Los resultados de las elecciones españolas del domingo 20 de noviembre representan una derrota masiva para el Partido Socialista (PSOE) –que había tomado medidas de austeridad para que los trabajadores pagaran la crisis capitalista– más que una victoria de la derecha del Partido Popular (PP), que ahora tendrá que introducir recortes de austeridad aún más salvajes para enfrentar la aguda crisis del capitalismo español.
El Partido Popular recibió 10.800.000 votos (un aumento de sólo 550.000 en relación con las anteriores elecciones generales de 2008, apenas un 5% más) que le dan 186 diputados. Se trata de una mayoría absoluta que le permite gobernar sin necesidad de llegar a ningún acuerdo con otros partidos.
El PSOE, que estaba en el poder desde 2004, fue golpeado severamente, recibiendo sólo 6,9 millones de votos, una pérdida de más de 4,3 millones de votos (es decir 38% menos que el número total de votos obtenidos en 2008). Este es el peor resultado desde 1977 para el Partido Socialista en número de votos y su peor resultado desde la restauración de la democracia en términos de porcentaje (28,8%), y que le dan el PSOE sólo 110 diputados.
Las razones son claras: España ha sufrido una manifestación especialmente grave de la crisis del capitalismo. El impacto social de la recesión que comenzó en 2008 ha sido brutal para las familias obreras. La tasa de desempleo se ha disparado de menos del 8,3% en 2007 al 21,5% actual (de 1,8 millones a 4,8 millones), la más alta de la OCDE. La tasa de desempleo juvenil está cerca del 50%. El número de familias que han visto sus viviendas embargadas desde el comienzo de la crisis es superior a 300.000 (mientras que hay 3,4 millones de viviendas vacías que no pueden ser vendidas en el mercado). El nivel de pobreza ha aumentado a más del 20% y muchas familias, después de haber agotado todos los beneficios del subsidio de desempleo, ahora dependen de la caridad de organizaciones no gubernamentales, organizaciones de la Iglesia, y otras.
El gobierno del PSOE, liderado por Zapatero, fue elegido en 2004 con los votos de millones de trabajadores y jóvenes que se habían movilizado contra el odiado gobierno de derecha de Aznar, en particular contra la participación española en la guerra de Irak. Se esperaba que Zapatero llevara a cabo políticas progresistas. Pero tan pronto como la crisis económica golpeó, el socialdemócrata Zapatero se convirtió en el mejor ejecutor de la política que necesitaban los capitalistas y los banqueros: que la crisis la paguen los trabajadores. Este giro quedó simbolizado en una llamada telefónica de Obama en mayo de 2010, en la que le pidió a Zapatero en términos inequívocos que se necesitaban con urgencia «reformas audaces» (léase contra-reformas). Entre otras medidas de austeridad, Zapatero alargó la edad de jubilación a 67 años y redujo los salarios de los empleados públicos. Ninguna de estas medidas resuelve los problemas económicos de España, sino que sólo los agrava.
Al final del gobierno de Zapatero había casi un pacto de unidad nacional con la derecha del PP, lo que significó la consagración del «principio» de «presupuestos equilibrados» en la Constitución nacional en agosto de 2011, sin hacer casi ninguna consulta al Parlamento. Esto se hizo con la idea de «tranquilizar a los mercados». En la semana previa a las elecciones, el rendimiento de los bonos españoles se disparó hasta niveles que colocaban la deuda pública española en situación de rescate inminente al alcanzar una tasa de interés récord del 7% para la colocación de los bonos a 10 años.
En este contexto, Zapatero renunció a la presidencia del gobierno y convocó elecciones anticipadas. Los intentos del candidato del PSOE, Rubalcaba, de presentarse a sí mismo como un «socialdemócrata», un defensor de los servicios públicos y del Estado de bienestar cayó en oídos sordos. ¿Por qué no hiciste en el poder, lo que ahora prometes? fue el pensamiento de millones de votantes del PSOE. Muchos de ellos simplemente se quedaron en su casa (la participación fue de dos puntos porcentuales menor que en 2008, 1,5 millones de votantes), otros giraron a la izquierda y votaron a Izquierda Unida, y otros votos se fueron a formaciones como Unión por el Progreso y la Democracia (UPyD), que se presentaba como «progresista».
