El estudio de la experiencia histórica de otros procesos revolucionarios ocupa un lugar esencial en la preparación de los cuadros marxistas. El futuro de la revolución venezolana depende en gran medida de la formación de una nueva capa de luchadores revolucionarios, capaces de llevar la revolución hasta su triunfo. Es por este motivo que publicamos el siguiente trabajo que pretende dar a conocer las similitudes entre La Revolución Alemana 1918-1923 y la Revolución Bolivariana en Venezuela y los debates sobre la táctica a emplear en cada momento.
Antes de entrar en nuestro tema, sería conveniente preguntar: ¿por qué estamos tratando de acontecimientos históricos que sucedieron hace más de 90 años en otra parte del mundo, al parecer muy distintos a la Venezuela de hoy?
La respuesta es la siguiente: Los revolucionarios estudiamos la historia no para ser sabios académicos, sino para comprender las enseñanzas vitales que ésta nos dé y utilizarlas como herramientas prácticas en la lucha de clases.
La historia de las revoluciones es muy rica en lecciones y, como espero poder demostrar, la revolución alemana en particular. Alemania era entre 1918 y 1923 el centro de atención y esperanza de todos los revolucionarios del mundo.
En esos años las posibilidades para completar la revolución socialista eran inmensamente mejores que las de Rusia de 1917. La clase obrera era muchísimo más fuerte y el Partido Comunista más numeroso. Pero desafortunadamente los trabajadores alemanes fueron incapaces de tomar el poder. ¿Qué es lo que falló? La respuesta a esa pregunta la encontraremos más adelante y en ella podremos encontrar una buena cantidad de lecciones para los revolucionarios de hoy en Venezuela.
No podemos entrar en todos los detalles. La revolución alemana es evidentemente un tema amplísimo. Para los que quieran saber más, recomiendo un libro titulado Revolución en Alemania de Pierre Broué, un historiador marxista francés. (Parte de este libro está traducido al castellano y publicado por la editorial A. Redonda, Barcelona 1973. El libro completo sólo está disponible en francés e inglés.)
Resulta imposible en este espacio hacer un balance detallado sobre la historia de la revolución alemana. Por lo tanto, es preferible dedicar este artículo a algunos aspectos claves, sobre todo los que tienen una relevancia especial para la situación actual en Venezuela. La revolución alemana planteó a los revolucionarios cuestiones teóricas muy complicadas y, en algunos sentidos, nuevas. Entre ellas destacan:
- La cuestión del frente único.
- El surgimiento del fascismo y cómo combatirlo.
- Las relaciones de las masas con sus organizaciones tradicionales.
- El papel de los soviets y de los comités de fábrica.
- El arte de la insurrección.
- Discusiones sobre el ultra-izquierdismo y la táctica revolucionaria en general.
1914-1918: Hacia una situación revolucionaria
Alemania era al principio del siglo XX un país con una clase obrera numerosa y esta contó con un partido enorme, el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), y con sindicatos en todo el país. Durante muchos años el SPD defendía la revolución proletaria como la única salida de la crisis capitalista. Antes de la guerra, en 1914, el partido tenía 1.085.905 militantes y en las elecciones de 1912 los candidatos del partido habían recibido unos 4.250.000 votos.
Pero con esta fuerza gigantesca también se extendió el aparato organizativo del SPD. Para los 90 diarios que publicaban tenían 267 periodistas a tiempo completo, junto con 3.000 obreros para la maquetación y la impresión. Aparte de esto, la mayoría de sus 110 diputados eran profesionales a tiempo completo igual que la mayoría de sus 2.886 consejos regionales.
Esto, por supuesto, no fue un problema mientras el aparato se utilizaba para fines revolucionarios y bajo el control democrático de los obreros y la base del partido. De hecho, el propio Lenin en su famoso escrito ¿Qué hacer? utilizó la organización del SPD alemán, con sus revolucionarios profesionales, como un modelo a seguir.
Pero, poco a poco, los dirigentes del SPD empezaron a distanciarse de la clase y el aparato se transformó en su contrario. Esto tenía una base material ya que sus salarios y modo de vida como funcionarios empezaron a elevarse por encima de las condiciones de la propia clase obrera. El marxismo señala que el ser social determina la conciencia. Una de sus primeras expresiones fue el surgimiento de las ideas revisionistas de Bernstein, uno de los fundadores del reformismo, y más tarde de toda la dirección del partido. Las ideas de Bernstein eran parecidas en muchos aspectos a las que defienden hoy en Venezuela intelectuales como Heinz Dieterich.
La Primera Guerra Mundial estalló en 1914. Como hemos explicado muchas veces, son los grandes acontecimientos los que ponen a prueba cualquier partido y tendencia política y las revoluciones y las guerras son los acontecimientos más importantes en la historia.
En el momento decisivo, los líderes del SPD dejaron todas sus consignas revolucionarias a un lado y votaron en el parlamento a favor de los créditos para la guerra. Esta fue una traición sin precedentes. Lenin no podía creerlo y pensaba que el ejemplar del periódico del partido, Vorwörts, anunciando esta decisión, era una falsificación hecha por los altos mandos del ejército alemán.
No obstante, pese a la traición de la burocracia reformista del SPD, que paralizó a los trabajadores y los arrastró a la guerra, ésta iba a tener un efecto importante sobre la conciencia de la clase obrera. Los continuos desastres en el frente de batalla, el malestar y el descontento de los soldados y la situación de miseria en los barrios obreros de las ciudades impulsó al proletariado a intentar cambiar la sociedad.
Rosa Luxemburgo y los espartaquistas
Hubo un grupo de camaradas que mantenían las posturas del internacionalismo proletario frente a esta burda traición. Se trata principalmente de los partidarios de Rosa Luxemburgo, una marxista revolucionaria de origen polaco, organizados en lo que más tarde iba a llamarse “La liga espartaquista”. A este grupo se sumó Carlos Liebknecht, un conocido diputado que era el único que había roto la disciplina y votado en contra de la guerra en el parlamento.
Sin embargo, Rosa Luxemburgo cometió ciertos errores políticos y organizativos que más tarde jugaron en su contra. Durante los años anteriores había mantenido una polémica con Lenin sobre varios temas de gran importancia. El más importante en mi opinión fue sobre el carácter del partido y la necesidad de educar a los cuadros.
El SPD era la organización decisiva de la clase obrera a pesar de que su dirección apoyaba a la burguesía alemana. Rosa Luxemburgo y sus camaradas se mantenían, correctamente, dentro del partido. Lucharon por ganar al máximo número de obreros para las ideas del marxismo genuino. Su gran carencia era otra. El problema fundamental fue que no hicieron el trabajo suficiente, de forma sistemática, para organizar la tendencia marxista, educar a los cuadros espartaquistas y tener una publicación regular como grupo.
También podemos decir que habían calculado mal el desarrollo del SPD. Pensaban que la lucha iba a continuar dentro del partido aún cuando un sector importante estaba al borde de la escisión. Ese sector –liderado por importantes diputados y reformistas de izquierda– dio el paso en 1916 y fundaron el USPD, el Partido Socialdemócrata Independiente.
Aquí tenemos una lección importante para Venezuela. Por un lado, es necesario tener una tendencia marxista organizada si queremos luchar contra la derecha endógena. Paul Levi, un espartaquista que más tarde presidió el Partido Comunista alemán, dijo en 1920: “Somos muchos los que nos arrepentimos de no haber empezado a formar el núcleo del Partido Comunista en 1903” (el mismo año en el que se formó el núcleo del bolchevismo en Rusia). Si en Venezuela no construimos una corriente marxista dentro del PSUV, con una publicación regular y una educación de cuadros marxista, será mucho más difícil actuar e intervenir en las luchas que decidirán el destino de la revolución.
Por otro lado, esto demuestra que las discusiones sobre perspectivas son importantísimas y según la conclusión que cada uno saque tendrá una importancia decisiva a la hora de actuar. Tener perspectivas equivocadas puede resultar en errores serios en la intervención práctica en la lucha de clases.
Rosa y sus compañeros fueron a participar en el USPD, pero no habían previsto su formación y, por tanto, no se habían preparado para ella. Mientras que 170.000 miembros se quedaron en el SPD, 120.000 (incluidos 33 diputados) pasaron a formar parte del USPD. El USPD era un partido centrista; en palabras, sus dirigentes apoyaban posturas revolucionarias, pero en la práctica se inclinaron a pactar con los burócratas del SPD.
1918: Año de revolución
Los acontecimientos internacionales tenían un efecto importantísimo sobre la conciencia del proletariado alemán. La Revolución Rusa de octubre 1917, donde los soviets de las masas obreras, campesinas y soldados, dirigidos por los bolcheviques, tomaron el poder, atrajo el entusiasmo de los obreros alemanes. Por otro lado, las continuas derrotas, el caos y la descomposición del ejército alemán en el frente occidental aumentaron la desconfianza de las masas hacia el régimen existente.
Cuando el Estado Mayor del Ejército alemán preparó una última batalla, movilizando a los marineros para frenar el avance del enemigo, esto provocó un movimiento revolucionario; los marineros de la ciudad de Kiel, apoyados por el USPD y el SPD en la ciudad, tomaron las calles, y fusionaron su comité con el consejo obrero que en la práctica mantuvo el poder en la ciudad. El movimiento se extendió por todo el país; motines sacudieron división tras división del ejército, se constituyeron consejos de soldados y trabajadores en una ciudad tras otra, haciéndose dueños de las mismas. Aunque Carlos Liebknecht proclamó la victoria de la revolución socialista el 11 de noviembre, el movimiento fue rápidamente desviado por la dirección del SPD con la ayuda de los dirigentes centristas del USPD que formaron un gobierno conjunto.
Sin entrar en detalles, es necesario precisar que la revolución de noviembre en Alemania tenía muchos rasgos comunes con la revolución de febrero en Rusia. Es decir, las masas, sin experiencia y entrando en la vida política por primera vez, no tenían totalmente claro la necesidad de romper con la burguesía. De hecho, hubo muchas ilusiones democráticas y un grado de confianza en los dirigentes del SPD, que prometieron mejoras para la clase obrera pero con reformas y sin una lucha directa contra la burguesía, etc. Para resumir, la clase obrera tenía el poder en sus manos pero no era consciente de ello y entregó el poder a los dirigentes del SPD que trabajaban a los órdenes de la burguesía alemana.
Esto en sí mismo no era un problema. En el desarrollo de la toma de conciencia de la clase obrera eso es un estadio muy normal. Después de la revolución de febrero en Rusia, Lenin pensaba que era necesario explicar pacientemente el programa bolchevique y construir las fuerzas revolucionarias para poder conquistar el apoyo de las masas en los soviets y luego pasar a la toma del poder.
El ultra-izquierdismo: una advertencia seria para Venezuela
Sin embargo, en Alemania hubo un alto número de activistas dentro de las filas espartaquistas que no entendía este estado de ánimo de las masas y el desarrollo de la conciencia. Desesperados por el, al parecer, lento ritmo de la revolución buscaron soluciones rápidas.
Muchos de estos jóvenes, y no tan jóvenes, revolucionarios espartaquistas expresaron su impotencia frente a los reformistas con impaciencia. Se plantearon la toma del poder pasando por alto la tarea de conquistar el apoyo de las masas y sin considerar seriamente el estado de ánimo ni el nivel de conciencia del proletariado en esos momentos.
En los periodos de revolución y contrarrevolución el peligro del ultra-izquierdismo siempre está presente. La revolución alemana es una clara muestra de esto y también una advertencia importantísima para Venezuela.
Para los marxistas siempre es fundamental resaltar que la clase obrera, la juventud y el campesinado se componen de distintas capas que sacan conclusiones a ritmos distintos. Los sectores más avanzados, entre ellos los activistas en el movimiento obrero, se dan cuenta de la traición de los dirigentes reformistas muchísimo más rápido que el resto. Por lo general, los obreros son muy fieles a sus organizaciones y a los dirigentes que los han despertado a la vida política. Requieren grandes acontecimientos para romper con ellos y buscar una alternativa.
En las filas espartaquistas la impaciencia aumentó. Los espartaquistas, a pesar de los deseos de Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches (otro dirigente importante espartaquista), decidieron formar el partido comunista en diciembre 1918, pero sin una preparación seria ni un esfuerzo para ganar el máximo apoyo. Por ejemplo, la red de delegados revolucionarios, la vanguardia del movimiento obrero en Berlín, que había planteado una serie de condiciones justas para poder integrarse en el nuevo partido, fue rechazada. Así, desperdiciaron la posibilidad de agrupar en sus filas a un sector decisivo de la clase trabajadora.
El congreso fundacional del KDP(S) –Partido Comunista de Alemania (espartaquista)– tenía el apoyo de los bolcheviques, quienes enviaron a Carlos Radek como delegado. No obstante, el congreso no apoyó los métodos que habían empleado los bolcheviques durante la revolución rusa. Por el contrario, los elementos sectarios vencieron a Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht en los puntos más decisivos: se rechazó participar en elecciones parlamentarias y trabajar dentro de los sindicatos con predominancia del SPD.
En Venezuela también hoy en día es muy necesario discutir estas cuestiones de táctica revolucionaria. Si rechazamos participar en el movimiento tradicional de los sindicatos para formar sindicatos “puros” estaríamos condenados al aislamiento. Rechazar, por ejemplo, participar en la UNT o colaborar con las corrientes de esta central sería un error de grandes dimensiones. En el mismo sentido, sería una estupidez negarse a entrar en el PSUV y construir una tendencia marxista dentro del mismo.
La cuestión del parlamentarismo también es importantísima. Los marxistas sabemos, por supuesto, que las cuestiones fundamentales no se resuelven en el parlamento, sino en las calles y en las fábricas. Sin embargo, pensamos que la clase obrera debe utilizar cualquier espacio para promover el mensaje revolucionario. Mientras los revolucionarios no tengamos la fuerza para derribar a una institución, es decir, mientras que todavía no tengamos la mayoría de la clase ganada para nuestro programa, utilizaremos todos los espacios para agitar por nuestras ideas y ganar a la máxima cantidad de partidarios. Pero todo esto no fue tomado en cuenta por la mayoría en el congreso del KPD(S). Veremos más adelante el resultado destructivo de los métodos ultraizquierdistas.
Enero de 1919: La vanguardia cae en la trampa
A pesar de los resultados confusos del congreso fundacional en diciembre, no todo estaba perdido para los comunistas alemanes. El mes de diciembre produce una intensificación de la lucha de clases. El USPD fue expulsado del gobierno por Ebert, el canciller del SPD. Aunque se ordenó la entrada de diez divisiones militares a Berlín para asegurar el dominio de la reacción, los soldados se negaron a hacerlo influenciados por la propaganda revolucionaria. Las ilusiones democráticas de noviembre poco a poco se estaban disipando. La burguesía alemana era consciente de este hecho. Utilizaron el tiempo para formar los Freikorps, bandas paramilitares que pronto contaron con 80.000 miembros en Berlín.
En enero viene la provocación decisiva de la derecha: En Berlín destituyen a Emil Eichhorn, un conocido dirigente izquierdista del USPD, que era el jefe de la policía en la capital alemana. El USPD y el KPD(S) responden con la convocatoria de una manifestación el 5 de enero. Centenares de miles de obreros asisten a la manifestación. Pero los revolucionarios no tienen ningún plan consciente ni una orientación clara que dé una continuidad a la lucha. Dejan transcurrir el día debatiendo interminablemente mientras miles de obreros regresan a sus casas.
