Las elecciones presidenciales del 23 de octubre representan un resonante triunfo popular. Cristina Fernández consiguió la mayor cantidad de votos obtenida por ningún otro presidente, más de 11,6 millones de sufragios, con un porcentaje de apoyo del 54%, sólo superado por figuras de la talla histórica de Perón e Yrigoyen. En segundo lugar quedó el candidato del Frente Amplio Progresista, Hermes Binner, que sacó el 16,9%, a una distancia de 37 puntos que no tiene precedentes en la historia electoral argentina.
El candidato “oficial” de la oposición, el radical Ricardo Alfonsín, hizo el ridículo con poco más del 11%. Los dos candidatos de la derecha peronista, Rodríguez Saá y Duhalde, consiguieron respectivamente el 8% y el 5,9%. El llamado Frente de Izquierda y de los Trabajadores de Altamira-Castillo sacó el 2,31%, perdiendo unos 20.000 votos con respecto a las elecciones primarias de agosto; y Carrió obtuvo un testimonial 1,8% de los votos.
Una poderosa correlación de fuerzas a favor de la transformación social
Detrás del triunfo de Cristina Fernández está la clase trabajadora, la fuerza social más numerosa de la nación, que se agrupó abrumadoramente detrás de su candidatura para propiciar una nueva derrota humillante a la derecha y a la reacción. Fue la potencia social de la clase trabajadora la que arrastró a sectores amplios de la clase media y de la juventud detrás del voto presidencial. En los distritos de mayor concentración proletaria del país, en el Gran Buenos Aires, el voto a favor de Cristina Fernández superó ampliamente el 60%.
Como en las elecciones primarias del 14 de agosto, Cristina venció en 23 de las 24 provincias del país, incluida la ciudad de Buenos Aires, y las provincias más populosas: Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Sólo perdió, como aquella vez, en la pequeña y despoblada provincia de San Luis, a manos del caudillo local, Rodríguez Saá.
La elección de diputados y senadores
Los resultados en la elección de diputados y senadores fueron similares. Aquí el oficialismo se aseguró la mayoría en ambas cámaras con representantes propios y aliados. No obstante, hay que hacer la observación de que en la votación para diputados el kirchnerismo consiguió cerca del 49% del total de los sufragios; lo que representa 1,15 millones de votos menos que en las presidenciales. Esto se debió a las particularidades los distritos electorales, incluida la valoración popular de los candidatos a diputados.
Así, en Santiago del Estero donde el voto a Cristina Fernández alcanzó un asombroso 82% (el porcentaje de voto más alto del país) la mayor parte de estos votos (cerca de 300.000, un 70% del electorado) fueron para los diputados del Frente Cívico local aliados a nivel nacional al oficialismo que se presentaban con una fuerza propia al margen del Frente para la Victoria kirchnerista, que consiguió el 14% de los votos. En la provincia más populosa del país, Buenos Aires, se dio un caso imprevisto de voto en blanco muy alto en las elecciones para diputados y para Gobernador (del 10% en el primer caso y del 12,5% en el segundo) que no se dio en el voto a las presidenciales. Esto restó otros 300.000 votos al oficialismo en la elección a diputados en esta provincia. También se apreció un corte de boleta de alrededor de 150.000 votos de Cristina para los candidatos a diputados del Frente de Izquierda y los Trabajadores, que resultaron insuficientes para asegurarles representación. Es decir, cerca del 25% de los votos del FIT para diputados presumiblemente vinieron de votantes de Cristina, lo cual es paradójico ya que los dirigentes del FIT sitúan a Cristina en el campo del enemigo de clase de los trabajadores.
Las elecciones a Gobernador
En 9 provincias se elegían también gobernadores: Buenos Aires, Mendoza, San Juan, Formosa, La Pampa, Santa Cruz, Entre Ríos, Jujuy y San Luis. El kirchnerismo ganó en los 8 primeras y sólo perdió en San Luis. Las elecciones más destacadas fueron en las dos provincias más populosas y relevantes económicamente: Buenos Aires y Mendoza.