La principal lección de la derrota del PSOE, que se da después de la derrota del Partido Socialista de Portugal y del colapso de la popularidad del PASOK de Papandreu en Grecia, es doble. En primer lugar, en medio de la crisis del capitalismo no hay espacio para reformas socialdemócratas. La única política posible es la de lanzar ataques masivos contra la clase obrera. En segundo lugar, esto conduce inevitablemente al colapso electoral ya que estos son los partidos que reciben sus votos de la clase obrera.
Los resultados de Izquierda Unida (IU), representan un incremento significativo de votos, de 780.000 a 1.680.000 que les dan 11 miembros en el parlamento (frente a los 2 del 2008). Para muchos, IU sigue siendo demasiado pequeña para representar un verdadero desafío a los principales partidos. Sin embargo, está claro que ha recibido el voto de una capa entera de trabajadores y jóvenes que han sacado conclusiones políticas de la experiencia de los últimos 2 o 3 años. No fue sólo la experiencia de la crisis económica, sino también la experiencia de las movilizaciones de masas de los “indignados” el 15 de mayo, el 19 de junio y el 15 de octubre, en las que cientos de miles y millones de personas salieron a protestar contra la crisis capitalista.
También es interesante señalar que el intento de establecer un partido de izquierda-ecologista más moderado, entre IU y el PSOE, un proyecto respaldado por algunos de los que se separaron de IU por la derecha y por algunos que todavía están vinculados a IU (como Iniciativa per Catalunya, en Cataluña) ha fracasado por completo, a pesar de haber tenido acceso a dinero y a una elevada
exposición en los medios de comunicación. Consiguieron apenas el 0,8% a nivel nacional, y solo obtuvieron un diputado en Valencia, donde hay particularidades locales.
El aumento de votos para Izquierda Unida es claramente el resultado de que es vista como algo más a la izquierda y más en sintonía con el movimiento de los jóvenes en las calles. Algunos destacados activistas del movimiento “15 de Mayo” de los Indignados figuraron como candidatos de IU, por ejemplo. Esta es la dirección correcta en la que debería moverse IU. Su programa actual, aunque presenta algunas reformas progresistas, en realidad no se enfrenta a la prueba de la gravedad de la crisis del capitalismo en que se encuentran España y todo el mundo.
Los problemas a los que se enfrentan millones de trabajadores no son el resultado de las políticas «neoliberales» de los gobiernos, ni de la «presión de los mercados». Si eso fuera cierto, sería suficiente con cambiar los gobiernos y regular los mercados y el sector financiero. En realidad, estas políticas son sólo la expresión de la profunda crisis del sistema capitalista en su conjunto. No se puede jugar con el sistema, ni se puede convencer a los capitalistas que inviertan en la producción y creen puestos de trabajo, mientras que se defienden y mejoran los salarios y las condiciones de vida.
Lo que se debe poner en tela de juicio es al sistema capitalista como tal. El secretario general del Partido Comunista y candidato de IU, que también resultó elegido diputado, José Luis Centella, ha hablado de la necesidad de la «planificación democrática de la economía». Esto es correcto. Sin embargo, con el fin de planificar la economía, los medios de producción deben ser arrancados de las manos de los capitalistas y de los banqueros, y ser utilizados en el interés de la mayoría.
Lo que se necesita es un programa que desafíe abiertamente al capitalismo y plantee una alternativa socialista: la propiedad común de los medios de producción para que la economía pueda ser planificada democráticamente en beneficio de los trabajadores. Las condiciones para explicar estas ideas no han sido tan favorables como ahora desde hace muchísimo tiempo. Millones de trabajadores y de jóvenes, a través de su propia experiencia han comenzado a desafiar y cuestionar al sistema capitalista que está en crisis. Los marxistas deben participar en los debates que ya se han abierto en el seno de Izquierda Unida y en el movimiento más amplio para explicar con paciencia y de manera fraternal estas ideas básicas.
Los resultados del País Vasco necesitan un análisis separado. Amaiur (la coalición creada en torno a la izquierda “abertzale” nacionalista radical y EA, antigua escisión del partido nacionalista burgués PNV) consiguió 333.000 votos y siete diputados, por lo que es el primer partido en el País Vasco y Navarra, en número de diputados, y por un estrecho margen de votos el segundo en número de votos. Baste decir que los resultados coinciden con los mejores resultados históricos de Herri Batasuna (la antigua formación de la izquierda nacionalista vasca) y EA en conjunto, y se basan en un programa «anti-neoliberal» de izquierda y en cifrar esperanzas en una solución política a la lucha vasca tras el anuncio de ETA de abandonar la lucha armada.
