Editorial de Militante nro. 65
Las elecciones presidenciales del 23 de octubre representaron un resonante triunfo popular. Cristina Fernández consiguió la mayor cantidad de votos obtenida por ningún otro presidente, más de 11,6 millones de sufragios, con un porcentaje de apoyo del 54%. La distancia con el segundo candidato, Hermes Binner del Frente Amplio Progresista, fue de 37 puntos. Cristina venció en 23 de los 24 distritos electorales y provincias del país, y sólo perdió en la provincia de San Luis, a manos del caudillo local, Rodríguez Saá. Con estos resultados, el oficialismo se aseguró la mayoría en ambas cámaras con representantes propios y aliados.
La clase obrera, detrás del triunfo de Cristina
Detrás del triunfo de Cristina Fernández estuvo la clase trabajadora, la fuerza social más poderosa de la nación, que arrastró a sectores amplios de la clase media y de la juventud para propiciar una nueva derrota humillante a la derecha y a la reacción. En las zonas de composición mayoritariamente obrera, como en muchos partidos del Gran Buenos Aires, el voto a Cristina alcanzó promedios del 65%.
No es cierto, como insisten los medios de comunicación y la oposición de derecha y de “izquierda”, que el contundente triunfo electoral del kirchnerismo se deba, fundamentalmente, a la bonanza económica. Por supuesto, el “boom” económico dio consistencia al triunfo oficialista, pero no explica lo esencial. Fue un voto de apoyo político consciente de la mayoría de los trabajadores y de los sectores progresistas de la sociedad, que empezó a gestarse a fines del 2009 y comienzos del 2010. En ese momento arreciaban la presión de la derecha y de sus medios para desestabilizar al gobierno y forzar su renuncia, en medio del giro a la izquierda del kirchnerismo con medidas de fuerte alcance progresista luego del “conflicto del campo” (Recuperación de los fondos jubilatorios, de Aerolíneas, Asignación universal por hijo, Ley de medios, profundización de los juicios a los genocidas, matrimonio igualitario, etc.).
Las elecciones a Gobernador
En 9 provincias se elegían también gobernadores: Buenos Aires, Mendoza, San Juan, Formosa, La Pampa, Santa Cruz, Entre Ríos, Jujuy y San Luis. El kirchnerismo ganó en los 8 primeras.
En Mendoza – el pago chico del vicepresidente saliente Julio Cobos y del presidente de la UCR, Ernesto Sanz – el kirchnerismo le propició una derrota humillante al radicalismo, cuyo candidato partía como favorito para conseguir la gobernación.
En la provincia de Buenos Aires, la candidatura de Scioli-Mariotto consiguió un triunfo rotundo con el 55% de los votos, sacándole una diferencia aplastante de 40 puntos al candidato de la derecha peronista, De Narváez, que contaba con el apoyo de la UCR.
Destacamos el resultado conseguido por Martín Sabbatella de Nuevo Encuentro, ubicado a la izquierda de Scioli, con el 6,5% y más de medio millón de votos, porcentaje que superó el 10% en el Gran Buenos Aires.
Aunque Scioli dispuso de todo el aparato oficialista, e incluía un candidato a Vicegobernador, Gabriel Mariotto, inspirador de la Ley de Medios y ubicado en el ala izquierda del oficialismo; hubo algunas deficiencias en la campaña de Nuevo Encuentro que le impidieron destacarse más y hacer valer la utilidad de su voto. Su campaña estuvo muy apagada y tampoco estamos seguros de que la táctica de integrar sus candidatos a diputados nacionales dentro de la lista oficialista del Frente para la Victoria haya sido acertada. Porque, aun habiendo conseguido la elección de dos diputados en el Congreso, Nuevo Encuentro quedó mimetizado con el oficialismo diluyendo su mensaje y sus propuestas. No obstante, Nuevo Encuentro parte con una buena base para atraer a una capa importante de sectores y activistas populares que ven, correctamente, a la derecha como el enemigo principal pero que desearían una política mucho más avanzada y a la izquierda en los gobiernos provincial y nacional.
