Alemania fue la cuna del marxismo, Marx y Engels pasaron gran parte de su vida educando y desarrollando al movimiento obrero alemán. El Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) desde su fundación demostró lealtad al marxismo y era visto como personificación de la tradición revolucionaria alemana. Era el partido más poderoso de la Segunda Internacional (organización que agrupaba a los principales partidos socialistas antes de la Primera Guerra Mundial) era el partido obrero más fuerte del mundo. En 1912 el SPD tenía un millón de militantes, más de 15.000 liberados, activos económicos por valor de 21 millones de marcos, 90 periódicos diarios, 62 imprentas, su propia agencia socialista de noticias y una multitudinaria Escuela Central Socialista.
Conseguía 4,3 millones de votos, más de un tercio del electorado total, tenía más de 2,5 millones de afiliados sindicales. Su fortaleza como partido era incomparablemente mayor que la del Partido Bolchevique antes de la Revolución de Octubre. Con estas cifras, parecía que el movimiento obrero alemán tenía una fuerte posición y la revolución socialista estaba asegurada. Por desgracia el SPD no utilizó su fortaleza y recursos para derrocar al capitalismo, al final terminó convirtiéndose en un medio que sirvió para el ascenso de la burocracia.
La relativa paz social existente en Europa entre la derrota de la Comuna de París en 1871, y el fin del auge en 1912, consiguió que los sindicatos y los partidos socialdemócratas se convirtieran en poderosas organizaciones de masas. El desarrollo de la socialdemocracia alemana dentro en este marco de auge orgánico del capitalismo, contagió a sus dirigentes del hábito de la negociación, y pensaban que la revolución socialista se podría conseguir de manera gradual.
La presión ejercida por las organizaciones de masas durante este período de auge económico, consiguió el aumento del nivel de vida de los trabajadores. Esta situación inculcó a la dirección del movimiento obrero ilusiones en que podrían obtener reformas indefinidamente. Según crecían los sindicatos, también lo hacían sus recursos, y gradualmente también lo hacían las condiciones de vida de los dirigentes socialdemócratas, empezando a alejarse de las masas, en palabras de Marx: “el ser social determina la conciencia”.
Estas décadas de desarrollo gradual y pacífico, transformaron totalmente el carácter de la socialdemocracia. Los dirigentes obreros cedían a las presiones del capitalismo, para toda una capa de dirigentes, las frases marxistas era algo que quedaba muy bien para las manifestaciones del 1º de mayo u otras ocasiones por el estilo, mientras que en el trabajo diario se adaptaban a la sociedad burguesa. Los sindicatos y el SPD eran poderosos y ricos, y empezaban a abrigar a toda una capa de arribistas. Estas capas privilegiadas estaban muy interesadas en el mantenimiento del estatus quo, ya no eran un instrumento para el derrocamiento del capitalismo, sino para la conciliación entre las clases.
¿Revisión del marxismo?
A finales de los años noventa del siglo pasado, Eduard Bernstein, comenzó a desarrollar la ideología de estos sectores privilegiados, la excusa era la revisión del marxismo. Animaba al partido a reconocer los cambios que se habían producido en la sociedad desde los tiempos de Marx. Para Bernstein, el capitalismo había cambiado, superado sus contradicciones y eliminado los ciclos de boom/recesión, las diferencias de clase se habían desdibujado y por tanto la lucha de clases estaba obsoleta. Su oportunismo se puede resumir en la frase: “No importa el objetivo final, este no es nada; el movimiento es todo”. Bernstein fue el precursor de los posteriores dirigentes reformistas que cambiaron las ideas del marxismo con la excusa de que no se correspondía con el auténtico desarrollo de la sociedad. Las ideas de Kinnock, González, Mitterand, Papandreou, no son nuevas, son un vulgar refrito de las expresadas por Bernstein en el siglo pasado.
Karl Kautsky y otros dirigentes iniciaron la lucha contra el revisionismo de Bernstein. El ataque de Kautsky a Bernstein: “Cómo te atreves a renunciar a nuestra herencia”, no era una genuina defensa del marxismo revolucionario. Para Kautsky las ideas del marxismo se habían convertido en bloques de piedra. Era un centrista típico, marxista en las palabras y oportunista en los hechos. Su vulgarización del marxismo fue un intento de reconciliar la reforma y la revolución. Para Kautsky, teoría e ideas estaban separadas de la práctica reformista y de las demandas cotidianas del movimiento. Todos los centristas terminan adaptándose a las reformas dentro del capitalismo, al terminar la guerra en 1914, Kautsky predicaba ¡la defensa nacional!. Los congresos del partido de 1901 y 1903, y el de la Segunda Internacional de 1904, aprobaron resoluciones condenando el nuevo revisionismo de Bernstein. En la práctica supuso bastante poco. El secretario del SPD, Ignaz Auer, expresaba el cinismo de la burocracia, al escribir a Bernstein en 1899: “Estimado Ede, formalmente no se ha tomado una decisión de las cosas que tu sugieres, esas cosas no se dicen, simplemente se hacen”.
En la Segunda Internacional, Kautsky era considerado por sus amigos como el “Papa del Marxismo”. Lenin apoyó su lucha contra Bernstein, en ese momento se consideraba un seguidor de Kautsky. Lenin consideraba a los bolcheviques como el sector de «Bebel – Kautsky” de la Socialdemocracia rusa, en 1906 afirmaba: “Nuestra lucha es la posición revolucionaria de la socialdemocracia frente al oportunismo, de ninguna manera se trata de crear una tendencia bolchevique original esto es confirmado por Kautsky…”. Fue sólo la brillante revolucionaria, Rosa Luxemburgo, quien podía observar la actuación de Kautsky de cerca, quien reconoció con claridad los límites de este pseudo – marxismo.
Todos los individuos y las grandes teorías son puestos a prueba por los acontecimientos, la mayor prueba que se podía presentar fue la guerra mundial. En los Congresos Internacionales de Stuttgart en 1907, y en Basilea en 1912, aprobaron resoluciones contra la perspectiva de una guerra imperialista, y hacían un llamamiento a luchar contra ella con todos los medios disponibles, incluso la huelga general. A pesar de esta actitud, el estallido de la guerra en agosto de 1914 hizo pedazos la Internacional.
La guerra era una prueba del impase del imperialismo, las fuerzas productivas habían superado el límite que suponía la existencia del estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. El capitalismo alemán, que entró tarde en escena, perdió cuando las potencias imperialistas, en especial Gran Bretaña, se repartieron el planeta. La única salida que le quedaba al capitalismo alemán para romper la camisa de fuerza que suponía el mercado nacional, era conseguir una nueva división del mundo. La guerra mundial era inevitable.
En casi todos los países, los dirigentes socialdemócratas capitularon ante sus respectivas burguesías nacionales, descartaron la lucha de clases y el internacionalismo. El 4 de agosto, el presidente del SPD leyó una declaración en el Reichstag:
“Nos enfrentamos a la dura realidad de la guerra. Estamos amenazados por los horrores de invasiones hostiles…
Tenemos que parar este peligro y salvaguardar la cultura y la independencia de nuestro país. Tenemos que honrar a lo que hemos prometido siempre: en la hora del peligro, no debemos desertar de nuestra patria… Guiados por estos principios, votaremos a favor de los créditos de guerra”.
Para confundir a los trabajadores y justificar su capitulación y alianza con los partidos burgueses y los reaccionarios Junkers, utilizaron a su conveniencia citas sacadas de contexto de Marx y Engels, escritas en 1848 y 1859.
El prestigio del partido alemán dentro de la Internacional era tal, que al principio Lenin cuando vio en el periódico del SPD, Vorwaerts la noticia de que habían votado a favor del presupuesto de guerra del Káiser, creía que era una falsificación del Estado Mayor alemán.
Rosa Luxemburgo describió a la Internacional como un “cadáver putrefacto” que había traicionado al proletariado, lo había entregado, atado de pies y manos a la maquinaria militar de los capitalistas.
