A 45 años del triunfo de la Revolución Cubana reproducimos este artículo publicado originalmente por El Militante (España) en Julio de 2002. Para todo marxista y obrero consciente es un deber defender incondi La revolución cubana de 1959 ha sido uno de los acontecimientos históricos más importantes de los últimos cincuenta años. Durante décadas, Cuba ha sido un referente de lucha y resistencia frente al imperialismo americano para millones de trabajadores, campesinos pobres y jóvenes de Latinoamérica y del resto de mundo. La revolución cubana forjó dirigentes de la talla de Che Guevara, mártir y revolucionario, patrimonio de todos los oprimidos del mundo. Su efigie y su espíritu combatiente se han convertido, justamente, en un estandarte enarbolado por millones de revolucionarios en todos los rincones del planeta.
La eliminación del capitalismo y el latifundismo y la introducción de la economía nacionalizada y planificada, permitieron realizar avances colosales en la sociedad cubana en terrenos como la sanidad, la educación, la cultura, la atención a la infancia y el mejoramiento en la situación de la mujer; a pesar de las enormes dificultades, de la falta de recursos y del embargo comercial contra Cuba decretado por el imperialismo americano desde hace más de cuarenta años.
Para todo marxista y obrero consciente es un deber defender incondicionalmente las conquistas de la revolución y oponerse por todos los medios a cualquier intento del imperialismo por socavar la economía planificada y reinstaurar el capitalismo en Cuba. Además, dada la innegable simpatía que la revolución cubana despierta en millones de obreros y jóvenes de todo el mundo, la derrota de la misma sería una formidable arma ideológica y propagandística en manos de la burguesía para hacer ver una vez más a los trabajadores que no hay alternativa al capitalismo, lo que tendría innegables efectos en la conciencia de las masas.
La hipocresía del imperialismo
Los intelectuales burgueses y la prensa capitalista siempre han insistido en señalar la ausencia de derechos y libertades democráticas en Cuba en todos estos años.
Es evidente para cualquiera que las críticas hechas por esta gente rebosa hipocresía por todas partes. En particular, resulta escandalosa esa preocupación por los derechos humanos en los dirigentes del PP, compinches de la mafia cubana asentada en Miami, y partícipes y herederos de la dictadura franquista padecida durante cuarenta años por las familias trabajadoras del Estado español. Ni qué decir tiene que esa misma preocupación en boca de los presidentes de Estados Unidos y sus acólitos en el resto del mundo apenas tienen incidencia en los trabajadores y jóvenes con conciencia de clase de todo el mundo
¡Esta misma gente que ha apoyado y fomentado dictaduras feroces en todos los rincones del planeta para salvaguardar los intereses de los monopolios y las multinacionales capitalistas! ¡Los mismos que diseñaron y perpetraron todo tipo de crímenes en las dictaduras sangrientas de Chile, Argentina e Indonesia y llevaron la destrucción y la miseria a Vietnam, Irak, Yugoslavia y, más recientemente, a Afganistán! No, los trabajadores no podemos prestar el más mínimo crédito a esta gente. Son nuestros enemigos de clase y mañana no dudarán en intentar utilizar los mismos métodos contra nosotros si la continuidad de su sistema se viera en peligro.
En realidad, a esta gente no le importa lo más mínimo los derechos humanos y la democracia, ni en Cuba ni en ninguna parte del mundo. Lo que no soportan de Cuba es la existencia de un sistema social antagónico al capitalismo, que impide a las multinacionales de las metrópolis imperialistas tomar el control y saquear los recursos de la isla para engordar sus beneficios, a costa, eso sí, de hacer retroceder 50 años a la sociedad cubana y dejar una estela de miseria y penalidades para las masas como vemos en todos los países del entorno.
La reintroducción del capitalismo en Cuba llevaría aparejada una catástrofe gigantesca en la economía, la sociedad y la cultura.
