Después de que se hablara de la llamada crisis crediticia y a continuación surgieran comentarios optimistas sobre los «brotes verdes» en la economía, los acontecimientos en Grecia pillaron a los comentaristas burgueses desprevenidos. Ahora la economía mundial se ha sumido en el caos y la incertidumbre una vez más, al tiempo que los gobiernos de Europa intentan contener la caída de la práctica bancarrota de Grecia, con los trabajadores teniendo que pagar la factura.
«Para las masas trabajadoras de Europa se está volviendo cada vez más claro que la burguesía es incapaz de resolver los problemas básicos de restaurar la vida económica de Europa.» (Trotsky, Sobre los Estados Unidos de Europa, 1923.)
Los mercados bursátiles del mundo están en crisis. Las caídas en las bolsas de valores son una advertencia de que la recuperación económica está en peligro. La extrema volatilidad del mercado durante los últimos quince días refleja una falta fundamental de confianza. Todas las luces están destellando en rojo.
La causa inmediata del pánico es la crisis del euro. Esto es irónico. No hace mucho tiempo estaban hablando del euro rivalizando con el dólar americano como moneda de reserva mundial. Ahora las convulsiones del euro están haciendo caer a los mercados bursátiles internacionales y aumentando los temores de que el mundo esté a punto de volver a caer en depresión.
La que alguna vez fue la próspera zona del euro ahora está al borde de una crisis terminal. Los mercados creen que los países más débiles de la zona del euro no serán capaces de tomar las medidas necesarias para reducir su déficit. Los temores sobre los problemas de la deuda griega se han extendido rápidamente hacia Portugal y España. La burguesía europea sólo mediante la inyección de enormes cantidades de un fondo de emergencia podría apuntalar el edificio tambaleante.
La crisis financiera mundial de 2008 estaba relacionada con las hipotecas subprime, pero ahora la crisis está relacionada con lo que podríamos llamar la deuda pública subprime. En el pasado se consideraba que los bonos de Estado de los países europeos no corrían prácticamente ningún riesgo. Pero ahora la posibilidad de bancarrota de los Estados en una de las principales regiones económicas del mundo se ha convertido en una seria amenaza. The Economist lo expresó así: “El 2008 será recordado como el año en que los bancos quebraron; 2010 será recordado como el año en que los gobiernos quebraron”.
Los problemas de Europa pueden llevar a una crisis general del capitalismo mundial. El lunes 24 de mayo, el Washington Post publicó un titular muy interesante: «Un movimiento en falso en Europa podría desatar una reacción en cadena global». Eso resume adecuadamente la situación. La situación es tan frágil que cualquier pequeño incidente –una proyección del presupuesto equivocada del gobierno español, la imposibilidad de Grecia de alcanzar el objetivo de reducción del déficit, una caída de la producción económica de Irlanda– podría desatar una reacción en cadena que podría llevar a una depresión mundial.
La conclusión del artículo es sorprendente: «el futuro de la recuperación económica de EE.UU. [está] en manos de los políticos en una variedad de capitales europeas». Esto es muy revelador. Muestra la naturaleza extremadamente frágil e inestable de la recuperación económica, que encuentra su reflejo en el profundo nerviosismo de los mercados mundiales. Casi cualquier cosa puede causar un repentino colapso de la «confianza». Los mercados de crédito en todo el mundo podrían sufrir una paralización, arrojando a la economía mundial de vuelta a la recesión. La crisis del euro es sólo la punta de un iceberg muy grande y, como con un verdadero iceberg, la parte que se ve es suficientemente aterradora, pero la oculta es la parte realmente mortal.
De una forma distorsionada, el nerviosismo de los mercados es un reflejo de la creciente conciencia de la burguesía de que la crisis económica llevará a una fuerte recuperación de la lucha de clases por todas partes. La pregunta, en pocas palabras, es: ¿Serán los gobiernos capaces de obligar a los trabajadores a aceptar enormes recortes en los presupuestos del sector público en aras de salvar el capitalismo? El espectáculo de los trabajadores en las calles de Grecia, Portugal y España ya ha dado una respuesta que no querían oír.