Los internacionalistas y la guerra
Aquellos que permanecieron fieles a las ideas del internacionalismo en el mundo eran un puñado. Cuando se reunieron en Zimmerwald en 1915, hacían la broma de que los internacionalistas del mundo cogían en dos carrozas. Lenin, Trotsky, Liebknecht, Luxemburgo, John MacLean y James Connolly, junto con otros estaban reducidos a minúsculos grupos en distintos países. Sin embargo lucharon para mantener los principios del marxismo y las ideas del internacionalismo. Se diferenciaron de los socialchovinistas, socialpatriotas, o antiguos dirigentes obreros que apoyaron a “su propia” clase dominante en la guerra. Los internacionalistas defendían las ideas fundamentales, la naturaleza de clase de la guerra imperialista, la naturaleza de clase del estado, el derecho de las naciones a la autodeterminación, y la necesidad de la revolución social. La izquierda de Zimmerwald mantuvo una posición revolucionaria firme, y terminarían convirtiéndose en el embrión de la futura Tercera Internacional.
En el seno del SPD, una pequeña minoría aglutinada en torno a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, luchaban contra la política probélica de la dirección. En diciembre de 1914, Liebknecht fue el único diputado socialdemócrata en el Reichstag que votó contra los Créditos de Guerra del Káiser. En poco tiempo, la disensión se extendió rápidamente a través de la organización del partido, grupos en las provincias aprobaban resoluciones contra la política de guerra. En abril de 1915 apareció el primer y único número del periódico Die Internationale editado por Rosa Luxemburgo y Franz Mehring, la censura gubernamental lo prohibió. La sección del partido de Luxemburgo –Mehring – Liebknecht empezó a ser conocida por el “Grupo Internacional”, núcleo alrededor del cual cristalizaría el futuro Partido Comunista Alemán. El día de Año Nuevo de 1916 celebró su primer congreso en casa de Liebknecht, en él se tomó la decisión de editar un periódico clandestino llamado Espartaco, nombre del revolucionario esclavo romano, a partir de entonces el grupo pasaría a ser conocido como Espartaquistas.
A causa del impacto de la guerra, en el seno del SPD se empezó a extender la oposición, reflejaba el creciente descontento entre los Diputados del Reichstag. En marzo de 1915, 25 diputados del SPD votaron contra los Créditos de Guerra, en agosto ya eran 36, y en diciembre 43 de los 108 diputados rompieron la disciplina del partido.
La desilusión con la guerra comenzó a afectar a las masas. En 1º de mayo de 1916, tras una campaña de agitación lanzada por los Espartaquistas en las fábricas de Berlín, se celebró una manifestación de masas en la plaza Potsdamer, 10.000 trabajadores gritaban: “¡ Abajo la guerra!, ¡Abajo el gobierno!. Karl Liebknecht fue arrestado por hacer agitación contra la guerra y en junio condenado a dos años y seis meses de trabajos forzados. El día del juicio, más de 50.000 trabajadores de la industria del armamento armados con herramientas estaban a las puertas del tribunal, se celebraron manifestaciones en Stuttgart, huelgas en Bremen y Braunschweig. Las autoridades aumentaron la represión, arrestaron a cientos de trabajadores Espartaquistas que fueron condenados a duras sentencias de cárcel. En julio de 1916 Rosa Luxemburgo fue arrestada de nuevo, pero la represión llegaba tarde, el hielo ya estaba roto, y en noviembre 30.000 trabajadores se manifestaban en Francfort contra la guerra.
Nacimiento del USPD
La creciente oposición entre los trabajadores a la pesadilla que acontecía en las trincheras, presionaba a la base del SPD, la oposición se extedió no sólo al Reichstag, sino a todos los niveles del partido. En marzo de 1916 ya era una gran mayoría la que se negó a votar el presupuesto en el Reichstag, en junio se opusieron a los nuevos impuestos: “el último recurso para la guerra imperialista que no toleraremos”. Esta oposición fue ganando terreno entre la base y tomó el control del partido en Berlín, Bremen, Leipzig y en otros centros industriales claves. En la primera conferencia nacional de enero de 1917 esta oposición, con una composición amorfa, comenzó a tomar forma más organizada. Por este motivo fueron rápidamente expulsados, 120.000 entraron en el nuevo Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD o Independientes).
En este nuevo partido estaban juntos marxistas y revisionistas. Revolucionarios y reformistas de repente se unieron en su lucha contra la guerra. Individuos como Karl Kautsky, Bernstein (que había girado hacia el pacifismo), Luxemburgo y Liebknecht eran todos militantes del USPD. El grupo Espartaquista se constituyó como una sección autónoma del nuevo partido. La ruptura de los Independientes con el SPD era un reflejo del fermento existente, no sólo en las filas del SPD, sino también en las filas de toda la clase obrera. Decenas de miles de trabajadores militantes, radicalizados por la guerra y los efectos de la Revolución de Febrero en Rusia, entraron en sus filas. Se convirtió en un clásico partido centrista, oscilando entre las ideas del marxismo y las del reformismo.
El centrismo como Trotsky lo definió: “está compuesto de todas aquellas tendencias… que están entre el reformismo y el marxismo”. Surge del proceso de transformación de las organizaciones de masas, este proceso no se desarrolla en línea recta, sino a través de una forma contradictoria y dialéctica. El centrismo es un fenómeno inestable que obedece a diferentes intereses materiales, desde el reformismo representando a la aristocracia obrera, al marxismo representa los intereses del proletariado. Lo decisivo es la dirección en la cual se desarrolla el partido centrista, a causa de su inestabilidad, puede girar totalmente hacia la revolución o convertirse en una clásica organización reformista. El nuevo USPD estaba girando hacia una posición revolucionaria.
En 1917 el cansancio de la guerra estaba hundiendo al pueblo alemán. Los soldados del frente estaban asqueados de la guerra, su carnicería, brutalidad, gas venenoso, hambre y por encima de todo, la incompetencia del Estado Mayor. A causa del bloqueo económico que padecía Alemania, las condiciones de vida de la clase obrera caían dramáticamente, las reservas de carbón empezaban a escasear, durante el crudo invierno de 1917-18 decenas de miles de niños hambrientos murieron de frío. La ración alimenticia descendió drásticamente, el consumo por adulto no sobrepasaba las q.000 calorías diarias, la mortalidad infantil aumentó un 50% desde 1913. En las trincheras las pérdidas de vidas humanas eran enormes, los franceses calcularon que entre agosto de 1914 y febrero de 1917, un soldado fracés caía abatido cada minuto.
La Revolución Rusa
En estas condiciones, las noticias de la triunfante revolución Bolchevique de noviembre de 1917 tuvieron un efecto electrificante. En cada cuartel y en cada fábrica, los trabajadores hablaban de la victoria de la clase obrera rusa, la situación cambiana, era un rayo de esperanza en la oscuridad de la guerra mundial. El primer decreto del gobierno Soviético a los pueblos del mundo, fue un armisticio inmediato y la firma de una paz democrática basada en la autodeterminación y la renuncia a las anexiones. Los Bolcheviques hicieron públicos los acuerdos secretos firmados por régimen zarista y el antiguo gobierno de Kerensky con los Aliados, renunciaron a todos los territorios prometidos a Rusia, y abandonaban la guerra.
Este anuncio tuvo un efecto poderoso en la psicología de la clase obrera internacional. En 1917, se amotinaban 54 divisiones del ejército francés, en diciembre estallaba una oleada huelguística que culminaría con la marcha de 150.000 trabajadores por París. En 1918 más de un millón de trabajadores participaban en huelgas por toda Gran Bretaña, en enero de 1918, 700.000 trabajadores de Austro – Hungría secundarían una huelga general en apoyo a las propuestas de paz de los bolcheviques. En febrero los marineros austro – húngaros se sumaron a las protestas, llegaron a controlar la mitad de la flota de guerra. Un marinero condenado a muerte por participar en el motín, dirían poco antes de su ejecución: “Lo que ocurrió en Rusia nos dio valor. A partir de ahora habrá un nuevo sol que brillará no sólo para los Eslavos sino para todas las naciones y traerá la paz y la justicia”.
