El 18 de julio se cumplen 75 años del alzamiento fascista del general Franco que dio inicio a la guerra civil española y a un proceso revolucionario extenso y profundo, conscientemente ocultado.
España era uno de los países más atrasados de Europa. Reunía características semifeudales en el campo con un significativo desarrollo industrial en zonas como Cataluña, el País Vasco, Asturias, y en ciudades del interior. España, país imperialista débil, mantenía posiciones coloniales en el norte de África.
El joven proletariado español demostró desde el principio mucha combatividad, formando organizaciones de masas, como el Partido Socialista Obrero Español (PSOE); y sindicatos como la Unión General de Trabajadores (UGT), socialista, y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarquista.
En 1930 España fue golpeada por la crisis económica mundial, y los trabajadores y campesinos se lanzaron a innumerables huelgas y luchas. La monarquía estaba completamente desacreditada. En las elecciones municipales de abril de 1931 los partidos monárquicos sufrieron una derrota humillante y las masas se lanzaron a la calle exigiendo la proclamación de la república. La primera fase de la revolución española había comenzado.
La proclamación de la república
Para los capitalistas y terratenientes, la proclamación de la república no significaba más que un cambio cosmético para intentar contener la acometida de los millones de obreros y campesinos.
En las elecciones legislativas de junio los republicanos burgueses «progresistas» y el PSOE obtuvieron la mayoría, formando un gobierno de coalición.
Los dirigentes socialistas consideraban que su cometido era ayudar a la burguesía a resolver las tareas democráticas pendientes: la reforma agraria, el desarrollo industrial, modernizar la sociedad, etc. Pero eso era incompatible con el mantenimiento del capitalismo porque la burguesía española estaba soldada al viejo orden reaccionario.
Sólo la clase obrera, tomando el poder con el apoyo del campesinado pobre, podía sacar al país del atraso emprendiendo medidas socialistas de expropiación. Incapaz de responder a las demandas de las masas, el gobierno enfrentó al movimiento obrero, desprestigiándose rápidamente.
La derecha comenzó a reagrupar su base social, aprovechando el desánimo y la frustración de los obreros y campesinos. En septiembre de 1933, la derecha, CEDA y republicanos conservadores, obtuvo la mayoría. Se iniciaba el “Bienio Negro” de 1933-1935.
La burguesía tenía claro que sólo a través de un gobierno fascista podía aplastar la revolución, pero se cuidó de que la filofascista CEDA ingresara al gobierno al principio, para evitar una reacción prematura de las masas.
La revolución de octubre de 1934
La derrota electoral y el avance del fascismo en Europa actuaron como un látigo en la conciencia de millones de obreros y campesinos. Esta radicalización afectó profundamente al PSOE y a su organización juvenil, las Juventudes Socialistas, que exigió la «bolchevización» del partido y la expulsión de los reformistas.
A mediados de 1934 surgen las «Alianzas Obreras», un frente único de las organizaciones obreras para combatir al fascismo, con la excepción de la CNT que las tildó sectariamente de «hacer política».
La burguesía no esperó más y en octubre la CEDA ingresó al gobierno. Los dirigentes socialistas reaccionaron declarando una huelga general revolucionaria muy mal organizada. Con la excepción de Asturias, donde se concentraba un proletariado minero poderoso, la huelga consistió en un paro laboral de varios días. La revolución asturiana del 34 fue una de las grandes gestas de la revolución española. Armados con cartuchos de dinamita, y bajo la consigna: «Unión Hermanos Proletarios» (UHP), los mineros tomaron el control de la región durante dos semanas. Pero la revolución quedó aislada y terminó aplastada por el ejército.
Sin embargo, el proletariado español, con la excepción de Asturias, no sufrió una derrota decisiva y sus fuerzas se mantuvieron intactas.
Rápidamente el gobierno entró en crisis, conforme los trabajadores recuperaban la confianza en sus fuerzas.
El triunfo del Frente Popular
El Partido Comunista era muy pequeño, debilitado por su política ultraizquierdista dictada por Moscú. Después del golpe de Hitler en Alemania, Stalin giró 180º fomentando los Frentes Populares, un frente único con la burguesía «democrática», que fueron utilizados para frenar la lucha revolucionaria de los trabajadores.
Los trotskistas tenían su propia organización, Izquierda Comunista. Trotsky les recomendó que ingresaran a las organizaciones socialistas para ganar a sus bases a una política bolchevique consecuente. Lamentablemente, adoptaron una actitud sectaria, prefiriendo unirse a una escisión del PC catalán, formando el Partido Obrero de Unificación Marxista, POUM, con 5.000 militantes. Poco después, rompieron relaciones. Las Juventudes Socialistas, con 100.000 miembros, terminarían fusionándose con las Juventudes Comunistas, dándole al PC una base de masas que no tenía.
En febrero del 36, el Frente Popular (formado por socialistas, comunistas, el POUM y los republicanos «progresistas») ganó las elecciones.
Desde el principio, las masas se lanzan a la acción directa. Sólo en los primeros días de julio había más de un millón de obreros en huelga.
El gobierno republicano se mostraba impotente ante el curso de los acontecimientos.
Había un ascenso claramente revolucionario y la burguesía decide no esperar más, jugándose el todo por el todo para aplastar la revolución.