La crisis en Grecia es sólo el accidente a través del cual se revela la necesidad. Con Grecia, la cadena del capitalismo europeo se ha roto en su eslabón más débil. Pero hay varios eslabones más muy débiles. Incluso si encuentran una solución temporal a los problemas de Grecia, existe el temor de que el contagio se extienda a Portugal, España, Irlanda e Italia. Y Gran Bretaña, aunque no es parte de la Zona Euro, no andará muy a la zaga.
Efectos de la globalización
En el fondo, la crisis es una manifestación del hecho de que las fuerzas productivas a escala mundial están entrando en contradicción con los estrechos límites de la propiedad privada y el Estado nacional. Como el Aprendiz de Brujo, la burguesía ha conjurado fuerzas que no puede controlar.
En cierto sentido, la burguesía es víctima de su éxito. Los capitalistas trataron de superar las limitaciones del Estado nacional mediante la explotación cada vez mayor del mercado mundial. Después del colapso de la URSS, 2.000 millones de personas accedieron al mercado capitalista mundial. La entrada de China, Rusia, Europa del
Este, y la mayor participación de la India, les proporcionó extensas fuentes de mercados, inversiones y materias primas.
Sin embargo, dialécticamente, todo se está convirtiendo en su contrario. El proceso ha llegado a su límite. La globalización ahora se manifiesta como una crisis global del capitalismo. Los factores que antes sirvieron para empujar la economía mundial, ahora están combinándose para empujarla en una espiral negativa. Vimos algo similar en 1997-98, cuando la crisis financiera de Asia Oriental se extendió rápidamente a través de Tailandia, Indonesia, Corea del Sur y otras naciones. Ahora Europa se enfrenta a la misma perspectiva.
Se puede argumentar que España, Grecia, Portugal e Irlanda representan tan sólo el cuatro por ciento de la actividad económica mundial. Pero una vez que las fichas del dominó comiencen a caer, el efecto podría pasar rápidamente desde Grecia a Portugal y España, luego a Irlanda e Italia, y luego a Gran Bretaña. La confianza en el euro se desplomaría, causando caos en los mercados de dinero mundiales que terminaría en una nueva crisis en Wall Street. En palabras del economista Eswar Prasad, de la Universidad de Cornell: «La crisis de la deuda y su efecto expansivo son malas noticias para todos los rincones del mundo».
El Washington Post continúa: «Dentro de la zona euro, los bancos están íntimamente ligados, con una red de inversiones y activos en bonos de varios países que podrían ser un vector principal para «contagio» financiero, con una bancarrota en un país debilitando a los bancos en otras partes».
Europa en crisis
La crisis está empujando a Europa y a sus Estados nacionales, hacia un terreno desconocido y peligroso. Había un temor creciente acerca del riesgo de los bancos hacia los gobiernos europeos y los prestatarios privados. Si no se hubiera hecho nada, los gobiernos europeos se hubieran enfrentado al mismo destino que sufrió Lehman Brothers. Grecia podría estar en un camino inexorable hacia la bancarrota.
A 7 de mayo, los intereses de los bonos de Estado de los países más débiles de la zona euro aumentaron considerablemente, cuando los mercados mostraron sus músculos. Existe una amenaza real de que la financiación externa para esos países cese completamente. El nerviosismo de los mercados de bonos indica que los inversores están más que dispuestos a ver Estados nacionales hundirse en su totalidad. Son firmes creyentes en el viejo proverbio chino: «¿Qué haces cuando ves caer a un hombre? – ¡Dale un empujón!»
Es cierto que todos los países de la zona euro tienen un interés en evitar una bancarrota. Si Grecia se hunde, la atención de los mercados inmediatamente se pondrá sobre Portugal, España, Irlanda e Italia. La confianza en el euro caería. Sin embargo, a la burguesía alemana no le gusta la idea de pagar las deudas de países «despilfarradores».
El 2 de mayo, los gobiernos de la zona euro y el FMI establecieron las condiciones de un plan de rescate de € 110.000 millones ($ 145.000 millones de dólares) para Grecia. Eso era mucho más que lo que se había prometido anteriormente, pero no fue suficiente para calmar los nervios de los inversores. El 4 de mayo los mercados de valores en Europa y América se desplomaron y cayeron de nuevo al día siguiente. Los bonos griegos siguieron vendiéndose a nivel de bonos basura.
