En los años 30, Lev Davidovich tuvo que dar una ardua batalla por convencer a varias de las secciones nacionales de su movimiento, de la necesidad de una INTERNACIONAL, en el verdadero sentido de la palabra. [Ésta es la continuación de la serie sobre Trotsky en los años 30. Puedes leer la parte I y la parte III].
La persecución de los revolucionarios
En la historia de los destinos de los revolucionarios del mundo, es imposible encontrar una vida con más dolor y sufrimiento que la de Trotsky. Había sufrido varias perdidas en su familia, entre ellas la de su hija Zina, que se suicidó en Berlin en 1933 después haberle sido prohibido su regreso a la URSS y, por tanto, a la posibilidad de ver a su esposo y a su hijo de nuevo.
No obstante, la perdida más dolorosa para Trotsky fue la de su hijo León Sedov, asesinado por los estalinistas en un hospital en Paris en febrero de 1938. Sedov no sólo era el hijo de Trotsky, también había sido su secretario, prestando una incomensurable ayuda en la recopilación de datos para los libros del viejo. Sedov había quedado en Berlín y, luego, en París para organizar el Secretariado Internacional del movimiento y también para seguir la publicación del Boletín de la Oposición Rusa que seguía siendo divulgado en la URSS con métodos de contrabando.
Sedov era un organizador brillante y su muerte dejó un enorme vacío en las filas del movimiento[i]. El joven Rudolf Klement tomó la responsabilidad de seguir el trabajo del Secretariado Internacional, pero la GPU, la policía secreta estalinista, estaba siguiendo cada paso suyo. Al final, fue secuestrado por este servicio de inteligencia en julio del mismo año 1938 y su cadáver fue descubierto, descabellado, en el río unas semanas después.
El historiador francés Jean-Jacques Marie, en su reciente biografía de Trotsky (Revolucionario sin fronteras), cita un documento secreto de los archivos de la GPU que revela que ellos estimaron que su asesinato de Klement había resultado ser un “golpe devastador” para Trotsky y sus colaboradores más íntimos, ya que no solo habían eliminado al joven secretario sino también pudieron robar los archivos de la IV internacional, incluidas las direcciones y contactos de toda su red internacional.
Muchos otros colaboradores de Trotsky fueron asesinados por la GPU entre 1936 y 1938: Hans Martin Freund (conocido como Moulin) y Ernest Wolf. Fueron secuestrados y asesinados durante la Guerra Civil española. Ignaice Reiss, un agente de la GPU que había desertado y se había unido a las filas de la IV internacional, fue descubierto muerto a tiros en un coche en una zona campestre de Suiza en 1937.
Incluso el otro hijo de Trotsky, Sergei, a quien no le interesaba la política y que se había quedado en la URSS, fue deportado y ejecutado por órdenes de Stalin en 1937. Walter Held, un trotskista alemán quien había sido también secretario de Trotsky en Noruega, intentó viajar en 1939 a la costa occidental de los Estados Unidos, cruzando la Unión Soviética en tren, fue detenido y fusilado, al parecer en 1941.
Sin embargo, la mayor masacre contra los partidarios de Trotsky, tuvo lugar en los campos de concentración de Sibería, en Vorkuta y en Kolomya, dónde miles de trotskistas fueron ejecutados por los verdugos estalinistas[ii]. Pero hasta el último momento preservaron su espíritu combativo, organizando incluso una huelga de hambre para protestar contra las terribles condiciones de los prisioneros políticos. Testigos confirman que cantaron La Internacional, cuando fueron llevados al pelotón de fusilamiento.
El internacionalismo consistente
En los años 30, Lev Davidovich tuvo que dar una ardua batalla por convencer a varias de las secciones nacionales de su movimiento, de la necesidad de una INTERNACIONAL, en el verdadero sentido de la palabra. Todas las controversias con los grupos de Andreu Nin en España – y más tarde con los de Molinier en Francia, Snevlieet en Holanda y Vereecken en Bélgica – tuvieron su origen en la estrecha mirada nacional y la mentalidad provinciana y oportunista de los principales dirigentes de estos grupos.
