Revolución en Egipto – El poder está en la calle
29 de enero de 2011
Después de cinco días de revolución el movimiento sigue creciendo en tamaño e intensidad. El toque de queda nocturno pasado fue ignorado, y el día de hoy hay más gente en las calles que ayer. Un nuevo toque de queda fue decretado para las 4 de la mañana, hora egipcia, pero este no es más eficaz que el anterior. Incluso antes de que el toque de queda entrara en vigor, un gran número de manifestantes se reunía en las calles.
«La calle no está siendo organizada por los partidos, no está siendo organizada por el Estado. No está controlada por nadie.» (Al Jazeera)
Al seguir los acontecimientos hora a hora, me vino a la memoria el siguiente incidente de la Revolución Francesa. El 14 de julio de 1789, poco después de la toma de la fortaleza de la Bastilla, el rey francés Luis XVI le preguntó al duque de Rochefoucauld-Liancourt: «¿Es esto una revuelta?» Ante lo cual el duque pronunció la respuesta inmortal: «Non Sire, c’est une révolution « – «No señor, es una revolución».
En Egipto, estamos asistiendo a una revolución a toda marcha. Después de cinco días de luchas colosales, este hecho ha penetrado hasta los cráneos más obtusos. La revuelta popular se extiende cada hora que pasa. Es como un caudaloso río que se desborda y arrasa con todas las barreras que se levantaron para contenerlo.
Durante la noche toda la policía desapareció de las calles de la capital. Tanques y vehículos blindados están en las calles de El Cairo, donde los fuegos de la violencia del día anterior aún continúan humeantes. Los servicios de telefonía móvil se han restaurado en la ciudad, pero Internet sigue bloqueado.
Mientras tanto, el número de muertos ha aumentado a 53 según los informes, hasta la jornada de protesta del 28 de enero. En Suez, donde al menos veinte personas han muerto, los cuerpos de los mártires fueron llevados por las calles mientras la gente gritaba consignas revolucionarias. En El Cairo los presos políticos han tomado el control de una cárcel. En Giza, la gente ha quemado la comisaría de policía y están atacando a la policía. Quemar vehículos policiales se ha convertido en algo común en las calles egipcias. En un caso, un grupo de manifestantes trató de empujar un vehículo blindado al río Nilo.
Después de la retirada de la policía ha habido muchos informes de saqueos. La gente sospecha que esto ha sido organizado deliberadamente por el régimen con el fin de crear la impresión de anarquía y caos. Está claro que las cárceles se abrieron para dejar salir a los elementos criminales que han sido armados para tal fin. La televisión egipcia ha mostrado escenas de destrucción de objetos preciosos en el histórico Museo de El Cairo.
Es un secreto a voces que se trata de una maniobra para destruir la revolución. El gran número de policías armados que ayer estaban disparando contra los manifestantes desarmados se esfumaron para ser vistos como lumpenproletarios armados dispuestos al ataque. Varios de los saqueadores que han sido capturados por los manifestantes resultaron ser policías encubiertos.
En respuesta, se han establecido comités de vecinos en Suez y Alejandría para mantener el orden y evitar los saqueos. En algunos lugares, estos comités están incluso dirigiendo el tráfico. Hay una urgente necesidad de generalizar los comités y armar al pueblo. Debemos recordar el lema de la Revolución Francesa: «Mort aux-voleurs!» (¡Muerte a los ladrones!)
El discurso de Mubarak
«El poder tiende a corromper,» dice el refrán, «El poder absoluto corrompe absolutamente.» El Presidente sufre de los mismos delirios de grandeza que afectaba a las capacidades mentales de todos los emperadores romanos y del zar de Rusia en el pasado. El discurso de anoche del presidente Mubarak, lejos de calmar la situación, ha arrojado gasolina sobre las llamas.
El mensaje del pueblo es fuerte y claro. Pero el Presidente no lo escucha. Es ciego y sordo y ha perdido el uso de la razón. Un hombre que se ha acostumbrado a estar rodeado de una camarilla de cortesanos serviles pendientes de cada palabra suya pierde todo contacto con la realidad. Comienza a creer en su propia omnipotencia. La línea de la frontera entre la realidad y la fantasía se vuelve borrosa. Tal estado de ánimo es similar a la locura.