Atrapada entre la espada y la pared, la burguesía europea no sabía qué hacer. Los políticos han sido acusados de hacer demasiado poco, demasiado tarde. Pero en realidad, hicieran lo que hicieran estaba mal. Al final, Alemania y la Unión Europea se vieron obligadas a actuar para salvar la zona euro. En las primeras horas del 10 de mayo los ministros de finanzas, reunidos en Bruselas, acordaron un plan de emergencia para apuntalar la zona euro. El elemento principal es un «fondo de estabilización» por valor de hasta € 500.000 millones ($ 635.000 millones). De esta cantidad, € 60.000 millones van a ser financiados con la venta de bonos de Estado de la UE.
El fondo se va a complementar con hasta € 250.000 millones más del FMI. Además, el Banco Central Europeo (BCE) dijo que compraría bonos de Estado para restaurar la calma a los mercados «disfuncionales». Ofrecerá a los bancos préstamos ilimitados a una tasa de interés fija. Una vez más, los gobiernos están entregando miles de millones a los bancos para evitar un colapso. Pero en primer lugar, no hay ninguna garantía de que no habrá tal colapso y, en el segundo, ¿quién pagará la factura de estas enormes sumas de dinero?
La reacción inicial de los mercados financieros fue, naturalmente, eufórica. ¿Cómo podría ser que los tiburones no estuviesen eufóricos ante la perspectiva de apropiarse avariciosamente miles de millones más del dinero de los contribuyentes? El 10 de mayo el mercado de valores de Alemania cerró con una subida de más del 5%. El índice principal de la bolsa edeFrancia subió en casi un 10%: los grandes bancos franceses están muy expuestos a Grecia, por lo que también se beneficiarían con creces.
Sin embargo, esta euforia pronto dio paso a una visión más sombría. El mercado sabe que todo ha sido improvisado a toda prisa, y no hay ninguna garantía de que funcione durante mucho tiempo. El paquete, a pesar de su escala impresionante, sólo sirve para dar algo de tiempo a Grecia y otros gobiernos vulnerables para que reduzcan sus déficits presupuestarios y mejoren su competitividad de las exportaciones perdidas. Si eso no se hace, habrá una crisis aún peor en la zona euro en unos pocos meses.
Conflictos nacionales
El aspecto de unidad europea en realidad era una ilusión. Detrás de la fachada de unidad y solidaridad, todos los Estados nacionales guardaban celosamente el control de sus intereses nacionales y sus sistemas bancarios nacionales. Estas divisiones han sido cruelmente expuestas por la crisis actual.
El espíritu mezquino que está detrás de toda la palabrería de un «rescate internacional» se muestra por las largas demoras en la aprobación del plan, que se retrasó aún más por falta de acuerdo sobre los detalles como el tipo de interés a cobrar por el acceso a los fondos. E inmediatamente después de que se firmara el acuerdo, comenzaron los conflictos entre los gobiernos nacionales.
Alemania insiste en que el dinero sea recaudado y controlado por los gobiernos, no por los burócratas en Bruselas. Los alemanes no quieren entregar grandes cantidades de dinero sin una estrecha vigilancia. En otras palabras, el dinero se le dará a Grecia con la más estricta supervisión y control. Gran Bretaña dijo que no firmaría nada.
Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, fue acusado de «ceder ante la presión política para ayudar a los gobiernos derrochadores». Axel Weber, el jefe del Bundesbank, el banco central de Alemania, que puede que suceda al Sr. Trichet cuando renuncie el próximo año, criticó abiertamente la conducta del BCE en las páginas de Börsen-Zeitung, un periódico financiero alemán. En su defensa, el señor Trichet afirma que el banco central fue «ferozmente y totalmente independiente», una declaración que no mucha gente cree en estos días.
Un discurso pronunciado por Merkel durante una sesión ruidosa del parlamento federal alemán empeoró las cosas. Dijo que «la crisis que enfrenta actualmente el euro es la prueba más grande a la que Europa se ha enfrentado en las últimas décadas», y «si el euro no funciona, entonces Europa tampoco». Los ya muy nerviosos mercados se hundieron de nuevo.
