismo en Alemania y durante un tiempo debilitaría el movimiento en Occidente, pero que eso era mejor que "la ruina de la república socialista". Aunque Lenin renegó públicamente de esos apoyos "realistas", Monty Johnstone no duda en atribuirle ahora a Lenin ese filisteísmo.
Lenin respondió a Zinóviev que si "el movimiento alemán es capaz de desarrollarse inmediatamente en el caso de negociaciones de paz (…) deberíamos sacrificarnos, ya que la revolución alemana es más poderosa y más importante que la nuestra". Precisamente para vacunarse contra ese tipo de oportunismo, Lenin insistía una y otra vez:
"No cabe la menor duda de que la victoria final de nuestra revolución está en entredicho si tiene que permanecer sola, si no se producen movimientos revolucionarios en otros países (…) la única forma de superar todas estas dificultades, repito, es una revolución en toda Europa".
Después de 1924 crearían la leyenda de Trotsky oponiéndose a Lenin y a la dirección y negándose testarudamente a firmar la paz que todos ansiaban. El 14 de febrero, después de que Trotsky informara de las negociaciones al Comité Ejecutivo Central de los Sóviets, Sverdlov presentó, en nombre de la fracción bolchevique, una resolución que decía: "Después de haber escuchado y estudiado completamente el informe de la delegación de paz, el Comité Ejecutivo Central aprueba totalmente la actuación de sus representantes en Brest-Litovsk". Más tarde, en marzo de 1918, Zinóviev diría en el congreso del Partido: "Trotsky tenía razón cuando dijo que actuaba según la decisión de la mayoría del Comité Central". Nadie lo negó.
Trotsky, al igual que Lenin, estaba convencido de que las tropas rusas —cansadas, mal equipadas y hambrientas — no resistirían un nuevo ataque, sin hablar ya de lanzarlas a una guerra revolucionaria. Por un lado, el ambiente entre las masas de obreros y en la mayoría de la dirección del Partido era contrario a aceptar las condiciones del tratado: no sólo eran "humillantes", sino que representarían un desastre para el joven Estado soviético. Y por el otro, una nueva ofensiva alemana convencería a las masas de Europa Occidental de que los bolcheviques sólo estarían de acuerdo por la fuerza con una paz anexionista. Este era un motivo político importante debido a la maliciosa campaña de calumnias lanzada por Gran Bretaña y Francia, presentando a los bolcheviques como agentes alemanes pagados por el Káiser para sacar a Rusia de la guerra. En Rusia existía el fuerte presentimiento de que se encontraban en el preludio de un acuerdo de paz de los aliados con Alemania, a expensas de Rusia. (Los historiadores han demostrado que en los círculos gubernamentales británicos y franceses se estaba considerando esa posibilidad).
Después de la prórroga del ultimátum alemán, Lenin volvió a ser partidario de firmar inmediatamente la paz, y una vez más fue derrotado en el Comité Central por un estrecho margen. Trotsky todavía estaba en contra porque la ofensiva no había comenzado. Lenin volvió a replantear el tema: "Si comienza la ofensiva alemana y no hay una insurrección revolucionaria en Alemania, ¿firmaríamos la paz?". Los comunistas de "izquierda" (Bujarin y los partidarios de la guerra revolucionaria) se abstuvieron. Trotsky votó a favor porque estaba en la línea del acuerdo alcanzado al principio con Lenin. Cuando al día siguiente los bolcheviques constataron un avance alemán, Trotsky se posicionó al lado de Lenin, dándole la mayoría en el Comité Central.
El 21 de febrero, el general Hoffman anunció nuevas y más duras condiciones, con la clara intención de hacer imposible la firma de la paz. El Estado Mayor alemán organizó una provocación en Finlandia, donde aplastó el movimiento de los trabajadores fineses, confirmando los temores bolcheviques de que los Aliados habían llegado a un acuerdo con el imperialismo alemán para aplastar la República Soviética. Existía una seria posibilidad de que incluso si los bolcheviques firmaban el tratado los alemanes continuaran su avance. En principio Trotsky mantuvo esta postura, pero cuando Lenin se reafirmó en la suya, a pesar de la renovada oposición de los "izquierdistas", Trotsky se abstuvo, dándole la mayoría a Lenin.
Parece extraño que alguien tan amigo de la "fraseología revolucionaria", ante dos temas decisivos, votara en el Comité Central para dar a Lenin la mayoría. Pero ya que estamos con el tema, echemos una ojeada al artículo de Lenin que Johnstone cita tan copiosamente.
Acerca de la fraseología revolucionaria fue publicado en Pravda el 21 de febrero de 1918, al comienzo de una campaña pública en favor de la firma de la paz. Johnstone cita varias veces este artículo como si fuera dirigido contra Trotsky, cuando en realidad Trotsky no aparece en él. ¿A quién iba dirigido? La respuesta se encuentra en la primera línea: "Cuando dije en una reunión del Partido que la fraseología revolucionaria acerca de una guerra revolucionaria podría arruinar nuestra revolución, se me reprochó la acritud de mis polémicas" (Works, vol. 27, p. 18. El subrayado es nuestro).