Viendo a Mubarak hablar, uno tenía la impresión de ver un hombre que ha perdido todo contacto con la realidad y está jugando con sus propias fantasías. Él prometió que todo sería mejor de ahora en adelante, si el pueblo confía en él. Proclamó el cese de su gobierno y que amablemente nombrará a otro. Hará los cambios necesarios. Pero no va a tolerar el caos y el desorden. Cualquier persona que desobedezca no puede esperar ninguna piedad.
Esta es la voz del Padre del Pueblo, el faraón duro pero benevolente que decide todo para el beneficio de sus hijos. Pero el pueblo de Egipto no está formado por niños pequeños y no tiene necesidad de un faraón que tiene que enviar su ejército a las calles para mantenerlos obedientes.
El gobierno ha renunciado como era de esperar y ha sido nombrado un «nuevo» gobierno (por Mubarak). El primer ministro será Rachid Mohamad Rachid – un millonario y exministro de la inversión, el comercio y la industria. Rachid se identifica con las denominadas reformas «neoliberales» que han contribuido a las penurias de las masas: el desempleo y el aumento de los altos precios, y de la pobreza.
Este nombramiento es suficiente para revelar la fisonomía exacta del «nuevo» gobierno. Es una provocación al pueblo en las calles. Desde entonces, Omar Suleiman, de 74 años y jefe de los servicios de inteligencia del Estado ha sido nombrado Vicepresidente. Ya que Suleiman es uno de los principales secuaces de Mubarak, se trata de la provocación más descarada contra las masas. Esto demuestra hasta cuán alejado de la realidad está Mubarak.
Si el discurso del presidente tenía la intención de calmar las cosas, tuvo el efecto contrario. Ayer por la noche la BBC habló por teléfono con un hombre que había salido a la calle todo el día: «Tenía la intención de irme a la cama durante unas horas y luego continuar manifestándome mañana, pero después de oír hablar a Mubarak inmediatamente llamé por teléfono a todos mis conocidos para que salieran y se manifestaran, y me volví a la calle.»
La «amenaza islamista»
Los medios de comunicación occidentales repiten constantemente la idea de que los Hermanos Musulmanes están detrás de las protestas, y que son la única alternativa a Mubarak. Esto es falso. El hecho es que, al igual que todos los demás partidos políticos, los Hermanos Musulmanes han sido completamente sorprendidos por este movimiento. Al principio ni siquiera lo apoyaron, y su papel en la organización de las protestas ha sido mínimo.
Los Hermanos Musulmanes recientemente cambiaron sutilmente su mensaje antes de las últimas protestas. El diputado Mahmud Izzat habló para alentar las protestas: «La gente quiere libertad, la disolución de este Parlamento inválido. Desde el principio esto es lo que los jóvenes han estado gritando y estamos con ellos.», le dijo Izzat al canal de noticias Al-Jazeera. Y pasó a criticar a «la fuerza excesiva» de los servicios de seguridad.
Sin embargo, los Hermanos no han organizado las protestas y en las manifestaciones se ven muy pocos fundamentalistas barbudos. La mayoría de los activistas son jóvenes, muchos de ellos estudiantes, pero también hay muchos jóvenes desempleados de los barrios pobres de El Cairo y Alejandría. Ellos no están luchando por la introducción de la sharia, sino por libertad y empleo. .
El hecho del asunto es que estos reaccionarios no quieren este movimiento revolucionario y tienen un miedo mortal al mismo. Las personas que salían de las mezquitas para manifestarse en las calles de Suez después de las oraciones del viernes lo hicieron a pesar del hecho de que el imán les dijo que no participaran en las protestas. El papel reaccionario de los fundamentalistas se demuestra por el influyente islamista al-Qaradawi, que, de acuerdo con Aljazeera, «insta a la gente a no atacar las instituciones del Estado.»
Los propios Hermanos están divididos y en declive. Hossam el-Hamalawy le dijo a Al Jazeera:
«Los Hermanos han sufrido divisiones desde el estallido de la Intifada de Al Aqsa (Jerusalén). Su participación en el Movimiento de Solidaridad de Palestina cuando llegó a confrontar con el régimen fue abismal. Fundamentalmente, cada vez que su dirección llegaba a un compromiso con el régimen, especialmente la dirección más reciente del Guía Supremo actual, desmoralizaba a sus cuadros de base. Conozco personalmente a muchos Hermanos jóvenes que abandonaron el grupo. Algunos de ellos se han unido a otros grupos o se mantuvieron independientes. A medida que el movimiento en la calle crece y las direcciones de base se implican en él, la dirección de arriba no puede justificar por qué no son parte de la nueva insurrección.»