Alemania tomó la decisión unilateral de prohibir las ventas en corto de la deuda pública de la UE y los bancos. La medida fue tomada debido a la creciente desesperación de la canciller alemana, antes de la votación del viernes pasado sobre el rescate del euro. Los diputados de la oposición, y cada vez más los miembros de su propia coalición, están cada vez más enojados. Merkel tenía que hacer algo para demostrar que Alemania no estaba simplemente escribiendo un cheque multimillonario de euros provenientes de los contribuyentes para rescatar a Grecia y a otros. Intentaba demostrar que Alemania estaba adoptando medidas para defenderse.
Esto no era más que un intento leve de controlar la especulación. No tiene ninguna posibilidad de éxito. Pero los mercados quieren total libertad para ejercer su actividad depredadora. La medida eliminó miles de millones de euros del valor de las acciones e hizo caer a la moneda única a su punto más bajo de los últimos cuatro años. Enfureció a los socios europeos de Alemania, que no habían sido consultados. Hubo recriminaciones públicas sin precedentes de Christine Lagarde, la ministra de Finanzas de Francia. Hubo, naturalmente, fuertes protestas desde Londres (tanto de los laboristas, como de los conservadores), reflejando el carácter completamente parasitario de la dependencia del capitalismo británico en el capital financiero.
La hipocresía de los capitalistas alemanes
La enfermedad subyacente del capitalismo europeo se refleja en los movimientos febriles de las bolsas de valores. El mundo financiero está siendo sacudido por los rumores del posible colapso de la zona euro. Todos los desmentidos oficiales no han ayudado a calmar el nerviosismo de los mercados. En este estado de ánimo de pánico, la burguesía trata de encontrar a alguien a quien culpar. Los alemanes culpan a los griegos, los griegos culpan a los especuladores, los franceses culpan a los alemanes…
Cada vez más, el dedo señala a Berlín. Alemania, que fue el motor del crecimiento para toda la UE, su banquero y líder de facto, es ahora el blanco de toda la rabia y frustración reprimidas de sus socios. ¿Por qué los alemanes son tan roñosos? ¿Por qué Merkel no hizo más para ayudar a Grecia antes? En una reciente reunión de los líderes europeos, se dice que el presidente Sarkozy amenazó con salir de la zona euro si Berlín no ayudaba a Grecia.
Las críticas de sus vecinos no caen bien en Berlín. La prensa prostituida en Alemania y otros países está tratando de describir la situación como «Europa ayuda a los perezosos trabajadores griegos». Eso es una mentira. Esta crisis no fue provocada por los trabajadores de Grecia o de cualquier otro país. Fue creada por las voraces e imprudentes acciones de los banqueros y los capitalistas de Grecia y del resto de Europa. Y el actual «plan de rescate» es un plan para rescatar, no a los trabajadores griegos, sino a los banqueros de Alemania, Francia y otros países que poseen la mayor parte de las deudas del capitalismo griego.
Las manifestaciones públicas de indignación moral en Alemania hieden a hipocresía. El capitalismo alemán se benefició más que cualquier otro de la introducción del euro. Los capitalistas alemanes disfrutaron de una posición privilegiada en los años de auge. Sus exportaciones invadieron todos los mercados, aprovechando el hecho de que las economías más débiles, como Grecia, España y Portugal, ya no podían devaluar la moneda para proteger su mercado nacional. Los bancos alemanes estaban felices de obtener beneficios de los préstamos a Grecia, España y Europa del Este. Hicieron un montón de dinero entonces, pero ahora no están dispuestos a aceptar las pérdidas.