En abril de 1917, Alemania ya había experimentado la segunda huelga general de masas contra la guerra. Doscientos mil trabajadores marcharon por Berlín y Leipzig, en 1918 seguiría la huelga más grande celebrada en los años de guerra, más de un millón de trabajadores se movilizaronn contra el tratado de Brest – Litovsk, que el régimen alemán trataba de imponer al gobierno Bolchevique. Esta situación ponía en evidencia el profundo efecto que tuvo la propaganda dirigida por León Trotsky durante las negociaciones de Brest – Litovsk. La huelga de enero, fue organizada por el grupo de oposición sindical llamado Revolutionaere Obleute (El enlace sindical revolucionario). Este grupo se formó para oponerse a la guerra y a la tregua política de los dirigentes obreros. Más tarde entrarían al USPD, igual que la Liga Espartaquista, mantenía una existencia separada dentro del partido. La huelga terminaría en una derrota, y más de 50.000 huelguistas serían llamados a filas y enviados al frente. Más tarde Lenin comentaría que esta acción fue “un giro en la opinión entre el proletariado alemán”.
En mitad de la revolución
El viejo régimen sentía como el terreno se movía a sus pies. El creciente fermento revolucionario en el frente, combinado con la oleada huelguística en las ciudades hizo nacer un sentimiento de pánico en la clase dominante. En palabras del Secretario de Estado, Hintze: “Es necesario evitar una rebelión desde abajo con una revolución por arriba”. Rápidamente se formó un gobierno parlamentario, a su cabeza se situó al primo del Káiser, el Príncipe Max von Baden. Para apaciguar a las masas, incluyeron en él al Socialdemócrata Philipp Scheidemann. En octubre anunciaron una amnistía para los prisioneros políticos, liberaron a Karl Liebknecht que fue recibido por 20.000 trabajadores berlineses. Pero esta amnistía no se aplicó a Rosa Luxemburgo que continuó en prisión preventiva.
Las reformas llegaban demasiado tarde. Los frentes militares comenzaron a colapsar, en 1918 más de 4.000 soldados desertaron. Los Generales Ludendorff y Hindenburg del Estado Mayor escribieron al nuevo gobierno para proponer un armisticio a los Aliados, la propuesta fue rechazada. El 28 de octubre de 1918, el Estado Mayor Alemán, en una apuesta desesperada, decidió lanzar un ataque naval en el Mar del Norte para salvar el honor de la Armada alemana, arriesgando la vida de 80.000 hombres. Esto fue la gota que colmó el vaso.
Jan Valtin, militante de la Liga Juvenil Espartaquista relata lo ocurrido en su autobiografía:
“Hacia finales de octubre de 1918, mi padre escribía que la Flota de Alta Mar, tenía órdenes de lanzar un ataque final contra Inglaterra. No era un secreto. Los oficiales, escribía mi padre en su estilo directo, se regocijaron toda la noche. Hablaban del viaje de la flota hacia la muerte. Existía el rumor de que la flota tenía órdenes de caer en la batalla para salvar el honor de la generación que la construyó. Su honor no es nuestro honor, escribía mi padre.
Dos días más tarde la flota se puso en camino. La gente en Bremen estaba más malhumorada que nunca.
Entonces llegaron noticias emocionantes. ¡Motín en la flota del Káiser!. Los jóvenes hijos de la burguesía que habían lucido sus gorras de marinero ahora las dejaban en casa. En ventas y puertas, frente a las tiendas de alimentación se oían voces ansiosas. ¡La flota volverá!… ¡No la flota no regresará!. ¡Eso es asesinar!. ¡La guerra acaba!, los más jóvenes en la calle gritaban ¡hurra!.
Los amotinados de Kiel tomaron posesión del barco Thueringen, echaron las anclas y desarmaron a los oficiales. El acorazado Helgoland siguió el mismo destino. La flota comenzó a regresar a puerto, el resultado de estos motines fue el arrestao y encarcelamiento de 500 marineros. Valtin continúa:
“Esa noche vi a los marineros amotinados llegar a Bremen en caravanas de camiones requisados banderas rojas ondeaban en las armas de guerra de los camiones. Miles de personas se arremolinaban en las calles. A menudo los camiones se detenían y los marineros cantaban…
Me dirigí al Brill, una plaza en la parte occidental de la ciudad. Desde aquí empujé mi bicicleta a través de la multitud. La población estaba en las calles. En todas partes masas de humanidad, un mar en movimiento, cuerpos empujados y caras distorsionadas dirigiéndose al centro de la ciudad. Muchos trabajadores iban armados con armas, con bayonetas y con martillos. Sentí entonces, como el espectáculo de trabajadores armados hacía hervir la sangre a aquellos que simpatizaban con los manifestantes. Cantando roncamente llegaban desde Oslebshausen los convictos liberados por los marineros, llevaban sus abrigos de soldado grises encima de sus uniformes de prisión. Pero el verdadero símbolo de esta revolución, no era ni los trabajadores armados, ni los prisioneros cantando, sino los amotinados de la flota con las cintas hondeando sobre sus hombros…
A los pies de la estatua de Roland una temerosa anciana acurrucada: ‘Ach du liebe Gott’, gemía, ¿Qué es todo esto?. Un joven trabajador que daba intermitentemente gritos de júbilo, a quien seguía desde el Brill, sacudió a la anciana de los hombres, rió sonoramente: ‘Revolución, señora, revolución’.
La revolución comenzó el 3 de noviembre con el motín naval de Kiel. Cuarenta mil marineros y estibadores salieron a las calles y el Consejo de Ttrabajadores y Marineros tomó el centro de la ciudad El 4 de noviembre la revolución se extendió: banderas rojas ondeaban en cada barco. El 6 de noviembre, los Consejos de Obreros, Ssoldados y Marineros llegaron al poder en Hamburgo, Bremen y Luebeck. Los días 7 y 8 de noviembre les seguirían Dresden, Leipzig, Chemnitz, Magdeburg, Brunswick, Francfort, Colonia, Stuttgart, Nuremberg y Magdeburg . No fue hasta el 9 de noviembre, cuando el Consejo de Obreros y Ssoldados tomaría la capital, Berlín, el centro previo a la revolución, ¡sede suprema de los cuarteles generales del ejército!.
Durante la década anterior, toda nueva capa de arribistas llegó a la dirección del SPD, gente como Friedrich Ebert, Gustav Noske y Philipp Scheidemann. Resulta irónico que individuos como Bernstein girasen a la izquierda durante la guerra y terminasen en el centrista USPD. Los nuevos dirigentes socialdemócratas miraban con desprecio a los trabajadores normales. Scheidemann exclamaba con verdadero horror que “soldados condecorados con la Cruz de Hierro le llevaron en hombros”. Rápidamente llamó al Palacio del Emperador: “Hemos hecho todo lo que estaba en nuestro poder para controlar a las masas”, y exigía la abdicación del Káiser para calmar la furia de los trabajadores.
“Odio a la revolución como al diablo”
El carácter contrarrevolucionario de Noske se pudo ver con claridad cuando fue enviado a Kiel para poner fin a la rebelión naval. No era tampoco un secreto el apoyo de Ebert a la monarquía. Estos nuevos dirigentes del SPD comprendían perfectamente que su papel era hacer todo lo posible para frenar la revolución. Sus actuaciones escandalosas no fueron producto de la ingenuidad sino de la traición consciente.
El jefe del gobierno, el Príncipe Max Von Baden, se acercó a Ebert y le preguntó: “Si yo consiguiese con éxito persuadir al Káiser, ¿ten pondrías de mi lado en la lucha contra la revolución social?. Ebert le respondió: “Si el Káiser no abdica, la revolución social es inevitable, y yo no la deseo, en realidad la odio como al diablo”.
Pero el Káiser estaba decidido a continuar, había perdido totalmente el contacto con la realidad y hablaba sobre la impertinencia de sus súbditos hacia su Rey, y la necesidad de reprimirles, con “bombas de humo, gas, bombarderos y lanzallamas”. El General Groener le respondió francamente: Majestad, ya no tiene ejército”.
