Después del 12 de octubre, el movimiento contra el ataque a las jubilaciones ha alcanzado un umbral crítico. Las grandes jornadas de lucha ya no son el centro de gravedad, aunque son todavía masivas y cada vez más combativas, como lo demostró el 19 de octubre. Ahora, el eje central de la lucha se ha desplazado a las huelgas “reconductibles” (huelgas permanentes que se renuevan cada día con votaciones en asambleas generales) y el bloqueo con piquetes de diferentes sectores de la economía.
A nivel nacional, el movimiento ha tomado la forma de una proliferación de iniciativas: paros, piquetes de huelga, bloqueos, manifestaciones… En la mejor tradición del movimiento obrero francés, la huelga está creciendo a través de la iniciativa de los sindicatos de rama, los sindicatos locales, las asambleas generales inter-profesionales, etc., a pesar de la pasividad de los dirigentes sindicales nacionales, que no dan ningún «dirección» al movimiento. A esto tenemos que añadir el aumento de la participación de la juventud, ahora con la entrada en escena de los estudiantes universitarios, siguiendo el camino de los estudiantes de los liceos (secundarios y terciarios) que se han movilizado ya masivamente. El suelo bajo los pies del Gobierno de Sarkozy tiembla cada vez más con cada día que pasa.
En el país de los movimientos de Junio de 1936 y de Mayo de 1968, nadie puede decir dónde acabará este movimiento huelguístico. Ya se están añadiendo todo tipo de exigencias sobre los salarios, las condiciones de trabajo, y el empleo a la reivindicación general de la retirada de la reforma de Eric Woerth (Ministro de Trabajo). El movimiento se alimenta de la ira y la frustración que han ido acumulándose en la masa de la población en los últimos años. La autoridad del Gobierno está en caída libre y Eric Woerth es el hombre más desacreditado de Francia. Sin embargo, Sarkozy lo envía a hablar a programas de televisión para explicar que la reforma encarna el «interés general», dos palabras que resuenan extrañamente en la boca del Ministro de Trabajo y Corrupción.
Los hechos siguen contradiciendo las declaraciones del Gobierno. Woerth dice que el movimiento está «desacelerándose» cuando se está haciéndo más fuerte cada día. No hace mucho tiempo, [el Secretario de Estado del Transporte] Dominique Bussereau dijo que no habría ninguna escasez de combustible, cuando los automovilistas pueden presenciar por sí mismos todo lo contrario, que existe una escasez a gran escala. El Primer Ministro, Fillon, jura que el Gobierno no permitirá que se desarrollen los bloqueos y piquetes, pero éstos se multiplican en todo el país. Y así sucesivamente. El Gobierno está hundiéndose en una grotesca negación de la realidad. Su impotencia crece día a día. Además, esto socava su autoridad y aumenta la moral de los jóvenes y trabajadores en lucha.
Recientemente, el dirigente de la UMP (derecha), Xavier Bertrand convocó a la llamada «mayoría silenciosa» para que expresara su apoyo a la reforma de Woerth. Obviamente, esta llamada se perdió en el olvido. Alguien había olvidado informar al líder de la UMP que todos los sondeos de opinión durante varios meses han estado mostrando claramente que sólo una pequeña minoría de la población apoya el plan del gobierno. La gran mayoría se opone, al igual que se opone al gobierno como un todo y, especialmente, a Nicolas Sarkozy. La opinión pública está en contra a pesar de la fanfarria permanente de los medios de comunicación – que no es para nada «silenciosa» – que intenta convencernos, en vano, de que la reforma es «esencial», etc.
El servilismo de la industria de los medios de comunicación es evidente. Los noticieros oficiales destilan todas las mentiras del poder. Intentan desacreditar al movimiento con la difusión constante de imágenes con los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad las «bandas juveniles» (que están infiltradas por agentes provocadores). Permanecen en silencio ante el poderoso movimiento que crece, y que afecta a muchos sectores de la economía. Pero esto tiene sus límites. En lugar de desacreditar al movimiento, los principales medios de comunicación están desacreditándose ellos mismos.
El poder de la clase obrera
Gar de Lyon. Foto: PantchoaEste movimiento es la respuesta a todos aquellos escépticos que, durante los últimos 30 años, han teorizado sobre la «impotencia» y «atomización» de la clase trabajadora, e incluso sobre su «desaparición». En realidad, los trabajadores, potencialmente, tienen un poder absolutamente enorme. Constituyen la inmensa mayoría de la población activa. Nada funciona sin amable su permiso. La primera consecuencia de un gran movimiento huelguístico es precisamente que los trabajadores se hacen conscientes de su propia fuerza. «¡El país somos nosotros!», dijo recientemente un huelguista de una refinería ante de las cámaras de televisión. Esta verdad tiene implicaciones revolucionarias. ¡Una vez que los trabajadores entran en acción y toman conciencia de su fuerza colectiva, no resulta fácil detenerles!
En Francia y en toda Europa, la creciente integración e interdependencia de las diferentes ramas de la economía han fortalecido considerablemente el poder potencial de los trabajadores. Ya lo hemos visto ahora con la huelga en los puertos y las refinerías, cuyo impacto sobre la economía nacional en general es muy importante. Del mismo modo, una huelga general de los camioneros, los trabajadores ferroviarios y todos los trabajadores del transporte paralizaría completamente el país. Hay otra convocatoria para una huelga indefinida de un sector importante de los trabajadores; que pesa sobre la atmósfera, ya sombría, de la cúpula del Estado: la del sindicato del transporte de caudales. Ya en 2001, una potente huelga de este sector paralizó la circulación y el suministro de billetes.