El dilema de Alemania
El problema es que, al final, alguien tiene que pagar las facturas. Merkel logró introducir el mecanismo de rescate financiero a toda la zona euro el 21 de mayo. Pero la oposición entre los votantes alemanes está creciendo y se está expandiendo a los socios de la coalición de Merkel y sus aliados políticos. «Una vez más, somos los tontos de Europa», fue como Bild, el influyente diario alemán, saludó la noticia del plan de rescate del euro. En las últimas encuestas, el 47 por ciento de los alemanes está a favor de volver al marco alemán. El 9 de mayo, en una elección crucial a nivel estatal, la coalición gobernante de Merkel fue fuertemente derrotada. Este es un signo de la creciente insatisfacción con su Unión Demócrata Cristiana y su aliado de coalición, el Partido Democrático Liberal.
Los miembros más débiles del club de hombres ricos, conocido como el «Club Med», tienen actualmente una montaña € 3 billones de deuda y su capacidad para pagarla está en duda. Los «mercados» están nerviosos acerca de esto. Es decir, los banqueros están nerviosos, porque temen que no obtengan su libra de carne. Eso significa, en primer lugar, los banqueros alemanes. El riesgo de los bancos alemanes con la deuda del Club Med podría ser hasta de 500.000 millones de euros. Así, a pesar de todas las rabietas y resoplidos en Berlín, lo que se discute aquí no es la ayuda a Grecia, sino la ayuda a los banqueros alemanes y a sus cómplices europeos.
Desde el punto de vista del capitalismo alemán se trataba de un caso de «maldito si lo haces, y maldito si no lo haces.» Si proveían a Grecia (y a otras economías débiles de la zona del euro) con el dinero, tendrían problemas en casa, y de todos modos no hay garantía de que tendrá éxito. Si se negaban, la quiebra griega tendría un efecto dominó en toda Europa y a escala mundial, que arrastraría a Alemania con todos los demás. Por lo tanto, Merkel se vio obligada a tragar saliva y aprobar un gigantesco rescate.
En algún momento, Alemania podría llegar a la conclusión de que los rescates significan simplemente tirar dinero a un pozo sin fondo. En ese momento, Alemania podría decidir reducir sus pérdidas. Alemania podría decidir que el BCE debería ignorar sus reglas y comprar la deuda de los gobiernos débiles de la zona euro por el simple procedimiento de impresión de dinero («expansión monetaria» o “quantitative easing”). La zona del euro, Alemania incluida, estaría pagando por ello con el debilitamiento del euro y una mayor inflación.
Los alemanes se quejan mucho, pero pasan por alto el hecho de que la zona del euro proveyó a Alemania con considerables beneficios económicos. Desde que se adoptó el euro, los costos laborales unitarios en el Club Med han aumentado en relación a los de Alemania en aproximadamente un 25 por ciento, mejorando aún más la ventaja competitiva de Alemania. Sus vecinos no pueden socavar las exportaciones alemanas con una depreciación de la moneda, y las exportaciones alemanas se han beneficiado. El resultado ha sido un masivo superávit por cuenta corriente de € 110.000 millones (2007) para Alemania hacia el resto de la zona del euro. Eso significa que Alemania exporta € 110.000 millones más para la zona del euro de lo que importa, que es pagado por los préstamos masivos de los bancos alemanes.
Para los capitalistas alemanes se trataba de un gran beneficio a corto plazo, pero a largo plazo es completamente insostenible.
Con el fin de reavivar el marco alemán, Alemania tendría que reintegrar el Bundesbank, retirar sus reservas del BCE, imprimir su propia moneda y volver a denominar los activos y pasivos del país en marcos alemanes. Esto sería difícil, pero no imposible. Los otros miembros de la zona euro se enfrentarían a dificultades mucho mayores si quisieran volver a sus antiguas monedas.
Sin embargo, dado que los bancos alemanes poseen gran parte de la deuda emitida por el Club Med, las pérdidas causadas a Alemania por una ruptura con la zona euro serían mucho mayor que permanecer dentro de la zona euro y apoyarla financieramente, al menos por el momento.
Grecia – el enfermo de Europa
Grecia se unió al Euro en 2001. En aquel momento, el capitalismo alemán sacaba pecho tras su reunificación. El traslado de su centro político a Berlín, en el corazón de Europa, simbolizaba su ambición ilimitada por convertirse en el amo y señor de Europa. Bajo estas condiciones, el Amo Imperial accedió gentilmente a la adhesión de Grecia como un paso adelante en la consolidación de su dominación en los Balcanes, que dio comienzo con las intrigas inspiradas por Alemania para romper Yugoslavia.