Los soldados armados vagaban por las calles de Berlín y todavía el Káiser vacilaba. La clase dominante tenía que actuar rápido, al igual que el SPD, bajo esta presión, el gobierno recién nombrado dimitió. El Príncipe Max, sin demora se anticipó a la respuesta del Káiser, y anunció su abdicación. Wilhelm II se quedó asombrado cuando escucho estas noticias ¡de segunda mano!.
La oleada revolucionaria que agitaba Alemania era similar a los acontecimientos de Rusia en febrero de 1917. Los trabajadores, soldados y marineros tenían el poder en sus manos, formaron espontéamente consejos que se hicieron cargo de la situación. Todavía las masas no diferenciaban entre los diferentes sectores socialistas. ‘Por pura lealtad, cientos de miles de trabajadores se dirigían a su antiguo partido, el que habían ayudado a construir, no importaba cuán violentamente discreparan con su política… la lealtad a su organización se convertía en algo instintivo para el trabajador”. (Evelyn Anderson, Hammer or Anvil). En febrero de 1917 en Rusia, las masas no distinguían Bolcheviques, Mencheviques y Socialrevolucionarios. Trotsky explicaba que Mencheviques y Socialrevolucionarios tenían más recursos a su disposición, más agitadores, más propagandistas, más vínculos con la inteligencia, y eran capaces de utilizar estos puntos de apoyo para influir a las masas en la lucha. En Alemania al igual que en Rusia, sólo la experiencia directa podría poner a prueba la lealtad de los trabajadores. A corto plazo, a pesar del papel traidor de los dirigentes del SPD, oponiéndose a la revolución, las masas veían su organización tradicional como la personificación del partido que les habían despertado a la vida política. En este contexto, la USPD jugó un papel importante pero secundario.
¡Larga vida a la revolución!
Las manifestaciones de masas armadas que convulsionaron Berlín, obligaron al aterrorizado Max Von Baden a actuar, nombró Primer Ministro a Ebert Canciller:
“La revolución está a punto de triunfar, no podemos aplastarla pero quizás consigamos estrangularla… si Ebert se presenta a mí de las calles como el dirigente del pueblo, entonces tendremos una república; si es Liebknecht tendremos Bolchevismo. Pero si abdica el Káiser y se nombra a Ebert Canciller, entonces habrá un rayo de esperanza para la monarquía. Quizá sea posible desviar las energías revolucionarias a los canales legales de una campaña electoral”.
Poco tiempo después, Scheidemann estaba ocupado comiendo sopa en el restaurante del Reichstag, cuando escuchó fuertes gritos de la multitud del exterior. Salió al balcón y anunció espontáneamente que Ebert era Canciller. Entonces gritó: ¡larga vida a la Gran República Alemana!.
Tan Pronto como Ebert escuchó estas noticias se enfureció, según la historia de Richard Watt, The Kings Depart: “Su cara se tornó lívida… dio un puñetazo en la mesa. Estaba furioso con la presunción de Scheidemann: ¡‘No tiene derecho a proclamar la república’!. Era demasiado tarde…
El primer acto ya como Canciller del dirigente del SPD, fue pedir a von Baden que aceptase la Regencia, a la espera de restaurar la monarquía constitucional. El primer llamamiento de Ebert a las masas fue: “¡Ciudadanos!, os hago una súplica urgente: ¡dejad las calles!. ¡Mantener la ley y el orden!.
El poder real estaba en manos de los Consejos de Obreros, Soldados y Marineros que se habían extendido a lo largo y ancho de Alemania. Los delegados eran elegidos en reuniones de masas en cada fábrica, cuartel y barco, era la única forma de ver representados sus intereses. Estos consejos eran similares a los soviets (palabra rusa para designar un consejo obrero), se extendieron espontáneamente en Rusia en 1905 y de nuevo en 1917. Pero los trabajadores y soldados, al igual que sus homólogos rusos después de febrero, no eran conscientes de su poder. De haberlo sido habrían establecido la base para un estado obrero alemán, en lugar de ceder el poder a la coalición SPD/USPD.
Los acontecimientos se sucedían con rapidez. El 10 de noviembre una reunión del Consejo de Obreros y Soldados de Berlín, eligió un comité ejecutivo provisional, ante la ausencia de un gobierno electo que tuviera el poder en sus manos, se nombró un gobierno de comisarios del pueblo. El nuevo gobierno estaba compuesto exclusivamente de miembros del SPD y USPD: tres de la mayoría socialista (SPD): Ebert, Scheidemann y Landsberg; y tres Independientes Socialistas (USPD): Haase, Dittmann y Barth. Aunque descansaban sobre los consejos de obreros, estos dirigentes pronto comenzaron a acomodarse a la vieja burocracia estatal y al Alto Mando Alemán.
¿Qué tipo de democracia?
El propósito de Ebert, Scheidemann y demás dirigentes socialdemócratas, era restablecer la ley y el orden tan rápidamente como fuera posible, para que el control y el poder regresase a manos de la clase dominante. Mientras los Espartaquistas hacían campaña para la celebrción de un Congreso Nacional de los Consejos de Obreros y Soldados, primera condición para el establecimiento de una genuina república socialista de trabajadores, por su parte los dirigentes del SPD propusieron la formación de una Asamblea Constituyente.
Al comenzar a disiparse la amenaza de revolución, la burguesía alemana, que ayer apoyaba a la autocracia, ahora era una ferviente demócrata. Los partidos burgueses se reorganizaron y cambiaron de nombre, dedicaron todas sus fuerzas al llamamiento para la convocatoria de una asamblea constituyente, era una manera de socavar la posición de los consejos obreros.
El llamamiento a una asamblea constituyente suscitó una gran controversia. En su lucha contra la autocracia, la consigna era parte de las demandas democráticas del SPD. La consigna ganó un gran apoyo entre las masas, en reacción a los gobiernos antidemocráticos del Káiser. La revolución de noviembre además envidenció la existencia de otro poder, los Consejos de Obreros y Soldados, que en Rusia se convertirían en la base del poder obrero. Los Espartaquistas en ese momento eran una minoría entre la clase obrera alemana, y mantuvieron una posición ultraizquierdista en relación a la convocatoria de una asamblea nacional.
Durante la lucha contra el zarismo, los Bolcheviques incluyeron en su programa la formación de una asamblea constituyente revolucionaria. La incluyeron porque tenían en cuenta las profundas aspiraciones democráticas de los trabajadores, campesinos y otras capas explotadas después de años de dominio autocrítico. Dependiendo de las relaciones de las fuerzas de clase en una situación revolucionaria, una asamblea constituyente puede proporcionar un forum para los representantes de la clase obrera para que puedan ganar un apoyo más amplio entre las masas.
Incluso después de la formación de los soviets en febrero de 1917, los Bolcheviques seguían aún defendiendo una asamblea constituyente, hasta ese momento el gobierno provisional se había resistido a su convocatoria. Esta situación no evitó que los Bolcheviques a partir de abril , adoptaran la consigna central: ¡Todos el poder a los soviets!. De ninguna manera les impedía explicar las ventajas de la democracia soviética sobre la asamblea constituyente.
Lenin respondió a las críticas de Karl Kautsky al poder de los soviets en su libro, La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Lenin criticaba las distorsiones que Kautsky hacía de las ideas de Marx con relación al estado. Kautsky no reconocía la importancia de los soviets como órganos de democracia obrera. En relación a Alemania, defendía la necesidad de combinar consejos de obreros con el estado burgués. Pasaba por alto los intereses irreconciliables de clase, representados en este caso por los consejos de obreros, frente al gobierno de Ebert. Era incapaz de comprender lo que significaba el “doble poder” surgido tras la revolución de noviembre. Si los Consejos de Obreros y Soldados consolidaban su posición en la sociedad, sentaría las bases para una democracia obrera, en caso contrario la burguesía restablecería su dominio y reconstruiría su aparato del estado. Al contrario de lo que defendía Kautsky, no existía un camino medio.
