July, 30. Che Guevara in Tel Aviv. Photo: Yossi GurvitzEste artículo fue escrito días antes de la multitudinaria movilización del 3 de septiembre en Tel Aviv y otras ciudades israelíes, que agrupó a cerca de medio millón de personas, la movilización popular más grande desde que comenzó el movimiento de protesta en Israel, en el mes de julio. No obstante, su análisis mantiene plena actualidad.

El movimiento de protesta social en Israel, después de un paréntesis, está ahora planeando reunir un millón de personas en Tel Aviv el 3 de septiembre. La clase dominante está, sin duda, preocupada por esta posibilidad y los ferrocarriles israelíes han anunciado que van a cerrar los servicios de tren entre Tel Aviv y Jerusalén, y entre Tel Aviv y Beer Sheva, supuestamente «por trabajos de mantenimiento». Es evidente que esto es una maniobra para tratar de debilitar las movilizaciones que se están preparando.

El gobierno de Israel está buscando todo tipo de medidas para debilitar el movimiento de protesta masiva que estalló este verano. En este contexto, una serie de ataques terroristas, lanzados por los grupos fundamentalistas en Gaza, también ha ayudado a la clase dominante israelí a cortar el movimiento y poner de nuevo el tema de la «seguridad» en el primer punto del orden del día. ¿Pero cuánto tiempo puede durar esto?

La falta de dirección

Los autoproclamados «dirigentes» del movimiento han jugado un papel importante en el sentido de que su falta de programa y perspectivas ha contribuido a sembrar la confusión. En primer lugar, pidieron el cese de las manifestaciones masivas en Tel Aviv, a favor de manifestaciones locales más pequeñas. Las manifestaciones de Tel Aviv, la última de las cuales se acercaba a los 300.000 participantes, proporcionó un punto focal para el movimiento, para unir a la gente, animarla en sus demandas y ayudar a difundir ideas radicales.

En segundo lugar, en un intento de desviar el movimiento hacia un «camino seguro», los líderes del sindicato de estudiantes, junto con el resto de esta dirección no elegida, se unieron para formar un «comité de expertos», contrapuesto al “Comité Trajtenberg” armado por el propio gobierno, y que plantea que para resolver los problemas de Israel basta con ajustar el sistema aquí y allá. Naturalmente, este comité integrado por economistas, figuras legalistas, académicos y otros personajes de la burguesía, es incapaz de llegar a las raíces del problema: la dependencia de este pequeño país de los subsidios de EE.UU., haciendo de ella un instrumento de su política exterior imperialista, la ocupación de Palestina y la división de los trabajadores árabes y judíos, y, fundamentalmente, la crisis mundial del capitalismo que obliga a los capitalistas a atacar las condiciones de vida de los trabajadores en defensa de sus ganancias.

La mayoría de los trabajadores y jóvenes israelíes puede ver que tal comité, limitado a regatear con el gobierno las migajas de la mesa, en el fondo no puede cambiar nada. Sin un partido obrero de masas genuino a disposición de los trabajadores y de la juventud, y siendo el Partido Comunista una fuerza pequeña, el movimiento puede ser rechazado temporalmente por falta de dirección. Pero la contradicción es la siguiente: el gran movimiento ha abierto una caja de Pandora, que muestra a las masas su propia fuerza y amplía sus horizontes. Nada se ha resuelto. Tarde o temprano, cuando las masas digieran las lecciones de esta primera ola de actividad, el movimiento hará erupción de nuevo, pero a un nivel político mucho más alto, con una nueva dirección y un programa mucho más revolucionario.

El terrorismo y la «agenda de seguridad»

Una serie reciente de horribles ataques terroristas ha provocado la predecible respuesta violenta del Estado israelí. El 18 de agosto, hombres armados abrieron fuego contra un autobús en el sur de Israel, matando a ocho israelíes. Las fuerzas armadas respondieron bombardeando Gaza, y matando a un número de civiles palestinos.

Esta escalada reciente es como maná del cielo para la clase dominante israelí, vivamente interesada en cortar el sentimiento de radicalización en Israel y engañar, una vez más, a los pobres de Israel para que se unan con sus millonarios frente a la «amenaza externa». Los marxistas no somos partidarios de teorías conspirativas, y no estamos sugiriendo que Israel de alguna manera amparara estos actos terroristas para crear una excusa para la acción militar, sino que entendemos que los intereses de Hamas y de los fundamentalistas son similares a los de la clase dominante israelí.