En Mendoza –el pago chico de Julio Cobos y del presidente de la UCR, Ernesto Sanz– el kirchnerismo le propició una derrota humillante al radicalismo, cuyo candidato partía como favorito para conseguir la gobernación.
En la provincia de Buenos Aires, las candidaturas de Scioli-Mariotto consiguieron un triunfo rotundo con el 55% de los votos, sacándole una diferencia aplastante de 40 puntos al candidato de la derecha peronista, De Narváez, que contaba con el apoyo de la UCR.
Destacamos el resultado conseguido por Martín Sabbatella de Nuevo Encuentro, ubicado claramente a la izquierda de Scioli, con el 6,5% y más de medio millón de votos, 100.000 más que en 2009 cuando Sabbatella consiguió su banca de diputado nacional. Resalta el 38% conseguido en Morón y el 9,3% conseguido en el partido más populoso del país, La Matanza, donde quedó emparejado como segunda fuerza política.
Es verdad que la candidatura de Scioli dispuso de todo el apoyo del aparato oficialista y que incluía un candidato a Vicegobernador, Gabriel Mariotto, inspirador de la Ley de Medios y ubicado en el ala izquierda del oficialismo; pero pensamos que hubo algunas deficiencias en la campaña de Nuevo Encuentro que le impidieron destacarse más y hacer valer la utilidad de su voto. Por ejemplo, la campaña de Sabbatella mantuvo un perfil bajo, en general, durante estos meses; por otro lado, no estamos seguros de que la táctica de integrar sus candidatos a diputados nacionales en la lista oficialista del Frente para la Victoria haya sido correcta, ya que aun cuando consiguió dos diputados en el Congreso quedó mimetizado con el oficialismo diluyendo su mensaje y sus propuestas, claramente más avanzadas y progresistas que las de Scioli. No obstante, consideramos que Nuevo Encuentro parte con una buena base para atraer a una capa importante de sectores y activistas populares que ven, correctamente, a la derecha como el enemigo principal pero que desearían una política mucho más avanzada y a la izquierda en los gobiernos provincial y nacional.
El Frente de Izquierda
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores -coalición del Partido Obrero, el PTS e Izquierda Socialista– no consiguió su objetivo de obtener, al menos, un diputado. Y es difícil imaginarse una coyuntura más favorable que la que ha tenido para conseguirlo. El FIT despertó importantes ilusiones en decenas de miles de activistas y simpatizantes de izquierda ante la posibilidad de conformar un espacio de frente único genuino de la izquierda y conseguir representación parlamentaria. Una capa numerosa de militantes y activistas desplegó una labor de propaganda muy importante durante meses. El FIT gozó de una amplia cobertura en los medios masivos de comunicación y accedió a espacios publicitarios gratuitos en todos los medios audiovisuales en igualdad de condiciones con las restantes fuerzas políticas. Incluso, a falta de menos de dos semanas para las elecciones, el FIT centró la atención pública nacional con la detención escandalosa del dirigente ferroviario “Pollo¨ Sobrero, una de sus principales figuras. Por otro lado, la superación del piso proscriptivo del 1,5% del padrón en las elecciones primarias de agosto debía haber actuado como un estímulo poderoso para ampliar su base militante y de votantes potenciales. A esto debe sumarse la no presentación del Movimiento Proyecto Sur en la mayoría de los distritos, con quienes comparten una franja política de electores similar. Por último, las elecciones primarias de agosto mostraron que no existía peligro de victoria de la derecha el 23 de octubre que justificara, ante las masas trabajadoras, el agrupar hasta el último voto alrededor de Cristina Fernández y el Frente para la Victoria. Entonces, ¿qué ocurrió?
