La zona del euro está atravesando la crisis más grave de toda su historia. Después de la de Grecia viene la crisis italiana. Esto coloca un gran signo de interrogación sobre el futuro del euro. Nosotros predijimos hace mucho tiempo que, en una crisis grave, todas las contradicciones nacionales saldrían a la luz, y eso es lo que vemos ahora con la difíciles relaciones entre Grecia, Francia, Alemania e Italia. La Unión Europea (UE) se enfrenta a la hora de la verdad.
Desde el colapso de 2008, las autoridades han destinado billones de dólares para rescatar al sistema financiero, pero ha sido en vano. La burguesía trató de evitar el colapso de los bancos, pero sólo a costa de provocar la bancarrota y el colapso de Estados enteros. Lo que ocurrió en Islandia es una advertencia de lo que le espera a un país tras otro.
A través de unos medios tan desesperados lograron evitar una caída al estilo de 1929, pero estas medidas de pánico no resolvieron nada. Por el contrario, se han producido nuevas e insolubles contradicciones. Han convertido el agujero negro del sistema financiero privado en un agujero negro de las finanzas públicas.
Después del colapso de 2008, la burguesía trató de consolarse a sí misma hablando de una recuperación. Pero esta es la recuperación más débil de la historia. No hay «brotes verdes». La economía mundial no se ha recuperado de la recesión, a pesar de las enormes sumas de dinero público inyectadas en la economía por los gobiernos. La Comisión Europea no ha dejado de reducir su perspectiva para el crecimiento económico de la eurozona, que ha llegado prácticamente a un estancamiento. Un estancamiento, sin embargo, es sólo la variante más optimista. Ahora todo apunta a una nueva caída, incluso más pronunciada que la de 2007-08.
El pánico, que se refleja en los giros salvajes de las bolsas de valores, se ha extendido rápidamente desde Europa a Estados Unidos. Es una especie de contagio mortal que ha infectado a todos los grandes países de la Eurozona. La constante agitación en los mercados mundiales muestra el nerviosismo de la burguesía, que en ocasiones roza con el pánico. Son como un termómetro que mide la intensidad de la fiebre. Los economistas burgueses están alrededor de la cama del paciente y menean la cabeza, pero no tienen ningún medicamento eficaz que recetarle.
Durante los dos últimos años los mercados han comenzado a distinguir entre las economías más fuertes de la zona euro -Alemania y sus satélites- y las economías más débiles como Grecia, Irlanda, España e Italia. Cada vez más, a este último país le están cobrando tasas punitivas por el dinero que le prestan los mercados financieros. Este aumento vuelve la carga de la deuda más pesada y más difícil de pagar. Por eso, cuando una agencia de crédito como Moody’s reduce el nivel de solvencia de un país, esta acción se convierte en una profecía que se cumple por su propia naturaleza.
Esto representa una amenaza para la existencia misma de la zona euro. El Banco Central Europeo (BCE) podría ser capaz de mantener a flote a Grecia (aunque esto es muy dudoso). Logró llevar a cabo un plan de rescate para Irlanda y Portugal, que no ha solucionado nada. Pero simplemente no hay suficiente dinero en el BCE para rescatar a los países del tamaño de España o Italia. Cualquier intento de hacerlo agotaría inmediatamente los fondos del banco.
Si se acepta la economía de mercado, se tienen que aceptar las leyes del mercado, que son muy similares a las leyes de la selva. Aceptar el capitalismo y luego quejarse de sus consecuencias es una práctica inútil. Alrededor del mundo se mueve constantemente una gran cantidad de dinero, como una manada de lobos hambrientos siguiendo a una manada de renos, buscando a los animales más débiles y enfermos. Y ahora hay un montón de animales enfermos para elegir.
Después de arrastrar al fondo a Grecia, Irlanda, Portugal y España, los lobos volvieron su atención hacia Italia, que tiene una enorme montaña de deuda que asciende a alrededor de un 120 por ciento del producto interno bruto del país. Este es el segundo nivel más alto de la UE, después de Grecia. Por otra parte, Italia tiene € 335.000 millones de préstamos con vencimiento en el próximo año, mucho más que Grecia, Irlanda y Portugal juntos. Necesitará pedir prestado cientos de miles de millones y cada vez que pida un préstamo, los inversionistas de todo el mundo probablemente se preocuparán de si les van a ser devueltos, debido a su enorme deuda pública.