Repercusiones internacionales
Si el gobierno y todos los partidos políticos fueron tomados por sorpresa, esto es aún más evidente en el caso de los gobiernos occidentales. Después de haber negado cualquier posibilidad de un levantamiento en Egipto hace sólo una semana, los dirigentes del mundo occidental en Washington están ahora con la boca abierta.
Obama y Hillary Clinton parece estar teniendo dificultades para mantenerse al día de la situación. Sus declaraciones públicas demuestran que todavía no han comprendido la realidad sobre el terreno. Expresan su solidaridad con los manifestantes, pero aún están a favor de mantener un diálogo amistoso con el gobierno que está disparando balas y gases. Este deseo de montar dos caballos al mismo tiempo, puede ser comprensible, pero es un poco difícil de hacer cuando los dos caballos están corriendo en direcciones opuestas.
El presidente Obama, como todos saben, se especializa en correr hacia todas las direcciones a la vez. Pero su especialidad principal es la de no decir nada, pero diciéndolo muy bien. Él aconseja a Egipto que introduzca la democracia y ofrezca a los ciudadanos trabajo y un nivel de vida decente. Pero ni él ni ninguno de sus predecesores tuvieron ningún problema en colaborar con Hosni Mubarak, a pesar de que sabían que era un tirano y un dictador. Sólo ahora, cuando las masas están a punto de derrocarlo, de repente empiezan a cantar las alabanzas de la democracia.
La petición de Obama de más empleos y mejores condiciones de vida en Egipto suena muy hueca. Fue Estados Unidos quien estuvo detrás de la «reformas» económicas de 1991, que llevaron a Egipto al tipo de «liberalismo» que dio lugar a la enorme desigualdad, la riqueza obscena para unos pocos y la pobreza y el desempleo para la gran mayoría. Más que cualquier otra cosa esto es lo que ha creado la actual situación explosiva en Egipto. En este contexto, el consejo de Obama es la peor clase de cinismo.
La preocupación de Washington no está motivada por consideraciones humanitarias y democráticas. Está motivada por el interés propio. Egipto es el país árabe más importante en el Oriente Medio. En comparación, Túnez es un país pequeño y relativamente marginal. Pero, históricamente, lo que pasa en Egipto tiende a comunicarse a toda la región. Es por eso que todas las camarillas gobernantes árabes están preocupadas, y es por eso que Washington está preocupado.
Y tienen razón para preocuparse. Pero los círculos gobernantes israelíes están aún más preocupados. Mubarak es un instrumento útil de la política exterior israelí. Como un «moderado» (es decir, un títere de occidente) él ayudó a mantener la ilusión de un «proceso de paz» fraudulento que mantuvo a las masas palestinas bajo control, mientras que los israelíes consolidaron sus posiciones. Él apoyó al igualmente «moderado» Abbas y a otros dirigentes de la OLP, que han traicionado las aspiraciones del pueblo palestino. Y apoyó la llamada guerra contra el terror.
Fue, pues, muy útil tanto para los estadounidenses como para los israelíes. Sus servicios fueron bien recompensados. Los EE.UU. subsidiaron su régimen con una suma de alrededor de $5.000 millones al año. Egipto es el cuarto mayor receptor de ayuda estadounidense, después de Afganistán, Pakistán e Israel. La mayoría de este dinero fue gastado en armas, un hecho que ha sido dolorosamente revelado a los manifestantes en casa cuando leen en las etiquetas de los botes de gas lacrimógeno las palabras «Made in USA», escritas en ellos. Estos mensajes de Washington hablan a los manifestantes egipcios con una elocuencia mucho mayor que los discursos de Obama.
La eliminación de Mubarak, por lo tanto, implica eliminar a uno de los elementos más importantes en materia de política exterior de EE.UU. en el Oriente Medio. Además, pondrá en peligro a los «moderados» (pro-estadounidense) regímenes árabes. Ya las protestas masivas crecen en Jordania y Yemen. Otros los seguirán. La propia Arabia Saudí no está segura.
