Editorial de El Militante Nº 62
Ya nadie discute la inevitabilidad de la victoria de Cristina Fernández en las elecciones presidenciales de octubre; y parece posible que podría conseguirlo, incluso, en la primera vuelta.
El apoyo social al kirchnerismo descansa en la consolidación del giro a la izquierda experimentado por la sociedad argentina desde fines de 2009. Esto fue una respuesta instintiva de la mayoría de la clase trabajadora y de la juventud a la ofensiva de la oposición de derecha – en la calle, en el Parlamento y, sobre todo, en los medios masivos de comunicación – que hacía parecer que el kirchnerismo naufragaría en muy poco tiempo. La muerte inesperada de Néstor Kirchner no hizo más que afianzar esta tendencia.
La oposición de derecha, debilitada
La debilidad de la oposición de derecha refleja la falta de asidero social de su política, que ostenta el santo y seña de la represión social y de los ataques a las condiciones de vida de los trabajadores y demás sectores populares.
¿Quién puede dudarlo? La perspectiva política que anima al gran capital nacional y extranjero lo expresan el pacto UCR-De Narváez y la candidatura presidencial Alfonsín-González Fraga. De Narváez y González Fraga pertenecen al núcleo duro de la derecha peronista, vinculada orgánicamente con los grandes empresarios y el imperialismo. La burguesía quiere un gobierno que no vacile ante la presión de los reclamos sociales y que defienda de manera firme sus intereses.
La llamada centroizquierda – el Frente Amplio Progresista del Partido Socialista y el GEN de Margarita Stolbizer, y Proyecto Sur – es aún más frágil porque, dada la polarización política existente entre la derecha y el kirchnerismo, no hay espacio político para posiciones intermedias. Lo más ridículo es que Pino Solanas se desgañitó durante dos años reclamándole a Binner y a Stolbizer que rompieran con la UCR, y cuando esto sucedió ni siquiera pudieron armar una candidatura común por peleas mezquinas en la composición de las listas.
Las internas del kirchnerismo
El armado de las listas oficialistas, desde el candidato a Vicepresidente (Boudou) hasta el último diputado y senador, estuvo firmemente en manos de círculo íntimo de Cristina, que promocionó en todos los distritos en puestos de salida a una nueva camada política afín a sus planteamientos, como el grupo La Cámpora.
Fue positivo que el aparato del PJ quedara marginado del armado de las listas, debido a su corrupción interna. Es seguro que en un eventual cambio del ciclo político, muchos de sus integrantes se pasarán al campo de la derecha. Pero también es verdad que muchos de los candidatos fueron elegidos por su lealtad personal a tal o cual funcionario, y no son dirigentes populares que hayan ganado sus posiciones en la lucha ni en la militancia social.
También provocó mucho ruido la marginación de la CGT en la composición de las listas electorales. Parece claro que la dirección kirchnerista quiere zafar de la presión del aparato de la CGT, que tiene sus propios intereses pero también una base social de masas independiente del oficialismo. De hecho, los diputados actuales de la CGT en el Congreso han propuesto algunas medidas – como el reparto de ganancias empresarias y la homologación de los trabajadores tercerizados con los empleados de la empresa matriz – que han incomodado al gobierno y a los empresarios. En la medida que la CGT tiende a reflejar la presión de un sector de la clase obrera, su marginación de las listas puede interpretarse como un intento de los dirigentes oficialistas de escapar a la presión de la clase obrera en el parlamento y en la acción de gobierno; para mantener una política que pretende equilibrarse entre los intereses de empresarios y trabajadores. Pero esta política está llamada a zozobrar continuamente porque los empresarios jamás se reconciliarán con un gobierno al que no controlan y que necesita a la clase obrera para ampliar su base social de apoyo.
¿Cómo profundizar el modelo?
Los trabajadores y jóvenes que se identifican con el kirchnerismo sienten un vivo compromiso con la justicia social y un odio ardiente contra la reacción oligárquica y patronal que se opone a todo lo que hay de vivo y progresivo en la sociedad argentina.
Al llamado de «hay que profundizar el modelo» decenas de miles de trabajadores, jóvenes y activistas populares han dado el presente, pero la pregunta es ¿cómo hacerlo? Ha habido avances sociales y democráticos incuestionables en estos años, pero ¿cómo terminar con la pobreza que sigue afectando a millones de hermanos? ¿y con el trabajo en negro que golpea al 35% de los asalariados? ¿y cómo resolver el problema de la inflación que se come los salarios? ¿y cómo terminar con los abusos patronales?
Argentina es hoy más dependiente que nunca del mercado mundial, y las tendencias del capitalismo argentino, sustentadas en un empresariado rapaz, rentista y cortoplacista, han conducido al país a la economía sojera y a la exportación de materias primas, en detrimento de un desarrollo industrial sólido. La inversión privada es pequeña, de ahí los cuellos de botella en la producción y el aumento de los precios. La fuga de capitales y el pago de la deuda externa privan al país de recursos indispensables para avanzar en su desarrollo.
Argentina depende decisivamente de las compras de China y Brasil, cualquier cambio de coyuntura económica en ambos países afectará profundamente en nuestra economía; lo mismo que un agravamiento de la crisis internacional en EEUU y Europa que reduzca los mercados y frene las inversiones extranjeras.
La verdadera profundización del modelo sólo puede tomar cuerpo avanzando hacia el control estatal de las principales palancas económicas del país que permita una planificación armónica de los recursos en base a las necesidades sociales: vivienda, transporte, soberanía alimentaria, etc. y vinculándonos a los países latinoamericanos más cercanos a nuestras aspiraciones que integran el ALBA – Venezuela, Ecuador, Bolivia, Cuba, etc. – al que deberíamos adherir.
Fortalecer un ala izquierda
El kirchnerismo no es homogéneo. Un sector tiene vínculos indudables con el gran capital, simpatiza con la represión policial y desconfía de los trabajadores y los sectores populares. Son los Scioli, Sergio Massa, los caciques del conurbano bonaerense, los caudillos del interior llámense Gioja de San Juan, Gildo Insfrán de Formosa, Urtubey de Salta, algunos funcionarios del gobierno. etc., que son vistos con profunda desconfianza por los sectores más de izquierda del kirchnerismo. Este ala del kirchnerismo más a la izquierda, junto con los sectores más vinculados a la clase dentro de la CGT y la CTA, deberían superar su dispersión y avanzar hacia un mayor grado de unidad para presentar una alternativa de conjunto al movimiento, no sólo a nivel programático sino también de organización interna, para proponer mecanismos democráticos que sometan la acción de gobierno y la elección de dirigentes al control de las bases. Esta tarea es indispensable para avanzar en la organización y concientización de los trabajadores y demás sectores populares para hacer realidad el lema: «Sólo el pueblo salvará al pueblo