Los Espartaquistas eran conscientes de la vital importancia de los Consejos Obreros en la revolución, y denunciaban a todo aquel que proponía la idea de una asamblea constituyente. No llegaban a comprender que existían capas de trabajadores que aún tenían ilusiones en el parlamentarismo y en sus dirigentes reformistas, los más avanzados, el sector revolucionario del proletariado tendría que hacer campaña para destruir estas ilusiones y socavar la influencia del reformismo. Mientras que amplios sectores de trabajadores veían en la asamblea constituyente una salida hacia delante, en la medida que los Espartaquistas todavía no tenía el apoyo aplastante de la clase obrera, era incorrecto que los revolucionarios rechazasen por principio la lucha en torno al llamamiento de asamblea constituyente.
Denunciaron a los dirigentes del SPD y el USPD como agentes de la burguesía por apoyar la asamblea. Rosa Luxemburgo denominaba a la asamblea nacional, “desvío cobarde” y “cáscara vacía”. Para los Espartaquistas la cuestión se reducía de una manera simplista a términos de democracia burguesa contra democracia socialista. Los Espartaquistas mantuvieron una actitud completamente ultraizquierdista, el izquierdista Bremen, rechazaba al Consejo de Obreros y Soldados de Dresden, porque no ¡podían mezclarse con los elementos contrarrevolucionarios del SPD!. Aunque eran luchadores revolucionarios con gran coraje, carecían de comprensión de la estrategia y las tácticas. Fueron barridos por las luchas de los trabajadores e intoxicados por la revolución.
Un de sus consignas era: “¡Abolición de todos los parlamentos, transferencia de todo el poder a los consejos de obreros y soldados!”. Simplemente los dejaban en manos de los dirigentes reformistas que se basaban en las simpatías democráticas de las masas, y fueron capaces de denunciar a los Espartaquistas de “terroristas”, “antidemocráticos”, etc.,
El 16 de diciembre, el Congreso Nacional de Consejos de Obreros y Soldados apoyó la Asamblea Nacional, anticipando su apertura al 19 de enero. Un mes antes, el Comité Ejecutivo del Consejo de Obreros y Soldados de Berlín adoptó la misma decisión. Karl Radek, recordaría cuando llegó a Alemania a mediados del mes de diciembre:
“Busqué el periódico (Rote Fhane), estaba alarmado. Por el tono del periódico parecía que el conflicto final estaba sobre nosotros. No podía ser más estridente, si sólo pudieren exagerarlo…
Era el tema de cómo relacionar la Asamblea Constituyente que sembraba controversia… se trataba de inducir la idea de contraponer la consigna de los consejos a la de asamblea constituyente. Pero el propio congreso de consejos estaba a favor de la Asamblea Constituyente. Difícilmente podías omitir esta etapa. Rosa y Liebknecht reconocían eso… pero el joven Partido esta decidido contra ella.”
Los bolcheviques y la Asamblea Constituyente
El 26 de diciembre de 1918, Lenin planteaba claramente cual era la posición de los Bolcheviques:
“La consigna de convocar una asamblea constituyente era una parte perfectamente legítima del programa revolucionario de la socialdemocracia… Mientras se exige la convocatoria de una asamblea constituyente, la socialdemocracia revolucionaria, incluso desde el principio de la revolución en 1917, repetidamente enfatizaba la idea de que la República de los Soviets era una forma más elevada de democracia, que la república burguesa con una asamblea constituyente.”
Lenin explicó constantemente que una cosa era tener una posición teórica totalmente elaborada y otra aplicarla a las condiciones concretas. En Alemania, en noviembre de 1918 el poder estaba en realidad en manos de los Consejos de Obreros y Soldados, pero el proletariado no era consciente de su dominio. Al igual que en febrero de 1917 en Rusia, los trabajadores y campesinos entregaron el poder a los “compromisarios”, y estos se lo devolvieron a la burguesía.
Mientras los bolcheviques, entre febrero y octubre de 1917, defendían “¡Todo el poder a los soviets!”, también incluían en su programa la Asamblea Constituyente. Incluso después de octubre, cuanto los Soviets tomaron el poder en sus manos, se siguió adelante con las elecciones de noviembre para la asamblea constituyente. Las elecciones eran vistas como forma de consolidar el apoyo de las clases medias y el campesinado, y de legitimar las conquistas de octubre entre todos los sectores y en cada rincón del país. No obstante las elecciones reflejaron el peso que tenían muchos sectores que se quedaron detrás de los trabajadores y campesinos radicalizados de las ciudades. En enero de 1918 se convocó la Asamblea Constituyente, la mayoría de delegados (predominaban el ala de derechas de los Socialrevolucionarios y Mencheviques) eran contrarios al gobierno de los soviets.
En Alemania la consigna de la asamblea constituyente estaba ligada, antes los ojos de los trabajadores más avanzados, a sus aspiraciones revolucionarias; en Rusia en 1918, cuando los soviets, los auténticos órganos democráticos de las masas, ya habían llevado adelante la transformación social, la asamblea constituyente fue aprovechada por los terratenientes, capitalistas y partidarios de los “Blancos” como vehículo de la contrarrevolución. Cuando la correlación de fuerzas cambió totalmente, los derechos “democráticos” formales de una asamblea constituyente reaccionaria se convirtieron en una amenaza para la revolución socialista, y por ese motivo los Soviets disolvieron la Asamblea. Debido a las condiciones existentes en Alemania de 1918 la clase obrera no había tomado el poder el tema de la asamblea constituyente adquiría un carácter totalmente diferente.
Lenin en su libro El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo, trata las tendencias ultraizquierdistas surgidas en el seno de los jóvenes partidos comunistas, e intenta extraer todas las experiencias y lecciones del desarrollo del Bolchevismo. Lenin intentaba educar a todas estas capas jóvenes: “Las tácticas deben estar basadas en la apreciación moderada y estrictamente objetiva de todas las fuerzas de clase.. (…) Es muy fácil mostrar la furia ‘revolucionaria’ lanzando improperios sobre el oportunismo parlamentario”. En cada ocasión era necesario tener en cuenta la conciencia de clase obrera en ese momento a la hora de elaborar la propaganda y las consignas. “Podrías no conectar con el nivel de las masas, sino que en el nivel más atrasado de la clase. Eso es incuestionable (…) Pero al mismo tiempo se debe seguir sobriamente el estado actual de la conciencia de clase y la preparación del conjunto de la clase (no sólo de su vanguardia), y sobre todo de la clase obrera (no sólo de sus elementos más avanzados)”. Al tratar la actitud hacia el parlamento de los comunistas de “izquierda” alemanes, Lenin explicaba:
“No debemos creer que lo para nosotros es obsoleto, lo es para la clase, para las masas… ¿Cómo se puede decir que el ‘parlamentarismo es obsoleto’, cuando ‘millones’, ‘legiones’ de proletarios no sólo están a favor del parlamentarismo en general, y se les califica (según los izquierdistas alemanes) de contrarrevolucionarios?. Es obvio que el parlamentarismo no está aún obsoleto políticamente. Es obvio que los ‘izquierdistas’ se han equivocado en su deseo, su actitud política e ideológica, para la realidad objetiva. Ese es el error más peligroso que pueden cometer los revolucionarios.”
Lenin insistía en la necesidad de calibrar constantemente la conciencia de la clase obrera, con todas sus ilusiones, para elaborar el material, la propaganda y consignas de acuerdo con el nivel de conciencia y de esta forma conseguir un mayor eco. Las ilusiones de las masas no se pueden superar repitiendo sólo en abstracto la importancia que tienen los soviets, se supera demostrando en la práctica la corrección de las ideas revolucionarias y poniéndolas a prueba en la experiencia. El sectarismo ultraizquierdista se mantiene gritando en los aledaños de la lucha de los trabajadores, los auténticos marxistas participan en la lucha, con todas sus ilusiones, para lograr elevar el nivel de conciencia en cada etapa del desarrollo de la lucha.
Defender el boicot a la Asamblea Nacional, cuando las masas están aplastantemente a favor, era una postura equivocada. Al final a pesar del boicot del PCA, el 83 por ciento de la población participó en las elecciones, el porcentaje más grande incluso antes de la guerra.