El “Frente de Izquierda”
El Frente de Izquierda y de los Trabajadores – la coalición del Partido Obrero, el PTS e Izquierda Socialista – no consiguió su objetivo de obtener, al menos, un diputado, pese a que se benefició de un importante corte de boleta de más de 150.000 votos de las presidenciales (presumiblemente de votantes de Cristina) a favor de sus candidatos a Diputados, el 25% de los votos conseguidos por el FIT. Y es difícil imaginarse una coyuntura más favorable que la que tuvo el FIT para obtener representación parlamentaria.
Hay que reconocer que el FIT consiguió despertar importantes ilusiones en decenas de miles de activistas y simpatizantes de izquierda, particularmente al superar el piso proscriptivo del 1,5% del padrón en las elecciones primarias de agosto. Sus militantes y simpatizantes desplegaron una labor de propaganda muy importante durante meses. El FIT gozó de una amplia cobertura en los medios masivos de comunicación. Incluso, centró la atención pública nacional con la detención escandalosa del dirigente ferroviario “Pollo¨ Sobrero, una de sus principales figuras, a falta de pocos días para las elecciones. Se benefició de la no presentación del Movimiento Proyecto Sur en la mayoría de los distritos, con quienes comparten una franja política de electores similar. Por último, y no es menos importante, no existía el peligro de una victoria de la derecha el 23 de octubre que empujara a las masas trabajadoras agrupar, en una suerte de “voto útil”, hasta el último sufragio alrededor de los candidatos a diputados del kirchnerismo. Entonces, ¿qué ocurrió?
Los dirigentes del FIT culpan a la ley electoral que exige, por ejemplo, una cantidad de votos equivalente al 3% del padrón en la Provincia de Buenos Aires. Y, como es usual, también culparon a los trabajadores: “[La elección] Expresó una tendencia conformista a ‘mantener lo que está’” (Comunicado del PTS, 24 de Octubre). Pero estos no son argumentos serios, tratan de mantener a cualquier costo el prestigio de los dirigentes del FIT y evaden la cuestión principal: ¿Por qué un frente de grupos de izquierda ha sido incapaz de conseguir, en la mejor de las coyunturas imaginables, un caudal de votos mínimo siquiera para conseguir un diputado en ninguno de los 24 distritos electorales del país?
La razón de su fracaso es que no se puede convencer en unos meses a una capa sustancial de la clase trabajadora y de la juventud para que voten al FIT, cuando los grupos que integran llevan años llevando a cabo una política falsa y equivocada. No dieron apoyo público, ni aun críticamente, a una sola de las medidas progresistas impulsadas por el gobierno; no levantaron la voz ni una sola vez para denunciar la campaña desestabilizadora de la derecha y de sus medios que pretendía derribar al gobierno kirchnerista forzando su renuncia; durante años sólo pudimos escuchar sus denuncias estridentes contra el kirchnerismo mientras que la crítica a la derecha era casi imperceptible; a esto se sumó su incapacidad orgánica para confluir en políticas genuinas de frente único en el campo sindical, estudiantil, etc. y su actitud arrogante y ofensiva hacia las demás tendencias de izquierda, peronistas de base, antiburocráticas y clasistas que existen en el movimiento sindical, juvenil y popular, y los intentos de imponer a cualquier costo sus posiciones en dichos ámbitos. Hubo que esperar 10 años desde el Argentinazo para que varios grupos de izquierda formaran un frente único electoral, gracias a una ley proscriptiva del kirchnerismo y no porque fuera el resultado de una reflexión política colectiva ni de una autocrítica que delimitara con la política divisionista y sectaria que practicaron en el terreno electoral hasta la fecha.
Fue, por lo tanto, el amplio descrédito que los grupos de izquierda sectarios han acumulado durante años en nuestro país lo que explica su incapacidad para desempeñar un papel mínimamente relevante en el terreno electoral, como en casi todos los demás terrenos del trabajo político
El FIT no va a durar en el tiempo. Inevitablemente, resucitarán las querellas intestinas de los grupos que la integran que dejarán un tendal de desmoralización y amargura. La artificialidad del FIT se demostró en el hecho de que fueron incapaces incluso de emitir un comunicado unificado de balance electoral. Todo esto confirma el fraude político del FIT que denunciamos en su momento y el abuso que sus dirigentes hicieron de la buena voluntad de decenas de miles de militantes y simpatizantes de izquierda que apostaron sinceramente a la construcción de lo que pensaban que era un frente de izquierda genuino.