Una vez pasado el 5 de enero, los comunistas se inclinan al ultra-izquierdismo. Sin consultar a la dirección del KPD(S), Liebknech y Pieck (otro dirigente comunista) firman una declaración junto con miembros de la coordinadora revolucionaria, donde explican que su objetivo inmediato es derrocar al gobierno, pero sin haber hecho preparaciones serías ni un esfuerzo para ganar a la mayoría en los comités de obreros y soldados. Muchos edificios importantes de la ciudad fueron tomados por los comunistas y la insurrección tuvo una repercusión en la vanguardia. Pero esto no fue suficiente.
Carlos Radek y Leo Jogiches junto con otros espartaquistas, como Paul Levi, intentaron convencer a Rosa Luxemburgo y a Carlos Liebknecht –los dos dirigentes más reconocidos y con más autoridad– a realizar una retirada táctica temporal. Aunque Rosa Luxemburgo se opuso a empezar la lucha para derrocar el gobierno, una vez en plena batalla ella no entendía la necesidad de llevar a cabo una retirada. La clase dominante aprovecha el momento; empieza la represión y envían a los Freikorps para detener y matar a Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht.
Aquí vemos la consecuencia directa de la falta de trabajo paciente de educación de los cuadros por parte de los dirigentes espartaquistas. En los momentos decisivos se vieron desbordados por los obreros a la izquierda, impacientes por la falta de acción pero sin un cálculo sobrio de las posibilidades de realizar una insurrección exitosa. Como dijo Radek en una carta comparando la insurrección alemana de enero 1919 con las “jornadas de julio” en Rusia de 1917 (una batalla muy parecida donde parte de la vanguardia en San Petersburgo estaba impaciente y lanzó una lucha prematura):
“Nada puede impedir al más débil batirse en retirada frente a una fuerza superior. En julio de 1917, cuando éramos infinitamente más fuertes de lo que sois ahora vosotros, intentamos retener con todas nuestras fuerzas a las masas, y como no lo conseguimos, las condujimos con esfuerzos inauditos, hacia la retirada, huyendo de una batalla sin esperanza”. (Citado en P.Broué, The German Revolution, pág.251.)
Según Radek, era necesaria una retirada temporal, parecida a la que hicieron los bolcheviques en 1917 y con el mismo objetivo; el KPD(S) debería empezar una campaña para ganar a la mayoría en los consejos de obreros y soldados. Pero sus valiosos consejos no fueron escuchados; los dirigentes espartaquistas continuaron la insurrección e hicieron de la defensa del edificio ocupado de Vorwärts (el periódico Socialdemócrata) un principio de honor.
El doble asesinato de Luxemburgo y Liebknecht tuvo lugar el 15 de enero 1919. Los dos líderes revolucionarios más importantes del proletariado alemán fueron eliminados igual que Leo Jogiches dos meses más tarde, en marzo 1919. Franz Mehring, otro dirigente importante de los espartaquistas murió de un ataque al corazón poco después.
A pesar de todas las diferencias que Lenin había tenido a lo largo de los años con Rosa, éste la calificó como un “águila” de la clase obrera. En un artículo de 1922 defendió a Rosa contra los que querían tergiversar su memoria de la siguiente manera:
«Vamos a contestar a esto con dos líneas de una estupenda fábula rusa: un águila puede en ocasiones descender más bajo que una gallina, pero una gallina jamás podrá ascender a la altura que puede hacerlo un águila. Rosa Luxemburgo se equivocó en la cuestión de la independencia de Polonia; se equivocó en 1903 cuando enjuició al menchevismo… [describe toda una serie de equivocaciones]. Pero a pesar de todas esas faltas fue y sigue siendo un águila; y no solamente su recuerdo será siempre venerado por los comunistas de todo el mundo, sino que su biografía y la edición de sus obras completas (con las que los comunistas alemanes se retrasan en forma inexplicable, lo que parcialmente se puede disculpar pensando en la insólita cantidad de víctimas que han registrado en su lucha) representarán una valiosa lección para la educación de muchas generaciones de comunistas de todo el mundo». (Escrito en febrero de 1922, publicado en Pravda núm. 87, 16 de abril de 1924.)
Reconstruyendo el partido
No es una exageración decir que para el proletariado alemán, la pérdida de Rosa Luxemburgo en 1919 constituye una verdadera tragedia. A pesar de ciertos errores, ella era la dirigente con mayor potencial y capacidad teórica y política para poder dirigir a los comunistas hacía una revolución proletaria exitosa.
Paul Levi |
El KPD(S), de haber seguido el consejo de Radek, es muy probable que hubiera podido reagrupar sus fuerzas y dar una batalla en los comités de obreros y soldados para ganar la mayoría y así preparar la batalla final para la toma del poder que hubiese podido venir en un corto plazo. Recordemos que en Rusia apenas pasaron tres meses entre las jornadas de julio y la insurrección de octubre de 1917.
Sin embargo, con este rotundo fracaso, el KPD(S) había perdido cuatro de sus dirigentes principales: Luxemburgo, Liebknecht, Mehring y Jogiches.
El hombre que reorganizó el partido fue Paul Levi, un espartaquista que había sido el abogado de Luxemburgo. Su preocupación inmediata era evitar el ultraizquierdismo e intentar ganar a los sectores rebeldes dentro del USPD. Los que formaban el ala de izquierda de este partido, compuesto fundamentalmente de delegados sindicales, estaban muy inspirados por la revolución rusa, pero no habían apoyado la fundación del Partido Comunista alemán porque les asustó su composición altamente sectaria.
Pero después de la derrota de 1919 entendieron que era necesario unir fuerzas contra la reacción burguesa. Levi hizo un esfuerzo importante para ganar a los independientes; en octubre de 1920 el USPD celebró su famoso congreso de Halle donde la mayoría se afilió a la Internacional Comunista. El resultado fue una fusión que dio nacimiento a VKPD (Partido Comunista Unido de Alemania). Habiendo quedado reducido a un grupo relativamente pequeño tras la derrota de enero de 1919, los comunistas contaron después de la fusión con un partido de más de 400.000 militantes.
¿Qué es el frente único?
Uno de los grandes aportes de la revolución alemana a la experiencia de la clase obrera mundial y a los revolucionarios fue la táctica del frente único. Ciertamente, esa táctica había sido desarrollada en Rusia por los bolcheviques mediante un llamado a los SR y a los mencheviques a luchar por concluir la revolución proponiendo que la clase obrera, de un modo unificado, tomara el poder a través de los Soviets. Pero fue la revolución alemana la que desarrolló esta táctica de una forma significativa.
La existencia en Alemania de un partido socialdemócrata que todavía tenía apoyo entre las masas, la necesidad de los comunistas de ganar a las bases de obreros que seguían en el SPD y la propia necesidad de luchar por las cuestiones inmediatas, llevó al joven Partido Comunista a emplear el método de buscar un frente común en la lucha inmediata de los trabajadores contra los patronos.
En 1922, Radek, uno de los dirigentes de la Internacional Comunista y su delegado en Alemania, hizo un llamado directo a los socialdemócratas explicando el frente único así:
“Nos sentamos con vosotros en la misma mesa, queremos luchar con vosotros y esta lucha será la que decida si se trata de una maniobra en beneficio de la Internacional Comunista, como pretendéis, o bien de un torrente que reunirá a la clase obrera. (…) Si lucháis con nosotros y con el proletariado de todos los países –no ya por la dictadura, no pedimos tanto– sino, por el trozo de pan y contra la decadencia del mundo, el proletariado cerrará sus filas en la lucha y entonces podremos juzgaros no ya en base a un pasado terrible, sino refiriéndonos a unas acciones completamente nuevas. (…) Intentaremos luchar juntos, no ya por amor hacia vosotros, sino por la inflexible urgencia del momento que nos está impulsando y que os obliga a negociar en esta sala con los mismos comunistas de carne y hueso que os han llamado criminales”. (Citado en P.Broué, El partido bolchevique, página 453.)
El frente único es una táctica de lucha; los revolucionarios unimos nuestras fuerzas con los reformistas en la lucha concreta, manteniendo en todo momento el derecho a plantear y defender nuestras propias posturas y bajo nuestra propia bandera. En el calor de la lucha los revolucionarios queremos mostrar que somos los luchadores más ardientes y así demostrar en la práctica la superioridad de nuestros métodos y política para ganar las luchas obreras y avanzar hacia el socialismo.
Para resumir, decimos a los reformistas: “No estamos de acuerdo con vuestras políticas pero vamos a ver en la lucha práctica cuáles son los métodos que sirven y los que no. Luchemos juntos contra el enemigo común y en esa lucha veremos cómo derrotarlo”.
Fundación de la Internacional Communista, Moscú, 1919. |
En Venezuela la falta de aplicación del método del frente único por parte de dirigentes de la UNT como Orlando Chirino ha significado un retroceso grave para el movimiento obrero. Para estos sectarios este método es como un libro completamente cerrado. No entienden la necesidad de proponer acción conjunta a las otras corrientes sindicales en la UNT que, a pesar de todo, mantienen un apoyo entre sectores de los obreros. En lugar de proponer lucha conjunta, por ejemplo, sobre la base de la ocupación de fábricas y contra el sabotaje de los patronos, lo que han hecho es pelear contra las demás sectores sobre cuestiones organizativas en la UNT. Esto ha jugado un papel muy negativo en el movimiento ya que ha significado un freno para que la clase obrera pueda ponerse al frente de la revolución.
El frente único en la actualidad es una herramienta muy necesaria en la revolución venezolana. Los marxistas de la CMI y los trabajadores organizados en el Frente Bicentenario de Fábricas Bajo Control Obrero hacemos un llamado al frente único en la UNT, invitando a todas las corrientes sindicales a llevar a cabo una lucha por la ocupación de fábricas y contra el sabotaje patronal.
Igual que en la Venezuela de hoy, también había gente en Alemania –en el partido y en la Internacional Comunista– que no comprendía esa táctica. La primera vez que esta cuestión se presentó fue a finales de 1920 y principios de 1921, cuando el VKPD había ganado la mayoría en la central regional sindical en Stuttgart. En aquella ocasión los comunistas habían lanzado un programa con algunos puntos básicos:
· Por una lucha contra la subida de precios de alimentos
· Por una cuenta de inventario de lo que se produce
· Por una subida en los ayudas a los desempleados
· Por la implantación de impuestos a las grandes propiedades
· Control obrero sobre las reservas de materia prima y su distribución
· Desarme de las milicias reaccionarias y armamento del proletariado.
Ninguno de estos puntos era revolucionario en sí mismo, pero correspondían a las necesidades inmediatas de la clase obrera. Lo más importante es notar que se trata de un programa político de acción y no de una batalla sobre cuestiones organizativas. Los comunistas en Stuttgart ganaron la mayoría en el sindicato metalúrgico, no llamando a elecciones sindicales (como lo hizo la C-CURA en la UNT durante 2006-07), sino a través de un programa de lucha que coincidía con las preocupaciones inmediatas de los trabajadores.
Sin embargo, ese programa de acción en Alemania provocó un debate fuerte dentro del partido alemán y la Internacional Comunista.
Mientras la mayoría dirigida por Paul Levi (y Carlos Radek) apoyaba este programa, hubo un sector importante (“los izquierdistas”) en torno a Ruth Fischer que rechazaron el programa con el argumento de que esto iba a aumentar las ilusiones en los reformistas.
La mayoría del Partido Comunista pensaba que el ejemplo de Stuttgart era muy positivo y que se podría utilizar de forma general. Bajo la dirección de Paul Levi, el VKPD lanzó una “carta abierta” a las demás organizaciones obreras reformistas llamando a un frente único para defender a la clase obrera contra la reacción sobre la base del programa de Stuttgart. Esto provocó la rabia también de algunos líderes de la Internacional Comunista. Al inicio, el buró reducido de la ejecutiva de la Internacional, presionado por Bujarin y Zinóviev, condenó la “carta abierta” y acordó censurar la decisión de su publicación. Sólo gracias a la intervención directa de Lenin se abrió de nuevo el debate y más tarde se desarrolló en el III Congreso de la Internacional en junio de 1921.
Otra vez sobre el ultra-izquierdismo; el golpe de Kapp y la acción de marzo
Sin embargo, las discusiones sobre el método a emplear en las nuevas circunstancias continuaron. No sólo había un ala importante dentro del VKPD que defendía métodos ultraizquierdistas (llamados a abandonar el trabajo en los sindicatos tradicionales, el rechazo al parlamentarismo, etc.), sino también existía un partido –el KAPD– que se había escindido del Partido Comunista. Este partido tenía apoyo en varios lugares del país y defendía los acuerdos originales del congreso fundador (de diciembre 1918) del Partido Comunista alemán en donde los ultraizquierdistas habían ganado la mayoría.
Lenin pensaba que era necesario dar una batalla en el terreno ideológico contra esta tendencia. En su opinión, la presencia de estas tendencias era normal en un partido joven, cuando todavía estuviera atravesando los problemas a los que los bolcheviques se habían enfrentado antes de la victoria de octubre.
Por lo tanto, no pensaba en expulsar a los ultraizquierdistas, sino convencerlos con argumentos políticos y ganarlos a su posición. También consideraba que los ultraizquierdistas podrían ser un contrapeso contra los sectores “conservadores” del partido. Con los acontecimientos posteriores en 1923, veremos a qué se refería.
En 1919 Lenin escribió su famosa obra La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. Es un libro excelente donde el autor utiliza la experiencia del trabajo de los bolcheviques en Rusia y la revolución para mostrar que el método del ultraizquierdismo no aportaba nada a la lucha por el socialismo y aislaba a los comunistas. Varios capítulos del libro están dedicados explícitamente a combatir las ideas de los ultraizquierdistas en el PC alemán.
Pero los ultraizquierdistas seguían defendiendo su política divisionista y sectaria y tenían un efecto muy negativo en el partido alemán. Paul Levi y Clara Zetkin luchaban junto con otros miembros de la dirección para frenar el avance de los sectarios en el partido. Pero en las pruebas importantes de la lucha de clases el partido continuó cometiendo una serie de errores graves.
En 1920 una parte de la burguesía intentó dar un golpe de Estado contra la república, el llamado golpe de Kapp (por el general que lo encabezó). Levi, que en aquel momento era el presidente del partido, estaba en la cárcel y así la decisión sobre qué hacer estuvo en manos del resto de los miembros del Zentrale (el buró político). En lugar de llamar a la clase obrera a derrotar el golpe reaccionario y ponerse al frente del movimiento, manteniendo su independencia de clase y la lucha por el socialismo, el Zentrale publicó una declaración diciendo que no había diferencia entre Kapp y la república y que los comunistas eran neutrales en este conflicto. Llamaron al proletariado a mantenerse en la “pasividad”. No obstante, la reacción de la clase obrera fue impresionante; los obreros de Berlín y de muchas otras ciudades fueron a la huelga general y derrotaron el golpe. Una vez más, la posición del partido había impedido aprovecharse de una posibilidad histórica para conquistar el apoyo de las masas.
Después del golpe de Kapp la dirección admitió que había cometido un error, pero los debates y enfrentamientos entre las distintas alas se volvían cada vez más violentos. Al inicio de 1921, Levi y Daümmig dimitieron de la presidencia del partido para dar una batalla en las filas de la base contra los ultraizquierdistas. Lenin apoyaba las posiciones políticas de Levi en su lucha contra los ultraizquierdistas, pero pensaba que era una locura dimitir de la dirección y en una carta llamó a Levi a rectificar esto.