Sin embargo, el capitalismo griego es el eslabón más débil del capitalismo europeo. La burguesía griega –una de las más corruptas y reaccionarias de Europa– creyó que estaba siendo muy inteligente uniéndose al club europeo de los ricos. Como la rana en la fábula de Esopo, se hinchó hasta alcanzar un tamaño desmesurado y después reventó.
Incluso en 2001, la debilidad real del capitalismo griego tenía que haber sido evidente hasta para un ciego. Se expresó gráficamente en un enorme déficit por cuenta corriente, el presupuesto y la deuda pública. Mientras existiera el boom, Karamanlis podía mantenerse confortablemente en el poder durante cuatro años y medio. Ganó con facilidad dos elecciones. La economía griega parecía estar sana, con un crecimiento medio del 4% hasta 2007.
Los turistas llegaban a borbotones y la construcción estaba en auge como resultado de los Juegos Olímpicos de 2004. Los propietarios de barcos hacían beneficios record del boom de las exportaciones chinas y los oligarcas rusos compraban tierras a altos precios en las islas del Egeo. Había subsidios de la Unión Europea. Por último, pero no menos importante, al adhesión a Europa parecía una garantía de prosperidad futura.
Pero la crisis económica mundial ha expuesto cruelmente las debilidades subyacentes del capitalismo griego. Como resultado directo de la adopción del euro, la economía griega ha perdido competitividad. Muchos griegos están desempleados. Esto afecta especialmente a la juventud, con un agudo aumento del desempleo juvenil y una reducción de las plazas en la educación. El desempleo de los jóvenes titulados en Grecia es del 21%, comparado con el 8% de la media de la población.
El creciente ambiente de descontento que bullía bajo la superficie se hizo evidente con las violentas protestas tras la muerte de Alexandros Grigoropoulos, un estudiante de 15 años que fue asesinado por un policía en diciembre de 2008. El asesinato desencadenó cinco noches de disturbios. Las protestas rápidamente se extendieron por las principales calles de Atenas y, después, por todo el país. Hubo choques violentos con la policía y la Plaza Syntagma estaba ahogada en gas lacrimógeno. Grupos de jóvenes quemaron coches, rompieron escaparates decorados para la Navidad y tiraron cócteles molotov.
Estas manifestaciones se dieron a una escala sin precedentes, y asemejaron un alzamiento de la juventud. Los manifestantes atacaron las comisarías de policía en una docena de ciudades, provocando daños estimados en más de 100 millones de euros ($130 millones de dólares americanos). Cientos de estudiantes de secundaria se enfrentaron a la policía tras el funeral del joven. Otros tiraron piedras a la policía que vigilaba el Parlamento gritando ¡“que arda el parlamento”! Esto ya fue una advertencia para la clase dominante. Mostraba la rabia acumulada de la juventud griega, que era tan sólo una expresión extrema del descontento general de la sociedad griega.
A lo largo de la historia, cada revolución ha estado precedida por un movimiento de la juventud –particular la juventud estudiantil–, que es un barómetro sensible que refleja la acumulación de contradicciones y tensiones en la sociedad. Ese fue el caso de Rusia en 1901 y de España en 1930. En ambos casos, las manifestaciones de los estudiantes fueron un aviso de las revoluciones de 1905 y 1931.
Las protestas provocaron la parálisis de las autoridades. El gobierno de derechas de Costas Karamanlis, aterrorizado por la posibilidad de provocar un movimiento aún mayor, fue incapaz de imponer el toque de queda o arrestos masivos. La memoria de la dictadura militar de los años setenta estaba demasiado reciente en el recuerdo de la gente. Los intentos de llegar a un consenso entre los líderes políticos acerca de cómo acallar el malestar se rompieron rápidamente. El 10 de diciembre hubo una huelga de 24 horas de los sindicatos del sector público, a pesar del llamamiento de Karamanlis para que se cancelase.