El recién elegido gobierno de derecha del PP de Rajoy se enfrentará a una tarea imposible que ya está temiendo. La Unión Europea ha exigido a España recortes adicionales de 30 mil millones de euros (más del doble de lo que el gobierno del PSOE ya ha aplicado). Los «mercados» (los banqueros y los especuladores, los capitalistas y financieros) ya están reclamando su libra de carne que debe cortarse del cuerpo vivo de la clase obrera española, y las editoriales de todos los diarios capitalistas del mundo le están exigiendo a Rajoy que revele su política económica. El editorial del diario estadounidense The Wall Street Journal tronó: «Mariano Rajoy ha conseguido una gran mayoría, pero ahora tiene que usarla.» El editorial del Financial Times presentó un pedido de urgencia, presionando a Rajoy para que se mueva «rápidamente para implementar dolorosas reducciones de gastos y otras medidas de austeridad.»
Después de haber tratado demagógicamente de mantenerse a la izquierda del PSOE durante la campaña electoral y de negarse siempre a explicar su programa real, ahora a Rajoy se lo ve muy preocupado y está tratando de preparar a la opinión pública para lo que viene. «No es un secreto para nadie que vamos a gobernar en las circunstancias más delicadas que España se ha enfrentado en 30 años», dijo; y agregó: «No hay una cura milagrosa para resolver los problemas económicos de España»
Él parecía estar rogando un poco de paciencia a los capitalistas en su primer discurso, argumentando que a los ganadores de las elecciones «se le deberían dar un margen de maniobra que durara más de media hora.» Los mercados respondieron con nuevos ataques en los rendimientos de los bonos españoles y con la caída de la Bolsa de Valores. Angela Merkel lo llamó el lunes para dictarle las condiciones. «Este es un momento difícil para España y Europa, y usted ha recibido un mandato claro del pueblo y es que debe adoptar y aplicar sin demora las reformas necesarias», dijo. Queremos que los recortes sean masivos, y lo queremos ahora. Este fue su mensaje.
El presidente de la patronal CEOE, Arturo Fernández, habló con franqueza de que la situación económica es «insostenible» y de que el país está mirando «hacia el abismo». Ha exigido «cambios brutales» en el derecho laboral (es decir, la abolición de la negociación colectiva y el derecho de los patrones a contratar y despedir a voluntad), y advirtió que las «reformas miserables que se han introducido hasta ahora» no son suficientes y que son necesarios «cambios profundos».
Lo que Rajoy tendrá que hacer es claro: aumentar los impuestos indirectos, recortar el gasto público en salud y educación, introducir el pago obligatorio parcial de los servicios de salud, el aumento de las tasas de matrícula en la Universidad, destruir la negociación colectiva y atacar los derechos sindicales, reducir aún más los salarios de los trabajadores del sector público, nuevos ataques contra las jubilaciones, etc. Estas políticas sólo provocarán una profundización de la recesión y más ataques, incluso, a la clase obrera.
Si Merkel, Rajoy y la clase dominante española piensan que el resultado de las elecciones significa un mandato popular para recortes de austeridad firmes y sólidos, se encontrarán con una gran sorpresa. Tal política provocará, más pronto que tarde, una explosión masiva de la lucha de clases. Los ataques al estilo griego conducirán inevitablemente a la lucha de clases al estilo griego.
Se dará por descontado que los dirigentes del PSOE actuarán de forma responsable y como “hombres de Estado”, por el bien del país (es decir, por el bien de los capitalistas y de los banqueros, de España y del extranjero). La “unidad nacional” (léase la austeridad nacional) será el lema del día, como en Grecia e Italia.
Los líderes sindicales también serán sometidos a una enorme presión para unirse a este coro de la unidad nacional. Sin embargo, como en Grecia y Portugal antes, la presión desde abajo forzará a los sindicatos a actuar, y a sus dirigentes a adoptar una postura más combativa o serán reemplazados por otros que sí lo harán.
El escenario está listo para las batallas de clase masivas. Será a través de ellas que los trabajadores y la juventud sacarán las conclusiones políticas más avanzadas.