Los imperialistas se miran horrorizados. De la noche a la mañana todos sus esquemas están deshaciéndose. Malcolm Rifkind, ex conservador ministro de Exteriores británico, dijo en la televisión de la BBC cuando se le preguntó por su punto de vista sobre la situación: «Bueno, esto ha sido preparado durante mucho tiempo. Cualquiera que sea el gobierno que llegue al poder en Egipto no será pro-occidental. Pero no hay mucho que podamos hacer al respecto.»
El ejército
El ejército es lo único que separa a Mubarak del abismo. ¿Cómo va a reaccionar el ejército? El ejército ha sustituido a la policía en las calles. La relación entre los soldados y los manifestantes es insegura y contradictoria. En algunos casos hay confraternización. En otros casos, ha habido enfrentamientos con los manifestantes.
Con el fin de poner fin a la rebelión, sería necesario matar a miles de manifestantes. Pero es imposible matarlos a todos. Y no hay garantía de que las tropas estén dispuestas a obedecer la orden de disparar contra manifestantes desarmados. Los oficiales del ejército saben que un incidente sangriento bastaría para romper en pedazos al ejército. Parece muy poco probable que estén dispuestos a asumir el riesgo. En el día de hoy el sitio web de la BBC especula sobre el papel del ejército:
«En términos generales, los egipcios respetan a su ejército, que todavía es visto como un baluarte patriótico en contra de su vecino Israel, con quien fue a la guerra en 1967 y 1973.
«Pero la policía antidisturbios vestida de negro, la Fuerza de Seguridad Central (Amn al-Markazi), pertenece al Ministerio del Interior y ha estado en la vanguardia de la mayor parte de los violentos enfrentamientos con los manifestantes.
«Mal pagados y en su mayoría analfabetos, son alrededor de 330 mil si se suma la Policía de Fronteras. Ellos mismos se amotinaron por los bajos salarios en los primeros años del gobierno del presidente Mubarak y tuvieron que ser controlados por el ejército.
«El ejército tiene una fuerza similar – 340.000 – y está bajo el mando del general Mohamed Tantawi, quien tiene estrechos vínculos con los EE.UU. (que acaba de visitar el Pentágono).
«Cuando el señor Mubarak ordenó al ejército salir a las calles de El Cairo y otras ciudades a última hora del viernes, su objetivo era respaldar a la policía antidisturbios que había sido, en gran medida, superada en número por los manifestantes.
«Pero muchos de éstos están esperando que el ejército estará a su lado o, al menos, actuará como una fuerza de freno hacia la policía, que ha estado actuando con excesiva brutalidad en toda esta protesta.
«De ahí los aplausos que recibieron las columnas de vehículos del ejército, cuando se dirigían a El Cairo el viernes por la noche.
«Hasta ahora, el presidente Mubarak ha contado con el apoyo de las fuerzas armadas.
«Él fue, después de todo, un oficial de carrera de la fuerza aérea que, repentinamente, fue catapultado a la presidencia cuando Anwar Sadat fue asesinado en 1981.
«Pero si estas protestas continúan y se intensifican surgirán voces veteranas dentro del ejército que estarán tentadas de instarlo a que renuncie».
Los días del régimen de Mubarak están contados, y esto debe estar quedando claro a los jefes del ejército, que deben pensar en su propio futuro. Incluso si las fuerzas de seguridad logran sofocar las protestas de hoy, ¿cómo van a sofocar las que sucedan la semana que viene, o el mes que viene, o el próximo año? El poder está, de hecho, tirado en la calle, esperando que alguien lo recoja. Pero, ¿quién lo hará? Si un partido, como el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky, estuviera presente, la conquista del poder por la clase obrera estaría en el orden del día. El problema es que este partido no existe todavía.
A falta de un partido revolucionario y de una dirección, la situación actual puede terminar en un punto muerto. En tales situaciones, el Estado mismo, en la forma del ejército, tiende a elevarse por encima de la sociedad y a convertirse en el árbitro entre las clases. En Egipto y otros países de Oriente Medio hay una larga historia de tales cosas, empezando por la figura de Gamal Abdel Nasser. Es posible que una parte de los jefes del ejército decidan voltear a Mubarak.
