Organizarse y luchar para defender lo conquistado y avanzar. Las elecciones presidenciales del 23 de octubre tienen una gran trascendencia para los trabajadores y demás sectores populares. Se trata de terminar el trabajo iniciado en las elecciones primarias del 14 de agosto: asestarle un nuevo golpe a la derecha, igual de contundente, para cerrarle el camino a la Casa Rosada durante cuatro años más.
Porque no es lo mismo el kirchnerismo que sus oponentes de derecha, como afirman histéricamente sus críticos “de izquierda”. El kirchnerismo escaló su apoyo en la clase trabajadora sobre la base de reformas progresivas y democráticas que son visibles para todos. El santo y seña de la oposición de derecha es destruirlas.
La derecha desmoralizada
La oposición de derecha está completamente desmoralizada. Durante 4 años lo intentó todo para doblegar al gobierno de Cristina. Utilizó a pleno los músculos financieros y mediáticos de los grandes empresarios; a marionetas como el obispo Bergoglio y el rabino Bergman; incluso, temporalmente, arrastraron a su histeria antikirchnerista a un sector amplio de la clase media. Pero todo fue en vano, porque la fuerza social más poderosa del país, la clase obrera, rehusó mayoritariamente sumarse al coro reaccionario y se agrupó alrededor del gobierno kirchnerista para defender los avances sociales y democráticos conquistados desde el Argentinazo. Esto explica la debilidad extrema de las candidaturas de Alfonsín, Duhalde y Rodríguez Saá.
La oposición “de izquierda”
En el momento de la verdad, cuando más peligrosamente arreciaba la presión de la derecha con su programa reaccionario debajo del brazo, la mayoría de los trabajadores y de la juventud vieron desertar del campo de batalla a los grupos más significados de la izquierda y del “progresismo”, que o bien se apartaron a una cómoda distancia para declararse “neutrales”, o bien se pasaron al campo del enemigo en variadas ocasiones. De esta manera, el kirchnerismo apareció como la única fuerza que enfrentaba a la derecha.
Ahora, la prensa burguesa está destacando la estrella ascendente de Binner y del llamado Frente Amplio Progresista. Pero Binner está a la derecha del kirchnerismo en los temas fundamentales, y los medios de comunicación opositores lo están promocionando con un doble objetivo: primero, para tratar de lamerle todo lo que pueda al kirchnerismo su voto “progresista”; y segundo, para que una derrota humillante de Alfonsín (en un eventual tercer puesto, por detrás de Binner) convierta a Macri en el candidato mejor posicionado de la derecha para enfrentar al kirchnerismo en 2015.
Votar a Cristina para derrotar a la derecha
En estas elecciones llamamos a votar la candidatura de Cristina Fernández porque entendemos que es el voto más útil para cerrar el paso a la derecha y que no se instale en el país el gobierno directo de los enemigos de clase de los trabajadores. Al mismo tiempo apelamos a la organización, a la lucha y a la movilización obrera y popular como la única garantía de avanzar en las conquistas conseguidas hasta ahora e impedir cualquier intento de rebajarlas y disminuirlas.
Los avances sociales no son dádivas otorgadas desde arriba y anunciadas por cadena nacional, sino que son producto de la lucha y la movilización.
Nuestro voto a Martín Sabbatella
En las elecciones a Gobernador de la provincia de Buenos Aires llamamos a votar a Martín Sabbatella, de Nuevo Encuentro. Compartimos con Sabbatella el apoyo a la candidatura de Cristina, pero también su crítica por izquierda a algunos aspectos de la política del oficialismo y su rechazo al aparato del PJ y a las políticas clientelares de los caudillos bonaerenses. Un porcentaje de votos relevante a favor de Sabbatella sería muy importante para mostrar el apoyo popular a una política más audaz y de izquierda que la desarrollada hasta ahora por el oficialismo.
