El numero 14 de nuestra revista sale a la luz mientras se agudizan en el mundo los efectos de la crisis del capitalismo y en Bolivia se cierra un año de conflictos que van inevitablemente traduciéndose en estancamiento del proceso, desencanto entre algunos sectores de base y una recuperación de la derecha. En este contexto la Cumbre Social convocada por Evo Morales debe ser ocasión para recuperar el proceso desde las bases y proclamar que el socialismo no es objetivo de un futuro lejano, sino que representa el cimiento a partir del cual construir la sociedad nueva y el nuevo Estado.
La convocatoria a la Cumbre Social fue lanzada por Evo Morales en medio del conflicto por el TIPNIS y en la víspera de las elecciones judiciales para que “a la cabeza de la COB, del movimiento campesino, de los indígenas” se vaya definiendo la nueva Agenda “con visión económica” que guie la acción del gobierno tras el agotamiento de la Agenda de Octubre de 2003. Este llamado de Evo Morales no podía llegar en un momento más oportuno.
Más allá de los intentos de manipulación de la derecha, el conflicto por el TIPNIS ha evidenciado contradicciones profundas en el proceso. Por otro lado tenemos aquel termómetro de la sociedad expresado en las elecciones judiciales. Que nos dicen que la sociedad está siempre más polarizada; por un lado el bloque social de trabajadores y campesinos, por el otro una derecha que avanza. En el medio un sector popular siempre más amplio que con su voto en blanco y abstención le dice al gobierno que la política de bonos, consumidos por la inflación, ya no es suficiente, que no entienden y están confundidos por los gasolinazos, los conflictos y un “cambio” que no ha cambiado significativamente sus vidas.
¿Quien dirige el proceso?
Esta convocatoria a una Cumbre Social para darle al gobierno “un nuevo mandato” es un implícito reconocimiento de que hay errores y se tiene que redireccionar, redefinir estrategias y objetivos en un plano de consenso con los movimientos sindicales y sociales. Así lo interpretan la COB y la CSUTCB, que entre el 17 y el 19 de noviembre han convocado a cumbres populares en La Paz y Sucre. Para los dirigentes de estas organizaciones este es el inicio de la discusión propuesta por Evo Morales, que sigue sin fecha ni definición clara.
Un primer aspecto que preocupa a la COB y la CSUTCB es ¿Quién dirige realmente el proceso? En su última obra literaria (El onegismo, enfermedad infantil de la derecha) el Vicepresidente defiende que este es el gobierno de los movimientos sociales, y lo demuestra citando los 250 alcaldes elegidos por el MAS y designados por organizaciones sindicales y sociales, o los 77 representantes de organizaciones obreras, campesinas e indígenas elegidos en la lista del MAS-IPSP a la Asamblea Legislativa Plurinacional. Sin embargo todos los conflictos que se han generado en el último periodo –desde el gasolinazo hasta la CNS pasando por el TIPNIS– surgen de decisiones asumidas por el gobierno en total autonomía respecto a los movimientos sociales.
El gobierno y los movimientos sociales
Es evidente cómo la dirección nacional del MAS y el propio Álvaro García Linera intervienen en las decisiones de las bases, con mucho paternalismo y una visión sesgada. Un ejemplo reciente son las elecciones en Sucre, donde el MAS se presenta con un candidato nombrado por la dirección nacional del partido que ha desplazado el candidato designado por las bases.
Estas es la explicación de los repetidos reclamos de las organizaciones sociales para que se remuevan una serie de ministros. Lo escribieron la COB y la CSUTCB en algunos pronunciamientos en los días del conflicto del TIPNIS. De manera aun más explicita Juan de la Cruz Villca, ex secretario ejecutivo de la CSUTCB, se preguntaba en un artículo publicado en Cambio el 24/10/2011: “¿Tipnis? ¿No son acaso los errores permanentes de los ministros del Gobierno? Esta realidad ya no se puede ocultar a los ojos del pueblo”.
La cuestión económica
Por nuestra parte no dejaremos de apuntar al fondo económico y político de toda la cuestión, que es donde las ilusiones reformistas manifiestan su evidente fracaso. Entre 2005 y 2010 hemos tenido una inflación acumulada del 40,9%, según los discutibles datos oficiales. Esto quiere decir que los 200 bolivianos de los diferentes bonos ahora valen realmente 120 bolivianos de 2005. Pero los bancos privados han multiplicado por 30 sus ganancias en el mismo periodo.
Los millones de dólares que se gastan para importar carburantes son un dolor de cabeza que sólo puede solucionarse afrontando el problema de que la inversión privada de las multinacionales ha decaído, que la producción de gas y petróleo sigue orientada al mercado exterior mientas aquí sufrimos apagones, que vendemos gas a Argentina y Brasil a precio de convenio y compramos de ellos garrafas y gasolina a precio de mercado. Hay sólo dos soluciones; o el gasolinazo, con el pueblo que subvenciona la ganancia de las multinacionales incentivándolas a invertir, o la expulsión de las multinacionales.
El Estado tiene ahora una presencia más fuerte en la economía, es cierto. Esta mayor inversión estatal se concentra sobre todo (un 43%) en infraestructuras, pero los bolivianos no somos todos albañiles ni comemos cemento. La inversión privada nacional registra un -9% en la industria y en el sector agropecuario la producción en 2010 fue de un -1,2% respecto a 2009. La idea de incentivar la producción privada desde el Estado está evidentemente fracasando y esto representa el fondo real de la lucha de clases en nuestro país.