Italia
El editorial del diario británico The Economist de hoy viernes 11 expresa la creciente inquietud de la burguesía:
«Cuando el tercer mayor mercado de bonos el mundo comienza a ceder, la catástrofe se cierne. Lo que está en juego no es sólo la economía italiana, sino España, Portugal, Irlanda, el euro, el mercado común de la Unión Europea, el sistema bancario global, la economía mundial, y casi cualquier cosa que uno pueda imaginarse. Grecia es importante porque sienta precedentes para el euro en cuanto a cuestiones como la reducción de la deuda y rescates. Italia es mucho más importante por ser tan grande».
El artículo continúa:
«Ahora está claro que Italia será el crisol que pondrá a prueba al euro para su destrucción o supervivencia. Hace tan solo unas semanas, esa prueba aún parecía evitable. Ahora está cercana. Si la zona euro quiere que su moneda sobreviva, deberá detener el pánico y volver creíble la política circense italiana. Ambos actos se encuentran todavía dentro de los límites de Europa. Pero con cada empujón de la zona del euro hacia el contagio, con cada cambio de gobierno fallido, y con cada intervención reticente en los mercados financieros, la tarea se vuelve más difícil y más costosa. Según se desarrolla la sombría escena, casi se puede sentir que las posibilidades del euro están agotándose».
Los economistas han insistido repetidamente que «Italia no es Grecia ni Portugal», y que «los cimientos económicos de Italia no son tan malos». Eso puede ser cierto, pero no va a convencer a los mercados en su actual estado de nerviosismo. El detonante de la incertidumbre en el mercado fue la inestabilidad del gobierno de Roma. Las dudas sobre la estabilidad del gobierno de Roma y un profundo escepticismo sobre las finanzas del país llevaron a la caída de Berlusconi. Pero un simple cambio de primer ministro no hará nada para detener la caída en picada de Italia. Los mercados exigirán profundos recortes para «demostrar que Italia es digna de confianza».
El Corriere della Sera llama a la calma: «No sirve de nada ponerse nervioso con los especuladores internacionales. Si nos comportamos seriamente, entonces no tendremos nada que temer. Desgraciadamente, no hemos sido serios hasta ahora. Por ello, los mercados nos lo están haciendo pagar…» La pregunta es: ¿exactamente cómo tienen que demostrar los italianos su «seriedad» a los mercados? La respuesta la proporciona Grecia: sólo a través de recortes masivos en los niveles de vida. El Senado italiano aprobó hoy [viernes, 11 de noviembre] un programa salvaje de recortes, pero esto sólo consiguió reducir el rendimiento de los bonos ligeramente, al 6,88%, lo que sigue siendo un nivel insostenible. El gobierno italiano sigue en crisis, sin estabilidad y tiene que reanudar las conversaciones el sábado 12 por la mañana.
Los mercados están observando como halcones, esperando nuevos recortes profundos y dolorosos en el gasto público. El ambiente de aquiescencia hosca se convertirá en furia. Las escenas que hemos presenciado en Grecia se replicarán en Italia. A pesar de los esfuerzos de los líderes para evitarlo, una intensificación de la lucha de clases en Italia es inevitable.
¿Una nueva zona del euro?
Todos los países de Europa serán arrastrados a la crisis, pero no todos entrarán en este proceso al mismo tiempo. Hasta hace poco, a los capitalistas alemanes les iba bastante bien, y esta buena fortuna era compartida con sus satélites: Austria, Holanda y Finlandia. Pero la fuerza de Alemania se basaba en su fortaleza industrial, que depende fundamentalmente de las exportaciones a Europa y el aumento de éstas no está bajo el control de Alemania. La fortaleza de Alemania es más aparente que real. El destino de la economía alemana depende de lo que ocurra en el resto de Europa. Si el euro se derrumba, tendría un efecto devastador en Alemania.