El movimiento de masas es lo suficientemente fuerte como para derrocar al antiguo régimen. Pero aún le falta el nivel necesario de organización y de dirección para constituirse como un nuevo poder. En consecuencia, la revolución será un asunto de larga duración, que deberá pasar por una serie de etapas antes de que los trabajadores estén en condiciones de tomar el poder en sus manos. Habrá una serie de gobiernos de transición, cada uno más inestable que el anterior. Pero sobre una base capitalista ninguno de los problemas fundamentales se podrá resolver.
Sin embargo, la caída de Mubarak abrirá las compuertas. La clase obrera ha despertado a la lucha. Durante los últimos cuatro años ha habido una ola de huelgas en Egipto. Los trabajadores aprovecharán la democracia para presionar por sus demandas de clase. La lucha por la democracia abrirá el camino para la lucha por el socialismo.
Egipto: la revolución no conoce fronteras
30 de enero 2011: El levantamiento popular contra el gobierno de Hosni Mubarak continúa. El domingo por la mañana salió el sol en otro día tenso después de una noche de desafío y protestas masivas contra el gobierno que convirtió el toque de queda en letra muerta. Este hecho sorprendente saca a la luz la situación real.
Es el primer día de trabajo en la capital egipcia desde que las protestas alcanzaran su punto álgido el viernes. Sin embargo, en palabras de Dan Nolan de Al Jazeera, esto «está muy lejos de ser la normalidad de siempre». Las principales carreteras de la capital han sido bloqueadas por tanques militares y vehículos blindados. Se han establecido controles militares adicionales en un aparente intento de desviar el tráfico de la plaza Tahrir, el punto central de los manifestantes. «Todavía es una escena muy tensa tener tanto militar en la capital del país», dice.
El Presidente, que sobre el papel goza de un enorme poder, hace decretos. Al ejército se le ordena llevar a cabo sus órdenes. Los que desafían el toque de queda son amenazados con graves consecuencias. Sin embargo, nadie obedece y no pasa nada.
El corresponsal de la BBC en El Cairo, resumió la situación real. De pie, delante de un enorme edificio que todavía está eructando llamas y humo, visiblemente sorprendido, dice: «La sede del partido en el poder está en llamas y no hay ningún cuerpo de bomberos a la vista. Y, por supuesto, no hay policía. El Estado aquí ha desaparecido».
Este no es el único caso. Varios edificios clave del gobierno en la capital siguen ardiendo esta mañana, prueba visible de la forma en que los rebeldes han atacado el Estado. Una multitud trató de asaltar el odiado Ministerio del Interior, el lugar adonde se lleva a la gente para ser torturada. Fueron repelidos por francotiradores de la policía que dispararon desde el tejado, dejando tres muertos.
El domingo, hombres sin identificar salieron del recinto del Ministerio del Interior en un coche y arrojaron un cuerpo a la calle. Luego abrieron fuego contra gente presente en la zona y huyeron. No hubo informes inmediatos de víctimas en ese ataque.
La gente está arriesgando sus vidas todos los días en las calles. El número de muertos se dice ahora que es más de 150, y por lo menos 4.000 heridos. Pero nadie sabe cuál es la cifra real. Sin embargo, ninguna cantidad de represión puede detener el movimiento. La gente ha perdido el miedo. Miles de manifestantes siguen acampando en la Plaza Tahrir de la ciudad. No tienen miedo a morir. Esa es su principal fortaleza, y la principal debilidad de las fuerzas que los hacen frente.
Fuentes de Al Jazeera han indicado que el ejército ha sido desplegado en la ciudad turística de Sharm el Sheij. Sherine Tadros, corresponsal de Al Jazeera en la ciudad de Suez, dijo que la ciudad había sido testigo de una «noche totalmente caótica», pero que las calles estaban tranquilas según se hizo de día. Informó que, en ausencia de policías y militares, la gente estaba «[tomando] la ley en sus propias manos», usando «palos, porras, garrotes, machetes, [y] cuchillos» para proteger sus propiedades.
La «comunidad internacional»
La «comunidad internacional» está aterrorizada por el giro de los acontecimientos. Tomado por sorpresa, EE.UU. ha sido un mero espectador durante las últimas semanas, cuando la gente salió a las calles de Túnez y Egipto. Washington entiende muy bien que los acontecimientos de Egipto tendrán consecuencias de largo alcance en otros países de la región.