Lenin, Trotsky y otros de los dirigentes del bolchevismo tuvieron la gran ventaja de haber conocido el movimiento obrero internacional de primera mano durante sus exilios en varios países. Trotsky hablaba alemán y francés completamente fluido y adquirió también un buen nivel de inglés durante la última etapa de su vida. Pero, aún más importante que esto fue su profundo conocimiento de los rasgos generales de la lucha de clases a nivel internacional, de la cuestión de las nacionalidades oprimidas y de los efectos del dominio imperialista.
No es ninguna coincidencia que Trotsky también criticara a los dirigentes del SWP norteamericano por no prestar la suficiente atención a las cuestiones internacionales. En varias cartas y en las discusiones que mantuvieron durante 1939 y 1940 hizo hincapié en tres aspectos:
Por un lado dijo que el deber fundamental de cualquier grupo de bolcheviques-leninistas en un país imperialista es condenar de forma enérgica la política exterior de su país y apoyar con todo a la clase obrera de los países coloniales. En el caso del SWP, Trotsky pensaba que el partido no había hecho lo necesario en relación a América Latina y que debería escribir más en su prensa sobre este tema, traduciendo los artículos al español para divulgarlos en la zona sur de la frontera norteamericana.
Por otro lado, Trotsky se quejaba de la falta de un trabajo serio entre las minorías raciales de Estados Unidos, en particular entre los trabajadores negros. Propuso que el partido norteamericano hiciera un esfuerzo extraordinario para llegar a las capas más oprimidas de la clase obrera y que su lucha se reflejara constantemente en el Socialist Appeal. Resaltó, además, que el programa de transición debería adaptarse al problema de la minoría negra en los Estados Unidos, incluyendo reivindicaciones de derechos civiles y democráticos.[iii]
La tercera crítica de Trotsky fue la falta de énfasis en el internacionalismo por parte de los dirigentes del SWP. En una carta tras otra, el viejo intentó presionar a Cannon y Schatchmann para que asumieran de una forma seria a labor de construir la Cuarta Internacional. Exigió que hicieran viajes políticos para dar consejos e intercambiar experiencias con las otras secciones de la Internacional, en particular a Francia, dónde había una situación política muy tensa y explosiva en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.
Resulta interesante observar cómo los oponentes de Trotsky siempre se quejaban de su supuesto “estilo autoritario” y de sus “intervenciones en los asuntos nacionales” de los respectivos grupos. Siempre escondían su propia falta de argumentos políticos bajo el pretexto del supuesto “mal procedimiento” o la “arrogante actitud” del viejo líder bolchevique. En otras ocasiones denunciaron un supuesto “culto a la personalidad” de Trotsky, otra excusa para no discutir los puntos cardinales en cada debate.
La actitud de Trotsky frente a la lucha anti-imperialista en América Latina
Los escritos de Lev Davidovich sobre América Latina son particularmente interesantes. En otro análisis detallado, hemos analizado las principales lecciones de estos textos. Resulta extremadamente significativa la actitud que mantuvo Trotsky hacia los representantes más avanzados del movimiento revolucionario democrático y, en específico, hacia Lázaro Cárdenas, el entonces presidente de México. Este último, por supuesto, no era marxista pero no cabe duda de su honestidad e integridad política en la lucha anti-imperialista.
No fue ninguna coincidencia que México fuera el único país en el mundo que puso fin a lo que Trotsky mismo había denominado “un planeta sin visado”. El presidente Cárdenas era el líder de un proyecto nacionalista que intentaba librar a México del yugo imperialista, y fue por esta misma razón que pudo tener tanta independencia como para recibir al hombre más perseguido del mundo. Incluso Noruega, supuestamente libre y gobernada por los socialdemócratas, había cedido a la presión estalinista y le habían quitado el derecho al asilo.
Mientras algunos de sus colaboradores mexicanos, dirigidos por un hombre llamado Fernando Galicia, promovieron la denuncia constante del gobierno mexicano, el mismo Trotsky abogaba por mantener relaciones amistosas y defendía de forma incondicional todas las acciones del gobierno mexicano que iban dirigidas contra el dominio imperialista de Gran Bretaña y los Estados Unidos. Para evitar cualquier confusión sobre la postura de la IV internacional, Trotsky y el Buró Panamericano se vieron forzados a expulsar de sus filas a los seguidores de Galicia que estaban poniendo en peligro el trabajo con su sectarismo hacia el movimiento de Cárdenas.