Pero, en el fondo, lo que más les preocupa de Cuba es que su sistema económico y las conquistas que le son inherentes, puedan ser en un momento dado un punto de referencia para las masas de los países capitalistas más pobres y menos desarrollados, impulsándoles a luchar contra el capitalismo en dichos países.
No obstante, Cuba se enfrenta a desafíos importantes y tomar una posición correcta ante los mismos es vital para el futuro de la revolución. Es por ello que los marxistas tenemos la obligación de seguir atentamente la realidad cubana, estudiar y opinar sobre la misma.
Socialismo en un solo país o socialismo mundial
Los marxistas de El Militante ya hemos dejado clara nuestra postura sobre la revolución cubana al comienzo de este artículo.
Ahora bien, para los marxistas el socialismo es algo que hay que construir a nivel mundial, porque sólo con una planificación democrática y armónica de los recursos y las fuerzas productivas creadas a escala internacional se darían las premisas necesarias para asegurar unas condiciones de vida, sociales y culturales a toda la población del planeta superiores a las que existen en los países capitalistas más desarrollados, para a partir de aquí elevarlas infinitamente y acabar con el legado de barbarie y miseria que ofrece el capitalismo. De hecho, esta es la justificación histórica del socialismo, si no ¿cuál sería?
Es nuestra obligación como marxistas decir la verdad a los trabajadores cubanos y de todo el mundo. En este sentido, somos discípulos de esa máxima latina que dice: "Platón es mi amigo, pero quiero más a la verdad".
Un país aislado, aún con una economía planificada, como ocurre en Cuba, y como ocurría en la antigua URSS, pero rodeado de un entorno capitalista hostil, no puede sobrevivir indefinidamente. Décadas de aislamiento y de acoso imperialista feroz provocan inevitables distorsiones en la economía y en la conducción política que pueden amenazar en un momento dado la continuidad del sistema. La pérdida del horizonte de la revolución socialista mundial tiende siempre, además, a degenerar en una estrecha visión nacionalista, con la búsqueda de acuerdos diplomáticos imposibles con las diferentes potencias capitalistas y el abandono de la lucha por la revolución socialista mundial.
Por eso la única garantía para la supervivencia de la revolución cubana reside en la revolución mundial, en extender la revolución socialista al conjunto de Latinoamérica y, posteriormente, a los países capitalistas más desarrollados. De esta manera el socialismo tendría un futuro garantizado, no sólo en Cuba sino a nivel internacional.
La naturaleza del régimen cubano
A diferencia de las revoluciones obreras clásicas, la revolución cubana no triunfó como un movimiento insurreccional de la clase obrera de las ciudades, sino por medio de un ejército guerrillero compuesto por campesinos, intelectuales, obreros aislados huidos a las montañas y estudiantes. A pesar de que el triunfo final se decidió gracias a una huelga general en La Habana, la clase obrera cubana no fue la fuerza dirigente de la revolución ni actuó a través de sus propios órganos de poder obrero, como sí lo hizo en Rusia y en otras partes. La nacionalización posterior de la mayor parte de la economía dio lugar formalmente a la creación de un Estado obrero de una forma peculiar. A diferencia de Rusia en 1917-1922 donde el poder descansaba en los soviets (consejos obreros) de obreros y campesinos, el poder real en Cuba descansaba en la estructura jerárquica del ejército guerrillero que ocupó el espacio vacío dejado por la desaparición del Estado capitalista. Esto fue inevitable, ante la ausencia de genuinos órganos de poder obrero emanados de las fábricas, empresas y haciendas agrícolas. Y éste sigue siendo el caso hoy día donde las decisiones fundamentales en la economía y la sociedad son tomadas directamente por el Comité Central del PC cubano. El problema es que eso crea las condiciones para la aparición de tendencias burocráticas y diferencias sociales en las condiciones de vida entre diferentes capas de la población, según la posición que ocupen dentro de la sociedad.