Lo mismo ocurrió con la consigna defendida a partir del 8 de diciembre: “¡Abajo con el gobierno!”. Era una consigna ultraizquierdista e incorrecta, lo único que conseguían dado su débil apoyo entre la población, era maleducar a sus 3.000 militantes y alimentar la impaciencia de los trabajadores que tenían puestos sus ojos en la insurrección. El 22 de abril de 1917 Lenin avisaba del mal uso de la consigna:
“La consigna ‘Abajo el gobierno provisional’, en el momento actual es incorrecta, ante la ausencia de una sólida mayoría, para la mayoría de las personas esta consigna es una frase vacía, con un carácter aventurista”.
La tarea de los Bolcheviques era: (1) explicar la línea proletaria; (2) criticar la política pequeño burguesa; (3) realizar una propaganda y agitación; (4) organizar, organizar, y de nuevo organizar.
Lenin luchó contra cualquier rasgo de putchismo y blanquismo en el Partido Bolchevique. La tarea principal era ganar a la mayoría de los trabajadores, a través de explicar pacientemente, con ideas ultraizquierdistas lo único que se conseguía era maleducar a los cuadros y desorientar al partido. Lenin escribiría de nuevo en abril:
“En estas tesis, reducía la cuestión a una lucha por la influencia dentro de los Soviets de Diputados, Obreros, trabajadores agrícolas, soldados y campesinos. Para no dejar ninguna sombra de duda en este aspecto, insistí dos veces en la necesidad de realizar un trabajo paciente y persistente, adaptado a las necesidades prácticas de las masas”.
El fracaso de Luxemburgo y Liebknecht en dotar de la formación suficiente a los cuadros Espartaquistas en la estrategia y tácticas, lo que permitió mantener la influencia que los ultraizquierdista tenían en la organización Espartaquista.
El 11 de noviembre, los Espartaquistas cambiaron formalmente su nombre de Grupo Internacional a Liga Espartaquista, y abrieron negociaciones con los Enlaces Sindicales Revolucionarios y el USPD. A pesar de tener más influencia que militancia, los Espartaquistas tenían muy poco en los consejos, prácticamente tenían sólo gente en Brunswick y Stuttgart, no tenían a nadie en el ejecutivo de los consejos en Berlín.
Hacia finales de noviembre, el Alto Mando Alemán en connivencia con Ebert, hizo planes para ocupar Berlín con tropas leales, para establecer un gobierno fuerte. “Diez divisiones se pusieron en marcha hacia Berlín”, el General Groener explicaría más tarde: “Para arrebatar el poder a los Consejos de Obreros y Soldados, Ebert estuvo de acuerdo… elaboramos un programa para limpiar Berlín y desarmar a los Espartaquistas”.
El 6 de diciembre tuvo lugar un intento de golpe militar, cuando las tropas marchaban hacia la Cancillería para declarar Presidente a Ebert, éste dio largas y pidió tiempo para consultar con sus colegas de gobierno. Mientras grupos de soldados leales al gobierno asaltaron el periódico Espartaquista, Rote Fahne, atacaron una manifestación Espartaquista, asesinando a 14 personas, mientras otros arrestaban al Comité Ejecutivo del Consejo de Berlín. Espontáneamente los trabajadores siguieron a los soldados del Reichswehr, liberaron a los dirigentes del Ejecutivo y frustraron el intento de golpe.
Los dirigentes del SPD restaron importancia a los acontecimientos, culpando a los Espartaquistas de la provocación. Aprovechando la oportunidad, la Liga Espartaquista organizó manifestaciones e incluso huelgas contra el intento de golpe. La furia de los trabajadores de Berlín quedaba reflejada en la manifestación de 150.000 personas celebrada el 8 de diciembre. Los Espartaquistas publicaron un llamamiento urgente: “¡Trabajadores, soldados, compañeros!, ¡La revolución está en peligro!. ¡Debemos preservar nuestra conquista del 9 de noviembre!… Los criminales son los Wels, Cheidemann, Ebert y compañía… debemos echar a los culpables fuera del gobierno. Debemos salvar la revolución… adelante con la tarea, ¡a la lucha!”.
Las tropas de Broener comenzaron a llegar a la capital, Ebert les dio la bienvenida. Pero en poco tiempo comenzaron a fraternizar con los radicalizados trabajadores de Berlín, ahora la clase dominante estaba obligada a esperar el momento adecuado.
El 16 de diciembre se celebró un Congreso Nacional de Consejos de Obreros y Soldados en Berlín. Las normas para elegir de delegados se dejaron en manos de los organismos regionales, por este motivo el congreso estaba al margen de lo que estaba ocurriendo en el resto de Alemania. Cuatro quintas partes de los 489 delegados eran militantes o simpatizantes del SPD, 195 liberados sindicalistas, 187 trabajadores asalariados. Por tanto era más que predecible, que el grueso del congreso apoyase la asamblea constituyente.
Aunque la mayoría del congreso apoyaba al SPD, su política estaba lejos de ser conservadora. Se aprobó por mayoría una resolución a favor de la abolición del ejército permanente y a favor de la creación de una milicia del pueblo. Exigieron también la supresión de los rangos militares, y que fuesen los soldados los que eligieran a sus oficiales con el derecho a revocarlos en cualquier momento. Además los consejos de soldados tenían que ser los responsables de mantener la disciplina en las fuerzas armadas. También aprobaron por aplastante mayoría una resolución, exigiendo la nacionalización inmediata de todas las industrias clave.
Los ministros del SPD, se enfrentaban a una rebelión de los oficiales, y no tenían ninguna intención de llevar adelante esas demandas, al contrario, establecieron vínculos estrechos con el Alto Mando Alemán.
Durente el 23 y 24 de diciembre se hubo choques entre el ejército regular y los marineros amotinados en Berlín. El gobierno exigía que el 80 por ciento de las tropas navales fueran licenciadas y los cuarteles evacuados. Su negativa llevó a la utilización de tropas leales al gobierno contra ellos, terminaron con 67 heridos. No era la primera vez que el Reichswehr era utilizado de esa forma, debido a estos acontecimientos los ministros del USPD dimitieron y fueron sustituidos por otros del SPD, entre ellos se encontraba el ambicioso Gustav Noske.
Durante el mes de diciembre la alianza entre monárquicos y elementos contrarrevolucionarios de distinta procedencia (junto con dirigentes del SPD), encabezaron una caza de brujas contra la Liga Espartaquista. La Liga Anti – bolchevique, financiada con dinero público, llenó de carteles las paredes de las ciudades en los que difamaban a los dirigentes Espartaquistas. Se creó una atmósfera homicida para lanzar un prógromo contra Liebknecht y Luxemburgo. Aparecieron gigantescos carteles con el siguiente texto:
“¡Trabajadores!, ¡Ciudadanos!
¡La caída de la patria es inminente!
¡Salvémosla!
La amenaza no viene desde el exterior, sino del interior:
Por el grupo Espartaquista.
¡Golpead de muerte a su dirección!
¡Acabar con Liebknecht!
¡Entonces tendremos la paz, el trabajo y el pan!
Firmado por los soldados desde el frente”
La fundación del Partido Comunista
La situación se polarizó rápidamente. A finales de diciembre bajo el impacto de la Revolución Bolchevique, empezó a surgir en el seno de la Liga Espartaquista una presión para transformar la organización en un partido comunista centralizado. Lanzaron un ultimátum al USPD, en el que estaban afiliados, exigían la organización de un congreso extraordinario que discutiera la nueva situación, como era previsible se negaron, los Espartaquistas celebraron su conferencia el 29 de diciembre, asistieron 127 delegados, incluyendo la Juventud Socialista Libre, fundaron el Partido Comunista de Alemania (PCA). Al igual que en los otros partidos comunistas recién fundados, este se llenó de ultraizquierdistas, esto se reflejó en la decisión que tomaron, a pesar del aviso de Rosa Luxemburgo, por 62 votos a favor y 23 en contra, de boicotear las elecciones a la Asamblea Nacional que se iban a celebrar en junio.