Se espera que Alemania lleve a toda Europa a sus espaldas, pero sus hombros son demasiado estrechos para soportar tal peso. ¿Por qué los capitalistas alemanes decidieron pagar las deudas de los griegos y de los irlandeses? Alemania había prestado el dinero a Grecia en el periodo de auge. Los alemanes están tratando de impedir un incumplimiento de pago de la deuda por parte de Grecia, no por altruismo, sino para salvar a los bancos alemanes, y tienen la esperanza de que así la podredumbre no se extienda a otros países. Los bancos alemanes tienen 17.000 millones de euros en deuda griega, pero tienen 116.000 millones de euros en riesgo con la deuda italiana.
Alemania tuvo que apoyar a Grecia. Realmente no tenía otra opción, ya que un colapso económico en Grecia hubiera significado inmediatamente una crisis del sistema bancario alemán y también del francés. Del mismo modo, Alemania no puede permitirse un impago de la deuda española o italiana. Pero tampoco pueden permitirse el lujo de rescatar a estos países. No han conseguido resolver la crisis griega a pesar de una enorme inyección de dinero. Y en el Bundesbank simplemente no hay suficiente dinero para respaldar las deudas de España e Italia.
Es por eso que Alemania se opone a la idea de los «eurobonos» [es decir que los bonos de la deuda pública de todos los países de la UE sean comunes para todos. Nota del Traductor], ya que tendría que pagar la factura. Requeriría una nueva ronda de negociaciones del tratado de la UE. Esta sería una experiencia muy dolorosa, que, lejos de llevar a una Europa unida, pondría al descubierto todas las contradicciones subyacentes y las fricciones entre los diferentes Estados nacionales. En lugar de crear una Europa unida, podría de hecho acelerar la desintegración de la Unión Europea.
Berlín está amaneciendo con la conciencia de que la rápida propagación de la crisis económica amenaza con arrastrar a Alemania hacia abajo. Hay especulaciones sobre una reestructuración de la zona euro, con un grupo más pequeño basado en Alemania. Merkel y Sarkozy niegan indignados esta sugerencia -lo que significa que probablemente sea cierta. The Economist comenta:
«La verdad es que los riesgos de la fragmentación del euro se han incrementado realmente. Angela Merkel, canciller alemana, y Nicolas Sarkozy, presidente francés, reconocieron por primera vez, en la reciente cumbre del G20, que Grecia podría quedar abandonada a su suerte, un cambio devastador de los líderes europeos que siempre habían insistido en que el euro sobrevivirá intacto a cualquier costo. Hay conversaciones que están contemplando un nuevo club de países con un euro fuerte que pueda convivir dentro de las reglas, y arrojar por la borda al resto. […] Este tipo de conversaciones hace más difícil al Banco Central Europeo la tarea de convencer a los mercados de que el euro está aquí para quedarse».
Sin embargo, cualquier intento de crear un «bloque alemán» tendría consecuencias dramáticas para la propia UE. Es de suponer que la intención sería empujar a las economías más débiles fuera de la Eurozona. Pero, ¿qué países serían? La expulsión de Grecia ya se ha mencionado. Esto sería seguido… ¿por quién? ¿Irlanda? ¿Portugal? ¿España? ¿Italia? ¿Qué pasa con Bélgica y Francia? Las finanzas de Bélgica no están mucho más saludables que las de Italia, y los mercados ya están empezando a poner un gran signo de interrogación sobre los bancos franceses, debido a su alta exposición en Grecia. El rendimiento de los bonos franceses a 10 años ha subido un 3,46%, aunque en parte como resultado de la degradación «equivocada» de los bonos franceses por la consultora Standard & Poors.
Si todos estos países se ven empujados afuera no quedaría mucho de la zona euro. Y es dudoso que la propia UE pudiera mantenerse en tales circunstancias. La caída resultante afectaría al conjunto de Europa, sin excluir a Alemania y sus satélites, cuyas exportaciones se destinan principalmente al mercado europeo.
