La gran movilización popular que acompañó el velatorio y entierro de Néstor Kirchner mostró el ambiente real que respiran amplios sectores de la clase obrera y demás sectores populares de nuestro país.
Movilización de masas contra la derecha
Los trabajadores fueron el elemento social predominante en los tres días de marchas, concentraciones y desfiles populares en los alrededores de la Casa Rosada y en otros puntos del país; pero también se movilizaron muchísimos jóvenes. La conmoción inicial se transformó rápidamente en una manifestación política de masas contra la oposición de derecha y empresarial, que arrastró a cientos de miles de personas en todo el país. Claramente, el duelo popular vino acompañado de un instinto político de clase muy agudo.
Fue un aviso claro de oposición a cualquier intento de la derecha de desestabilizar al gobierno de Cristina y de avanzar contra las conquistas sociales y democráticas alcanzadas en los últimos años. Y esto no cayó del cielo, como un rayo en un día claro y despejado. Estaba implícito en toda la situación.
Es un hecho que Kirchner fue el primer ex-Presidente del país después de Perón que no abandonó su cargo repudiado por los trabajadores. Y murió, como lo reconocen hasta los medios más hostiles al kirchnerismo, siendo el político con mayor intención de voto para las elecciones presidenciales del 2011, por encima del 35%, seguido muy de cerca por Cristina.
Conviene recordar que el gobierno de Cristina fue sometido a un acoso extremo desde fines del año pasado hasta la fecha por la oposición política en el Parlamento y por los medios de comunicación patronales. Esto se dio en un momento donde el kirchnerismo impulsaba algunas leyes y medidas progresistas, como la extensión de la asignación por hijo a padres desocupados y a trabajadores “en negro”, la Ley de Medios, la Ley del Matrimonio Igualitario, cierta aceleración de los juicios a genocidas, etc. Esta ofensiva de la derecha prendió las alarmas en sectores amplios de la clase trabajadora, de la clase media y de la juventud. El resultado fue que, en muy poco tiempo, el gobierno de Cristina comenzó a escalar en las encuestas de opinión; mientras que la oposición de derecha; y, lamentablemente, también la de izquierda, comenzaban a caer en el descrédito ante cientos de miles de trabajadores y de jóvenes.
La gran atracción que ejerce hoy el kirchnerismo en los sectores populares, sea o no completamente merecida, se explica porque aparece como la única fuerza que combate y se opone al avance de la derecha, a los enemigos principales de la clase obrera y de los demás sectores explotados. Este hecho supone una condena implacable de la política profundamente equivocada que han desarrollado las direcciones del Movimiento Proyecto Sur y de los grupos menores de la izquierda, que identificaron al kirchnerismo – igual que hace la derecha – como el principal enemigo a batir. Si continúan con esta política profundizarán su declive y terminarán en un suicidio político.
Fue en este contexto que tuvo lugar el asesinato del joven militante de izquierda, Mariano Ferreyra, a manos de una patota sindical de la Unión Ferroviaria. Este crimen tuvo el efecto de una descarga eléctrica sobre la sociedad, y fue repudiado con la movilización de decenas de miles de personas en todo el país. El gobierno habló de una conspiración en su contra por parte del duhaldismo, y esta idea quedó flotando en el ambiente.
La muerte inesperada de Kirchner – una semana más tarde – se produjo, por lo tanto, en un momento agudo de polarización y conmoción políticas, y en una fase de ascenso del apoyo popular al kirchnerismo que, indudablemente, se ha visto reforzado en estos días.
Kirchner y el papel del individuo en la historia
Aparte de las declaraciones de rigor de políticos, periodistas y diplomáticos que alabaron la figura de Kirchner con todo tipo de elogios – algunas no exentas de hipocresía al provenir de sus enemigos políticos – muchos trabajadores y jóvenes comunes lo señalan como un personaje extraordinario “que sacó al país del infierno”.
En realidad, el kirchnerismo emergió de las ascuas ardientes del Argentinazo, la heroica rebelión popular del 19 y 20 de diciembre de 2001, que dejó 34 muertos y desató un proceso revolucionario que puso al país patas arriba en las semanas y meses inmediatos. El Argentinazo fue una expresión local del fermento revolucionario que vive América Latina desde el comienzo del siglo XXI.
Fue al calor de este magma social que Kirchner impulsó las medidas más audaces de su gobierno. Y es cierto también que el kirchnerismo tuvo la suerte de atravesar un ciclo económico muy favorable que reactivó la lucha salarial y permitió un aumento significativo del empleo. Además, el gran incremento de la recaudación impositiva impulsó el gasto social del Estado y diluyó los efectos más negativos de los pagos de la deuda externa.