La siguiente prueba de fuego del VKPD se dio en marzo de 1921. En este mes llegó un nuevo emisario de la Internacional Comunista; el famoso Bela Kun. Un activista del partido húngaro que había sido enviado a Alemania por Zinóviev, Bela Kun se instaló en Berlín y a través de discusiones convenció a los dirigentes alemanes de su “teoría de la ofensiva”, según la cual era necesario provocar enfrentamientos violentos con el Estado burgués, generar represión y así “activar” y “encender” a la clase obrera a la insurrección armada. En otras palabras, pensaba que los revolucionarios podrían por sí mismos producir una situación revolucionaria.
Con esta “teoría” en la maleta, los alemanes fueron convencidos a dar el paso; el 27 de marzo los dirigentes del partido decidieron lanzar una “ofensiva revolucionaria” en defensa de los mineros de Alemania central, donde las fuerzas del orden habían ocupado la cuenca minera de Mansfeld. Llamaron a la clase obrera de toda Alemania a tomar armas en sus manos. Pero habían calculado muy mal el ambiente entre las masas, que ahora no estaban dispuestas en estos momentos a luchar por una insurrección armada. La llamada “ofensiva revolucionaria” fracasó por completo. El resultado fue que el partido perdió más de 200.000 miembros en unas semanas y que la represión se extendió; alrededor de 900 militantes fueron encarcelados.
Aquí vemos otra lección importantísima para Venezuela hoy en día. Es imprescindible para una dirección revolucionaria saber estimar la situación en cada momento y lanzar las consignas adecuadas para poder ganar el apoyo de las masas. Como Lenin dijo después de la revolución de febrero en Rusia, es necesario “explicar pacientemente” nuestras ideas a las masas, luchando hombro a hombro con ellas y ayudándoles a sacar todas las conclusiones.
En realidad, la parte más importante de una insurrección no es el aspecto militar sino la tarea política. Una minoría, por muy revolucionario que sea su programa, no puede tomar el poder sin el apoyo de la mayoría de la clase obrera. Resulta imposible “fabricar” una situación revolucionaria artificialmente, mediante provocaciones y “ofensivas”. Y aquí tenemos una gran lección: El factor más importante que hizo posible la victoria de la revolución rusa fue el hecho de que los bolcheviques habían ganado la mayoría en los soviets (los consejos de obreros, soldados y campesinos) y, por lo tanto, el gobierno provisional de Kerensky no pudo movilizar ninguna resistencia seria frente a la insurrección de octubre.
El enfoque de Lenin y Trotsky durante 1921-22
El fracaso de la acción de marzo era evidente y encontró protestas feroces entre una capa de los comunistas. Paul Levi lanzó una crítica que por lo general era correcta, llamando a volver a la política del frente único y a dejar de lado las tonterías de la “teoría de la ofensiva”. Sin embargo, cometió el gran error de hacer su crítica pública. Esto pasó en una situación en que el partido estaba siendo atacado en todos los frentes, y cuando líderes regionales y nacionales del partido estaban siendo encarcelados. Muchos comunistas en las filas del partido se solidarizaron con los puntos de vista de Levi, pero rechazaron la forma tan violenta de su crítica y el que la hiciera pública. La dirección tomó la decisión de expulsarle del partido.
Lenin y Trotsky pensaban que la acción de marzo había sido un auténtico desastre. Para poder convencer tanto al partido ruso como a la Internacional en su conjunto formaron un bloque antes del tercer congreso de la Internacional que se celebró en junio de 1921. Estaban dispuestos a reconocer la expulsión de Paul Levi por indisciplina, pero dándole la razón en sus argumentos políticos. Lenin en una carta le aconsejó seguir trabajando solidariamente con el partido y defenderlo públicamente, quedándose un tiempo fuera del partido y luego pedir su reingreso. Pero Levi rechazó este consejo y continuó atacando al partido, volviendo al SPD.
En el tercer congreso de la Internacional, Lenin y Trotsky lanzaron una lucha. En una sesión del congreso, Lenin condenó la actuación de Bela Kun. En sus memorias, Víctor Serge escribe que nunca había oído la palabra “estúpido” tantas veces en un discurso. Pero al mismo tiempo, Lenin y Trotsky utilizaron el congreso y las resoluciones finales para educar a los cuadros. En su opinión era necesario dar un giro brusco; en lugar de buscar atajos, el partido tenía que emplear el método del frente único para ganar a la mayoría de la clase obrera y atraer la atención de las bases del SPD. Esto estaba vinculado a un pequeño cambio de perspectivas; en su opinión el capitalismo mundial se había recuperado temporalmente de la crisis revolucionaria que siguió a la guerra e iba a haber una pequeña demora de la revolución. En este lapso de tiempo la tarea de los comunistas era ganar la máxima influencia a través del trabajo paciente en los sindicatos, en las luchas cotidianas de obreros, jóvenes y desempleados y así prepararse sistemáticamente para la siguiente oportunidad revolucionaria que sin duda vendría pronto. En otras palabras, la consigna era: “conquistar a las masas para después conquistar el poder”.
Armados con esta nueva política, los dirigentes alemanes liderados por Brandler intentaron recomponer las fuerzas del partido, con resultados excelentes. A lo largo de la segunda mitad de 1921 y de todo el año 1922 conquistaron una posición tras otra; de los 200.000 miembros perdidos después de la acción de marzo de 1921, el partido había reconquistado más de 100.000. Las Juventudes Comunistas también crecieron y alcanzaron los 30.000 miembros. El partido tenía 38 periódicos diarios con 338.626 subscriptores. Pero aún más importante que estas cifras era la influencia del KPD en el frente sindical. La táctica del frente único permitió al partido ganar la mayoría en el sindicato de trabajadores manuales e intelectuales que contaba con 80.000 miembros, al igual que en el sindicato de los marineros y cargadores. A pesar de la fuerte resistencia de los socialdemócratas de derecha, los comunistas también hicieron enormes avances dentro de los sindicatos con mayoría reformista. En el congreso del ADGB (la central obrera alemana) tuvieron 90 delegados de un total de 694 y tenían la mayoría en 60 consejos locales de la central sindical. En todos estos resultados vemos una vez más en la práctica la validez de los métodos de Lenin y Trotsky.
La crisis de 1923
1923 fue un año decisivo en la historia del país. Alemania se vio conmocionada por una crisis profunda tanto en el terreno militar como en el económico, social y político. En enero el gobierno francés decidió ocupar un territorio de Alemania, el Ruhr, como una compensación por la falta de pagos de reparaciones de guerra que el Estado alemán debía pagar a los vencedores. El gobierno alemán de Cuno anunció una política de “resistencia pasiva”, totalmente incapaz de resolver los problemas en el Ruhr.
La crisis económica provocó un aumento espectacular de la inflación. El 3 de febrero un huevo costaba 300 marcos, el 5 costaba 420 marcos, el 10 3.400 marcos, el 27 7.000 marcos. El 8 de agosto el precio de un huevo alcanzó ¡30.000 marcos!
El banco nacional dejó de conceder créditos a los pequeños comerciantes. La pequeña burguesía y las capas medias fueron arruinadas completamente. El salario real de un obrero metalúrgico cayó en el espacio de solo seis meses de 30 a 14 dólares.
En esta situación el partido comunista creció en todos los frentes; las juventudes del partido llegaron a 70.000 afiliados y el periódico comunista Die Rote Fahne superó el nivel de edición del periódico socialdemócrata Vorwärts. El número de fracciones sindicales del KPD en los sindicatos reformistas aumentó de 4.000 a 6.000 a lo largo de unos meses. También organizaron las “centurias proletarias”, milicias obreras con una fuerza considerable en todo el país, con el fin de mantenerse vigilantes frente a los fascistas y la contrarrevolución.
En realidad, podemos afirmar que los comunistas alemanes en la primavera de 1923 estaban en pleno rumbo hacia una ruptura del dominio reformista sobre la clase obrera en Alemania. En este sentido se presentó un desafío importantísimo para el partido que iba a ser uno de los aspectos decisivos en determinar el destino de la revolución alemana: la lucha contra el fascismo.
Qué es el fascismo y cómo combatirlo
La crisis no sólo había dado mayor apoyo a los comunistas, sino también a los fascistas. ¿Qué es el fascismo? El fascismo es un movimiento cuyo objetivo es la destrucción de las organizaciones de la clase obrera, sus sindicatos y sus partidos. Utiliza la desesperación de la pequeña burguesía, el campesinado y las capas más atrasadas del proletariado para movilizarlos y aplastar con una mano de hierro a las organizaciones obreras. En momentos determinados de la historia, la burguesía ve al fascismo como la única salida que puede salvar a su sistema.
Edificio de la primera coordinadora antifascista, Berlin, 1923 |
En Venezuela hemos visto a la oposición contrarrevolucionaria utilizar elementos del fascismo. Durante la lucha sobre la RCTV en abril de 2007 se formaron bandas fascistas en varias universidades del país que quemaron edificios y pelearon con la policía en las calles. Como señalábamos desde la CMI en aquel entonces, los fascistas en Venezuela tenían y siguen teniendo hoy muy poca fuerza, pero si analizamos lo que pasó en Alemania, vemos que los fascistas también tenían muy poco apoyo al inicio.
El partido Nazi, liderado desde 1923 por un relativamente desconocido ex-coronel del ejército, Adolfo Hitler, tenía apenas 15.000 miembros a finales de 1922. Pero a lo largo de 1923 –en el contexto de crisis económica y desesperación de la pequeña burguesía– creció rápidamente y alcanzó los 50.000 miembros en noviembre de 1923, incluidas las SA –fuerzas de choque que estaban armadas hasta los dientes–.
¿Qué respuesta dieron los comunistas alemanes a este movimiento? Al inicio, los dirigentes del KPD –inspirados en gran parte por Radek– emplearon una política muy correcta de confrontación política con los Nazis. Distribuyeron volantes entre las masas influenciadas por los nazis y en todo momento intentaron entrar en discusión con ellas. Su objetivo era captar la atención de las masas de la pequeña burguesía y los lumpen proletarios para poder desviarlos de la vía nacionalista y acercarlos a la revolución y mostrar que la clase obrera era la única clase capaz de salvar el futuro de la nación.
Por supuesto, esto era sólo una parte del trabajo anti-fascista. Lo principal era mostrar que los revolucionarios y el movimiento obrero gobernaban las calles y eran las fuerzas más poderosas en la sociedad. Igual que en el caso de Venezuela, el fascismo sólo pudo surgir y ganar espacio cuando las direcciones del movimiento revolucionario dejaron a las masas en pasividad. Como manifestamos desde la CMI en un volante de 2007 sobre las bandas fascistas: “Es cierto que los revolucionarios somos mayoría, pero si esa mayoría no actúa contra la minoría esta puede llegar a dominar”.
En el primer instante, Brandler y la dirección del PC alemán entendieron esto. Convocaron un “día de acción anti-fascista” con manifestaciones en las calles para el 29 de julio. Este llamado tuvo un efecto impresionante; los sindicatos de base apoyaron la iniciativa, igual que muchas organizaciones locales del SPD (que así rechazaron el llamado de sus dirigentes a oponerse a las manifestaciones).
Pero el gobierno alemán de Cuno prohibió la celebración de las manifestaciones planificadas. Los líderes alemanes vacilaron, no sabían si podrían derrotar la prohibición o no. Claramente estaban frente a un momento decisivo, pero temían caer en una acción prematura. Mandaron una carta a Moscú para solicitar el consejo de los bolcheviques. Todos los dirigentes principales, menos Radek, estaban ausentes. Stalin respondió con una carta llamando a la calma; “Aparte de esto, toda la información que tenemos a nuestra disposición indica que el fascismo es débil en Alemania. En mi opinión los [comunistas] alemanes deben ser frenados, no empujados”. (Citado en P.Broué, The German Revolution, página 740, mi traducción al castellano, PL.)
Radek en el último momento envió la recomendación oficial de la Internacional Comunista de abandonar los planes de manifestaciones en las calles y así el día anti-fascista se desarrolló con mítines bajo techo, etc. Aún así, tuvieron una asistencia muy buena con 200.000 en Berlín, 60.000 en Chemnitz, 30.000 en Leipzig, 25.000 en Gotha, 20.000 en Dresden y un total de 100.000 para la región de Württemberg.
Aquí vemos otra vez cómo los errores fundamentales siempre tienen su origen en perspectivas falsas. Por un lado, estaba la estupidez de Stalin que no entendía el peligro fascista, ni el sentimiento entre los obreros para combatirlo. Por otro lado, tanto Radek como Stalin no comprendieron la situación política, económica y social de Alemania y, en consecuencia, de la correlación de fuerzas.
Es un hecho que el gobierno de Cuno cayó el 11 de agosto tras una huelga general de los trabajadores, apenas dos semanas después del día anti-fascista. Está claro que si los comunistas se hubiesen enfrentado a la prohibición y seguido adelante con las manifestaciones, les habría sido posible unir a la clase obrera alemana y preparar la caída del gobierno de una manera organizada, lo cual hubiera podido ser el comienzo de un poder obrero. Pero otro error fatal en las perspectivas, tanto de los dirigentes alemanes como de Stalin, Radek y, no podemos olvidar, de Zinóviev, impidió que el KPD se aprovechase de esa oportunidad histórica. No es una casualidad que Zinóviev en su discurso en el ECCI (el comité ejecutivo de la Internacional Comunista) de junio dijera:
“Alemania está al borde de la revolución. Esto no significa que la revolución vendrá en un mes o en un año. Quizás será necesario mucho más tiempo”. (Citado en P.Broué, The German Revolution. Página 731, mi traducción al castellano, PL.)
Moscú y la revolución alemana
Después de la caída del gobierno de Cuno, tanto los comunistas alemanes como los bolcheviques se dieron cuenta del cambio drástico en la situación. Brandler y otros dirigentes del KPD fueron a Moscú a finales de agosto y se quedaron allá un mes para discutir qué hacer. Todos estaban de acuerdo en que ya era hora de pasar a planificar la insurrección armada. Trotsky planteó que era necesario fijar un día para la insurrección, pero los alemanes no estaban de acuerdo y querían tener mano libre para decidir el momento adecuado.
Un hecho importante, pero muy poco conocido, es que Brandler propuso que Trotsky viniera a Alemania para ayudar en la ejecución de la insurrección, teniendo en cuenta su papel en el octubre ruso. Esto fue rechazado por Stalin, Zinóviev y Bujarin. La lucha por el poder en el partido ruso ya estaba empezando y el “triunvirato” (Stalin, Kámenev y Zinóviev) quería disminuir el prestigio de Trotsky a toda costa.
Al final se acordó que los rusos enviaran ayuda técnica y militar para hacer las preparaciones. También se decidió que el KPD entrase en los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia donde, junto con los socialdemócratas de izquierdas, tenía la mayoría, para así provocar una represión por parte del gobierno nacional que podría ser utilizado como excusa para empezar la insurrección armada por parte de los comités de fábrica.
En principio, esta táctica elaborada en Moscú era correcta, pero dependía de la aplicación concreta de sus protagonistas, es decir, dependía de las cualidades de los dirigentes alemanes en los momentos decisivos. Como veremos, estos camaradas fallaron por completo en esta gran tarea.
La cuestión de los soviets vs. comités de fábrica
Durante todo el año 1923 los comités de fábricas habían crecido en Alemania, junto con “comités de control”. Eran órganos de doble poder que surgieron fruto de las necesidades inmediatas en las fábricas y en las comunidades: para detener el sabotaje económico de los patronos, para luchar contra el desabastecimiento, contra la subida de precios, la especulación, etc. y por el control obrero tanto en las fábricas como en la distribución de comida en los barrios obreros.