Cuando el presidente Cárdenas anunció la nacionalización del petróleo, el imperialismo británico naturalmente organizó una virulenta campaña en contra, apoyándose en grupos de intelectuales y en “la defensa de la ley internacional”. Trotsky les respondió con mucha firmeza y exigió que el Partido Laborista de Inglaterra tomase partido a favor de la causa de la clase obrera en el mundo colonial. En otro artículo titulado México y el imperialismo, redactado justo después de las nacionalizaciones, explicó su posición:
“Sin sucumbir a las ilusiones y sin temer a las calumnias, los obreros avanzados apoyarán completamente al pueblo mejicano en su lucha contra los imperialistas. La expropiación del petróleo no es ni socialista ni comunista. Es una medida de defensa nacional altamente progresista. Por supuesto, Marx no consideró que Abraham Lincoln fuese un comunista; esto, sin embargo, no le impidió a Marx tener la más profunda simpatía por la lucha que Lincoln dirigió. La Primera Internacional le envió al presidente de la Guerra Civil un mensaje de felicitación, y Lincoln, en su respuesta, agradeció inmensamente este apoyo moral.
El proletariado internacional no tiene ninguna razón para identificar su programa con el programa del gobierno mejicano. Los revolucionarios no tienen ninguna necesidad de cambiar de color y de rendir pleitesía a la manera de la escuela de cortesanos de la GPU, quienes, en un momento de peligro, venden y traicionan al más débil. Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus aúlicos fascistas. La causa de México, como la causa de España, como la causa de China, es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mejicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos.”[iv]
¡Qué palabras tan vigentes para la situación actual en Venezuela! Cuando la Corriente Marxista Internacional defendió incondicionalmente a la revolución bolivariana en Venezuela frente a la fallida intentona golpista en abril de 2002 y el posterior paro petrolero de diciembre del mismo año, muchos supuestos “trotskistas” nos denunciaron como “traidores” a la causa revolucionaria. Cuando Alan Woods, dirigente de la CMI, se reunió con el presidente venezolano Hugo Chávez en distintas ocasiones, todos los grupos sectarios lo denunciaron como un oportunista. Pero olvidaron esta actitud de Trotsky que nunca tuvo miedo a la discusión y el diálogo con los mejores representantes del movimiento de la revolución democrático-nacional.
Hay, incluso, algunos historiadores que mantienen que Trotsky se reunió con Cárdenas en persona para discutir de política, cosa que no se ha podido comprobar completamente. Otros dicen que la colaboración política entre los dos se dio a través del General del ejército mexicano, Francisco J. Mújica[v]. No obstante, lo importante a resaltar es que Lev Davidovich tenía una política de apoyo crítico frente a las acciones anti-imperialistas del gobierno mexicano. Actualmente, cuando la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, está siendo sancionada por los imperialistas norteamericanos, está claro que los revolucionarios debemos tomar la misma postura que en 1938: Oposición irreconciliable “contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus aúlicos fascistas”.
La conferencia fundadora de la IV Internacional
Aparte de responder a las groseras mentiras perpetradas en su contra en el Segundo Juicio de Moscú, Trotsky dedicó casi toda la primera mitad de 1938 a la labor de preparar políticamente el Congreso Fundacional de la IV internacional, que finalmente tuvo lugar el 3 de septiembre en la casa de Alfred Rosmer en Perpignye, cerca de Paris.
Veintitrés delegados de secciones nacionales se reunieron en circunstancias sumamente adversas. Por medidas de seguridad, el congreso solo pudo durar un día, pero esto no impidió que Stalin estuviera directamente representado entre los delegados; El “representante de la sección rusa” fue Etiénne (Zbowski), que en realidad era un agente de la GPU infiltrado en las filas de la IV Internacional. Afortunadamente, no le dieron indicaciones sobre el sitio hasta el último momento, cosa que impidió una persecución virulenta del congreso por parte de los estalinistas.