La vinculación de los dirigentes cubanos con la URSS estalinista les forzó a perpetuar este sistema político. Pero esta forma de Estado no es la verdadera democracia obrera que Lenin resumió en sus famosos cuatro puntos, extrayendo lecciones de las experiencias revolucionarias pasadas:
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Elegibilidad y revocabilidad inmediata de todos los funcionarios del Estado por la población.
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Que ningún funcionario reciba un salario superior al salario medio de un obrero cualificado.
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Participación de toda la población en las tareas de administración y gestión de la economía y del estado, por turnos.
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No a un ejército permanente separado del pueblo. Las armas deben permanecer en manos de la población por medio de milicias obreras.
Es verdad que por las razones antes expuestas, por el aislamiento de la revolución en Cuba, por la escasez de recursos en un país tan pequeño y por la hostilidad implacable de un entorno capitalista se hace muy difícil llevar a la práctica estas medidas, por eso insistimos en que la única esperanza para la revolución cubana es su extensión a escala internacional.
Es imposible construir el socialismo en un país aislado. Si por socialismo entendemos la existencia de una sociedad donde el desarrollo de las fuerzas productivas, del bienestar social y de la cultura sean superiores al del país capitalista más desarrollado que existe, entonces tenemos que reconocer que en Cuba aún no existe todavía socialismo, como tampoco lo existía en la antigua URSS, sino un régimen de transición al socialismo. Por otro lado, una auténtica democracia obrera implica que los elementos de coerción y represión, lejos de fortalecerse, deberían debilitarse hasta su desaparición final. El socialismo es incompatible con la ausencia de derechos democráticos básicos, como la libertad de expresión, la existencia de cualquier organización que defienda las conquistas de la revolución y la libertad de participar públicamente en todos los aspectos de la vida social. Y tenemos que reconocer que todos estos elementos de democracia obrera aún no están presentes en Cuba.
¿Quiénes son los verdaderos amigos de la revolución cubana?
Nosotros pensamos que los dirigentes cubanos, con Castro a la cabeza, se equivocan cuando buscan salvar el destino de la revolución cubana confiando en alcanzar acuerdos diplomáticos con algunos gobiernos capitalistas, aprovechando eventuales fricciones que éstos puedan mantener con el imperialismo americano, o creando ilusiones en la labor de personajes como Carter (ex presidente de EEUU) o el Papa, agentes declarados del capitalismo y sus intereses. Estos mismos "amigos" no dudarán ni un momento en apoyar a la contrarrevolución cubana para reinstaurar el capitalismo allí cuando las condiciones lo demanden.
Los dirigentes cubanos deberían buscar sus aliados en la clase obrera mundial, haciendo un llamamiento a los trabajadores de todo el mundo para que se opongan activamente a los intentos de sofocar la economía cubana por los capitalistas y alentándoles a luchar por el socialismo en cada país. Es verdad que los bolcheviques, en vida de Lenin, también firmaban acuerdos comerciales y diplomáticos con las diferentes potencias capitalistas, pero no por ello dejaban ni un momento de alentar la revolución socialista en todos los países. La Internacional Comunista jugaba ese papel.
Si los dirigentes cubanos actuaran como verdaderos comunistas harían un llamamiento a la clase obrera, a la juventud y a la base de los partidos y organizaciones comunistas y socialistas de todo el mundo para que se organizaran dentro de los mismos bajo las ideas del marxismo revolucionario. Al mismo tiempo, un llamamiento enérgico hecho por ellos para promover una nueva organización internacional marxista encontraría un eco poderoso en todas partes, y la posición de Cuba se fortalecería, al igual que las fuerzas del marxismo revolucionario a nivel internacional. De esta manera, la tarea de la revolución socialista avanzaría enormemente en todos los rincones del planeta.