Heinrich Brandler |
En los meses anteriores al verano, el KPD tenía la mayoría en 2.000 de estos comités. En agosto, cuando la crisis se agudizó, se organizó el congreso de comités de fábricas –que representaba a unos 20.000 comités de todo el país– que convocó la huelga general que derrocó al gobierno de Cuno.
Durante el mes de septiembre, en las discusiones que mantuvieron los dirigentes del KPD con los bolcheviques en Moscú, surgió la cuestión de si era necesario o no empezar a construir Soviets en Alemania. Trotsky explicó que era necesario abandonar el fetichismo ante cualquier órgano y entender el contexto concreto. En su opinión, los comités de fábrica en Alemania podían servir perfectamente para la misma tarea que habían acometido los soviets en Rusia. En Lecciones de Octubre escribe lo siguiente:
“En nuestro país, tanto en 1905 como en 1917, los Soviets de diputados obreros surgieron del movimiento mismo como su forma de organización natural a un cierto nivel de lucha. Pero los partidos jóvenes europeos que han aceptado más o menos los Soviets como “doctrina”, como “principio”, estarán siempre expuestos al peligro de un concepto fetichista de los mismos en el sentido de factores autónomos de la Revolución. Porque, a pesar de la inmensa ventaja que ofrecen como organismo de lucha por el Poder, es perfectamente posible que se desarrolle la insurrección sobre la base de otra forma orgánica (comités de fábricas, sindicatos) y que no surjan los Soviets como órgano del Poder sino en el momento de la insurrección o aún después de la victoria”.
“Desde este punto de vista, resulta muy instructiva la lucha que emprendió Lenin contra el fetichismo sovietista luego de las jornadas de Julio. Como en julio se tornaron los Soviets, dirigidos por socialistas revolucionarios y mencheviques, en organismos que impulsaban francamente a los soldados a la ofensiva y perseguían a los bolcheviques, podía y debía buscarse otros caminos al movimiento revolucionario de las masas obreras. Lenin indicaba los comités de fábricas como organismos de la lucha por el Poder. (Ver, por ejemplo, las memorias de Orjonikije*). Es muy probable que el movimiento hubiera seguido esta línea de conducta sin la sublevación de Kornilov, la cual obligó a los Soviets conciliadores a defenderse por sí y permitió a los bolcheviques insuflarles de nuevo el espíritu revolucionario, ligándolos bien a las masas por mediación de su izquierda, o sea del bolchevismo”.
“Tiene tal cuestión una inmensa importancia internacional, según lo ha demostrado la reciente experiencia de Alemania. En este país se crearon varias veces Soviets como órganos de la insurrección, del Poder… sin poder. Se dio el resultado de que en 1923 comenzara el movimiento de las masas proletarias y semiproletarias a agruparse alrededor de los comités de fábricas, que en el fondo ejecutaban las mismas funciones que las que entre nosotros incumbían a los Soviets en el período anterior a la lucha directa por el Poder. Sin embargo, en agosto y septiembre, propusieron algunos compañeros proceder inmediatamente a la creación de Soviets en Alemania. Tras de largos y ardientes debates se rechazó su propuesta, y con razón. Como ya se habían convertido los comités de fábricas en puntos efectivos de concentración de las masas revolucionarias, los Soviets habrían desempeñado en el período preparatorio un papel paralelo al de estos comités y no tendrían sino una forma sin contenido. Así, pues, no habrían hecho más que desviar el pensamiento de las tareas materiales de la insurrección (ejército, policía, centurias, ferrocarriles, etcétera) para volver a fijarlo en una forma de organización autónoma”. (León Trotsky, Lecciones de Octubre.)
En Venezuela el fetichismo por una forma determinada de organización obrera también ha jugado un papel muy negativo. En un artículo del 2008 explicamos que dirigentes como Orlando Chirino han rechazado el llamado por la conformación de consejos obreros y así han desaprovechado una oportunidad histórica para llevar adelante las tareas fundamentales que hoy tiene por delante la clase obrera venezolana: la lucha contra el desabastecimiento, contra el sabotaje patronal y por la extensión del control obrero y las ocupaciones de fábricas.
El octubre alemán
A principios de octubre 1923 Brandler volvió a Alemania. En Moscú los camaradas habían hecho un plan detallado para la toma de poder. Los comunistas primero tenían que integrarse en los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia. En ambos lugares los socialdemócratas de izquierdas estaban en el poder pero amenazados por el gobierno central y su ejército, el Reichswehr. En ambas zonas, el proletariado quería defender su poder contra la represión del gobierno central.
El 8 de octubre, en un discurso militante en el parlamento, un diputado comunista desafió a la burguesía alemana directamente, anunciando la incorporación de los comunistas a los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia. La idea de los comunistas era aprovechar la defensa armada de estas dos zonas para hacer un llamado militante al proletariado de toda Alemania a tomar el poder. Decenas de técnicos y especialistas rusos fueron enviados de Rusia de forma clandestina para preparar la insurrección.
El gobierno central, a través de su general Müller, empezó a amenazar a la “Sajonia roja”, prohibiendo manifestaciones en las calles y suspendiendo la publicación de periódicos comunistas. El KPD pensaba que ya llegó la hora; el 22 de octubre en un congreso de los consejos de fábricas en todo el país promovieron la consigna de huelga general en todo el país para defender a Sajonia. Pero los socialdemócratas de izquierdas vacilaron y esta vacilación se transmitió a Brandler, que retrocedió en su propuesta de llamar a una huelga general en el congreso.
Después del congreso de Chemnitz, la decisión de lanzar la huelga general como el inicio de la insurrección armada fue cancelada por el Zentrale del KPD. En su opinión era imposible empezar la huelga general y la insurrección sin el apoyo incondicional de los socialdemócratas de izquierdas. Por lo tanto, hicieron un llamado a todas las fuerzas comunistas a retroceder y a abandonar los planes insurreccionales.
Sin embargo, este llamado a retroceder no llegó a tiempo a Hamburgo. Allí los comunistas ejecutaron el plan durante la madrugada del 23 de octubre; tomaron el control de edificios estratégicos y desarmaron a grupos de la policía. Rápidamente la noticia sobre el retroceso del KPD llegó a la ciudad. Los insurgentes retrocedieron, pero no pudieron evitar la represión del estado mayor alemán que resultó en 21 muertos y centenares de heridos y encarcelados.
El gobierno central expulsó a los ministros del gobierno regional en Sajonia y al día siguiente, 30 de octubre, los socialdemócratas de izquierda en Sajonia, liderados por Zeigner, capitularon y dimitieron para dar lugar a un gobierno socialdemócrata sin los comunistas. “Sajonia Roja” estaba hecha trizas. La dirección del KPD demostró nuevamente ser impotente frente a las tareas inmensas que habían llegado en un momento decisivo.
En realidad, los comunistas habían calculado mal la situación otra vez. Si el KPD no hubiese confiado en los socialdemócratas de izquierda y hubiera preparado la insurrección bien, teniendo en cuenta la posible vacilación de estos, hubiese sido posible ganar a la mayoría y llevar a cabo la revolución independientemente de los dirigentes socialdemócratas de izquierda. Pero en lugar de esto, el octubre alemán de 1923 fue llamado el “fracaso alemán”, porque acabó siendo una derrota sin lucha.
¿Una tarea condenada por la historia?
Hay algunos historiadores del campo del reformismo, de la burguesía y del propio estalinismo que han pasado ese capítulo triste de la clase obrera alemana completamente por encima. No es una casualidad, pues se trata de un período que contradice toda su manera abstracta de pensar y todos sus prejuicios contra la revolución en general.
Otros historiadores mantienen que Alemania no estaba lista para la revolución proletaria y que “no se podía copiar el modelo ruso en tierra alemana”. Este argumento es fundamentalmente erróneo. De hecho, es una idea que intenta evitar la asimilación de las enseñanzas de este período revolucionario por parte de la clase obrera y los revolucionarios del mundo.
Es radicalmente falso que los bolcheviques intentaran “copiar” el modelo ruso en Alemania. De hecho, tanto Lenin como Trotsky explicaron muchas veces que Alemania tenía rasgos nacionales peculiares importantes y que el partido alemán tenía que ser consciente de estos. Por ejemplo, explicaron que la burguesía alemana era muchísimo más poderosa e inteligente que la rusa y que, por lo tanto, la resistencia frente a la revolución sería mayor. Sin embargo, en todo momento Lenin y Trotsky entendieron la necesidad de utilizar el método dialéctico para aplicar las lecciones rusas, teniendo en cuenta las peculiaridades alemanas.
En nuestra opinión resulta imposible explicar la derrota de 1923 como fruto de alguna “complicación” u obstáculo en la situación objetiva. Alemania estaba sacudida por una crisis profunda, la inflación llegó a niveles sin precedentes, las masas estaban dispuestas a luchar contra los fascistas, había una situación de doble poder establecida por los comités de fábricas, la resistencia de los obreros en el Ruhr contra la ocupación francesa aumentó la militancia, etc. En definitiva, las masas estaban preparadas para dar el golpe decisivo, tomando el poder en sus manos.
Las lecciones del octubre alemán y el futuro de la revolución venezolana
Entonces, ¿cómo podemos explicar ese fracaso tan rotundo? Trotsky lo dilucidó en su obra maravillosa Lecciones de Octubre, en la cual comparó el octubre de Alemania con el octubre de Rusia en 1917 y, por otro lado, en un capítulo importantísimo de su crítica del programa de la Internacional Comunista de 1928:
“En Alemania fue la dirección en su conjunto la que vaciló, y esta vacilación se transmitió al partido y, a través de este, a la clase”. (León Trotsky: La internacional comunista después de Lenin, páginas 173-4.)
Durante todo el año 1923 –y se puede decir en todo el proceso de 1918-1923– el Partido Comunista había movilizado a las masas y, así, había creado enormes expectativas. Las masas pensaban que ya iba a darse la batalla final, que el partido iba a dar el último golpe en octubre de 1923. Cuando eso no se produjo, todo este ambiente de ánimo entre las masas se convirtió en su contrario.
Este ejemplo tiene una importancia especial para Venezuela. Explica por qué perdimos el referéndum del 2 de diciembre 2007. Igual que en Alemania de 1923, el problema no fue la falta de voluntad de las masas sino la carencia de una dirección que diera el paso decisivo en la lucha por el socialismo. Igual que el Partido Comunista alemán, el propio Chávez había generado unas expectativas enormes entre las masas venezolanas en los últimos diez años. Pero, al no tomar las medidas decisivas para expropiar a la oligarquía y solucionar los problemas –es decir, al no dar el golpe decisivo para acabar con el capitalismo–, todo ese ambiente de ánimo sufrió un bajón y esto se manifestó en el nivel de abstención en el referéndum.
Refiriéndose a la oportunidad revolucionaria de 1923, Trotsky dijo lo siguiente:
“La dirección de la Internacional Comunista no lo tomó en cuenta a tiempo. El Partido Comunista alemán seguía todavía la consigna del III congreso, consigna que ciertamente lo había alejado de la vía amenazante del putschismo, pero que fue asimilada de forma unilateral. Hemos visto ya que en nuestra época de cambios bruscos, lo más difícil para una dirección revolucionaria es saber, en el momento propicio, tomar el pulso de la situación política, percibir su brusco cambio y accionar la palanca en el momento adecuado. Una dirección revolucionaria no adquiere tales cualidades simplemente prestando juramento a la última circular de la Internacional Comunista: su conquista exige, además de las indispensables bases teóricas, la experiencia personal y la práctica de una verdadera autocrítica. (…)
“Después de un giro brusco de los acontecimientos, incluso los partidos más revolucionarios corren el riesgo de dejarse desbordar y de proponer las consignas o los métodos de lucha de ayer para tareas y necesidades nuevas”. (León Trotsky: La internacional comunista después de Lenin, páginas 167 y 172).
Trotsky explica que los dirigentes del Partido Comunista alemán se habían quemado muchas veces con el ultra-izquierdismo (en 1919 con la insurrección espartaquista, en 1920 con el golpe Kapp y en 1921 con la acción de marzo) y, luego, que habían hecho el giro del tercer congreso en 1921 (en gran parte convencidos políticamente por Lenin) de una forma demasiada drástica, cayendo en el extremo opuesto, tomándolo como una formula aplicable para cualquier situación. Pero en 1923 la situación cambió radicalmente y era necesario dar un giro brusco en la orientación del partido, marcando sus diferencias con el SPD más claramente en los comités de fábricas, luchando con todas las fuerzas contra los fascistas, combinándolo con la lucha contra la crisis económica y el desempleo y, sobre todo, pasando de las palabras a la acción y la insurrección directa en el momento correcto.
Sin embargo, como vemos en la cita de Trotsky, es necesario saber dar giros bruscos y eso sólo se puede hacer si se comprende el materialismo dialéctico y se entiende la aplicación al desarrollo de la revolución.
Aquí vemos la explicación fundamental de por qué fracasó la revolución en Alemania: El partido careció de una dirección de cuadros experimentados. Si bien es cierto que también hubo contradicciones en el Partido Bolchevique de Rusia, no obstante, es verdad que ellos tenían una capa amplia de cuadros forjados durante años y educados políticamente por Lenin y, sobre todo, que el partido sabía responder correctamente a las pruebas decisivas e implementar giros bruscos y repentinos cuando fue necesario. Eso se ve claramente si uno lee el libro de Alan Woods sobre la historia del bolchevismo.
En Alemania los dirigentes principales tenían un nivel político mediocre. Brandler era un buen organizador, pero nunca alcanzó el nivel de Lenin o Trotsky. Lo mismo podemos decir de Thaelheimer y otros a su alrededor. Desde la Internacional, fueron presionados por Stalin y Zinóviev y, como resultado, abandonaron la lucha sin poner sobre la mesa ninguna opinión independiente. Al mismo Radek, quien supuestamente era un cuadro experimentado de la Internacional y su emisario por excelencia en Alemania, le faltó un criterio independiente para poder actuar en los momentos decisivos. A pesar de ser un luchador honesto, careció del nivel político necesario y ese se revela más tarde en sus polémicas con Trotsky sobre la teoría de la revolución permanente y en su capitulación frente al estalinismo.
La importancia del papel del individuo en la historia aquí se muestra de una forma clara. Alemania enseña que hay algunos momentos decisivos cuando la presencia y actuación de un individuo puede determinar el resultado. Esto también es aplicable a Venezuela. Los cuadros marxistas son imprescindibles.
¿Qué es un cuadro marxista? Para nosotros un cuadro marxista es exactamente lo que faltó en Alemania: Una persona no sólo capaz de organizar el trabajo político, sino también de comprender a fondo de cuestiones teóricas, de la dialéctica, de cómo se desarrolla la lucha de clases y de cómo actuar en los momentos decisivos. Eso obviamente requiere una formación previa; precisamente lo que carecieron los comunistas alemanes.
En Venezuela todavía tenemos algo de tiempo para formar un grupo fuerte de cuadros con un carácter y espíritu bolcheviques y ya hemos avanzado mucho en ese sentido. La Corriente Marxista Internacional, representada por el periódico Lucha de Clases es la herramienta para formar esos cuadros de los que depende el futuro de nuestra revolución y en el desarrollo de esa herramienta cada uno de los camaradas es imprescindible.