El martes 19 de octubre, François Fillon anunció un «plan para el transporte de combustible,» que permitiría un «retorno a la normalidad» dentro de «cuatro o cinco días». Este anuncio fue hecho 48 horas después del anuncio ya olvidado de que no habría ninguna escasez. Sin embargo, el Primer Ministro no es muy generoso con las palabras al hablar de los detalles de este «plan». Eso es porque a menos que los miembros del gobierno vayan ellos mismos a las estaciones de servicio a hacerlas funcionar, tienen que depender de los trabajadores para hacerlo. Sin embargo, los trabajadores de este sector ¡no parecen muy bien dispuestos hacia el Gobierno! La aplicación de «requisas» de huelguistas – que incluyen amenazas de cinco años de prisión – es una escandalosa violación del derecho a la huelga. Su principal efecto es el de aumentar la ira y la determinación de los trabajadores movilizados. No habrá ningún «retorno a la normalidad» mientras la huelga en los puertos y los bloqueos con piquetes a los depósitos de combustible y refinerías sigan siendo sólidos.
El uso de la fuerza para desbloquear las escuelas, carreteras y depósitos de combustible es otro ataque flagrante contra nuestros derechos democráticos. Pero aquí el gobierno está jugando con fuego. La represión también podría radicalizar el movimiento. Por ejemplo, la muerte de un joven provocaría una reacción masiva de rabia. La semana pasada, el representante de la CGT de una refinería en huelga advirtió que si el gobierno reprime severamente a la juventud, «procederemos a una insurrección.»
Desarrollar una huelga indefinida
En numerosas ocasiones, La Riposte ha explicado que la determinación del gobierno para atacar nuestro sistema de jubilaciones no sería detenida simplemente con «jornadas de lucha», incluso si éstas son enormes. Ahora todo el mundo es consciente de ello. La obstinación de Sarkozy es perfectamente normal en términos de la clase cuyos intereses defiende. Frente a una grave crisis económica y una deuda pública récord (80% del PIB), la clase capitalista no tiene más remedio que atacar todos nuestros logros sociales. Hoy en día le toca el turno a las jubilaciones. Mañana le tocará al Seguro de Salud, a la educación pública, a la vivienda social, al seguro de desempleo y, otra vez más, a las jubilaciones, etc. Después de verter miles de millones de euros en las arcas de los bancos y de las multinacionales, el Estado quiere recuperar el dinero a expensas de la mayoría de la población. El capitalismo hoy en día significa ataques sociales permanentes.
En este contexto, sólo la generalización de un movimiento de huelga indefinida puede forzar a Sarkozy a retroceder. Es cierto que tal movimiento no puede improvisarse de cualquier manera y en cualquier momento. No deberíamos agitar a la ligera la consigna de una huelga general ilimitada. Sólo es necesaria en determinadas circunstancias: cuando es el único modo que puede hacer avanzar el movimiento y se corresponde con el estado de ánimo de la clase trabajadora. Hoy en día, todas estas condiciones están claramente presentes. Una huelga general sería la extensión directa y lógica de la presente multiplicación de huelgas que cada día paralizan el país un poco más. Están surgiendo llamamientos en esta dirección de muchas estructuras sindicales – no sólo de federaciones sindicales, sino también de asambleas generales inter-profesionales celebradas a nivel departamental, como en las Ardenas y Haute-Loire. Además, las encuestas de opinión muestran que frente a la obstinación del Gobierno, todas las fuerzas de la clase obrera y de la juventud están preparadas para un movimiento huelguístico amplio y prolongado.
El desarrollo de una huelga general indefinida debe estar acompañado de la centralización democrática y la coordinación del movimiento. Los diferentes sectores en huelga deben coordinarse a nivel local y nacional, sobre la base de delegados elegidos en asambleas generales y sometidos al derecho de revocación. Una coordinación nacional interprofesional de estos delegados podría centralizar la información, distribuirla, analizar el movimiento de un día para otro y tomar las iniciativas necesarias para fortalecer la huelga. La llamada «Intersyndical» nacional [alianza sindical], algunos de cuyos componentes ya hablan de terminar con el movimiento después de la votación del Senado, no puede desempeñar este papel.
El Gobierno dice que el Parlamento representa la «voluntad del pueblo», y como tal puede legítimamente votar sobre la reforma de Woerth. Pero, en realidad, la mayoría parlamentaria es la voz de un puñado de grandes capitalistas que merodean sobre el “mercado” de las jubilaciones como buitres. Enfrente se encuentra una abrumadora mayoría de los trabajadores y de la juventud que se oponen a la reforma. Esta contradicción entre el Parlamento y el movimiento sindical se resolverá por la lucha misma. Según un sondeo de BVA publicado hoy, 20 de octubre, un 59% de los encuestados son “favorables a que los sindicatos continúen con sus llamamientos a movimientos de huelga y a las manifestaciones después de la aprobación del texto de la reforma por el parlamento. Los dirigentes sindicales que dicen que la votación del Senado «cambiará la situación» pretenden cubrir su capitulación con un velo institucional. El movimiento está creciendo y propagándose. Debemos fortalecerlo y desarrollarlo, más allá de lo que piense la mayoría reaccionaria que controla el Parlamento.