No obstante, le reconocemos a Kirchner una gran audacia y valentía personal en aquellas políticas que lo llevaron a confrontar con la burguesía y el aparato del Estado; particularmente las referidas a los Derechos Humanos, con la anulación de las leyes de impunidad y la reapertura de los juicios a los represores y genocidas; y también en su disputa con el grupo Clarín.
La base de clase del kirchnerismo
Como hemos explicado muchas veces, el kirchnerismo es una variante del “peronismo de izquierda”. Defiende el sistema capitalista pero con “justicia social”, y trata de mediar entre los intereses de los empresarios y de los trabajadores. A diferencia del socialismo, el peronismo no defiende la lucha de clases, sino una supuesta colaboración entre las clases, que no existe ni existió jamás en parte alguna.
Por eso, durante su acción de gobierno el kirchnerismo ha sido la negación viva de sus propios postulados. Las medidas más progresistas a favor de los trabajadores y demás sectores populares explotados que impulsó o trató de llevar a cabo fueron resistidas con uñas y dientes por los grandes empresarios y los sectores reaccionarios del aparato del Estado: la famosa resolución 125 sobre las retenciones agropecuarias, la Ley de Medios, la estatización de las AFJP, su política en derechos humanos, el matrimonio igualitario, etc.
De la misma manera, sus políticas contrarias a los intereses obreros y populares: el veto inicial ala Ley de los Glaciares, el mantenimiento de las privatizaciones menemistas, los subsidios millonarios a las grandes empresas, la negación de derechos sindicales a la CTA y al activismo sindical antiburocrático, los pagos multimillonarios por la deuda externa, etc.; fueron aplaudidas a rabiar por los grandes empresarios y los banqueros.
Es un hecho que con la llegada del kirchnerismo al poder, el gobierno nacional escapó al control directo de los grandes empresarios, a diferencia de lo que sucedía en la década menemista. Es cierto que el kirchnerismo está a favor del capitalismo, defiende el papel de la burocracia sindical de la CGT, y está firmemente en contra de la aparición de una herramienta política independiente que represente los intereses de los trabajadores. Pero trata de mantener un cierto grado de independencia de la burguesía para mediar entre los intereses de la clase dominante y los de la clase obrera. Por eso, al mismo tiempo que garantiza los intereses generales de la clase capitalista, está obligado a conseguir algunas concesiones para los trabajadores y a contener las tendencias más depredadoras del Capital, para mantener cierta estabilidad social.
La pretensión del kirchnerismo de escapar al control directo de las grandes empresas es algo que la burguesía no puede tolerar; y los vínculos del kirchnerismo con sectores organizados de las masas trabajadoras, a través de la CGT y decenas de movimientos sociales y populares, le generan a los capitalistas un malestar profundo. Esto es lo que explica el odio furibundo que la burguesía argentina le tiene al kirchnerismo.
Por eso los grandes empresarios y sus lacayos políticos tratan de fortalecer una alternativa política a la derecha –alrededor del PJ duhaldista, el PRO, la UCR y la Coalición Cívica – y asegurarse la victoria en las elecciones presidenciales del 2011.
La reacción de la burguesía
La burguesía – la clase social que agrupa a los grandes empresarios, banqueros y terratenientes – también recibió con emoción la noticia de la muerte de Kirchner… festejando.
La Bolsa de Buenos Aires superó su máximo histórico de 3.000 puntos. Las acciones del diario Clarín subieron un 22% al día siguiente de la muerte de Kirchner. Y el riesgo-país cayó 61 puntos.
Es indudable que, sin Kirchner – que era su figura central – el kirchnerismo sufre un golpe durísimo y un debilitamiento muy grande. Ciertamente, los medios opositores tratan de resaltar la imagen de una Presidenta Cristina débil y vulnerable, “incapaz” de gobernar el país. No es verdad que Cristina sea una figurita pintada en el gobierno ni en el kirchnerismo, donde ha tallado un protagonismo comparable al de su ex-marido. Pero es verdad que carece de la autoridad política de Kirchner para mantener la disciplina e imponer su línea dentro del movimiento.
Por lo tanto, arreciarán las presiones desde fuera, pero también desde dentro del kirchnerismo, para forzar un giro a la derecha en la acción de gobierno y obligarlo a que alcance algún tipo de acuerdo con la oposición de derecha. Pero si hace esto, el kirchnerismo estaría cavando su propia fosa, ya que ese giro a la derecha frustraría las aspiraciones e intereses de sus bases, formadas por sectores obreros y populares, a favor de los intereses del enemigo de clase.