Fuentes:
● Pierre Broué, The German Revolution 1917-23, Haymarket Books, 2005
● Pierre Broué, El Partido Bolchevique, Editorial Ayuso, 1973. ( http://www.marxists.org/espanol/broue/1960s/1962/bolchevique/index.htm)
● León Trotsky, Lecciones de Octubre, ( http://www.ceip.org.ar/permanente/Leccionesdeoctubre.htm )
● León Trotsky, La internacional comunista después de Lenin, editorial Akal
● Rob Sewell, Germany – from revolution to counter-revolution, Fortress Books, 1988
La respuesta es la siguiente: Los revolucionarios estudiamos la historia no para ser sabios académicos, sino para comprender las enseñanzas vitales que ésta nos dé y utilizarlas como herramientas prácticas en la lucha de clases.
La historia de las revoluciones es muy rica en lecciones y, como espero poder demostrar, la revolución alemana en particular. Alemania era entre 1918 y 1923 el centro de atención y esperanza de todos los revolucionarios del mundo.
En esos años las posibilidades para completar la revolución socialista eran inmensamente mejores que las de Rusia de 1917. La clase obrera era muchísimo más fuerte y el Partido Comunista más numeroso. Pero desafortunadamente los trabajadores alemanes fueron incapaces de tomar el poder. ¿Qué es lo que falló? La respuesta a esa pregunta la encontraremos más adelante y en ella podremos encontrar una buena cantidad de lecciones para los revolucionarios de hoy en Venezuela.
No podemos entrar en todos los detalles. La revolución alemana es evidentemente un tema amplísimo. Para los que quieran saber más, recomiendo un libro titulado Revolución en Alemania de Pierre Broué, un historiador marxista francés. (Parte de este libro está traducido al castellano y publicado por la editorial A. Redonda, Barcelona 1973. El libro completo sólo está disponible en francés e inglés.)
Resulta imposible en este espacio hacer un balance detallado sobre la historia de la revolución alemana. Por lo tanto, es preferible dedicar este artículo a algunos aspectos claves, sobre todo los que tienen una relevancia especial para la situación actual en Venezuela. La revolución alemana planteó a los revolucionarios cuestiones teóricas muy complicadas y, en algunos sentidos, nuevas. Entre ellas destacan:
La cuestión del frente único.
El surgimiento del fascismo y cómo combatirlo.
Las relaciones de las masas con sus organizaciones tradicionales.
El papel de los soviets y de los comités de fábrica.
El arte de la insurrección.
Discusiones sobre el ultra-izquierdismo y la táctica revolucionaria en general.
1914-1918: Hacia una situación revolucionaria
Alemania era al principio del siglo XX un país con una clase obrera numerosa y esta contó con un partido enorme, el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), y con sindicatos en todo el país. Durante muchos años el SPD defendía la revolución proletaria como la única salida de la crisis capitalista. Antes de la guerra, en 1914, el partido tenía 1.085.905 militantes y en las elecciones de 1912 los candidatos del partido habían recibido unos 4.250.000 votos.
Pero con esta fuerza gigantesca también se extendió el aparato organizativo del SPD. Para los 90 diarios que publicaban tenían 267 periodistas a tiempo completo, junto con 3.000 obreros para la maquetación y la impresión. Aparte de esto, la mayoría de sus 110 diputados eran profesionales a tiempo completo igual que la mayoría de sus 2.886 consejos regionales.
Esto, por supuesto, no fue un problema mientras el aparato se utilizaba para fines revolucionarios y bajo el control democrático de los obreros y la base del partido. De hecho, el propio Lenin en su famoso escrito ¿Qué hacer? utilizó la organización del SPD alemán, con sus revolucionarios profesionales, como un modelo a seguir.
Pero, poco a poco, los dirigentes del SPD empezaron a distanciarse de la clase y el aparato se transformó en su contrario. Esto tenía una base material ya que sus salarios y modo de vida como funcionarios empezaron a elevarse por encima de las condiciones de la propia clase obrera. El marxismo señala que el ser social determina la conciencia. Una de sus primeras expresiones fue el surgimiento de las ideas revisionistas de Bernstein, uno de los fundadores del reformismo, y más tarde de toda la dirección del partido. Las ideas de Bernstein eran parecidas en muchos aspectos a las que defienden hoy en Venezuela intelectuales como Heinz Dieterich.
La Primera Guerra Mundial estalló en 1914. Como hemos explicado muchas veces, son los grandes acontecimientos los que ponen a prueba cualquier partido y tendencia política y las revoluciones y las guerras son los acontecimientos más importantes en la historia.
En el momento decisivo, los líderes del SPD dejaron todas sus consignas revolucionarias a un lado y votaron en el parlamento a favor de los créditos para la guerra. Esta fue una traición sin precedentes. Lenin no podía creerlo y pensaba que el ejemplar del periódico del partido, Vorwörts, anunciando esta decisión, era una falsificación hecha por los altos mandos del ejército alemán.
No obstante, pese a la traición de la burocracia reformista del SPD, que paralizó a los trabajadores y los arrastró a la guerra, ésta iba a tener un efecto importante sobre la conciencia de la clase obrera. Los continuos desastres en el frente de batalla, el malestar y el descontento de los soldados y la situación de miseria en los barrios obreros de las ciudades impulsó al proletariado a intentar cambiar la sociedad.
Rosa Luxemburgo y los espartaquistas
Hubo un grupo de camaradas que mantenían las posturas del internacionalismo proletario frente a esta burda traición. Se trata principalmente de los partidarios de Rosa Luxemburgo, una marxista revolucionaria de origen polaco, organizados en lo que más tarde iba a llamarse “La liga espartaquista”. A este grupo se sumó Carlos Liebknecht, un conocido diputado que era el único que había roto la disciplina y votado en contra de la guerra en el parlamento.
No hay tiempo aquí para profundizar sobre las ideas de Rosa Luxemburgo, pero la lectura de sus escritos es altamente recomendable para todo revolucionario. En concreto su folleto Reforma o revolución constituye un pilar fundamental en el arsenal del marxismo y tiene una relevancia particular en la lucha contra la derecha endógena en el movimiento bolivariano de Venezuela.
Sin embargo, Rosa Luxemburgo cometió ciertos errores políticos y organizativos que más tarde jugaron en su contra. Durante los años anteriores había mantenido una polémica con Lenin sobre varios temas de gran importancia. El más importante en mi opinión fue sobre el carácter del partido y la necesidad de educar a los cuadros.
El SPD era la organización decisiva de la clase obrera a pesar de que su dirección apoyaba a la burguesía alemana. Rosa Luxemburgo y sus camaradas se mantenían, correctamente, dentro del partido. Lucharon por ganar al máximo número de obreros para las ideas del marxismo genuino. Su gran carencia era otra. El problema fundamental fue que no hicieron el trabajo suficiente, de forma sistemática, para organizar la tendencia marxista, educar a los cuadros espartaquistas y tener una publicación regular como grupo.
También podemos decir que habían calculado mal el desarrollo del SPD. Pensaban que la lucha iba a continuar dentro del partido aún cuando un sector importante estaba al borde de la escisión. Ese sector –liderado por importantes diputados y reformistas de izquierda– dio el paso en 1916 y fundaron el USPD, el Partido Socialdemócrata Independiente.
Aquí tenemos una lección importante para Venezuela. Por un lado, es necesario tener una tendencia marxista organizada si queremos luchar contra la derecha endógena. Paul Levi, un espartaquista que más tarde presidió el Partido Comunista alemán, dijo en 1920: “Somos muchos los que nos arrepentimos de no haber empezado a formar el núcleo del Partido Comunista en 1903” (el mismo año en el que se formó el núcleo del bolchevismo en Rusia). Si en Venezuela no construimos una corriente marxista dentro del PSUV, con una publicación regular y una educación de cuadros marxista, será mucho más difícil actuar e intervenir en las luchas que decidirán el destino de la revolución.
Por otro lado, esto demuestra que las discusiones sobre perspectivas son importantísimas y según la conclusión que cada uno saque tendrá una importancia decisiva a la hora de actuar. Tener perspectivas equivocadas puede resultar en errores serios en la intervención práctica en la lucha de clases.
Rosa y sus compañeros fueron a participar en el USPD, pero no habían previsto su formación y, por tanto, no se habían preparado para ella. Mientras que 170.000 miembros se quedaron en el SPD, 120.000 (incluidos 33 diputados) pasaron a formar parte del USPD. El USPD era un partido centrista; en palabras, sus dirigentes apoyaban posturas revolucionarias, pero en la práctica se inclinaron a pactar con los burócratas del SPD.
1918: Año de revolución
Los acontecimientos internacionales tenían un efecto importantísimo sobre la conciencia del proletariado alemán. La Revolución Rusa de octubre 1917, donde los soviets de las masas obreras, campesinas y soldados, dirigidos por los bolcheviques, tomaron el poder, atrajo el entusiasmo de los obreros alemanes. Por otro lado, las continuas derrotas, el caos y la descomposición del ejército alemán en el frente occidental aumentaron la desconfianza de las masas hacia el régimen existente.
Cuando el Estado Mayor del Ejército alemán preparó una última batalla, movilizando a los marineros para frenar el avance del enemigo, esto provocó un movimiento revolucionario; los marineros de la ciudad de Kiel, apoyados por el USPD y el SPD en la ciudad, tomaron las calles, y fusionaron su comité con el consejo obrero que en la práctica mantuvo el poder en la ciudad. El movimiento se extendió por todo el país; motines sacudieron división tras división del ejército, se constituyeron consejos de soldados y trabajadores en una ciudad tras otra, haciéndose dueños de las mismas. Aunque Carlos Liebknecht proclamó la victoria de la revolución socialista el 11 de noviembre, el movimiento fue rápidamente desviado por la dirección del SPD con la ayuda de los dirigentes centristas del USPD que formaron un gobierno conjunto.
Sin entrar en detalles, es necesario precisar que la revolución de noviembre en Alemania tenía muchos rasgos comunes con la revolución de febrero en Rusia. Es decir, las masas, sin experiencia y entrando en la vida política por primera vez, no tenían totalmente claro la necesidad de romper con la burguesía. De hecho, hubo muchas ilusiones democráticas y un grado de confianza en los dirigentes del SPD, que prometieron mejoras para la clase obrera pero con reformas y sin una lucha directa contra la burguesía, etc. Para resumir, la clase obrera tenía el poder en sus manos pero no era consciente de ello y entregó el poder a los dirigentes del SPD que trabajaban a los órdenes de la burguesía alemana.
Esto en sí mismo no era un problema. En el desarrollo de la toma de conciencia de la clase obrera eso es un estadio muy normal. Después de la revolución de febrero en Rusia, Lenin pensaba que era necesario explicar pacientemente el programa bolchevique y construir las fuerzas revolucionarias para poder conquistar el apoyo de las masas en los soviets y luego pasar a la toma del poder.
El ultra-izquierdismo: una advertencia seria para Venezuela
Sin embargo, en Alemania hubo un alto número de activistas dentro de las filas espartaquistas que no entendía este estado de ánimo de las masas y el desarrollo de la conciencia. Desesperados por el, al parecer, lento ritmo de la revolución buscaron soluciones rápidas.
Muchos de estos jóvenes, y no tan jóvenes, revolucionarios espartaquistas expresaron su impotencia frente a los reformistas con impaciencia. Se plantearon la toma del poder pasando por alto la tarea de conquistar el apoyo de las masas y sin considerar seriamente el estado de ánimo ni el nivel de conciencia del proletariado en esos momentos.
En los periodos de revolución y contrarrevolución el peligro del ultra-izquierdismo siempre está presente. La revolución alemana es una clara muestra de esto y también una advertencia importantísima para Venezuela.
Para los marxistas siempre es fundamental resaltar que la clase obrera, la juventud y el campesinado se componen de distintas capas que sacan conclusiones a ritmos distintos. Los sectores más avanzados, entre ellos los activistas en el movimiento obrero, se dan cuenta de la traición de los dirigentes reformistas muchísimo más rápido que el resto. Por lo general, los obreros son muy fieles a sus organizaciones y a los dirigentes que los han despertado a la vida política. Requieren grandes acontecimientos para romper con ellos y buscar una alternativa.
En las filas espartaquistas la impaciencia aumentó. Los espartaquistas, a pesar de los deseos de Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches (otro dirigente importante espartaquista), decidieron formar el partido comunista en diciembre 1918, pero sin una preparación seria ni un esfuerzo para ganar el máximo apoyo. Por ejemplo, la red de delegados revolucionarios, la vanguardia del movimiento obrero en Berlín, que había planteado una serie de condiciones justas para poder integrarse en el nuevo partido, fue rechazada. Así, desperdiciaron la posibilidad de agrupar en sus filas a un sector decisivo de la clase trabajadora.
El congreso fundacional del KDP(S) –Partido Comunista de Alemania (espartaquista)– tenía el apoyo de los bolcheviques, quienes enviaron a Carlos Radek como delegado. No obstante, el congreso no apoyó los métodos que habían empleado los bolcheviques durante la revolución rusa. Por el contrario, los elementos sectarios vencieron a Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht en los puntos más decisivos: se rechazó participar en elecciones parlamentarias y trabajar dentro de los sindicatos con predominancia del SPD.
En Venezuela también hoy en día es muy necesario discutir estas cuestiones de táctica revolucionaria. Si rechazamos participar en el movimiento tradicional de los sindicatos para formar sindicatos “puros” estaríamos condenados al aislamiento. Rechazar, por ejemplo, participar en la UNT o colaborar con las corrientes de esta central sería un error de grandes dimensiones. En el mismo sentido, sería una estupidez negarse a entrar en el PSUV y construir una tendencia marxista dentro del mismo.
La cuestión del parlamentarismo también es importantísima. Los marxistas sabemos, por supuesto, que las cuestiones fundamentales no se resuelven en el parlamento, sino en las calles y en las fábricas. Sin embargo, pensamos que la clase obrera debe utilizar cualquier espacio para promover el mensaje revolucionario. Mientras los revolucionarios no tengamos la fuerza para derribar a una institución, es decir, mientras que todavía no tengamos la mayoría de la clase ganada para nuestro programa, utilizaremos todos los espacios para agitar por nuestras ideas y ganar a la máxima cantidad de partidarios. Pero todo esto no fue tomado en cuenta por la mayoría en el congreso del KPD(S). Veremos más adelante el resultado destructivo de los métodos ultraizquierdistas.
Enero de 1919: La vanguardia cae en la trampa
A pesar de los resultados confusos del congreso fundacional en diciembre, no todo estaba perdido para los comunistas alemanes. El mes de diciembre produce una intensificación de la lucha de clases. El USPD fue expulsado del gobierno por Ebert, el canciller del SPD. Aunque se ordenó la entrada de diez divisiones militares a Berlín para asegurar el dominio de la reacción, los soldados se negaron a hacerlo influenciados por la propaganda revolucionaria. Las ilusiones democráticas de noviembre poco a poco se estaban disipando. La burguesía alemana era consciente de este hecho. Utilizaron el tiempo para formar los Freikorps, bandas paramilitares que pronto contaron con 80.000 miembros en Berlín.
En enero viene la provocación decisiva de la derecha: En Berlín destituyen a Emil Eichhorn, un conocido dirigente izquierdista del USPD, que era el jefe de la policía en la capital alemana. El USPD y el KPD(S) responden con la convocatoria de una manifestación el 5 de enero. Centenares de miles de obreros asisten a la manifestación. Pero los revolucionarios no tienen ningún plan consciente ni una orientación clara que dé una continuidad a la lucha. Dejan transcurrir el día debatiendo interminablemente mientras miles de obreros regresan a sus casas.