La situación de la economía cubana
En última instancia, la marcha de la economía es decisiva para el futuro de la revolución cubana. No existe ningún país en el mundo que pueda escapar al dominio aplastante que ejerce el mercado mundial. Cuba está aprendiendo esta lección muy duramente, particularmente tras la caída del régimen estalinista en la antigua URSS.
Tras la eliminación del capitalismo en la isla y su paso a la órbita "soviética" la dependencia económica de Cuba en relación a la URSS fue decisiva para el crecimiento y desarrollo de la economía cubana. Más del 40% del comercio exterior se realizaba con la URSS y el 80% de los intercambios se realizaban con los antiguos países estalinistas de Europa del Este y Asia. La URSS vendía petróleo muy barato a Cuba que ésta posteriormente revendía en parte a precios internacionales consiguiendo así importantes divisas. Al mismo tiempo era la URSS quien compraba la mayor parte de la producción de azúcar cubano, principal recurso productivo de la isla.
Pero la desaparición del bloque estalinista ha tenido consecuencias catastróficas para la economía cubana. Entre 1989 y 1993 el Producto Interior Bruto (PIB), es decir la riqueza generada en la isla, cayó un 35 %, una cantidad asombrosa. Actualmente, Cuba sólo llega a producir el 87% de lo que producía en 1989.
Ante la catástrofe económica, los dirigentes cubanos lanzaron en 1991 el llamado Periodo Especial: la instauración de una especie de "economía de guerra" para hacer frente a la crisis, que se concretó en un descenso importante del nivel de vida de la población, recortando gastos y estimulando la producción de bienes de consumo para la exportación, a costa del mercado interno, para obtener el máximo de divisas con las que comprar productos esenciales de los que carecían.
El otro aspecto de las medidas fue abrir la economía cubana a las inversiones extranjeras para estimular el desarrollo de las fuerzas productivas, a diferentes niveles. En unos casos con libertad para expatriar beneficios para estas empresas y en otros con participaciones en proyectos conjuntos. Se liberalizó en parte el monopolio del comercio exterior y se permitió de manera limitada a los particulares abrir sus propios negocios, fundamentalmente orientados al turismo. La inversión extranjera se ha centrado fundamentalmente en el turismo, aunque también se ha dado en otros campos como la producción de níquel, siendo Cuba el sexto productor mundial. El objetivo de estas medidas, además de reanimar la economía es conseguir divisas en dólares, a través de los beneficios del turismo y de impuestos al sector privado.
En Cuba funciona actualmente un sistema monetario con dos monedas paralelas: el dólar y el peso cubano. Esto ha profundizado las desigualdades sociales. Esto es debido a que la población que vive del dólar puede acceder a un mercado de bienes de consumo mucho mayor que la que vive (la inmensa mayoría) del peso cubano, teniendo en cuenta además que un dólar americano se cambia entorno a 21 pesos cubanos.
Esto ha aumentado las contradicciones dentro de la sociedad cubana, entre una mayoría que sufre escasez y una minoría que vive holgadamente. Dentro de esta última capa está la pequeña burguesía que vive del negocio privado, pero también la mayor parte del sector dirigente del Estado cubano. Por esta razón el gobierno cubano se ve obligado, periódicamente, a limitar las tendencias pequeñoburguesas que se incuban dentro de la sociedad cancelando o prohibiendo el acceso a los negocios privados, para amortiguar los choques sociales. En todo caso, el sector estatal de la economía sigue siendo abrumador, entorno al 90%.
La dependencia de la economía cubana de los vaivenes de la economía mundial es mayor que nunca antes en la historia. Esto hizo que en los últimos años, desde 1997 a 2000, Cuba experimentara un crecimiento importante, con tasas de crecimiento del PIB que superaban el 5%. Sin embargo, esta tendencia se cortó el pasado año cuando el crecimiento económico quedó reducido a un 3%. Las perspectivas para este año es que este estancamiento se profundice. Las causas son varias. Ha habido una fuerte caída en la actividad turística que es la principal rama productiva de la isla. El turismo sólo creció un 1% en 2001, y entre enero y abril de este año ha caído un 15%. Los precios internacionales del azúcar y el níquel también han caído, lo que ha generado menores ingresos en divisas a la economía cubana. Actualmente, el sector azucarero padece una fuerte crisis (3,5 millones de toneladas producidas en 2001 frente a los cerca de 9 millones de 1989) y el gobierno cubano ha anunciado el recorte de 100.000 empleos en este sector.