Otto Ruehle diría frases como estas: “Debemos estimular continuamente la vida política en las calles… debe ser nuestra tarea tratar de romperla (la Asamblea Nacional) por la fuerza. Si no tenemos éxito en ello, iremos a Schilda. Después estableceremos aquí, en Berlín, un nuevo gobierno. Todavía tenemos dos semanas”. Se debatieron otras dos mociones en las que se declaraba la militancia en los sindicatos incompatible con la del nuevo partido. Los comunistas deberían entrar a los Consejos Obreros, y “continuar de manera decidida el trabajo de luchar contra los sindicatos”.
El nuevo Partido Comunista fue incapaz de reconocer el giro de las masas hacia sus organizaciones sindicales. Antes de la revolución de noviembre había 1,5 millones de afiliados sindicales, a finales de diciembre de 1918, ya eran 2,2 millones, y a finales de 1919, 7,3 millones. Con grandes dificultades la dirección del partido impidió la aprobación de estas resoluciones. Una semana más tarde llegaría el bautismo del fuego del PCA.
LA CONTRARREVOLUCION ASOMA LA CABEZA
En la mayoría de las revoluciones, donde los acontecimientos se alargan en el tiempo, después del resplandor inicial de la victoria, las masas pueden empezar sentir que las conquistas de la revolución se les escapan de las manos. Los sectores más avanzados del proletariado, al darse cuenta del peligro de la situación, comienzan a impacientarse e intentar volver a coger la iniciativa. Esta era la situación en diciembre de 1918 y a principios de 1919 en Alemania.
Se pueden ver paralelismos similares en la Revolución Rusa, en junio y a principios de julio de 1917, las capas avanzadas de trabajadores, en particular en Petrogrado, giraron hacia el derrocamiento del Gobierno Provisional. Durante los “Días de Julio”, los trabajadores del revolucionario Petrogrado, organizaron manifestaciones de masas armadas contra Kerensky, en respuesta la provocación del Gobierno Provisional que quería trasladar el Regimiento de Ametralladores al frente. Lenin comprendió los peligros de la toma prematura el poder: “Debemos estar atentos y ser cuidadosos, para no caer en la provocación… un movimiento equivocado por nuestra parte podría arruinar todo….”.
Los Bolcheviques no se alejaron de los trabajadores revolucionarios de Petrogrado, al contrario, intervinieron al frente de las manifestaciones para asegurar que su carácter fuera organizado y pacífico. Aún así no evitaron que la reacción atacase al Partido Bolchevique en Julio, pero al menos fueron capaces de mantener intacta a la vanguardia del proletariado ruso. La forma de actuar del Partido Bolchevique le granjearon un prestigio enorme entre la clase obrera, y prepararon el terreno para ganar para el partido a la mayoría de los trabajadores y campesinos, y así preparar el camino para el éxito de la Revolución de Octubre.
En la Revolución Española en mayo de 1937 en Barcelona, se dieron acontecimientos similares. El gobierno Republicano, presionado por los estalinistas, actuando como fuerza contrarrevolucionaria, intentaron apoderarse de la telefónica de Barcelona que estaba en manos de los anarquistas. Esta provocación causó choques armados con el gobierno Republicano, y terminó con el aplastamiento sangriento de la rebelión y la prohibición del POUM. Como no era tan fuerte como el Partido Bolchevique, la derrota de mayo fue un golpe para los sectores más avanzados del proletariado español. Puso las bases para la derrota de la Revolución Española y la victoria de Franco en 1939.
La “sublevación Espartaquista”
A principios de enero en Berlín, existía un estado de crisis. Los tres ministros del USPD habían dimitido del gobierno. Comenzaban a circular rumores de un golpe de estado, la campaña de la extrema derecha contra los Espartaquistas estaba en pleno apogeo, y comenzó a extenderse un ambiente de ansia y frustración entre los trabajadores más avanzados. Después de su formación, el PCA comenzó a campaña implacable contra el gobierno Socialdemócrata, para extender y completar la revolución socialista. La reacción, asociada con los ministros derechistas, estaba preparando el enfrentamiento sangriento con los Espartaquistas y la base de los Independientes para dar un golpe decisivo contra la revolución y preparar el terreno para la restauración del viejo orden.
En 1925 el General Gorreen, en un juicio en Munich, describía el complot tramado entre el Estado Mayor, Ebert y Noske: “El 29 de diciembre, Ebert llamó a Noske para dirigir las tropas contra los Espartaquistas. El mismo día se reunieron cuerpos de voluntarios, ahora ya estaba todo preparado para abrir las hostilidades”. El General Georg Maercker recordaría también en sus memorias: “En los primeros días de enero asistí a una reunión con Noske, él acababa de regresar de Kiel, se celebró en los Cuarteles Generales del Estado Mayor en Berlín, con los dirigentes del Freikorps, para ver los detalles de la marcha (en Berlín)”. Noske, quien el 6 de enero fue nombrado Comisarios del Pueblo de Defensa, respondió a la petición de ocuparse de los trabajadores de Berlín, con las siguientes palabras: “Uno de nosotros tiene que ser el policía”. Noske estaba entusiasmado con su nuevo papel.
A finales de diciembre, la Liga Anti – Bolchevique puso un precio de 10.000 marcos a la cabeza del representante bolchevique en Alemania, Karl Radek. Al tiempo se estaba realizando una campaña denigrante contra Emil Eichhorn, presidente de la policía de Berlín y militante del USPD. Eichhorn organizó una nueva fuerza policial de “izquierda”, con 2.000 trabajadores y soldados. Las acusaciones contra Eichhorn, fueron utilizadas para provocar a los Espartaquistas, al USPD y a los trabajadores berlineses para que entraran demasiado pronto en acción. El 3 de enero, después de toda una serie de acusaciones falsas, el Ministro de Interior obligó a Eichhorn a dimitir, y le sustituyó el derechista socialdemócrata, Eugen Ernst.
El Ejecutivo de Berlín del USPD, que estaba discutiendo con los Enlaces Sindicales Revolucionarios, adoptó inmediatamente una resolución de apoyo a Eichhorn. Se reunieron con los dirigentes del PCA para realizar una acción conjunta. La ejecutiva del USPD de Berlín, junto con los Enlaces Sindicales Revolucionarios y el PCA, convocaron una manifestación de masas el 5 de enero. Cientos de miles de trabajadores marcharon hacia los cuarteles generales de la policía. Se formó un “Comité Revolucionario” en Berlín, con representantes de las tres fuerzas. Fueron informados de que la guarnición de Berlín les apoyaba, y que podían fiarse de la ayuda militar de Spandau y Francfort. Por tanto el Comité decidió, oponerse a la dimisión y utilizar la oportunidad para intentar derribar el gobierno de Ebert – Noske – Scheidemann.
En diciembre grupos de trabajadores revolucionarios ocuparon las oficinas editoriales de Vorwaerts, el periódico del SPD, ahora volvían a ocuparlas. Después se ocuparon otras imprentas importantes, al día siguiente 500.000 trabajadores tomaron las calles, y las principales fábricas se declararon en huelga. Una vez más, el Comité Revolucionario convocaba manifestaciones, pero sin planes, sin una estrategia definida, ni que objetivos cumplir.
Los trabajadores no sólo ocuparon Vorwaerts y las oficinas de prensa, sino también la imprenta del Reich, los edificios del ferrocarril, los almacenes de alimentos, y otros edificios. Incluso ocuparon el Reichstag durante un breve período de tiempo. Noske más tarde escribiría:
“Grandes masas de trabajadores… respondieron a la llamada de lucha. Su consigna favorita, ‘¡Abajo, abajo, abajo! (con el gobierno), resonaba una vez más. Tuve que cruzar la procesión del puente Brandenburgo, la de Tiergarten, y de nuevo frente a los cuarteles generales del Estado Mayor. Muchos iban armados, varios camiones con ametralladoras permanecían en Siegessaule. Repetidamente, pregunté amablemente que me permitieran pasar, yo tenía un recado urgente. Me permitieron cruzar, si las multitudes hubieran estado decididas, dirigentes conscientes, en lugar de charlatanes, a mediodía Berlín habría caído en sus manos”.