Estos hechos provocaron la alarma entre los estrategas internacionales del capital. El 11 de diciembre, The Economist comentaba:
“Hay algo extraño y aterrador en la visión de un país europeo modestamente próspero –de quien la mayoría hubiera dicho que había superado su turbulenta historia de golpes de Estado y conflictos civiles– que de repente es sumido en un levantamiento urbano que las autoridades no pueden controlar”.
Los sucesos de diciembre de 2008 llevaron inexorablemente a la caída del gobierno de Karamanlis. Yorgos Papandreu, el líder del Pasok, llamó a las elecciones. “En la práctica no hay gobierno… reclamamos el poder”, dijo. El Pasok ganó en popularidad mientras que el apoyo a la Nueva Democracia (ND) se disolvió en un entramado de escándalos financieros.
El gobierno del Pasok
Las elecciones generales del 4 de octubre de 2009 dieron como resultado la victoria del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok), que sorprendió tanto a observadores políticos, como a los líderes del Pasok. Esto era un claro reflejo del creciente descontento popular. El 43,9% de los votantes respaldaron al partido, otorgándole 160 de los 300 escaños del Parlamento. El partido Nueva Democracia del centro derecha quedó hecho añicos. Logró tan sólo el 33,5% y 91 escaños, el peor resultado posible anunciado en los sondeos.
Esta fue la mayor victoria del Pasok desde que llegó al poder en 1981. Esto va en contra de la tendencia general europea en las recientes elecciones, en las que los partidos socialdemócratas han sido derrotados. Era un claro voto por el cambio. El Partido Comunista (KKE) consiguió el 7,5% y 21 escaños, mientras que Syriza, una coalición de izquierdas que surgió de una escisión del PC, logró el 4,6% y 13 escaños. Laos, un partido de extrema derecha, aumentó su porcentaje de votos hasta alcanzar el 5,6% y logró 15 escaños a costa de ND.
Al contrario que su padre, Andreas Papandreu, y como Blair en Gran Bretaña, Yorgos Papandreu ha empujado el partido hacia la derecha. Criado en Suecia y educado en los EEUU, tiene relaciones amistosas con Obama. Inicialmente prometió un estimulo de hasta 3.000 millones de euros (4.400 millones de dólares) para acelerar la recuperación económica, aumentos salariales por encima de la inflación y beneficios adicionales para los trabajadores del sector público. También prometió un aumento real de los salarios y pensiones para animar a los griegos a consumir de nuevo. Habló de exportar energía renovable de las soleadas laderas y de los vientos de las islas egeas, de persuadir a los productores de software griego en el extranjero para que establecieran sus empresas en Grecia, etc.
Pero estos sueños reformistas se evaporaron inmediatamente como una gota de agua en una sartén caliente. Entraron en conflicto con la dura realidad de la crisis económica, colapsando los ingresos tributarios y disparando el déficit presupuestario. El gobierno de Karamanlis admitió que Grecia había manipulado sus cifras para cumplir con los requisitos para el euro en 2001. Papandreu admitió que el déficit presupuestario de este año no era de 6,7%, sino del 12,7%.
Es cierto que los capitalistas griegos, con la mentalidad de un pequeño regateador en el mercado que desea vender pescado podrido poniendo los frescos encima, trataron de esquivar el problema simplemente falsificando las estadísticas para encubrir los hechos: una práctica que, dicho sea de paso, también emplean otros. Pero tarde o temprano los hechos se vuelven públicos. La fuente del problema, sin embargo, no está en Atenas y su contabilidad engañosa.
El problema está en el propio mecanismo de la “economía libre de mercado”, que opera con la misma racionalidad que una manada de antílopes en la sabana. Mientras el mercado iba hacia arriba, no prestaban gran atención a las sutilezas de la solvencia económica y financiera. Pero una vez el mercado cae, entra el pánico y comienza la estampida. Ahora que la estampida ha comenzado, nada puede pararla. Los especuladores corren de un mercado a otro en la búsqueda de salvación. En el proceso, pisotean los cultivos, demuelen las casas y matan a cualquiera que se interponga en su camino.