Vayamos por más, nunca menos
Durante toda la campaña electoral, incluso meses antes, Cristina declaró numerosas veces que la profundización del modelo nacional y popular significa “ir por más, no por menos”. Estamos completamente de acuerdo con esta idea. Esta fue, además, la razón de su contundente victoria. Nunca ha sido tan fuerte la voluntad de cambio de la mayoría obrera y popular, y nunca ha sido tan débil la fuerza de la reacción y de la derecha para oponerse a la misma.
Como explicamos al principio, fue el claro giro a la izquierda en la política kirchnerista entre 2009 y 2011 lo que fortaleció políticamente al gobierno. Entonces, este fortalecimiento sólo podrá sustentarse sobre la base de profundizar una política hacia la izquierda y poner las bases para solucionar los problemas que abruman a las familias trabajadoras: como la suba de precios, la falta de vivienda, la superexplotación laboral, la falta de democracia sindical en las empresas y gremios, etc.
En qué consiste la “unidad de la Nación”
La presidente Cristina Fernández también declaró que necesitamos la máxima “unidad de la Nación” para enfrentar los desafíos futuros. Pero ¿qué tipo de “unidad” puede ser ésta? Lo cierto es que cada medida progresista impulsada por el gobierno nacional ha sido resistida con uñas y dientes por los grandes empresarios y los políticos de derecha. Cada vez que la presidente pedía a estos sectores que apoyaran estas medidas, que resignaran algunas migajas para que el conjunto de la población viviera un poco mejor (con la asignación universal por hijo, el aumento de las retenciones a las superganancias de los terratenientes, etc.) se opusieron ferozmente y conspiraron para derribar al gobierno. Cada vez que los trabajadores tratan de organizarse en las empresas y de exigir democracia sindical en los gremios son acosados y despedidos por las patronales y la burocracia sindical a sueldo de ellas.
En realidad, los sectores populares sólo nos hemos hecho respetar, y sólo hemos podido alcanzar nuestras conquistas sobre la base de la lucha, de la movilización y de imponer nuestra voluntad a una minoría de explotadores que se oponen al progreso y a la justicia social.
Cuando los empresarios y la derecha veían al gobierno kirchnerista débil lo acosaban infatigablemente en la prensa y en el parlamento para derribarlo. Ahora que lo ven fuerte se ponen humildes de rodillas y le ruegan que sujete a los trabajadores y demás sectores populares para que no se excedan en sus reclamos o, mejor todavía, que no planteen ninguno.
Lo cierto es que estos empresarios tienen cerca de 200.000 millones de dólares en fondos en el exterior que les rinden cuantiosas rentas, fondos que utilizados productivamente en el país podrían solucionar los principales problemas que nos aquejan en materia de salud, vivienda, empleo, medio ambiente, etc. Esta misma gente lleva fugados cerca de 80.000 millones de dólares desde el 2007 hasta la fecha ¿qué tipo de “unidad nacional” practican estas damas y caballeros? Se burlan del pueblo. La única “unidad nacional” en la que están interesados es aquella en que los trabajadores bajan sus reclamos y pasan necesidades para que ellos sigan dándose la gran vida a costa de nuestro trabajo y del futuro de nuestras familias.
La profundización del modelo que necesitamos es aquella que termine con el empleo en negro que afecta al 35% de los asalariados; incrementar el salario mínimo a $4.000 y que los salarios se ajusten automáticamente con la inflación para vivir dignamente; establecer el control obrero y vecinal en las empresas y los comercios para frenar las suba de precios, eliminar los subsidios a las grandes empresas y nacionalizar o reestatizar las empresas de servicios públicos, bajo control de los trabajadores; el 82% móvil para los jubilados; la nacionalización del petróleo, los recursos naturales y el sistema ferroviario; una reforma tributaria que eleve los impuestos a los ricos y elimine impuestos indirectos como el IVA. Que no se pague ni un centavo más de la deuda externa contraída por los gobiernos antipopulares; por un sistema público único de salud controlado por los trabajadores y no por burócratas sindicales que lucran con nuestras necesidades; por cloacas y viviendas dignas para todos; por la nacionalización de la banca, de los monopolios y de los grandes latifundios, bajo el control de los trabajadores, que movilice los cuantioso recursos de la nación para planificar la economía y desarrollar el país según las necesidades de la mayoría de la población.