Guerra y Revolución
En la madrugada del 18 de julio el ejército dirigido por el general Franco se insurrecciona en el norte de Marruecos. Ante las primeras noticias, los obreros se movilizan en las principales ciudades exigiendo armas al gobierno. Este se niega, temiendo a la revolución, mientras intenta negociar en secreto con los oficiales insurrectos. Los obreros asaltan los cuarteles y las armerías. Finalmente, el gobierno cede y comienza a repartir las armas.
Desde ese momento, el Estado burgués deja de existir en la España republicana. Se forman comités revolucionarios que toman el poder político en los pueblos y ciudades. Los comités revolucionarios UGT-CNT toman el control de las fábricas, las oficinas y la tierra. El golpe militar fracasa gracias a la acción revolucionaria de las masas que forman milicias obreras y aplastan la rebelión en la mayor parte del país. El golpe fascista sólo triunfa en un tercio del territorio español. En Cataluña, el poder es ejercido por el Comité de Milicias Anti-Fascistas, controlado por la CNT, hegemónica en el proletariado catalán.
Los socialistas de izquierda se muestran vacilantes. Los estalinistas insisten en detener la revolución socialista en marcha «para no indisponer a los países europeos democráticos». La CNT declara que tomar el poder va contra sus principios, limitándose a mantener bajo su control las fábricas y la tierra. En Cataluña, la CNT disuelve el Comité de Milicias y entrega el poder al gobierno burgués catalán, presidido por Companys. El POUM se niega a tomar ninguna iniciativa sin el apoyo de la CNT.
El sabotaje, la ineficacia del gobierno, y la falta de coordinación, son aprovechados por el ejército profesional franquista – completado con tropas moras, alemanas e italianas – para avanzar hasta Madrid, donde es frenado por una resistencia heroica de los trabajadores con la ayuda de luchadores antifascistas internacionalistas, las Brigadas Internacionales.
En septiembre se forma un gobierno de los partidos obreros y los republicanos, dirigido por Largo Caballero. La CNT, traicionando sus principios, se incorpora al gobierno republicano. El PC gana rápidamente las bases de los socialistas de izquierda, al personificar la revolución rusa y por el hecho de que Rusia fue el único país que suministraba armas, aunque con cuentagotas.
Desde este momento, los estalinistas toman el control de los restos del aparato del Estado burgués republicano y lo utilizan para socavar la revolución y sabotear las iniciativas revolucionarias de las masas «para no indisponer a las democracias europeas», que era la política de Stalin.
Se disuelven los organismos de poder obrero en los pueblos y las fábricas, o se los fusiona al Estado. Se disuelven las milicias obreras, se empiezan a devolver las propiedades a los antiguos dueños que las reclaman, etc. Al transformar la guerra civil en una mera guerra militar (donde los fascistas eran más fuertes), matando su contenido social revolucionario, las masas entraron en la apatía, y la derrota militar se hacía inevitable.
Las jornadas de mayo de 1937
Un punto de inflexión tiene lugar en Cataluña, el fortín de los anarquistas. A comienzos de mayo de 1937, los obreros anarquistas se levantan en armas y se apoderan de casi toda Cataluña, tras ver cómo sus conquistas revolucionarias son cercenadas día a día. La chispa que enciende la explosión es la ocupación del edificio de la Telefónica por la policía, que estaba en manos de la CNT desde el inicio de la Guerra Civil. El POUM, al principio, saluda el levantamiento y propone a la CNT tomar el poder. Pero los dirigentes anarquistas se niegan y los dirigentes del POUM retroceden. Los combates duran 6 días, mientras que los dirigentes anarquistas empeñaron todo su prestigio para obligar a los obreros a entregar las armas y retirar las barricadas. Esta derrota provoca una profunda desmoralización en el proletariado catalán de la que no se recuperará jamás.
Los estalinistas ilegalizan el POUM y detienen a sus dirigentes, como Andrés Nin, que fue ejecutado en secreto. Las bases anarquistas caen en la apatía y la desesperación mientras que sus dirigentes se pliegan a los estalinistas, que instauran una dictadura policíaca en todo el territorio republicano.
Derrota y dictadura
Aunque la guerra se prolongó hasta marzo de 1939 el espíritu revolucionario de las masas desapareció, única garantía de victoria. Tras 3 años de guerra civil y un millón de muertos, la represión fascista que le sigue es feroz. Sólo entre 1939 y 1942 fueron fusilados 200.000 obreros y campesinos, y 300.000 permanecen desaparecidos, enterrados en fosas comunes. Decenas de miles pasarán largos años en prisión, campos de concentración y brigadas de trabajo esclavo. Cientos de miles toman el camino del exilio. La clase obrera española, diezmada y desangrada, padecerá 40 años de dictadura.
La revolución española fue una revolución socialista genuina. Las condiciones para el triunfo revolucionario eran mil veces más favorables que en Rusia en 1917.
Pero el triunfo de la revolución exigía un partido revolucionario con una política revolucionaria. Esta ausencia fue el factor decisivo que impidió la victoria del socialismo en España en los años 30. Y es precisamente la carencia que tenemos que resolver en cada país, e internacionalmente