Una vez pasado el 5 de enero, los comunistas se inclinan al ultra-izquierdismo. Sin consultar a la dirección del KPD(S), Liebknech y Pieck (otro dirigente comunista) firman una declaración junto con miembros de la coordinadora revolucionaria, donde explican que su objetivo inmediato es derrocar al gobierno, pero sin haber hecho preparaciones serías ni un esfuerzo para ganar a la mayoría en los comités de obreros y soldados. Muchos edificios importantes de la ciudad fueron tomados por los comunistas y la insurrección tuvo una repercusión en la vanguardia. Pero esto no fue suficiente.
Carlos Radek y Leo Jogiches junto con otros espartaquistas, como Paul Levi, intentaron convencer a Rosa Luxemburgo y a Carlos Liebknecht –los dos dirigentes más reconocidos y con más autoridad– a realizar una retirada táctica temporal. Aunque Rosa Luxemburgo se opuso a empezar la lucha para derrocar el gobierno, una vez en plena batalla ella no entendía la necesidad de llevar a cabo una retirada. La clase dominante aprovecha el momento; empieza la represión y envían a los Freikorps para detener y matar a Rosa Luxemburgo y Carlos Liebknecht.
Aquí vemos la consecuencia directa de la falta de trabajo paciente de educación de los cuadros por parte de los dirigentes espartaquistas. En los momentos decisivos se vieron desbordados por los obreros a la izquierda, impacientes por la falta de acción pero sin un cálculo sobrio de las posibilidades de realizar una insurrección exitosa. Como dijo Radek en una carta comparando la insurrección alemana de enero 1919 con las “jornadas de julio” en Rusia de 1917 (una batalla muy parecida donde parte de la vanguardia en San Petersburgo estaba impaciente y lanzó una lucha prematura):
“Nada puede impedir al más débil batirse en retirada frente a una fuerza superior. En julio de 1917, cuando éramos infinitamente más fuertes de lo que sois ahora vosotros, intentamos retener con todas nuestras fuerzas a las masas, y como no lo conseguimos, las condujimos con esfuerzos inauditos, hacia la retirada, huyendo de una batalla sin esperanza”. (Citado en P.Broué, The German Revolution, pág.251.)
Según Radek, era necesaria una retirada temporal, parecida a la que hicieron los bolcheviques en 1917 y con el mismo objetivo; el KPD(S) debería empezar una campaña para ganar a la mayoría en los consejos de obreros y soldados. Pero sus valiosos consejos no fueron escuchados; los dirigentes espartaquistas continuaron la insurrección e hicieron de la defensa del edificio ocupado de Vorwärts (el periódico Socialdemócrata) un principio de honor.
El doble asesinato de Luxemburgo y Liebknecht tuvo lugar el 15 de enero 1919. Los dos líderes revolucionarios más importantes del proletariado alemán fueron eliminados igual que Leo Jogiches dos meses más tarde, en marzo 1919. Franz Mehring, otro dirigente importante de los espartaquistas murió de un ataque al corazón poco después.
A pesar de todas las diferencias que Lenin había tenido a lo largo de los años con Rosa, éste la calificó como un “águila” de la clase obrera. En un artículo de 1922 defendió a Rosa contra los que querían tergiversar su memoria de la siguiente manera:
«Vamos a contestar a esto con dos líneas de una estupenda fábula rusa: un águila puede en ocasiones descender más bajo que una gallina, pero una gallina jamás podrá ascender a la altura que puede hacerlo un águila. Rosa Luxemburgo se equivocó en la cuestión de la independencia de Polonia; se equivocó en 1903 cuando enjuició al menchevismo… [describe toda una serie de equivocaciones]. Pero a pesar de todas esas faltas fue y sigue siendo un águila; y no solamente su recuerdo será siempre venerado por los comunistas de todo el mundo, sino que su biografía y la edición de sus obras completas (con las que los comunistas alemanes se retrasan en forma inexplicable, lo que parcialmente se puede disculpar pensando en la insólita cantidad de víctimas que han registrado en su lucha) representarán una valiosa lección para la educación de muchas generaciones de comunistas de todo el mundo». (Escrito en febrero de 1922, publicado en Pravda núm. 87, 16 de abril de 1924.)
Reconstruyendo el partido
No es una exageración decir que para el proletariado alemán, la pérdida de Rosa Luxemburgo en 1919 constituye una verdadera tragedia. A pesar de ciertos errores, ella era la dirigente con mayor potencial y capacidad teórica y política para poder dirigir a los comunistas hacía una revolución proletaria exitosa.
El KPD(S), de haber seguido el consejo de Radek, es muy probable que hubiera podido reagrupar sus fuerzas y dar una batalla en los comités de obreros y soldados para ganar la mayoría y así preparar la batalla final para la toma del poder que hubiese podido venir en un corto plazo. Recordemos que en Rusia apenas pasaron tres meses entre las jornadas de julio y la insurrección de octubre de 1917.
Sin embargo, con este rotundo fracaso, el KPD(S) había perdido cuatro de sus dirigentes principales: Luxemburgo, Liebknecht, Mehring y Jogiches.
El hombre que reorganizó el partido fue Paul Levi, un espartaquista que había sido el abogado de Luxemburgo. Su preocupación inmediata era evitar el ultraizquierdismo e intentar ganar a los sectores rebeldes dentro del USPD. Los que formaban el ala de izquierda de este partido, compuesto fundamentalmente de delegados sindicales, estaban muy inspirados por la revolución rusa, pero no habían apoyado la fundación del Partido Comunista alemán porque les asustó su composición altamente sectaria.
Pero después de la derrota de 1919 entendieron que era necesario unir fuerzas contra la reacción burguesa. Levi hizo un esfuerzo importante para ganar a los independientes; en octubre de 1920 el USPD celebró su famoso congreso de Halle donde la mayoría se afilió a la Internacional Comunista. El resultado fue una fusión que dio nacimiento a VKPD (Partido Comunista Unido de Alemania). Habiendo quedado reducido a un grupo relativamente pequeño tras la derrota de enero de 1919, los comunistas contaron después de la fusión con un partido de más de 400.000 militantes.
¿Qué es el frente único?
Uno de los grandes aportes de la revolución alemana a la experiencia de la clase obrera mundial y a los revolucionarios fue la táctica del frente único. Ciertamente, esa táctica había sido desarrollada en Rusia por los bolcheviques mediante un llamado a los SR y a los mencheviques a luchar por concluir la revolución proponiendo que la clase obrera, de un modo unificado, tomara el poder a través de los Soviets. Pero fue la revolución alemana la que desarrolló esta táctica de una forma significativa.
La existencia en Alemania de un partido socialdemócrata que todavía tenía apoyo entre las masas, la necesidad de los comunistas de ganar a las bases de obreros que seguían en el SPD y la propia necesidad de luchar por las cuestiones inmediatas, llevó al joven Partido Comunista a emplear el método de buscar un frente común en la lucha inmediata de los trabajadores contra los patronos.
En 1922, Radek, uno de los dirigentes de la Internacional Comunista y su delegado en Alemania, hizo un llamado directo a los socialdemócratas explicando el frente único así:
“Nos sentamos con vosotros en la misma mesa, queremos luchar con vosotros y esta lucha será la que decida si se trata de una maniobra en beneficio de la Internacional Comunista, como pretendéis, o bien de un torrente que reunirá a la clase obrera. (…) Si lucháis con nosotros y con el proletariado de todos los países –no ya por la dictadura, no pedimos tanto– sino, por el trozo de pan y contra la decadencia del mundo, el proletariado cerrará sus filas en la lucha y entonces podremos juzgaros no ya en base a un pasado terrible, sino refiriéndonos a unas acciones completamente nuevas. (…) Intentaremos luchar juntos, no ya por amor hacia vosotros, sino por la inflexible urgencia del momento que nos está impulsando y que os obliga a negociar en esta sala con los mismos comunistas de carne y hueso que os han llamado criminales”. (Citado en P.Broué, El partido bolchevique, página 453.)
El frente único es una táctica de lucha; los revolucionarios unimos nuestras fuerzas con los reformistas en la lucha concreta, manteniendo en todo momento el derecho a plantear y defender nuestras propias posturas y bajo nuestra propia bandera. En el calor de la lucha los revolucionarios queremos mostrar que somos los luchadores más ardientes y así demostrar en la práctica la superioridad de nuestros métodos y política para ganar las luchas obreras y avanzar hacia el socialismo.
Para resumir, decimos a los reformistas: “No estamos de acuerdo con vuestras políticas pero vamos a ver en la lucha práctica cuáles son los métodos que sirven y los que no. Luchemos juntos contra el enemigo común y en esa lucha veremos cómo derrotarlo”.
En Venezuela la falta de aplicación del método del frente único por parte de dirigentes de la UNT como Orlando Chirino ha significado un retroceso grave para el movimiento obrero. Para estos sectarios este método es como un libro completamente cerrado. No entienden la necesidad de proponer acción conjunta a las otras corrientes sindicales en la UNT que, a pesar de todo, mantienen un apoyo entre sectores de los obreros. En lugar de proponer lucha conjunta, por ejemplo, sobre la base de la ocupación de fábricas y contra el sabotaje de los patronos, lo que han hecho es pelear contra las demás sectores sobre cuestiones organizativas en la UNT. Esto ha jugado un papel muy negativo en el movimiento ya que ha significado un freno para que la clase obrera pueda ponerse al frente de la revolución.
El frente único en la actualidad es una herramienta muy necesaria en la revolución venezolana. Los marxistas de la CMI y los trabajadores organizados en el Frente Bicentenario de Fábricas Bajo Control Obrero hacemos un llamado al frente único en la UNT, invitando a todas las corrientes sindicales a llevar a cabo una lucha por la ocupación de fábricas y contra el sabotaje patronal.
Igual que en la Venezuela de hoy, también había gente en Alemania –en el partido y en la Internacional Comunista– que no comprendía esa táctica. La primera vez que esta cuestión se presentó fue a finales de 1920 y principios de 1921, cuando el VKPD había ganado la mayoría en la central regional sindical en Stuttgart. En aquella ocasión los comunistas habían lanzado un programa con algunos puntos básicos:
· Por una lucha contra la subida de precios de alimentos
· Por una cuenta de inventario de lo que se produce
· Por una subida en los ayudas a los desempleados
· Por la implantación de impuestos a las grandes propiedades
· Control obrero sobre las reservas de materia prima y su distribución
· Desarme de las milicias reaccionarias y armamento del proletariado.
Ninguno de estos puntos era revolucionario en sí mismo, pero correspondían a las necesidades inmediatas de la clase obrera. Lo más importante es notar que se trata de un programa político de acción y no de una batalla sobre cuestiones organizativas. Los comunistas en Stuttgart ganaron la mayoría en el sindicato metalúrgico, no llamando a elecciones sindicales (como lo hizo la C-CURA en la UNT durante 2006-07), sino a través de un programa de lucha que coincidía con las preocupaciones inmediatas de los trabajadores.
Sin embargo, ese programa de acción en Alemania provocó un debate fuerte dentro del partido alemán y la Internacional Comunista.
Mientras la mayoría dirigida por Paul Levi (y Carlos Radek) apoyaba este programa, hubo un sector importante (“los izquierdistas”) en torno a Ruth Fischer que rechazaron el programa con el argumento de que esto iba a aumentar las ilusiones en los reformistas.
La mayoría del Partido Comunista pensaba que el ejemplo de Stuttgart era muy positivo y que se podría utilizar de forma general. Bajo la dirección de Paul Levi, el VKPD lanzó una “carta abierta” a las demás organizaciones obreras reformistas llamando a un frente único para defender a la clase obrera contra la reacción sobre la base del programa de Stuttgart. Esto provocó la rabia también de algunos líderes de la Internacional Comunista. Al inicio, el buró reducido de la ejecutiva de la Internacional, presionado por Bujarin y Zinóviev, condenó la “carta abierta” y acordó censurar la decisión de su publicación. Sólo gracias a la intervención directa de Lenin se abrió de nuevo el debate y más tarde se desarrolló en el III Congreso de la Internacional en junio de 1921.
Otra vez sobre el ultra-izquierdismo; el golpe de Kapp y la acción de marzo
Sin embargo, las discusiones sobre el método a emplear en las nuevas circunstancias continuaron. No sólo había un ala importante dentro del VKPD que defendía métodos ultraizquierdistas (llamados a abandonar el trabajo en los sindicatos tradicionales, el rechazo al parlamentarismo, etc.), sino también existía un partido –el KAPD– que se había escindido del Partido Comunista. Este partido tenía apoyo en varios lugares del país y defendía los acuerdos originales del congreso fundador (de diciembre 1918) del Partido Comunista alemán en donde los ultraizquierdistas habían ganado la mayoría.
Lenin pensaba que era necesario dar una batalla en el terreno ideológico contra esta tendencia. En su opinión, la presencia de estas tendencias era normal en un partido joven, cuando todavía estuviera atravesando los problemas a los que los bolcheviques se habían enfrentado antes de la victoria de octubre.
Por lo tanto, no pensaba en expulsar a los ultraizquierdistas, sino convencerlos con argumentos políticos y ganarlos a su posición. También consideraba que los ultraizquierdistas podrían ser un contrapeso contra los sectores “conservadores” del partido. Con los acontecimientos posteriores en 1923, veremos a qué se refería.
En 1919 Lenin escribió su famosa obra La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo. Es un libro excelente donde el autor utiliza la experiencia del trabajo de los bolcheviques en Rusia y la revolución para mostrar que el método del ultraizquierdismo no aportaba nada a la lucha por el socialismo y aislaba a los comunistas. Varios capítulos del libro están dedicados explícitamente a combatir las ideas de los ultraizquierdistas en el PC alemán.
Pero los ultraizquierdistas seguían defendiendo su política divisionista y sectaria y tenían un efecto muy negativo en el partido alemán. Paul Levi y Clara Zetkin luchaban junto con otros miembros de la dirección para frenar el avance de los sectarios en el partido. Pero en las pruebas importantes de la lucha de clases el partido continuó cometiendo una serie de errores graves.
En 1920 una parte de la burguesía intentó dar un golpe de Estado contra la república, el llamado golpe de Kapp (por el general que lo encabezó). Levi, que en aquel momento era el presidente del partido, estaba en la cárcel y así la decisión sobre qué hacer estuvo en manos del resto de los miembros del Zentrale (el buró político). En lugar de llamar a la clase obrera a derrotar el golpe reaccionario y ponerse al frente del movimiento, manteniendo su independencia de clase y la lucha por el socialismo, el Zentrale publicó una declaración diciendo que no había diferencia entre Kapp y la república y que los comunistas eran neutrales en este conflicto. Llamaron al proletariado a mantenerse en la “pasividad”. No obstante, la reacción de la clase obrera fue impresionante; los obreros de Berlín y de muchas otras ciudades fueron a la huelga general y derrotaron el golpe. Una vez más, la posición del partido había impedido aprovecharse de una posibilidad histórica para conquistar el apoyo de las masas.
Después del golpe de Kapp la dirección admitió que había cometido un error, pero los debates y enfrentamientos entre las distintas alas se volvían cada vez más violentos. Al inicio de 1921, Levi y Daümmig dimitieron de la presidencia del partido para dar una batalla en las filas de la base contra los ultraizquierdistas. Lenin apoyaba las posiciones políticas de Levi en su lucha contra los ultraizquierdistas, pero pensaba que era una locura dimitir de la dirección y en una carta llamó a Levi a rectificar esto.
La siguiente prueba de fuego del VKPD se dio en marzo de 1921. En este mes llegó un nuevo emisario de la Internacional Comunista; el famoso Bela Kun. Un activista del partido húngaro que había sido enviado a Alemania por Zinóviev, Bela Kun se instaló en Berlín y a través de discusiones convenció a los dirigentes alemanes de su “teoría de la ofensiva”, según la cual era necesario provocar enfrentamientos violentos con el Estado burgués, generar represión y así “activar” y “encender” a la clase obrera a la insurrección armada. En otras palabras, pensaba que los revolucionarios podrían por sí mismos producir una situación revolucionaria.