En esa misma línea, uno de los últimos agentes de la burguesía en el kirchnerismo, el ex-Jefe de Gabinete Alberto Fernández, afirmó: “hay que profundizar el modelo, pero no a las patadas” (Clarín, 30 de octubre). Cuesta trabajo imaginar cómo podría profundizarse un modelo progresista, aun tratándose del kirchnerista, sin dar alguna que otra patada ¿Alguien puede imaginar que medidas tan controvertidas como la Ley de Medios y la estatización de las AFJP, o la nulidad de las leyes de impunidad, hubieran sido posibles sin vencer la dura resistencia de la clase dominante y de sus políticos? ¿Es que acaso no hubo que darles algunas “patadas”? Claro que sí. Lo que Alberto Fernández viene a proponer es que el kichnerismo se haga más razonable a los ojos de la oposición de derecha y le dé palmadas en el hombro en lugar de patadas; o sea: que limite su acción de gobierno a lo que la burguesía y la derecha estén dispuestas a aceptar. Claramente, lo que Alberto Fernández propone es un giro a la derecha en la política kirchnerista.
Por esta razón los grandes empresarios, la derecha, y los elementos más moderados dentro del kirchnerismo (Scioli, entre otros) no pudieron ocultar su disgusto y preocupación por el alcance de la movilización popular en el velatorio y entierro de Kirchner. Con su histeria habitual, un reaccionario epiléptico como el periodista Mariano Grondona llegó a calificar la situación de “prerrevolucionaria”, y comparó a los miles de jóvenes que participaron en el velorio de Kirchner como jóvenes fanatizados ¡y hitlerianos! Todos ellos temen, con razón, que la presión popular desde abajo oponga obstáculos a ese giro a la derecha que le exigen al kirchnerismo.
Un frente único contra la derecha
¿Qué puede hacerse en estas circunstancias? Los socialistas revolucionarios que nos agrupamos alrededor del periódico El Militante estamos en la primera fila del combate y la denuncia contra la derecha y sus políticas reaccionarias a favor de los grandes empresarios y las multinacionales. Sabemos que detrás de sus críticas al kirchnerismo se esconde un plan para dar marcha atrás en el reloj, y arrebatarnos las conquistas sociales y democráticas que hemos conseguido en los últimos años. Además, quieren implementar una política represiva hacia los derechos sindicales y democráticos de los trabajadores.
Es lógica, por lo tanto, la preocupación de millones de trabajadores y jóvenes ante la arrogancia mostrada por la oposición de derecha desde el “conflicto del campo” hasta la fecha. Y es indudable que esta preocupación se acrecentó después del fallecimiento de Néstor Kirchner. Por eso, nos parece importante proponer el debate sobre la formación de un gran frente único que agrupe a la inmensa mayoría de las organizaciones obreras y populares para enfrentar cualquier arremetida de la oposición política de derecha y de los grandes empresarios. Ellos tratarán no sólo de desestabilizar el gobierno de Cristina, sino de obligarlo a girar a la derecha en sus políticas, y tratar de revertir en el Parlamento los avances y leyes progresistas conquistados hasta la fecha.
Hacemos este llamamiento a los sectores de la CGT que delimitaron con la oposición de derecha y repudiaron el crimen de Barracas, al conjunto de la CTA, a los movimientos populares y sociales genuinos que adhieren al kirchnerismo, al Movimiento Proyecto Sur, y al resto de organizaciones y organismos obreros y populares.
El objetivo de este frente único debería ser organizar actividades conjuntas para denunciar el accionar del enemigo de clase y de sus representantes, e impedir que lo lleven adelante. Los integrantes de este frente único deben tener libertad absoluta de palabra y de opinión, incluso para criticar y disentir de la política de las demás organizaciones que integren el frente y, por supuesto, del gobierno kirchnerista.
La Corriente Socialista El Militante defenderá al gobierno de Cristina de los intentos desestabilizadores de la derecha y de la burguesía; pero seguiremos señalando sus falencias y su incapacidad para resolver de forma real y duradera los problemas básicos que aquejan a los trabajadores y sus familias – suba de precios, salarios que no alcanzan, superexplotación laboral, falta de democracia sindical, jubilaciones insuficientes, falta de viviendas asequibles, etc.Pensamos que la verdadera soberanía nacional, que dice defender el kirchnerismo, se consigue con la adopción de una política socialista; con la propiedad estatal, bajo el control de los trabajadores, de las palancas económicas fundamentales. La riqueza de la nación debe pertenecer al conjunto de la sociedad, y no a una minoría de parásitos que lucran con la explotación de millones de trabajadores y de recursos naturales que nos pertenecen a todos.
También continuaremos exponiendo la necesidad urgente de organizar una alternativa política de masas a la izquierda del kirchnerismo, actualmente inexistente. Esta alternativa política debe ser un Partido de los Trabajadores, basado en las organizaciones obreras y populares de masas, que se proponga agrupar a la mayoría de la clase obrera y demás sectores explotados del pueblo trabajador. Un partido que defienda nuestros intereses y oriente nuestras luchas hacia una transformación profunda, socialista, de la sociedad.