Los dirigentes del FIT culpan a la ley electoral que exige una cantidad de votos equivalente al 3% del padrón para conseguir diputados en la ciudad de Buenos Aires y en la Provincia de Buenos Aires. En el primer caso, les faltaron 30.000 votos y en el segundo, unos 50.000. Y, como es usual, también culparon a los trabajadores: “[La elección] Expresó una tendencia conformista a ‘mantener lo que está’” (Comunicado del PTS, 24 de Octubre). Pero estos no son argumentos serios, tratan de mantener a cualquier costo el prestigio de los dirigentes y evaden la cuestión principal: ¿Por qué un frente de grupos de izquierda ha sido incapaz, en la mejor de las coyunturas imaginables, de conseguir siquiera un caudal de votos equivalente al 3% del padrón, ni a nivel nacional ni en ninguno de los 24 distritos electorales del país?
La respuesta no está en la radicalidad de su programa. Este, en realidad, ocupó un lugar secundario en toda la agitación pública del FIT, y su carácter de clase apareció muy diluido. Se limitaron a propagandizar la etiqueta de “izquierda”, como quien vende un producto en oferta. Las consignas de los afiches eran, invariablemente: “Meté un diputado de izquierda”, “Meté a la izquierda en el parlamento”, llegando al patetismo de plantear en Capital Federal “Nos faltan 20.000 votos para un diputado de izquierda”.
La razón fundamental de su fracaso es que no se puede pretender convencer en dos meses a una capa sustancial de la clase trabajadora y de la juventud para que voten al FIT, cuando en estos dos años (por no hablar de un lapso mayor) toda la política de los grupos que lo integran fue falsa y equivocada. No dieron apoyo público, ni aun críticamente, a una sola de las medidas progresistas impulsadas por el gobierno; no levantaron la voz ni una sola vez para denunciar la campaña desestabilizadora de la derecha y de sus medios que pretendía derribar al gobierno kirchnerista forzando su renuncia; durante dos años sólo pudimos escuchar sus denuncias estridentes contra el kirchnerismo mientras que la crítica a la derecha era casi imperceptible; a esto se sumó su incapacidad orgánica para confluir en políticas genuinas de frente único en el campo sindical, estudiantil, etc. y su actitud arrogante y ofensiva hacia las demás tendencias de izquierda, peronistas de base, antiburocráticas y clasistas que existen en el movimiento sindical, juvenil y popular cuando no pueden imponer sus posiciones. Hubo que esperar 10 años desde el Argentinazo para que varios grupos de izquierda formaran un frente único electoral, gracias a una ley proscriptiva del kirchnerismo y no porque fuera el resultado de una reflexión política colectiva ni una autocrítica que delimitara con la política divisionista y sectaria que practicaron en el terreno electoral hasta la fecha. Es, por lo tanto, el amplio descrédito que los grupos de izquierda sectarios han acumulado durante años en nuestro país lo que explica su incapacidad para desempeñar un papel mínimamente relevante en el terreno electoral, como en casi todos los demás terrenos del trabajo político. Esta fue la amarga lección de la experiencia fallida de Proyecto Sur y es la que la llamada “izquierda” lleva años transitando sin aprender nada de sus errores.
Y debemos añadir que errores sectarios similares han sido cometidos por el sector de dirigentes de la CTA agrupados alrededor de Victor de Gennaro que al final terminaron confluyendo con la socialdemocracia insulsa y cobarde de Binner y Stolbizer, en el FAP,
Como anticipamos hace meses en otros análisis, el FIT no va a durar en el tiempo. Inevitablemente resucitarán las querellas intestinas de los grupos que la integran, que dejarán un tendal de desmoralización y amargura. La artificialidad del FIT se demuestra en el hecho de que ha sido incapaz de emitir un comunicado unificado de balance al día siguiente de las elecciones. Todo esto confirma el fraude político del FIT y el abuso que sus dirigentes hicieron de la buena voluntad de decenas de miles de militantes y simpatizantes de izquierda que apostaron sinceramente a la construcción de lo que pensaban que era un frente de izquierda genuino.
Vayamos por más, nunca menos
Durante toda la campaña electoral, incluso meses antes, Cristina ha declarado numerosas veces que la profundización del modelo nacional y popular significa “ir por más, no por menos”. Estamos completamente de acuerdo con esta idea. Esta es, además, la razón por la cual el 54% de la población, que incluye a la mayoría aplastante de los trabajadores y de los sectores populares postergados, la apoyó con su voto.