Con esta “teoría” en la maleta, los alemanes fueron convencidos a dar el paso; el 27 de marzo los dirigentes del partido decidieron lanzar una “ofensiva revolucionaria” en defensa de los mineros de Alemania central, donde las fuerzas del orden habían ocupado la cuenca minera de Mansfeld. Llamaron a la clase obrera de toda Alemania a tomar armas en sus manos. Pero habían calculado muy mal el ambiente entre las masas, que ahora no estaban dispuestas en estos momentos a luchar por una insurrección armada. La llamada “ofensiva revolucionaria” fracasó por completo. El resultado fue que el partido perdió más de 200.000 miembros en unas semanas y que la represión se extendió; alrededor de 900 militantes fueron encarcelados.
Aquí vemos otra lección importantísima para Venezuela hoy en día. Es imprescindible para una dirección revolucionaria saber estimar la situación en cada momento y lanzar las consignas adecuadas para poder ganar el apoyo de las masas. Como Lenin dijo después de la revolución de febrero en Rusia, es necesario “explicar pacientemente” nuestras ideas a las masas, luchando hombro a hombro con ellas y ayudándoles a sacar todas las conclusiones.
En realidad, la parte más importante de una insurrección no es el aspecto militar sino la tarea política. Una minoría, por muy revolucionario que sea su programa, no puede tomar el poder sin el apoyo de la mayoría de la clase obrera. Resulta imposible “fabricar” una situación revolucionaria artificialmente, mediante provocaciones y “ofensivas”. Y aquí tenemos una gran lección: El factor más importante que hizo posible la victoria de la revolución rusa fue el hecho de que los bolcheviques habían ganado la mayoría en los soviets (los consejos de obreros, soldados y campesinos) y, por lo tanto, el gobierno provisional de Kerensky no pudo movilizar ninguna resistencia seria frente a la insurrección de octubre.
El enfoque de Lenin y Trotsky durante 1921-22
El fracaso de la acción de marzo era evidente y encontró protestas feroces entre una capa de los comunistas. Paul Levi lanzó una crítica que por lo general era correcta, llamando a volver a la política del frente único y a dejar de lado las tonterías de la “teoría de la ofensiva”. Sin embargo, cometió el gran error de hacer su crítica pública. Esto pasó en una situación en que el partido estaba siendo atacado en todos los frentes, y cuando líderes regionales y nacionales del partido estaban siendo encarcelados. Muchos comunistas en las filas del partido se solidarizaron con los puntos de vista de Levi, pero rechazaron la forma tan violenta de su crítica y el que la hiciera pública. La dirección tomó la decisión de expulsarle del partido.
Lenin y Trotsky pensaban que la acción de marzo había sido un auténtico desastre. Para poder convencer tanto al partido ruso como a la Internacional en su conjunto formaron un bloque antes del tercer congreso de la Internacional que se celebró en junio de 1921. Estaban dispuestos a reconocer la expulsión de Paul Levi por indisciplina, pero dándole la razón en sus argumentos políticos. Lenin en una carta le aconsejó seguir trabajando solidariamente con el partido y defenderlo públicamente, quedándose un tiempo fuera del partido y luego pedir su reingreso. Pero Levi rechazó este consejo y continuó atacando al partido, volviendo al SPD.
En el tercer congreso de la Internacional, Lenin y Trotsky lanzaron una lucha. En una sesión del congreso, Lenin condenó la actuación de Bela Kun. En sus memorias, Víctor Serge escribe que nunca había oído la palabra “estúpido” tantas veces en un discurso. Pero al mismo tiempo, Lenin y Trotsky utilizaron el congreso y las resoluciones finales para educar a los cuadros. En su opinión era necesario dar un giro brusco; en lugar de buscar atajos, el partido tenía que emplear el método del frente único para ganar a la mayoría de la clase obrera y atraer la atención de las bases del SPD. Esto estaba vinculado a un pequeño cambio de perspectivas; en su opinión el capitalismo mundial se había recuperado temporalmente de la crisis revolucionaria que siguió a la guerra e iba a haber una pequeña demora de la revolución. En este lapso de tiempo la tarea de los comunistas era ganar la máxima influencia a través del trabajo paciente en los sindicatos, en las luchas cotidianas de obreros, jóvenes y desempleados y así prepararse sistemáticamente para la siguiente oportunidad revolucionaria que sin duda vendría pronto. En otras palabras, la consigna era: “conquistar a las masas para después conquistar el poder”.
Armados con esta nueva política, los dirigentes alemanes liderados por Brandler intentaron recomponer las fuerzas del partido, con resultados excelentes. A lo largo de la segunda mitad de 1921 y de todo el año 1922 conquistaron una posición tras otra; de los 200.000 miembros perdidos después de la acción de marzo de 1921, el partido había reconquistado más de 100.000. Las Juventudes Comunistas también crecieron y alcanzaron los 30.000 miembros. El partido tenía 38 periódicos diarios con 338.626 subscriptores. Pero aún más importante que estas cifras era la influencia del KPD en el frente sindical. La táctica del frente único permitió al partido ganar la mayoría en el sindicato de trabajadores manuales e intelectuales que contaba con 80.000 miembros, al igual que en el sindicato de los marineros y cargadores. A pesar de la fuerte resistencia de los socialdemócratas de derecha, los comunistas también hicieron enormes avances dentro de los sindicatos con mayoría reformista. En el congreso del ADGB (la central obrera alemana) tuvieron 90 delegados de un total de 694 y tenían la mayoría en 60 consejos locales de la central sindical. En todos estos resultados vemos una vez más en la práctica la validez de los métodos de Lenin y Trotsky.
La crisis de 1923
1923 fue un año decisivo en la historia del país. Alemania se vio conmocionada por una crisis profunda tanto en el terreno militar como en el económico, social y político. En enero el gobierno francés decidió ocupar un territorio de Alemania, el Ruhr, como una compensación por la falta de pagos de reparaciones de guerra que el Estado alemán debía pagar a los vencedores. El gobierno alemán de Cuno anunció una política de “resistencia pasiva”, totalmente incapaz de resolver los problemas en el Ruhr.
La crisis económica provocó un aumento espectacular de la inflación. El 3 de febrero un huevo costaba 300 marcos, el 5 costaba 420 marcos, el 10 3.400 marcos, el 27 7.000 marcos. El 8 de agosto el precio de un huevo alcanzó ¡30.000 marcos!
El banco nacional dejó de conceder créditos a los pequeños comerciantes. La pequeña burguesía y las capas medias fueron arruinadas completamente. El salario real de un obrero metalúrgico cayó en el espacio de solo seis meses de 30 a 14 dólares.
En esta situación el partido comunista creció en todos los frentes; las juventudes del partido llegaron a 70.000 afiliados y el periódico comunista Die Rote Fahne superó el nivel de edición del periódico socialdemócrata Vorwärts. El número de fracciones sindicales del KPD en los sindicatos reformistas aumentó de 4.000 a 6.000 a lo largo de unos meses. También organizaron las “centurias proletarias”, milicias obreras con una fuerza considerable en todo el país, con el fin de mantenerse vigilantes frente a los fascistas y la contrarrevolución.
En realidad, podemos afirmar que los comunistas alemanes en la primavera de 1923 estaban en pleno rumbo hacia una ruptura del dominio reformista sobre la clase obrera en Alemania. En este sentido se presentó un desafío importantísimo para el partido que iba a ser uno de los aspectos decisivos en determinar el destino de la revolución alemana: la lucha contra el fascismo.
Qué es el fascismo y cómo combatirlo
La crisis no sólo había dado mayor apoyo a los comunistas, sino también a los fascistas. ¿Qué es el fascismo? El fascismo es un movimiento cuyo objetivo es la destrucción de las organizaciones de la clase obrera, sus sindicatos y sus partidos. Utiliza la desesperación de la pequeña burguesía, el campesinado y las capas más atrasadas del proletariado para movilizarlos y aplastar con una mano de hierro a las organizaciones obreras. En momentos determinados de la historia, la burguesía ve al fascismo como la única salida que puede salvar a su sistema.
En Venezuela hemos visto a la oposición contrarrevolucionaria utilizar elementos del fascismo. Durante la lucha sobre la RCTV en abril de 2007 se formaron bandas fascistas en varias universidades del país que quemaron edificios y pelearon con la policía en las calles. Como señalábamos desde la CMI en aquel entonces, los fascistas en Venezuela tenían y siguen teniendo hoy muy poca fuerza, pero si analizamos lo que pasó en Alemania, vemos que los fascistas también tenían muy poco apoyo al inicio.
El partido Nazi, liderado desde 1923 por un relativamente desconocido ex-coronel del ejército, Adolfo Hitler, tenía apenas 15.000 miembros a finales de 1922. Pero a lo largo de 1923 –en el contexto de crisis económica y desesperación de la pequeña burguesía– creció rápidamente y alcanzó los 50.000 miembros en noviembre de 1923, incluidas las SA –fuerzas de choque que estaban armadas hasta los dientes–.
¿Qué respuesta dieron los comunistas alemanes a este movimiento? Al inicio, los dirigentes del KPD –inspirados en gran parte por Radek– emplearon una política muy correcta de confrontación política con los Nazis. Distribuyeron volantes entre las masas influenciadas por los nazis y en todo momento intentaron entrar en discusión con ellas. Su objetivo era captar la atención de las masas de la pequeña burguesía y los lumpen proletarios para poder desviarlos de la vía nacionalista y acercarlos a la revolución y mostrar que la clase obrera era la única clase capaz de salvar el futuro de la nación.
Por supuesto, esto era sólo una parte del trabajo anti-fascista. Lo principal era mostrar que los revolucionarios y el movimiento obrero gobernaban las calles y eran las fuerzas más poderosas en la sociedad. Igual que en el caso de Venezuela, el fascismo sólo pudo surgir y ganar espacio cuando las direcciones del movimiento revolucionario dejaron a las masas en pasividad. Como manifestamos desde la CMI en un volante de 2007 sobre las bandas fascistas: “Es cierto que los revolucionarios somos mayoría, pero si esa mayoría no actúa contra la minoría esta puede llegar a dominar”.
En el primer instante, Brandler y la dirección del PC alemán entendieron esto. Convocaron un “día de acción anti-fascista” con manifestaciones en las calles para el 29 de julio. Este llamado tuvo un efecto impresionante; los sindicatos de base apoyaron la iniciativa, igual que muchas organizaciones locales del SPD (que así rechazaron el llamado de sus dirigentes a oponerse a las manifestaciones).
Pero el gobierno alemán de Cuno prohibió la celebración de las manifestaciones planificadas. Los líderes alemanes vacilaron, no sabían si podrían derrotar la prohibición o no. Claramente estaban frente a un momento decisivo, pero temían caer en una acción prematura. Mandaron una carta a Moscú para solicitar el consejo de los bolcheviques. Todos los dirigentes principales, menos Radek, estaban ausentes. Stalin respondió con una carta llamando a la calma; “Aparte de esto, toda la información que tenemos a nuestra disposición indica que el fascismo es débil en Alemania. En mi opinión los [comunistas] alemanes deben ser frenados, no empujados”. (Citado en P.Broué, The German Revolution, página 740, mi traducción al castellano, PL.)
Radek en el último momento envió la recomendación oficial de la Internacional Comunista de abandonar los planes de manifestaciones en las calles y así el día anti-fascista se desarrolló con mítines bajo techo, etc. Aún así, tuvieron una asistencia muy buena con 200.000 en Berlín, 60.000 en Chemnitz, 30.000 en Leipzig, 25.000 en Gotha, 20.000 en Dresden y un total de 100.000 para la región de Württemberg.
Aquí vemos otra vez cómo los errores fundamentales siempre tienen su origen en perspectivas falsas. Por un lado, estaba la estupidez de Stalin que no entendía el peligro fascista, ni el sentimiento entre los obreros para combatirlo. Por otro lado, tanto Radek como Stalin no comprendieron la situación política, económica y social de Alemania y, en consecuencia, de la correlación de fuerzas.
Es un hecho que el gobierno de Cuno cayó el 11 de agosto tras una huelga general de los trabajadores, apenas dos semanas después del día anti-fascista. Está claro que si los comunistas se hubiesen enfrentado a la prohibición y seguido adelante con las manifestaciones, les habría sido posible unir a la clase obrera alemana y preparar la caída del gobierno de una manera organizada, lo cual hubiera podido ser el comienzo de un poder obrero. Pero otro error fatal en las perspectivas, tanto de los dirigentes alemanes como de Stalin, Radek y, no podemos olvidar, de Zinóviev, impidió que el KPD se aprovechase de esa oportunidad histórica. No es una casualidad que Zinóviev en su discurso en el ECCI (el comité ejecutivo de la Internacional Comunista) de junio dijera:
“Alemania está al borde de la revolución. Esto no significa que la revolución vendrá en un mes o en un año. Quizás será necesario mucho más tiempo”. (Citado en P.Broué, The German Revolution. Página 731, mi traducción al castellano, PL.)
Moscú y la revolución alemana
Después de la caída del gobierno de Cuno, tanto los comunistas alemanes como los bolcheviques se dieron cuenta del cambio drástico en la situación. Brandler y otros dirigentes del KPD fueron a Moscú a finales de agosto y se quedaron allá un mes para discutir qué hacer. Todos estaban de acuerdo en que ya era hora de pasar a planificar la insurrección armada. Trotsky planteó que era necesario fijar un día para la insurrección, pero los alemanes no estaban de acuerdo y querían tener mano libre para decidir el momento adecuado.
Un hecho importante, pero muy poco conocido, es que Brandler propuso que Trotsky viniera a Alemania para ayudar en la ejecución de la insurrección, teniendo en cuenta su papel en el octubre ruso. Esto fue rechazado por Stalin, Zinóviev y Bujarin. La lucha por el poder en el partido ruso ya estaba empezando y el “triunvirato” (Stalin, Kámenev y Zinóviev) quería disminuir el prestigio de Trotsky a toda costa.
Al final se acordó que los rusos enviaran ayuda técnica y militar para hacer las preparaciones. También se decidió que el KPD entrase en los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia donde, junto con los socialdemócratas de izquierdas, tenía la mayoría, para así provocar una represión por parte del gobierno nacional que podría ser utilizado como excusa para empezar la insurrección armada por parte de los comités de fábrica.
En principio, esta táctica elaborada en Moscú era correcta, pero dependía de la aplicación concreta de sus protagonistas, es decir, dependía de las cualidades de los dirigentes alemanes en los momentos decisivos. Como veremos, estos camaradas fallaron por completo en esta gran tarea.
La cuestión de los soviets vs. comités de fábrica
Durante todo el año 1923 los comités de fábricas habían crecido en Alemania, junto con “comités de control”. Eran órganos de doble poder que surgieron fruto de las necesidades inmediatas en las fábricas y en las comunidades: para detener el sabotaje económico de los patronos, para luchar contra el desabastecimiento, contra la subida de precios, la especulación, etc. y por el control obrero tanto en las fábricas como en la distribución de comida en los barrios obreros.
En los meses anteriores al verano, el KPD tenía la mayoría en 2.000 de estos comités. En agosto, cuando la crisis se agudizó, se organizó el congreso de comités de fábricas –que representaba a unos 20.000 comités de todo el país– que convocó la huelga general que derrocó al gobierno de Cuno.