Los mercados deciden
Había un viejo dicho: el hombre propone y Dios dispone. Hoy en día sería más correcto decir: el hombre propone pero el mercado dispone. Con un déficit presupuestario de casi el 13% y una deuda pública del 125% del PIB, los inversores internacionales no se impresionaron con las promesas de Papandreu y le enviaron un pequeño mensaje para transmitirle su opinión. El diferencial entre los bonos de Estado griegos y los bunds alemanes empezaron a ampliarse y han seguido ampliándose desde entonces. Esto es el equivalente financiero de agarrar los genitales de un hombre y ejercer una suave presión.
Papandreu quiere paz social con austeridad fiscal. Pero ambas cosas son incompatibles. Papandreu quiere evitar la confrontación directa con los sindicatos, pero sólo tiene dos alternativas: o defiende los intereses de los trabajadores, o los intereses de los capitalistas. Y ya ha hecho una elección. Papandreu está obligado a recortar las condiciones de vida para poder aplacar al todopoderoso Mercado, de la misma manera que Agamenón estaba obligado a sacrificar a su hermana Ifigenia para aplacar a los dioses del Olimpo. Sin embargo, Agamenón acabó bastante mal como resultado de sus actos, y su sucesor tampoco acabará mucho mejor por los suyos.
El primer ministro griego está intentando esconderse tras el FMI y los anónimos “especuladores internacionales” que han puesto a Grecia de rodillas. Pero para los millones de trabajadores griegos que se enfrentan a recortes salvajes en sus condiciones de vida, estos argumentos no son una excusa para las medidas de los dirigentes del Pasok. Los trabajadores griegos odian a los especuladores, el FMI y los líderes de la burguesía europea. Pero no pueden perdonar a un gobierno que, mientras que se autodenomina socialista, se ha dejado torcer el brazo fácilmente a favor del FMI y Bruselas.
Inmediatamente, Papandreu se encontró molido entre dos piedras de molino. Las promesas del primer ministro acerca de la austeridad fiscal no han convencido a los mercados. Por cada paso atrás que dan los líderes reformistas, los burgueses exigirán diez más. The Economist resaltaba: “Para el estándar griego, el señor Papandreu ha sido valiente, pero debería serlo todavía más. Irlanda marcó el ritmo el 9 de diciembre publicando un presupuesto que recortaba drásticamente los salarios del sector público”. Y añadía: “Lamentablemente, los tiempos duros exigen medidas duras”. He aquí la voz verdadera de la burguesía: semblante severo, corazón de hielo y totalmente impasible ante el sufrimiento humano. ¡Todo debe ser sacrificado en el altar del Capital!
Las medidas de austeridad aprobadas por el gobierno de Atenas eran demasiado pequeñas para la burguesía, pero demasiado grandes para los trabajadores. Los trabajadores griegos, siguiendo sus maravillosas tradiciones revolucionarias, reaccionaron inmediatamente con manifestaciones masivas en las calles. Sintiéndose traicionados por el gobierno que esperaban defendiera sus empleos y condiciones de vida, los trabajadores tomaron las calles. Durante meses, Atenas y otras ciudades han sido sacudidas por las manifestaciones masivas de protesta. Un comentarista burgués en Gran Bretaña describía la situación en los siguientes términos:
“Los trabajadores griegos en contra de los banqueros europeos”. Eso lo refleja bastante bien.
Marx escribió que Francia era el país en el que la lucha de clases siempre llegaba hasta el final. Podemos decir lo mismo de Grecia. La memoria de la Guerra Civil y las amargas divisiones entre la izquierda y la derecha, y más tarde de la Junta y la revuelta de la Politécnica en 1974 están grabadas en la conciencia de las masas. Las divisiones entre clases constituyen una línea de falla que atraviesa la sociedad griega y que puede estallar en cualquier momento.
La cuestión es muy sencilla: la burguesía no puede permitirse mantener las concesiones que se vio obligada a hacer en el pasado. Pero la clase obrera tampoco puede tolerar más ataques a sus niveles de vida y condiciones. Los trabajadores de Europa no se quedarán de brazos cruzados mientras las conquistas de los últimos cincuenta años son destruidas sistemáticamente. Por tanto, los acontecimientos en Grecia muestran lo que ocurrirá en cada país de Europa con el desarrollo de la crisis.