La postura oficial del PCA en ese momento era contraria a intentar derrocar al gobierno Socialdemócrata. Dado el balance de fuerzas esta acción hubiera sido una aventura. Pero el tono general de la prensa del PCA, Rote Fahne estaba lleno de ataques al gobierno y urgía a los trabajadores a tomar la iniciativa. Los dos representantes del PCA en el comité, Liebknecht y Wilhelm Pieck, sin la autoridad del partido, respaldaron la resolución de apoyo a la insurrección. Liebknecht era un dirigente de los trabajadores, un hombre de acción cautivado por el movimiento de las masas. Para él la revolución era una reacción nerviosa. No era un teórico, y carecía de una comprensión firme de las tácticas y estrategia necesarias para llevar con éxito la revolución. El “Comité Revolucionario” discutió interminablemente, pero fracasó en proporcionar una dirección coherente al movimiento de masas, el cual comenzó a disiparse. Esta prolongada vacilación e indecisión tuvo consecuencias catastróficas, confundiendo y desorientando al proletariado.
El terror Blanco
Las fuerzas de la contrarrevolución se habían preparado para una confrontación sangrienta con los trabajadores de Berlín. El 10 de enero el Regimiento de Freikorps de Postdam comenzó el ataque. El 11 de enero, Noske movilizó un nuevo contingente de tropas encabezadas por oficiales monárquicos. El gobierno estaba decidido a recuperar el edificio del Vorwaerts por la fuerza. En las primeras horas, la artillería pesada y el ataque de morteros causó un gran daño y muchos heridos. Los rebeldes perdían las esperanzas, 300 trabajadores que permanecían en el edificio se vieron obligados a rendirse. En una semana murieron 156 personas, y cientos resultaron heridos. En palabras de Paul Froelich, “El terror blanco ha comenzado”.
La contrarrevolución actuó rápidamente, en un corto espacio de tiempo, dos dirigentes del PCA, Leo Jogiches y Hubo Eberlein, fueron arrestados. El ministro Philipp Scheidemann puso un precio no oficial a las cabezas de Liebknecht y Luxemburgo, 100.000 marcos alemanes. La prensa burguesa clamaba a acabar con los bolcheviques de una vez por todas, incluso el periódico del SPD, Vorwaerts, entró en el juego. El 13 de enero publicaron un poema que terminaba con el siguiente verso:
“Muchos cientos cadáveres en hilera – ¡Proletarios!
Karl, Radek, Rosa y Compañía.
Ninguno de ellos está aquí, ni uno de ellos aquí.
¡Proletarios!”
El 15 de enero Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo fueron arrestados por los reaccionarios oficiales del Freikorps. Fueron llevados a los cuarteles generales de la División de Guardias de Cavalry para la “investigación”. Primero asesinaron a Liebknecht, dijeron que trataba de escapar. Después condujeron a Rosa Luxemburgo al exterior del edificio, un oficial la destrozó el cráneo con la culata de su rifle, lanzaron su cuerpo al Canal Landwehr, que sería descubierto el 31 de mayo. Los oficiales responsables de los asesinatos, fueron condenados a dos breves sentencias, poco después quedarían libres. El proletariado alemán había perdido a dos de sus dirigentes más excepcionales.
Los sectarios han sacado conclusiones totalmente erróneas de la denominada Insurrección Espartaquista. La existencia de un partido revolucionario de masas como los Bolcheviques en 1918-19 podría haber transformado totalmente la situación. Pero la cuestión clave es cómo construir ese partido. Chris Harman en su libro, La revolución perdida, reprende a Rosa Luxemburgo:
“Su error táctico no se puede explicar por nada que hubiera ocurrido en diciembre o enero, fue un error anterior en 1912 y 1916, en el momento en que subestimó la importancia de construir un partido socialista revolucionario independiente… contrastaba con el énfasis que Lenin hacía en la independencia política y organizativa de los revolucionarios con relación a los centristas”.
Esta interpretación está totalmente equivocada, además de tergiversar a Lenin, muestra el desconocimiento de la experiencia del Bolchevismo. El fracaso de Rosa Luxemburgo a la hora de construir un partido revolucionario de masas, no fue por no haber roto antes con la socialdemocracia y entonces formar una secta independiente, el error fue no haber construido mucho antes una tendencia homogénea y organizada en el seno del SPD. El Grupo Internacional no se formó hasta principios de 1916, era una federación de grupos. En ese sentido subestimó la importancia de la organización.
Harman comete el error de no reconocer que el Bolchevismo se desarrollo dentro del marco del Partido Socialdemócrata Ruso, los Bolcheviques de Lenin formaban el ala revolucionaria de la socialdemocracia y llevaron adelante una lucha teórica y política, frente a los Mencheviques dentro de la misma organización. No fue hasta 1912 cuando la fracción Bolchevique se constituyó como un partido independiente. En la arena internacional, Lenin se consideró partidario de Karl Kautsky hasta 1914. En ese momento, Rosa Luxemburgo estaba más acertada en sus críticas a Kautsky que Lenin, al fin y al cabo ella estaba más cerca de las actividades diarias de Kautsky. Lenin hasta 1914 consideraba al SPD bajo la dirección de Bebel – Kautsky como modelo de partido de la Segunda Internacional. Las críticas Bolcheviques de los Mencheviques eran vistas de la misma forma que los ataques de Kautsky contra los revisionistas agrupados en torno a Bernstein.
Cuando se formaron partidos comunistas de masas en Alemania, Francia e Italia, no surgieron de pequeños grupos o sectas, sino que emergieron de grandes escisiones dentro de la antigua socialdemocracia los partidos tradicionales de la clase obrera. Precisamente la razón por la cual el Partido Comunista Británico permaneció como una secta se debió a su incapacidad de ganar a los trabajadores frente a una organización de masas como era el Partido Laborista. Incluso después de su formación como partido independiente en 1920, Lenin defendió enérgicamente la necesidad de que el Partido Comunista se afiliara al Partido Laborista. Esta también fue la postura adoptada por el Segundo Congreso de la Comintern. ¿Por qué?. Es una total contradicción la interpretación que Harman hace de Lenin. Fue un intento de crear un Partido Comunista Británico de masas fuera del Partido Laborista para ganar a sus militantes sobre la base de los acontecimientos. La postura de Lenin era combatir las ideas del reformismo y revisionismo, pero nunca permitió que las fuerzas del marxismo quedaran aisladas de las de la clase obrera. Eso sería caer en los estériles errores del sectarismo.
Después de la carnicería de Berlín, el 19 de enero se convocaron nuevas elecciones a la Asamblea Nacional (Reichstag). De nuevo el PCA cometió el error de boicotear las elecciones. El SPD consiguió 11,5 millones de votos, mientras que el USPD conseguía 2,5 millones. Los dos partidos obreros, que formalmente representaban al marxismo y al socialismo, conseguían el 45 por ciento de los votos. Entre todos los partidos burgueses de derechas consigieron el 15 por ciento de los votos.
Lo primero que hizo el SPD fue dirigirse a los Independientes para que entraran en el nuevo gobierno. Cuando éstos se negaron, se dirigieron a los partidos burgueses: los Demócratas y el Partido de Centro, que no sólo estuvieron de acuerdo con participar, sino que además aceptaron ¡el programa de socialización!.
Después de la derrota de la “Insurrección Espartaquista”, las fuerzas contrarrevolucionarias, de los Freikorps y otras divisiones “leales”, tomaron la iniciativa en varias provincias para restaurar la ley y el orden. En febrero sus tropas ocuparon Bremen y obligaron a disolver el Consejo de Obreros y Soldados. Lo mismo ocurrió en Bremerhaven y Cuxhaven. En Alemania central las tropas del gobierno desalojaron los consejos en una ciudad tras otra. Los trabajadores no renunciaron a sus conquistas, lucharon ferozmente y murieron miles durant