Nuestro modelo de país …
No aspiramos a “lo que se puede”, sino a “lo que se necesita”. Y lo que millones de familias trabajadoras argentinas necesitan aquí y ahora es terminar con el empleo en negro que afecta al 37% de los asalariados; incrementar el salario mínimo a $4.000 para vivir dignamente y que los salarios se ajusten automáticamente con la inflación; el establecimiento del control obrero y vecinal en las empresas y los comercios para denunciar y frenar las suba de precios, eliminar los subsidios a las grandes empresas y la nacionalización o reestatización de las empresas de servicios públicos, bajo control de los trabajadores; el 82% móvil para los jubilados; la nacionalización del petróleo, los recursos naturales y el sistema ferroviario; una reforma tributaria que eleve los impuestos a los ricos y elimine impuestos indirectos como el IVA. Que no se pague ni un centavo más de la deuda externa contraída por los gobiernos antipopulares; por un sistema público único de salud controlado por los trabajadores y no por burócratas sindicales que lucran con nuestras necesidades; por cloacas y viviendas dignas para todos; por que vuelvan y se inviertan productivamente los más de 150.000 millones de dólares de los empresarios nacionales depositados en paraísos fiscales en el extranjero, que son riquezas extraídas al pueblo trabajador; por la nacionalización de la banca, de los monopolios y de los grandes latifundios, bajo el control de los trabajadores, que movilice los cuantioso recursos de la nación para planificar la economía y desarrollar el país según las necesidades de la mayoría de la población.
… y el de ellos
Ningún modelo de desarrollo nacional e industrial del país va a venir de la mano del empresariado. Los capitalistas ya lo dejaron claro: fugaron 40.000 millones de dólares desde el 2007; los ferrocarriles y el subte en manos privadas continúan obsoletos y las pocas inversiones son estatales. Lo mismo puede decirse en caminos, puertos, gasoductos, etc. El país que quieren es el del modelo minero-agroexportador, que produzca cien-tos de millones de toneladas de grano y de mineral, a costa de la devastación medio-ambiental del país y del envenenamiento masivo de personas, ríos y cultivos; un modelo productivo con escasa industrialización basado en la expor-tación y que encarece los productos básicos que consume la mayoría de la población.
Las contradicciones del «modelo»
El kirchnerismo es un movimiento heterogéneo. Su base es obrera y popular, pero su dirección defiende la “colabora-ción de clases” con una política que oscila entre la clase obrera y los empresarios. Pero es un movimiento real en el que se expresa mayoritariamente, aun sea con el voto, la mayoría de los trabajadores y la juventud. Por eso, mientras defendemos los avances sociales incuestionables habidos, criticamos las políticas que ceden a intereses antipopulares y empresariales: como la cooptación de personajes provenientes de la derecha peronista (De la Sota en Córdoba; Carlos Soria en Río Negro, ex-jefe de la SIDE con Duhalde) o el acoso al activismo sindical antiburocrático (caso del Subte o del Cuerpo de Delegados ferroviario de la Línea Sarmiento). Esta es una posición que compartimos con sectores kirchneristas más a la izquierda o más vinculados con los trabajadores, como pudo verse en el rechazo de dirigentes de la CGT, del Movimiento Evita, de organismos de DDHH como el CELS, entre otros, a la detención del “Pollo” Sobrero, dirigente ferroviario de la Línea Sarmiento.
Organizarse y luchar después de octubre
Nuestro alerta a la organización y la movilización popular se justifica más que nunca, teniendo en cuenta la crisis profundísima que azota al capitalismo y que tarde o temprano tendrá una incidencia en nuestro país y que, como en Europa y EEUU, los grandes empresarios tratarán de utilizar para arrebatarnos lo conquistado.
Derrotar a la derecha en estas elecciones y organizar la izquierda del movimiento obrero y popular en el período inmediato que viene son, por lo tanto, las tareas más apremiantes que tenemos por delante.