Paradójicamente, la formación de un «círculo interno» dominado por los alemanes no salvaría el capitalismo alemán, sino que lo socavaría fatalmente. Respaldado por el Bundesbank, y reforzado por una disciplina fiscal estricta, el «nuevo euro» (el viejo Deutschmark, bajo otro nombre) se dispararía aún cuando otras monedas se derrumbaran. Esto socavaría completamente las exportaciones de Alemania -la clave de su éxito económico pasado. Esto es lo que ha sucedido con el franco suizo recientemente.
La profundización de la crisis, inevitablemente dará lugar a la reaparición de tendencias proteccionistas, que tienden a socavar la tendencia hacia el libre comercio que ha sido la locomotora principal de la economía mundial durante décadas. La ruptura del euro daría un impulso poderoso al proteccionismo. Esto es lo que está causando alarma en los círculos burgueses. Los economistas saben que fueron el proteccionismo y las devaluaciones competitivas lo que convirtió la crisis de 1929 en la Gran Depresión de la década de 1930. Y la historia tiene una malísima costumbre de repetirse.
Deslizándose por un tobogán hacia el desastre
Trotsky escribió en 1938: «Los capitalistas van deslizándose por un tobogán hacia el desastre con los ojos cerrados.» Necesitamos cambiar esa declaración: “Los capitalistas van deslizándose por un tobogán hacia el desastre con los ojos bien abiertos». Porque pueden ver lo que está pasando. Pueden ver lo que se viene con el euro. En EEUU pueden ven lo que se viene con el déficit fiscal. Pero no tienen idea de qué hacer al respecto.
Hemos señalado, incluso antes de la introducción del euro, que es imposible unificar economías que están tirando en direcciones diferentes. Ahora, algunos economistas burgueses advierten que las presiones y tensiones pueden llegar hasta el colapso de la moneda única. Es la primera vez que se plantea abiertamente la posibilidad de la ruptura, no sólo del euro, sino de la propia UE. La crisis del euro es una expresión de las contradicciones insolubles de la Unidad Europea.
El catalizador inmediato de la crisis del euro ha sido la crisis griega. En el inicio de la crisis griega, la burguesía se consolaba con la idea de que sólo los Estados limítrofes de Europa estaban en problemas. Pero la idea de lo riesgosa que le parecía a los mercados la periferia de Europa se hizo más grande y se mantiene en expansión de un día para otro. Las bolsas europeas experimentaron nuevas caídas y más pronunciadas que nunca. Pero todo el debate sobre erigir un «muro» en torno a Grecia ha quedado en evidencia como falso.
La idea de que se puede aislar a Grecia, o a cualquier otro país de la zona euro, es una ilusión tonta. Todos estos países están unidos como un grupo de escaladores en una expedición de alpinismo unidos por una cuerda. Si uno de ellos cae, arrastrará a todos los demás con él. Las repercusiones de la crisis griega van mucho más allá de la propia Grecia. Ha llevado directamente la crisis a Italia, lo que amenaza al euro y a la Unión Europea.
Las implicaciones de una profunda crisis en Italia se sintieron en todo el mundo. La gravedad de la situación es difícil de exagerar. Italia no es Grecia. Es uno de los siete países más industrializados (G-7) y la tercera economía más grande de la zona euro. Una crisis en Italia tendría efectos devastadores sobre el conjunto de Europa. Se dice que Italia es demasiado grande para quebrar. Pero es igualmente demasiado grande para salvarse.
Los estadounidenses están cada vez más preocupados por la crisis de Europa, que creen (correctamente) que puede arrastrar a toda la economía mundial. La desintegración de la eurozona pondría en marcha un tsunami económico que enviaría olas a toda velocidad a través del Atlántico, donde impactarían sobre un entramado financiero que es cualquier cosa menos estable.
El gobierno de EE.UU. en la actualidad tiene un déficit presupuestario de $ 1.5 billones, que requiere la emisión de deuda en forma de letras del tesoro, bonos y otros valores. La deuda pública era de $ 14.3 billones de dólares al 31 de mayo, frente a los $ 10.6 billones cuando Obama asumió el cargo en enero de 2009. La mayoría está en manos del público, y el resto en cuentas del gobierno de los EE.UU.
