Los acontecimientos en Egipto se están desarrollando a gran velocidad. Al igual que en los últimos días de Mubarak en febrero de este año, estamos viendo batallas diarias en las calles de El Cairo y de otros lugares. Las masas egipcias están decididas a llevar la revolución hasta el final. El choque entre la revolución y la contrarrevolución está provocando una crisis dentro de todas las fuerzas políticas, conforme las bases se mueven instintivamente hacia la revolución y los dirigentes vacilan y tratan de contener a las masas
Las últimas protestas, que entran ahora en su quinto día, son las más grandes y las más largas desde el comienzo de la revolución y de la caída de Mubarak. Según Ahram Online, la «marcha del millón de hombres», del martes 22 de noviembre consiguió movilizar a un millón de personas en la plaza Tahrir, y 100.000 en Alejandría. Además, hubo protestas de muchos miles de personas en Suez, Port Said, Gharbiya, Fayoum, Damietta, y Minya. Tales números son aún más impresionantes dada la brutalidad con que el Estado enfrenta a los manifestantes. Las calles alrededor de la plaza Tahrir se han convertido en enormes campos de batalla, con la policía disparando andanada tras andanada de gases lacrimógenos y de balas de metal revestidas de goma, mientras que las masas y los manifestantes se defienden con piedras y cócteles Molotov.
La violencia y la brutalidad desplegadas por las fuerzas del Estado -los cuerpos de hombres armados- no puede subestimarse. Han sido asesinadas decenas de personas y hay miles de heridos. Los informes indican que las Fuerzas de Seguridad Central están utilizando un nuevo tipo de un potente gas lacrimógeno que causa asfixia extrema y crisis epilépticas. En Qena, el lanzamiento de gases lacrimógenos en bloques de viviendas ha dejado a una bebé de nueve meses muerta. En otros lugares, se ha disparado el gas lacrimógeno en los hospitales e incluso dentro de mezquitas.
Esta brutalidad, en lugar de asustar a los manifestantes y menguar las multitudes, simplemente ha servido para enfurecer a las masas aún más y a inflamar su presencia en las calles. Las masas revolucionarias -en primer lugar los jóvenes, que han sido los luchadores más decididos desde el inicio del movimiento el 25 de enero- han perdido todo temor. Como suele ser el caso, el látigo de la contrarrevolución no ha hecho más que impulsar la revolución hacia adelante.
«Que se vaya, Que se vaya!»
Como se informó anteriormente (Egipto- La Revolución entra en una nueva fase), estas últimas protestas se dirigen contra el régimen militar -el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA)- que llenó el vacío de poder dejado tras la salida de Hosni Mubarak el 11 de febrero, y que se ha negado a abandonar su puesto, pese a los repetidos llamamientos y protestas de las masas.
La protesta actual, que comenzó con una manifestación en la plaza Tahrir el pasado viernes, fue organizada por un conjunto de diferentes grupos políticos que dejaron sus banderas a un lado para unirse en contra del proceso electoral y constitucional que el CSFA ha puesto en marcha. Las elecciones parlamentarias previstas para el 28 de noviembre son consideradas con justicia como una farsa, donde el CSFA sugería permanecer como un cuerpo supra-constitucional después de las elecciones y retrasar la celebración de las elecciones presidenciales (inicialmente) hasta finales de 2012 o principios de 2013.
En respuesta a las protestas, el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantaui, jefe del CSFA, hizo una declaración pública en la que anunció la renuncia del Gabinete y el adelanto de las elecciones presidenciales a junio de 2012 (a más tardar). Estas concesiones, sin embargo, al igual que las escasas reformas ofrecidas por Ben Ali, Mubarak y Gadafi en sus últimos días, son demasiado poco y llegan demasiado tarde para las masas revolucionarias de la plaza Tahrir, que se apresuraron a rechazar las ofertas de Tantaui. La multitud respondió al mariscal de campo, que pidió a los manifestantes que se dispersaran, con gritos desafiantes de «que se vaya, que se vaya, Tantui debe irse».