La subida del precio del petróleo está teniendo también consecuencias fatales para la economía cubana. Cuba importa alrededor de dos tercios de sus necesidades de crudo. Hasta el mes de abril, la Venezuela de Chávez suministraba un tercio de las mismas a precios sensiblemente más bajos que los que se pagaban en el mercado mundial, permitiendo algo de respiro a la economía cubana. Pero después del golpe fallido contra Chávez, la empresa estatal de petróleos venezolana ha decidido sorprendentemente cortar el suministro a Cuba con la excusa del impago de algunos suministros. Esto ha agravado más la situación. Se calcula que cada dólar que sube el barril supone para Cuba un gasto extra de casi 50 millones de dólares al año.
Gracias a la economía planificada el Estado subvenciona la mayor parte de los productos de consumo básico de la población, lo que amortigua parcialmente los efectos de la crisis. Pero una crisis económica profunda y duradera en la economía capitalista mundial crearía contradicciones insalvables en la economía cubana por la falta de recursos y divisas.
Perspectivas políticas
A pesar de la propaganda capitalista, Fidel Castro todavía goza de una importante autoridad política y moral entre la mayoría del pueblo cubano, lo cual no quiere decir que el pueblo cubano sea ajeno a la escasez en sus niveles de vida y a los abusos, a la asfixia burocrática y a la corrupción que se dan en las altas esferas del sistema político. Pero ellos comparan su situación con los países de su entorno y son conscientes de que las conquistas de la revolución están indisolublemente ligadas al mantenimiento de la economía nacionalizada y planificada.
Pero a medio y largo plazo esta situación no se podrá mantener. En particular con la desaparición de la figura de Castro, sin la existencia de un dirigente con su misma autoridad y ascendente entre las masas.
Las potencias capitalistas maniobrarán entre los dirigentes cubanos para intentar abrir huecos más importantes para la penetración de la economía capitalista; intentarán ensanchar su base de apoyo entre la población, en particular entre aquellos sectores que viven del dólar, para las ideas capitalistas con una masiva propaganda con promesas imposibles de mejoras en el nivel de vida y con una alta dosis de demagogia a favor de la "democracia". Se abrirán fisuras inevitables entre un sector dirigente del PC cubano que apueste por abrirse al mercado y otro sector que comprenda que el desmantelamiento de la economía planificada conducirá al desastre. La mafia cubana de Miami permanecerá expectante con el cuchillo entre los dientes para tomarse una revancha después de décadas de exilio humillante. Esta situación de incertidumbre se trasladará al conjunto de la población. Y todo ello puede llevar incluso a una guerra civil y a la posibilidad de un triunfo sangriento de la contrarrevolución capitalista en la isla.
Consideramos equivocada la posición de aquéllos que, desde la izquierda, intentan adormecer al pueblo cubano con frases tranquilizadoras afirmando que en Cuba jamás entrará la contrarrevolución capitalista. Lo mismo decían de la antigua URSS y los países estalinistas del este de Europa.
En los próximos años la revolución cubana se enfrentará a una encrucijada: capitalismo o socialismo, socialismo o un retroceso a la barbarie. Corresponderá a la clase obrera cubana y a los militantes y dirigentes verdaderamente comunistas dentro del PC cubano dotarse de la estrategia política y organizativa para enfrentar este desafío, luchando por cambiar las deficiencias del régimen cubano e impulsando la revolución socialista fuera de las fronteras de la isla.