Durante el mes de septiembre, en las discusiones que mantuvieron los dirigentes del KPD con los bolcheviques en Moscú, surgió la cuestión de si era necesario o no empezar a construir Soviets en Alemania. Trotsky explicó que era necesario abandonar el fetichismo ante cualquier órgano y entender el contexto concreto. En su opinión, los comités de fábrica en Alemania podían servir perfectamente para la misma tarea que habían acometido los soviets en Rusia. En Lecciones de Octubre escribe lo siguiente:
“En nuestro país, tanto en 1905 como en 1917, los Soviets de diputados obreros surgieron del movimiento mismo como su forma de organización natural a un cierto nivel de lucha. Pero los partidos jóvenes europeos que han aceptado más o menos los Soviets como “doctrina”, como “principio”, estarán siempre expuestos al peligro de un concepto fetichista de los mismos en el sentido de factores autónomos de la Revolución. Porque, a pesar de la inmensa ventaja que ofrecen como organismo de lucha por el Poder, es perfectamente posible que se desarrolle la insurrección sobre la base de otra forma orgánica (comités de fábricas, sindicatos) y que no surjan los Soviets como órgano del Poder sino en el momento de la insurrección o aún después de la victoria”.
“Desde este punto de vista, resulta muy instructiva la lucha que emprendió Lenin contra el fetichismo sovietista luego de las jornadas de Julio. Como en julio se tornaron los Soviets, dirigidos por socialistas revolucionarios y mencheviques, en organismos que impulsaban francamente a los soldados a la ofensiva y perseguían a los bolcheviques, podía y debía buscarse otros caminos al movimiento revolucionario de las masas obreras. Lenin indicaba los comités de fábricas como organismos de la lucha por el Poder. (Ver, por ejemplo, las memorias de Orjonikije*). Es muy probable que el movimiento hubiera seguido esta línea de conducta sin la sublevación de Kornilov, la cual obligó a los Soviets conciliadores a defenderse por sí y permitió a los bolcheviques insuflarles de nuevo el espíritu revolucionario, ligándolos bien a las masas por mediación de su izquierda, o sea del bolchevismo”.
“Tiene tal cuestión una inmensa importancia internacional, según lo ha demostrado la reciente experiencia de Alemania. En este país se crearon varias veces Soviets como órganos de la insurrección, del Poder… sin poder. Se dio el resultado de que en 1923 comenzara el movimiento de las masas proletarias y semiproletarias a agruparse alrededor de los comités de fábricas, que en el fondo ejecutaban las mismas funciones que las que entre nosotros incumbían a los Soviets en el período anterior a la lucha directa por el Poder. Sin embargo, en agosto y septiembre, propusieron algunos compañeros proceder inmediatamente a la creación de Soviets en Alemania. Tras de largos y ardientes debates se rechazó su propuesta, y con razón. Como ya se habían convertido los comités de fábricas en puntos efectivos de concentración de las masas revolucionarias, los Soviets habrían desempeñado en el período preparatorio un papel paralelo al de estos comités y no tendrían sino una forma sin contenido. Así, pues, no habrían hecho más que desviar el pensamiento de las tareas materiales de la insurrección (ejército, policía, centurias, ferrocarriles, etcétera) para volver a fijarlo en una forma de organización autónoma”. (León Trotsky, Lecciones de Octubre.)
En Venezuela el fetichismo por una forma determinada de organización obrera también ha jugado un papel muy negativo. En un artículo del 2008 explicamos que dirigentes como Orlando Chirino han rechazado el llamado por la conformación de consejos obreros y así han desaprovechado una oportunidad histórica para llevar adelante las tareas fundamentales que hoy tiene por delante la clase obrera venezolana: la lucha contra el desabastecimiento, contra el sabotaje patronal y por la extensión del control obrero y las ocupaciones de fábricas.
El octubre alemán
A principios de octubre 1923 Brandler volvió a Alemania. En Moscú los camaradas habían hecho un plan detallado para la toma de poder. Los comunistas primero tenían que integrarse en los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia. En ambos lugares los socialdemócratas de izquierdas estaban en el poder pero amenazados por el gobierno central y su ejército, el Reichswehr. En ambas zonas, el proletariado quería defender su poder contra la represión del gobierno central.
El 8 de octubre, en un discurso militante en el parlamento, un diputado comunista desafió a la burguesía alemana directamente, anunciando la incorporación de los comunistas a los gobiernos regionales de Sajonia y Turingia. La idea de los comunistas era aprovechar la defensa armada de estas dos zonas para hacer un llamado militante al proletariado de toda Alemania a tomar el poder. Decenas de técnicos y especialistas rusos fueron enviados de Rusia de forma clandestina para preparar la insurrección.
El gobierno central, a través de su general Müller, empezó a amenazar a la “Sajonia roja”, prohibiendo manifestaciones en las calles y suspendiendo la publicación de periódicos comunistas. El KPD pensaba que ya llegó la hora; el 22 de octubre en un congreso de los consejos de fábricas en todo el país promovieron la consigna de huelga general en todo el país para defender a Sajonia. Pero los socialdemócratas de izquierdas vacilaron y esta vacilación se transmitió a Brandler, que retrocedió en su propuesta de llamar a una huelga general en el congreso.
Después del congreso de Chemnitz, la decisión de lanzar la huelga general como el inicio de la insurrección armada fue cancelada por el Zentrale del KPD. En su opinión era imposible empezar la huelga general y la insurrección sin el apoyo incondicional de los socialdemócratas de izquierdas. Por lo tanto, hicieron un llamado a todas las fuerzas comunistas a retroceder y a abandonar los planes insurreccionales.
Sin embargo, este llamado a retroceder no llegó a tiempo a Hamburgo. Allí los comunistas ejecutaron el plan durante la madrugada del 23 de octubre; tomaron el control de edificios estratégicos y desarmaron a grupos de la policía. Rápidamente la noticia sobre el retroceso del KPD llegó a la ciudad. Los insurgentes retrocedieron, pero no pudieron evitar la represión del estado mayor alemán que resultó en 21 muertos y centenares de heridos y encarcelados.
El gobierno central expulsó a los ministros del gobierno regional en Sajonia y al día siguiente, 30 de octubre, los socialdemócratas de izquierda en Sajonia, liderados por Zeigner, capitularon y dimitieron para dar lugar a un gobierno socialdemócrata sin los comunistas. “Sajonia Roja” estaba hecha trizas. La dirección del KPD demostró nuevamente ser impotente frente a las tareas inmensas que habían llegado en un momento decisivo.
En realidad, los comunistas habían calculado mal la situación otra vez. Si el KPD no hubiese confiado en los socialdemócratas de izquierda y hubiera preparado la insurrección bien, teniendo en cuenta la posible vacilación de estos, hubiese sido posible ganar a la mayoría y llevar a cabo la revolución independientemente de los dirigentes socialdemócratas de izquierda. Pero en lugar de esto, el octubre alemán de 1923 fue llamado el “fracaso alemán”, porque acabó siendo una derrota sin lucha.
¿Una tarea condenada por la historia?
Hay algunos historiadores del campo del reformismo, de la burguesía y del propio estalinismo que han pasado ese capítulo triste de la clase obrera alemana completamente por encima. No es una casualidad, pues se trata de un período que contradice toda su manera abstracta de pensar y todos sus prejuicios contra la revolución en general.
Otros historiadores mantienen que Alemania no estaba lista para la revolución proletaria y que “no se podía copiar el modelo ruso en tierra alemana”. Este argumento es fundamentalmente erróneo. De hecho, es una idea que intenta evitar la asimilación de las enseñanzas de este período revolucionario por parte de la clase obrera y los revolucionarios del mundo.
Es radicalmente falso que los bolcheviques intentaran “copiar” el modelo ruso en Alemania. De hecho, tanto Lenin como Trotsky explicaron muchas veces que Alemania tenía rasgos nacionales peculiares importantes y que el partido alemán tenía que ser consciente de estos. Por ejemplo, explicaron que la burguesía alemana era muchísimo más poderosa e inteligente que la rusa y que, por lo tanto, la resistencia frente a la revolución sería mayor. Sin embargo, en todo momento Lenin y Trotsky entendieron la necesidad de utilizar el método dialéctico para aplicar las lecciones rusas, teniendo en cuenta las peculiaridades alemanas.
En nuestra opinión resulta imposible explicar la derrota de 1923 como fruto de alguna “complicación” u obstáculo en la situación objetiva. Alemania estaba sacudida por una crisis profunda, la inflación llegó a niveles sin precedentes, las masas estaban dispuestas a luchar contra los fascistas, había una situación de doble poder establecida por los comités de fábricas, la resistencia de los obreros en el Ruhr contra la ocupación francesa aumentó la militancia, etc. En definitiva, las masas estaban preparadas para dar el golpe decisivo, tomando el poder en sus manos.
Las lecciones del octubre alemán y el futuro de la revolución venezolana
Entonces, ¿cómo podemos explicar ese fracaso tan rotundo? Trotsky lo dilucidó en su obra maravillosa Lecciones de Octubre, en la cual comparó el octubre de Alemania con el octubre de Rusia en 1917 y, por otro lado, en un capítulo importantísimo de su crítica del programa de la Internacional Comunista de 1928:
“En Alemania fue la dirección en su conjunto la que vaciló, y esta vacilación se transmitió al partido y, a través de este, a la clase”. (León Trotsky: La internacional comunista después de Lenin, páginas 173-4.)
Durante todo el año 1923 –y se puede decir en todo el proceso de 1918-1923– el Partido Comunista había movilizado a las masas y, así, había creado enormes expectativas. Las masas pensaban que ya iba a darse la batalla final, que el partido iba a dar el último golpe en octubre de 1923. Cuando eso no se produjo, todo este ambiente de ánimo entre las masas se convirtió en su contrario.
Este ejemplo tiene una importancia especial para Venezuela. Explica por qué perdimos el referéndum del 2 de diciembre 2007. Igual que en Alemania de 1923, el problema no fue la falta de voluntad de las masas sino la carencia de una dirección que diera el paso decisivo en la lucha por el socialismo. Igual que el Partido Comunista alemán, el propio Chávez había generado unas expectativas enormes entre las masas venezolanas en los últimos diez años. Pero, al no tomar las medidas decisivas para expropiar a la oligarquía y solucionar los problemas –es decir, al no dar el golpe decisivo para acabar con el capitalismo–, todo ese ambiente de ánimo sufrió un bajón y esto se manifestó en el nivel de abstención en el referéndum.
Refiriéndose a la oportunidad revolucionaria de 1923, Trotsky dijo lo siguiente:
“La dirección de la Internacional Comunista no lo tomó en cuenta a tiempo. El Partido Comunista alemán seguía todavía la consigna del III congreso, consigna que ciertamente lo había alejado de la vía amenazante del putschismo, pero que fue asimilada de forma unilateral. Hemos visto ya que en nuestra época de cambios bruscos, lo más difícil para una dirección revolucionaria es saber, en el momento propicio, tomar el pulso de la situación política, percibir su brusco cambio y accionar la palanca en el momento adecuado. Una dirección revolucionaria no adquiere tales cualidades simplemente prestando juramento a la última circular de la Internacional Comunista: su conquista exige, además de las indispensables bases teóricas, la experiencia personal y la práctica de una verdadera autocrítica. (…)
“Después de un giro brusco de los acontecimientos, incluso los partidos más revolucionarios corren el riesgo de dejarse desbordar y de proponer las consignas o los métodos de lucha de ayer para tareas y necesidades nuevas”. (León Trotsky: La internacional comunista después de Lenin, páginas 167 y 172).
Trotsky explica que los dirigentes del Partido Comunista alemán se habían quemado muchas veces con el ultra-izquierdismo (en 1919 con la insurrección espartaquista, en 1920 con el golpe Kapp y en 1921 con la acción de marzo) y, luego, que habían hecho el giro del tercer congreso en 1921 (en gran parte convencidos políticamente por Lenin) de una forma demasiada drástica, cayendo en el extremo opuesto, tomándolo como una formula aplicable para cualquier situación. Pero en 1923 la situación cambió radicalmente y era necesario dar un giro brusco en la orientación del partido, marcando sus diferencias con el SPD más claramente en los comités de fábricas, luchando con todas las fuerzas contra los fascistas, combinándolo con la lucha contra la crisis económica y el desempleo y, sobre todo, pasando de las palabras a la acción y la insurrección directa en el momento correcto.
Sin embargo, como vemos en la cita de Trotsky, es necesario saber dar giros bruscos y eso sólo se puede hacer si se comprende el materialismo dialéctico y se entiende la aplicación al desarrollo de la revolución.
Aquí vemos la explicación fundamental de por qué fracasó la revolución en Alemania: El partido careció de una dirección de cuadros experimentados. Si bien es cierto que también hubo contradicciones en el Partido Bolchevique de Rusia, no obstante, es verdad que ellos tenían una capa amplia de cuadros forjados durante años y educados políticamente por Lenin y, sobre todo, que el partido sabía responder correctamente a las pruebas decisivas e implementar giros bruscos y repentinos cuando fue necesario. Eso se ve claramente si uno lee el libro de Alan Woods sobre la historia del bolchevismo.
En Alemania los dirigentes principales tenían un nivel político mediocre. Brandler era un buen organizador, pero nunca alcanzó el nivel de Lenin o Trotsky. Lo mismo podemos decir de Thaelheimer y otros a su alrededor. Desde la Internacional, fueron presionados por Stalin y Zinóviev y, como resultado, abandonaron la lucha sin poner sobre la mesa ninguna opinión independiente. Al mismo Radek, quien supuestamente era un cuadro experimentado de la Internacional y su emisario por excelencia en Alemania, le faltó un criterio independiente para poder actuar en los momentos decisivos. A pesar de ser un luchador honesto, careció del nivel político necesario y ese se revela más tarde en sus polémicas con Trotsky sobre la teoría de la revolución permanente y en su capitulación frente al estalinismo.
La importancia del papel del individuo en la historia aquí se muestra de una forma clara. Alemania enseña que hay algunos momentos decisivos cuando la presencia y actuación de un individuo puede determinar el resultado. Esto también es aplicable a Venezuela. Los cuadros marxistas son imprescindibles.
¿Qué es un cuadro marxista? Para nosotros un cuadro marxista es exactamente lo que faltó en Alemania: Una persona no sólo capaz de organizar el trabajo político, sino también de comprender a fondo de cuestiones teóricas, de la dialéctica, de cómo se desarrolla la lucha de clases y de cómo actuar en los momentos decisivos. Eso obviamente requiere una formación previa; precisamente lo que carecieron los comunistas alemanes.
En Venezuela todavía tenemos algo de tiempo para formar un grupo fuerte de cuadros con un carácter y espíritu bolcheviques y ya hemos avanzado mucho en ese sentido. La Corriente Marxista Internacional, representada por el periódico Lucha de Clases es la herramienta para formar esos cuadros de los que depende el futuro de nuestra revolución y en el desarrollo de esa herramienta cada uno de los camaradas es imprescindible.
Fuentes:
● Pierre Broué, The German Revolution 1917-23, Haymarket Books, 2005
● Pierre Broué, El Partido Bolchevique, Editorial Ayuso, 1973. ( http://www.marxists.org/espanol/broue/1960s/1962/bolchevique/index.htm)
● León Trotsky, Lecciones de Octubre, ( http://www.ceip.org.ar/permanente/Leccionesdeoctubre.htm )
● León Trotsky, La internacional comunista después de Lenin, editorial Akal
● Rob Sewell, Germany – from revolution to counter-revolution, Fortress Books, 1988