Los acontecimientos están avanzando rápidamente, la confianza de las masas es cada vez mayor y su conciencia va en aumento; el CSFA es incapaz de controlar la situación. La similitud con los acontecimientos de febrero de este año es clara, con una élite gobernante aislada de la situación real y del estado de ánimo de las calles, tratando de mantenerse en el poder a toda costa. Al igual que los últimos días de Hosni Mubarak, vemos las apelaciones del CSFA a la calma y al orden, acompañadas simultáneamente por el despliegue de la violencia estatal. En efecto, al cabo de las dos horas de discurso de Tantui, las fuerzas de seguridad ya habían regresado y los combates en las calles había vuelto a comenzar.
El sitio web de noticias egipcio Al Masry Al Youm (http://www.almasryalyoum.com/en/node/517625) comenta la similitud entre las jornadas de febrero y la situación actual:
«Poco después de terminar su discurso, miles de manifestantes de la plaza Tahrir corearon consignas que recuerdan a las utilizadas durante las protestas que derribaron al presidente Hosni Mubarak. «Que se vaya, que se vaya,» le dijeron a Tantui.
Las crecientes similitudes entre estas protestas y los disturbios de principios de este año no se limitan a las consignas. El activista político y analista Samer Soliman comparó el discurso de Tantui con los que Mubarak hizo al principio de la revolución, diciendo que llegó demasiado tarde y que ofrecía soluciones que ya no eran aceptables después de la reciente escalada de lucha.
«Es obvio que su tiempo ya ha pasado, y no se da cuenta de lo que está sucediendo a su alrededor, igual que Mubarak», dijo Soliman.
Islam Lotfy, miembro de la Coalición Juventud Revolucionaria 25 de Enero, y co-fundador del partido Corriente Egipcia dijo que los manifestantes de la plaza rechazaron inmediatamente como «decepcionante» el discurso de Tantui.
El activista Ahmed Maher, coordinador del Movimiento Juvenil 6 de abril, acordó con Zahran, diciendo: «el discurso no responde a las demandas planteadas por los manifestantes de la plaza Tahrir y en otras gobernaciones. El discurso es el mismo que el discurso de Mubarak en sus últimos días. «
Tanto el tono como el contenido del discurso de Tantui fueron similares a los de Mubarak, con un llamamiento conciliador a la gente para que se retiraran en orden y en calma. El discurso de Tantui sugiere que podría haber estado viviendo en otro planeta durante los últimos diez meses, con proclamas tales como que el CSFA representaba la voluntad del pueblo egipcio y que protegía el «interés nacional», como si nunca se hubiesen disparado balas a ningún ciudadano egipcio, y que había sido paciente con «los intentos de manchar la reputación» del CSFA. Resulta increíble pensar que pudiera esperarse que alguien comprara esas tonterías hipócritas que brotaban simultáneamente junto a la brutal represión del Estado en las calles.
Pero ni la violencia ni las concesiones, igual que en los últimos días de Mubarak, serán suficientes para mantener al CSFA en el poder. Los días del régimen militar están contados, y cada vez más el asunto no es si el CSFA decidirá marcharse, sino cuándo será forzado a hacerlo.
Deserciones y divisiones
Hay otras similitudes entre el comienzo de la revolución y los acontecimientos actuales, como la deserción de algunos oficiales de alto rango hacia el campo de los manifestantes. Ahmed Shoman, un popular capitán del ejército que estuvo entre los primeros oficiales del ejército en desertar para el lado de la revolución en enero, una vez más se ha unido a las masas de la plaza Tahrir, condenando al CSFA por tratar de mantenerse en el poder y dijo a los periodistas que el ejército «nunca debe estar por encima del pueblo». Shoman es visto como el representante de los elementos más revolucionarios dentro del ejército, y tal deserción indica el potencial que existe para escisiones más grandes en el aparato estatal.
Junto con las deserciones en el ejército, también hay divisiones en el partido de los Hermanos Musulmanes. Desde el comienzo de la revolución, los Hermanos Musulmanes han mantenido sus brazos a cierta distancia del movimiento revolucionario, negándose a participar en una serie de protestas y yendo a la cola del movimiento allá donde se han involucrado. En cambio, los Hermanos se ha concentrado en conseguir el éxito electoral en las próximas elecciones parlamentarias, que se espera que dominen debido a su gran red nacional de organización que, a diferencia de otros grupos políticos, es anterior a la revolución.