Los estadounidenses y los europeos ahora están instando a Mubarak a que refrene el uso de la violencia contra los manifestantes desarmados y a que trabaje para crear las condiciones para unas elecciones libres y justas. Se dan cuenta de que lo que Mubarak ha ofrecido es demasiado poco y demasiado tarde. EE.UU. le dijo a Mubarak el sábado que no era suficiente «volver a barajar las cartas» con una remodelación del gobierno, y lo presionó para que realice una «verdadera reforma».
«El Gobierno egipcio no puede volver a barajar las cartas y luego seguir en sus trece», dijo el portavoz del Departamento de Estado, PJ Crowley, en un mensaje en Twitter después de que Mubarak despidiera a su gobierno, pero dejando claro que no tenía intención de dimitir.
«Las palabras del Presidente Mubarak prometiendo reformas deben ir seguidas de acción», dijo Crowley, haciéndose eco del llamado de Obama el viernes. Estas palabras están siendo repetidas por los principales gobiernos de Europa. En un comunicado dado a conocer en Berlín el sábado, los líderes de Gran Bretaña, Francia y Alemania dijeron que estaban «profundamente preocupados por los acontecimientos de Egipto».
«Pedimos al presidente Mubarak que renuncie a cualquier tipo de violencia contra civiles desarmados y que reconozca el derecho a manifestarse pacíficamente», decía la declaración conjunta.
«Pedimos al presidente Mubarak que inicie un proceso de transformación que debería reflejarse en un gobierno de base amplia, así como elecciones libres y justas».
Los europeos hicieron un llamamiento a Mubarak para que responda a las quejas de su pueblo y para que tome medidas que mejoren la situación de los derechos humanos en el país: «Los derechos humanos y las libertades democráticas deben ser plenamente reconocidos, incluida la libertad de expresión y reunión, y el libre uso de los medios de comunicación como el teléfono e Internet».
Pero ellos no tienen en cuenta un pequeño detalle. La única «verdadera reforma» que la gente quiere es la renuncia inmediata de Mubarak y de todos sus compinches. Esta es una reforma que Mubarak no está dispuesto a contemplar. En todas estas declaraciones la palabra democracia brilla por su ausencia. Todo el énfasis está en estabilidad. Eso va al meollo de la cuestión.
Los estadounidenses y los europeos no tienen derecho alguno a hablar de derechos humanos. Durante décadas, han apoyado el régimen brutal de Hosni Mubarak. Han financiado su ejército y la policía e hicieron la vista gorda a la represión, la brutalidad y la tortura. A cambio, Mubarak ha apoyado sus políticas en Oriente Medio. Fue una figura fundamental en la farsa de las «conversaciones de paz» y en la traición de los palestinos. Esta hermosa relación no se basaba en la democracia y los derechos humanos, sino en un cínico interés propio.
Durante años, estos mismos imperialistas han dictado las políticas económicas de gobiernos supuestamente «independientes». En el pasado muchos gobiernos árabes se llamaban a sí mismos socialistas. Llevaron a cabo nacionalizaciones y medidas en interés de los trabajadores y campesinos. Sin embargo, durante las últimas tres décadas estas políticas fueron invertidas. En 1987, en plena crisis de la deuda, el gobierno nacionalista de izquierda de Habib Burguiba fue sustituido por un nuevo régimen, firmemente comprometido con las reformas del «libre mercado».
Las llamadas «reformas de mercado» han llevado a la creciente desigualdad, la pobreza y el desempleo. Las alzas de precios de los alimentos en Túnez no fueron «dictadas» por el gobierno de Ben Ali. Fueron impuestas por Wall Street y el FMI. El gobierno de Ben Ali aplicó servilmente la medicina mortal económica del FMI durante un período de más de veinte años. Esto sirvió para desestabilizar la economía nacional y empobrecer a la población tunecina. Esa es la base real de la Revolución tunecina.
Lo mismo puede decirse de Egipto, cuando Sadat revirtió la política de Abdel Nasser y convirtió a Egipto en un satélite del imperialismo estadounidense. Su fiel lugarteniente, Hosni Mubarak, continuó y profundizó estas políticas, especialmente después de la reforma económica de 1991, que fue dictada por los norteamericanos. Estos gobiernos obedecieron ciegamente y aplicaron eficazmente los dictados del FMI, poniéndose al servicio de los intereses de los EE.UU. y la Unión Europea. Estas pautas se han reproducido en numerosos países. Ahora todo esto está amenazado.