Por eso no tiene sustento el argumento de que “hace falta acumular más apoyo” o “no tenemos fuerza suficiente” para ir por más, para hacer cambios estructurales en la sociedad. Apoyo hay, y de sobra. Nunca la reacción y la derecha han estado tan débiles e incapaces de oponerse a la voluntad de la inmensa mayoría obrera y popular desde la recuperación democrática de 1983.
Realmente, fue el giro a la izquierda en la política kirchnerista entre 2009 y 2011 lo que explica el fortalecimiento del gobierno (ley de medios, recuperación de los fondos jubilatorios, de aerolíneas, etc.) Entonces ese fortalecimiento sólo podrá sustentarse sobre la base de profundizar una política hacia la izquierda y poner las bases para solucionar los problemas que aún persisten en las familias trabajadoras: como la suba de precios, la falta de vivienda, la superexplotación laboral, la falta de democracia sindical en las empresas y gremios, etc.
En qué consiste la “unidad de la Nación”
La presidente Cristina Fernández declaró en la noche electoral que necesitamos la máxima “unidad de la Nación” para enfrentar los desafíos futuros. Pero ¿qué tipo de “unidad” puede ser ésta? Lo cierto es que cada medida progresista impulsada por el gobierno nacional ha sido resistida con uñas y dientes por los grandes empresarios y los políticos de derecha. Cada vez que la presidente pedía a estos sectores que apoyaran estas medidas, que resignaran algunas migajas para que el conjunto de la población viviera un poco mejor (con la estatización de las AFJP, la asignación universal por hijo, el aumento de las retenciones a las superganancias de los terratenientes, etc.) se opusieron ferozmente y conspiraron para derribar al gobierno. Cada vez que los trabajadores tratan de organizarse en las empresas y de exigir democracia sindical en los gremios son acosados y despedidos por las patronales y la burocracia sindical a sueldo de ellas.
La realidad es que los sectores populares sólo nos hemos hecho respetar, y sólo hemos podido alcanzar nuestras conquistas sobre la base de la lucha, de la movilización y de la imposición de nuestra voluntad, la imposición de la voluntad de la mayoría de la sociedad sobre una minoría de explotadores que se oponen al progreso y a la justicia social. A la presidenta le gusta referirse a su condición de peronista, pero ¿cómo pudo llevar a cabo su política social avanzada el primer gobierno de Perón, e incluso un poco antes, sino agraviando a los terratenientes y empresarios, y hasta a la mismísima embajada de Estados Unidos, que se oponían resueltamente a ceder ninguno de sus privilegios obtenidos con la sangre y el sudor de los trabajadores? ¿Cómo pudo el gobierno de Perón enfrentar la oposición de los ricos a sus medidas sino sobre la base de la movilización obrera y popular para enfrentar las amenazas golpistas y “destituyentes” de la reacción burguesa e imperialista?
Cuando los empresarios y la derecha veían al gobierno kirchnerista débil, lo acosaban infatigablemente en la prensa y en el parlamento para derribarlo. Ahora que lo ven fuerte se ponen humildes de rodillas y le ruegan que sujete a los trabajadores y demás sectores populares para que no se excedan en sus reclamos o, mejor todavía, que no planteen ninguno.
Lo cierto es que estos empresarios tienen cerca de 200.000 millones de dólares en fondos en el exterior que les rinden cuantiosas rentas, fondos que utilizados productivamente en el país podrían solucionar los principales problemas que nos aquejan en materia de salud, vivienda, empleo, medio ambiente, etc. Esta misma gente lleva fugados cerca de 80.000 millones de dólares desde el 2007 hasta la fecha ¿qué tipo de “unidad nacional” practican estas damas y caballeros? Es una burla al pueblo. La única “unidad nacional” en la que están interesados es aquella en que los trabajadores bajan sus reclamos y pasan necesidades para que ellos sigan dándose la gran vida a costa de nuestro trabajo y del futuro de nuestras familias.