Recordemos que los propios EE.UU. estuvieron a punto de entrar en cesación de pagos sobre su deuda pública de $13,4 billones en agosto de este año. La crisis provocó una escisión abierta entre los Republicanos y los Demócratas. Hasta hace poco nadie había mencionado las enormes deudas de los EE.UU. Pero ahora eso ha cambiado, ya que la agencia calificadora Moody’s dijo que estaba considerando recortar la calificación AAA de la deuda EE.UU. (la de mayor garantía), citando la posibilidad creciente de que los EE.UU. podrían incumplir sus obligaciones de deuda.
No pasa un día en que Obama no presione a los europeos para que «hagan algo» para resolver la crisis. Acusa a la zona del euro de arrastrar al resto del mundo de nuevo a la crisis, pasando por alto convenientemente la pequeña cuestión de la enorme crisis fiscal de EE.UU. y la incapacidad de los Republicanos y de los Demócratas de llegar a un acuerdo sobre un plan serio para reducir el enorme déficit presupuestario.
Los estadounidenses están desesperados pidiéndole a Alemania a que «haga más» para sacar a Europa de la crisis. Los alemanes deben reducir los impuestos, deben estimular la economía, deben enviar más dinero a Grecia, deben dirigir un estímulo fiscal coordinado a través del norte de Europa. Alemania debe hacer esto y Alemania debe hacer aquello. Pero ¿quiénes son los estadounidenses para decirles a los alemanes lo que deben hacer?
Sí, dicen los europeos, pero ¿quién paga todo esto? A esta pregunta sólo puede haber una respuesta: Francia y Alemania; o, más correctamente, Alemania, que es el banquero de Europa de último recurso. A quienes han hablado tanto sobre la necesidad de un Plan Marshall para Grecia se les está solicitando educadamente que pongan el dinero que exigían con sus bocas. Pero nadie está dispuesto a meter sus manos en los bolsillos. Para Merkel, alcanzar un acuerdo para financiar las deudas de los italianos y los españoles sería un suicidio político. Y ella es tan reacia a hacer esto como los políticos Demócratas y Republicanos del otro lado del Atlántico.
Incluso en Alemania no hay suficiente dinero para rescatar a todos estos países. Gran Bretaña y Francia han estado presionando a los alemanes para que eliminen todas las restricciones sobre el Banco Central Europeo, lo que efectivamente les están pidiendo es que hagan su propia «flexibilización cuantitativa» (emisión de dinero). Como lo expresó Richard McGuire, estratega del Rabobank holandés, supuestamente uno de los bancos más seguros del mundo: «El BCE tiene que elegir si gira la manivela de la máquina de imprimir billetes o se arriesga a un resultado mucho más desordenado, elevando la posibilidad de impago entre los actores clave».
Recurrir a la «flexibilización cuantitativa» (es decir, imprimir dinero) sería una medida desesperada. En última instancia, terminará en una explosión de la inflación, dando lugar a una recesión aún más profunda en el futuro. En pocas palabras, ninguna de las medidas de la burguesía puede evitar el desastre. Incluso el acuerdo sobre el EFSF [el fondo financiero impulsado por la UE para garantizar los pagos de la deuda pública de sus países miembros, y al que se pretende dotar con un billón de euros. Nota del Traductor] ideado para salvar a Grecia (sin contar a Italia) no ha concluido aún. El EFSF se ha visto obligado a cancelar sus subastas de bonos. The Economist saca las conclusiones más pesimistas:
«Nada puede ahora evitar una crisis de deuda en Italia. Los costos de endeudamiento se mantendrán a un nivel muy por encima de sus niveles de antes de la crisis. El sector financiero no revertirá pronto su elevada exposición en deuda pública y aunque así fuera, los inversionistas no están dispuestos a tratar la deuda italiana como «libre de riesgo». Las agencias de calificación seguramente degradarán al país. Si su deuda es abandonada a su suerte, Italia será excluida de los mercados de bonos. Sus bancos se volverán vulnerables, conforme los depositantes y los acreedores lleguen a la conclusión de que el Estado italiano probablemente sea insolvente. El contagio se propagará por toda la zona euro. El final llegará muy pronto».
Londres, 11/11/2011