Hay que resistir las presiones de la burguesía
El kirchnerismo no es un movimiento homogéneo. Su base es obrera y popular, pero la dirección defiende la “colaboración de clases” con una política contradictoria que se apoya alternativamente en la clase obrera y en los empresarios. Por eso, mientras defendemos los avances sociales incuestionables habidos, criticamos las políticas que ceden a intereses antipopulares y empresariales.
Pero el kirchnerismo es un movimiento real en el que se expresa mayoritariamente, aun sea con el voto, la mayoría de los trabajadores y de la juventud. Y existen en su interior sectores con los que mantenemos coincidencias en muchos aspectos y con quienes se puede y se debe mantener una política de frente único, como la Corriente Nacional de la Militancia, algunos sectores de la CGT agrupados alrededor de Moyano, u organismos de DDHH como el CELS de Horacio Verbitsky, entre otros.
Somos conscientes de que el gobierno de Cristina Fernández va a estar sometido a grandes presiones para que limite los avances y reformas progresistas pendientes. Quienes fueron derrotados en las urnas de manera humillante, los políticos de derecha y sus patrones en las grandes empresas, utilizarán sus contactos con los sectores más derechistas y moderados del oficialismo, sus medios de comunicación, y los organismos financieros imperialistas, para tratar de frustrar las aspiraciones a cambio social que demandan los sectores obreros y populares.
Por eso están agitando la amenaza de los efectos de la crisis económica mundial, para que los trabajadores y demás sectores populares limitemos nuestras exigencias. De ahí que haya que dar una respuesta organizada, desde adentro del kirchnerismo mismo, a estas presiones de nuestros enemigos de clase.
Conformar una Corriente de la militancia obrera y popular
Ningún cambio social profundo puede descansar en los esfuerzos de un solo individuo o de un grupo reducido de personas, por mucha buena voluntad que tengan o por mucha autoridad política y moral que ostenten. La historia no descansa en individuos, sino en la lucha de clases como la experiencia en nuestro país y a nivel internacional ha demostrado suficientemente.
En la tradición de la lucha popular de nuestro país quedó el dicho de: “Sólo el pueblo salvará al pueblo”. Y la lucha por la liberación de la mayoría trabajadora frente a la minoría explotadora representada por la burguesía nacional y el imperialismo, sólo puede organizarse con la participación masiva y la toma de decisiones más amplia y democrática, de abajo hacia arriba.
Por eso hacemos un llamado a los sectores obreros y populares, a los que están dentro del kirchnerismo como a los que se encuentran afuera del mismo pero que han identificado a la derecha y al gran capital, nacional e imperialista, como los principales enemigos a batir; a los sectores de la dirección de la CGT y de la CTA que han declarado su apoyo al gobierno para que profundice reformas a favor de los trabajadores, a Nuevo Encuentro, y a otras agrupaciones afines, a que avancen en su acercamiento y confluencia para organizar una corriente de la militancia obrera y popular lo más amplia y masiva posible. Esta corriente debería afirmarse como el ala de izquierda más resuelta del movimiento obrero y popular a favor de que se satisfagan plenamente las demandas obreras y populares que la mayoría de la clase trabajadora y de la juventud han expresado con su voto a favor de Cristina y para cerrar el paso a la derecha.
La Corriente Socialista Militante se compromete a trabajar codo con codo junto a todos aquéllos que impulsen esta corriente hacia adelante, mientras que al mismo tiempo sostenemos la necesidad de un programa y de una sociedad socialista para terminar con este sistema injusto y explotador que se llama capitalismo, como lo está demandando toda la situación mundial cada día que pasa.