La profundización del modelo que necesitamos es aquella que termine con el empleo en negro que afecta al 35% de los asalariados; incrementar el salario mínimo a $4.000 para vivir dignamente y que los salarios se ajusten automáticamente con la inflación; establecer el control obrero y vecinal en las empresas y los comercios para frenar las suba de precios, eliminar los subsidios a las grandes empresas y nacionalizar o reestatizar las empresas de servicios públicos, bajo control de los trabajadores; el 82% móvil para los jubilados; la nacionalización del petróleo, los recursos naturales y el sistema ferroviario; una reforma tributaria que eleve los impuestos a los ricos y elimine impuestos indirectos como el IVA. Que no se pague ni un centavo más de la deuda externa contraída por los gobiernos antipopulares; por un sistema público único de salud controlado por los trabajadores y no por burócratas sindicales que lucran con nuestras necesidades; por cloacas y viviendas dignas para todos; por la nacionalización de la banca, de los monopolios y de los grandes latifundios, bajo el control de los trabajadores, que movilice los cuantioso recursos de la nación para planificar la economía y desarrollar el país según las necesidades de la mayoría de la población.
Conformar una Corriente de la militancia obrera y popular
Pese a su colosal victoria electoral, el gobierno de Cristina Fernández va a estar sometido a grandes presiones para que limite los avances y reformas progresistas pendientes. Quienes fueron derrotados en las urnas de manera humillante, los políticos de derecha y sus patrones en las grandes empresas, utilizarán sus contactos con los sectores más derechistas y moderados del oficialismo, sus medios de comunicación, y los organismos financieros imperialistas, para tratar de frustrar las aspiraciones de cambio social que demandan los sectores obreros y populares.
Por eso están agitando la amenaza de los efectos de la crisis económica mundial, para que los trabajadores y demás sectores populares limitemos nuestras exigencias. Debemos impedir que esta gente trate de arrebatarnos por otros medios lo que no pudieron a través de las urnas.
Ningún cambio social profundo puede descansar en los esfuerzos de un solo individuo o de un grupo reducido de personas, por mucha buena voluntad que tengan o por mucha autoridad política y moral que ostenten. La historia no descansa en individuos, sino en la lucha de clases como la experiencia en nuestro país y a nivel internacional ha demostrado suficientemente. En la tradición de la lucha popular de nuestro país quedó el dicho de: “Sólo el pueblo salvará al pueblo”. Es decir, sólo la lucha y la organización consciente de los trabajadores y demás sectores populares explotados pueden conducirnos a la liberación. La lucha por la liberación de la mayoría trabajadora frente a la minoría explotadora representada por la burguesía nacional y el imperialismo, sólo puede organizarse con la participación masiva y la toma de decisiones más amplia y democrática, de abajo hacia arriba.
Es por eso que hacemos un llamado a los sectores obreros y populares, a los que están dentro del kirchnerismo como a los que se encuentran afuera del mismo pero que han identificado a la derecha y al gran capital, nacional e imperialista, como los principales enemigos a batir; a los sectores de la dirección de la CGT y de la CTA que han declarado su apoyo al gobierno para que profundice reformas a favor de los trabajadores, a Nuevo Encuentro, y a otras agrupaciones afines, a que avancen en el acercamiento y la confluencia de cara a organizar una corriente de la militancia obrera y popular lo más masiva posible. Esta corriente debería afirmarse como el ala de izquierda más resuelta a favor de que se satisfagan plenamente las demandas obreras y populares que la mayoría de la clase trabajadora y de la juventud han expresado con su voto a favor de Cristina y para cerrarle el paso a la derecha.
Dentro de esta corriente, los compañeros de Militante nos comprometemos a trabajar codo con codo junto a las demás corrientes, activistas y agrupaciones populares para impulsarla hacia adelante, al mismo tiempo que defenderíamos la necesidad de un programa y de una sociedad socialista que termine con este sistema injusto y explotador que se llama capitalismo, como lo está demandándo toda la situación mundial cada día que pasa
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