El documento principal del congreso fue el Programa de transición que sigue siendo una guía imprescindible para los revolucionarios hoy. Había, no obstante, muchos elementos en este texto de Trotsky que creaban gran controversia con algunos de los delegados del congreso. Por ejemplo, la línea de Trotsky hacía la Segunda Guerra Mundial, intentando conectar con el sentimiento anti-fascista de las masas, llegando a reconocer el sentimiento “patriota” de los trabajadores.
Allí vemos la semilla de lo que el viejo desarrolló un año después en la famosa Política proletaria militar, que trataremos más adelante. Sin embargo, según los informes del congreso[vi], muchos delegados, incluidos David Rousset, Joánnes Bardin [Boitel], George Vitsoris [Busson] y Michel Raptis Pablo [Speros] se opusieron completamente a las posiciones de Trotsky, denunciándolas como una adaptación al social-chauvinismo. La mayoría aprobó las formulaciones originales y así la Internacional, por lo menos oficialmente, defendió la política de Trotsky sobre la guerra.
Había gente en el congreso – los delegados polacos – y posteriormente historiadores y comentaristas intelectuales, que se opusieron a la creación de la Cuarta Internacional argumentando que “no tenía una base de masas” y que la empresa estaba condenada a fracasar de antemano. Trotsky los respondió de la siguiente forma – subrayando la necesidad de preservar la doctrina marxista a pesar de todos los obstáculos:
“Los escépticos preguntan: ¿Pero ha llegado el momento de crear una nueva Internacional? Es imposible, dicen, crear «artificialmente» una Internacional. Sólo pueden hacerla surgir los grandes acontecimientos, etc. Lo único que demuestran todas estas expresiones es que los escépticos no sirven para crear una nueva Internacional. Por lo general, los escépticos no sirven para nada.
La Cuarta Internacional ya ha surgido de grandes acontecimientos; de las más grandes derrotas que el proletariado registra en la historia. La causa de estas derrotas es la degeneración y la traición de la vieja dirección. La lucha de clases no tolera interrupciones. La Tercera Internacional, después de la Segunda, ha muerto para la revolución.
¡Viva la Cuarta Internacional!
Pero los escépticos no se callan ¿Pero ha llegado ya el momento de proclamarla? La Cuarta Internacional- respondemos- no necesita ser «proclamada». Existe y lucha. ¿Es débil? Sí, sus filas son todavía poco numerosas porque aún es joven. Hasta ahora se compone sobre todo de cuadros dirigentes. Pero estos cuadros son la única esperanza del porvenir revolucionario, son los únicos realmente dignos de este nombre. Si nuestra Internacional es todavía numéricamente débil, es fuerte por su doctrina, por su tradición, y por el temple incomparable de sus cuadros dirigentes. Que esto no se vea hoy, no tiene mayor importancia. Mañana será más evidente. ”[vii]
Y subrayó el significado del congreso fundacional:
“Cuando estas líneas aparezcan en la prensa, la conferencia de la Cuarta Internacional probablemente habrá concluido sus labores. La convocatoria de esta conferencia es un gran logro. La tendencia irreconciliablemente revolucionaria, sujeta a persecuciones que ninguna otra tendencia política en la historia del mundo ha sufrido en forma parecida, ha dado de nuevo una prueba de su poder. Sobreponiéndose a todos los obstáculos que tuvo por los golpes de sus poderosos enemigos, convocó a su Conferencia Internacional. Este hecho constituye una evidencia irrefutable de la profunda viabilidad y de la firme perseverancia de la internacional bolchevique leninista. La posibilidad misma de una conferencia exitosa se garantizó primero por el espíritu del internacionalismo revolucionario con el cual están imbuidas todas nuestras secciones. De hecho, es necesario darle gran valor a los vínculos internacionales de la vanguardia proletaria con el objeto de reunir, en la actualidad, al equipo revolucionario internacional, cuando Europa y el mundo entero viven a la expectativa de la próxima guerra. El humo del odio nacional y de la persecución racial compone hoy la atmósfera política de nuestro planeta.”[viii]
Crisis en el SWP: Trotsky y la escisión de 1940
Otro punto que había creado bastante polémica en la conferencia fundacional e incluso en el período previo a ella, fue la cuestión rusa. En su magnífico libro, La revolución traicionada, Trotsky había explicado el carácter de la Unión Soviética, definiéndolo cómo un Estado obrero degenerado – dirigido por una casta burocrática que había usurpado el Estado obrero y la economía planificada. Había rechazado cualquier pretensión de definir a la burocracia estalinista como una nueva clase, ya que explicó que el poder y los privilegios de esta burocracia descansaba sobre el mantenimiento de la propiedad estatal de los medios de producción, y no sobre una economía capitalista con base en la propiedad privada.