Hamas y el Estado de Israel tienen una cosa en común: se oponen a cualquier movimiento que una a jóvenes y trabajadores por encima de divisiones étnicas. La razón es muy clara: un movimiento unido de los trabajadores y los pobres sería una amenaza tanto para la clase dominante sionista en Israel como para los líderes corruptos de los palestinos.

El secuestro del periodista de la BBC Alan Johnston en 2007, y su posterior liberación, arrojó mucha luz sobre la naturaleza del gobierno de Hamas en Gaza. Hamas negoció, sobornó y luchó con bandas rivales, para asegurar la liberación de este pobre hombre, como un medio de estampar su autoridad sobre sus rivales.

El gobierno corrupto de Hamas no tiene nada que ofrecer al pueblo de Gaza, con la excepción de pobreza y violencia. Sólo puede mantener una apariencia de lealtad y respeto a los ojos de los palestinos haciéndose pasar por el «ejército de liberación» que se opone a las fuerzas de ocupación, y que la lucha por la libertad. Sin la ocupación de Palestina y la opresión por el Estado de Israel, Hamas estaría acabado.

Lo mismo, por supuesto, se aplica a la clase dominante israelí. Como hemos explicado anteriormente, la grave crisis del capitalismo israelí ha hecho que el gobierno, los políticos y los «magnates» sean todos ellos detestados por las masas. Los enemigos, aparentemente implacables, como el Estado de Israel y los fundamentalistas, tienen el mismo interés -el mantenimiento de las divisiones entre trabajadores y los pobres árabes y judíos. El hecho de que muchos árabes israelíes comenzaran a participar en el movimiento en Israel, con evidentes repercusiones entre los palestinos en Gaza y Cisjordania, hizo que la escalada de violencia y de división resultara una salida temporal tanto para la clase dominante israelí como para Hamas.

Perspectivas

Pero es sólo una salida temporal. Nada se ha resuelto, ni Netanyahu ni Hamas pueden aspirar a acumular mucho apoyo leal para otra ronda de violencia. En Israel, el estado de ánimo ha cambiado radicalmente, y esto está destinado a tener un efecto en el movimiento obrero. Como hemos comentado anteriormente, una serie de distintas huelgas combativas se han producido en los últimos años en Israel, pero las protestas han servido para mostrar su fuerza a los trabajadores, para animar, para dejar en claro que no están solos, los dirigentes sindicales estarán bajo presión para organizar una acción nacional y hacer reivindicaciones políticas. Bien podríamos ver huelgas generales extremadamente militantes durante el próximo período, teniendo un carácter político. La movilización que se está preparando para el próximo sábado [3 de septiembre] es parte de este proceso.

Todo esto tendrá su efecto en el plano político, así como en las demandas combativas de los trabajadores y en sus representantes. Los dirigentes sindicales serán obligados a hacer frente a esta cuestión de la representación política genuina de los intereses de la clase obrera. El crecimiento y el perfil del Partido Comunista de Israel indican que una capa de los trabajadores y de la juventud está mirando a la izquierda en busca de una salida al callejón sin salida al que se enfrentan.

Entre los palestinos también, a la vista de que los israelíes están tomando las calles, está obligado a tener un efecto. La codicia y la corrupción de los millonarios de Israel se reflejan en los supuestos dirigentes «islámicos» de Palestina. En estas condiciones, una tercera Intifada tendría un carácter muy diferente a las dos anteriores, vinculada a un estado de ánimo radical dentro de Israel.

Lo que se necesita es un partido que articule las necesidades de las masas israelíes y palestinas. Este partido debe unificar a los trabajadores y pobres israelíes y palestinos en la lucha contra la ocupación, por vivienda y trabajo adecuados para todos. Tal programa es imposible bajo el capitalismo, que debe resolver su crisis a expensas de la clase obrera, y mantener a los trabajadores divididos por la religión y la nacionalidad para conseguir esto. El partido de las masas israelíes y palestinas por lo tanto, debe luchar por un objetivo superior: ¡el socialismo!