Ahora, las divisiones están empezando a ocurrir dentro de los Hermanos Musulmanes entre la vieja dirección, elitista y oportunista, y los miembros más jóvenes, que, al igual que el resto de la juventud egipcia, son la capa más revolucionaria del movimiento. La dirección de los Hermanos está más preocupada por sus propios intereses que por la revolución, y debido al miedo que tiene hacia la magnitud alcanzada por las últimas protestas ha aconsejado a sus miembros que eviten participar en las manifestaciones. Esto ha llevado a renunciar a los Hermanos a muchos de sus miembros más jóvenes.
Lo que esto pone de manifiesto es que las viejas (y nuevas) formaciones políticas en Egipto se están desmoronando y polarizando en dos bandos: los revolucionarios y los contrarrevolucionarios. Lo que está claro es la completa ausencia de cualquier organización de masas que sea capaz de representar los deseos y las necesidades de estos jóvenes revolucionarios. Es esta falta de dirección –la falta del factor subjetivo- uno de los rasgos más llamativos de la revolución egipcia y es, en última instancia, la principal barrera que se interpone entre las masas egipcias y la posibilidad de que tomen el poder.
En los primeros días de febrero, fue el impacto de las protestas obreras en la revolución, a través de una ola de huelgas de masas, lo que finalmente condujo a la caída de Mubarak. De hecho, este mes de septiembre se caracterizó por una nueva oleada de huelgas en todo el país (http://www.marxist.com/egyptian-working-class-organising-and-on-the-move.htm). Las últimas protestas han visto a los jóvenes en la vanguardia, como fue el caso de la primera ola de la revolución. Esto, inevitablemente, será seguido por movimientos de la clase obrera. Ya los trabajadores de Suez y de otras partes del país han convocado una huelga general indefinida, pero debido a la falta de organización a escala nacional, esto está aún por llegar.
Lo que se necesita ahora es que la Federación de Sindicatos Independientes, que ha sido formada recientemente en febrero, movilice todas sus fuerzas, y no simplemente para unirse a las protestas de la plaza Tahrir, sino para llamar a una huelga general. Tal medida mantendría el fuego sobre las espaldas del CSFA y garantizaría una salida rápida del régimen militar.
La naturaleza aborrece el vacío
La pregunta más importante con respecto a la posible caída del CSFA es: ¿quién podría llenar el vacío? Como se suele decir, la naturaleza aborrece el vacío, y esto es aún más verdad en el caso de la política. En cuanto a las posibilidades más comúnmente citadas, la dirección de los Hermanos Musulmanes siempre han demostrado estar en contra de la revolución, y está claro que un gobierno burgués liberal, tal vez con una figura presidencial como Mohamed El Baradei, no podría resolver ninguno de los problemas sociales y económicos que han sido planteados por los trabajadores y la juventud durante la revolución. No hay que olvidar que la demanda de «justicia social» ha aparecido constantemente desde el comienzo del movimiento. A pesar de lo que algunos sugieren, la revolución egipcia representa claramente algo más que el intento de establecer un gobierno civil democrático.
Cualquier nuevo gobierno, al final, tendrá que lidiar con la tarea de resolver los problemas que enfrenta el pueblo egipcio, la tarea de crear empleos, aumentar los salarios, y mejorar los servicios públicos. Pero ninguno de estos problemas puede ser resuelto sobre bases capitalistas. A pesar del crecimiento económico consistente de Egipto, la desigualdad ha crecido; el desempleo juvenil, al igual que en el resto del mundo árabe, es extremadamente alto, con estimaciones oficiales (que es muy probable que estén subestimadas) de alrededor del 25%; la inflación se está comiendo los salarios, que ya son lamentables.
La tarea que enfrentan los trabajadores y los jóvenes egipcios es, por lo tanto, tomar el poder en sus propias manos -tanto política como económicamente- y no poner su confianza en ninguno de los amigos de última hora de la revolución. Una vez más, esto plantea la cuestión de la necesidad de que los sindicatos independientes y el movimiento obrero en su conjunto se muestren firmes, y la necesidad de construir una organización revolucionaria en Egipto que pueda unir las diversas luchas y conducir el movimiento hacia adelante -hacia el socialismo.