Desde el inicio había militantes en el movimiento trotskista que no compartían esta postura. En los Estados Unidos, Burnham – un intelectual que se había unido al movimiento por medio de la fusión con el partido de Muste, el AWP – trató de desarrollar otra teoría, en primer lugar denominando el Estado soviético como un “burocratismo colectivo”. El punto trascendental de su análisis fue que la burocracia estalinista se había convertido en una nueva clase social y que por lo tanto no bastaba con una revolución política en la Rusia, sino que hacia falta también una revolución social.
Craipeau, uno de los dirigentes de la sección francesa, defendió ideas parecidas en el Congreso Fundacional. Los argumentos de estos militantes estaban muy influidos por la indignación moral ante los crímenes del terror estalinista, pero Trotsky – quien sufrió las consecuencias del terror más que nadie – insistió en mantenerse sobrio y hacer un análisis materialista del fenómeno del estalinismo.
En septiembre de 1939 – parcialmente como resultado del pacto entre Stalin y Hitler y de la ocupación soviética de Finlandia – una minoría en el SWP norteamericano, encabezada por Schatchmann, Burnham y Abern, comenzó a cambiar su opinión sobre la cuestión rusa. La mayoría, dirigida por James Cannon, mantuvo la misma postura que Trotsky. La cuestión tenía un significado político y práctico en la coyuntura de aquel entonces, ya que los miembros de la minoría estaban sacando la conclusión de que no habría que defender incondicionalmente a la Unión Soviética en la guerra contra las potencias imperialistas.
Las contribuciones de Trotsky a este debate tienen un tremendo valor, no simplemente para aclarar la cuestión rusa, sino para explicar el método del materialismo dialéctico. La recopilación de las cartas y artículos del viejo en la discusión, fueron publicados posteriormente bajo el título “En Defensa del Marxismo”. No obstante, es muy importante analizar este libro de forma cuidadosa, ya que hay mucha gente que ha hecho malinterpretaciones en los años posteriores.
Una lectura seria de este libro muestra que Trotsky no estaba interesado en una escisión con toda la minoría del SWP. Intentaba separar a los mejores elementos de este grupo de los elementos abiertamente anti-marxistas, como Burnham. Trotsky sabía que la oposición representaba alrededor del cuarenta por ciento del partido norteamericano, incluida la mayoría de los militantes jóvenes.
En una carta tras otra invita a una discusión compañera, incluso propone a Schatchmann que viaje a México para discutir la cuestión con él.[ix] Lo que muchos biógrafos no entendieron fue que Trotsky, al igual que Lenin en relación a Martov, siempre intentaba trabajar con sus colaboradores e intentaba hacer todo lo posible por salvarlos de cualquier degeneración política. En otra carta Trotsky escribió a Wright (uno de los líderes de la mayoría), que una escisión no era deseable para nada:
“No os interesa lo más mínimo una escisión, aunque, accidentalmente, la oposición obtuviese la mayoría en el próximo congreso. No debéis dar ningún motivo para la escisión a ese ejército heterogéneo y desequilibrado que es la oposición. Aunque quedaseis en minoría, debéis ser fieles al conjunto del partido y guardar la disciplina. Es muy importante para la educación en la auténtica lealtad al partido, sobre la que Cannon me ha escrito una vez muy acertadamente.