La verdadera «preocupación» en Washington, Londres, París y Berlín es que los imperialistas se enfrentan a un colapso catastrófico de todas sus estrategias para controlar el Oriente Medio y sus enormes recursos. Esto quedó reflejado claramente en la declaración europea: «Reconocemos el papel equilibrado que el Presidente Mubarak ha desempeñado durante muchos años en el Oriente Medio. Le hacemos un llamado a que adopte el mismo planteamiento moderado para la situación actual en Egipto».
El «papel equilibrado» y el «planteamiento moderado» de Hosni Mubarak, consistió en el apoyo descarado de las políticas de los imperialistas. Por eso era un aliado inestimable de los EE.UU. e Israel. Por eso están desesperados por mantenerlo. Pero ya han fracasado. Ninguna fuerza en la Tierra puede salvarlo ahora.
El efecto dominó
Los temores de los imperialistas están bien justificados. Las revoluciones no respetan las fronteras. Los acontecimientos revolucionarios de Túnez y Egipto están sacudiendo el mundo árabe hasta sus cimientos. Desde el día en que el Presidente Ben Ali huyó a Arabia Saudita, la cuestión no era sólo qué pasaría después en Túnez, sino si el levantamiento popular se convertiría en un catalizador para el descontento en otras partes. Ahora tenemos la respuesta.
Inmediatamente después de la insurrección de Túnez hubo protestas masivas en la vecina Argelia. Ha habido manifestaciones de masas en Yemen y Jordania. La semana pasada, la BBC informó que un grupo de ex oficiales del ejército jordano presentó una carta abierta al rey pidiéndole que introdujera reformas antes de que ocurriera algo peor. Entrevistado por la BBC, el viceprimer ministro jordano contestó que sólo eran unos pocos oficiales: «No más de 150 o 200».
Los Estados petroleros corruptos del Golfo han estado sentados sobre una enorme riqueza durante décadas, mientras que millones de personas en el mundo árabe están sufriendo una terrible pobreza, desempleo y privaciones. Estos regímenes podridos son impopulares y, al igual que Mubarak, se basan en la represión. Su derrocamiento desestabilizaría un régimen árabe pro-occidental tras otro.
El Consejo de Cooperación del Golfo, un bloque económico y político poco consolidado de los Estados del Golfo Pérsico, dijo el domingo que quería un «Egipto estable».
«Estamos buscando un Egipto estable y esperando que las cosas se restablezcan pronto», dijo Abdulrahman al-Attiyah, secretario general del CCG, en el marco de un foro de inversiones malasio. También restó importancia a las preocupaciones sobre las posibles consecuencias económicas de los disturbios.
Las revelaciones recientes acerca de los acuerdos secretos entre la dirección de la OLP e Israel habrán provocado una crisis en las filas de los palestinos. Las masas y las bases de la OLP estarán indignadas y furiosas por este colaboracionismo descarado. El llamado «proceso de paz» está totalmente muerto. La fe de las masas en la dirección sufrirá un duro golpe. En este contexto, los acontecimientos de Túnez y Egipto tendrán un impacto muy serio en la forma de pensar de los palestinos.
La táctica de la llamada lucha armada no ha llevado a ninguna parte. Los cohetes de Hamás ni siquiera mellan la armadura del poderoso Estado israelí. Pero las políticas de los llamados «moderados» también han fracasado miserablemente. Ni Hamás ni Abbas tienen nada que ofrecer al pueblo palestino. Este debe confiar sólo en sí mismo, en sus propias fuerzas. La perspectiva de una nueva Intifada se vuelve cada día más fuerte. Y Túnez y Egipto le proporcionan una fuente de inspiración.
Esta lección no se ha perdido en los círculos gobernantes israelíes. Ningún gobierno está más aterrorizado por la revolución árabe que el de Israel. Cuando surgieron las primeras protestas, una fuente del gobierno israelí describió los acontecimientos en el Oriente Medio como un «terremoto». Israel estaba siguiendo de cerca la situación en Egipto, añadió, pero ingenuamente creía que el régimen de Mubarak era lo suficientemente fuerte como para soportar las protestas. «Creemos que Egipto va a superar la actual ola de protestas», dijo. «Pero refleja la frágil situación en la región».