¿Pleitos familiares?
Para la Confederación de Empresarios Privados el problema fundamental de la inversión es la falta de “seguridad jurídica”. El presidente del gremio empresarial pregunta por ejemplo “¿Va a haber libertad de precios o se aplicará un control arbitrario como en la restricción a las exportaciones o la política de importaciones?”. La seguridad jurídica de la que hablan multinacionales y empresarios es la certeza de poder seguir explotando y lucrando, sin el temor de que el gobierno intervenga sus actividades económicas con cosas que son para ellos del otro siglo como controlar los precios, defender los derechos laborales o crear empresas estatales que distorsionen el libre mercado.
En cambio cuando COB y CSUTCB hablan de reactivación del aparato productivo o abrogación del 21060 se refieren a la recuperación de las empresas antes nacionales, a una intervención del Estado en la producción, no solo como regulador sino como productor directo, por ejemplo apoyando materialmente la pequeña producción campesina o nacionalizando la minería. Esto no es un pleito familiar, como aludía el Vicepresidente, a menos que él, en su familia tenga adoptados a banqueros, terratenientes, industriales mineros y petroleros.
Si prevalece la visión empresarial damos un salto atrás hasta antes de Octubre de 2003, si se quiere cumplir con lo que plantean los sindicatos obreros y campesinos debemos necesariamente acelerar hacia el socialismo. Si en cambio el gobierno piensa conciliar entre los planteamientos antagónicos de trabajadores y campesinos por un lado y empresarios por el otro, quedamos nuevamente atrapados en un capitalismo que no funciona, estrangulado por burocracia y la “inseguridad jurídica” que hacen pagar al pueblo cada reforma social al caro precio de inflación, desabastecimiento, sabotaje productivo y conflictos.
La cumbre que va perfilándose
Este es el cuadro coyuntural en que cae la propuesta de la Cumbre Social. Las insistentes alusiones al tema de la nivelación de precios del carburante o gasolinazo por parte del gobierno demuestran claramente que su intención es hacer pasar con la concertación y el dialogo lo que no pudo pasar con la imposición. Inclusive los llamados de Arce a la COB para consensuar un aumento salarial inferior a las legítimas expectativas de los trabajadores van en esta dirección. Así, la Cumbre se reduciría a la simple constatación de que las reglas de mercado y del capitalismo son más fuertes que la fuerza del pueblo.
Si desde la COB y la CSUTCB se cae en este juego atraídos tal vez por el ofrecimiento de una mayor presencia de estas organizaciones en el gabinete ministerial o en el aparato estatal, pues inevitablemente las Cumbres Populares que estas organizaciones van convocando se reducirían a encuentros cupulares para promover algún dirigente, y la Cumbre Social propuesta por Evo podría ser nada más que una concentración en la que se ratifican líneas políticas equivocadas y se saluda a los asistentes tal vez con un concierto de Los Kjarkas.
Y la que necesitamos
La experiencia madurada en estos años es muy valiosa y enseña que lo que antes parecía ser “irrealista” o “radical” es en cambio la única verdadera posibilidad de defensa del proceso y de cumplir con las expectativas populares. La economía del país depende hoy aun más de minerales, hidrocarburos y de la producción empresarial. Los intentos de regularla, incentivarla y reorientarla desde el Estado han sólo multiplicado los fenómenos de contrabando, acaparamiento, especulación y sabotaje productivo. La única alternativa viable es la nacionalización de bancos, latifundios, minas y la definitiva expulsión de las multinacionales. De ahí vamos a construir el socialismo y un país con cimientos más sólidos de unidad, un país donde los pobres no estén peleando por migajas mientras los ricos lucran.
La baja ejecución presupuestaria en casi todos los sectores productivos y a nivel descentralizado demuestra que es una ilusión pensar en poder reformar al Estado cambiando la camiseta de sus funcionarios. Incluso el compañero más honesto a la cabeza de cualquier Municipio se pierde en una pesada maraña burocrática, litigios con empresas contratadas y equilibrismo político entre diferentes reclamos sociales. Por no hablar de la corrupción. Es necesario que las bases, los campesinos, los trabajadores y el pueblo pobre, tengan el efectivo control directo sobre el Estado, desde sus organizaciones y a través de delegados elegibles y revocables en cualquier momento.
La Cumbre que necesitamos debe primeramente y sin vacilaciones adoptar este programa avanzado de ruptura con la camisa de fuerza del capitalismo. Sobre todo debe ser ocasión real para devolver el proceso a su verdadero dueño, el pueblo de trabajadores, campesinos y clases medias empobrecidas. La COB, la CSUTCB y la militancia revolucionaria del MAS tenemos esta oportunidad ahora. Organizar ampliados, Comités, Asambleas populares en cada barrio, mina, comunidad, fábrica etc. convocando a las bases e incluso al pueblo desorganizado para aunarlo alrededor de este programa y dándoles los mecanismos reales de participación. Eligiendo en cada una de estas Cumbres populares de base los delegados que lo representen a la Cumbre Social para hacer realmente de esta la Asamblea Popular que defienda y profundice el proceso.