Cualquiera que lo lea podrá comprobar que va dirigido contra los "comunistas de izquierda" de Bujarin, partidarios de una guerra revolucionaria contra Alemania a pesar de la debilidad militar de la república soviética. En todas las polémicas, Lenin dirigía el noventa y nueve por ciento de sus ataques contra el grupo de Bujarin; a Trotsky, si se le menciona, es para dedicarle un solo pasaje y de forma relativamente suave. La distorsión resulta aún más burda si recordamos que el artículo fue publicado el 21 de febrero, tres días después de que Trotsky votara la propuesta de Lenin en el Comité Central. Johnstone es totalmente deshonesto al reproducir unas palabras de Lenin contra Bujarin y presentarlas como si fueran contra Trotsky. Lo consigue porque, al no mencionar a Bujarin, da una impresión totalmente exagerada y falsa de las diferencias entre Lenin y Trotsky.
E. H. Carr, el célebre historiador burgués, a quien no se puede acusar de trotskista, comenta: "Las diferencias entre Lenin y Trotsky en el tema de Brest-Litovsk eran menos profundas que las que le separaban de los seguidores de Bujarin. La fuerte personalidad de Trotsky y su dramático papel en la historia de Brest-Litovsk en la práctica le dieron una importancia y prominencia mayores a los ojos tanto de sus contemporáneos como para la posteridad. Pero la imagen popular de Trotsky (el partidario de la revolución mundial) enfrentado a Lenin (el campeón de la seguridad nacional o del socialismo en un país), está tan deformada que es completamente falsa" (La revolución bolchevique, vol. 3, p. 54. El subrayado es nuestro).
Según la versión "altamente selectiva y resumida" de Monty Johnstone, toda la historia del bolchevismo y del poder soviético (con unas pocas excepciones, como el "episodio" de la Revolución de Octubre, al que Johnstone le dedica un párrafo), consistió en ¡las luchas entre Lenin y Trotsky! Este es el admirable trabajo "equilibrado" y "objetivo" que el compañero Johnstone nos prometía en su introducción.
Resulta oportuno destacar el carácter unilateral de la "objetividad" de Johnstone al citar otros dos incidentes relacionados con las relaciones de la república soviética con el mundo capitalista y las posturas de Lenin y Trotsky. Inmediatamente después de la controversia de Brest-Litovsk, Trotsky discrepaba con un sector importante de la dirección sobre la posibilidad de aceptar ayuda de Gran Bretaña y Francia. Trotsky votó a favor de aceptar la ayuda de estos países; Bujarin y los "izquierdistas", junto con Sverdlov, se opusieron. Lenin no estaba presente en la reunión, pero en las actas figura una nota suya solicitando que se añada su voto "a favor de recibir patatas y municiones de los bandidos imperialistas anglo-franceses".
Dos años después de Brest-Litovsk, en la dirección se reprodujo una división similar sobre la guerra con Polonia. Trotsky se oponía a llevar la guerra a territorio polaco una vez que el ataque de Pilsudski hubiese sido rechazado tanto en el terreno militar como en el político. Lenin estaba a favor de la ofensiva porque una guerra revolucionaria animaría a los trabajadores de Varsovia y otras ciudades a alzarse contra Pilsudski y llevar adelante la revolución. El Ejército Rojo, después de un avance brillante, fue derrotado a las puertas de Varsovia, viéndose obligado a retirarse a Curzon, detrás de las posiciones que ocupaba al inicio de las hostilidades. En el tratado firmado posteriormente, los bolcheviques tuvieron que cederle a Polonia gran parte de Bielorrusia, separando así Alemania y Lituania de la república soviética.
¿Es que en 1920 Lenin estaba henchido de "fraseología revolucionaria"? ¿Fue culpable de inculcar "cuentos de hadas" e "ilusiones vanas" sobre la revolución mundial? Sólo un filisteo se atrevería a decir tal cosa. Lenin era un revolucionario y un internacionalista. Sus actuaciones siempre estaban dictadas ante todo por los intereses de la revolución proletaria mundial.
Lenin no era partidario de la paz en Brest-Litovsk porque representara un respiro, sino para reconstruir las maltrechas fuerzas armadas rusas, para crear un Ejército Rojo para la defensa o el ataque, un instrumento destinado a ayudar a la revolución en Occidente: al tiempo que era partidario de firmar la paz, Lenin añadía que era "indispensable preparar una guerra revolucionaria".
La postura de Lenin en Brest-Litovsk es un antídoto contra el veneno del pacifismo, la "coexistencia pacífica" y el socialpatriotismo difundido por los estalinistas.
"En la paz de Brest-Litovsk tuvimos que luchar contra el patriotismo. Decíamos: si eres un socialista, debes sacrificar tus sentimientos patrióticos en nombre de la revolución internacional, que tiene que llegar, todavía no lo ha hecho, pero en la que debes creer si eres un internacionalista" (Works, vol. 28, noviembre-diciembre 1918).
Lenin fue el mayor realista político. Sus actuaciones siempre se basaron en el examen meticuloso de todos los aspectos que determinaban la correlación mundial de fuerzas de clase. Pero ninguna revolución tiene garantizado el éxito. Creer lo contrario es unirse a las filas de aquellos filisteos "objetivos" que se caracterizan por su talento para llevar siempre la razón —claro está, después de que ocurran los acontecimientos —. Los motivos de Lenin para apoyar la firma de la paz de Brest-Litovsk no tuvieron nada que ver con los que presentan Johnstone y los dirigentes del CPGB, que no quieren arrojar luz sobre ellos, sino utilizarlos como tapadera de su propia pusilanimidad y su política antileninista.
Trotsky y Brest-Litovsk
Tomado del libro "Lenin y Trotsky: qué defendieron realmente" de Ted Grant y Alan Woods.