Egipto es uno de los colaboradores más cercanos de Israel en la región. Tiene una frontera con Gaza y Mubarak ha colaborado activamente con los israelíes en estrangular la Franja de Gaza. Él ha proporcionado un valioso apoyo a Abbas y a los líderes de derecha de la OLP. Su caída sería una catástrofe para Israel y transformaría la situación en todo Oriente Medio y más allá. Sin embargo, los israelíes son incapaces de intervenir. Debe tener mucho cuidado con lo que dice de Egipto, por temor a convertir una mala situación (desde su punto de vista), en otra incluso peor.
Benyamin Netanyahu, el Primer Ministro israelí dijo a los ministros del gabinete que Israel estaba «siguiendo muy de cerca» los acontecimientos en Egipto, y añadió: «Nuestro objetivo es mantener la estabilidad y garantizar que la paz entre nosotros y Egipto siga existiendo con cualquier desarrollo». Continuó: «La causa de la inestabilidad… no tiene ninguna relación con el conflicto israelí-palestino», sino que estaba siendo provocado por factores económicos. Las protestas estaban siendo exacerbadas por los medios de comunicación sociales, dijo –»es lo que conecta los puntos»–, señalando que en el pasado, los regímenes árabes fueron capaces de mantener un estricto control sobre las noticias y las comunicaciones. Al Jazeera, dijo, estaba «jugando un papel más importante que un canal de televisión regular en occidente». Hay muchas diferencias entre Egipto y Túnez, donde las protestas obligaron al presidente y su esposa a huir del país. «El régimen de Mubarak está bien arraigado en las fuerzas armadas».
La camarilla dominante israelí no está preocupada por los terroristas suicidas y los cohetes de Hamás. Por el contrario, cada cohete que cae en un pueblo judío, cada bomba que hace saltar un autobús por los aires es una excelente noticia para los sionistas. Sirve para convencer a la gente común en Israel de que «quieren matarnos», y empuja a la población detrás del gobierno. Pero esto es algo diferente. El movimiento revolucionario de las masas árabes constituye una grave amenaza para ellos.
¿Y ahora qué?
¿Qué sucede cuando una fuerza irresistible se encuentra con un objeto inamovible? Para Egipto no hay vuelta atrás. Mubarak ha optado por seguir con la misma manera antigua y fracasada de tratar con la revuelta nacional, haciendo promesas de cambio y alteraciones cosméticas con el fin de aferrarse al poder. No va a funcionar. Todo depende de dos cosas: el impulso de la insurrección popular y el papel de los militares.
Hay tanques en las calles. Pero están rodeados por el pueblo revolucionario. Los manifestantes suben a los tanques, hacen un llamado a las tropas que a menudo responden con signos de aprobación.
Las tropas abrieron fuego ayer en la Plaza de la Liberación (la Plaza Tahir), probablemente por encima de las cabezas de la gente. Este era fuego real. Pero la gente no se inmutó. Por el contrario, cuando oyeron los disparos la gente corrió hacia el lugar donde estaba teniendo lugar el tiroteo. En otras palabras, estaban corriendo hacia el peligro, y no alejándose. Este pequeño detalle es muy importante. Demuestra los límites del poder militar.
El movimiento no ha sido intimidado por una demostración de fuerza. El impulso continuado de la insurrección plantea la necesidad de quitar del timón a Mubarak, a su familia y su liderazgo político. La cúspide militar hará sus cálculos sobre la base de un delicado acto de equilibrio. La necesidad de asegurar su propia influencia y privilegios es mucho más importante para ellos que la preservación de Mubarak.
La revuelta continúa expandiéndose y ganando impulso en las principales ciudades egipcias, y los manifestantes exigen la eliminación de Mubarak y su régimen. Las masas saben que la posición del régimen es insostenible. Sienten que ya han conseguido una victoria. En las calles hay un ambiente de alegría, de euforia. Esta euforia se transmite a todas las capas de la población. Se trata de un estímulo mucho más poderoso que el vino.
La BBC preguntó a un anciano de clase media que había huido de los disturbios de El Cairo si pensaba que las manifestaciones habían ido demasiado lejos. Con una voz temblorosa por la emoción, respondió: «¡Las manifestaciones son maravillosas! ¡He estado esperando esto toda mi vida!».
Nuevos y dramáticos acontecimientos se están preparando y sacudirán el mundo.
Londres, 30 de enero de 2011