El caos y la masacre humana que perdura en Karachi desde hace  más de tres décadas se intensifican de forma periódica. Otra ola de esta violencia terrible se ha desatado en las últimas semanas. Sin embargo, esta ola de  horripilantes asesinatos  y  devastación no es la causa sino el síntoma de la severa enfermedad del sistema social y económico, esta crisis terrible es la que está empujando actualmente a la sociedad a las garras de la barbarie.

Aquellos  en la cúspide  de la pirámide política de este sistema y en los círculos del poder parecen no tener idea de cómo erradicar  esta violencia y forjar una paz duradera. O tal vez las estructuras políticas y el Estado se han ellos mismos enredados en este caos ya que los conflictos que están explotando son un enfrentamiento entre diferentes sectores de capital financiero que representan los intereses creados de las distintas facciones beligerantes de las instituciones políticas y estatales.

A medida que el alza de los precios, la pobreza, la miseria, las privaciones y las enfermedades continúan mermando la sociedad; las élites gobernantes, indiferentes e insensibles al sufrimiento de las masas, persisten aún más en sus absurdos regateos y farsas que son una autentica burla a las realidades espantosas de la vida cotidiana en Pakistán. Algo a lo que nunca renuncian es a su insaciable sed por saquear el Estado y la sociedad. La disputa política nauseabunda, el comercio en la búsqueda de apoyos, los principios prostituidos y las traiciones ideológicas, junto con la política siniestra de la reconciliación han lanzado a las masas a un laberinto aún mayor de desesperación e indignación.

Los conflictos dentro del Estado agravan aún más el terror y el trauma en la sociedad. La relación de mutuo engaño entre el imperialismo de EE.UU. y el alto mando militar ha entrado en una fase crucial de antagonismo. La cadena de mando militar establecida por el Gobierno colonial británico se ha visto erosionada y se encuentra en un estado lamentable. Las estructuras políticas y el Estado construidos por los imperialistas para imponer el imperio de la explotación capitalista y el saqueo se tambalean al borde del abismo. La sociedad está estancada. Aún así, la situación se ha vuelto más inestable y turbulenta que nunca. Esta situación no se puede prolongar por mucho más tiempo.

A pesar de que las masas en sus sufrimientos y desesperadas condiciones de vida todavía permanecen políticamente inactivas, y aún no han iniciado el camino de un movimiento de masas, existe un profundo deseo de cambio. La vida, e incluso la existencia humana, se han convertido en algo intolerable. Las alternativas políticas disponibles, a pesar de sus numerosos nombres y partidos, son en realidad  el mismo programa económico: es decir, el capitalismo. Sus diferencias son superfluas y sus alianzas y sus conflictos son hipócritas y engañosos. Por lo que el cambio de lealtades y traiciones para conseguir las prebendas y privilegios materiales se ha convertido en el sello distintivo de la política actual. Cuando la ideología pasa a un segundo plano, el crimen, la corrupción y el clientelismo pasan a primer plano y hacen que sus excrecencias cancerosas desgarren el tejido social del país.

Es una cruda realidad que los partidos políticos dominantes en el Pakistán de hoy son los instrumentos de coerción y el vandalismo de las mafias de la droga, la tierra y usurpadores de la propiedad y que están  involucradas en delitos atroces. La clase dominante pakistaní está inmersa en la delincuencia, la corrupción, la extorsión y el robo, la evasión de impuestos, robo de electricidad, gas y otras infraestructuras; atacan y explotan brutalmente a los trabajadores y los campesinos, y regularmente se les concede la cancelación de sus préstamos para mantener su control económico y político. El poder estatal encubre y sostiene este capitalismo mafioso y el saqueo, ya que es la base de la existencia de su clase. Esta burguesía corrupta está al servicio de los imperialistas, ya que no han logrado construir un moderno estado burgués, aquello que pretendían crear en el momento de la partición. Por lo que su pretensión de cualquier tipo de soberanía nacional no es otra cosa que una farsa destinada a engañar a las masas oprimidas.

La teoría de la reconciliación, que fue ideada  en connivencia con el imperialismo, consistía en dividir amistosamente el botín y el pillaje entre las diferentes secciones en conflicto dentro de la clase dominante que habían logrado medrar a través de las estructuras de los partidos llamados políticos. Esta reconciliación patética ha agravado aun más los conflictos entre las diferentes facciones. Aunque la mayoría de los partidos políticos en la superestructura capitalista han detentado el poder del Estado en una u otra manera; la escasez de recursos económicos y su insaciable deseo por más han hecho estallar estas coaliciones. La burguesía estadounidense desea que los más corruptos ocupen los puestos principales ya que son más dóciles y serviles.

En el último periodo, sin embargo, esta artimañas políticas se ha mostrado de una forma clara y las masas se encuentran sumidas en un estado de desilusión política. Desde hace tres generaciones habían abrazado y considerado al PPP como la fuerza política tradicional de las masas. La intrusión de los capitalistas y los terratenientes en la dirección ha dado al traste con las esperanzas y aspiraciones de las masas. A pesar de todo esto, las masas, probablemente se unirán una vez más alrededor de su  fuerza política tradicional en la próxima oleada de lucha, pero será una oleada que transformará el PPP y su actual dirección que, en cualquier caso, no posee ninguna lealtad real al partido y por lo tanto será apartada.

Tampoco se puede descartar, sin embargo, que el PPP pueda colapsar como fuerza tradicional  antes de la inminente insurrección de las masas. Esto dependerá de la intensidad de los acontecimientos y el curso que tome la situación objetiva. La derecha es débil y tiene una estrecha e inexistente base social real. Los fundamentalistas religiosos han revelado fatalmente  su carácter. El MQM [movimiento mohahir, ultrarreaccionario, que intenta representar a los emigrados a Pakistán tras la partición de la India] se originó a partir de una estrecha base étnica. Su ascenso fue un serio revés para la unidad de la clase obrera y las masas oprimidas, especialmente en Karachi. La experiencia de sus Gobiernos con todo tipo de partidos y regímenes ha erosionado seriamente su base, incluso entre los «mohahir». Sus esfuerzos para convertirse en una fuerza nacional se están realmente esfumando.

Algunos  sectores de las clases dirigentes están trabajando para hacer de Imran Khan [famoso jugador de cricket pakistaní] una «nueva» alternativa política. Pero, ¿Qué modelo económico alternativo propone? Ninguno. Su apaciguamiento hacia las democracias occidentales con un tinte de chovinismo nacional es un programa político demasiado absurdo como para sacar a las masas de las horrorosas y terribles condiciones que el capitalismo ha creado. Las masas han experimentado los frutos de la independencia del poder judicial. La justicia se ha convertido en exorbitantemente más cara después de tal «independencia».

Entre las diferentes secciones del Estado y las elites es imposible encontrar alternativas políticas para transformar las sociedad y cambiar el curso de la historia, ni los medios de comunicación burgueses presentan estas alternativas como una fuerza política. No es fácil para una organización revolucionaria convertirse en una fuerza de masas dentro de un ambiente reaccionario. Solo una nueva oleada de luchas, con la transformación en la situación objetiva, cuando las masas se despojen de sus prejuicios y cadenas; entrando en la arena política, podrá hacer que una organización revolucionaria en una interacción dialéctica con la situación objetiva se convierta en ese instrumento necesario que necesita la lucha de clase para transformar la sociedad.

Fuente: In Defence of Marxism

Traduccion: Lucha de Clases (Estado Español)

Fecha:

03 de agosto 2011