Una mayoría compuesta por los miembros de la oposici6n actual no duraría más que unos meses. Después, la tendencia proletaria del partido recobraría la mayoría, y con una autoridad mucho mayor. Sed muy firmes, pero no perdáis la calma -es más necesario que nunca que la fracción proletaria lo tenga en cuenta en su estrategia-. ”[x]
En otra carta a Joseph Hansen (también de la mayoría) explicó la necesidad de proponer garantías mutuas para la futura minoría:
“Creo que debes responderles más o menos lo siguiente:
«¿Tenéis miedo de represalias en el futuro? Os proponemos garantías mutuas para la futura minoría, seáis vosotros o seamos nosotros. Estas garantías pueden formularse en cuatro puntos:
l) No prohibición de las fracciones
2) la actividad de las fracciones sólo se restringirá en función de las necesidades de la acción común
3) las publicaciones oficiales representarán, como es natural, la línea que establezca el próximo congreso
4) la minoría futura puede tener, si lo desea, un boletín interno para los miembros del partido, o un boletín de discusión en común con la mayoría».
La persistencia de boletines de discusión después de una larga disputa y un congreso no es la regla, sino una lamentable excepción. Pero no somos nada burócratas. No tenemos reglas inmutables. Somos dialécticos, y también en el campo organizativo. Si tenemos una importante minoría dentro del partido que queda insatisfecha con las decisiones del congreso, es muchísimo mejor legalizar la discusión tras éste que sufrir una escisión.
Podemos ir más lejos, si es necesario, y proponerles, tras el congreso, y naturalmente bajo la supervisión del nuevo Comité nacional, la publicación de números especiales de discusión, para el público en general y no sólo para miembros del partido. Debemos ir lo más lejos posible en este sentido, hacer desaparecer sus prematuros temores y dificultarles la escisión.
Por mi parte, creo que la continuación de la discusión, si se hace en un clima de buena voluntad por ambas partes, puede ser muy útil, en las condiciones actuales, para la educación del partido. ”
Incluso una de sus últimos artículos, del 21 de febrero de 1940, cuando los portavoces de la oposición habían anunciado la posibilidad de una escisión, estaba titulado “¡Volved al partido!”, llamando a poner alto a la ruptura por parte de la minoría.
Desafortunadamente, Cannon no tenía el mismo método de Trotsky y es un hecho irrefutable que su manera de proceder empujó a muchos militantes valiosos, sobre todo en la juventud, hacia la escisión. La ruptura final del grupo de Schatchmann en abril de 1940 costó alrededor del cuarenta por ciento de la militancia.
Es increíble cómo este libro en particular – En defensa del marxismo – ha sido malinterpretado de un extremo u otro. Algunas tendencias se han obsesionados con las partes dónde Trotsky argumenta, correctamente, contra la concepción pequeño-burguesa de la democracia de un partido revolucionario. Estas tendencias han agarrado citas completamente fuera del contexto, para intentar silenciar cualquier debate interno en una organización revolucionaria. En el otro extremo encontramos gente con cierta tendencia anarquista y oportunista que ponen todo el énfasis en la libertad total de discusión.
Lo que ambos grupos olvidan es el método dialéctico. Trotsky había explicado en una carta previa cómo centralismo y democracia siempre se encuentran en posiciones y grados distintos, ajustándose al momento y a la necesidad concreta de la organización revolucionaria:
“La democracia y el centralismo no se encuentran en absoluto en una proporción invariable la una con el otro. Todo depende de circunstancias concretas, de la situación política del país, de la fuerza y experiencia del partido, del nivel general de sus miembros, de la autoridad que las directivas han logrado ganar. Antes de una conferencia, cuando el problema consiste en formular una línea política para el próximo período, la democracia triunfa sobre el centralismo. Pero cuando se trata de la acción política, el centralismo subordina a la democracia.
Ésta afirma de nuevo sus derechos cuando el partido siente la necesidad de examinar críticamente sus propias acciones. El equilibrio entre la democracia y el centralismo se establece en la lucha actual, en ciertos momentos es violado y luego se restablece de nuevo.
La madurez de cada miembro del partido se expresa particularmente en el hecho de que no exige del régimen partidista más de lo que éste, puede dar. La persona que define su actitud hacia el partido por los golpes personales que le dan en la nariz es un pobre revolucionario. Es necesario, por supuesto, luchar contra todos los errores individuales de los dirigentes, toda injusticia, etcétera. Pero es necesario determinar estas “injusticias” y “errores” no en ellos mismos sino en conexión con el desarrollo general del partido a escala nacional e internacional. Un juicio correcto y un sentido de las proporciones en política son extremadamente importantes.”[xi]
NOTAS: